El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 11 de mayo de 2024

El jardín del amor

 


En un rincón olvidado de la ciudad, había un jardín secreto que todos creían abandonado. Pero no lo estaba. En él vivía Emilia, una mujer de avanzada edad con una sonrisa que reflejaba la sabiduría de los años y la bondad de un corazón que había amado mucho.

Emilia había dedicado su vida a cuidar de ese jardín, pero no solo de las plantas y flores que crecían en él. Su jardín era especial porque allí, ella cultivaba el amor incondicional. Cada planta, cada flor, tenía una historia, una promesa de amor eterno que Emilia había hecho a su esposo, Carlos, antes de que él partiera de este mundo.

Carlos había sido el amor de su vida, y juntos habían planeado hacer de ese jardín un refugio para todas las formas de amor. Cuando Carlos falleció, Emilia continuó su legado, plantando una nueva flor por cada acto de amor desinteresado que presenciaba.

Con el tiempo, el jardín se llenó de colores y fragancias, y aunque nadie sabía quién lo cuidaba, se convirtió en un lugar de leyenda. Se decía que aquellos que encontraban el jardín experimentaban una sensación de paz y amor como en ningún otro lugar.

Un día, un joven llamado Mateo descubrió el jardín mientras escapaba de la tristeza de un corazón roto. Emilia lo encontró llorando junto a un rosal y, sin decir una palabra, comenzó a podar las rosas. Mateo la observó, y poco a poco, la serenidad del lugar calmó su dolor.

Emilia le contó sobre Carlos y cómo cada flor representaba un amor puro y eterno. Le habló de la importancia de amar sin condiciones, sin esperar nada a cambio. Mateo escuchó, y algo dentro de él cambió.

Inspirado por Emilia y su jardín, Mateo decidió abrir su corazón de nuevo. Con el tiempo, encontró un amor verdadero, uno que era generoso y libre de expectativas. Y cuando ese amor floreció, llevó a su amada al jardín secreto y plantaron una flor juntos, un símbolo de su compromiso de amarse incondicionalmente.

Emilia sonrió al ver la nueva flor en su jardín. Sabía que su trabajo había dado fruto una vez más. Aunque ella ya no estaría para siempre, su jardín seguiría siendo un testimonio del amor incondicional, un lugar donde el amor verdadero nunca muere.

Esta historia es un homenaje a todos aquellos que, como Emilia, creen en el poder del amor incondicional y dedican sus vidas a cultivarlo. Es un recordatorio de que el amor, en su forma más pura, puede transformar corazones y dar esperanza incluso en los momentos más oscuros.


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