El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 18 de mayo de 2011

Vueltas y más vueltas

            Es posible que haya algún problema que esté dando vueltas en tu cabeza una y otra vez, prácticamente sin descanso, tratando de buscar una solución; o que lo que esté dando vueltas en tu cabeza, no sea un problema, sino una situación determinada, que por cualquier circunstancia no entiendes, y te preguntas ¿por qué?, sin encontrar la respuesta, de la misma manera que antes tampoco llegaba la solución al problema; o que no sea ni un problema, ni una situación determinada, sino un deseo que no se está cumpliendo, o un sueño que te gustaría que se hiciera realidad, o un grano raro que ha salido en tu brazo y te mantiene a la expectativa. Sea lo que fuere, casi siempre hay un algo en la cabeza que domina a la persona, y cualquier otra cosa que aparezca en su vida, siempre va a ser vista a través del filtro de “esa cosa” que remolinea en su mente.

            La experiencia ya nos ha demostrado un sinfín de veces, que por muchas vueltas que le damos a la cabeza al sueño no realizado, al deseo incumplido, al grano que no desaparece, a la situación no entendida o al problema sin solución, va a seguir igual. Podemos darle una, mil o un millón de vueltas, que todo va a seguir exactamente igual.

Pero seguimos ahí, dándole vueltas a todo, sin parar de pensar aunque sólo sea un instante, ¿qué pasaría si una vez comprobado, que no llega la solución al problema, dejáramos de pensar en el problema?, ¿qué pasaría si una vez que vemos que el deseo no se cumple, dejáramos a un lado el deseo?, ¿qué pasaría si no perdiéramos ni un instante dándole vueltas a una situación del pasado, que está claro que ya no se puede cambiar?,  ¿qué pasaría?. ¡Compruébalo!,   Deja de manera consciente de darle vueltas al problema, deja de desear constantemente, deja de soñar, deja de ser un hipocondriaco, deja descansar a la mente durante un momento y comprueba que pasa. Tienes que comprobarlo tú, ya que de nada vale que te digamos que parar la mente es encontrar la paz, o es conseguir que se resuelva ese problema que no se resolvía pensando, o es conseguir el deseo. No, de nada vale decirlo, has de sentirlo. Nadie escarmienta en cabeza ajena.

Sólo podemos decirte, una vez más, como hacerlo: Al principio es tan difícil que se ha de ocupar la mente en alguna actividad de manera consciente, y ya que la vamos a ocupar, mejor es hacerlo con algo que nos sea provechoso, con algo que genere un tipo de energía que además vaya limpiando nuestro cuerpo energético de toda esa energía espesa, oscura y pesada que se está generando permanentemente con tantos y tantos pensamientos circulares y repetitivos. Por lo tanto, mantener la mente en algún pensamiento de amor, de comprensión, de ternura, de caridad, de compasión, de perdón, de bendición, sería la receta ideal. No creas que es difícil hacer esto: sólo tienes que, por ejemplo, bendecir a todas las personas que van pasando por tu lado, con una fórmula muy sencillita: “yo te bendigo con amor”, diciéndolo en silencio dentro de ti, y tratando de mantener la atención en tu corazón. También puedes rezar: es una manera de bendecir con una formula ya establecida, pero si te decides por la oración, no se trata de repetirlo muchas veces, se trata de sentir lo que dices cada vez que lo repites. Puedes meditar un rato cada día, en el silencio de tu soledad, o puedes meditar en movimiento, contando tus pasos por la calle, o tus respiraciones, o cantando un mantra en tu interior.

Hay tantas formulas para parar la mente, como las que tiene ella para desbocarse. Es seguro que conoces un sinnúmero de ellas para que tu cabeza no sea una jaula de grillos. Si no las utilizas, te aseguro que es porque no has sentido ni una sola vez la paz de una mente en silencio, porque cuando se aprecia esa paz, todo lo que se desea es que permanezca. ¡Está en tus manos!

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