Capítulo XIII. Parte 6. Novela "Ocurrió en Lima"
El
viernes, a las ocho de la mañana, estaba entrando en la oficina “Uno de San
Isidro”. María, la persona responsable de la oficina, ya estaba al corriente de
mi visita porque en la tarde anterior la señora Claudia, la asistente del señor
Moretti, la había informado de mis intenciones de comenzar mi “tournée” en su
oficina.
María
es, una mujer menuda y vivaracha, de unos cincuenta años, que parecía tener en
su cabeza todas las propiedades que habían captado sus agentes.
Me puso
al corriente, de manera clara y detallada, del funcionamiento de la oficina y,
por ende, de todas las oficinas, puesto que todas funcionaban igual salvo los
pequeños matices que podrían tener al ser dirigidas por personas diferentes.
Fue de una ayuda inestimable ya que la operativa de toda la empresa se gestó en
esa oficina en un solo día. Eso sí, un día largo, porque María y yo salíamos de
la oficina a las diez de la noche, después de un pequeño descanso a media
tarde, descanso que María aprovechó para dar instrucciones a su esposo para la
cena de este y de sus dos hijos adolescentes.
María
no solo tenía las propiedades de sus agentes en la cabeza, también me dio la
impresión de manejar, además de la oficina, su casa con una diligencia digna de
encomio. En ese momento supe que iba a ser una magnifica y estrecha
colaboradora.
De los
siete terminales con que contaba la oficina convinimos, María y yo, que podía
retirar cuatro, con la promesa, por mi parte, de comenzar el miércoles, de la
próxima semana, a introducir y dar de baja las propiedades que generaran los
agentes de la oficina.
Establecimos
como sería la comunicación con el departamento de informática y nos emplazamos
para un nuevo encuentro 10 días después con el objetivo de realizar un
seguimiento de la gestión.
Con el
ingente trabajo que tenía por delante no pude permanecer en casa, sin ir a
trabajar el sábado, a pesar de ser un día feriado.
Cuando
llegué, a primera hora de la mañana, instalé las cuatro computadoras retiradas
de la agencia “Uno de San Isidro”.
Instalé
la mía, la que utilizaría mi asistente y las otras dos para Pablo y Belén, los
dos técnicos. Dejándolas operativas para todas las aplicaciones y dejando
escritas, en la tapa, sus claves de acceso. Solo tendrían que encenderlas y
comenzar a trabajar.
Acababa
de sentarme en mi despacho, para preparar el plan de acción de la próxima
semana, cuando una voz desde la entrada hizo que pegara un bote que casi toco
en el techo, con el corazón saliéndose por mi boca.
- Buenos
días, Antay, ¿qué hace trabajando en feriado?, a este ritmo, de los dos meses,
le va a sobrar mes y medio para estar a pleno rendimiento, -era el señor
Moretti asomado a la puerta de mi despacho.
- Buenos
días señor. Me ha dado un susto de muerte. No esperaba a nadie, -dije una vez
recuperado del susto.
- Disculpe,
no era mi intención asustarle. ¿Qué tal le fue con María?, -se interesó el
señor Moretti.
- Muy
bien. Es una mujer, además, de muy eficiente, encantadora, -le expliqué como se
había desarrollado la reunión de trabajo y le hice un resumen de nuestros
planes- Ya hemos establecido el método de trabajo y hemos quedado en reunirnos
en 10 días para hacer seguimiento. Introduciremos las variaciones que
consideremos necesarias para implantarlas en toda la empresa. Me traje cuatro
computadoras, que ya he dejado instaladas.
- Estupendo.
Creo que vamos a tener que poner a la venta las computadoras que sobren, que me
imagino que serán unas cuantas, ¿Qué le parece?
- Si ya
había pensado en comentarle. Una vez recogidas todas, limpiaremos la
información, podemos dejar unas cuantas de reserva y el resto podremos
venderlas. Por cierto, le comenté al señor Ramírez la posibilidad de adelantar
la contratación de parte del personal ya que el próximo miércoles, quedé con
María que, empezaríamos a trabajar nosotros desde aquí. Lo ideal sería que
comenzaran, lo antes posible, la persona que sea mi asistente y, al menos, uno
de los técnicos. Me dijo que no había ningún problema.
- Por
supuesto que no lo hay. Tiene toda la confianza.
- Gracias.
Espero no defraudarle.
- Póngase
de acuerdo con el señor Ramírez. Tiene instrucciones para facilitarle el
trabajo. Y si no quiere más, me retiro y le dejo trabajar.
- No
señor, nada más.
- Hasta
el lunes. Acuérdese que a las 10 tenemos comité de dirección.
- Hasta
el lunes señor.
Una vez
solo, seguí con mi trabajo de organización de visitas para la siguiente semana
y, yo mismo, por mail, informé al señor Arana, director de operaciones, al jefe
de operaciones de Lima Centro y a los responsables de las oficinas que pensaba
visitar.
Hice un
receso para almorzar en casa, teniendo en cuenta la cercanía de la oficina a mi
domicilio y, volví en la tarde para adelantar el trabajo de la siguiente
semana. Quería visitar las 30 oficinas de Lima y Callao en dos semanas y, en
tres semanas más las oficinas de provincias, con lo que a principios de
noviembre estaríamos funcionando a pleno rendimiento. Para el viaje a Bogotá
tendría que hablar con el señor Moretti.
Cuando
llegué a casa, en la noche, estaba más que satisfecho por el trabajo realizado
y con una cierta ansiedad esperando la reunión del domingo con mis ex
compañeros y la reunión del lunes para mi presentación en las oficinas.