Puede parecer
que estamos solos con nuestras circunstancias, o que nuestro destino depende de
una decisión a la que no tenemos alcance, o que las cosas que hacemos cada vez
salen de mal en peor.
A pesar de
nuestros ruegos, las situaciones no cambian. No parece haber una salida.
Pero no es así.
Cada acontecimiento, por nimio que nos parezca esta perfectamente organizado y
planificado, por nosotros, antes de llegar a la vida.
A veces,
enfrentamos situaciones desafiantes o dolorosas, pero solo son parte de nuestro viaje hacia el amor
incondicional. El aprendizaje y el crecimiento personal a menudo ocurren en
medio de las dificultades. Es como si estuviéramos escalando una montaña en un
videojuego y cada paso tiene un propósito: completar el nivel.
Es justamente
esa desastrosa situación la que habíamos previsto para conseguir avanzar en
nuestro peregrinaje hacia el amor incondicional. Algo que no es material y que,
una vez conseguido, hará que cambie, por completo, la situación.
En cuanto al
tiempo que va a durar la adversidad que nos envuelve, no es solo una cuestión
de cronología. El aprendizaje y la evolución espiritual no están atados a un
reloj. A veces, el camino puede sentirse solitario y desértico, pero no estamos
solos, porque Dios está con nosotros en todos los jugares y durante todo el
tiempo.
La fe y la
esperanza de que eso es lo que necesitamos en este momento, nos sostienen
incluso cuando todo parece oscuro.
Recuerda,
por tanto, que nuestras circunstancias, decisiones y destino están
entrelazados. Aunque no siempre entendamos, completamente, el propósito detrás
de cada situación, podemos confiar en que hay un propósito mayor en juego. Así
que sigamos avanzando, aprendiendo y buscando ese amor incondicional que
transformará nuestra realidad.
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