El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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domingo, 14 de abril de 2024

Conversaciones con el Maestro (silencio interior)

 


Conversaciones con el Maestro

 El silencio interior

 

-   Kunturi, últimamente, he notado que tu mente está un tanto agitada. Permíteme recordarte algo que ha fascinado a filósofos, místicos y buscadores de la verdad a lo largo de la historia: el silencio interior. Este estado de calma y quietud permite a las personas conectarse con su ser más profundo.

>> Estoy seguro de que comprendes la importancia del silencio interior en esta época de constante bombardeo de ruidos externos y distracciones. Desde el constante zumbido de la tecnología hasta las exigencias de la vida social y laboral, es raro encontrar momentos de verdadera quietud.

>> Sin embargo, el silencio interior es esencial para tu bienestar emocional y mental. Te ofrece un refugio del caos exterior y un espacio para reflexionar y recargar energías.

>> Y, sobre todo, es crucial para el propio crecimiento. Al alejarte del ruido externo, podrás escuchar tus propias ideas y sentimientos con mayor claridad. Podrás sintonizar con tu corazón que solo habla bajo los dictados del alma.


-      Entiendo, Maestro. Conozco la teoría, como casi todos. Pero la práctica es lo difícil.

>> Sé que alcanzar el silencio interior requiere práctica y paciencia. Y que una de las maneras más efectivas de cultivarlo es a través de la meditación, porque aprendemos a enfocar la atención y a dejar pasar los pensamientos intrusivos sin juzgarlos.

>> Llevo tanto tiempo meditando que la sensación de paz y serenidad perdura incluso fuera de la meditación. Sin embargo, a veces, las emociones y los pensamientos pueden ser abrumadores, especialmente en momentos como este que estoy viviendo.


-    Es comprensible, pero no debes desistir. Cuando no estés meditando y te encuentres en un estado emocional desafiante, como ahora, debes permanecer muy atento durante todo el día, atento a la vida, sin juzgarla. Mantén la atención en tu respiración y aleja las distracciones, como las redes sociales, que pueden acelerar tus pensamientos.


-    Lo tendré presente Maestro.


-    Recuerda que el silencio interior es más que la ausencia de ruido. Es un estado de conciencia que te permite conectarte con tu esencia y vivir una vida más plena y consciente. Aunque el camino hacia el silencio interior puede ser desafiante, los beneficios que ofrece son invaluables. Al dedicar tiempo a cultivar la quietud interna, puedes descubrir una fuente de paz y claridad que enriquecerá todos los aspectos de tu existencia.


miércoles, 16 de noviembre de 2022

La gloria del silencio

 


          Las sirenas eran unas ninfas marinas que, en la mitología, atraían con sus cantos, dulces e insinuantes, a los marinos hacia los escollos de la costa, donde, tras hacerles naufragar, los devoraban, no dejando de ellos más que los huesos amontonados.       

Advertido por la diosa Circe de lo peligroso que era el canto de las sirenas, Ulises ordeno taponar con cera los oídos de sus remeros y se hizo atar al mástil del navío. Si por el hechizo musical pedía que lo liberasen, debían apretar aun más fuerte sus ataduras. Gracias a esta estratagema Ulises fue el único ser humano que oyó el canto y sobrevivió a las sirenas, que devoraban a los incautos que se dejaban seducir.

Empleamos esta expresión para advertir del peligro de dejarse seducir o llevar a la perdición por falsas promesas o incitaciones ilusorias. Pero tendríamos que utilizar muchísimo más esta expresión, porque todos y cada uno de nosotros convivimos con una sirena, que sabe entonar todo tipo de melodías, que nos incita con sus falsas promesas, que nos seduce con su dulce música y nos arrastra en pos de sueños que se convierten en humo al acercarnos a ellos.

Nuestra sirena particular no es una dulce e insinuante ninfa, es nuestra mente, que, por todo lo que maquina y promete, más parece una bruja terrorífica y tenebrosa. Todos tendríamos que tener, como Ulises, un mástil al que poder atarnos y unos remeros que nos ataran para no seguir los dictados de la mente perversa, que cuando nos atrapa en sus redes deja amontonados no nuestros huesos, ya les gustaría a muchos que así fuera, sino que amontona sobre nuestra vida nuestras más lúgubres emociones.

No es dura la vida. No nos lleva la vida ni al sufrimiento, ni al dolor. No es la vida la culpable de nuestros miedos, ni de nuestros fracasos, no lo es de nuestra rabia, ni de nuestra tristeza. No es la vida la responsable de los infinitos males con los que convive el ser humano. Es nuestra mente, y más concretamente los cantos de sirena de nuestra mente.

La mente no tiene ningún reparo en culpar a los demás de desgracias propias, y de hacernos culpables de las desgracias ajenas. La mente, cual sirena, nos arrastra con su canto, una y otra vez, a recordar lo más tenebroso de nuestro pasado y nos impulsa a dudar sin compasión sobre qué hacer en el futuro, pero es incapaz de mantenerse en silencio para vivir, escuchar y disfrutar el presente.

No existe manera de taponarse la conciencia para no escuchar a la mente, este es nuestro sino, escuchar permanentemente las simplezas de una mente que vaga a la deriva, como las hojas movidas por el viento, amontonando emociones en recovecos resguardados del aire. Y aquí nace nuestro trabajo, dejar salir del corazón nuestra grandeza para dominar con un acto de la voluntad al huracán de la mente, limpiar el amasijo de emociones acumuladas, para conseguir así la gloria del silencio.

domingo, 5 de marzo de 2017

Reflexiones

El alma es un punto de Luz. Dios es la Luz.

No hay diferencia entre un punto de Luz y otro. Por lo tanto, todas las almas son iguales. Todos los hombres también.

El hombre es el alma recubierto de materia. Dios habita en el interior del hombre.

El hombre es finito, porque la materia más pronto que tarde se convierte en polvo. El alma es inmortal porque sigue siendo Luz.

El hombre es un reflejo de la Luz. Es un reflejo de Dios.



A veces la Luz se opaca porque el mismo hombre la recubre con sus tristes pensamientos, con sus pensamientos de dolor, con su idea de separación de Dios, por el desconocimiento de que es alma, de que es Luz, de que es inmortal.

Cuando la Luz se opaca el hombre duerme y entonces sueña que está viviendo una vida separada de Dios. Sueña que es un ser independiente y que tiene que defenderse de los otros hombres, que normalmente también han opacado su Luz y también duermen. No saben en su sueño que todos son lo mismo.

Los hombres en sus sueños se engañan, se roban, se ofenden, se matan, se critican, se juzgan, se discriminan. ¡No es fácil despertar!, pero para eso vivimos, ¡para nada más!
Para despertar no hay que abrir los ojos, hay que abrir el corazón.

El despertar es lento, es paulatino, pero una vez que se abre el corazón el hombre cambia, el hombre, por fin, vive. Los otros hombres, dormidos, no pueden soportar a nadie despierto, le atacarán con saña: Estás loco, estás en una secta, te han engañado, y le retirarán la palabra.

Cuando el hombre despierto aguanta el vendaval comenzará a tener seguidores: Dirán de él ¡es un maestro!, ¡es un guía! También se equivocan porque solo está despertando, el auténtico maestro habita en el interior del hombre: Es Dios.

El hombre vive inmerso en un ruido infernal. Ese ruido son sus pensamientos producidos por su mente en el sueño.

Se acaba el ruido cuando el hombre despierta. Se detiene el carrusel de su mente, ¡Todo es silencio!, y en el silencio todo está bien, todo es perfecto: las críticas y los halagos.

El hombre en el silencio vuelve a vivir desde el alma, vuelve a vivir en la Luz, vuelve a sentir a Dios.

Es en el silencio donde se produce el esperado encuentro: El encuentro  con Dios.

Y por fin el hombre es libre. Es feliz. Por fin ha vuelto a acariciar su divinidad.




sábado, 7 de mayo de 2016

El próximo cambio

PERLAS PARA EL ALMA




A pesar de que tengamos guías, maestros, instructores o gurús, la decisión de comenzar a vivir la vida de otra manera es personal de cada uno. 
Nadie va a decidir en qué momento está preparada el alma para iniciar el camino de vuelta a Casa, el camino de vuelta a Dios, salvo la propia alma. 
Va a ser la persona en la soledad de su corazón y de su mente la que va a decidir cuándo es el momento de dejar atrás el sufrimiento e iniciar una nueva vida basada en el respeto, en la comprensión, en la tolerancia, en el servicio y en el Amor.




lunes, 14 de diciembre de 2015

Silencio


Perlas para el alma



            Mejor mantente en silencio porque todo lo que digas va a ser utilizado para juzgarte y criticarte. También te van a criticar por tu silencio, pero al menos no gastas energía, no generas karma y estás más cerca de tu interior, lo que equivale a decir que estas más cerca de Dios.

viernes, 3 de julio de 2015

Pensamientos audibles


            Cuando nuestra mente campa a sus anchas, que es casi siempre, sin la intervención de nuestra voluntad, es como si se volviera loca, es como un caballo desbocado que corre y salta sin control, y vuelve sobre sus pasos para volver a correr y a saltar, y así indefinidamente.
            Nuestra actuación ante la propia mente es muy peculiar y curiosa. La permitimos que repita y repita y repita los mismos pensamientos de manera permanente, como si con una sola vez no fuera suficiente para entenderlo.
Lo que le permite el ser humano a su mente no se lo permite absolutamente a nadie. Si cualquier persona le repitiera a otra en voz alta una y mil veces la misma cosa, de inmediato le tacharía de loca, se alejaría corriendo o le diría a la persona que visitara a un psiquiatra, porque lo más probable es que hubiera enloquecido y necesitara tratamiento.
 
Y, sin embargo, con nosotros mismos no tomamos ninguna acción, cuando nuestra mente nos hace lo mismo, repetir y repetir, y no una vez, sino una tras otra, un día tras otro.
De nada vale que se diga que somos lo que pensamos, que energías iguales se atraen, que la energía va detrás del pensamiento, es igual, el ser humano es incapaz, posiblemente por su falta de voluntad y su debilidad de carácter de trabajar para dominar a su mente. Pero os imagináis que diferente sería si los pensamientos fueran audibles.
Si fueran audibles y los podría escuchar todo el mundo. Con cinco minutos de escucha sería suficiente para que quien lo escucha actuara igual que aquel al que otro le repite siempre la misma cosa, pensaría que ha perdido la razón. Entonces sí que actuaría la persona. Porque lo que es incapaz de hacer para sí mismo, lo hace las veces que haga falta por “el qué dirán”, para evitar que piensen que está loco.
Pues imagínate que cualquiera puede escuchar tus pensamientos y actúa y tomar las riendas de la dirección de tus pensamientos. O mejor, haz que se callen, así tus pensamientos audibles serán silencio.
 
 

miércoles, 15 de octubre de 2014

Pensamientos


            Los pensamientos no son más que energía. Son nubecitas de energía que se encuentran en una de las capas del aura, el cuerpo mental.
El acto de tener un pensamiento concreto pone en vibración el cuerpo mental. Esta vibración se transfiere a la materia astral de la persona, desde aquí afecta a las partículas etéricas del cerebro, y por medio de estas, pone en acción la materia gris más densa del cuerpo físico, y así se expresa un pensamiento. Todos estos pasos son los que se realizan para que un pensamiento se convierta en conciencia activa en el cerebro físico.
El pensamiento en nosotros, es el que actúa, el que crea y cumple los decretos de la voluntad. La persona puede crear en sí misma cualquier cualidad deseada, mediante pensamiento sostenido y concentrado, mediante la meditación.
Pero la mente de la persona que es incapaz de eliminar vacilaciones y que deja sus problemas sin resolver, no puede ni alcanzar concentración ni meditar.
La materia mental, igual que cualquier otra, está sujeta a las leyes de hábito, y es posible entrenarla mediante práctica constante, hasta que se habitúe a quedar estable, para de esta manera, poderla moldear a voluntad y convertirla en un sirviente obediente del verdadero ser.
El mejor medio y más rápido para dominar la divagación de la mente es, sin duda, el empleo de la voluntad.
            El poder de concentración se puede adquirir en la vida cotidiana, enfocando toda nuestra atención sobre lo que hacemos; poner en ello todo nuestro poder y ejercitarlo lo mejor que sabemos. ¡Fíjate, estamos hablando de meditación!
No debería pasar un solo día, sin practicar ejercicios para la mente, ya que sólo mediante el ejercicio se fortalece; el abandono significa siempre debilidad y, con el tiempo, atrofia. Es como cualquier músculo, si lo ejercitas se fortalece.
Cuando no ejercitamos la mente permanecemos atados a sus antojos, y uno de los antojos más apetecidos por la mente son las preocupaciones. ¿Qué es una preocupación? Podríamos decir que una preocupación es el proceso de repetir la misma línea de pensamiento una y otra vez, con ligeras modificaciones, sin llegar a un resultado determinado; y, a veces, sin ni siquiera buscarlo.
            Incluso la misma palabra la define: Pre-ocupación, es decir, ocuparse antes de tiempo.
 
            La mente no quiere perder el control, y para eso necesita estar siempre trabajando. Una buena manera, para ella, es sacar un tema a la luz, y darle vueltas y más vueltas. Por supuesto que no quiere llegar a ningún resultado, ya que entonces se acabaría lo que ella considera su control. Y la persona, que normalmente carece de voluntad y de carácter, no puede enfrentarse a ella, ya que ni siquiera sabe, en la inmensa mayoría de los casos, que está siendo dominada por la mente.
El resultado de esto, es una persona preocupada, dándole vueltas al mismo tema de manera permanente, hablando a todo el mundo de “su problema”, “de cómo puede ser”, “de lo infeliz que se siente”, “de lo injusta de la vida”, etc., etc.
“Somos exactamente lo que pensamos”. ¿Qué será entonces una persona imbuida en una misma línea de pensamiento permanentemente? Pues será lo que su mente la va presentando: Será un reflejo de su preocupación.
Energías de la misma calidad se atraen, con lo cual, la persona está atrayendo a su vida, justamente aquello que ocupa su mente una hora tras otra. Está diseñando su vida con su preocupación.
¿Qué hacer? Lo primero es ser consciente del dominio que la mente está ejerciendo, y una vez consciente, es momento de ponerle remedio.
Un remedio rápido para salir de la preocupación es ser consciente de la respiración. Como el pensamiento es energía, lo que ocurre manteniendo el pensamiento, es alimentarle, es darle más energía. De nada vale decir: “No quiero tener este pensamiento”, porque vas a seguir teniéndolo. ¿Qué pasa cuando alguien te dice que no pienses en un elefante blanco?, pues que lo primero que viene a tu mente es justamente eso, un elefante blanco.
Lo que se ha de hacer para dejar de alimentar el pensamiento es llevar la atención a otro punto, y el mejor es la respiración, ya que es algo que siempre está en nosotros. Llevando la atención a la respiración, sintiendo el aire que entra y el aire que sale, sintiendo donde roza el aire en las fosas nasales al entrar y al salir, sintiendo la diferencia de temperatura entre el aire que entra y el que sale, se deja de dar energía al pensamiento, y este desaparece. Es posible que retorne al cabo de pocas respiraciones, es igual, para eso está la voluntad, se vuelve a la respiración todas las veces que sea necesario.
Sin embargo, la  mejor manera de deshacerse de un canal de preocupación, es llevar a la mente el pensamiento opuesto. En ese momento, la persona, está utilizando “su voluntad”, está “fortaleciendo su carácter”, está “tomando las riendas de su vida”, está “comenzando a caminar por el camino de la felicidad”, está “tomando fuerzas desde su interior”, está “acercándose a Dios”.
Pero, a veces, no se sabe muy bien cuál es el pensamiento opuesto al pensamiento de la preocupación, e incluso aunque se sepa, puede ser difícil mantener el pensamiento contrario. Por ejemplo: El canal de preocupación de una madre, puede ser producido por que el niño no estudia lo suficiente y no va a superar el curso. ¿Cuál es el pensamiento contrario?, ¿Pensar que el niño es muy listo y estudia mucho? Si, ese es. Pero la realidad va a golpear a la madre, ya que el niño va a seguir sin estudiar, además la madre va a atraer, debido a su preocupación más desidia y menos ganas de estudiar para su hijo. Entonces ¿Qué? Lo que ha de procurar la madre, además de todas las acciones que haya puesto en marcha para que el hijo estudie, es sacar la preocupación de la mente, y lo mejor, ya que el pensamiento contrario es difícil de mantener, es reflexionar en meditación sobre un pensamiento mucho más grande tal como: Yo Soy Paz, Yo Soy Amor, Yo Soy Alegría, Yo Soy el Alma. Y no solamente en meditación, se puede mantener ese pensamiento a lo largo de todo el día.
A medida que se va reflexionando, la Paz, la Alegría y el Amor van a envolver a la persona, con lo cual va a ir desapareciendo cualquier tipo de preocupación.
Porque no solamente hay que dominar a la mente para aprender a pensar, sino también  hay que aprender a dejar de pensar a voluntad. Dejar de pensar a voluntad se consigue cuando la persona lleva la atención a su interior.
Todo esto es mucho más fácil meditando. La meditación es lo contrario a la preocupación, ya que meditar es dirigir a la mente concentrada y fijamente, a cualquier objeto. Y ¿Qué mejor objeto que la paz, el amor y la alegría?
 

sábado, 11 de octubre de 2014

La muerte nos iguala


            Imagina que te proponen una vida sin enfermedad, sin dolor, sin hambre, sin sed, sin cansancio, sin tener que trabajar, sin hipotecas, sin necesidades de ningún tipo, incluido de dinero, sin sufrimiento, con una inmensa sensación de felicidad y amor permanente, pudiendo conversar con tus antepasados y con tus contemporáneos, con la posibilidad de desplazarte únicamente con el pensamiento, y un sinfín de facilidades más. ¿No firmarías de inmediato?
Claro que a todo esto habría que añadir que sin cuerpo. No sé si con esta nueva condición seguirías firmando.
Efectivamente, ese estado tan fantástico es el estado de vida fuera del cuerpo, es ese estado al que, muy posiblemente, temen llegar casi todos los seres humanos, porque es el estado al que llegamos después de la muerte del cuerpo.
¿Por qué el miedo?, ¿No son suficientes los motivos del primer párrafo para desear ese estado?
Es perfectamente comprensible el miedo en los seguidores de casi todas las religiones, ya que auguran a sus socios las mayores desgracias después de la muerte, pero no deberían de sentir miedo el resto de mortales, además la vida en el cuerpo es nada más que un ratito comparado con el tiempo, eterno, que pasamos al otro lado.
 
Nosotros no somos estos cuerpos que perecemos, los cuerpos son sólo trajes que usamos por un tiempo y luego desechamos. Somos almas inmortales. La perfección de Dios es también en nosotros, pues vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser en Él. Pero somos inconscientes de nuestra Naturaleza Divina, y así seguiremos hasta que no despertemos a ella, y eso, normalmente, no va a pasar hasta que dejemos el cuerpo.
Cuando dejamos el cuerpo, todos somos iguales, los políticos, los ladrones, los asesinos, los embaucadores, el santo y el demonio, todos, porque todos vivimos en el Padre, y todos sentimos el mismo amor, la misma alegría y la misma felicidad, con independencia de lo que hayamos hecho en nuestro ratito de vida en el cuerpo.
Ya volveremos otros ratitos a la vida del cuerpo para ir arreglando lo que estropeamos con anterioridad, ya que el mal que hicimos con anterioridad debe ser equilibrado con el bien. Este proceso de siembra y cosecha se llama Karma. Es la ley del reajuste, que el ser humano pone en funcionamiento con cada uno de sus pensamientos, con cada palabra y con cada acción.
Hay algo que casi nadie discute, aunque para muchos no sea más que una palabra no integrada en su vida, somos un alma, y todas las almas somos iguales. A pesar de las diferencias de nacimiento, diferencias de raza, credo, sexo o color; de bondad o maldad, todos los seres formamos una fraternidad indivisible. Todos nosotros, altos o bajos, sabios o ignorantes, lo somos durante ese ratito que dura la vida en la materia.
Nacemos y morimos una y otra vez, con el único objetivo de aprender a vivir desde nuestra divinidad. Las distintas vidas solo son un aprendizaje, en las que vamos pasando en cada una de ellas por el parvulario, la primaria, la secundaria y la universidad, en donde por medio del trabajo y el aprendizaje, lentamente vamos desarrollando nuestras facultades. No es posible vivir la Naturaleza Divina en nosotros con las experiencias de una sola vida. Por eso reencarnamos una y otra vez. Entramos en la vida, nacemos, crecemos, actuamos, terminamos nuestro trabajo y retornamos. Nuestro retorno es muerte. Y en nuestro retorno, todos, volvemos a las mismas condiciones.
Si fuéramos conscientes de esto, el mundo sería otra cosa, sería más equitativo, sería un mundo en el que todos tendríamos las mismas oportunidades de acceso a las riquezas del planeta, a la educación, a la sanidad. Un mundo en el que todos sentiríamos alegría por ver la felicidad de otro ser humano, un mundo en el que sentiríamos a nuestro prójimo como nuestro hermano.
Sería un mundo lleno de Amor.

martes, 10 de junio de 2014

Vivir desde el corazón (1 y 2)


            Nuestra vida diaria está regida por los pensamientos. Nos movemos, actuamos y sentimos en función de lo que va apareciendo en nuestra mente. Nuestra mente no se detiene ni un momento, hasta el extremo de que no nos comportamos como lo que realmente somos, sino que nos comportamos como pensamos que deberíamos ser, en función del entorno en el que nos encontremos. De alguna manera, nos pasamos la vida actuando, somos actores de la vida, no nos manifestamos tal como somos, sino como nos gustaría ser, como les gustaría a nuestros padres que fuéramos, como les gustaría a nuestros educadores, como le gustaría a nuestro jefe, a nuestros amigos o a nuestra pareja.
            En definitiva, son pocos los momentos de nuestra vida en los que nos podemos considerar auténticos. La mente dirige, por completo, nuestra existencia, siempre de manera errática, siempre de manera crítica.
            Nuestros pensamientos están dirigidos y gobernados por el pensamiento social, están regidos por las normas y las creencias que la sociedad impone. Y en la sociedad que nos hemos dado, es muy fácil sentirse solos en nuestra realidad, porque la mente, desde donde vivimos, es la que nos dice que existe separación entre nosotros y todo lo demás, y eso no es más que una ilusión, una fantasía, una mentira, ya que la realidad es que todos y todo somos uno. Ser uno con todo y con todos, quiere decir que yo no soy mejor, pero tampoco soy peor, ni tan siquiera soy igual, sencillamente soy uno, soy lo mismo.
            Los estímulos que nos rodean nos mantienen dentro de nuestra propia mente, nos mantienen a merced de la mente, la cual siempre está juzgando todo lo que estamos percibiendo en nuestro entorno. Esta mente crítica, esta mente que juzga de manera permanente, hace que aparezca en nuestra conciencia sentimientos como la vergüenza, o la soberbia, o la envidia, por citar solo algunos, y si aparecen en nuestra conciencia, es eso exactamente lo que vamos a vivir y va a ser esa la forma de cómo vamos a sentirnos.
            La vida no es eso, hay que acercarse a la vida y a todas las circunstancias que la rodean con calma y con tranquilidad, aceptando la vida tal cual es, aceptándonos nosotros mismos tal como somos, viviendo y siendo conscientes de las experiencias que nos toca vivir en cada instante, sin buscar escapar del momento presente ni de los sentimientos que cada experiencia genera. Todo lo que buscamos lo vamos a encontrar en el momento presente, porque es ahí donde reside la verdad de lo que estamos buscando, y ninguna experiencia es ni buena ni mala, solo es.
            Pero como vamos a conseguir eso cuando toda nuestra educación y nuestras creencias nos llevan directamente a la mente. Pues lo vamos a conseguir trasladándonos de vivir desde el espacio de la mente a vivir en el espacio del corazón. Podríamos decir que se trata de vivir una vida más espiritual, no porque tenga que ver con ninguna religión, las religiones son tan culpables de nuestra sinrazón como el resto de la sociedad. Es vivir una vida más espiritual porque se trata de darle más chance al espíritu que a la mente, se trata de vivir desde el corazón que es el abanderado del alma y dejar de lado la mente que es la abanderada del cuerpo.
Esto que predican con tanta insistencia las enseñanzas de la nueva era, o los gurús de los libros de autoayuda, es más difícil de practicar de lo que parece. Si fuera fácil todos viviríamos desde el corazón y no serían necesarios más libros, más cursos, más conferencias, más nada.
Vivir una vida más espiritual, es decir, vivir desde el corazón, no significa saber más, leer más, tener más conocimiento, retirarse a una cueva o hacer una vida monacal. Sólo se trata de amar más, así de fácil es la teoría, la práctica no lo es tanto.
Vivir desde el corazón es vivir la libertad, es vivir la eternidad, es vivir la alegría, es vivir la felicidad, es vivir el amor, es vivir la divinidad. Vivir desde el corazón es dejar que el corazón hable su propia verdad, es dejar que exprese su propia sabiduría, es dejar que nos ayude a tomar decisiones en nuestra vida diaria, ya que siempre nos va a decir cuál es la respuesta y cual la dirección correcta. Vivir desde el corazón es estar completamente presente, y convertirse en la personificación del amor, de la ecuanimidad, y de la libertad. Vivir desde el corazón es el estado natural y auténtico del alma que ha decidido encarnar, y si no lo vivimos así, es porque hemos sido enseñados y condicionados para vivir lejos del corazón.
Para vivir desde el corazón, sólo hay que vivir en silencio. Y para conseguir el silencio sólo hay que meditar.

Pero ya es bastante difícil la meditación, como para mantenerla horas, todas las horas del día en que nos mantenemos despiertos, y poder así vivir el ahora, y poder gozar de la sabiduría y las sensaciones del corazón. Por lo tanto, tendremos que hacer algo más.
Las herramientas necesarias para vivir desde el corazón son cuatro. La mente, la atención, la voluntad, y la paciencia.
Es una paradoja, pero necesitamos la mente para dominar a la mente. Necesitamos atención para observar a la mente, necesitamos, como para todo en la vida, ya sea física o espiritual, voluntad para volver al trabajo una y otra vez, cada vez que esta se distraiga, y necesitamos paciencia para llegar al final del camino: el corazón.
Sobre todo recuerda que cualquier camino que quieras recorrer comienza con un primer paso, y que con ese primer paso vas a recorrer un tramo pequeñito, en la vida física menos de un metro. No quieras con ese primer paso llegar al final del camino. No, el camino ha de recorrerse con tranquilidad y con perseverancia, teniendo claro que buscas, y volviendo al camino cada vez que los acontecimientos te separen de él.
Con todo esto claro, ya solo queda comenzar a caminar:
Lo primero que has de hacer es meditar. Medita cada día. Comienza por once minutos si no tienes práctica, y vete ampliando el tiempo para llegar, al menos, a los treinta minutos diarios. Si ya meditas, sigue con tu meditación. Si no lo haces búscate alguna con la que te sientas cómodo. Y si no sabes cual, puedes hacer la meditación de Kundalini-Yoga para una mente neutral que viene a continuación.
 
Durante todo tu día, lleva la atención a tu respiración, siente el aire entrando por tus fosas nasales, siente como se expande tu abdomen, siente después como sale el aire y como se relaja tu abdomen, e imagina que estás respirando desde el corazón. Si aun no has adquirido una práctica meditativa, a la tercera respiración, tu mente ya se habrá distraído, para esto necesitas, una vez que seas consciente de tu distracción, voluntad para volver tu atención a la respiración. Haz esto durante todo el tiempo que puedas permanecer consciente.
Como mantener una mente meditativa durante todo el día es una tarea harto difícil, mantén también la atención en todos los procesos de tu mente. Observa cómo se comporta tu mente, para dar prioridad a algunas de las energías del corazón: Intuición, desapego, compasión, ecuanimidad, amor.
La intuición es la voz del corazón. Es un murmullo constante. Sentirla es una señal clara de que la mente comienza a serenarse, ya que el ruido de la mente impide sentir cualquier otra cosa y aun menos un simple murmullo. Si llegar a sentirlo, hazle caso, no dejes que la mente analice ese murmullo, ya que sino, esta se encargará de desprestigiar a la intuición. Te va a decir que debes de seguir su lógica, ya que es la lógica lo que la sociedad espera que sigas. Sin embargo, la intuición es la voz del Yo Superior, es la voz del alma, y no hay nada más objetivo, ya que no está contaminada por las propias creencias, ni por los juicios que la sociedad está pronta a sentenciar.
Ecuanimidad es encarar la vida, con todas sus vicisitudes, en calma y con tranquilidad, sin perturbar la mente. Vivir desde el corazón es vivir la ecuanimidad, “todo está bien”. Para aprender a vivir desde el corazón se consciente de tus críticas. Desde una mente crítica es imposible vivir la ecuanimidad. Cuando entras en contacto con otras personas, has de tener muy claro que tus ideas, tus opiniones, tus creencias, no están en competencia con las ideas, opiniones y creencias de los otros, sino que todas tienen el mismo valor para Dios, se complementan, se enriquecen. En la ecuanimidad vas a entender y a respetar las creencias de los otros. Vas sencillamente a valorar, a apreciar y a respetar al otro.
Vivir desde el corazón, es vivir el desapego. El desapego no es un alejamiento frío, hostil; no es una manera robótica de ir por la vida, absortos, y totalmente indiferentes a la gente y a los problemas; no es una actitud de inocente dicha infantil; ni un desentendimiento de lo que son nuestras verdaderas responsabilidades hacia nosotros mismos y hacia los demás; ni una ruptura en nuestras relaciones.
Desapegarse es liberarse o apartarse de una persona o de un problema con amor. Viviendo la propia vida al máximo de capacidad y luchando para discernir qué es lo que se puede cambiar y que no. Si no se puede solucionar un problema después de intentarlo seriamente, hay que aprender a vivir con ese problema o a pesar de él. Y tratando de vivir felices, concentrándose en lo que de bueno tiene la vida hoy, y sintiendo agradecimiento por ello. Aprendiendo la mágica lección de sacarle el máximo provecho a lo que de bueno tiene la vida, ya que eso multiplica lo bueno en la vida.
El desapego implica " vivir el momento presente", vivir en el aquí y en el ahora. Permitiendo que en la vida las cosas se den por sí solas en lugar de forzarlas y tratar de controlarlas. Renunciando a los remordimientos del pasado y a los miedos por el futuro. Sacando el mayor provecho a cada día, aceptando la realidad, aceptando los hechos, aceptando y adentrándose en las experiencias. Requiere fe en uno mismo, en Dios, en otras personas, en el orden natural y en el destino de las cosas en este mundo.
Confía en que todo está bien a pesar de los conflictos. Confía en que Dios sabe más que tu, y ha dispuesto lo que está sucediendo, y que puede hacer mucho más por resolver el problema que tu. De modo que trata de no estorbar en su camino y dejar que Él lo haga.
Las recompensas que brinda el desapego son muchas: serenidad, una profunda sensación de paz interior, la capacidad de dar y recibir amor de una manera que nos enaltece y nos llena de energía, y la libertad para encontrar soluciones reales a los problemas.
El corazón es compasión. Vivir la compasión es vivir la unidad. La alegría de otras gentes es la propia, el sufrimiento de otras gentes es el propio sufrimiento, la historia de otras gentes es la propia historia. La compasión acaba con la separación, liberando de la ilusión de la propia experiencia individual. 
Vivir la compasión es escuchar y comprender a otras personas profundamente, lo cual ayuda a perdonar y a dejar atrás los juicios, ya que el juicio es un proceso de la mente y mientras que la comprensión lo es del corazón. Así que cuando estés con otras personas aprovecha la oportunidad para escuchar atentamente, para comprenderlas, sin juzgarlas. De esta manera te vas a convertir en el amor que buscas.
Y ama. Empieza por ti. Amaté, respétate, valórate, acéptate. Para aprender a amar utiliza la Regla de Oro: “Da a los demás lo que quieres para ti”. “No desees para los demás lo que no deseas para ti”.
Acuérdate de ser feliz.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Un rayo de luz


            La vida que vivimos es ilusión, es fantasía, es un cúmulo de preocupaciones, de deseos incumplidos, de desengaños, de mentiras, de desamores, que nos va llevando poco a poco, en la mayoría de los casos, a la insatisfacción, como mal menor, o a la tristeza, al dolor o al sufrimiento.
Sin embargo, no todo está perdido, y no lo está porque en esa vida de fantasía, que hemos decidido vivir los seres humanos, casi siempre existe un momento en el que como un rayo de luz aparece en nuestro interior un mensaje directo del corazón, un mensaje, que nos acerca al menos a la duda de si es correcta la vida que llevamos o si existe alguna otra manera de vivir que sea más placentera emocionalmente.
            El mensaje que se recibe, es escueto, y suele aparecer en los momentos de mayor dramatismo de nuestra vida, puede ser en la enfermedad, puede ser en el sufrimiento, puede ser en la depresión o en la tristeza, puede ser en la desaparición de un ser querido, o en una etapa de estrés en nuestra vida.
 
            Ese mensaje parece que llega cuando se han agotado las vías convencionales que la sociedad pone a nuestro alcance para la solución de conflictos, sin haber encontrado en ellas la solución del problema o sin haber encontrado el desahogo emocional que nos permita salir del pozo en el que, sin saber muy bien como, hemos caído. Pero no es así. El mensaje siempre está ahí, pero es tan suave que es imposible percibirlo cuando nuestra mente se encuentra aturdida con todo el ruido producido por el fragor de la batalla de nuestras preocupaciones.
            Es cuando en medio de la desesperación la mente se aquieta como dando por perdida la batalla cuando escuchamos un leve susurro que nos impulsa a dudar de si la manera de gestionar nuestra vida y nuestro dolor es el correcto, y si no sería posible aplicar una solución distinta a la de darle vueltas y más vueltas a un problema que para el que sufre, atado a una rueda que gira y gira, siempre en el mismo sentido, parece inviable cualquier solución. 
            En ese momento, de nosotros depende detener la rueda y seguir a la luz. Porque puede la persona no hacer caso del susurro, o puede comenzar a razonar que eso que le llega es una tontería, o puede, al menos conceder a su intuición el beneficio de la duda y buscar esa nueva manera de solucionar su problema.
            La solución del problema tiene un primer peldaño, que es el silencio, el silencio mental, porque es en él donde se va a encontrar la sabiduría necesaria para enfocar los problemas de una manera más sana y más inteligente. Y tiene un segundo peldaño, que es el trabajo. Será a partir de ese momento cuando la persona decida si quiere trabajar para conseguir su serenidad, o prefiere volver al maltrato que le genera el carrusel de su mente.
            Pero siempre será necesario haber sentido ese rayo de luz y haber tratado de seguir su resplandor.   

martes, 6 de mayo de 2014

Contrato Divino


            Cuantas veces nos hemos encontrado, ante cualquier adversidad, diciéndonos a nosotros mismos o clamando a Dios, elevando los ojos al cielo, ¿Por qué a mí, si soy una buena persona, ayudo a los demás, y no he hecho nada malo?
             Cuando hacemos estas preguntas, es porque tenemos la creencia de que nuestra vida comienza con el nacimiento, y va a terminar con la muerte del cuerpo. No somos conscientes de que hemos tenido muchas vidas, no somos conscientes de que existe vida antes del nacimiento y existe vida, también, después de la muerte. No somos conscientes de que nuestra vida actual solo es un continuo desde nuestra primera vida en la Tierra, hace muchos, muchos años.
            No tenemos conciencia de que cuando estamos al otro lado de la vida, antes de volver a la materia en una nueva encarnación, organizamos junto a los Señores del Karma, la que será una nueva vida en la Tierra.
            En esa planificación se define la misión principal, se definen los aprendizajes, se definen las deudas kármicas que vamos a tratar de cancelar en la nueva vida, se define, en suma, la razón de esa vida. Y para llevar a buen puerto toda esa declaración de intenciones, se organiza lo que podríamos denominar como Plan de Vida o Contrato Divino, en el que aparece reflejado todo lo necesario para llevar a cabo la tarea establecida: el sexo, el lugar de nacimiento, los padres, los encuentros, las interacciones, las circunstancias que vamos a vivir, etc., etc., etc.
            Una vez firmado el Contrato Divino, llegamos a la Tierra.
 
            Es una lástima que una mente tan poderosa como la nuestra no sea capaz, una vez en la vida, de recordar nada de lo que hay al otro lado, teniendo en cuenta además, que para más “inri”, si venimos a la Tierra es porque hemos decidido vivir, nadie nos obliga, es nuestra voluntad la que nos hacer encarnar una y otra vez. Y parece bueno que así sea, que la mente no recuerde que hay al otro lado de la vida, ya que de recordar algo de lo que dejamos atrás, más de uno, viendo lo que se le avecina, renunciaría a esa nueva vida para volver a casa, para volver a la vida del alma.
            ¡Qué difícil es llevar a cabo nuestra misión!, sobre todo teniendo en cuenta que nuestra “hoja de ruta” no es un papel manuscrito, no es una agenda en la que están marcadas las acciones a llevar a cabo cada día, sino solamente algo que parece salir a la luz desde el corazón, es la intuición. Pero los seres humanos no estamos acostumbrados a escuchar al corazón, entre otras razones porque nadie nos lo ha enseñado, y de inmediato, pasamos a filtrar la intuición por el arel de la mente, que de manera inmediata la desecha, al catalogarla como una locura que no podría ser aceptada ni por la sociedad, ni por nuestro entorno más próximo. 
            En estas condiciones es muy difícil, por no decir imposible seguir los dictados del corazón y sus intuiciones. Y, sin embargo, esta es la única información de la que podemos disponer para llevar a cabo nuestra tarea.
            No hemos, por tanto, de lamentarnos ante la adversidad, ni, por supuesto, pedirle cuentas a Dios. ¡Está en nuestro Contrato!, está la enfermedad incurable, está la bancarrota en los negocios, está el engaño de los amigos. Ante cualquier situación, antes de culpabilizarnos a nosotros mismos o a Dios, busquemos el camino del corazón a través del silencio. La información llegará a nosotros.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Si, soy un hijo de Dios, ¿Y qué?


            Ya sabemos que somos el alma, ya sabemos que somos seres divinos, ya sabemos que somos a imagen y semejanza de Dios: es normal, somos Sus hijos, ya sabemos que todos nuestros sufrimientos tienen un principio único: nuestro pensamiento, ya conocemos la ley de la atracción, por la que somos conscientes de que atraemos aquello que permanece en nuestra mente: enfermedad, pobreza, dolor, sufrimiento, alegría, salud, etc.; ya sabemos que somos inmortales, ya sabemos que la vida es una escuela a la que asistimos para aprender, para crecer, para evolucionar, para aprender a amar; ya conocemos la ley del karma: sencillamente recibimos aquello que damos; ya sabemos que la alegría, la paz, la felicidad, y el mismo Dios se encuentran buscando en nuestro interior; ya sabemos que es dando como recibimos, ya sabemos que el apego y el deseo son el principio del sufrimiento, ya sabemos que todos somos hermanos, ya conocemos los beneficios de la oración, de la meditación y del silencio; ya sabemos que el amor, el perdón y la bendición son las energías más poderosas del Universo, ya sabemos que somos lo que pensamos, porque la energía siempre sigue al pensamiento; y seguramente sabemos muchas cosas más de las que ahora no recuerdo.
            ¿Y qué?
            ¿De qué nos vale tener todo ese conocimiento?, ¿Acaso somos felices?, ¿Vivimos alegres y en paz?, ¿Sentimos a Dios en nosotros?, ¿Nuestra prioridad es servir a nuestros hermanos?, ¿Amamos a todo y a todos por igual?, ¿Amamos, cuidamos y respetamos el Planeta?, ¿Amamos, cuidamos y respetamos nuestro cuerpo?, ¿Hemos dejado de lado el juicio, la crítica, el egoísmo, el orgullo, la impaciencia, el miedo, el estrés?, ¿Actuamos a sabiendas de que todo está bien, de que todo es correcto, de que todo es como debe ser?, ¿Hemos olvidado las mentiras o las medias verdades?, ¿Hemos incorporado la meditación y la oración a nuestra vida?, ¿Ya trabajamos para controlar el pensamiento?
¿Verdad que no?
Todo ese conocimiento no deja de ser algo mental, no integrado en nosotros, y que para lo único que nos sirve es para hablar sobre ello, a veces, solo para deslumbrar a nuestro interlocutor. Aunque también es cierto, esto es lo bueno, que nos puede servir como acicate para conseguirlo.
Si todo esto nos lo enseñaran de pequeñitos con el mismo empeño que ponen los educadores para enseñarnos, por ejemplo, la tabla de multiplicar, arraigaría en nosotros y viviríamos desde ese conocimiento. Pero no es así. Lo aprendemos solos, de mayores, y la integración es una tarea harto difícil.  
La dificultad en la integración estriba en que hemos de mantener la atención y la concentración en nosotros, en nuestros pensamientos, en nuestras emociones, en nuestros sentimientos, y en la sociedad de hoy, en la que todo está diseñado para la distracción necesitamos para comenzar el trabajo de una cualidad añadida: la voluntad. No olvidemos que la voluntad es la facultad de decidir y ordenar la propia conducta.
Una buena manera de empezar a trabajar para la integración de todo el conocimiento en nosotros, sería intentar mantener a Dios en nuestro pensamiento, no como en la actualidad, que sólo nos acordamos de Él cuando aparece algún problema en nuestra vida, sino haciendo lo contrario: dándole gracias de manera permanente por despertar, gracias por el sol que asoma por la ventana o por la lluvia que moja la calle, gracias por la salud o por la enseñanza que conlleva la enfermedad, gracias, en suma por la vida. Y así, poco a poco iremos desterrando de nuestra mente los pensamientos que nos atan al miedo, al dolor, a la incertidumbre, al deseo, al sufrimiento, a la tristeza, para revertirlos en amor, en alegría, en paz, porque estos son, junto a otros muchos, atributos de la Gracia Divina con la que queremos comenzar a convivir.