Si a un
hambriento le colocas delante un plato de comida, se lo come seguro; si a un
sediento le pones un vaso con agua, también se la bebe seguro; de la misma
manera que si le regalas dinero a alguien con problemas económicos, no va a
dudar ni un instante en aceptarlo, como si ofreces un trabajo en el que habría
que trabajar muchas horas, pero que sería magníficamente recompensado con un
gran sueldo, sería también aceptado con los ojos cerrados. Pero si a alguien
con problemas emocionales, que son los problemas que azotan a la inmensa
mayoría de la sociedad, le ofreces la posibilidad de liberarse de esos traumas
emocionales, con un ejercicio que no cuesta dinero y que le ocuparía no más de
quince o veinte minutos diarios, la respuesta será que no tiene tiempo, que no
sabe, que no puede, que le faltará continuidad en el tiempo, y mil razones más.
El ejercicio, en cuestión, sería la
meditación y mantener pensamientos positivos conscientes en la mente para
evitar los nefastos pensamientos que con su energía negativa están perjudicando
a la persona. Pero para eso habría que conseguir derribar las barreras de los
hábitos, de las creencias, del estrés, de los rechazos, de los miedos, del que
dirán, de su falta de tiempo, de su falta de voluntad, de su poca paciencia, de
su falta de madurez, de la debilidad de su carácter y de los millones de
excusas que va a plantear su mente que no quiere perder el control.
Ante esto,
no queda más remedio que preguntarse: ¿Es realmente el ser humano un animal
racional?, ¿cómo es posible que sea capaz de trabajar duro, de sol a sol, a
cambio de un sueldo y no sea capaz de dedicarse a si mismo quince minutos de un
día de veinticuatro horas para conseguir la estabilidad emocional, cuando además
en una actividad completamente gratuita?
El ser humano que es una dualidad
compuesta por materia y espíritu, está, completamente, descompensado: Es, en la
mayoría de los casos, 90% materia y 10% espíritu, cuando debería de ser 50%
materia y 50% espíritu. Porque nadie nos pide que renunciemos a la vida, a la
diversión, a la alegría, sólo habría que entrar en el propio interior quince
minutos al día. ¡Es terrorífica nuestra sociedad!, ¡No tiene tiempo!, cuando, a
lo peor, se pasan más de quince minutos mirando televisión.
Y el problema añadido es que estas
personas están encargadas de la educación de menores, bien porque sean padres,
educadores, o simplemente amigos o parientes de esos menores. El mejor
aprendizaje de un niño es el ejemplo. ¿Qué ejemplo pueden recibir nuestros
niños de una sociedad tan irracional y material?, ¿qué tipo de educación?, ¿qué
tipo de enseñanza? Ninguna. Están haciendo adultos, mental, física y
emocionalmente enfermos, como sus enseñantes.
Espero que al menos al otro lado de la vida nos exijan algún tipo de
responsabilidad por tan gran despropósito. Bueno, no. Ya sé que al otro lado de la vida no se exige nada, pero si que nos la vamos a exigir, nosotros mismos, a la vuelta a la materia. Ahí nos encontraremos otra vez con más de lo mismo. ¿Hasta cuando?, pues hasta que aprendamos. Así que, ya que estamos aquí, aprendámoslo ahora, y en la próxima vida podremos hacer otras cosas.
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