Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Hoy es un
día lleno de promesas, lleno de proyectos, lleno de intenciones, lleno de
propósitos. Todos buenos, y casi todos incumplidos. Pocas son las personas que
en este inicio de año no hacen algún tipo de promesa: En este nuevo año voy a
hacer deporte, voy a hacer dieta, voy a dejar de fumar, voy a hacer yoga, voy a
meditar cada día, voy a dedicar menos horas al trabajo, voy a jugar más con mis
hijos, bla, bla, bla.
Palabras,
palabras, palabras que se lleva el viento, porque si, la intención es buena,
pero falta, posiblemente, lo más importante: La voluntad. Puede que incluso, si
el propósito se ha formulado seriamente, la persona se sienta mal durante
algunos días por su falta de voluntad para el cumplimiento de su propósito.
Aunque no es esta una entrada para
tratar sobre la voluntad, si que puede ser de gran ayuda, el saber que si
empezamos por prometer la realización de cosas pequeñas, serán más fáciles de
cumplir, se comenzará a fortalecer la voluntad y nos sentiremos orgullosos de
nuestros logros, aunque sean pequeñitos. Si en un primer intento queremos
conseguir grandes logros, estamos abocados al fracaso. De la misma manera que
el viaje más largo comienza con un primer paso, la consecución de grandes
empresas deben comenzar por pequeñas cosas, que nos den el ánimo suficiente
para emprender mayores logros.
Bueno, pues por si fueran pocas todas
las promesas que nos hacemos a nosotros mismos en los inicios de cada año, voy
a atreverme a proponer otro objetivo. “Tratar
de que las personas que están a nuestro alrededor no se sientan mal por alguna
de nuestras reacciones: Palabras o acciones ofensivas, silencios, desprecios,
engaños, etc.”.
Se supone que convivimos con las personas
que nosotros mismos hemos elegido. Se supone que sentimos hacia ellas algún
tipo de amor, de afecto o de cariño. Se supone que ha sido una elección libre,
y con ella se supone que esperamos alcanzar la felicidad, o al menos un
agradable estado de convivencia. Hay una excepción, y son los hijos. Ellos no
han elegido a sus padres, pero si sus padres han elegido tenerlos a ellos, por
lo que se supone que tratan por todos los medios de que sus hijos, elegidos por
ellos, sean totalmente felices.
Si no se dan estos supuestos, lo
mejor es plantearse seriamente la situación y abandonar serena, educada,
respetuosa y razonadamente la convivencia, o arreglar la situación volviendo a
recordar y a tratar de revivir las razones por las que se dio inicio a la
convivencia.
Para cualquiera de los dos casos es
válido el objetivo propuesto. Es una propuesta también difícil, aunque no esté
relacionada directamente con la voluntad. Pero si está relacionada ciento por
ciento con la atención. Atención a lo que se siente, porque es en el momento inicial,
cuando la persona comienza a hablar consigo misma sobre “¿Cómo es posible que
ahora salga con esto?, ¿Cómo es posible que no se de cuenta de que esto me
molesta?, ¿Por qué tenemos que hacer siempre lo que el/ella diga?, y otras mil
ideas más que pasan por la mente, que son las que hacen que de manera inmediata
se encienda el fuego interior, que hace surgir una reacción furibunda, en
contra de la persona, que curiosamente amamos y deseamos su bienestar por
encima de todo. Es en este momento cuando la persona tiene rápidamente que
hacerse un nuevo planteamiento: ¿No será que yo tengo unos deseos que no se
están cumpliendo?
Porque, ¿Cuál es el beneficio del
enfado, del silencio, de los malos modos, de tantas y tantas reacciones
nefastas para la relación y la convivencia? Ninguno. No hay beneficio, todo son
perjuicios: Una relación gélida durante una temporada y un deterioro de la
misma.
Para evitar esto, podemos utilizar
cualquiera de las dos vías: La vía de la palabra o la vía de la aceptación:
Hablamos de la situación para llegar a un acuerdo, o aceptamos, sin más, sin
reproches, porque “todo está bien”.
Estará bien si consigues hacer
deporte, o hacer dieta para adelgazar, o……, pero estará mucho mejor si
consigues hacer felices a las personas que libremente has elegido y aceptado
para que te acompañen en este tramo de tu vida.
Que tengas suerte y voluntad para
cumplir este año tus promesas. En tus manos está el conseguirlo.
Al finalizar la cena de Nochevieja, la abuela con su vestido sobrio y el
polvo blanco de los años en su pelo tomó la palabra y dijo:
-Perdón por los errores que he
cometido en la vida, hace tiempo que tengo ganas de hablar y rectificar el camino
tan sinuoso por el que he andado, pero es que uno nunca está preparado para
hacer las cosas como los demás esperan que las hagamos. He actuado con amor
hacia los míos y me he dejado toda por ustedes. Ahora me ven y soy vieja, con
arrugas y canas, con achaques, con modos, pero deben saber que yo también he
sido joven, yo también tuve ilusiones, perseguía a las aves de los sueños y
quería acabar con las imposiciones de mis mayores.
Yo también quise huir mil veces de mi
casa, me perdí en el ensueño de falsos amores y di hasta que me destrozaron el
corazón. Pero seguí creyendo y ante la adversidad seguí amando, pues en el
camino supe que más vale arriesgar que quedarse con las manos llenas de tanto
afecto. Amé a mis mayores y aprendí a amar a los menores, pues la persona que
ama hoy, está sembrando el amor que otros cosecharán mañana.
A lo largo de mi vida vi partir a
muchas personas, los que me dejaron por seguir un espejismo, los que no se
dieron la oportunidad de conocerme y a esos que simplemente tenían que irse a
causa de la muerte. Lloré desesperadamente cuando alguien de corta edad se iba
y le grité a Dios porqué se llevaba a gente inocente, me enojé cuando murió mi
madre pues me lamenté haberla dejado sola en sus últimos días, cuando lo único
que quería de mí era que la escuchara; pero también aprendí a aceptar el
destino de cada persona y con mesura comprendí que nadie se va, sino que
nosotros nos quedamos y que ellos sólo se nos adelantan en el camino que
también hemos de andar.
Conversando con Dios ahora sé que no
debo enfrentarme a él, pues su actuar es sabio y que aunque muchos lo nieguen,
cuando hay peligro o cambio siempre vuelven a él.
Ahora soy vieja y sigo creyendo en el
amor y es lo único que necesito, sé que les cuesta con todas sus actividades
escucharme o dedicarme un poco de su tiempo, pero eso no me deprime, me alegra
ver que han crecido y que tienen éxito en la vida, para una madre eso es lo que
cuenta y es eso lo que guarda en el corazón, ni las heridas ni los desprecios
caben en un corazón amoroso; tenemos que cumplir con nuestro destino, él no
espera, y el destino de una madre es rezar por que su hijo vuelva y que tenga
suerte en toda tarea que emprenda.
Las cosas que me contentan son pocas
ahora, mi música, mis recuerdos y algún que otro vago sueño que me llena de
esperanza. No se sientan mal porque a veces no me entiendan, soy una mujer
fuerte y si bien arrastro errores de antaño, sigo siendo quien era, una mujer
viva y llena de alegría, ustedes son mis hijos y siempre estarán en mi corazón.
El día que me muera no lloren ni se
sientan solos, sepan que he sido dichosa, que hice todo lo que quería, vi, fui,
escuché y sentí todo lo bueno en la Tierra, estoy agradecida por mi familia,
por mis errores, por mis penas, por el dolor y las sonrisas, por la gente a la
que conocí y la gente a la que cambié de alguna manera; cuando me muera me iré
satisfecha y sin remordimientos, si de algo me arrepintiera sería como negar lo
que ahora soy y es que soy una mujer plena y no tengo ninguna queja. Hijos
míos, los amo y siempre los llevaré en mi mente y en mi corazón.
Con lágrimas en los ojos la abuela
volvió a su asiento y llena de paz sonrió como hacía tiempo no hiciera. Llegó
el turno del padre, quien tomando un tono muy solemne se levantó y con copa en
mano comenzó a decir:
-Gracias madre por ser sincera, hoy
en día eso es muy difícil de encontrar, quién diría que tuvieron que pasar
tantos años para poder encontrarnos en una situación como esta, en la que el
alma se desnuda y que podemos decir lo que hemos guardado tanto tiempo. Gracias
por ser mi madre y por estar siempre alerta, por cuidar de nosotros y ser el
pilar de la familia, por esperarnos despierta y por callar tantas cosas que
mellan en tu corazón, gracias por brindarnos la oportunidad de conocerte y
tenerte con nosotros.
También agradezcamos en esta noche
perfecta el hecho de estar vivos y sanos, ha sido un año duro, para mí en
especial, mi salud se vio mermada pero gracias a su apoyo estoy aquí de pie;
cuán importante es estar conscientes de nuestro cuerpo, escucharlo y atenderlo
como necesita, lleva años descubrir sus caprichos, pero cuando comprendes que
es el único que tienes, empiezas a cuidarlo, quien no se quiere se daña con
vicios y sustancias que no necesita, esas personas son las que no desean vivir
y se matan poco a poco y cuando llegan a la vejez se arrepienten de no haber
sido más precavidos y no haber conocido la mesura a tiempo.
Qué bien se siente poder hablar de tu
trabajo, ser de esos pocos dichosos que disfrutan haciendo lo que aman o que
aman lo que hacen, esa es la clave del éxito y aunque muchos la conocen no es
una llave que cualquiera sepa usar, tiene sus complicaciones pero está llena de
satisfacciones. Gracias a nuestro esfuerzo no nos ha faltado nada material,
tenemos lo que queremos y a veces un poco más, pero nos distraemos fácilmente
con las cosas y nos alejamos de lo que es importante como este momento que
desde ahora está cambiando nuestro futuro. Es bueno tener objetos, pero es
mejor no olvidar el camino que nos lleva a la felicidad, no olvidar a los que
nos acompañan y son nuestro apoyo y nuestra guía al caminar.
Yo tampoco he sido perfecto, pero
gracias a ti madre, tengo un ejemplo perfecto de lo que quiero ser, seguir tus
pasos y encontrar la satisfacción cuando llegue a viejo, olvidas nuestras
faltas porque eres grande de sentimientos, ojalá un día seamos como tú eres y
sintamos el amor más bello.
Hijo, qué puedo decirte, si has sido
mi motivo para seguir viviendo; me has dado fuerza para seguir luchando y
superarme, he aprendido de ti más de lo que te he enseñado y te lo agradezco.
Debes saber que obstáculos encontrarás, pero no debes darte por vencido, parte
de la felicidad se encuentra en vencer el miedo a las cosas, aquél que se
enfrenta sabe lo que es el valor y el poder, quien no se atreve vive como
mediocre arruinando a los que su lado se encuentran. Atrévete y verás cómo las
cosas a ti llegan, vendrá el amor, el trabajo, el dinero, los amigos, la
familia y no te detengas, una vez que empieces encontrarás satisfacción en tu
entrega, ama y todo será fácil, no te apartes de los que te amamos pues seremos
tu apoyo cuando crezcas.
Que sepas hijo, que si no preguntamos
en lo que andas, no es por indiferencia, decidimos respetar tu libertad y dejar
que encuentres tu independencia, no sabemos cuándo nos iremos de este mundo así
que queremos que te encuentres preparado para enfrentarte a tu destino cuando
venga. Se agradecido con los demás y con tu destino, deja que la vida te
sorprenda, guarda un poco de inocencia y todo te resultará nuevo y fascinante,
escucha y aprende de los mayores, a los menores enseña y comparte con tus
iguales para hacer una alegría más verdadera.
El padre, lleno de orgullo regresó a
su asiento y con su mirada llena de gratitud cedió la palabra al menor de la
casa:
- Ayuda es lo que necesito a veces,
pero me da miedo acercarme a pedirla, he llorado noches enteras porque no
encuentro solución a mis problemas, los mayores creen que porque uno es joven
no tiene dificultades, pero la juventud está llena de cambios, de
incertidumbres y esperas, se le exige mucho a un joven que no sabe cómo es el
camino, que tiene que decidir su futuro con un pasado muy corto por detrás. Sin
embargo, he podido enfrentarme a mis retos, salir adelante ha sido difícil pero
no imposible, me encuentro ante mi independencia y ansioso para mi futuro.
Uno no comprende el verdadero valor
de las cosas, no tiene parámetros con que medirlas y va tropezando a cada
pequeño paso que da. Qué más quisiera estar con ustedes todo el tiempo, que me
llevaran de la mano como cuando niño pero no es posible, debo caminar por mi
propia cuenta, ponerme metas y alcanzarlas y aprender de mis caídas cuando las
tenga.
Sí, es cierto que a veces no los
comprendo y es que nunca he pasado por las cosas que ustedes conocen, a mi edad
necesito estar solo a veces, hablar conmigo mismo, encontrarme y saberme. Me
refugio en mis amigos porque con ellos no me compromete nada, ellos podrán
dejar de ser mis amigos pero ustedes aunque algo nos separe siempre serán mi
familia, es complicado pero real, cómo saber cuándo haces lo correcto y cuándo
no.
He aprendido de ustedes más de lo que
se dan cuenta, llevo en mi mente imágenes diversas de todos estos años y hasta
creo que en mi corazón ocupan un espacio muy importante que nadie podría nunca
ocupar. Es cierto que no tengo la confianza suficiente para abrirme a ustedes,
pero estoy en el proceso de saber lo que es mejor para mí, uno con el tiempo
aprende a decir lo que se espera y a hacer lo que conviene, quizá en unos años
podremos hablar de lo que me pasa ahora o de lo que me pasará más adelante, no
tengo tanta libertad o quizá sólo es que no encuentra mi cabeza el orden
requerido de las ideas, mi mente se pierde en sí misma y resulta imposible
expresarme; espero puedan entender lo que me pasa, hagan memoria de su pasado.
Con su apoyo y el amor que me tienen,
más adelante seré una persona exitosa, una persona confiable y sobre todo
amorosa; quiero para mi futuro una vida larga, pero sobre todo una forma
correcta de disfrutarla; quiero en mi futuro mucha sabiduría y paciencia, amor,
amistad y errores, muchos errores de los que aprender, quiero tropezarme y
levantarme, quiero ver miles de amaneceres y devorarme el mundo de un bocado;
ustedes son mi guía y los que me regresan al suelo cuando creo perderme, me dan
apoyo y me dan mesura, con su ayuda cumpliré mis metas que serán las suyas,
encontraré la felicidad en lo que hago y llegaré lejos, amando y amando.
Cuando se vayan, los guardaré en mi
corazón y no guardaré rencores ni arrepentimientos, serán mis estrellas y en
noches como esta los recordaré y honraré de la mejor manera.
Todos de nuevo en su sitio quedaron
en silencio procesando la actividad de aquella noche, sonreían unos a otros
sobre la mesa, el tiempo se detenía sobre ellos haciendo el momento
interminable, había magia que quizá al otro día se esfumaría pero que al menos
por esa noche nadie olvidaría.
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Que en todos los hogares reine la
paz, el amor y la sinceridad.
Todos los
seres humanos, en mayor o en menor medida, hemos tenido la osadía de juzgar y
de criticar a nuestros semejantes. Y todo ello, debido, posiblemente, a que
cada uno de nosotros nos creemos en posesión de la verdad, de una verdad única,
perfecta e inmutable, y eso hace que ante cualquier circunstancia, distinta de
las propias creencias, nos permitamos el atrevimiento de juzgar aquello que no
es coincidente con nuestra propia verdad.
Una crítica
es una opinión, un examen o un juicio que se formula en relación a una
situación, servicio, propuesta, persona u objeto. Se juzga y se critica todo:
el vestir, las maneras de hacer, o de no hacer, el hablar, el callar; por
criticar, se critica hasta el tamaño de la nariz.
Pero en realidad, alguien se ha preguntado
cuál es el objetivo real de la crítica. Podría ser un objetivo constructivo, como
por ejemplo, que la persona criticada cambiara alguna de sus actitudes, o
cambiara su carácter. Pero ¿Que sabe el crítico de las condiciones de vida, del
pensamiento o de los sentimientos de la persona criticada? Es posible también
que la crítica no tenga ningún objetivo definido, y que solo sea una manera de
liberar la propia frustración del crítico, o asomarse a su propia impotencia,
siendo incapaz inconscientemente de soportarla, o no soportar tampoco el
reflejo de sus propios errores.
De cualquier forma, sea por la razón
que fuere, la crítica no lleva a buen puerto. El criticado, si tiene
conocimiento, es posible que se sienta mal. Pero la peor parte, se la lleva, desde
luego, el crítico: Por el Karma que se autogenera, por el que tendráque pagar, tarde o temprano, y de manera
inmediata por la energía que se produce por el pensamiento o la palabra de
crítica.
¿Qué pasaría si elimináramos la
crítica?, ¿Qué pasaría si actuáramos siempre con total comprensión ante
cualquier situación? La comprensión que está relacionada con el verbo
comprender, se relaciona con la actitud de entender o de justificar como
naturales las acciones o las emociones de los otros.
Comprensión es la aptitud para
alcanzar el entendimiento de cualquier acontecimiento, es tolerancia, es
paciencia, es confianza en los demás.
Hemos de ser conscientes de nuestra
propia fragilidad, y de que podemos caer en la misma situación y en los mismos
errores.
La comprensión es un acto de
generosidad, ya que con ella aprendemos a perdonar a los demás y a tener
confianza en ellos.
Ante cualquier situación, en la que
estemos propensos a la crítica, sería bueno preguntase como actuaríamos
nosotros. Para lo cual tendríamos que conocer todos los aspectos que afectan a
dicha situación.
En esta época del año, con los
sentimientos un poco más a flor de piel que en cualquier otra época, podríamos
empezar a ser conscientes de nuestras críticas y empezar a comprender a los
otros.
¡Seguro que siempre existe una razón,
desconocida para nosotros, por la que la otra persona actúa como lo hace!
Entendámosla y aceptémosla.
Solamente aquel que es bastante fuerte para
perdonar una ofensa, sabe amar.
Gandhi
Recuerda que cuando
abandones esta tierra,
no podrás llevarte contigo
nada de lo que has recibido,
sólo lo que has dado.
San Francisco de Asís
Ofensa, humillación, insulto, injuria, daño, maltrato,
delito, falta, infracción, son algunas de las acciones o palabras que direccionadas
sobre una persona, pueden afectarla y hacer que esa persona se sienta, lógicamente,
herida en su interior.
Pero, ¿Cómo se manifiesta esa
herida? Si es física, va a dejar, no solo una cicatriz en el cuerpo, sino que
va a dejar también una cicatriz, o peor aún, una herida en el cuerpo emocional
de la persona, de la misma manera que ocurre si la ofensa solo ha sido de
palabra, no hay herida en el cuerpo, pero si en la emoción.
Sin embargo, de poco le vale a la
persona saber que tiene una herida emocional, que la hace sentirse mal cada vez
que recuerda el suceso, o cada vez que se cruza con la persona causante de la
ofensa. Se siente mal, sufre y punto.
Es posible que fuera de gran ayuda para
la persona el saber cómo se ha producido esa herida emocional, para así intentar
ponerle remedio, y dejar a un lado el sufrimiento.
Hay que tener en cuenta, que en casi
todos los casos en que una persona ofende a otra, ya sea de palabra o de
acción, la persona causante de la ofensa, suele seguir bien, viviendo
tranquilamente, sin ningún tipo de sufrimiento después de la ofensa realizada,
mientras que en la persona ofendida se instala el sufrimiento, producto de la
ira, el rencor o incluso del odio que siente hacia la persona de quien partió
la ofensa.
Pues bien, solo estamos hablando de
energía. Energía producida por los pensamientos que la persona deja que se
instalen en su mente. Energía producida por un retorno al pasado de manera
permanente, y como toda energía, esta también se puede hacer que desaparezca.
Aunque no va a desaparecer si
aplicamos la tan conocida fórmula: “Yo perdono, pero no olvido”. Perdonar y no
olvidar, no es ni perdón ni nada que se le parezca, por la sencilla razón de
que al no olvidar, seguimos dando vueltas a la ofensa, seguimos generando la
misma energía.
¿Qué es el perdón? El perdón es la
acción por la que una persona, que estima haber sufrido una ofensa, decide no
sentir resentimiento hacia el ofensor o hacer cesar su ira o indignación contra
el mismo, renunciando eventualmente a vengarse. Por lo tanto, si hay recuerdo,
sigue habiendo resentimiento, sigue habiendo indignación, sigue habiendo ira,
es decir, no existe perdón. No vale, entonces, decir las palabras “Yo te
perdono”, si dentro sigue instalado el resentimiento.
Se ha de perdonar y bendecir a la
persona causante de la ofensa, tantas veces como sea necesario, hasta que ya no
se recuerde el suceso, o hasta que aunque se recuerde, sea un suceso más, como
recordar si el día anterior llovió o hizo sol. Para ese perdón y esa bendición,
no es necesario manifestarlo personalmente. Aprovechar el momento de la
meditación es el mejor momento para perdonar y bendecir. Es entonces cuando estamos
en contacto con nuestro ser más reverenciado, por lo que nuestro perdón viaja
sin atascos hasta donde deseemos que llegue.