No sabemos, o si lo sabemos no
actuamos como tal, que somos seres divinos, que venimos de Dios y hemos de
volver a Dios, y todo nuestro trabajo en el cuerpo, no es más que recuperar esa
memoria perdida, perdida al poco tiempo de tomar contacto con el cuerpo físico.
Es justo empezar a “tener uso de razón”, y perder de vista la razón de nuestra
visita a la materia. Y ni la sociedad, ni nuestros modelos pueden ayudarnos a
no perder la memoria, porque ellos mismos la tienen perdida.
Ante esto, que sólo es una pérdida de
memoria, acudimos a la medicina tradicional, que normalmente nos receta
medicamentos para esconder la depresión o la tristeza, o acudimos en busca de
terapeutas alternativos, que nos colocan agujas para que circule la energía, o
colocan sus manos, o piedras para equilibrar nuestros chakras, o nos limpian
con ramas, con huevos, con humo, y con un sinfín de cosas más. Y nos sentimos
bien, o al menos mejor. Pero al cabo de cierto tiempo, vuelven los mismos o
parecidos demonios. ¿Por qué?, pues sencillamente, porque la causa,
normalmente, sigue en la persona.
Otras veces, también queremos curar
nuestros males acudiendo a clarividentes o adivinos. Pensamos que sabiendo cual
será nuestro futuro, sanaremos nuestro pasado. Nada más lejos de la realidad,
aunque puede ser que nos den alguna pista para poder iniciar nuestro trabajo de
sanación, pero la palabra trabajo, sobre todo si se refiere a un trabajo
interior, es casi una palabra maldita.
“Sólo es capaz de sanarse, a si
misma, la propia persona”, el terapeuta es un mero acompañante o ayudante en el
proceso de sanación. La persona que no llega a la comprensión de esta máxima,
volverá a sentir la manifestación de su problema emocional, o de un problema
parecido, al cabo de no mucho tiempo.
La limpieza de la energía negativa y
de los bloqueos en el cuerpo energético, la energización y el equilibrado del
cuerpo energético, al igual que las pastillas, si no han conseguido que la
persona sea consciente e intervenga en su propia sanación, no conseguirán más
que una mejoría temporal, y que los desequilibrios vuelvan a manifestarse como
al principio. Todo eso, que es el inicio de la sanación, y es el impulso
necesario para que la persona se encamine en pos de unas emociones sanas, se
queda en nada.
Decía en el primer párrafo de la
entrada anterior, que son varias las causas de los desequilibrios emocionales,
pero que la solución sólo es una.
La solución pasa por que la persona
se responsabilice de su propia vida, aprenda a “aceptar la vida tal cual es”, y
entienda que “todo está bien”. La vida, y los sucesos que en ella acaecen, no
son ni buenos ni malos, no son ni hermosos ni feos, no son ni alegres ni
tristes, no son ni dulces ni amargos. La vida SOLO ES. Cualquier otro
calificativo, cualquier tipo se sentimiento hacia cualquier acontecimiento de
la vida, sólo es un proceso de la persona. Lo que es blanco para uno, es negro
para otro, sin embargo, insisto, la vida no es ni blanca ni negra, sólo es, y
no hay ningún acontecimiento que sea más importante que otro, la importancia se
la da la persona, de la misma manera que puede sentir amargura o felicidad.
El que “todo esté bien”, no es un
estado mental, es un proceso interior, es un concepto interiorizado en el ser,
es algo hecho sangre. De la misma manera que no tenemos que pensar en cómo
abrir la boca para comer, ya que es algo innato, tampoco tenemos que pensar en
cada situación que se presente que “todo está bien”, ha de ser también innato.
Ante cualquier situación, la reacción ha de ser neutra, ni alegría, ni rabia,
ni tristeza, ni euforia, ni miedo, ni crítica, nada, ha de ser neutra, o lo que
es lo mismo, “todo está bien”. La interiorización de este concepto, es algo
consustancial con el carácter de la persona, caracteres maduros y construidos
lo asumen, y actúan desde esa interiorización sin más; mientras que caracteres
débiles e inmaduros no asumen nada más que su propio dolor, su propia alegría,
y un sinfín de emociones más, desbocadas tanto por arriba, como por abajo.
(Continuará……….)
Gracias Alfonso. Se te echa d menos. Maria Serrano
ResponderEliminar