El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 25 de abril de 2011

Pedid y se os dará

            Con suavidad se van sucediendo los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses, con suavidad se van sucediendo las estaciones de manera cíclica, primavera, verano, otoño, invierno, y otra vez la primavera, todo vuelve, todo es un  continuo.
            De la misma manera se va deslizando la vida: Los mismos pensamientos, las mismas acciones, los mismos sentimientos, las mismas emociones; la vida también es un continuo. Es un continuo hasta que tú decides que ya está bien: Cuando tú decidas que has sufrido lo suficiente, se acabará el sufrimiento; cuando tú decidas que te has aburrido lo suficiente, se acabará el aburrimiento; cuando tú decidas que has sido suficientemente pobre, se acabará tu pobreza.
            “Pedid y se os dará”, ¿Cuántas veces has escuchado esta frase? “Pedid y se os dará”. La vida sólo es un reflejo de aquello que pides. No, no estamos locos, ¡es así! Puedes jurar por activa y por pasiva que lo que deseas es ser feliz, y sin embargo, estás viviendo el sufrimiento. Pero es que no te basta con jurarlo, ni tan siquiera con desearlo. Tienes que pedirlo, y después, esperar que llegue.
Imagínate que tienes hambre, y que entras en un restaurante para saciar tu hambre, y que pides el primer plato, y justo después de pedirlo, te levantas y te vas. Es cierto que tienes hambre y deseas comer, es cierto que pides la comida, pero también es cierto que no las has esperado y te has ido, con lo que seguirás teniendo hambre.
Así es en la vida. Quieres ser feliz, que es como tener hambre; deseas la felicidad, e incluso empiezas a realizar alguna técnica para conseguirla, que es como pedir la comida; pero sigues anclado/a en los mismos pensamientos y realizando las mismas acciones, que es como levantarse e irse del restaurante.
“Pedid y se os dará”. Pide, agradece de antemano lo que vas a recibir y,  espera. Espera que llegue tu petición, con paciencia, sin alterarte, sin volver a realizar las acciones anteriores, actuando como si ya hubiera llegado tu pedido, es como ir salivando, esperando la comida.
Mientras esperas abstente de juicios y críticas, hacia los demás y hacia ti mismo/a, no te lamentes, observa la vida y acéptala, sin condiciones, perdona cualquier acción que te desagrade de los demás y de ti mismo/a, piensa que todas las personas tienen un motivo para actuar como lo hacen, ya sea real o imaginario, piensa que ellas también tienen hambre, pero no han tenido la paciencia suficiente para esperar la comida. Observarás como va llegando tu petición, a veces llega el pedido completo, y otras veces llega en diferentes entregas, todo depende de la fuerza de tu petición y de tu paciencia en la espera.
Piensa que todos somos iguales, que el Dador de peticiones escucha a todos por igual, y que Él intenta hacer la entrega, pero no todos han sido capaces de aguantar la espera, por lo que el pedido no puede llegar al destinatario.
Pide, que el paquete siempre llega a su destino, y espera para que cuando llegue el repartidor te encuentre en casa.

jueves, 21 de abril de 2011

El cuerpo mental

Una de nuestras capas del aura es el cuerpo mental, y es en él donde se desarrollan los poderes de la mente, donde se desarrollan los pensamientos, incluso la memoria y la imaginación. A diferencia de otras capas, que siempre permanecen inalterables en su tamaño, el cuerpo mental crece a medida que el ser humano va evolucionando.
En su forma, existe una especie de estriaciones, que lo dividen en secciones. Estas secciones son como los caminos asignados para cada tipo de pensamiento. Los pensamientos, dependiendo del tipo que sean, actúan a través de estas secciones.
  En el ser humano ordinario, el cuerpo mental está todavía desarrollado de manera imperfecta por lo que, en muchas personas, todavía no están en actividad gran número de estas secciones. Así pues, los pensamientos pertenecientes a una sección que no se haya activado, han de fluir por otra sección que se encuentre en actividad, lo cual es inadecuado, por lo que tales pensamientos se expresan torpemente y de manera incomprensible. Por ejemplo, si llega un pensamiento relativo a Dios a una persona atea, expresará muy torpemente ese pensamiento porque ha de circular por un camino que no es el suyo, ya que tiene desactivada la sección o camino de la divinidad.
La forma del cuerpo mental es ovoidal, pero no es un ovoide perfecto, ya que según el tipo de pensamiento, estos se alojan en una determinada parte del ovoide. Los buenos pensamientos, de orden superior, hacen vibrar la materia más fina del cuerpo mental, la cual, en virtud de la gravedad, tiende a flotar en la parte superior del ovoide; mientras que los pensamientos de orden inferior: egoísmo, miedo, juicios, etc., que son vibraciones de materia más grosera, tienden a desplazarse hacia la parte inferior del ovoide; por lo que la persona corriente, que cede fácilmente a pensamientos inferiores, expande la parte inferior de su cuerpo mental, teniendo la apariencia de un huevo con su porción más abultada en la parte inferior. La persona que no se entretiene en ese tipo de pensamientos inferiores, sino que se dedica a los más elevados, tiende a expandir la parte superior de su cuerpo mental, tomando este la apariencia de un huevo con la parte más estrecha en el inferior.
El cuerpo mental posee una  molécula denominada semilla mental permanente, la cual perdura en el ser en todas sus encarnaciones. Esta semilla es el centro y corazón del cuerpo mental, y su función es la de conservar almacenadas todas las experiencias por las cuales pasa el cuerpo mental en todas sus encarnaciones.
El ser humano, al usar su cuerpo mental, es decir, al pensar, imprime una vibración en el cuerpo mental, y esa vibración produce dos resultados:
1)      Irradia vibraciones u ondas.
2)      Produce formas mentales.
La vibración en el cuerpo mental, como todas las vibraciones, se propaga a su alrededor, y  tiende a reproducirse en cuanto tiene oportunidad. En consecuencia, al chocar una onda mental con el cuerpo mental de otra persona, tenderá a imprimir en esta, vibraciones similares al pensamiento originado por la primera persona. Es decir, que el cuerpo mental de una persona al ser tocado por una onda mental, tiende a producir en su mente un pensamiento similar al que surgió en primer lugar en la mente de la persona originaria del pensamiento.
Como gran número de personas carecen de pensamientos fuertes y precisos, salvo en la persecución de algún asunto que demande toda su atención, en condiciones ordinarias son afectados considerablemente por los pensamientos que chocan en sus mentes. De ahí proviene la gran responsabilidad de quienes verdaderamente piensan, porque sus pensamientos, sobre todo si son fuertes y precisos, afectarán inevitablemente a un gran número de personas. Se puede causar mucho daño de esta manera; aunque ello se haga inconscientemente, el causante es kármicamente responsable por lo que ha hecho.
Como es natural, un pensamiento bueno puede afectar a otros en bien de la misma manera. Así, uno que sepa esto, puede convertirse en un verdadero Sol, irradiando constantemente hacia sus amigos y vecinos pensamientos de amor, de calma, de paz, etc. Pocos se dan cuenta de la enorme fuerza que pueden ejercitar, si quieren, gracias al poder del pensamiento.
Una forma mental, por ejemplo, de amor o de deseo de proteger, dirigida con fuerza a otra persona, llega a ésta y se mantiene en su aura como agente protector y aprovechará todas las oportunidades de servir y de defender, no por acción consciente y deliberada, sino siguiendo ciegamente el impulso que se le imprimió; fortalecerá las fuerzas amistosas que choquen con el aura, y debilitará a las inamistosas. Así se crean y mantienen verdaderos ángeles guardianes alrededor de las personas queridas. Muchas plegarias maternas envuelven al hijo ausente, actuando de esta manera.
 La mente es la gran matadora de lo real. No vemos objeto alguno tal cual es, sino, únicamente, las imágenes que somos capaces de formar de ellos; de manera, que todo está necesariamente coloreado por esas formas mentales de nuestra propia creación.
A partir de este instante, todos los que hemos leído esto, ya sabemos que somos responsables de nuestros pensamientos, por lo que mantener en nuestra mente pensamientos negativos sería una grave irresponsabilidad, ya que por un lado afecta negativamente en las personas objeto de nuestro pensamiento, y por otro lado nos afecta a nosotros mismos.
Para aclarar conceptos, te presento algunos ejemplos prácticos:
Imagina una relación de pareja, en la que los dos miembros de la pareja se aman normalmente, sin excesivos juicios ni críticas. Los pensamientos de amor de cada uno de ellos, se desplazan hasta el aura de la otra persona, incrementando los pensamientos de amor de ella misma. La consecuencia es que la forma de pensamiento de amor en cada uno de ellos será mayor cada día que pasa.
Imagínate que tú mismo/a eres un/a hipocondríaco/a. La forma mental de miedo a una determinada enfermedad, va a crecer cada día, con una consecuencia lógica, más tarde o más temprano hay muchas posibilidades de somatizar la enfermedad.
Una manera de actuar de manera benéfica sobre los demás, es la bendición, de la que tantas veces hemos hablado en este blog. Pero para que la energía de la bendición sea efectiva, es necesario que la persona a la que va dirigida se encuentre libre de pensamientos, o al menos, que estos no sean negativos. La energía de la bendición permanecerá en el aura de la persona hasta que se libere de pensamientos, protegiéndola contra energías negativas.
Si te apetece tener información más completa sobre el cuerpo mental, puedes buscar en Internet “El cuerpo mental” de Artur Powell.

domingo, 17 de abril de 2011

Una declaración de amor

            La semana pasada tuve el placer de asistir a una boda, en la que se derrochaba amor por los cuatro costados. En ella, los novios hicieron una declaración pública y permanente de su amor. El novio en un mini-discurso resaltó las diferencias entre el “amar y el querer”. Me gustó tanto que le solicité permiso para compartir la idea, ligeramente corregida, para eliminar situaciones personales, con vosotros.
Querer y amar. Parecen lo mismo….., pero ¿Son lo mismo? No, no lo son. Existen algunas diferencias.
            Querer es un sentimiento que lleva implícito un pensamiento, o una emoción generada por un pensamiento. En cualquier caso, existe el pensamiento, está implicada la mente, y cuando la mente entra en juego, la pureza del sentimiento no es tal, ya que se encuentra teñida de la energía del pensamiento. La mente trabaja con imágenes, comparando las imágenes que recibe con las que tiene archivadas en sus cajones de memoria, y además siempre resalta los detalles negativos. Esto supone que el sentimiento, “el querer”, siempre se encuentra acompañado de algún pensamiento negativo. Es el “te quiero, pero….”: Te quiero pero tienes una peca en la nariz, te quiero pero eres un poco desordenado/a, te quiero pero hablas demasiado, te quiero pero…….
            El resultado de esto es que ambas partes piensan en su interior: “Ya le/a cambiaré”. Pero eso casi nunca ocurre, porque casi nadie cambia por lo que pueda decir otra persona, las personas cambian por sí mismas, por su propio convencimiento. Con lo cual, el “pero” no sólo se mantiene, sino que se agranda, cada día más, ya que la mente va a mantener la fijación cada vez con mayor insistencia. Además, ¿para que se quiere cambiar a la persona amada? Si se conocieron siendo de una manera, se enamoraron siendo de esa manera, ¿Por qué iban a querer cambiarse?, ¿No será que ya no se quieren?, ¿Por qué sino?
            Con el paso del tiempo, se mantiene el sentimiento, pero……. ¡Con resignación!, eso hace que la relación no sea todo lo fluida que debiera ser si no existiera el “pero”,  eso hace que no se compartan los secretos, eso hace que las críticas cada vez sean más frecuentes, eso hace que necesiten otras personas a su alrededor, ya que ellos no tienen temas de conversación, eso hace que se acabe, si alguna vez existió, la complicidad, etc.  Queda el sentimiento, si, pero……… incompleto
            El Amor si es completo, Amar es otra cosa. El amor es una energía, y en el amar, esa energía sale por cada poro de la piel, se ama porque sí, se ama sin más, se ama sin condiciones. En el amar no hay pensamiento, no se quiere cambiar a la otra parte porque todo es perfecto, amar es entrega y a la vez libertad, amar es alegría, es complicidad, amar es admiración, amar es dar sin querer recibir.  El “querer” puede acabarse o diluirse, el amor nunca se acaba, nunca disminuye. Una vez que se consigue manifestar el amor, este perdura para siempre, extendiéndose a todo el mundo, en cualquier parte, manifestándose en su totalidad hacia la persona amada.
            “Querer” es una buena línea de salida para sentir el amor. Sólo se ha de purificar, eliminando el o los pensamientos que le acompañan. Entonces sólo quedará el amor.
            Una buena práctica es empezar a no juzgar ni criticar nada de la pareja, y además, satisfacerle/a en todo, sin ningún reproche. No olvidar decirle/a “te amo”, cada día, varias veces al día; no olvidar ni los besos ni los abrazos también diarios; recordarle/a lo que te gusta de él/ella.  
Si realmente amas, haz esa práctica. No sólo a tu pareja, sino a todos los que te rodean. Verás cómo cambia tu vida, verás como te inunda la felicidad, la paz, y por supuesto, el Amor.
El tema de hoy es el la canción favorita de los novios.

viernes, 15 de abril de 2011

Sin prisa, pero sin pausa

            Siempre he creído que allí donde llega una persona puede llegar cualquier otra, y  que lo que una persona consiga puede conseguirlo cualquiera. Sin embargo, la realidad nos demuestra que no siempre es así, ya que cada persona tiene su propia velocidad, cada persona dejó su vida anterior en un punto del camino diferente a todas las demás, cada persona tiene una maduración distinta de su carácter; cada persona ha elegido que quiere aprender, como lo quiere aprender, y cuando lo quiere aprender; y ante esto, solo cabe dar las instrucciones necesarias para conseguir cosas, sabiendo de antemano que unas personas van a seguirlas y otras no, y que entre las personas que las sigan algunos conseguirán resultados importantes con pocos días de práctica, y otros no, y de estos últimos también habrá un porcentaje muy importante que al no conseguir resultados inmediatos renunciarán a la práctica.
            Este es uno de los males que aquejan a nuestra sociedad, las prisas. Queremos conseguir todo en poco tiempo, pero sin embargo, no nos importa pasarnos las horas muertas delante de la tele, viendo nada y aprendiendo menos.
            Siempre hay un momento en nuestra vida en el que suena el despertador del alma, ese es el momento elegido por nosotros y por los seres con los que planificamos nuestra vida, para retomar el camino de retorno a casa. Ese despertador no es una alarma normal, es un encuentro, una situación, un libro, una circunstancia de la vida, o cualquier otra causa, en la que se van a dar las condiciones adecuadas para hacerse preguntas; para sentir una especie de vacío, que algo, no sabemos qué, nos anima a llenar.
Nosotros no somos, en ese momento, conscientes, de que sólo estamos retomando nuestra evolución en el mismo punto donde la habíamos dejado en nuestra encarnación anterior, y que esa alarma sólo es el momento de la partida. ¿Cómo ha de hacerse? Existen tantas maneras como seres. No existe una fórmula mágica. Pero si se puede tener una cierta certeza de si la fórmula elegida es la correcta o no: ¡Sólo hay que sentir!
Cuando se ha elegido la manera correcta de retomar el camino, la sensación es de serenidad y alegría interior. No existen nervios, ni ansiedad, ni dudas, ni miedos. A partir de aquí, se ha de añadir una buena dosis de paciencia y seguir el rumbo, sin prisas. ¿Para qué correr?, ¿Para llegar adónde? No hay meta, no hay final, sólo hay camino, por lo tanto no hay prisa, se trata de recorrer el camino, en paz y con alegría. Si hemos invertido muchas vidas y una buena parte de la presente para llegar al punto donde nos encontramos, ¿dónde quedan las prisas? Como dice el refrán: “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Cada cosa lleva su tiempo. No podemos parar la mente en un instante, cuando lleva toda una vida torturándonos con sus pensamientos circulares; no podemos aparcar la crítica en un segundo, cuando es el deporte nacional; no podemos amar sin condiciones de la noche a la mañana, cuando nos hemos pasado la vida exigiendo amor a cambio del nuestro; no podemos recorrer a pie mil kilómetros en una hora, por mucho que corramos. Cualquier camino, por largo que sea, necesita, para recorrerlo, de un movimiento constante.
Sin embargo, aunque digamos que no hay fórmulas concretas y no hay metas, sí que hay una fórmula muy eficaz que nos va a permitir adentrarnos en atajos, aún menos angostos y más cómodos que el propio camino. La fórmula es la atención y el atajo el amor.
Para transitar por el camino que nos acerca a Dios, no es necesario sentarse como un yogui en meditación profunda, no es necesario convertirse en un asceta y vivir una vida de soledad en la montaña, no es necesario practicar el sacerdocio en ninguna religión, no es necesario dedicar la vida exclusivamente al servicio de los demás. Estas pueden ser fórmulas para ciertas personas, pero no para la inmensa mayoría de nosotros. Lo que la inmensa mayoría necesitamos sólo es vivir una vida normal, siendo conscientes de ella, es decir, vivirla con atención cada segundo. Esto significa que no hemos de darle vueltas a nada de lo que haya sucedido en el segundo anterior, ni esperar ni desear nada en el segundo siguiente. De esta manera, no va a anidar en nosotros el sufrimiento, ni el dolor, ni la crítica, ni el orgullo,  ni la rabia, ni el miedo. Todo esto, siendo conscientes de nuestros tropiezos y nuestras caídas, para volver a levantarnos en cuanto seamos conscientes de que hemos caído. Poco a poco, sin prisas.
De esta manera, al no estar pendientes nada más que de la propia vida, va a ser muy fácil para nosotros conectar con nuestra esencia. Nuestra esencia es el Amor. El Amor es nuestro atajo. El Amor es nuestra vida.

miércoles, 13 de abril de 2011

La escuela de la vida

                Cada situación que se presenta en la vida, no llega a nosotros por casualidad. Cada situación llega para nuestro aprendizaje, siempre en el mejor momento, en el momento más adecuado, para poder recibir en óptimas condiciones las enseñanzas que dicha situación nos aporta.
            Aprovechar o no las lecciones, es nuestra elección. La vida es una escuela. En la  escuela, el instituto o la universidad, hay unos alumnos que estudian, trabajan y aprenden de manera fluida, superando todas las asignaturas en cada curso; mientras que otros dedican el curso a la buena vida, suspendiendo y repitiendo. La vida es igual.
            Las asignaturas de la vida no son más que virtudes, no son más que las cualidades del alma: Amor, comprensión, voluntad, compasión, alegría, paz, servicio, caridad, etc. Para su trabajo no se precisa estudio ni memorización, sólo es necesaria la atención y la observación, para comprobar el grado de sapiencia en cada materia. Las asignaturas de la vida no precisan de apuntes ni de trabajos en grupo, sólo es necesario el trabajo interior, ya que la consecución de una virtud, (asignatura aprobada), se produce cuando se elimina el vicio contrario a esa virtud. El trabajo en las asignaturas de la vida es un trabajo en solitario, interno y en silencio.
Cómo para la observación y la atención no se ha de realizar ningún trabajo adicional, ni dedicarle un tiempo extra, ¡parece fácil!, sin embargo, no lo es. La experiencia lo demuestra, ya que vida tras vida vamos suspendiendo muchas asignaturas, dedicando demasiado tiempo para cualquier aprendizaje. La observación y la atención tienen un enemigo muy poderoso, la misma mente. Ella que ha de observar, no observa, ella que ha de atender, no atiende, y se aburre, y se distrae. Como consecuencia, la persona, que es un cúmulo de instintos, de deseos e insatisfacciones, busca en los placeres externos y en la satisfacción de sus deseos, su propia realización. ¡Casi nunca lo consigue!
Es posible que la asignatura más importante de la vida sea alcanzar el conocimiento de que el ser humano es divino e inmortal. Cuando la humanidad esté segura de su divinidad e inmortalidad, y haya adquirido el aprendizaje sobre la naturaleza del alma y el reino en el cual funciona el alma, su actitud hacia la vida y los asuntos cotidianos, sufrirán tal transformación que podremos sentir la paz interior y la felicidad en nosotros, sin necesidad de ningún estímulo externo: unas vacaciones, un ascenso en el trabajo, una pareja que nos complazca, una vida cómoda, etc., etc.
En realidad, la adquisición del conocimiento no es tal. No se trata de aprender, se trata de recordar. No se trata de satisfacer ningún deseo, sino de eliminar los deseos. No se trata de aprender a ser virtuosos, sino liberarnos de los hábitos negativos. No se trata de hacer, se trata de ser.
En la escuela de la vida, están desterrados los términos de acción, no hay que enfrentarse a la vida, porque es tan inútil como nadar contra corriente, ¡no avanzas! En la escuela de la vida, sólo hay que dejar que la vida te lleve, pero no que te arrastre. Dejar que la vida te lleve, es observar cada situación y actuar en ella, con alegría, buscando siempre aquello que es positivo, sin centrar la atención en las cualidades negativas de la vivencia; no tratando de cambiar la situación, sino cambiar en el interior la manera de vivirla; no esquivando la situación, sino aceptándola.
Empieza cada día proponiéndote la observación atenta de la vida, para comprobar que tiene de divino, para comprobar que la enseñanza está justamente en “eso” que te molesta, en eso que te incomoda, en eso que te genera ansiedad. Y acéptalo. A partir de aquí puedes tener la seguridad de ir aprobando las asignaturas y de ir pasando cursos.

lunes, 11 de abril de 2011

He tenido un sueño

            He tenido un sueño. He soñado que entraba en un lugar oscuro, pequeño y apretado, no tenía facilidad de movimiento, sin embargo, el lugar en el que había entrado, flotaba como una pelota, y yo dentro de ella, aunque cada vez menos, porque daba la impresión de que la pelota crecía y crecía más cada día. Todo lo que sentía allí eran palabras repetitivas, inconexas, rápidas, sin expresar prácticamente ninguna idea, daba la impresión de que la mayoría de esas conversaciones inconexas trataban de dolor y de sufrimiento. Los que básicamente hablaban de manera permanente eran, al parecer, mis padres, aunque de vez en cuando se añadían otras conversaciones, tan inútiles como las que estaba habituándome a escuchar. Por otro lado, también escuchaba unos ruidos ensordecedores que llegaban de todas partes.
            Era un espacio muy incomodo y empezaba a echar de menos mi hogas. Vivía en un lugar blanco y luminoso, dónde no me sentía constreñido por nada, podía viajar a todas partes a gran velocidad, era responsable de mi mismo, y las conversaciones que se escuchaban no trataban ni de dolor, ni de sufrimiento, sino de alegría y amor. Reinaba una paz que en nada se parecía al lugar donde ahora me encontraba. Me sentía mal dentro de ese sueño y quería despertar, pero una fuerza superior a mi me lo impedía.
            Como todo lo que podía hacer era escuchar, me dedique a ello para tratar de averiguar dónde me encontraba, y así un día podía oír: “Ya estoy harta de que dejes los pantalones tirados en cualquier sitio”; y después de ese comentario se desataba una especie de tempestad de palabras que solía acabar con un ruido tremendo, que luego averigüé que se llamaba portazo. Otro día escuchaba: ”¿Cuántas veces tengo que decirte que no me gusta la carne tan poco hecha?”; y a continuación una nueva tormenta que esta vez terminaba con algo que resultó ser el llanto. Yo pensaba que debía de ser muy importante para esas personas hacer bien la carne, o doblar los pantalones, o no gastar dinero, o limpiar cada día, o ir al futbol; ya que sacrificaban el amor por esas cosas. ¡Debían ser muy importantes!
            Así pasaban los minutos, los días, las semanas. Empecé a acostumbrarme a las palabras de reproche de mis padres, a sus gritos, a las críticas entre ellos y entre casi todas las personas que les visitaban, a las palabras que denotaban hastío, a la incomprensión entre todos. Y yo me preguntaba: ¿Dónde estoy?, ¿Dónde estará la paz que reinaba en mi ciudad?, ¿Por qué no puedo moverme?, ¿Por qué está todo tan oscuro? Sólo de vez en cuando escuchaba algo suave, escuchaba murmullos, e incluso me parecía escuchar que se dirigían a mí; entonces me sentía bien, ya que todo era más parecido a la alegría y al amor que se sentía en mi hogar.
            Un día empecé a escuchar otros gritos distintos, había carreras, sentía voces de gente extraña, el balón en el que estaba empezó a deslizarse por un túnel oscuro y estrecho; desde el otro lado del túnel tiraban con fuerza, hasta que el balón apareció al otro lado del túnel, y pude escuchar: ¡Es un niño!, ¡Es un niño precioso!
Estaba muy asustado, quería salir de allí y supliqué: “Padre mío, ¿Por qué este dolor?,  ¡quiero volver a casa! Y por fin puede ver a alguien conocido, era mi amigo de juegos, después supe que aquí, donde estoy ahora, desde este lugar que se llama cuerpo, les llaman ángeles, aunque curiosamente nadie les ve. Y mi amigo me dijo:
“Acuérdate que elegiste entrar dentro de ese cuerpo
para avanzar un poco más en tu evolución.
Has encarnado.
A ti te va a parecer un camino largo, pero en realidad no lo es,
yo lo viviré como un suspiro.
Dentro de poco ya no te acordarás de mí, ni de nuestros juegos,
ni de nuestros estudios, ni de tu hogar.
Ya no te parecerá un sueño, te parecerá real.
Pero sin embargo, seguirá siendo un sueño.
Lo único que tienes que hacer es buscar con ahínco los mismos sentimientos
que tenías antes de entrar en este cuerpo.
Tienes que acordarte de vivir en el cuerpo,
 como vivías allí, en tu verdadero hogar.
No vayas nunca en contra de la vida,
no quieras manipular ni a la vida, ni a los otros, que como tú tienen un cuerpo.
Ayuda a todos porque son tus hermanos,
que también han elegido estar en un cuerpo para avanzar más rápido.
Pero ayuda cuando te lo soliciten, son ellos los que deben hacer su camino.
No juzgues a nadie si no quieres que te juzguen a ti.
No critiques nunca.
Respeta siempre las decisiones de los otros.
Ante cualquier desaire, perdona, bendice y vete.
Deja que la vida pase a través de ti.
Déjate guiar por la intuición.
Acepta a todos.
Escucha siempre a tu corazón.
Práctica el silencio.
Cuando hables que sea con verdad.
Aprende a meditar y practica cada día.
Busca la paz y la serenidad.
Busca el amor.
Recuerda que no eres ese cuerpo.
Y aplica la máxima: Todo está bien”.
“Cuando necesites ayuda,
llámame, aunque yo siempre estaré aquí para ayudarte.
Pero recuerda que la ayuda no va a ser para ese cuerpo,
la ayuda es para ti”.
¡Hasta pronto!
¡Te amo!



domingo, 10 de abril de 2011

La Regla de Oro

            La Regla de Oro en su forma positiva dice: “Haz a los demás lo que quieres que ellos te hagan a ti”.
            La Regla de Oro en su forma negativa dice: “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti.
            El crecimiento, la evolución y la construcción del carácter, son la misma cosa, y son los medios para purificar el alma encarnada.
            El carácter de una persona son esas cualidades que la distinguen de los demás. A pesar de lo que cada uno crea o desee, cada persona tiene unas peculiaridades propias y unas peculiaridades colectivas. 
Las peculiaridades colectivas lo podríamos denominar “pensamiento social”, y son esas creencias, escritas o no, que rigen la vida de una determinada sociedad. Por ejemplo, hay sociedades en las que está permitida la poligamia, mientras que en otras está perseguida por la ley; y en función de la sociedad en la que hayas nacido, podrías dar un sinfín de argumentos defendiendo una causa o la otra. Reflexiona un instante……….., ¿Qué es lo correcto?, si vives en una sociedad en la que está prohibida, es posible que consideres una aberración lo contrario. Sigue reflexionando, ¿Qué habría que hacer con la sociedad que defiende la poligamia?, ¿Convertirlos?, ¿A qué?, ¿A nuestras ideas?, ¿Eliminarlos?, ¿Ignorarlos? El ejemplo de la poligamia, lo podemos aplicar a cualquier otro aspecto colectivo de la vida: aborto, matrimonio entre personas del mismo sexo, divorcio, etc., etc.
Las peculiaridades particulares son la colección de hábitos, tendencias y creencias que cada persona ha ido construyendo a lo largo de su vida. Es la acumulación de hábitos del cuerpo, de emociones y sentimientos, hábitos de la manera de pensar y de la moral, hábitos de obedecer a la voz de la conciencia, o de ceder a la tentación, hábitos de entrenamiento en todos los campos de la voluntad. Es lo que hemos construido en nosotros mismos.
El efecto acumulado de todos esos hábitos, marcan la dirección, marcan el rumbo, son una predisposición que hace fácil y natural para la persona seguir los surcos que el hábito ha marcado.
Es nuestro carácter o nuestros hábitos lo que determina como reaccionaremos a las circunstancias externas, y lo que nos coloca preparados para actuar en esta o en otra dirección.
Es también nuestro carácter lo que determina lo que nuestra manera de pensar hará cuando nuestros pensamientos no están dirigidos por nuestra voluntad.  
También es lo que determina que será de nuestras emociones y sentimientos cuando no están bajo control, y se les ha permitido que encuentren su propia vía de escape.
Y si por encima de nuestras creencias y de nuestros hábitos, o por encima del pensamiento social aplicáramos la Regla de Oro, ¿Qué pasaría?
“Haz a los demás lo que quieres que ellos te hagan a ti”: Parece bastante clara la Regla. Hacer a los demás lo que quieres que ellos te hagan a ti, es tal cual, es literal. Es decir: Respetar la libertad de los demás, eso es lo que tú quieres para ti ¿verdad?; ayudarles y enseñarles si te lo solicitan, ya que lo contrario sería coartar su libertad, es lo que te gustaría ¿verdad?; no hacerles sentir miedo, ni ansiedad, ni dolor, no juzgarles ni criticarles, no maltratarles de palabra o acción;  facilitar por encima de todo su felicidad, su bienestar, su serenidad. ¿No es eso lo que te gustaría que hicieran los demás contigo?
El crecimiento, la evolución y la construcción del carácter son un proceso, que a su vez implica tiempo.
En este proceso se cometen errores. No hay que aumentar ese error, no hay que recordarlos ni criticarse uno mismo, ya que sino será imposible remediar ese error o remover un hábito. Hay que tener presente que uno se convierte en lo que piensa, que la energía va detrás del pensamiento.
¿Qué se ha de hacer?:
1)      Borrar mentalmente los hechos desagradables.
2)      Imaginar que se hace, se dice o se siente las cosas correctas.
3)      Si está relacionado con otra persona, imaginar que también está reaccionando de manera correcta.
Todo esto, ¿para qué? Es el poder de la materialización. Todo lo que se piensa repetidamente con cierta voluntad tiende a manifestarse.
Pensamientos y emociones positivas repetidas se van a manifestar como acciones correctas; las acciones correctas se van a manifestar como virtud. Y lo mismo sucede con los pensamientos negativos, convirtiéndose al final en vicios.
Construimos nuestro carácter al repetir pensamientos, al repetir emociones y sentimientos, y por los hechos que resultan de ellos. Piensa en algo muy a menudo y durante suficiente tiempo, y ese pensamiento se expresará, tanto así como la palabra o la acción.
Repite un hecho muy a menudo, frecuentemente, y se convertirá en un hábito.
El carácter de una persona está profundamente arraigado y no cambia de un día para otro, o de segundo en segundo, como lo hacen nuestra manera de pensar y nuestros sentimientos. No puede lograrse con un impulso sencillo, sino mediante un proceso lento y laborioso.
No existen atajos para remodelar el carácter. Por eso los buenos deseos de Año Nuevo, por ejemplo, son tan a menudo ineficaces. No se cambia con un mínimo esfuerzo. Para que cristalice el cambio, el esfuerzo debe ser constantemente repetido y continuado a lo largo del año, mes a mes, día a día.
El destino de las personas se construye con los propios esfuerzos.
Por todo esto, práctica la Regla de Oro: “Haz a los demás lo que quieres que ellos te hagan a ti”.

martes, 5 de abril de 2011

Observar la mente

            ¿Alguna vez te has parado a observar que es lo que pasa realmente por tu mente? ¡Hazlo! al menos en algún momento del día, ya que para permanecer todo el día atentos al juego de la mente se ha de tener mucho entrenamiento. Pero si que podrías intentar durante algunos periodos del día, y durante varios días, comprobar cómo se va comportando tu mente.
            Es posible que llegues a la conclusión de que son muy pocos los momentos del día en los que te encuentres verdaderamente libre de emociones, pasiones y sentimientos oscuros.
            La mente hace que vayas cayendo permanentemente en la trampa, en su trampa. En la trampa de estar preguntándote a ti mismo/a por qué alguien te ha hecho daño, por qué te han rechazado, por qué no te han prestado atención. Sin darte cuenta puedes sentirte obsesionado/a por el éxito, por el fracaso, por la soledad, por la forma de comportarse el mundo contigo, por tu mala suerte. Y dándole vueltas a todo ese juego  compruebas que te encuentras soñando despierto/a, soñando que te toca la lotería, soñando que eres famoso/a, soñando que te ascienden en el trabajo, soñando que estás con la pareja ideal, soñando que el mundo está a tus pies.
            Observando tu mente vas a comprobar cómo se apodera de ti el miedo, miedo a no gustar, miedo a las críticas, miedo al éxito, miedo a quedarte sin trabajo, miedo a quedarte solo/a, miedo a la enfermedad, miedo a la muerte; y de manera constante te estás inventado estrategias y como llevarlas a la práctica para defenderte y para asegurar la vida que crees que te mereces.
            ¿Te ocurre algo parecido? ¿Sabes por qué? Porque has olvidado de dónde vienes y adónde vas, porque crees que la vida es conseguir la satisfacción de todos los caprichos que te va presentando la mente, porque crees que eres un cuerpo.
            ¿De dónde vienes?, vienes de Dios. ¿Adónde vas?, vas a Dios. ¿Cuál es tu misión en la vida?, sólo una, sentir el Amor, sentir el Amor Divino en la Tierra, conseguir vivir en el mundo como cuando estás en la casa del Padre.
El trabajo, la familia, las vacaciones, la jubilación, etc., sólo son meros instrumentos para que aprendas a sentir el Amor. Y no lo vas a sentir luchando para ascender y conseguir la admiración de los demás, no lo vas a sentir jugando a que tu familia haga lo que tú crees que “debe” de hacer, no lo vas a sentir viajando al lugar más paradisiaco del mundo, no lo vas a sentir dando rienda suelta a todas las emociones y pasiones negativas que te embargan en muchos momentos de tu día.
            No vas a sentir el Amor buscándole, ni lo vas a sentir jamás en los demás. Sólo vas a sentir el Amor amando, ayudando, bendiciendo, compadeciéndote del prójimo. Porque hasta que no sientas el Amor en tu interior, no podrás entregarlo, y ni tan siquiera lo conocerás. Si no sientes ese Amor que nace del interior y que se da “a todo el mundo a cambio de nada” no sabes lo que es amar, y todo lo que te parece que es amor, sólo es un sucedáneo. Y es ese sucedáneo el que te obliga a dominar a las personas que ¿amas?
            Observa lo que pasa por tu mente, y podrás comprobar que son muy pocos los pensamientos de Amor que circulan por ella. O ¿crees que es Amor cuando tu deseo, o tu miedo, o tu frustración, o tu infelicidad, la disfrazas con la típica frase: “es por su bien”, o con: “yo sé muy bien lo que le conviene”?
            No te engañes y observa a tu mente. Busca en este mismo blog la “Meditación para despertar el Amor”, y practícala, hasta que sientas que eres Amor puro.

viernes, 1 de abril de 2011

La vida interior

La vida interior es la verdadera vida, es el sendero que nos va a llevar a la placidez y a la serenidad total, alejándonos de las oscilaciones en la que nos mantenemos viviendo la vida del exterior, oscilaciones que nos llevan del dolor al placer, de la oscuridad a la luz, del amor al miedo.
No podemos permitir dejarnos arrastrar por la corriente de los pensamientos negativos, que nos quieren hacer experimentar como verdadero lo que sólo es ilusión….., la ilusión de todas las cosas que percibimos por los sentidos y nos presenta la mente. Y es esta ilusión la que hace que nos hundamos en la más trágica de las desesperaciones o sintamos el más dulce de los placeres.
Pero tanto la desesperación como el placer tienen un carácter efímero, que en el peor, o mejor de los casos, puede durar lo que dura una vida. Y ¿qué es una vida comparada con la eternidad?
La vida es la escuela para la eternidad. Cada vida, cada tiempo de encarnación, es un curso de aprendizaje para alcanzar la graduación del Espíritu, la graduación del Alma, y si nos dejamos arrastrar por las ilusiones que nos presentan los sentidos, acabaremos cada curso sin haber alcanzado el nivel imprescindible para pasar al próximo curso, repitiendo vidas que no sólo pueden resultar inútiles, sino que pueden ser un lastre por la acumulación de causas pendientes, que hemos de solucionar en vidas posteriores.
Todas las situaciones que se presentan, todas las personas que nos rodean, todas las circunstancias vividas, están ahí justo en el momento oportuno para aprovechar la mejor de las enseñanzas. Es nuestra opción vivir la enseñanza con la mente, desde los planteamientos del propio interés material, desde el resentimiento, desde la ira o los celos, o vivir desde el interior donde habita la misericordia, la compasión y el amor.
La mente es como un circo, como un espectáculo de ilusiones, en el que va presentando un número de prestidigitación tras otro, con el único fin de preservar su poder, de mantener la atención, de defender su espacio, y todo desde una sólida base creada por ella misma: el aislamiento. El ser humano no es un ente aislado, sin embargo, él se lo cree. Él no cree realmente que sea un Espíritu, no cree que sea un Alma, no cree que el cuerpo sea una simple, aunque muy importante, vestimenta, no cree que está interconectado con el resto de almas, no cree que sea parte de una misma Energía, no cree que haya sido creado a imagen y semejanza de Dios, y que el objetivo de cada tiempo de encarnación sea el aprendizaje para la unión con su Alma, la unión con la Energía, la unión con Dios.
El ser humano no es un ente aislado. El ser humano no está sólo. Este es el primer aprendizaje, el siguiente es vivir desde el interior. Desde el interior se puede observar el espectáculo que presenta la mente de manera imparcial, sin implicarse en los números de ilusión que van apareciendo en el escenario de nuestra mente y que sólo buscan, la hipotética satisfacción de ella misma, satisfacción que nunca va a conseguir, ya que la mente es ávida de sus deseos e implacable de sus obsesiones, y nunca tiene suficiente, siempre quiere más.
Vivir desde el interior, manteniendo en reposo a la mente, nos hace recordar el camino para el retorno a casa, el retorno a nuestra verdadera casa, la casa del Alma, la casa de Dios.