El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 19 de marzo de 2020

El poder de la bendición y el coronavirus


El poder de la bendición y el coronavirus



La energía de la bendición es una de las más poderosas que existe, junto a las energías del amor y del perdón.

Ahora parece ser un buen momento para hacer uso de esa energía enviándosela a los enfermos del coronavirus para reforzar los tratamientos médicos y las cadenas de meditación y de oración que se estén realizando.

Cada bendición puede durar menos de medio minuto. Por lo que puedes bendecir a más de un enfermo. En un cuarto de hora se puede enviar la energía de la bendición a treinta personas. 

Teniendo en cuenta que todos estamos en casa y tenemos tiempo, más que de sobra, se puede dedicar un cuarto de hora en la mañana y otro en la tarde. 

¿Cómo hacerlo teniendo en cuenta que no conocemos a las personas enfermas, a no ser que tengamos algún conocido con el virus?

Se puede hacer visualizando, pensando o imaginando la silueta de una persona con un número delante. Si vas a enviar la energía a treinta personas, piensa en un país y vete cambiando el número del 1 al 30, por ejemplo. Y en la tarde sigue desde el número 31 en adelante, y así cada día.

Alguien puede pensar, ¿cómo va a llegar la energía a una persona de esa manera que parece tan sutil? No te preocupes, ya se encargará la energía, que es más inteligente que tú, de llegar a la persona que la envías.

Para realizar la bendición:

-        Siéntate con las plantas de los pies bien apoyadas en el piso. 
-      Levanta las manos a la altura de los hombros con las palmas dirigidas al frente. Los brazos cómodos al lado del cuerpo.
-        Con los ojos cerrados imagina a la persona delante de ti.
-        Pide a Dios que abra tu canal de Luz.
-        Imagina que llega una energía a ti por tu chakra corona.
-        Esa energía baja hasta tu corazón y se reparte por tus brazos para salir por tus manos.
-        Visualiza esa energía saliendo de tus manos y llegando a la persona que tienes delante.
-  Repite en tu interior: Yo te bendigo, yo te bendigo con salud, yo te bendigo con paz, con amor, con serenidad, con abundancia y prosperidad. Yo  te bendigo. Te amo.

Cambias la imagen de la persona que tienes delante y vuelves con la bendición. Cuando digo cambias la persona, en realidad, lo que tienes que cambiar es el número. Así hasta que te canses.

Si esto te resulta difícil, puedes visualizar un país y enviar la bendición a los enfermos de todo el país. Puedes hacerlo como te apetezca, pero aprovecha parte de este tiempo de ocio con el que nos hemos encontrado.

Yo te bendigo.


Diario íntimo de un Trabajador de la Luz (4)


Cinco vidas en una



He vivido en quince poblaciones de tres países diferentes y he realizado más de una treintena de mudanzas. Sí, es cierto, mi chakra base nunca ha sido muy grande, comparado con el resto de chakras, y eso, a pesar de trabajar específicamente en él desde que conozco que somos energía. Si tenemos en cuenta que este chakra también tiene que ver con el dinero ya podéis haceros una idea de cómo se encuentra mi estado de cuentas. Pues tan escurrido como el chakra.

Todos los cambios de vivienda, de población y de país los he realizado sin mirar atrás, sin añoranza por lo que dejaba y con una cierta ilusión, tampoco excesiva, por lo nuevo que estaba entrando en mi vida.

No tengo mal recuerdo de ninguno de los lugares donde he vivido, excepto dos. Uno cuando era muy pequeño. No creo que tuviera más de cinco años. Nos fuimos a vivir a una especie de cuarto en el subsuelo de una panadería, (mis padres eran más pobres de lo que yo lo soy ahora), y recuerdo por las noches ver pasar por delante de la puerta de la habitación a los panaderos que estaban trabajando haciendo el pan. A mí eso me asustaba. Pensaba que eran demonios vestidos de blanco que venían por nosotros en mitad de la noche.

El otro, treinta y tantos años después, fue mi estancia en un mini piso al que me fui cuando me separé por primera vez. Era un sitio muy frío, inhóspito, con cuatro muebles destartalados. Dormía vestido arropado por todas las ropas de que disponía entonces. Estuve dos meses en esa especie de Siberia, y puedo decir, sin temor a equivocarme, que fueron los peores de mi vida, con diferencia, ya que al dolor de la separación se unía el frío y la incomodidad. Es posible que una separación traumática, como fue la mía, viviendo en un palacio hubiera sido más llevadera.

Tengo claro que he llegado a esta vida con una buena parte de la asignatura del desapego aprobada en alguna de mis vidas anteriores. Reconozco su importancia porque el apego es, justamente, una de las emociones que mayor sufrimiento provoca en mis compañeros de viaje por la vida.

El diccionario, que es quien más sabe de definiciones, define el apego como una inclinación especial hacia algo o hacia alguien. Esta inclinación hacia alguien puede generar un vínculo afectivo y a través de este vínculo se espera encontrar protección, paz, felicidad, seguridad y hasta amor. 

Creo que este es uno de los grandes males de los seres humanos. Los otros dos grandes males son el no saber realmente quienes son y el no saber para qué venimos a la vida.

Afortunadamente solo he convivido durante una parte de mi vida, unos cuarenta años, con los dos últimos. ¡Que ya es bastante! Pero de apego creo no haber sufrido ni un gramo.

Vivo independiente desde los diecisiete años. Me he casado tres veces y tengo dos hijos y dos nietos, una niña de diez años y un niño de ocho que es la misma edad que tiene mi hijo pequeño, es decir, su tío.

Estoy a punto de cumplir setenta años. Nunca pensé que llegaría tan lejos, teniendo en cuenta que todos los hombres de mi familia, por la rama paterna, murieron con sesenta y cuatro años. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Me he programado para vivir 92 años.

Reflexionando sobre la nomadicidad y las vicisitudes de mí vida me siento como si hubiera vivido, al menos, cinco vidas en una.

Cuento como primera vida el tiempo transcurrido desde mi nacimiento hasta que abandoné el hogar de mis padres para vivir una vida independiente con diecisiete años, a novecientos kilómetros del que había sido mi hogar.

La segunda vida abarca un ciclo, también de diecisiete años, desde mi independencia hasta el divorcio de mi primera esposa y madre de mi hija mayor.

Es curioso, ahora soy consciente de que el ciclo de la tercera vida, también, tiene una duración de diecisiete años, tiempo en el que volví a casarme y a separarme por segunda vez mientras iniciaba el acceso a una vida más espiritual.

La cuarta vida engloba una vida en solitario, sin pareja, regentando un centro de yoga y salud, en el que daba clases de yoga, guiaba meditaciones, realizaba cursos de formación de terapeutas y hacía sanación.  Este ciclo fue más corto, de tan solo diez años. Fue una etapa de intenso aprendizaje.

Y, por último, la quinta vida, la vida en la que me encuentro desde hace diez años, lejos de mi país de nacimiento, dedicándome básicamente a mi hijo, a mi esposa, a la sanación y la escritura.  

En plena cuarentena por el Covid19, confinado en casa como el resto del mundo, ¿estaré iniciando mi sexta vida o será la Tierra y con ella la humanidad la que está iniciando una nueva etapa?

Hace tiempo que escucho y leo, sin llegar a creérmelo, que la humanidad está dando un salto importante en su crecimiento. Supongo que debíamos ir demasiado lentos y “alguien” ha decidido darnos un empujoncito. Porque si de esta crisis no sacamos la enseñanza de que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando al otro, me estoy ayudando y respetando a mí, no habrá servido de nada tantas muertes, tanto dolor, tanta carencia y tanto sufrimiento.

¡Cuídense y así cuidarán al otro!

¡Bendiciones!

 CONTINUARÁ

Como la canción "Resistiré" del Dúo Dinámico se ha puesto rabiosamente de moda, la comparto con vosotros.


martes, 10 de marzo de 2020

Diario íntimo de un Trabajador de la Luz (3)

Mi nombre es Antay y soy un Trabajador de la Luz


Hoy he sido consciente de un sueño recurrente que tengo hace, por lo menos, cuatro o cinco años En el sueño, que tengo una o dos veces por semana, estoy preparando, o estoy a punto de realizar, un viaje que casi siempre es de vuelta a casa después de trabajar una temporada en otro lugar. En el sueño siempre existe algún contratiempo. He perdido los billetes o no encuentro el pasaporte o se rompen las maletas o está cortada la carretera. El caso es que no puedo viajar, lo que me causa un sufrimiento importante. Estoy seguro de que podría calificarlo como pesadilla porque es un alivio cuando despierto y soy consciente de que estoy en la cama de mi casa sin tener ningún viaje pendiente.
Últimamente el sueño ha comenzado a presentar algunas variaciones. Sigo sin poder viajar por los mismos problemas que en los sueños anteriores, pero a última hora, justo antes de despertarme, el problema que me impedía realizar el viaje se soluciona. Aparecen los billetes o encuentro de manera milagrosa el pasaporte en algún cajón o miro hacia abajo y allí están mis maletas que hace un momento no estaban. Sigo sin viajar porque no me da tiempo, ya que me despierto cuando se soluciona mi problema, pero el alivio, en lugar de sentirlo en el momento de ser consciente de que era un sueño, lo siento unos instantes antes con lo que el despertar es más agradable.
No entiendo nada de sueños ni de su interpretación, pero hoy, con la alegría de haber encontrado el pasaporte en el último momento, nada más despertar, me fui directo a la computadora. Busqué el significado, algo que nunca había hecho, y cuando leí la interpretación que aparecía resonó en mi interior con la misma fuerza que las campanadas de una catedral. Decía que soñar con un viaje es la necesidad de realizar un cambio en la vida, y que si no se puede realizar el viaje por problemas que puedan surgir en el sueño, es una resistencia a dicho cambio.
En ese momento me vino a la mente que hace casi dos años me rompí la tibia y el peroné de la pierna derecha. Califiqué, entonces, ese hecho como un accidente fortuito, sin prestar demasiada atención a una amiga que me dijo que era un mensaje de que tenía que hacer un cambio de rumbo en mi vida. Así que parece claro que estaba necesitando ese cambio de rumbo, y si me atengo al tiempo de duración de los sueños este debería estar gestándose desde hace casi cinco años. Debo de haber comenzado a dar tímidos pasos para ese cambio de rumbo, teniendo en cuenta que en el sueño empiezan a aparecer los billetes o el pasaporte, pero todavía no consigo viajar lo cual quiere decir que aún no he tomado el nuevo rumbo.  
Son cinco años que, si bien, puede parecer un tiempo largo en la vida terrenal, no lo son para la vida inmortal del alma. No hay tiempo para el alma que, como no tiene prisa, puede esperar años y años sin cansarse de patrocinar sueños recurrentes, un día tras otro, enviando en ellos mensajes subliminales para que, algún día, el ego deje caer la venda de sus ojos y se haga consciente de lo que le está demandando el alma que, a fin de cuentas, es la única razón para estar vivo.
Una vez entendido, (todo lo que se puede entender con una información tan volátil), que se ha de realizar un cambio, aparece, de inmediato, una segunda cuestión ¿cuál es el cambio de rumbo que se ha de realizar? Es lógico pensar que el cambio puede estar relacionado con el trabajo, con el lugar, con las relaciones o hasta podría ser cambiar el lugar donde se realizan las compras, ¿por qué no?, es decir, todo relacionado con cuestiones de la vida o, mejor, con cuestiones externas, ¿qué otra cosa podría ser protagonista de un cambio de rumbo?
Pero si, si que hay otro protagonista, el más importante: La propia persona, sus pensamientos, sus creencias, su actitud, su propia valoración, el amor hacia sí misma.
Este era exactamente el cambio que estaba demandando mi alma. No se trataba de cambiar nada del exterior, se trataba de realizar un cambio interior. Se trataba de reconocer y aceptar, sin soberbia y sin falsa modestia mi propio poder, que no es que fuera ni mucho ni poco, era el mío, y punto. Y no solo no lo aceptaba sino que tampoco lo reconocía, ya que me parecía que no podía ser, teniendo en cuenta, además, que yo suspiraba por un poder diferente.
Pero no. Ahí estaba la herramienta que yo mismo había elegido al otro lado de la vida para realizar, con éxito, el trabajo, también, elegido por mí que me iba a permitir acercarme al final de mi meta, que no es otra que el mismo Dios.
Este diario íntimo es un reflejo de mis luchas internas, de mis pensamientos, mi soberbia, mis miedos, mis dudas y mi trabajo interior para salir del pozo en el que me encuentro, parece ser que muy cómodo, y encaminar mis pasos hacia ese cambio de rumbo que no es otro que poner la directa hacia Dios dejando de esconderme, de dar tumbos, de hacer piruetas y de justificar mis miserias.
Soy un ser humano que, como todos, está aprendiendo a amar.
CONTINUARÁ