El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 11 de septiembre de 2015

El viaje del alma (1)


              Un día, sin saber muy bien por qué ni para qué, aparecemos en la vida. Ninguno de los que nos reciben saben absolutamente nada de nosotros, no saben quiénes somos, no saben de dónde venimos, no saben cuál es nuestra misión, no saben cuál es nuestro pasado, no saben cuál es la mochila kármica que traemos a la vida, no van a saber, por lo tanto, como tratarnos aparte de los cuidados físicos, y tampoco van a saber el porqué de nuestros miedos. No saben nada de nosotros, y ¿Cómo van a saberlo?, si tampoco saben de ellos mismos. Sólo saben que son felices, (lo que ellos consideran que es la felicidad, muy lejos de la auténtica felicidad), porque han sido bendecidos con un nuevo miembro en la familia.
            A partir de ahí, comienza para el recién nacido un nuevo periplo en la materia, una nueva andadura entre los mortales, una caminata por la vida, una más, en la que con un poco de suerte es posible que logre avanzar un paso en el kilométrico recorrido que le separa de Dios, que es su única meta. De hecho es su única misión: Llegar a Él. Y para realizar esa travesía necesitará de un vehículo que aunque conocido no es de uso frecuente, es el Amor.

            Si, el Amor, y es el Amor porque para avanzar por los intrincados caminos de la mente, para sortear los obstáculos que el propio ego va sembrando en la vida es necesario algo que sea capaz de disolver y limpiar los malos hábitos, los bloqueos y las negatividades que vamos acumulando vida tras vida, para dejar sin mácula cada rincón de los diferentes cuerpos del ser humano. Eso no lo consigue ningún detergente ni ninguna crema limpiadora, solo es posible tal limpieza con una energía poderosa, tan poderosa como lo es nuestra propia esencia. El Amor.
            El que viene tampoco sabe nada de esto. Y como en los primeros meses y años de vida aun vive entre dos mundos, con las memorias del otro lado intactas, es muy posible que en un primer momento ni tan siquiera le apetezca vivir. Se encontraba muy bien y muy cómodo allá, al otro lado, en su casa, y aunque su alma esta de completo acuerdo, el encontrarse constreñido en un cuerpo, sin previo aviso, para el ego es aterrador.
             ¿Qué se supone que va a ocurrir, a partir de ahora, con el nuevo ser que ha llegado a la vida?
            Pues no va a ocurrir nada que no sepamos. Crecerá y se hará una persona exitosa o no, feliz o no. Pero sea lo que sea, siempre estará disconforme con lo que tiene, y sea lo que sea siempre será criticado él y él mismo también se encargará de criticar, y se encargará de juzgar y se encargará de temer, en suma se encargará de todo lo contrario de lo que tendría que hacer: Se va a ocupar en gran medida para ser infeliz, cuando, paradojas de la vida, él querría ser feliz.
            Que ocurra esto, es normal, es lo conocido, y por ende lo esperado. Todos deseamos la felicidad para nosotros y para los más cercanos a nosotros. A los demás, son muchas las personas que piensan “que les parta un rayo, es su problema, no el nuestro”, y los que no piensan así, tampoco mueven un dedo para conseguir que los otros también sean felices. ¡Qué inmenso error! Si tuviéramos que elaborar una lista de errores de porque las personas no son felices, esta de “la separación” podría ocupar el primer lugar, incluso por delante del dominio de la mente.
Continuará………………
 

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