El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 1 de octubre de 2014

Vivir en Dios


            Aunque mi memoria siempre ha sido un poco débil, olvidando caras, nombres, lugares, situaciones, y también muy selectiva, recordando, supongo, sólo aquello que era bueno para mi propia evolución, sí que hay algún recuerdo que creo que me acompaña desde siempre, casi desde que tengo uso de razón. Y ese algo son mis pensamientos relacionados con la muerte. La muerte siempre me ha parecido apasionante, y aunque en las primeras etapas de mi vida, el contacto con la muerte,  de personas conocidas, me producía cierto temor, era algo que me atraía de manera poderosa, buscando lecturas sobre ella y sobre lo que podría haber al otro de la vida.
            Siempre me ha parecido que la vida, la vida física, a pesar de su grandeza y su hermosura, es algo  pesada, rutinaria, repetitiva, lenta y muchas veces aburrida. Aunque por supuesto tiene grandes excepciones como la paternidad, la abuelidad, el enamoramiento o los cambios. Por eso siempre he pensado en la muerte como una gran liberación, ya que seguimos viviendo una vida sin cuerpo, dejando atrás todo aquello que es inherente a este: la edad, el sexo, la necesidad de comer y dormir, la enfermedad y el dolor.
 
            Pero por si fuera poco pasar toda una eternidad sin los problemas que genera el cuerpo, yo le añadía una razón de peso, de mucho peso: al otro lado de la vida yo suponía que estaríamos más cerca de Dios, más cerca de Su Amor, más cerca de Su Paz, más cerca de Su Armonía, con lo cual pensaba que la vida al otro lado debía de ser la perfección total, debía de ser esa felicidad total y permanente que buscamos cuando estamos en el cuerpo a este lado de la vida.
            Aquí tenía un error, y el error consistía en pensar que los que ya no tienen cuerpo están más cerca de Dios, cuando todos, con cuerpo o sin cuerpo, estamos a la misma distancia de Dios. La sensación de lejanía de Dios en los que vivimos en la materia solo viene dada por la barrera, muchas veces infranqueable, que coloca nuestra mente, pero Dios, siempre está con nosotros.
            Hasta no hace mucho tiempo, sentía cierto reparo en hablar de Dios, o al menos en hacerlo directamente, y Lo sustituía por palabras más o menos cercanas. Hoy no, hoy sé que Dios es Dios, hoy se que Dios lo es Todo, y que el reparo que sentía solo era una debilidad de mi propio carácter, porque influenciado por nuestra cultura, asociaba a Dios con alguna religión, y pensaba, erróneamente, que podía ser señal de debilidad.
Dios es tan cercano en la vida física como en la otra, aunque podamos pensar que no es así, y que sólo está bien visto acercarnos a Él o invocarle cuando las cosas se ponen difíciles esperando que nuestros pedidos o nuestras súplicas sean escuchados, esperando que se produzcan los milagros.
            Se nos olvida que somos los seres humanos los únicos responsables de lo que nos sucede, se nos olvida que nuestra vida solo es el resultado de nuestra programación mental, se nos olvida que nuestra vida solo es nuestra propia elección y que hemos elegido también los medios y herramientas en cada caso, se nos olvida que cada problema, cada situación difícil o inclusive las equivocaciones han de aceptarse como lecciones, peldaños para aprender, oportunidades obsequiadas por Dios para que podamos recordar nuestra propia Divinidad y perfección.
Se nos olvida que Dios está en nosotros.
 

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