El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 9 de marzo de 2017

Alma peregrina (Introducción)

Introducción del libro "Alma peregrina"

Cuando pienso en mi vida, en la cantidad de vida transcurrida, me parece muchísima y, sin embargo, qué rápida ha pasado, cuánto tiempo perdido, cuántos pensamientos desperdiciados, cuánto sufrimiento inútil, cuánta lucha, cuantos desengaños, cuantos desencuentros, ¿O no? Porque realmente el tiempo perdido, los pensamientos desperdiciados, el sufrimiento y la lucha, los desengaños y los desencuentros son justamente mi vida. Es eso lo que me ha traído hasta aquí, hasta este momento, y no otra cosa. Es eso lo que ha construido mi carácter, mi manera de ser, de pensar y de sentir en este momento, hasta sentarme delante de la computadora para empezar, con todo respeto, la escritura de este libro. Es seguro que otros tiempos, otros pensamientos, otros sufrimientos, otras luchas, otros desengaños y otros desencuentros no me habrían puesto en este lugar ahora. ¿Mejor?, ¿Peor? No sé. Ni mejor ni peor. Sería distinto.


Hace mucho tiempo me transportaba con el pensamiento a mi edad actual, soy un jubilado, y me veía paseando nietos, viendo televisión y esperando pacientemente el momento de la muerte. Sin embargo, estoy iniciando la escritura de un nuevo libro, y en lugar de estar paseando nietos, mi esposa y yo estamos criando a nuestro hijo que hoy tiene tres años y medio. Veo media hora de dibujos animados, que es lo que ve mi hijo, y la muerte la contemplo como algo imprescindible, y en muchos momentos deseada, de la misma manera que contemplo el comer o el respirar de cada día.

         Aunque he iniciado el libro escribiendo sobre mí, no es un libro autobiográfico. Aunque en algunos pasajes sí relataré mi propia experiencia, ya que es la más cercana que tengo y la que mejor conozco.

         Plasmaré, de la manera más clara posible, cómo crecer espiritualmente, cómo saber qué hacemos aquí, en la Tierra, y trataré de marcar las coordenadas que nos devuelvan al camino de retorno a casa, al camino de retorno a Dios.

He dedicado los últimos quince años de mi vida a la sanación, a la meditación, a la búsqueda de los maestros, a la búsqueda de Dios. Los anteriores también, pero yo no sabía que buscaba a Dios, yo buscaba la “iluminación”, con minúscula, porque era algo que veía más como un logro personal que como un encuentro con Dios. Era la culminación de mi orgullo, era la apoteosis de mi soberbia. Soberbia y orgullo en las que hoy sigo trabajando, o al menos eso creo.

Dios era ajeno a mi trabajo (eso era lo que yo pensaba), incluso en algunas fases de ese trabajo de búsqueda llegué a plantearme si realmente existía Dios, cuando es Él quien me permite no solo hacer mi trabajo de sanador, sino que es Él quien sana y mantiene mi vida.

Trabajar en un Centro de Sanación al que acuden innumerables  personas abre un abanico de posibilidades increíble para conocer realmente sus estados mentales y emocionales, para conocer cómo condiciona la sociedad en la vida, en la salud, en el carácter y en la conciencia de sus miembros, para conocer la escasa voluntad de los seres humanos para trabajar en su propia recuperación, en su propia evolución, en su propio crecimiento, y sobre todo, para saber cómo y cuánto están de separados de Dios.

Sí, voy a hablar de Dios, es el tema central de este libro: Cómo crecer espiritualmente para acercarnos a Dios. Pero voy a hacerlo desde una perspectiva espiritual, en absoluto religiosa, porque espíritu y religión son conceptos distintos. Mientras que la religión se refiere al conjunto de creencias, normas de comportamiento y ceremonias de oración y sacrificio, que son propias de un determinado grupo humano y con las que el ser humano reconoce una relación con la divinidad, el espíritu es la parte divina del ser humano.

No necesitamos, por lo tanto, intermediarios para tratar con Dios. Mejor hacerlo directamente desde el interior, desde la parte divina, que hacerlo con una pandereta, de cara a la galería y dirigidos por otros que dicen que representan a Dios. Las distintas religiones se han apropiado de Dios, pero lo han hecho con malas artes, lo han hecho a través del miedo, de la manipulación, de la discriminación y de la crítica. Y Dios es Amor, y nadie que utilice el miedo, la manipulación, la discriminación o la crítica puede hablar en nombre de Dios, sencillamente porque no Ama. Voy a hablar de Dios desde la perspectiva del humano espiritual, no del religioso, voy a hablar de Dios desde la perspectiva de hijo Suyo.

         Estamos acostumbrados a intentar curarlo todo con pastillas, pero aún no se han inventado las píldoras que sanen el miedo, la rabia o la falta de amor, que son los verdaderos orígenes de muchas de las enfermedades que se intentan curar, pero que no se sanan con pastillas. Pues la auténtica causa del problema no se sanará con ningún método que no suponga la introspección en nuestro propio interior, para encontrar, de manera honesta, la verdadera razón del mal que nos aqueja y trabajar después con voluntad en nuestra propia sanación. La sanación, la auténtica y real sanación pasa por saber realmente quiénes somos, por cambiar los hábitos de vida, por hacernos conscientes de nuestra unicidad y por encontrar a Dios en la mirada del otro.

         Cada persona que acude a consulta viene con los mismos síntomas que traía consigo la persona de la visita anterior, y son los mismos que traerá la siguiente persona: infelicidad, ansiedad, miedo, estrés, tristeza, sensación de soledad. En casos más extremos, todas esas emociones desbocadas ya han hecho mella en el cuerpo físico, siempre atacando en sus partes más débiles.

         Cuando el mal ya se ha apoderado del cuerpo, cuando existe un dolor o una molestia física, la persona es más consciente y más constante, y es capaz de seguir con más interés las indicaciones del sanador, tanto más, cuanto mayor es el mal en el cuerpo. Pero si el problema es solamente emocional, preferirá no seguir con la terapia, ni mucho menos seguir las indicaciones.

         No le parece importante la infelicidad o la ansiedad, y si con un poco de suerte pasa algo a mitad de semana, que hace que su ánimo se eleve un poquito, y que se encuentre mejor, para qué perder el tiempo en meditar, en observarse o en ser honesto consigo mismo para ver qué es lo que realmente tiene en su interior. Puede estar meses y hasta años lamentándose del sufrimiento, arrojando sobre los demás su dolor, siendo incapaz de bucear un cuarto de hora cada día en su interior para descubrir la causa de su verdadero sufrimiento y poder así remediarlo.

         He pensado que sería fabuloso instalar en el cerebro de las personas una especie de memoria que le indicara cuáles son los pensamientos que la hacen sufrir y ser infeliz, y cuáles la pueden ayudar a alcanzar aquello que busca desesperadamente: la felicidad. Y por extensión a Dios. Pero por ahora, eso no es posible.

         Sé que leer no sirve de mucho, porque son muchas las personas que leen con avidez un libro tras otro, sin que jamás pongan en práctica nada de lo leído, pero siento la necesidad de intentarlo. Por un libro más, tampoco pasa nada.

         En las redes sociales corren pensamientos deliciosos, y leía uno que decía: “Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro, es fácil. Lo difícil es criar al hijo, regar el árbol y que alguien lea el libro”. En el caso del libro, no es tan fácil escribirlo, aunque, una vez editado, si una sola persona puede sacar provecho de este, en mi caso, me doy por satisfecho. Y si nadie obtuviera de él ni un solo beneficio, bueno, también está bien, ya que, en el proceso de escribirlo, entro en contacto con la parte más íntima, y yo, al menos, sí que estoy activando el recuerdo de que no soy el cuerpo que está delante de la computadora, de que soy algo mucho más grande y con mucho más poder de lo que el conjunto de la sociedad está haciéndome creer desde que tengo uso de razón.

         Ya he pasado por las fases en las que he tenido que escuchar que soy raro, que soy un loco o que me han sorbido el cerebro. Ya hace tiempo que no me importa, en absoluto, lo que los demás puedan pensar de mí. Hace tiempo que tampoco existen para mí los compromisos sociales. Hace tiempo que mi único trabajo es la búsqueda de la felicidad, de mi felicidad, para hacerla extensible a los que me rodean. Hace tiempo que mi único trabajo es encontrarme con Dios.

           No hace mucho escribía en el blog “El inca vuelve a casa”, en el que de vez en cuando pongo algún pensamiento: “Soy feliz en mi trabajo, pero no por mi trabajo. Soy feliz en mi matrimonio, pero no por mi esposa. Soy feliz con mi vida, pero no por mi vida”. Sencillamente soy feliz. Felicidad que ya he encontrado dentro de mí, no sé en qué medida, porque en la felicidad, como casi todo en la vida, hay grados. Sé que una vez conseguida la felicidad plena, ya no será necesario seguir dentro de un cuerpo, porque la felicidad plena supone vivir el Amor, supone sentir la conexión con todo lo creado, supone haber integrado en el cuerpo físico la grandeza de nuestra divinidad, supone haber encontrado a Dios. Y estoy contento por haber iniciado el camino de regreso.

lunes, 6 de marzo de 2017

¿Guerras?, ¿Banderas?


PERLAS PARA EL ALMA




Guerrear o discutir por un trapo, por un trozo de tierra o por cualquier causa que los humanos crean justa en su corto conocimiento, solo les separa de Dios. En lugar de discutir, en lugar de pelear, en lugar de separar, han de aunar esfuerzos, porque la vida que hay en uno es la vida que hay en todos, porque hoy pueden pelear por quitar una bandera en un lugar y en la próxima vida pueden pelear por volver a colocarla de donde la quitaron ellos mismos.



domingo, 5 de marzo de 2017

Reflexiones

El alma es un punto de Luz. Dios es la Luz.

No hay diferencia entre un punto de Luz y otro. Por lo tanto, todas las almas son iguales. Todos los hombres también.

El hombre es el alma recubierto de materia. Dios habita en el interior del hombre.

El hombre es finito, porque la materia más pronto que tarde se convierte en polvo. El alma es inmortal porque sigue siendo Luz.

El hombre es un reflejo de la Luz. Es un reflejo de Dios.



A veces la Luz se opaca porque el mismo hombre la recubre con sus tristes pensamientos, con sus pensamientos de dolor, con su idea de separación de Dios, por el desconocimiento de que es alma, de que es Luz, de que es inmortal.

Cuando la Luz se opaca el hombre duerme y entonces sueña que está viviendo una vida separada de Dios. Sueña que es un ser independiente y que tiene que defenderse de los otros hombres, que normalmente también han opacado su Luz y también duermen. No saben en su sueño que todos son lo mismo.

Los hombres en sus sueños se engañan, se roban, se ofenden, se matan, se critican, se juzgan, se discriminan. ¡No es fácil despertar!, pero para eso vivimos, ¡para nada más!
Para despertar no hay que abrir los ojos, hay que abrir el corazón.

El despertar es lento, es paulatino, pero una vez que se abre el corazón el hombre cambia, el hombre, por fin, vive. Los otros hombres, dormidos, no pueden soportar a nadie despierto, le atacarán con saña: Estás loco, estás en una secta, te han engañado, y le retirarán la palabra.

Cuando el hombre despierto aguanta el vendaval comenzará a tener seguidores: Dirán de él ¡es un maestro!, ¡es un guía! También se equivocan porque solo está despertando, el auténtico maestro habita en el interior del hombre: Es Dios.

El hombre vive inmerso en un ruido infernal. Ese ruido son sus pensamientos producidos por su mente en el sueño.

Se acaba el ruido cuando el hombre despierta. Se detiene el carrusel de su mente, ¡Todo es silencio!, y en el silencio todo está bien, todo es perfecto: las críticas y los halagos.

El hombre en el silencio vuelve a vivir desde el alma, vuelve a vivir en la Luz, vuelve a sentir a Dios.

Es en el silencio donde se produce el esperado encuentro: El encuentro  con Dios.

Y por fin el hombre es libre. Es feliz. Por fin ha vuelto a acariciar su divinidad.




jueves, 2 de marzo de 2017

Todos los caminos conducen a Roma

Existe una expresión que dice: “Todos los caminos conducen a Roma". Aunque no importe mucho para esta entrada, dicha expresión proviene de la época del imperio romano, donde se construyeron más de 400 vías, unos 70.000 kilómetros, para comunicar la capital, Roma, considerada el centro donde convergía el poder del imperio, con las provincias más alejadas.

Cambiemos a la ciudad de Roma por nuestro propio origen: “Dios”. Con lo cual la expresión quedaría “Todos los caminos llevan a Dios”, que además es utilizada también con cierta frecuencia. Aunque en muchos escritos explican que no es, en absoluto, cierta.

Pues es totalmente cierta. El origen del hombre es Dios, y su meta también es Dios. Todos los hombres van a llegar a la meta, unos tardarán más porque irán dando rodeos kilométricos y otros llegarán más rápido al avanzar por el camino recto, pero todos, absolutamente todos, volverán al origen, volverán a Dios. Unos de manera rápida como la liebre, y otros más lentos como la tortuga.



Se puede afirmar, por lo tanto, que todos los caminos conducen a Dios. Sabemos, también, que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Así que, parece claro, que, de todos los caminos, sólo uno va a llevar al hombre directamente a Dios, sin rodeos. Los caminos restantes pueden dar muchas vueltas, pasando muchas veces por el mismo lugar, avanzando un paso y rodeándolo varios kilómetros, que, traducido a la existencia del ser humano, significa vivir en la materia una y otra vez, sin avanzar ni un solo metro en cada una de esas vidas.

Algunos de los vehículos que encaminan al hombre a ese punto que le coloca en el camino más corto para alcanzar a Dios bien podría ser la práctica de la oración en cualquiera de las formas que enseñan las diferentes religiones, como rezar el Santo Rosario, los rezos del Salât, Ardas el rezo de los Sikhs o los tres rezos del judaísmo, solo por nombrar algunos de los más importantes. Son también vehículos, la meditación, la práctica del yoga, el servicio en cualquiera de sus formas, hacer el diezmo de manera desinteresada, o practicar alguna de las infinitas formas que enseña la sociedad en la actualidad, de silencio, de visualización, de contemplación o de perdón.

Pero la herramienta más importante es el Amor. Y ¡nadie enseña a Amar! Cuando el ser humano Ame a todos y a todo, porque comprende que todo es una Creación de Dios, se habrá colocado en el centro de ese camino que le va a conducir en línea recta, sin rodeos y sin demoras a Dios. Sin necesidad de nada más. Sin necesidad de religiones, ni de rezos, ni de lecturas, ni de técnicas de ningún tipo.

La mejor manera para aprender a Amar es tratar a todos aquellos que la persona tenga a su alrededor como si fuera el mismo Dios. Es bien cierto que a Dios le agradan los rezos y la ayuda al prójimo, pero más le agrada que los hombres, Sus hijos, se amen de manera incondicional. En el Amor ya está incluida la oración, el servicio, la compasión, la misericordia, la alegría, la ternura y la felicidad. Y no Aman cuando juzgan, cuando critican, cuando engañan, cuando roban, cuando no cumplen la palabra, cuando…

Sin embargo, el hombre es ¡tan vulnerable!, ¡tan mental!, ¡tan apegado al sueño!, que necesita de una zanahoria, como los pollinos, para avanzar lentamente en su camino.


Es bueno que el ser humano mantenga la zanahoria delante hasta que la llama del Amor prenda en su corazón, pero sin confundir el estímulo con el objetivo. 


sábado, 25 de febrero de 2017

¿Que pensará la gente?

        Vivir de apariencias, vivir tratando de ocultar la realidad personal, vivir con una máscara, vivir para agradar y satisfacer a otros, es uno de los caminos más cortos para llegar al sufrimiento, ya que jamás se va a conseguir satisfacer a todo el mundo, y el no cumplir el propio deseo de agradar y deslumbrar a otros puede ser causa de sufrimiento. Es imposible cumplir las expectativas que puedan tener otros. Cada persona tiene su propia expectativa, su propio pensamiento, su propia creencia, su propia realidad.

Tratar de enmascarar la propia realidad, esconderla, disimularla, es no sentirse feliz con la propia vida, es no aceptar la vida, es …, no amarse, y quien no se ama a sí mismo, ¿Cómo va a ser capaz de amar a otros?, es imposible. Vivir para satisfacer a los demás es dilapidar completamente la vida, ya que se reniega de la misión principal, que es “aprender a amar”. El Amor comienza en uno mismo, y para llegar a amarse primero hay que aceptarse.



Pero es curioso, siempre se trata de agradar, de satisfacer y de no hacer algo que dé que hablar a los desconocidos. Si se pusiera el mismo interés para agradar y complacer a la familia, a los amigos y conocidos, la vida sería diferente, y las relaciones también.

Si se tratara de agradar a los conocidos y a la familia con el mismo énfasis que se pone para agradar a los desconocidos, se acabarían los enfados, los malentendidos, los silencios, etc.

¿Alguna vez has pensado en qué pensaría tu pareja?, ¿Qué pasaría si todo el afán fuera para satisfacer a la pareja, para agradarla, para cumplir sus expectativas? Si todo lo que se hiciera fuera para satisfacer y hacer feliz a la propia pareja, la vida sería un camino de pétalos de rosas, y lo sería en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la unión y en la separación.

¿Alguna vez has pensado qué pensarán tus hijos cuando les dices que no tienes tiempo, o que estás trabajando, o que no puedes dejar lo que estás haciendo porque es muy importante?, ¿Cuántas veces se frustran los niños por tratar sus padres de satisfacer las expectativas de desconocidos?, ¿Cuántas veces se colocan en el lugar de sus hijos?, ¿Te has cuestionado alguna vez, cuanto es de importante para tu hijo su juego, o que le veas como lo hace?

Vivir para dar satisfacción a los nuestros en la mejor forma de amor, de comprensión, de tolerancia, y esa es la verdadera razón de la vida.

Desgraciadamente la inmensa mayoría de las personas viven instaladas en la noria de una vida en la que en cada vuelta de la rueda piensan que deben lucir esplendorosos en su exterior y con el suficiente maquillaje para que no se trasparente cada una de las desgracias que jalonan su vida. ¡En vez de maquillar el exterior sería bueno arreglar el interior!

“Y que me importa a mí lo que piense mi vecino”. El pensamiento de otra persona no afecta en lo más mínimo, con el pensamiento del vecino se va a seguir igual de alto, igual de bajo, igual de rico, igual de pobre, en suma, igual de todo, no afecta para nada. Por lo tanto, ¿Porque tanto sufrimiento para tratar de agradar a los demás?

Sin embargo, el pensamiento sí que afecta al pensador. Los pensamientos son energía, y en función del tipo de pensamiento, desprenderá un tipo u otro de energía, que le va a afectar positiva o negativamente en el desarrollo de su vida, y por supuesto, está generando un Karma que tendrá que eliminar en esta o en posteriores vidas.


Por lo tanto, ¡Cambia ya el pensamiento de “¿Qué pensarán los demás?”, por el de “Y a mí que me importa”!

lunes, 20 de febrero de 2017

Amor

Creen los seres humanos que el amor es un sentimiento, y lo buscan casi con desesperación en cada esquina, esperando que aparezca su alma gemela, porque les han llenado la cabeza de historias de que si consiguen encontrar a su alma gemela será una locura de amor. Pero la realidad es que no existen las almas gemelas, al menos tal como quiere hacer creer la sociedad, esa sociedad sin entrañas, que nos hace llevar a pensar que el amor no se activa hasta que aparezca otra persona que haga temblar los sentimientos.

Eso que hace temblar los sentimientos, esas maripositas en el estómago, o perder de vista el mundo ante la visión de la “persona amada”, no es Amor.

         Reflexionar por un momento: ¿Alguien ha escuchado decir a una mama que siente maripositas en el estómago ante la presencia de su bebé de días, semanas o pocos meses? Y lo que siente la mamá por su bebé, si es Amor, es lo más parecido al Amor incondicional. Si acaso, lo que siente, es una especie de expansión en su pecho, provocada por la gran energía de amor acumulada en su chakra cardíaco, chakra que es la sede del Amor y de la ternura. Y esa expansión del chakra cardíaco lo único que puede producir es que se humedezcan sus ojos, a la vez que siente paz, alegría y felicidad, pero no va a sentir mariposear su estómago. Las mariposas en el estómago son la manifestación de neuronas intestinales estimuladas por neurotransmisores que se liberan en el abdomen por un estímulo externo que, aunque grato, pone al cuerpo en alerta. El enamoramiento no es más que un pensamiento, un pensamiento agradable, pero pensamiento a fin de cuentas. Y esa forma de pensamiento, es energía, que hace que el cerebro produzca adrenalina, la cual genera esa sensación en el estómago. La adrenalina o epinefrina es una hormona vasoactiva secretada por las glándulas suprarrenales bajo situaciones de alerta o emergencia.  Es como el miedo.


 
Así que cuando se dice que se está enamorado, y que se sienten mariposas en el estómago, solo es un pensamiento que genera adrenalina, que es lo más alejado al Amor.

En realidad, lo que está ocurriendo es que se activando un nuevo capítulo del Plan de Vida de un grupo de personas, capitulo que se inicia con el encuentro entre dos almas, para tratar de llevar a buen término un buen número de acciones relacionadas con el Karma de todos los implicados, que son muchos, no solamente los dos “enamorados”.

Para que ese encuentro llegue a más, los seres humanos se han dado una serie de herramientas para que se activen los mecanismos de atracción. Esos mecanismos son sensaciones, como la de sentir que se conoce a la persona desde siempre, (es normal, tienen una relación posiblemente de muchas vidas), la sensación de perderse en la inmensidad de la mirada de su pareja, o la de apreciar como extraordinarias ciertas cualidades físicas, mentales o espirituales.

El Amor es inherente a la persona, es una energía que se encuentra en el cuerpo energético del ser humano y no se puede dar si no se atesora con anterioridad. Es como el dinero, si no se tiene nada no se puede comprar ni una barra de pan.

Por lo tanto, lo que sienten los “enamorados” en las primeras fases de la relación no es más que deseo, atracción, admiración y alguna emoción o sensación más, pero no Amor.

Será a partir de ese enamoramiento como los enamorados podrán aprender a amar, a través de la comprensión entre ellos, de la tolerancia, del respeto, de la generosidad, de la ternura, e incluso del mismo deseo.

Pero pocos lo hacen, y al cabo de cierto tiempo, se separan. En algunas ocasiones de mala manera, utilizando incluso a los hijos como arma arrojadiza. Pero con una frase muy común: “Es que se ha acabado el amor, pero queda cariño”.

No, el amor no se ha acabado, y no se ha acabado porque no ha existido nunca, y el cariño, no es más que apego.

No quiere esto decir que las parejas que se forman tengan que vivir eternamente juntas, no, de ninguna manera. Se amen o no, no tienen por qué estar juntos el resto de sus vidas. Las uniones se realizan para aprender, para enseñar, para pagar deudas o para recibir recompensas. Y cuando el trabajo se ha hecho, o ya está claro que no hay posibilidades de hacerlo, y que incluso se está generando más Karma, la pareja se deshace. El alma lo sabe y el corazón actúa, aunque casi siempre lo estropea la mente. Cuando realmente los miembros de una pareja se Aman, también desharán su unión, pero lo harán con Amor, con respeto y con generosidad.

¿Cómo se aprende a Amar? A Amar se aprende Amando, de la misma manera que a cocinar se aprende cocinando.

Una buena escuela para comenzar la práctica del Amor es esa pareja que se está formando, es la familia. Es cierto que no es la única y que posiblemente las haya mejores, pero tiene algunos puntos a favor, aunque también tiene otros en contra. A favor está que lo primero que conoce el bebé cuando llega a la vida es el amor, ya que ese amor es el eslabón que une al bebé recién nacido con su mamá, el primer eslabón que lo enlaza con la vida. La mamá ama a su bebé porque si, lo ama por encima de todo, lo ama sin condiciones. No espera de él nada a cambio, y ese amor es lo primero que todos los bebés se encuentran en los primeros meses de vida. Bien es cierto, que según va creciendo el bebé, ese Amor incondicional se va convirtiendo en amor humano, pero en lo más íntimo de su ser, el niño que está creciendo, ya tiene algo parecido al amor que alberga en su alma. Es un buen punto de partida.

Si el bebé permaneciera aislado el resto de su vida, es muy posible que no le abandonara ni la inocencia ni el amor que son las condiciones con las que nace. Pero con el tiempo y con la educación de sus educandos el niño comienza a perder la inocencia y a cambiar su Amor incondicional por un amor interesado.

Jesús enseñaba que había que volver a ser niños para la unión con Dios: Mateo 18:3 - En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Mateo 19:4 - Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el reino de los cielos. Juan 3:3 - En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.

No es la vuelta a la niñez física lo que predicaba Jesús, era la vuelta a los valores de la infancia: la bondad, la inocencia, la compasión y el amor.

El Amor incondicional ya existe dentro de nosotros, ya que todos tenemos la capacidad de sentir compasión por otro ser humano, solo tenemos que abrir un poco más el abanico. Si se siente con uno, se puede sentir por todos, solo hay que ver a los demás como si fueran uno mismo.

Cuando el ser humano Ame a todos, con el mismo Amor que la mamá siente hacia su bebé, estará acercándose a la máxima expresión del Amor.

jueves, 9 de febrero de 2017

¿Por qué no soy feliz? Creencia y carácter

La creencia y el carácter son inversamente proporcionales.
Es necesario abandonar la creencia,
e instalarse en la sabiduría del que se sabe Hijo de Dios.
En la sabiduría del que se sabe hermano del resto de hombres.

Cuando una persona está más o menos bien, con un poco de voluntad, con algo de trabajo, con mucha perseverancia y con una buena dosis de paciencia, puede practicar alguna de las muchas técnicas que se enseñan en la actualidad, (meditación, yoga, talleres, conferencias, lecturas, oración, técnicas de respiración, etc., etc.), para tratar de llegar a su interior y poder así ponerse en contacto con su corazón. Es entonces cuando se puede conectar con ese “algo” desconocido, que va a permitir a la persona sentir más paz y serenidad. Ese algo desconocido es su propia esencia. Ese algo desconocido es su alma. Ese algo desconocido es Amor. Ese algo desconocido es Dios. Y ese es el principio de la felicidad, ya que lo que importa a la persona, ya sea para ella, bueno o malo, no la ata a través del pensamiento veinticuatro horas al día. Si es agradable, lo disfruta cuando lo tiene; si es desagradable lo sufre el momento de tenerlo delante, pero no al momento siguiente, porque ha vuelto a su interior.



         Pero ¿Qué pasa cuando la persona está mal?, ¿Qué pasa cuando la persona vive las veinticuatro horas del día sumergida en su pensamiento de dolor? Es igual que la razón del dolor sea real o imaginario. Podemos considerar razones reales de sufrimiento: una enfermedad, una carencia tangible, la desaparición de un ser querido, o el engaño de su pareja, solo por nombrar los más comunes. Mientras que las razones imaginarias son las que están atadas a la consecución de los deseos o a la no materialización de creencias. Ejemplo de sufrimiento por no conseguir aquello que se desea, puede ser estar en un trabajo que no le gusta a la persona deseando otro diferente, y ejemplo de no materialización de creencias, puede ser permanecer soltero cuando se desea tener una familia compuesta por una pareja y unos hijos, ya sea por propia creencia o por presión del entorno, (en algunos países esta presión puede ser muy fuerte).

         Cuando la persona está mal, además de la voluntad, del trabajo, de la perseverancia y de la paciencia, es necesario el reconocimiento de la persona de que está mal, pero no es tarea fácil, ya que para ella es normal sentirse como se siente: “Cómo va a sentirse bien si no tiene pareja, o si tiene un trabajo que considera indigno o…”. Hasta que no reconozca que su sufrimiento puede desaparecer, por ser un producto de su pensamiento y tome la decisión de poner remedio, no tiene mucha solución, y es mejor esperar a que la persona madure en su carácter y sea consciente del daño que se está infringiendo a sí misma.

         A las personas les gustaría tener resultados inmediatos y esa es la razón del abandono del trabajo que están realizando para conseguir su bienestar, en un elevado número de practicantes. Pero tienen que saber que la felicidad, como el Amor, como todo en la vida física tiene grados. Si consideramos “cero” la carencia absoluta de felicidad, y “cien” la felicidad total, no se puede pasar de cero a cien en tres segundos como si se tratara de un vehículo deportivo. Es un trabajo constante, es un trabajo de tiempo, es un trabajo de vidas, de muchas vidas.

Con independencia de que la persona supedite su bienestar a la consecución de sus objetivos, reales o ficticios, existe otra razón: El desconocimiento de “lo que ella misma es”.

         Cree el hombre, que es un ser independiente, llegado a la vida por accidente, y sabe, eso no es una creencia, que es finito. Este conjunto de creencias sobre sí mismo, y su propia caducidad, es lo que le hace buscar un sentido a la vida, y como no lo encuentra, lo cual es normal en la sociedad actual, es cuando se refugia en sus propios deseos y en sus propias creencias. Como cree que es un ser independiente desligado de Dios, (aunque en Él creen la práctica totalidad de los seres humanos), tiene que protegerse y proteger lo suyo frente al resto de mortales. Esta es la razón de la desigualdad, del hambre y la opresión.

         Casi todos los seres humanos creen en Dios, aunque ese Dios no sea igual para todos, ya que depende del lugar del planeta en el que hayan elegido nacer, lugar en el que se van a encontrar una u otra creencia fomentada por la religión del lugar.

         El hombre se mueve por creencias. El hombre necesita creer más que saber, y una vez asentadas sus creencias, puede morir por ellas. Y ni tan siquiera se le va a pasar por la cabeza de que solo es una creencia, tan inútil como la creencia del que cree lo contrario. Como el carácter es la colección de creencias y hábitos de hombre, bien se puede afirmar que, “a mayor creencia, mas inmadurez de carácter”. Y de la misma manera que existen creencias individuales, existen creencias de grupos, e incluso de naciones: Esta es la razón de los desencuentros, de los enfrentamientos, de los nacionalismos y las guerras.
 
         Es necesario abandonar la creencia, madurar el carácter e instalarse en la sabiduría. En la sabiduría del que se sabe Hijo de Dios. En la sabiduría del que se sabe hermano del resto de hombres. En ese momento se termina la desigualdad, la opresión, los enfrentamientos, los nacionalismos, el hambre y las guerras.

         Teóricamente todos los hombres repiten como papagayos que son Hijos de Dios, pero no llegan a la comprensión de tal afirmación.

         Para ello….,

Continuará………………   

     

martes, 7 de febrero de 2017

Creer o saber


PERLAS PARA EL ALMA




            El hombre necesita creer más que saber, y una vez asentadas sus creencias, puede morir por ellas. Y ni tan siquiera se le va a pasar por la cabeza de que solo es una creencia, tan inútil como la creencia del que cree lo contrario. 

lunes, 6 de febrero de 2017

Por qué no soy feliz?

“Amar” de manera incondicional,
es una facultad del corazón,
                  mientras que amar, mezcla de apego y deseo,
es una proyección de la mente.

         Si respondemos a la pregunta de ¿Por qué no soy feliz?, diciendo que “Porque no quieres”, es posible que seamos lapidados como si hubiéramos retrocedido dos mil años en el tiempo.

         ¿Cómo es posible que alguien pueda decir de otra persona que, si no es feliz es porque no quiere, cuando lo que busca cada ser humano, casi con desesperación es, precisamente eso, la felicidad? Y la busca en cada nueva relación que inicia, en cada número de lotería que juega, en cada oposición que prepara con esmero, en cada curriculum que rellena con mimo, en cada moneda ahorrada para las próximas vacaciones, o en cada reunión familiar o con amigos. En fin, parece que cada actividad “extraordinaria” del hombre está encaminada a conseguir la felicidad. Y decimos extraordinaria, porque la rutina diaria es, justamente, lo que parece que le separa de la felicidad: El trabajo, la relación de pareja o cumplir los compromisos, solo por mencionar alguna de las rutinas del hombre.



         Pero…, ¡Oh!, que pocos parecen conseguirla.

         Y nos preguntamos: ¿No será que no saben realmente lo que es la felicidad?, o ¿No será que no saben dónde buscar?, o ¿No será que confunden la felicidad con la euforia?

         Aunque es posible que lo hayan leído un millón de veces, y que se lo hayan comentado otro millón, lo repetimos una vez más: “La felicidad es un estado interior”. Eso quiere decir que todo aquel que asocie su felicidad a la consecución de sus deseos, y crea que la felicidad está fuera esperándole en forma de naranja, “de media naranja”, en forma de fajo de billetes, en forma de un diploma conseguido por su hijo, en forma de “Ferrari”, en forma de palacete veraniego, unido todo eso a una salud de hierro personal y de sus seres queridos, está abocado a la infelicidad, al sufrimiento, al dolor, a una vida anodina, a una vida de ansiedad esperando no sabe muy bien qué.

         Porque piensen por un instante, si hoy les toca una millonada a la lotería, que les hace inmensamente felices, pero mañana contraen una enfermedad grave, puede que incluso terminal ¿Dónde quedaría la felicidad de los millones conseguidos?

         Asociar la felicidad a estímulos externos, la hace caduca porque en un instante pueden cambiar las condiciones externas y verse de nuevo abocados a la infelicidad. Han de conseguir ser felices con la pobreza y con los millones, con la buena salud y con la enfermedad.

         Lo que denominan felicidad después de conseguir que les toque la lotería es un momento de euforia, y podríamos definir como abatimiento encontrarse cara a cara con la enfermedad grave.

         La euforia es la cresta de una onda, y el abatimiento el valle. Entre la cresta y el valle, en el centro, se encuentra la felicidad. Y ese centro está en el interior del hombre. Ahí hay que llegar, porque es en él donde se encuentra la felicidad.

         Ese centro es el chakra cardíaco del ser humano. Es el centro del amor, de la compasión, de la dulzura, de la ternura, de la misericordia, y se encuentra alejado de euforias y abatimientos.

         Es feliz quien “Ama”. No quien cree que ama. ¿Tienen dudas de la diferencia entre “Amar” y amar? Digamos solo que es “Amar”, y sabrán que amar, es…, otra cosa, que suele llevar directo a la infelicidad. “Amar” es dar, es entregarse, es no juzgar, es no criticar, es compartir, es ayudar, es libertad. Quien “Ama” no entiende de celos, ni de envidias, ni de egoísmos, ni de proyecciones personales. Quien “Ama” siempre se coloca en el lugar del otro. Quien “Ama”, lo hace para siempre, en la vida y al otro lado de la vida. Un ejemplo: La mamá “Ama” a su bebé recién nacido, mientras la esposa ama a su esposo. (Ya sabemos que hay excepciones, pero son eso, excepciones).

         “Amar” de manera incondicional es una facultad del corazón, (del chakra cardíaco), mientras que amar como hacen los hombres, mezcla de apego y deseo es una proyección de la mente.

         Por lo tanto, si quieren ser felices, si quieren permanecer en el centro, alejados de euforias y abatimientos, han de viajar al corazón, han de llegar a su centro.


     ¿Cómo? Saber quién eres y aceptar la vida son dos de las claves que iremos desgranando en próximas entradas.


La moneda de la vida



lunes, 30 de enero de 2017

Yo Soy Uno con Dios

Continuación de la entrada “El origen del hombre”

A pesar de saber de qué todos los hombres van a llegar a la unión del Dios, aquellos que entienden e integran la razón de la vida, pueden acelerar el proceso y ahorrarse un buen número de vidas y, por ende, muchos momentos de sufrimiento. Porque ¿Cuántos de los que estáis leyendo esto os consideráis plenamente felices, o parcialmente felices, o un poco felices, o felices a ratos? Y, además, ¿Sois conscientes de esos momentos de felicidad?

En la “Meditación de los corazones gemelos”, meditación que se realiza en Pranic Healing, que es una técnica de sanación y crecimiento, en dos momentos específicos de la meditación se pide recordar un momento feliz. Pues, aunque parezca increíble, hay un porcentaje muy alto de personas que cuando comienzan a realizar esta meditación comentan que les resulta complicado encontrar un momento feliz. Y si quieren encontrar dos, ya es casi una misión imposible.



Y no es cierto, porque sí que existen muchos momentos felices en las vidas de las personas. Lo realmente dramático es que muchos están tan enfrascados en su sufrimiento que no son conscientes de esos momentos, que permanecen escondidos y olvidados en algún cajón de la mente y, por supuesto, si son incapaces de reconocer esos momentos, está claro que para ellas “no existen”.

El problema real es que los seres humanos no saben, en un alto porcentaje, que es la felicidad. Creen que la felicidad son esos momentos de euforia que sienten cuando consiguen la realización de un deseo, bien sea material o emocional.

Pero la felicidad no tiene nada que ver con la consecución de los objetivos que cada persona programa en su mente, fruto, casi siempre, de sus creencias erróneas. Creencias que han sido inculcadas a lo largo de los tiempos por las sociedades en las que han elegido vivir.

La felicidad es un estado interior, es un estado de paz y serenidad al que se llega cuando se aceptan los vaivenes de la vida, cuando se acepta al resto de personas que comparten su encarnación, tal como son, sin intentar cambiar nada en ellos. Se llega a ese estado cuando no se ponen esclusas para detener la vida, y se deja que esta siga su fluir, disfrutando o sufriendo cada momento, porque está claro que la vida no es un camino de rosas, pero tampoco es un valle de lágrimas, (todo es según el color del cristal con que se mira). Pero sea como sea el momento, bien de alegría, bien de dolor, se ha de vivir sin atarse a esa emoción, sin atarse a ese momento, porque al momento siguiente el suceso pasó, y no hay que alimentar ni el goce ni el dolor con el pensamiento.

Y sobre todo se llega a ese estado cuando se vive en Dios, cuando se es consciente de la propia divinidad, cuando se acepta otra creencia distinta a la que presenta la sociedad y que la mente ha hecho suya. Y esa otra creencia es la de que se ha elegido la vida para acelerar el proceso de unión con Dios.

Existen en la actualidad infinidad de técnicas para conseguir un sinfín de beneficios, asociados todas ellos no solo a la mejora integral del ser humano: mejor salud física, mejor salud emocional, o mejor salud mental, sino también técnicas para satisfacer cualquier deseo material.

Con todas estas técnicas, si la persona se involucra, (que no siempre es así, aunque parezca difícil de creer), consigue, con algunas limitaciones, aquello que se publicita en la técnica. Puede liberar la mente de pensamientos dañinos, se puede liberar del estrés, de la ansiedad y de sus miedos, solo por nombrar algunas de las perniciosas emociones que corroen al hombre actual.

Sin embargo, existen ciertas limitaciones que impiden que se consigan al cien por cien los beneficios que genera la práctica de dichas técnicas. Esas limitaciones vienen dadas por el Plan de Vida.

El Plan de Vida es el contrato con el que cada alma se compromete antes de viajar a la vida, y en él existen aspectos que se tienen que cumplir en cualquier circunstancia, ya que son los pilares sobre los que se asientan las experiencias más importantes que necesita vivir el alma encarnada.

Por lo tanto, si a pesar de todos los esfuerzos no se consigue aquello que se busca, solo le queda al hombre “aceptar” la situación de vida, ya que dicha situación ha sido minuciosamente organizada y planificada por él mismo antes de su llegada a la materia. Sin embargo, si con su esfuerzo no consigue todo lo que desea, si conseguirá, no empeorar la situación y eso ya es una ganancia.

Ya tiene así el hombre la felicidad al alcance de la mano, solo tiene que hacer valer su voluntad y su trabajo para la realización de las diferentes técnicas que necesite según sea su situación, y utilizar la propia fortaleza para aceptar las situaciones que no puede cambiar.

Pero después de todo esto, sería conveniente hacerse una pregunta, ¿Dónde queda Dios?, ¿En qué beneficio de qué técnica se Le puede encontrar?

Se Le puede encontrar de manera subliminal en todas las técnicas, que llevan al hombre a la introspección, es decir en la observación que cada persona hace de su propia conciencia o de sus estados de ánimo para reflexionar sobre ellos, porque el camino más corto que puede realizar el hombre para llegar a Dios es viajar a su propio interior, abandonando los pensamientos, apostatando de sus creencias, liberándose del miedo de ser divino.

Para acercarse a Dios de manera más rápida, se pueden añadir dos técnicas más, que además van a llevar a la persona a un estado de paz y de serenidad desconocidas:  
1)    El pensamiento consciente, mantenido en la mente el mayor tiempo posible: “Yo Soy Uno con Dios”.
2)    Ante cualquier situación hacerse antes de actuar la pregunta: “¿Cómo lo haría Dios?”, y actuar en consecuencia. (Por supuesto en este punto hay que olvidarse de religiones. Recordar que Dios ama a todos por igual: A los ateos, a los asesinos, a los ladrones, a los practicantes de cualquier religión, a las prostitutas, a los divorciados, a los homosexuales, a los curas, a los pedófilos, en fin, a todos. Todos somos iguales para Dios).


¡Feliz viaje de regreso a Casa!