El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 13 de septiembre de 2013

Mensaje para la Tierra (3) Fe


………..Continuación
Es propio de la fe hacernos humildes en los sucesos felices
 e impasibles en los reveses.
Santa Clara
Da el primer paso en la fe.
No necesitas ver toda la escalera, sólo dar el primer paso.
Martin Luther King 

            Intentaba que estas personas llegadas a la Tierra, “para enseñar de nuevo como se hacen las cosas”, me dieran una relación exhaustiva y ordenada de los pasos a seguir, pero su respuesta fue que era imposible, porque podrían dar tantas relaciones y ordenarlas de tantas maneras distintas, como personas habitan el planeta, ya que cada ser se encuentra en un punto distinto en su camino de crecimiento y de acercamiento a la Luz.
¿Valdría la misma relación, ordenada de la misma manera, para una persona alcoholizada, que se pasa la vida de bar en bar, sin haber escuchado ni una sola vez en su vida que somos Amor, que para otra persona que tiene incorporado en su vida el hábito de la meditación?, ¿Tendría que aprender lo mismo el asesino que mata por placer, que el monje que dedica su vida a los demás? Imagina que la enseñanza en la vida fuera la misma para el niño que recién comienza en la escuela, que para el adulto que quiere ser ingeniero y construir puentes. Es seguro que ninguno de los dos iba a aprovechar la enseñanza. El niño necesita aprender las vocales, las consonantes, y unirlas para formar palabras. Y así, seguir cada año incrementando la enseñanza hasta llegar al final de la carrera, en el que tenga el conocimiento necesario para construir puentes.
Es muy posible que muchos fracasos “espirituales” nos sean únicamente motivados por la falta de voluntad de las personas, sino porque los enseñantes quieran aplicar la misma fórmula y el mismo método a todos, sin distinción, sin tener en cuenta que enseñar las vocales a quien ya sabe leer le aburre, y enseñar integrales a quien no conoce los números es como si le hablaran en un idioma desconocido.
Por lo tanto no es posible dar un método homogéneo de crecimiento, pero si es posible dar algunas pautas por las que todos los seres han de pasar en algún momento de sus vidas, porque el crecimiento es evolución, vida tras vida, retomando en la siguiente el camino en el mismo punto en que se detuvo en la vida anterior.
El primer peaje, casi obligatorio, por el que han de pasar todos en el inicio de su camino es la “Fe”. Fe, es creer lo que no vemos. Difícilmente se puede hacer alguna cosa en la que no se crea.
En algún momento de esta, o de otras vidas, llegará a la persona, por cualquier canal, ya sea por medio de la palabra, de la imagen o de la lectura, una información diferente a lo que la persona está acostumbrada a escuchar, e incluso, diferente y opuesta a la educación recibida. Una información que aunque ya enseñan casi todas las religiones: “Todos somos hijos de Dios”, no llegan, ni de lejos, a entender su verdadero significado. Y no es que no lleguen a entender su significado, es que lo tergiversan. Las religiones presentan a Dios como un Ser vengativo, un Ser castigador, un Ser que perdona si nos hacemos merecedores del perdón, un Ser que premia a los buenos y castiga a los malos. Y curiosamente son “malos”, aquellos que no cumplen los preceptos que los mismos dirigentes de las religiones se han inventado. Dirigentes, que normalmente viven en la opulencia, mientras hay hermanos suyos que no tienen un triste bocado para llevarse a la boca. (Esto lo dicen dos seres, que hasta hace poco estaban sentados a la diestra de Dios Padre, por expresarlo de una manera conocida).
Ser hijos de Dios supone tener sus mismos genes, es decir, tener su misma esencia. Ser hijos de Dios supone ser creadores. De alguna manera, todos estamos interviniendo permanentemente en la Creación. Pero sobre todo, estamos creando nuestra propia vida y el camino de nuestro acercamiento a Dios.  
Aquí es donde entra en juego la Fe. Si creemos que estamos creando nuestra propia vida, entonces creeremos que somos total y absolutamente responsables de nuestra felicidad o nuestra desdicha. A partir de aquí es cuándo podremos poner en marcha los mecanismos necesarios para que todo lo que haya en la vida sea paz, amor, felicidad, alegría, y todo un sinfín de cosas buenas.
Pero aun hemos de seguir el juego de la Fe y creer otras cosas que tampoco se ven. Todas estas sensaciones: paz, amor, serenidad, alegría, etc., pueden estar en nosotros, de la misma manera que puede estar el miedo y el dolor y la tristeza. Todo es un estado interior, TODO ES ENERGÍA, y cualquier persona puede cambiar una energía en otra, es decir, podemos cambiar la tristeza en alegría, podemos cambiar el dolor por amor, podemos cambiar el estrés por serenidad, podemos cambiar el orgullo por humildad. El problema estriba en que, normalmente, no se ve esa energía, y la sociedad nos ha enseñado como Santo Tomás: “A ver para creer”.
Hemos de creer que nada en el exterior de la persona va a conseguir nada, de manera permanente, para que esa persona sea feliz o desdichada. De la misma manera que creemos que para bañarnos hemos de tener contacto con el agua.  
Si para poder llegar a buen puerto, en cualquier aspecto de la vida en la materia, es imprescindible creer en lo que queremos para poner todos los medios a nuestro alcance para conseguirlo, ¿Por qué ha de ser distinto en la vida espiritual? Hemos de creer en lo que realmente somos, hemos de creer que no somos el cuerpo, hemos de creer que somos el alma, que somos una chispa divina, que somos hijos de Dios. A partir de aquí, podremos elegir las herramientas necesarias para conseguir todo aquello que nos propongamos.
Continuará………………..

domingo, 8 de septiembre de 2013

Mensaje para la Tierra (2)


………. Continuación.
Educar con el ejemplo no es una manera de educar,
es la única.
Albert Einstein
            El mejor método para que un aprendizaje sea real y efectivo es el ejemplo. Sin embargo, el ejemplo es válido para enseñar en el entorno próximo: Los esposos entre sí, los padres con sus hijos, los amigos entre ellos, el jefe con sus empleados, y estos con su jefe, los vecinos en su comunidad, en los medios de transporte, etc., etc. Todos nos relacionamos cada día con un buen número de personas. ¿Te has preguntado alguna vez cuál es tu influencia en cuantos te rodean? Es mucha, porque la debilidad del carácter en la inmensa mayoría de las personas, hace que estas sean muy influenciables, y las palabras y las acciones de los otros, se incrustan en la conciencia, en forma de envidia, en forma de deseo, en forma de ira contenida, en forma de rabia, en forma de admiración, e incluso de adoración.
La mayoría de los seres humanos tienen hambre de conocimiento y una imperiosa necesidad de ser guiados, y no somos conscientes de que todos somos guías, todos somos maestros. Cada uno en su nivel, porque son necesarios maestros de primaria, de secundaria y profesores universidad. Le toca a cada uno desempañar su papel, en unos momentos de enseñante, y en otros de aprendiz. Hay que dejar que brille la propia luz, para que sirva de faro a los que transitan por el mismo camino, y seguir a la vez la luz de los que han pasado delante de nosotros.
Queremos aprovechar este foro, para tocar en las conciencias de todos los que os asoméis a este ventanal y recordaros que sois espejo para todos los que os rodean, sobre todo vuestros hijos y nietos, vuestra pareja, vuestros amigos. Mantenerlo limpio para que el reflejo sea intenso, y no necesitéis de la palabra cuando ejerzáis de maestros. Con vuestro ejemplo será suficiente.
Recordar que somos energía, y que la energía del pensamiento llega de inmediato, mucho antes que la acción o la palabra. Todos reaccionamos, aunque sea de manera inconsciente, a la energía recibida. No puedes decir blanco con la boca, mientras estás pensando negro. La respuesta no será para el blanco, será para el negro. Pero si eres consecuente y dices y haces  blanco mientras piensas blanco, el aprendizaje será rápido y eficaz.
            Pero si queremos llegar a más personas, a esas que no se encuentran necesariamente en nuestro entorno, es necesaria la palabra, ya sea hablada o escrita.
            Sin embargo, para que la palabra llegue al lugar adecuado y necesario para que surja su efecto, el camino por el que debe transitar, ha de estar preparado. Para entenderlo nos vale la parábola del sembrador, que según el evangelio de San Marcos es como sigue: Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha gente; y entrando Él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: “He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga”.
            La palabra tiene que llegar a un terreno previamente abonado, si no es así, pasa algo que todos conocemos: Cuando se lee o se escucha alguna cosa que impresiona o que sencillamente agrada a la persona, son muchas las personas que deciden llevar a la práctica eso que les ha parecido interesante, para conseguir algo que no tienen en su vida, y que, sin embargo, desean. Pero todo queda en un intento inútil, ya que su decisión es tan débil como una burbuja de aire. La palabra ha llegado, pero la persona no estaba preparada para llevarla a la práctica, básicamente, por su escasa voluntad.
            Pero, no por eso, se ha de dejar de hablar o de escribir. Hay que seguir haciéndolo, y como dice la parábola: “El que tenga oídos para oír, que oiga”, y añadiría: “El que tenga voluntad para hacer, que haga”.
            Para enseñar de nuevo como se hacen las cosas me dijeron que les gusta comenzar por el final, como una especie de atajo, y de la misma manera que los Diez Mandamientos de la Ley de Dios se resumen en dos, sus conceptos se resumen en uno: AMAR. Si se consigue entender el AMOR, (lo cual ya es un poco difícil), y se llega a sentirlo y a manifestarlo, el camino estará concluido para el ser que lo consigue, y ya no tendrá necesidad de una nueva vida. Todo estará aprendido.
¿Cómo es ese AMOR que proclaman? Es algo parecido al amor que siente una madre por su hijo en los primeros meses de vida. El amor que siente una madre por su bebé, en los primeros meses de vida, es distinto al de la misma madre por el mismo hijo en etapas más avanzadas de la vida. En los primeros compases de la vida, en el amor no hay deseo, se da todo, absolutamente todo a cambio de nada, porque no se espera nada del hijo, con que crezca sano y feliz, la mama ya tiene suficiente. El auténtico AMOR sólo desea la felicidad de la persona amada.
  Pues bien, se ha de sentir ese AMOR, por todos los seres que han sido, son y serán en el planeta. Este es el atajo, ya que llegar a sentir ese AMOR, hace innecesario trabajar para eliminar defectos, porque el AMOR los disuelve con su fuerza, de la misma manera que se hace innecesario trabajar virtudes, porque el AMOR las contiene todas.
Continuará………………..

jueves, 5 de septiembre de 2013

Mensaje para la Tierra (1)


            Llega un momento en la vida de todos los mortales, o casi mejor, me atrevería a decir en la muerte, en el que se acaba su ciclo en la materia. Será la última muerte del cuerpo habitado por el alma inmortal. Alma que ya ha conocido muchas vidas y muchas muertes. Y será así, porque habrá terminado definitivamente de limpiar todo su Karma, no la deberán nada, ni nada deberá, no tendrá asignaturas pendientes porque estará en poder de todo el Conocimiento, Conocimiento por el que el Ser sabrá que no es un ente independiente, sino que es una parte de un Todo, y de que ese Todo es una parte de él, una parte imprescindible, ya que sin él, el Todo no sería tal, sería incompleto.  
            A partir de entonces, el alma inmortal proseguirá su camino, su trabajo, su crecimiento, su acercamiento a Dios. ¿De qué manera? No lo sabemos, o yo al menos, no lo sé y tampoco nadie me lo ha dicho, pero no creo que sea muy importante saberlo, bastante tenemos con intentar saber cuál es el trabajo a realizar en la Tierra, para llegar a ese estado.
            No es muy normal ni habitual, que las almas que han llegado a ese estado de conciencia en el que ya no necesitan volver a la vida física, decidan encarnar de nuevo. Pero si es cierto que alguna vuelve, en contadas ocasiones, como un servicio, posiblemente uno de los mayores que un alma pueda realizar para con sus hermanos, retrasar su propia evolución y su camino más allá de la materia para ayudar a otros en su crecimiento.
            Acabo de conocer a dos de esos seres, que no necesitando volver a la Tierra han decidido hacerlo, para según sus palabras: “De corazón, enseñar de nuevo como se hacen las cosas”. Son seres normales, con sus problemas, con sus emociones, con sus familias, con sus trabajos, con sus miedos, con sus preocupaciones, con sus dudas, sobre todo con sus dudas, llevando la carga de su humanidad y preguntándose quedamente, ¿Qué estamos haciendo aquí?, ¿Porqué no volvemos a casa?, aunque sin tener nada claro como es esa casa a la que tanto añoran. En el tiempo, (no mucho), que hace que les conozco,  ya les he oído decir en más de una ocasión, “Soy feliz, pero no me importaría morir ya”.
            Lo primero que se me ocurrió preguntarles es que como habiendo consumido totalmente su Karma, pueden tener alguno en esta vida, y como habiendo alcanzado la Iluminación, pueden tener miedos, vicios, dudas, etc., como cualquiera de los mortales. La respuesta fue que todo lo tienen prestado. Al planificar su vuelta a la Tierra necesitaban volver en las mismas condiciones de los hermanos a los que iban a ayudar, ya que si volvían en plan de santidad, (podían hacerlo), las personas a las que se acercaran para enseñar cómo se hacen las cosas, pensarían: “Así cualquiera, lo difícil es hacerlo desde nuestra posición de humanos con defectos y no de santos”. Ellos definieron ese préstamo como si alguien tuviera que asistir a un evento y no tuviera terno, (traje), y solicitara uno prestado, para devolverlo al final del evento.
            También se me ocurrió preguntar qué pasaba con el Karma que pudieran generar, ya que al vivir una vida total y absolutamente humana es muy posible que realizaran acciones, hablaran, o tuvieran pensamientos generadores de Karma. Para desgracia suya, lo tienen que pagar en esta vida, ya que cuando mueran han de marchar completamente limpios. Es una especie de Karma-Exprés. Los dos tienen problemas físicos, que se agudizan, en algunos casos con dolores extremos cuando han de limpiar algún Karma generado.
            Aunque supongo que no deben de generar mucho, porque una característica que les define, posiblemente la más importante, en los dos, es su bondad, es como si hubieran traído su santidad en  algún rincón de su corazón. Bondad nada entendida, ya que lo primero que dice la gente al tropezarse con esa bondad, es: “Este es bobo”.
            Los dos han nacido en familias humildes, de clase media baja, nada espirituales, y ni tan siquiera religiosas en exceso, son familias católicas que ni tan siquiera cumplen con el precepto de misa dominical. Van a la iglesia, como mucha gente, en bautizos, comuniones, bodas y entierros. Han sido familias solicitadas por ellos: “Que no sean nada espectacular, que sean del montón”.
            Uno de ellos se encuentra casi en la mitad de su vida, y el otro ya ha cubierto dos tercios de ella, y por supuesto dedican su vida a los demás. No me han permitido dar más detalles, ni de quienes son al otro lado de la vida, ni a que dedican su tiempo en esta, ya que si hablo de su trabajo podrían ubicarles y no tienen ninguna intención de que eso suceda, al menos por el momento.
            Cuando les he pedido que me digan cuales es su mensaje, o aquello que han venido a recordar, como ellos dicen, han sido realmente escuetos, han enumerado una serie de conceptos, archiconocidos, que iré plasmando en siguientes entradas.
            Continuará………..
 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Iluminación. ¿Qué es?, ¿Cómo conseguirla?


            Es seguro que todos los que estáis leyendo esto habéis hablado en más de una ocasión de la iluminación, de que es, de cómo conseguirla, del punto del camino hacia ella en que nos encontramos. Y para resolver todas esas incógnitas, unos leen, otros preguntan, otros experimentan, depende de la cualidad de cada persona, porque hay tantas maneras como personas, para llegar a la iluminación.
            Es posible que alguien crea que la iluminación es algo sobrenatural, que sólo pueden conseguir seres excepcionales. No es cierto. Somos los humanos los únicos que podemos alcanzarla, precisamente porque no la tenemos, y todos podemos llegar a ella, no es necesario ser un superhumano, porque la iluminación es un estado interior, es conectar con la esencia divina, es un estado de paz, armonía, felicidad, amor; y todo esto lo puede conseguir cualquiera. Sólo hay que desearlo realmente, y partiendo de ese deseo trabajar para conseguirlo. Buda dice que la iluminación es el fin del sufrimiento, porque eso es lo que se consigue cuando se conecta con la propia esencia, cuando se vive la vida desde la propia divinidad.
            Lo que sí es claro es que no va a llegar de manera espontanea, hay que trabajar para conseguirla, no queda más remedio.
            Todos vamos a llegar a ella, unos antes y otros después. Ese es el trabajo que nos ata a la rueda de reencarnaciones. Unos necesitarán más reencarnaciones que otros, pero al final del camino en la materia está la tan comentada y deseada iluminación. Aunque ese deseo, para muchos, es mera palabrería, ya que quien realmente desea alcanzarla, lo puede hacer en poco tiempo:
- Sólo tiene que vivir el Amor en todo momento.
- Vivir para los demás, porque es dando que recibimos.
- Vivir el presente, recordando que todo está bien.
- Vivir en un estado de silencio interior, aunque en el exterior solo haya algarabía.
- No juzgar ni criticar a los demás, ni de pensamiento ni de palabra.
            La iluminación es como el cuento del tesoro que narra Echart Tolle: Un mendigo había estado sentado a la orilla de un camino durante más de 30 años. Un día pasó por allí un extraño. “¿Tienes algunas monedas?”, murmuró el mendigo, estirando mecánicamente el brazo con su vieja gorra. “No tengo nada que darte”, respondió el extraño. Y luego preguntó, “¿Qué es eso sobre lo que estás sentado?”. “Nada”, replicó el mendigo, “sólo una caja vieja. He estado sentado sobre ella desde que tengo memoria”. “¿Alguna vez has mirado en su interior?”, preguntó el extraño. “No”, respondió el mendigo, “¿Para qué? No hay nada adentro”. “Echa una ojeada”, insistió el extraño. El mendigo logró entreabrir la tapa. Para su asombro, incredulidad y euforia, descubrió que la caja estaba llena de oro.
 

sábado, 24 de agosto de 2013

Es la Voluntad de Dios


            Es posible que pise un terreno resbaladizo con esta entrada, pero hace tiempo que ronda por mi cabeza, lo cual es señal de que debía dejar que transitara desde la cabeza hasta el blog. Si no lo hiciera estaría ocupando un espacio en mi mente, sin dejar que otras ideas ocuparan el lugar correspondiente. Así que le pido a Dios toda la iluminación que decida concederme para explicar lo más claro y sencillo posible el batiburrillo de ideas que aparecen en mi mente sobre Su Voluntad, sobre la Voluntad de Dios.
            Estamos cansados de escuchar y de decir “Es la Voluntad de Dios”, sobre todo cuando algo malo sucede, una enfermedad, un accidente, una muerte, etc. Siempre es la Voluntad de Dios. Sin embargo, cuando lo que sucede es bueno, porque toca la lotería, porque se asciende en el trabajo, entonces es cuestión de valía personal o de suerte.
            Y, sin embargo, tanto los sucesos que calificamos como malos, como los que calificamos como buenos, son idénticos, ya que la calificación sólo proviene de nuestra propia apreciación, de nuestra mente, ambos son Voluntad de Dios, porque todo es Voluntad de Dios.
            Llegados a este punto se me ocurre pensar, y seguro que a vosotros también: “Si todo es Voluntad de Dios, ¿Cómo puede ser su Voluntad tantos asesinatos, tantas enfermedades, tantas guerras, tanta miseria, tanta hambre, tanto dolor?
            Con nuestra mente, potentísima, pero infinitamente diminuta comparada con la Mente de Dios, no podemos llegar a entender ninguno de los Aspectos Divinos, y entre estos aspectos se encuentra la Voluntad de Dios. Aunque nos lo explicaran de la manera más clara posible, no lo entenderíamos, porque es como si lo hicieran en un idioma totalmente desconocido para nosotros, o como si explicaran la fuerza de la gravedad a un bebé de dos meses. Es imposible llegar a entender una millonésima parte de la Grandeza de Dios.
            Los seres humanos solo podemos entender desde nuestra mente, e intentamos entender la Voluntad Divina desde el conocimiento que tenemos de nuestra propia voluntad. La voluntad humana es la facultad de decidir y de ordenar la propia conducta, y esta voluntad interviene para tener la fuerza necesaria para realizar una serie de acciones, y conseguir así una meta.
            Pues bien, lo que los seres humanos entendemos por voluntad, no es, para nada, comparable con la Voluntad Divina. La Voluntad Divina, es lo mismo que el Poder Divino, o el Plan Divino, o la Verdad. La Voluntad de Dios es que todos los seres humanos seamos felices, que todos alcancemos la Verdad cuanto antes mejor, pero en contra de lo que es la voluntad humana, en la que se tiene la fuerza para poner todos los medios al alcance de la persona para conseguirlo, Él no va a mover ni un solo dedo, (permitirme que lo exprese de esta manera), para que así sea, porque Su Voluntad es, el respeto por nuestra libertad o por nuestro libre albedrío.
Y, cuando ante hechos que para nosotros pueden ser trágicos y dolorosos, levantamos los ojos cielo y preguntamos ¿Por qué Dios mío?, ¿Por qué a mí?, ¿Por qué ahora?, lo que debemos hacer es conectar con nuestro corazón, aceptar la situación, (que no quiere decir que no pongamos todos los medios a nuestro alcance para que se solucione lo que parece un problema), y decir “hágase Tu Voluntad”, porque la Voluntad de Dios no es más que el reflejo de nuestro propio “plan de vida”.
Tengo que confesar, que esto que tengo tan claro y que me cuesta tan poco explicar, no está integrado al cien por cien en mi, y a veces, también cuestiono las Maneras de Dios, olvidándome que son las mías propias. Afortunadamente, en algún momento del mismo día llega a mí la verdad, y vuelvo a mi centro.
Cuanto sientas lo mismo, cuando creas que Dios te ha abandonado a tu suerte o que es injusto contigo, respira, lleva la atención a tu corazón, y en poco tiempo sentirás la presencia de Dios y como su mano te acaricia dulcemente, dándote a entender de que comprende tu desesperación y de que está a tu lado, esperando que tu dolor se trueque en paz y en serenidad, sabiendo que cuando llegue ese momento te vas a olvidar de Él y de darle las gracias por su compañía.  

 

martes, 20 de agosto de 2013

Soy culpable


            ¡Cuantas veces culpabilizamos a cualquier cosa que se mueva de nuestras desgracias!, y aun peor que eso ¡Cuantas veces nos culpabilizamos a nosotros mismos!
            Por un lado, nos sentimos culpables por casi todo: Podemos sentirnos culpables porque la pareja se enfada, o nos maltrata emocionalmente, o nos humilla y destruye nuestra autoestima, y justificamos lo injustificable porque nos lo merecemos, porque no hemos cubierto sus expectativas, etc., etc.
Podemos sentirnos culpables por cualquier acción pasada, por un acto que cometimos hace tiempo, por haber herido a alguien de palabra, a veces, da la sensación de que hay personas que se sienten culpables por el mero hecho de existir. Y la culpa da vueltas y vueltas en nuestra mente, de manera permanente, sin conseguir ser conscientes de la realidad, e incluso, distorsionando esa realidad, en vez de intentar  reconciliarse con uno mismo.
            Y, por otro lado, culpabilizamos o criticamos a otros, sin piedad, por causas por las que, sin embargo, si podríamos considerarnos responsables. 
Las dos conductas son perniciosas: Sentirse culpable podría ser bueno, en tanto en cuanto, nos ponemos en el lugar de los demás y de lo que ellos podrían sentir. Sin embargo, de la misma manera que tenemos que aprender a tolerar, comprender y perdonar conductas ajenas, tenemos que ser capaces de aprender a vivir la realidad y, en caso de cometer un error, aprender a perdonarnos a nosotros mismos y aprender la lección que conlleva, de manera intrínseca, el error.
Culpar a los demás, aunque pueda existir razón para ello, solo consigue alimentar en los demás el resentimiento, la separación y el silencio.
Nadie es perfecto, y es mejor comprender la conducta que criticamos y ser capaces de perdonar.
Tenemos que  aprender a liberarnos del sentimiento de culpa, para ello es necesario identificar las razones que nos llevan a sentir la culpabilidad, para liberarnos, lo más rápidamente posible de esos sentimientos negativos. Como con cualquier otro sentimiento negativo, el mero hecho de reconocer la causa alivia en gran medida la sensación.
En la culpa, hemos de aprender a ser modestos. Nuestras culpabilidades a menudo son desproporcionadas. Incluso hay culpabilidades que podríamos llamar orgullosas, ¡un poco como si estuviéramos convencidos de que somos el ombligo del mundo!
Cada uno tiene sus propias responsabilidades. Hay que aceptar el hecho de que nadie es responsable de la desgracia de los demás, al menos no totalmente. A decir verdad, no somos responsables más que de nuestros propios actos, pensamientos y palabras.
Lo más importante consiste, sin duda, en saber perdonar y saber perdonarse.

domingo, 18 de agosto de 2013

Estrategias del alma


            Antes de que el alma tome posesión de un nuevo cuerpo, los Señores del Karma presentan a ese alma que está preparándose para su vuelta a la materia, cuál será su próximo plan de vida, donde nacerá, quienes serán sus padres, cuáles serán sus hitos importantes, y no tan importantes, cuál será su misión, sus aprendizajes, cual el Karma que traerá para ser liberado, sus trabajos, sus encuentros, sus relaciones, sus enfermedades, y hasta el momento del abandono del cuerpo y su retorno a casa.
            El alma, normalmente no discute dicho plan, lo acepta confiada, ¿Quién mejor que los Señores del Karma para preparar una vida?
            El problema reside, en que una vez que el alma ha tomado posesión del cuerpo, el ser humano va olvidando paulatinamente, no solamente el plan, sino que llega a olvidar quien es realmente y de donde procede. Olvida la conexión que le une con el resto de seres que como él, caminan por esta Tierra, y que en multitud de ocasiones, y provocado por ese olvido, el camino parece convertirse en un valle de lágrimas.
            Pero lo que parece que es olvido, no es completo, el alma tiene un exhaustivo conocimiento de todo, y la agenda, (permitirme que la denomine así), donde permanecen las anotaciones, se encuentra almacenada en el corazón, que es el instrumento de trabajo del alma.
            En todo momento, el corazón se encarga de ir enviando impulsos a la mente con la información y los planos que la persona necesita para seguir su camino, son las intuiciones, pero a veces, la mente está tan ocupada en sus inútiles procesos mentales, que no siente la más mínima vibración, con  lo que la información se pierde en la nada.
            Sin embargo, hay informaciones que son imprescindibles de conocer por la persona, y es entonces cuando el alma toma las riendas, poniendo en marcha alguna de las múltiples estrategias que puede utilizar, para que la persona reciba, de una u otra manera, esa información.
            La forma en la que el alma hace llegar la información, es de la única manera que el ser humano puede, medianamente, entender: con enfermedad, con dolor, con sufrimiento, con decepciones. Cuando el ser humano siente algo de esto es su cuerpo, se detiene en su frenética carrera hacia la nada, y entonces se pregunta ¿Porqué el dolor, porqué el sufrimiento, porqué la enfermedad, porque la decepción?, y el corazón vuelve a enviar esa información. Si la persona no la percibe, entonces el alma se hará ayudar por algún sanador, o clarividente para que la persona escuche la información.
            Aun así, la persona puede hacer oídos sordos al mensaje. ¿Qué hace entonces el alma?, nada, resignarse, y la persona seguirá con más dolor, con más enfermedad, con más sufrimiento o con más decepciones.
Conozco gente de los dos lados: Los que percibiendo un mínimo impulso, se han ido detrás de él, dejando su vida e incluso su país, sin tener claro nada más que ese impulso que nacía en su corazón, encontrándose con una nueva vida que en el transcurrir del tiempo ha resultado ser para esa persona una parte de vida imprescindible y muy importante, para cerrar el círculo kármico y para realizar un avance importante en su crecimiento.
Y del lado de las personas que no escuchan “en todo” a su corazón, últimamente he conocido a una persona, toda bondad, brillante, que siendo consciente de la razón de una enfermedad que la aqueja, sigue “erre que erre”, cerrando la puerta de la información que recibe, no sólo de su corazón, sino también de su alma, e incluso la de su propio Maestro, con el que habla regularmente.
En la entrada anterior decíamos que “La verdadera y futura curación se efectuará cuando la vida del alma pueda fluir sin impedimento ni obstáculo a través de cada aspecto de la materia, pudiendo entonces vitalizarla con su potencia y eliminar los bloqueos que son la fuente de las enfermedades”.
Un sinfín de enfermedades tienen su origen en un, (permitirme la acepción),  “enfado del alma”.  Sólo hay que ser honestos con uno mismo, escuchar lo que dice el corazón, y seguirlo al pie de la letra. 

jueves, 15 de agosto de 2013

Las causas de la enfermedad


                Se denomina enfermedad al proceso que atraviesan los seres vivos cuando padecen una afección que atenta contra su bienestar al modificar su condición de salud.
            Enfermedad proviene del término latino “infirmitas”, que significa “falto de firmeza y consiste en un proceso que acaece a un ser vivo y altera su estado normal de salud.
            La persona enferma, la ciencia médica y muchos curadores, se centran, casi siempre, en la manifestación de la enfermedad, en el efecto, ignorando que todo efecto es producto de una causa, de un “algo” inicial que ha hecho que se produzca ese  efecto, que al ser lo que se manifiesta a los sentidos, es en lo que se centra la atención del enfermo y de sus curadores. Es mucho más eficaz buscar la causa y trabajar en ella, que eliminar el efecto, ya que si persiste la causa inicial, antes o después volverá a manifestarse.
            Las causas de la enfermedad pueden ser: Externas, internas y kármicas.
Podríamos enumerar como causas externas: Accidentes, Infecciones, cuestiones hereditarias, y condiciones de vida, como puede ser, por ejemplo, una mala alimentación o la ingesta de sustancias tóxicas. Estas causas, son claras, y en ellas sí que actúan todos los curadores, sean tradicionales o no.
En cuanto a las causas internas, hemos de tener en cuenta que el ser humano es la suma de sus emociones, de sus sentimientos, de sus deseos y de sus procesos mentales. Cada una de estas fuerzas caracteriza a los distintos cuerpos sutiles del ser humano, y determinan cual es la vida y la experiencia del cuerpo físico. Por lo tanto cualquier cuestión psicológica puede ser una causa interna de enfermedad, causa no conocida por la persona, ni por la ciencia médica y en muy pocas ocasiones por los sanadores.
Y por último las causas kármicas, totalmente desconocidas por todos. La ceguera y la falta de instrucción, hace creer a “casi todos” los seres humanos que todo comienza con su nacimiento y finaliza con su muerte. Nada más lejos de la realidad. La vida de cada ser humano es una continuación de las vidas anteriores en las que el alma se ha recubierto de materia. Producto de esas vidas, faltas cometidas en ellas, cumplimiento de promesas, liberación del Karma a través del sufrimiento, son algunas de las razones por la que el cuerpo enferma.
A la vista de todo esto, y exceptuando algunas de las enfermedades provocadas por causas externas, podemos decir que toda enfermedad es una falta de armonía entre la materia y el espíritu, entre el cuerpo y el alma. Por lo que el arte del sanador consistiría en liberar al alma, en enseñar al enfermo a vivir desde y para el alma.   
En la actualidad, la enfermedad es algo que no se acepta, ni se acepta que las condiciones que rodean la enfermedad, (dolor, desarmonía, congestión, e incluso muerte), son purificadoras en sus efectos. Esta sería una  manera correcta de asumir la enfermedad.
Sin embargo, el ser humano, con su pensamiento creador, se centra en la resistencia a la enfermedad, en no apreciar el verdadero valor del dolor, en centrarse en la materia, y en la creencia de que la muerte es la finalización de la vida. Cuando el ser humano cambie sus ideas sobre la enfermedad, y las acepte como un hecho natural, y comience a reorientar su pensamiento hacia el alma, las enfermedades en el plano físico comenzarán a desaparecer. Si, ya lo sé, aun faltan muchísimas generaciones para conseguirlo, pero alguien tiene que empezar.
 La verdadera y futura curación se efectuará cuando la vida del alma pueda fluir sin impedimento ni obstáculo a través de cada aspecto de la materia, pudiendo entonces vitalizarla con su potencia y eliminar los bloqueos que son la fuente de las enfermedades. 

lunes, 12 de agosto de 2013

La búsqueda del placer


            Cada persona se siente atraída por ciertos placeres, y cada una conoce las deliciosas sensaciones que encuentra en ellos. Y, por supuesto, durante su vida, corre tras esos placeres. Placeres que ni tan siquiera tienen por qué ser dañinos, salvo que  mantienen atada a la persona a sus sensaciones, la mantiene esclava de esos placeres.
            Pero hay un hecho terrible: tan pronto como se ha obtenido su placer, este se acaba, y otra vez tiene que caminar en su búsqueda, y otra vez llega a él, y otra vez lo pierde, y vuelta a empezar. Parece que no hay placer que dure eternamente.
            Es normal, ¿Cómo puede algo externo satisfacer al ser interno, como pueden las cosas materiales satisfacer al alma? No puede. Nada que corresponda a la materia puede satisfacer al espíritu. Y, sin embargo, la persona sigue corriendo tras esos placeres, llegando a hacer cosas, que la pueden parecer inconcebibles cuando se encuentra en un estado normal, sin la necesidad de sentir la sensación que produce el placer.
            Y la persona va a seguir corriendo tras esos placeres, hasta que llegue su despertar. Puede ser consciente del sometimiento al que el placer la ata, pero la falta voluntad, la voluntad que se tiene cuando se vive desde el alma.
            Puede que la persona crea que ya ha despertado. Es posible, pero sólo en ciertos aspectos. Y es normal, porque alguien que despierta completamente ha terminado su trabajo en la materia.
            Por lo tanto, la necesidad de conseguir ciertos placeros no es más que una demostración de que la persona tiene aun aspectos que trabajar. La eliminación de esa búsqueda es crecimiento, es acercarse al alma. El alma no necesita de ningún placer físico.     
 

domingo, 11 de agosto de 2013

¿Quien es el loco?


Tengo una pregunta que a veces me tortura:
¿Estoy loco yo o los locos son los demás?
 

            Estaba viendo anochecer, ¡Que belleza! Tanto el amanecer como el anochecer son un espectáculo grandioso en esta hermosa ciudad (Cusco), una explanada entre montañas eternas, por las que cuando se asoma y se pone el sol, es como si la Energía Divina anunciara la grandeza de un nuevo día y la serenidad de una noche hermosa.
           Viendo como el sol desaparecía entre las montañas, recordé que también en un anochecer, escribí una entrada en el blog. La busqué y al leerla conecté con la misma sensación, con la misma emoción, con la misma energía, que estaba sintiendo ahora. Y por primera vez, y sin que sirva de precedente decidí volver a colgarla.
Son las seis de la tarde y en Cusco ya ha caído la noche. No se ven las montañas que rodean la ciudad y que también rodean mi casa, ya que a través de las ventanas, mire al norte, al sur, al este o al oeste, sólo veo montañas, sólo veo los Andes. Pero ahora en la oscuridad de la noche parece que su inmensidad se ha diluido con la luz del Sol. Donde había montañas sólo hay oscuridad, y debajo de esa negrura, las luces de la ciudad, y encima de la negrura, las estrellas titilando para llamar la atención de unos pocos que nos quedamos embelesados con su brillo.
            Y yo, en mi locura, o en mi cordura, como no veo las montañas me pregunto: ¿Dónde se habrán ido las montañas?, ¿Se las llevará el sol cuando desaparece? Porque si no las veo, ¿Será que no existen?, o si existen, pero no las veo.
            ¿Crees que me he vuelto loco?, y entonces qué opinas de aquellos que no creen en el alma porque no se ve, o no creen en una vida del espíritu porque no sale en la tele, o de los que cuestionan que seamos hijos de Dios porque no han visto el libro de familia de Dios, o de los que dudan de que tengamos un cuerpo etérico y de que todos estemos conectados porque no ven los hilitos de esa conexión.
            En mi locura o en mi cordura, cuando veo brillando las estrellas, me siguen surgiendo un sinfín de preguntas: ¿Cómo se aguantarán flotando en la nada?, ¿Cómo será posible que en esa nada floten millones y millones de estrellas?, ¿Cómo será posible tanta grandeza?, ¿Quién mantendrá ese orden?
            ¿Aun crees que me he vuelto loco?, y entonces qué opinas de los que se ocupan del tiempo que va a hacer en días posteriores, o de los que se irritan porque no les ha saludado el vecino, o de los que retiran el saludo a su hermano porque no hace lo que el querría que hiciera, o de los que se preocupan porque no saben si tendrán plaza para sus vacaciones.
            Mirando la noche de Cusco a través de mi ventana, escrutando la negrura a través de la nada, me siento más energía, me siento más alma, me siento eterno, me siento más cerca de Dios, me siento, también, más cerca de los hombres, y en mi locura o en mi cordura le pido a Dios que ilumine con su Luz a los que necesitan “ver para creer”, a los que viven las miserias de sus mentes, a los que no saben que su misión no es irse lejos en unas vacaciones, sino bajar a su corazón, aunque sea en el lavabo de su casa, a los que se sienten solos y desvalidos porque se han alejado de su alma, a los que guardan rencor a su hermano, a los que………………..
            Únete a mi locura, asómate a la negrura de tu noche, en Lima, en Barcelona, en Buenos Aires, en Londres, allá donde te encuentres, asómate a tu noche y pide conmigo a Dios que nos envíe su Luz, y nos de fuerzas para aliviar tanto sufrimiento, tanta incomprensión y tanta ignorancia como hay en esta Tierra, que vista desde otras ventanas de nuestro Universo se ve tan sólo como una estrella azul.
            Gracias. Bendito seas, bendita seas, en tu locura o en tu cordura.
 

viernes, 9 de agosto de 2013

Beneficios del sufrimiento


            Aunque pueda parecer que el sufrimiento tiene múltiples y variados beneficios por la gran cantidad de personas que viven enganchadas a él en muchas épocas de su vida, no, no tiene ningún beneficio. Antes al contrario, todo son perjuicios.
El sufrimiento es una sensación motivada por cualquier condición que somete al sistema nervioso a un fuerte desgaste.
Decía Buda que el dolor es inevitable, pero que el sufrimiento es opcional. El sufrimiento, como cualquier otra emoción o sensación, es una forma de energía  motivada por otra forma de energía: Un pensamiento.
No creemos que merezca la pena entrar en que tipos de pensamiento son los que generan el sufrimiento, da igual, no podríamos abarcarlos a todos, ni queremos, porque si realizamos una encuesta sobre cuál es el pensamiento de cada sufridor, tendríamos, con los correspondientes matices, tantos pensamientos de sufrimiento como sufridores.
Alguien podría pensar que el sufrimiento es algo que traemos en nuestra mochila kármica para trabajarlo y liberarnos de él en algún momento de la vida. Pues no, nada tiene que ver el sufrimiento con el Karma. Con el Karma tiene relación el dolor, pero no el sufrimiento.
Dejando aparte a las personas adictas al sufrimiento, que las hay, hay otras muchas que sufren, sin ser del todo conscientes de su sufrimiento, incluso tienen la conciencia de que ante el problema que envuelve su vida, es normal y obligatorio ese sufrimiento, es lo que toca en ese momento, y que liberarse de él, sería una especie de traición, lo cual les acarrearía un nuevo sufrimiento.
¿Qué hacer entonces?, porque la formula: “Deja de sufrir que no sirve de nada”, no tiene ningún valor para la persona que sufre, es un consejo inútil. Lo primero que piensa la persona es: “Ya me gustaría verte en mi lugar, a ver si eras capaz de no sufrir”.
Para salir del sufrimiento es imprescindible tener claros algunos conceptos:
1)      Ser consciente del sufrimiento.
-          Si una persona no es consciente de que tiene un problema, difícilmente podrá ponerle remedio.
2)      Tener conciencia de que el sufrimiento no aporta ningún beneficio.
-          Una persona que sufre no puede dar el cien por cien de su energía, ya que una parte de su energía está dedicada al sufrimiento. Tiene una especie de minusvalía energética.
3)      Tener, al menos, la duda de que se puede salir de él.
-          Si la persona cree que el sufrimiento es una situación consustancial con la vida y no tiene solución, no se puede hacer nada. La persona ha de tener la creencia de que tiene solución.
4)      Saber que no es una traición a la persona por la que se sufre.
-          Si un ser querido se encuentra enfermo, por ejemplo, no tienen porque enfermar sus familiares. El sufrimiento es una forma de enfermedad. Al final todos enfermos, ¿Quién cuida a quien? Para cuidar a un enfermo es mejor estar sano.
5)      Querer salir del sufrimiento y trabajar para que esto suceda.
Si se dan las cuatro primeras condiciones, la persona está lista para comenzar su trabajo de cambio y transformar su vida de sufrimiento en una vida de paz y serenidad, en la que podrá dar de sí el ciento por ciento para solucionar el problema o ayudar a la persona causante del sufrimiento anterior.
Como el sufrimiento es una energía generada por un pensamiento, el trabajo ha de centrarse en eliminar el pensamiento.
Los pasos serían:
1)      Comenzar a meditar para que la mente aprenda y empiece a permanecer más tiempo en silencio. Ojo, no es algo rápido. No se puede cambiar en una meditación la inercia de una mente que lleva muchos años a su libre albedrío. Requiere tiempo, constancia, voluntad y paciencia.
2)      Cada vez que aparezca el pensamiento, y se sea consciente, cambiar ese pensamiento por otros pensamientos de carácter positivo y a ser posible con una vibración más sutil, para que además de evitar el pensamiento de sufrimiento, vaya limpiando de energía negativa el cuerpo energético.
o   Yo le llamo letanías: Se puede cambiar el pensamiento por la repetición consciente de frases como: “Yo Soy el alma”, Yo Soy paz”, “Yo Soy amor”, Yo Soy alegría”, etc. Con el “YO SOY” delante se pueden repetir todas las cosas buenas que desee la persona para sí misma.
A partir de aquí, la persona se irá liberando de su minusvalía, sintiéndose cada día con más fuerza, más energía, más paz y serenidad.
 

miércoles, 7 de agosto de 2013

Honestidad


El diccionario define la honestidad como el valor de ser decente, recatado, razonable, justo u honrado.
En su sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas; en otros sentidos, la honestidad también implica la relación entre uno mismo y los demás, y la relación de la persona consigo misma.
            La honestidad según Confucio se basa en la empatía y la comprensión de los demás, lo que requiere una autocomprensión previa, de la que nacen las normas morales. La versión confucionista de la honestidad consiste en tratar a los inferiores como te gustaría que tus superiores te tratasen a ti.
La honestidad consiste por lo tanto en ponerse en el lugar hipotético del otro, y elegir no hacer o decir nada que pueda mancillar el honor o la reputación de otras personas, y no hacer o decir nada que pueda hacer sentirse mal a otros.
Pero la honestidad es más, es signo de crecimiento, de evolución, de carácter. En nuestro aprendizaje a través de todas las vidas, se aprende a ser honesto trabajando prácticamente cualquier otra faceta. Aprender a no robar es aprender a ser honesto,  aprender a tratar con bondad a los demás es aprender a ser honesto, aprender a cumplir la palabra dada es aprender a ser honesto, aprender a no mentir es aprender a ser honesto, etc., etc., etc.
Los que mienten, los que corrompen, los que se dejan corromper, los que roban, los que no cumplen la palabra dada, los que hieren con la palabra o con sus acciones, los que no cumplen con sus obligaciones laborales, los que no cumplen sus promesas, están lejos de la honestidad, están lejos de alcanzar un mínimo grado de evolución como seres humanos, están lejos del alma, están lejos de Dios.
Lo peor de esto, es que los deshonestos no engañan a los demás, están engañándose ellos mismos, porque no sólo tendrán que volver a la materia hasta que aprendan a ser honestos, tendrán que volver para limpiar todo el Karma que están generándose con su deshonestidad.
No esperes más para empezar a tratar a los demás como si fueras tú mismo, es la mejor manera de ser honesto, es la mejor manera de ser feliz, (aunque te cueste creerlo), es la mejor manera de expandirte hacia la Divinidad. 

domingo, 4 de agosto de 2013

Vivir las circunstancias


            Cada ser convive con sus circunstancias. Circunstancias que, en un principio, no parecen fácil de cambiar, o al menos, no de la noche a la mañana. Tenemos una familia, tenemos unos amigos, tenemos un trabajo, tenemos un pasado y tenemos unos deseos de futuro.
            Podríamos decir que son los apoyos que nos permiten desplazarnos a lo largo y ancho de nuestra vida, son la fuerza, son el acicate, son, dirían muchas personas, su razón de vivir. Sin embargo, estos apoyos, a veces, parecen resquebrajarse: Puede ser que la pareja no vibre con la misma intensidad que años atrás, puede ser que alguno de los hijos no haya elegido el camino adecuado, o que la enfermedad golpee a uno mismo o a algún ser querido, o que falle el trabajo, o que se derrumben las expectativas de futuro.
            Nadie está a salvo de contratiempos. Todos estamos expuestos al sufrimiento, al dolor, a la preocupación.
            Mientras todo es, más o menos perfecto, parece fácil ser feliz, teniendo en cuenta, además, que un porcentaje muy grande se seres humanos basan su felicidad en que todas las circunstancias que rodean y complementan su vida funcionen de manera correcta. Y cuando alguna de esas circunstancias deja de funcionar, parece lógico que la felicidad se acabe, parece lógico entonces que comience el sufrimiento.
            Es muy difícil en cualquiera de estas o parecidas situaciones que la persona no se centre en su decepción o en su dolor, y sufra, y se preocupe. Y muy fácil para los aconsejadores, que somos casi todos, decir a la persona que no sufra ni se preocupe, que no va a conseguir nada. Ya sabe la persona que sufriendo y preocupándose no va a conseguir cambiar ninguna de las situaciones que padece, y aunque hay personas, masoquistas, que disfrutan con el sufrimiento, es bien cierto, que son muchas más a las que las gustaría dejar aparcado el dolor y la preocupación. Pero no saben cómo, ya que el pensamiento de su dramática situación, (para la persona lo es), vuelve a su mente una y otra vez, de día y de noche, dándose, en algunos casos, la paradoja de que si en algún momento se distrae de ese pensamiento y disfruta y se ríe, se siente después peor porque se ha reído, ya que lo considera como una traición a su padecimiento.
            Pero se puede salir de esa situación, aunque para ello hay que trabajar, como para todo en esta vida. No es fácil, pero se consigue salir con dos actuaciones: Aceptación y meditación.
            La meditación es buscar el silencio en la mente, por lo que en ese silencio, no hay pensamiento, ni dramático, ni alegre. La meditación es, además, el alimento del alma: Cuando más alimentemos el alma, más fuerte estará, (si, ya sé que suena a chiste, pero es real), y cuanto más fuerte se encuentre, más fácil será para la persona vivir las cualidades del alma, cualidades que son variadas, pero ahora nos interesa una: La aceptación.
            Aceptar la situación coloca a la persona en un lugar de serenidad, permitiendo a la vida que siga su fluir, sin intentar detenerla, lo cual es imposible. Ya sabemos lo que conlleva “no aceptar”: presión, dolor, frustración, ansiedad.
            La aceptación no significa la inmediata aprobación de cualquier hecho, sea el que sea. Aceptación significa que estamos abiertos a la experiencia del acontecimiento, que estamos dispuestos a sentir profundamente, sin resistencias de ninguna índole, cualquier cosa que ocurra en nuestra vida.
            Con la serenidad que da la meditación y la aceptación, la persona se coloca en un lugar de privilegio, abierta a la experiencia, para sacar el máximo provecho a la situación, y poner todos los medios a su alcance, comenzando por la mente para cambiar esa situación, o colaborar con ella.