El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 13 de noviembre de 2015

Misión de vida


            Saber cuál es la misión de cada uno en la vida es posiblemente uno de los mayores anhelos que pueden tener los seres humanos. Es curioso, porque incluso las personas que viven separadas de Dios tienen ese anhelo, muchos de los que no creen en la reencarnación también, y muchos católicos y miembros de otras religiones que parece que su única misión sea cumplir los preceptos para no ir al infierno también. Prácticamente todos los seres humanos quieren saber cuál es su misión o su trabajo más importante a realizar en su vida.
            La misión de vida existe, es real, y la misión de cada uno aparece reflejada con todo lujo de detalles en el Plan de Vida que cada ser humano confecciona antes de llagar a la vida física.
         El conocimiento de ese Plan de Vida está en cada ser humano, no tan claro como nos gustaría, pero está. Tiene conocimiento de él el alma, y su instrumento que es el corazón va enviando impulsos al ego, en forma de intuiciones, necesarios para que las partes importantes de ese Plan se vayan realizando, entre ellas la misión a realizar.
            Si “alguien” no lo dice de manera explícita, (algún Maestro del otro lado de la vida, a través de algún médium), es difícil saber si eso que la persona está realizando es la misión pactada en el Plan de Vida. Pero aunque no se sepa de manera clara hay marcadores que pueden indicar que se está en el camino correcto. El más importante es cómo se siente la persona. Puede realizar mil actividades, como es el caso de la persona que relataré a continuación, pero hay una en concreto que es en la que más cómoda se encuentra la persona, a pesar de que pueda ser una especie de actividad tangencial que realiza casi de rebote. Otro marcador puede ser como reciben esa actividad las personas receptoras de ese trabajo: Normalmente tiene un índice grande de aceptación.


            No todas las misiones son espirituales, las hay materiales, ya que los seres humanos no solo tienen que saber entrar a su interior, para eso ya tendrán especialistas que les muestren el camino, por ser esa su misión, sin embargo, también necesitan saber cómo desenvolverse en sociedad, dentro de su cuerpo, con respeto, con generosidad. No somos solo un espíritu, también somos un cuerpo. Recordar: “ser” es el espíritu, “humano” es la materia. Y todo lo que el ser humano tiene que hacer en esta vida lo ha de hacer desde su cuerpo, por lo tanto también necesita guía.
            Trabajar en un Centro de Sanación, en el que además se hace yoga, meditación, cursos y talleres de formación no sólo de terapeutas sino también para la vida, da la oportunidad para conocer a muchas personas, todas especiales, pero algunas muchísimo más especiales.
            Antes de seguir quiero decir que tengo permiso de Fran para relatar su historia en cuanto a su misión se refiere.
            Cómo él dice acaba de estrenar el último tercio de su vida, (Acaba de cumplir sesenta años y dice que espera vivir noventa). Es psicólogo y terapeuta Reiki, y combina ambas especialidades en el tratamiento con sus pacientes. Además es practicante de yoga y medita con cierta frecuencia, no cada día, pero no menos de cuatro días a la semana.
            Él dice que desde que tiene uso de razón espiritual, más o menos sobre los treinta años, siempre ha querido saber cuál era su misión en esta vida. “Por supuesto que me gustaría ser un gran líder espiritual para llevar a miles o millones de personas a la Luz”, cuenta con un tono de decepción en su voz, y sigue “Sin embargo, parece ser que soy una especie de acomodador, como esos que te acompañan en los cines con su linternita cuando has llegado con la película ya comenzada. Pero aunque pueda parecer lo contrario, me siento inmensamente feliz”.
            Cuando me contaba esto le rogué que fuera un poco más explícito, que no entendía mucho.
            “Desde siempre”, siguió, “a mis pacientes les hablaba de Dios, trataba de hacerles entender que no eran ese montón de carne y huesos, que eran mucho más. Esto se lo decía y digo de mil maneras diferentes para que llegaran a entender que somos un alma, que todos somos hermanos porque somos hijos de Dios y que nuestro fin solo era la vuelta a Dios de dónde venimos”. “Pues bien, parece ser que esta es mi misión importante en la vida, enseñar el camino de vuelta a casa a todos”.
            “Y ¿Cómo lo sabes?”, pregunté yo.
            Prosiguió: “Hice una canalización en la que el Maestro que daba la información me dijo textualmente que mi misión era ayudar a la gente a regresar al camino que Dios les ha asignado. Dijo también que estaba a la mitad del camino y que aun me quedaba mucha gente por conocer y muchas cosas pendientes. Dijo que tenía que entender que tan solo era una herramienta de Dios, el más pequeño de sus servidores”.
            “Como te decía antes me podía el orgullo cuando pensaba en ser un gran líder al que siguieran miles de personas. Pero ahora que sé que soy una herramienta de Dios y uno de sus servidores, aunque sea el más pequeño, creo que me siento aun más orgulloso. Llevo con honra el uniforme de acomodador. ¡Te imaginas ser uno de los servidores de Dios!”.
            No todos tienen la suerte de saber cuál es su misión, pero no importa, ¡Sigue haciendo eso que haces!, todos no pueden ser grandes maestros, pero mira cómo funciona la vida material: Para llegar a la universidad es necesario que un maestro te enseñara a leer y a escribir. Ese maestro no es menos importante que el que te ayuda en la tesis o te enseña una maestría. Todos somos necesarios, todos somos importantes, todos somos herramientas de Dios, aunque seamos los más pequeños. Ya creceremos.

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