El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




lunes, 3 de abril de 2017

¡Uf!, menos mal que solo es un sueño


         Seguro que todos habéis despertado alguna vez al final o en mitad de un sueño trágico o un sueño terrífico, y al ser conscientes de que estabais durmiendo y, solo era un sueño, habéis sentido tal alivio que habéis saltado en la cama alborozados, o sencillamente habéis seguido acurrucados en la misma postura pensando “¡Uf! Gracias a Dios, solo era un sueño”.

         Pues eso es la vida amigos: “Un sueño”. Un sueño en el que se mezclan episodios trágicos y episodios alegres, momentos de dolor, eternidades de preocupación, o instantes de amor, por nombrar solo algunas de las etapas que se van sucediendo en la vida de los hombres.


         Llegará un momento en vuestra vida, en esta, o en las venideras, en las que abriendo los ojos del corazón llegareis primero a la comprensión de que solo estáis interpretando un papel, preparado minuciosamente junto al Director de la obra, para pasar después de la comprensión a la aceptación, más adelante de la aceptación a la entrega, y por fin con la entrega llegareis a Dios. Y como sucede con el despertar en mitad del sueño terrorífico pensareis: “¡Uf!, menos mal que todo era un sueño”.

         Los problemas de los hombres tienen su raíz en la acción que se produce con una sola palabra: “Separatividad”.

La separación de Dios, el creerse seres independientes, deviene en enfermedades que provienen por los bloqueos de la energía del alma. La independencia en la que creen vivir les produce preocupaciones que no son más que proyecciones de su mente, al igual que lo que llaman felicidad. Ambas, felicidad y preocupación, son pura ficción, lo mismo que el amor que imaginan, que no es más que un somero recuerdo del Amor que siente su alma por su Creador.

No eres un ser independiente. No estás solo. El punto que ocupas en el planeta no es el centro del Universo. Eres como una gota de agua en mitad de los mares, exactamente igual a los miles de millones de gotas de agua que componen los océanos. No tienes que defenderte, (ni atacar), a otros por ser de distinta raza, de distinta religión, de distinta creencia política, de distinta cultura o de distinta clase social.

  Ellos son tu espejo. Mírate en ellos. Y cuando comprendas que son iguales que tú, hijos todos del mismo Padre, comenzarás a entenderlos, comenzarás a respetarles, comenzarás a perdonarles, comenzarás a amarles.



          

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