Recuerde esto.
Cuando las personas escogen el
retirarse del fuego,
el fuego continua dando calor, pero
ellos se enfrían.
Cuando las personas escogen alejarse
de la luz,
la luz continua siendo brillante, pero
ellos están en la oscuridad.
Esto es lo mismo que pasa cuando la
gente se aleja de Dios.
San Agustín
La humanidad, o mejor, para no ser
catastrofista, una parte importante de ella, se encuentra separada de Dios, se
encuentra sumergida en un sueño, se encuentra sumergida en el sueño de la vida,
viviendo una ilusión, viviendo una fantasía, sin ser conscientes de su origen,
sin ser conscientes del camino por el que han de transitar, sin ser conscientes
de quienes son sus compañeros de viaje, sin ser conscientes de su equipaje, sin
ser conscientes de su destino. Esa parte importante de la humanidad se
encuentra dentro de una burbuja tratando de defender su espacio, a capa y
espada, contra todo aquel o todo aquello que pueda suponer un peligro para la
estabilidad de su burbuja.
Al vivir
separados de Dios los seres humanos buscan unirse a algo, y en su sueño
calibran cual puede ser la unión más fructífera para ellos, cual la más cómoda,
cual la menos dolorosa, cual la que les va a proporcionar una vida plena y
feliz. Pero está claro que no lo consiguen, ya que si lo consiguieran su vida
sería una vida sin dolor, una vida sin sufrimiento, y son muy pocas las
personas que ante la pregunta de ¿Eres feliz? Contestan “si”, con una sonrisa
que hace que sus ojos bailen al son de la música de esa felicidad que sienten.
Del resto, unos contestan que “si, a ratos”, otros te responden con una
perorata para demostrar que la felicidad no existe, otros te miran de manera
extraña como no entendiendo la pregunta, o preguntándote a su vez ¿Cómo puedes
preguntar semejante tontería?
¿Será entonces que no consiguen vivir
esa vida que desean porque en su maquinación eligen una opción de unión equivocada?
La respuesta es “si”. Los seres humanos buscan uniones desde una perspectiva
errónea. El error consiste en que buscan las uniones, de cualquier tipo, para
satisfacer algo que les atrae de manera inconsciente, el anhelo de paz, el
anhelo de amor, el anhelo de felicidad y el anhelo de unión con Dios, que nace
del alma. Buscan satisfacer ese anhelo en el exterior, lo buscan en el poder,
en el dinero, en los estándares de belleza y moda. Y algo debe de fallar,
porque nadie lo encuentra. Algunos parece que lo consiguen, pero no es
definitivo, puede durar una temporada más o menos larga, pero al final se acaba
y vuelve el sufrimiento.
El anhelo del alma no busca una
satisfacción de un día, de un mes, de un
año y ni tan siquiera de una vida. El alma busca una satisfacción que tenga una
duración igual a la suya, es decir que dure una eternidad.
No parece que nada caduco pueda durar
una eternidad. Por lo tanto hay que buscar en otro lugar, hay que buscar otra
opción que sea duradera, más que duradera, que sea eterna. Y lo podemos encontrar en Alguien tan eterno
como el alma, lo podemos encontrar en Su Propio Creador, lo podemos encontrar
en Dios.
Nada puede apartar de Dios al
espíritu humano. Por lo tanto, el primer trabajo para regresar a Dios es
entendernos a nosotros mismos, y convertirnos en seres espirituales. Un ser
espiritual es aquel que estando en el mundo, entiende que hay una razón de su
estancia aquí, que esa razón es la unión con Dios y que para esa unión necesita
vivir desde su alma.
Vivir desde el alma para regresar a
Dios requiere cierta dosis de consciencia, de trabajo, de voluntad y de
paciencia.
Hemos de vivir una vida de virtud.
Pero ¿Qué es la virtud?, Para Platón, la virtud es “la perfección del alma”, y
para Aristóteles la virtud es una "excelencia añadida a algo como
perfección".
La virtud es un hábito, es un hábito
mediante el cual potenciamos las cualidades del alma, (inclusividad, amor,
alegría y felicidad, participación, soledad, indiferencia espiritual,
impersonalidad, desapego, libertad, serenidad, calma interior, responsabilidad,
sabiduría e intuición), y como todo hábito requiere un aprendizaje y una repetición;
es decir, se requiere voluntad, por lo que bien podríamos decir que la virtud
es una cualidad de la voluntad que, además, supone un bien para uno mismo y
para los demás.
Los buenos hábitos, es decir, las virtudes,
consiguen que se vaya estableciendo el dominio de la inteligencia en la vida
del espíritu, es decir, es utilizar la inteligencia. Los vicios dispersan las
fuerzas de la persona, mientras que las virtudes las concentran y las ponen al
servicio del alma.
Una persona que es perezosa, que
tiene el vicio de la pereza, puede fijarse,
propósitos estupendos, pero es incapaz de cumplirlos: su propósito resulta
derrotado por la pereza, por la resistencia del cuerpo a moverse. ¡Es
imprescindible la voluntad! Voluntad para meditar, voluntad para no juzgar,
voluntad para vivir y ser feliz, voluntad para ser cada día mejor, voluntad
para amar, voluntad para servir a los demás, voluntad……….., voluntad……….,
voluntad.
Una persona que tiene virtudes, es
decir que tiene voluntad, es libre, es mucho más libre que la persona que no
tiene ninguna virtud que es como una hoja movida por el viento. La persona con
voluntad es capaz de hacer lo que quiere, cualquier cosa que decida, mientras
que la otra es incapaz. La persona que no tiene virtudes, que no tiene voluntad,
no decide por sí misma, sino que algo decide por ella.
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