La
humanidad actual necesita de mucha ayuda para despertar y cambiar su vibración,
y poder así despegarse del cuerpo y acercarse al alma, para aprender a Amar,
para servir a sus hermanos, para acercarse a Dios.
Para
ofrecer esa ayuda son necesarias cuantas más personas mejor, y colaborar así, siguiendo
el Plan Divino, en la sanación de los cuerpos y el despertar de los egos, que
es la llave que abrirá la coraza de los corazones, corazones que son los
instrumentos y mensajeros del alma, y vehículo de transporte hacia la divinidad;
divinidad que es la misma en todos los habitantes del planeta.
Terapeutas
o no, todos somos importantes en esta tarea, todos somos a la vez alumnos y
enseñantes, terapeutas y pacientes, ya que cada persona necesita algo diferente
a las demás, algo consustancial con su momento y su nivel de crecimiento y
evolución.
Pero todos, sobre todo los que están un poco
en contacto con su corazón, han de realizar esta sagrada tarea con amor, con
compasión, con misericordia, con dulzura. No puede alguien que se hace llamar
terapeuta, sanar y arreglar con una mano, y enfermar y desarreglar con la otra.
No es lícito que un terapeuta que se dedica a colaborar en la sanación de otros,
provoque con su comportamiento desarreglos emocionales en otras personas, que
curiosamente suelen ser los que se encuentran más próximos.
Eso
sólo es un signo de inmadurez, y no son conscientes de que el Karma liberado
por la sanación, queda disminuido o minimizado ante el Karma generado por su
comportamiento.
Es
necesario que un terapeuta de la Era de Acuario sea ejemplo de vida para sus
pacientes, para sus amigos, para su familia, para todos los que le rodean, en
su caminar por la vida. La meditación y el trabajo interior, han de ser las
primeras actividades que cada terapeuta debe realizar en su día. Antes de
intentar colaborar en cualquier sanación, ha de trabajar en la suya propia.
Tampoco
es lícito para un terapeuta “pasar por lo que no se es”, y hacer creer a los
demás en títulos que no se ostentan o en cualidades que no se tienen. Vivo en
un país hermoso, con gentes maravillosas, pero con problema de “titulitis”,
aquí es más importante el titulo que la persona, hasta el extremo de llamar a
las personas por su titulo antes que por su nombre. Esto puede llamar a engaño,
sobre todo si el terapeuta no deshace el malentendido y explica que sólo es un
terapeuta. No puede, ni debe un terapeuta arrogarse un título indebido, como
por ejemplo hacerse llamar “doctor” cuando su especialidad son los masajes.
También
nos encontramos, en todo el mundo, con la costumbre de llamar “maestro” a
alguien que sólo dirige una meditación, o da una charla sobre cualquier tema
“espiritual”. Un Maestro es alguien que ha alcanzado la realización. No hay
muchos encarnados, y casi nadie de los que transitamos por la vida podemos
calificarnos con el título de maestro, y no sólo eso, sino que ni tan siquiera
debemos permitir que nos nombren como tal, ya que “quien calla otorga”.
Ser
terapeuta o sanador comporta mucha más responsabilidad de la que muchos puedan
creer. La actitud de un terapeuta ha de ser recta, clara y honesta en todas las
facetas de la vida. Ha de ser ejemplo de vida, ha de ser amoroso y respetuoso
con todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario