Es difícil de
explicar, y por lo tanto difícil de entender, el cambio que se produce a nivel
de percepción, del alma que vive libre en el seno del Padre y la que vive
encarnada. Pero podemos intentarlo.
En realidad,
la percepción del alma es la misma, pero el alma encarnada envuelta en la
materia y en la personalidad del ego, no parece tener gran influencia en el
desarrollo de la vida física. No puede, se encuentra atada y amordazada, mientras
que una vez libre de sus envolturas, con la desaparición del cuerpo recupera su
libertad expresando de nuevo su divinidad.
Comencemos
por el principio. El alma organiza su próxima vida, acompañada de guías, de Maestros,
y de las almas que van a compartir con ella la vida física. El alma es
totalmente consciente de su recorrido en la materia recordando todas sus vidas
anteriores.
Quiero hacer
un aparte antes de seguir, para aclarar que no es que el alma recuerde, no lo
necesita. No existe el tiempo en la vida fuera de la materia, ya que el tiempo
solo es una percepción del ego. Por lo tanto al no existir el tiempo puede ver,
en tiempo presente todo lo ocurrido en cualquier tiempo y en cualquier espacio.
Es al encontrarse maniatada en la materia cuando ha de recordar.
La
organización de una vida es una tarea muy compleja, ya que en esa organización tienen
que acoplarse todas las tareas que han de realizar todas y cada una de las
almas que van a compartir la vida física con ella. Y no solamente se ha de organizar
una opción de vida, se han de organizar varias, para poder abarcar los distintos
cambios, que son muchos, que puedan ocurrir generados por el libre albedrío de
los egos que comparten la encarnación.
El estado
habitual del alma es permanecer fuera del cuerpo, ya que en el cuerpo solo se
encuentra durante cortísimos espacios de su eternidad. Pues en ese estado fuera
del cuerpo, el alma es total y absolutamente consciente de lo que ha vivido, de
lo que le queda por vivir, de lo que ha aprendido, de lo que le falta por
aprender, de lo que debe y de lo que le deben, y la planificación de su vida
está ligada a todo ese bagaje, eligiendo padres, hermanos, parejas, hijos,
nietos, amigos, países, situaciones, trabajos, etc., etc. El alma, si de ella
dependiera, trataría de abarcar cuanto más mejor, para terminar en una vida
física todo su trabajo, pero los seres que la acompañan en su programación, únicamente
la dejan que planifique el aprendizaje y la liberación del Karma que podrá
soportar. Intentar más sabiendo que el ego sería incapaz de llevarlo a buen
puerto seria un sufrimiento inútil.
Cuando llega
el momento de encarnar, el alma carga con la mochila de los miedos y de las
emociones que va paseando vida tras vida para liberarse de ellos, y es cuando
el ego recibe esa mochila, que comienza el calvario del alma. Envuelta por la
materia, amordazada y maniatada, no puede hacerse oír para que el ego entienda
que el sufrimiento y el miedo que comienzan a atenazar su existencia, solo son
herramientas para su propio crecimiento.
La minuciosa
programación realizada antes de la vida, se ve amenazada, truncada y parcelada,
con lo que el alma comprueba que no solo no va a avanzar ni un milímetro, sino
que puede cargarse con más Karma para liberar en vidas futuras.
El alma
intenta hacerse oír, enviando imputs al corazón para que el ego aprecie las
intuiciones, que son el lenguaje del corazón, pero nada. Lo reintenta haciendo incluso
enfermar físicamente al cuerpo, pero tampoco
tiene éxito.
Es tan
fuerte la forma de pensamiento de separación de Dios que la sociedad ha creado
como un halo rodeando la Tierra, que son pocos los egos que intentan mantener
en silencio su mente para escuchar a su corazón, e incluso estos, que tienen
acceso a las intuiciones, las malogran en un ochenta por ciento al pasarlas por
el arel de la mente.
Para el alma
la muerte del cuerpo es una liberación, y una vez de vuelta al seno del Padre
comienza una nueva etapa, una nueva planificación.
Esta es la
diferencia entre el alma libre y el alma encarnada. Una sabe que es divina y
disfruta su divinidad. La otra encerrada en la mazmorra del ego, sabe de su
divinidad pero no puede disfrutarla si no consigue que la disfrute el ego, lo
cual es muy difícil en casi todos los seres humanos.
Si has
llegado hasta aquí, intenta mantenerte en silencio el mayor tiempo posible. Haz
que la meditación sea un hábito en tu quehacer diario, y date permiso para
escuchar a tu corazón que sólo habla al dictado del alma. Y el alma solo
expresa su Divinidad.
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