Había un
tiempo, antes del tiempo, anterior a la vida, anterior a cualquier Ser
manifestado, en el que todo era Dios, solo Dios. Todo era un Principio
Omnipotente, Eterno, Sin Límites, Inmutable, todo lo que existía era la Energía
Divina, todo lo que existía era la eternidad del Universo, en el que aparecían
y desaparecían mundos, como si del flujo y reflujo de las mareas se tratara.
No había en
ese tiempo más Alma que el Alma Suprema. No había almas individuales, no había
existencias independientes. Y así
fue hasta que las Chispas Divinas brotaron del Alma Superior.
No existía el tiempo, ya que este es sólo una ilusión producida por la
sucesión de nuestros estados de conciencia en nuestro viaje a través de la Vida
Eterna, y no existe donde no existe conciencia porque no puede producirse la
ilusión. No había Almas, no había conciencia, no había tiempo.
No existía y tampoco existe ahora, lo que denominamos presente, ya que
este es solamente una línea que separa la parte de la Vida Eterna que llamamos
el futuro, de la otra parte que llamamos el pasado.
Nada hay en
la Tierra que tenga verdadera duración, pues nada permanece sin cambio, nada es
lo mismo durante la billonésima parte de un segundo; y la sensación que en
realidad experimentamos de la división del tiempo, tiempo que se conoce como presente,
nos viene de la impresión momentánea de las cosas que nuestros sentidos nos
comunican al pasar dichas cosas por la conciencia de lo que nuestra ilusión, denomina
el futuro, a la región de los recuerdos a la que damos el nombre de pasado.
Las personas
y las cosas reales, efectivas, tangibles, no son únicamente lo que se ve en
cualquier momento dado, sino que están constituidas por la suma de todas sus
condiciones, condiciones de todo tipo, condiciones cambiantes, desde el momento
que aparecen en su forma física en la Tierra, hasta que desaparecen de la materia
del plano físico.
Estas “sumas
totales” existen de todas las cosas de la eternidad en el futuro, y pasan
gradualmente a través de la materia para existir en el pasado. Imagínate una
piedra: Existe, la ves, la puedes tener en la mano, puedes sentir su forma, su
textura, puedes ver su color. (Podríamos decir que es el tiempo que las
personas y las cosas se encuentran en su estado físico). Pues ahora, tira la
piedra al mar. Has dejado de verla, has dejado de sentirla. (Es el tiempo que
las personas y cosas pasan a su estado “no físico”). ¿Quiere decir que no
existe?, no, sencillamente no existe para ti, pero la piedra sigue ahí, ahora
bajo el mar. Pues así sucede a las personas y a las cosas que, cayendo de la
materia a la “no materia”, se presentan momentáneamente a nuestros sentidos,
conforme van pasando a través del tiempo y el espacio, en su camino de una a
otra eternidad; y son estas eternidades y el espacio entre ellas, lo que constituye
la totalidad de la Vida, Vida de la que únicamente somos totalmente conscientes
cuando nos encontramos fuera de la materia, ya que en ella solo seremos
conscientes de la vida en la materia.
Nuestras
ideas, acerca de la duración y del tiempo, son todas derivadas de nuestras sensaciones.
Todo es
ilusión.
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