El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 23 de junio de 2016

Misión de vida

         Despertar es abrir el corazón.
Una vez abiertos los ojos del corazón,
se reconoce de inmediato el camino de retorno a Dios.

Nuestra real y auténtica misión es encontrar el camino que nos lleve de vuelta Dios. De él venimos y a Él vamos a volver. Y lo vamos a hacer todos. Unos lo harán con veinte vidas y otros con veinte mil, pero nadie se va a quedar en el camino.

         Pero para recorrer cualquier camino se ha de hacer con los ojos bien abiertos, es decir, despiertos, porque sino vamos a tropezar ya que no se puede ver con claridad el camino.

         Podríamos pensar que todos los que hacemos yoga, o meditamos, o escribimos y leemos sobre espiritualidad, o realizamos cursos, talleres charlas, o que los mismos sanadores y canalizadores, estamos despiertos.


         Pues no es tal. Sólo tenemos un “cierto conocimiento” que a duras penas traspasa la periferia de nuestra conciencia, sin estar integrado en el ser. Casi podríamos decir que estamos entreabriendo los ojos.

         ¿Cuándo podremos decir que estamos realmente despiertos? Cuando actuemos, de manera permanente, con amor, con generosidad, con compasión, con verdad, con humildad, volcados completamente por y para Dios, sirviéndole a través de nuestros hermanos. La separación, la discriminación, el orgullo (sobre todo espiritual), el juicio, la crítica, el menosprecio, la ambición, son signos inequívocos de permanecer dormidos.  

         Podemos decir que tenemos el conocimiento del despierto pero seguimos actuando dormidos.

         Por eso nos programamos en nuestro Plan de Vida “misioncitas”, que nos pueden parecer más o menos importantes, sobre todo para alimento de nuestro orgullo. Pero la autentica misión es reconocer el camino de vuelta a Dios.


         No vivir para Dios es sinónimo de seguir dormidos. 


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