El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 11 de mayo de 2024

El viejo roble (Un cuento sobre el respeto)

 


Había una vez en un bosque encantado, habitado por criaturas de todas las formas y tamaños, un árbol muy especial llamado Viejo Roble. Viejo Roble era el guardián del bosque, venerado por todos los seres que lo habitaban debido a su sabiduría y bondad.

Un día, una disputa estalló entre los animales del bosque. Los conejos reclamaban una porción de tierra que los zorros habían ocupado durante años para construir sus madrigueras. Los zorros, a su vez, argumentaban que habían estado allí mucho antes y que tenían derecho a permanecer en su hogar.

La tensión crecía en el bosque mientras los animales se enfrentaban unos a otros, sin encontrar una solución pacífica a su conflicto. Fue entonces cuando decidieron recurrir al Viejo Roble en busca de consejo.

Reuniéndose alrededor del imponente árbol, los animales expresaron sus quejas y demandas, esperando que él pudiera resolver su disputa. El Viejo Roble los escuchó con atención y luego, con una voz tranquila pero firme, les habló:

"Queridos amigos, en este bosque todos somos iguales en importancia. Cada criatura, grande o pequeña, tiene un lugar y un propósito. El respeto por los demás y por el entorno en el que vivimos es lo que nos permite coexistir en armonía".

Les contó historias de tiempos pasados, de cómo los animales habían trabajado juntos para superar desafíos y resolver conflictos. Les recordó la importancia de escuchar, comprender y respetar las necesidades de los demás.

Con el corazón lleno de sabiduría, los animales del bosque reflexionaron sobre las palabras del Viejo Roble. Entendieron que el respeto no solo implicaba reconocer los derechos de los demás, sino también ser capaces de encontrar soluciones justas y equitativas para todos.

Al final, los conejos y los zorros llegaron a un acuerdo. Compartirían la tierra, construyendo sus hogares en armonía unos con otros. A partir de ese día, el respeto y la colaboración reinaron en el bosque encantado, recordándoles a todos que, sin importar nuestras diferencias, juntos podemos crear un mundo mejor. Y así, bajo la sombra protectora del Viejo Roble, la paz y la armonía florecieron una vez más en el bosque.


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