Tal como somos los seres humanos
parece normal que, si alguien nos ofende nos desprecia o nos humilla, bien sea
con palabras o con acciones, nos sintamos ofendidos, despreciados, humillados,
posiblemente engañados, o robados, o sencillamente defraudados, aunque también
nos podemos sentir ofendidos porque alguien no haya cumplido con nuestras
expectativas, ¡los seres humanos somos así! Y también parece normal que
mantengamos en nuestro interior el recuerdo de tal ofensa, y que no sintamos en
nosotros la necesidad, ni la intención de perdonar tal humillación. ¡Hasta ahí
podíamos llegar!, después de lo que nos han hecho, ¡cómo vamos a perdonar!, ¡a
quien se le puede ocurrir semejante desfachatez!
Pues
a pesar de lo que nos hayan hecho, hay que perdonar, sin tener en cuenta si ha
sido más o menos grave, hay que perdonar. Incluso me atrevería a decir que es
más necesario perdonar cuanto mayor ha sido la ofensa.
La
ofensa que la persona mantiene en su recuerdo, es el caldo de cultivo de la
ira, del rencor, del miedo, del resentimiento, del dolor, de las ataduras, del
odio, del deseo de venganza, y de un montón más de sentimientos negativos.
Todos estos sentimientos negativos son desequilibrios emocionales, que más
pronto que tarde pueden afectar al cuerpo físico.
Si
este libro no tratara de indicar como volver al camino que nos va a llevar de
nuevo a Dios diría que es necesario perdonar por una cuestión práctica, por una
cuestión egoísta, hay que perdonar para encontrarse bien emocional, mental y
físicamente, que así es. Pero como este libro lo que pretende es acercarnos a
Dios, ¿cómo crees que podemos llegar a Dios manteniendo el odio y el deseo de
venganza en nuestro interior? Además, es importante encontrarse bien emocional,
mental y físicamente para poder afrontar con garantías de éxito trabajos como el
fortalecimiento la voluntad o como mantener la atención o meditar, y no
hablemos ya de la aceptación, ya que perdonar es una manera de aceptar la
ofensa, ojo, aceptar no es olvidar.
En
realidad ¿Qué es el perdón?
El
perdón es la liberación de las emociones destructivas que nos atan al pasado de
manera enfermiza.
Es
muy fácil hacernos daño porque existen infinitas razones por las que podemos
sentirnos ofendidos. Nos podemos sentir ofendidos por algo que dicen, y también
por algo que callen, nos podemos sentir ofendidos por algo que hacen y también
por algo que no hacen, nos podemos sentir ofendidos por que nos engañen, porque
nos roben, porque nos humillen, cuando además, es de sobra conocido que con la
sensación que nos queda en nuestro interior nunca se soluciona nada, pero algo
nos hace volver una y otra vez a rememorar la ofensa, avivando ese fuego
interior que ha encendido la ofensa.
Observa
la paradoja: Una persona te hace daño, o hace que te sientas ofendido, con o
sin razón aparente. De hecho, no cuenta la magnitud de la ofensa, lo que cuenta
es lo ofendido que puedas sentirte. Después de eso, esa persona sigue su vida
con normalidad, mientras tu comienzas a rememorar y a relatar, una y otra vez
el daño recibido, lo cual hace que cada vez que lo recuerdes te sientas mal,
porque es como si te ofendieran por primera vez, o incluso más, ya que cada vez
que aparece el recuerdo puedes añadirle más razones al agravio. Para la mente
no existe pasado ni futuro, para la mente siempre es presente. La energía
negativa va creciendo, y puede hacerlo tanto que llegue a afectar al cuerpo
físico. En algún sitio leí que recordar la ofensa y mantener la rabia, la ira y
el deseo de venganza es como tomar una gota de veneno al día, se supone que
esperando que se muera el ofensor.
Que
no es perdonar:
Perdonar no es olvidar,
y no es olvidar porque no se puede borrar de un plumazo un evento, que además
se supone lo suficientemente importante. En la mente se mantiene el registro de
todo lo que pasa.
No se va a
olvidar, pero se ha de conseguir que cuando se recuerde el hecho se haga sin
acritud, sin rencor, como un suceso más de la vida diaria.
Alguien podría
pensar que cuando se dice la tan manida frase “Perdono, pero no olvido”, ya
está perdonado. No es así. Cuando se dice la frase, se hace normalmente con
cara y con tono de ira. Es como si se estuviera esperando cobrar la deuda
pendiente. Y eso, no es perdonar.
Perdonar no es justificar la ofensa. Perdonar
no significa que se eche en saco roto la ofensa, ni que se justifique, ni que
se apruebe. Ni tan siquiera significa que te hagas inseparable, ni tan siquiera
amigo de la persona que te ha ofendido.
Significa
que te vas a desprender de la ira, de la rabia, del odio, del deseo de
venganza. Tampoco significa que no se lleven a efecto las cuestiones legales,
caso de ser necesarias. Que la justicia de los hombres haga su trabajo, que el
Karma haga el suyo, pero en ningún caso vas a estar pendiente de la sentencia.
Todo estará bien.
Para
perdonar no es necesario hacerlo personalmente: Definíamos el perdón como
la liberación de emociones destructivas, y las emociones son energía. La
liberación de las energías destructivas que invaden nuestro cuerpo energético
es un trabajo personal que no se ha de realizar, para nada, con el ofensor.
El
perdón más importante: A nosotros mismos.
El
perdón más importante es aquel que realizamos a nosotros mismos. No podemos
sentirnos mal por algo que hicimos con anterioridad. Lo que hicimos en el
pasado se hizo en las condiciones en las que nos encontrábamos entonces. No
podemos estar permanentemente flagelándonos por algo que ya pasó. Hemos de
perdonarnos, hemos de aceptar la realidad, hemos de extraer las enseñanzas,
hemos de aprender de los errores para no volver a repetirlos.
El
perdón a nosotros mismos supone respeto, comprensión, aceptación, valoración y
sobre todo amor.
Una Historia de Perdón. (La encontré en la red y figuraba como autor
anónimo)
Una mujer que se llevaba
muy mal con su esposo sufrió un paro cardíaco. Casi a punto de morir, un ángel
se presentó ante ella para decirle que, evaluando sus buenas acciones y sus
errores no podría entrar al cielo; y le propuso permitirle estar en la tierra
unos días más hasta lograr cumplir con las buenas acciones que le faltaban. La
mujer aceptó el trato y se regresó otra vez a su hogar junto a su esposo. El
hombre no le dirigía la palabra porque hacía tiempo que estaban peleados.
Ella pensó:
- Me conviene hacer las paces con este hombre. Está durmiendo en el sofá,
hace tiempo dejé de cocinar para él. Él ahora está planchando su camisa para
salir a trabajar, le daré una sorpresa.
Cuando el hombre salió de
la casa, ella empezó a lavar y planchar toda la ropa de él. Preparó una rica
comida, puso flores en la mesa con unos candelabros, y un cartel en el sofá que
decía: “Creo que puedes estar más cómodo durmiendo en la cama que fue nuestra.
Esa cama donde el amor concibió a nuestros hijos, donde tantas noches los
abrazos cubrieron nuestros temores y sentimos la protección y la compañía del
otro. Ese amor, aún con vida, nos espera en esa cama. Si puedes perdonar todos
mis errores, allí nos encontraremos. Tu esposa”.
Cuando terminó de
escribir el último renglón “Si puedes perdonar todos mis errores” pensó: ¿Me he
vuelto loca?, ¿yo voy a pedirle perdón cuando fue él quien empezó a venir
enojado de la calle cuando lo echaron de la fábrica y no conseguía trabajo? Yo
tenía que arreglarme con los pocos ahorros que teníamos haciendo malabares, y
todavía tenía que soportar su ceño fruncido. Él empezó a tomar, aplastado en el
sillón, exigiendo silencio a los niños que sólo querían jugar. Él empezó a
gritarme cuando yo le decía que así no podíamos seguir, que yo necesitaba
dinero para mis hijos. Él lo arruinó todo; y ¿ahora yo tengo que pedirle
perdón?
Enfurecida rompió la
carta y escuchó la voz del ángel que decía:
- “Recuerda: algunas buenas acciones y alcanzarás el cielo, de lo contrario
no podrás entrar”.
La mujer pensó:
- ¿Valdrá la pena?, y rehízo la carta agregando aún más palabras cariñosas:
“No supe comprender nada entonces, no supe ver tu preocupación al quedarte sin
empleo, luego de tantos años con un salario seguro en esa fábrica. ¡Debiste
haber sentido tanto miedo! Ahora recuerdo tus sueños de “cuando me jubile
haremos”. Cuántas cosas querías hacer al jubilarte. Pude haberte impulsado a
que las hicieras en lugar de obligarte a aceptar estar todo el día sentado en
ese taxi.
- Ahora recuerdo aquella noche de locura cuando rompí esas cartas de amor
que habías escrito para mí, y prendí fuego a todas las telas de los cuadros que
pintabas. En ese momento me enfurecía verte allí, encerrado en ese cuarto
gastando nuestro dinero en pomos de pintura para nada, o sentado en ese
escritorio escribiendo tonterías para mí. Debí haberte impulsado a vender esos
cuadros. Eran realmente hermosos. Estaba desesperada, yo también me sentía
segura con el salario de la fábrica y no supe ver tu dolor, tu miedo, tu
agonía.
- Por favor perdóname mi amor. Te prometo que, de hoy en adelante, todo
será diferente. Te amo. Tu esposa”
Cuando el marido regresó
del trabajo, al abrir la puerta notó algo distinto; el olor a comida, las velas
en la mesa, su música favorita sonando suavemente y la nota en el sofá. Cuando
la mujer salió de la cocina con la fuente en la mano, lo encontró tirado en el
sillón llorando como un niño. Dejó la fuente, corrió a abrazarlo y no
necesitaron decirse nada, lloraron juntos, él la alzó en sus brazos y la llevó
hasta la cama; hicieron el amor con la misma pasión del primer día. Luego
comieron la exquisita comida que ella había preparado, rieron mucho mientras
recordaban anécdotas graciosas de los niños haciendo travesuras en la casa.
Él la ayudó a levantar la
mesa como siempre lo hacía, y mientras ella lavaba los platos, vio por la
ventana de la cocina que en el jardín estaba el ángel. Salió llorando y le
dijo:
- Por favor ángel, intercede por mí. No quiero a este hombre sólo en este
día. Necesito un tiempo más para poder impulsarlo con sus cuadros, y tratar de
reconstruir esas cartas que sólo para mí y con tanto amor había escrito. Te
prometo que, en poco tiempo, él estará feliz, seguro; y ahí sí podré ir donde
me lleves.
El ángel le contestó:
- No tengo que llevarte a ningún lado, mujer. Ya estás en el cielo, te lo
has ganado. Recuerda el infierno donde has vivido y nunca olvides que el cielo
siempre está al alcance de tu mano.
La mujer oyó la voz de su
marido que desde la cocina le gritaba:
- “Mi amor, hace frío, ven a acostarte, mañana será otro día”.
Sí -pensó ella-, gracias a Dios, mañana será otro día…
Bendición
Una bendición es la expresión de un deseo dirigido hacia una
persona o grupo de ellas que, en virtud del poder de la palabra, se espera
que ayude a lograr que ese deseo se cumpla.
La bendición es una práctica muy poderosa, ya que durante el espacio de
tiempo en el que transcurre la bendición tanto la persona que bendice como la
persona objeto de la bendición son receptoras de una energía muy potente, son
receptoras de la Energía Divina.
Esta Energía desciende sobre la persona inundando a esta, colocándose de
manera prioritaria en el chakra cardiaco de la persona. El chakra cardiaco es
la sede del amor, de la compasión, de la misericordia, de la dulzura, de la
ternura, por lo cual durante el intervalo en el que la persona está bendiciendo,
las cualidades de las energías que anidan en este chakra se incrementan de
manera notable, fruto de ello es que la persona se encuentra en ese intervalo
de tiempo en un estado de paz, de amor y de gozo desconocido para ella.
El tiempo de duración de esa Energía, y por lo tanto de ese estado de paz,
es limitado, dura el tiempo que la persona invierte en la bendición y poco más.
Cuanto más tiempo permanezca la persona bendiciendo más energía recibirá, y si
consigue hacerlo muchas veces al día, durante mucho más tiempo permanecerá la
persona conectada a la Energía Divina.
Pero otro tanto le sucede a la persona objeto de la bendición.
Recuerdo un curso de primer nivel de Reiki en el que una de las
asistentes, al retomar el curso en la tarde después del almuerzo, se encontraba
especialmente triste, y en respuesta a mi pregunta de si se encontraba bien, me
contestó que tenía problemas con su hija adolescente. Después de una breve
conversación en la que me explicó de que se trataba, la recomendé que tres
veces al día bendijera a su hija durante una temporada. Después de
transcurridos unos veinte días vino a visitarme la mamá para relatarme como le
iba con su hija, y me contó lo siguiente: “Desde el día siguiente del curso
comencé a bendecir a mi hija tres veces al día. La segunda bendición que
realizaba coincidía con la hora en que me hija salía al patio, y ayer mi hija
me comentó: Mamá, no sé qué me pasa, pero desde hace días a la hora del patio
me entran unas enormes ganas de llorar, sin ninguna razón, ya que además me siento
muy bien, y no sé porqué, pero pienso en ti”.
Las ganas de llorar solo eran producto de la energía de amor que le
llegaba en la bendición y el que se acordara de su mamá era debido a que su
alma sabía perfectamente cuál era el origen de esa energía de amor.
Si la persona bendice varias veces al día, y lo hace cada día, llegará un
momento en el que el chakra cardiaco va a mantener la Energía Divina durante
más tiempo haciendo que este incremente su tamaño, con lo cual se va a
incrementar la energía de amor, de caridad, de ternura, de misericordia y de
compasión en la persona. Es un buen ejercicio para mantener la serenidad, para
comenzar a sentir el amor incondicional, es un buen ejercicio de crecimiento
interior y para encontrar el camino de vuelta a Dios.
Es posible que mucha gente piense que la bendición solo puede ser hecha
por un ministro de Dios y, además en su nombre. Pues no, la bendición puede ser
realizada por cualquier mortal, y puede no usarse, en absoluto, el nombre de
Dios, porque no solamente puede bendecir alguien perteneciente a cualquiera de
las múltiples iglesias, puede bendecir, repito, cualquier mortal, y tan
correcta es la fórmula “Que Dios te bendiga”, como “yo te bendigo”. En las dos
llega la misma cantidad de Energía, que además estará en función de lo
evolucionada que sea la persona, es decir, un criminal puede bendecir, y
llegará la Energía Divina, pero podría llegar solamente uno sobre diez,
mientras que en la bendición realizada por una persona pura, compasiva y
misericordiosa la Energía Divina bien podría llegar a ser nueve sobre diez.
Nuestra mente se ocupa durante todo el día en miles
de pensamientos negativos e inútiles. Por sí sola es incapaz de generar un solo
pensamiento positivo, lo cual es normal, no la hemos enseñado, por lo que para
generar esos pensamientos positivos hemos de forzarla conscientemente. La
bendición es una buena herramienta para enseñar a la mente.
Formula
del perdón y de la bendición:
PERDONAR:
- Sube las manos a la altura de los hombros, con los
brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las palmas mirando al frente.
- Lleva la atención al corazón.
- Visualiza a la persona que quieres perdonar delante
de ti.
- Lleva la atención a tu corazón sintiendo que sale un
rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y repite en tu interior:
- Yo
te perdono, cualquier cosa mala que me has hecho, en esta o en anteriores vidas, voluntaria o
involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso
aunque ya no te acuerdes de lo que es.
- Y después dile:
- Y
tú, perdóname por todo el daño que te he hecho, en esta o en anteriores vidas, voluntaria o involuntariamente,
con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no me acuerde
de lo que es.
BENDECIR:
- Mantén las manos arriba y la atención en la luz que
sale de tu corazón y de tus manos
- Piensa en un momento feliz que te haga revivir una
emoción o sentimiento de alegría o felicidad, (puede estar relacionado con cualquier
persona, o con cualquier situación).
- Siente la emoción de ese momento feliz.
- Visualiza nuevamente a la persona que quieres
bendecir delante de ti y repite en tu interior, sintiendo esa energía que sale
de tu corazón y de las palmas de tus manos:
- “Yo
te bendigo con paz, con amor, con alegría, con serenidad, con abundancia y
prosperidad......”. Bendice con todo lo bueno que deseas para esa persona, como
si fueras tu mismo”.