Nuestra vida
diaria está regida por los pensamientos. Nos movemos, actuamos y sentimos en
función de lo que va apareciendo en nuestra mente. Nuestra mente no se detiene
ni un momento, hasta el extremo de que no nos comportamos como lo que realmente
somos, sino que nos comportamos como pensamos que deberíamos ser, en función
del entorno en el que nos encontremos. De alguna manera, nos pasamos la vida
actuando, somos actores de la vida, no nos manifestamos tal como somos, sino
como nos gustaría ser, como les gustaría a nuestros padres que fuéramos, como
les gustaría a nuestros educadores, como le gustaría a nuestro jefe, a nuestros
amigos o a nuestra pareja.
En
definitiva, son pocos los momentos de nuestra vida en los que nos podemos
considerar auténticos. La mente dirige, por completo, nuestra existencia,
siempre de manera errática, siempre de manera crítica.
Nuestros
pensamientos están dirigidos y gobernados por el pensamiento social, están
regidos por las normas y las creencias que la sociedad impone. Y en la sociedad
que nos hemos dado, es muy fácil sentirse solos en nuestra realidad, porque la
mente, desde donde vivimos, es la que nos dice que existe separación entre
nosotros y todo lo demás, y eso no es más que una ilusión, una fantasía, una
mentira, ya que la realidad es que todos y todo somos uno. Ser uno con todo y
con todos, quiere decir que yo no soy mejor, pero tampoco soy peor, ni tan
siquiera soy igual, sencillamente soy uno, soy lo mismo.
Los
estímulos que nos rodean nos mantienen dentro de nuestra propia mente, nos
mantienen a merced de la mente, la cual siempre está juzgando todo lo que
estamos percibiendo en nuestro entorno. Esta mente crítica, esta mente que
juzga de manera permanente, hace que aparezca en nuestra conciencia sentimientos
como la vergüenza, o la soberbia, o la envidia, por citar solo algunos, y si
aparecen en nuestra conciencia, es eso exactamente lo que vamos a vivir y va a
ser esa la forma de cómo vamos a sentirnos.
La vida no
es eso, hay que acercarse a la vida y a todas las circunstancias que la rodean
con calma y con tranquilidad, aceptando la vida tal cual es, aceptándonos
nosotros mismos tal como somos, viviendo y siendo conscientes de las
experiencias que nos toca vivir en cada instante, sin buscar escapar del momento
presente ni de los sentimientos que cada experiencia genera. Todo lo que
buscamos lo vamos a encontrar en el momento presente, porque es ahí donde
reside la verdad de lo que estamos buscando, y ninguna experiencia es ni buena
ni mala, solo es.
Pero como
vamos a conseguir eso cuando toda nuestra educación y nuestras creencias nos
llevan directamente a la mente. Pues lo vamos a conseguir trasladándonos de
vivir desde el espacio de la mente a vivir en el espacio del corazón. Podríamos
decir que se trata de vivir una vida más espiritual, no porque tenga que ver
con ninguna religión, las religiones son tan culpables de nuestra sinrazón como
el resto de la sociedad. Es vivir una vida más espiritual porque se trata de
darle más chance al espíritu que a la mente, se trata de vivir desde el corazón
que es el abanderado del alma y dejar de lado la mente que es la abanderada del
cuerpo.
Esto que predican con tanta
insistencia las enseñanzas de la nueva era, o los gurús de los libros de
autoayuda, es más difícil de practicar de lo que parece. Si fuera fácil todos
viviríamos desde el corazón y no serían necesarios más libros, más cursos, más
conferencias, más nada.
Vivir una vida más espiritual, es
decir, vivir desde el corazón, no significa saber más, leer más, tener más
conocimiento, retirarse a una cueva o hacer una vida monacal. Sólo se trata de
amar más, así de fácil es la teoría, la práctica no lo es tanto.
Vivir desde el corazón es vivir la
libertad, es vivir la eternidad, es vivir la alegría, es vivir la felicidad, es
vivir el amor, es vivir la divinidad. Vivir desde el corazón es dejar que el
corazón hable su propia verdad, es dejar que exprese su propia sabiduría, es
dejar que nos ayude a tomar decisiones en nuestra vida diaria, ya que siempre
nos va a decir cuál es la respuesta y cual la dirección correcta. Vivir desde
el corazón es estar completamente presente, y convertirse en la personificación
del amor, de la ecuanimidad, y de la libertad. Vivir desde el corazón es el
estado natural y auténtico del alma que ha decidido encarnar, y si no lo
vivimos así, es porque hemos sido enseñados y condicionados para vivir lejos
del corazón.
Para vivir desde el corazón, sólo hay que vivir en silencio. Y para
conseguir el silencio sólo hay que meditar.
Pero ya es bastante difícil la
meditación, como para mantenerla horas, todas las horas del día en que nos
mantenemos despiertos, y poder así vivir el ahora, y poder gozar de la
sabiduría y las sensaciones del corazón. Por lo tanto, tendremos que hacer algo
más.
Las herramientas necesarias para
vivir desde el corazón son cuatro. La mente, la atención, la voluntad, y la
paciencia.
Es una paradoja, pero necesitamos la
mente para dominar a la mente. Necesitamos atención para observar a la mente,
necesitamos, como para todo en la vida, ya sea física o espiritual, voluntad
para volver al trabajo una y otra vez, cada vez que esta se distraiga, y
necesitamos paciencia para llegar al final del camino: el corazón.
Sobre todo recuerda que cualquier
camino que quieras recorrer comienza con un primer paso, y que con ese primer
paso vas a recorrer un tramo pequeñito, en la vida física menos de un metro. No
quieras con ese primer paso llegar al final del camino. No, el camino ha de
recorrerse con tranquilidad y con perseverancia, teniendo claro que buscas, y
volviendo al camino cada vez que los acontecimientos te separen de él.
Con todo esto claro, ya solo queda
comenzar a caminar:
Lo primero que has de hacer es
meditar. Medita cada día. Comienza por once minutos si no tienes práctica, y
vete ampliando el tiempo para llegar, al menos, a los treinta minutos diarios.
Si ya meditas, sigue con tu meditación. Si no lo haces búscate alguna con la que
te sientas cómodo. Y si no sabes cual, puedes hacer la meditación de Kundalini-Yoga para una
mente neutral que viene a continuación.
Durante todo tu día, lleva la atención a tu respiración, siente el
aire entrando por tus fosas nasales, siente como se expande tu abdomen, siente
después como sale el aire y como se relaja tu abdomen, e imagina que estás
respirando desde el corazón. Si aun no has adquirido una práctica meditativa, a
la tercera respiración, tu mente ya se habrá distraído, para esto necesitas,
una vez que seas consciente de tu distracción, voluntad para volver tu atención a la respiración. Haz esto durante
todo el tiempo que puedas permanecer consciente.
Como mantener una mente meditativa
durante todo el día es una tarea harto difícil, mantén también la atención en
todos los procesos de tu mente. Observa cómo se comporta tu mente, para dar
prioridad a algunas de las energías del corazón: Intuición, desapego, compasión,
ecuanimidad, amor.
La intuición es la voz del corazón.
Es un murmullo constante. Sentirla es una señal clara de que la mente comienza
a serenarse, ya que el ruido de la mente impide sentir cualquier otra cosa y
aun menos un simple murmullo. Si llegar a sentirlo, hazle caso, no dejes que la
mente analice ese murmullo, ya que sino, esta se encargará de desprestigiar a la
intuición. Te va a decir que debes de seguir su lógica, ya que es la lógica lo
que la sociedad espera que sigas. Sin embargo, la intuición es la voz del Yo
Superior, es la voz del alma, y no hay nada más objetivo, ya que no está
contaminada por las propias creencias, ni por los juicios que la sociedad está
pronta a sentenciar.
Ecuanimidad es encarar la vida, con
todas sus vicisitudes, en calma y con tranquilidad, sin perturbar la mente.
Vivir desde el corazón es vivir la ecuanimidad, “todo está bien”. Para aprender a vivir desde el corazón se
consciente de tus críticas. Desde una mente crítica es imposible vivir la
ecuanimidad. Cuando entras en contacto con otras personas, has de tener muy
claro que tus ideas, tus opiniones, tus creencias, no están en competencia con
las ideas, opiniones y creencias de los otros, sino que todas tienen el mismo
valor para Dios, se complementan, se enriquecen. En la ecuanimidad vas a
entender y a respetar las creencias de los otros. Vas sencillamente a valorar,
a apreciar y a respetar al otro.
Vivir desde el corazón, es vivir el
desapego. El desapego no es un alejamiento frío, hostil; no es una manera
robótica de ir por la vida, absortos, y totalmente indiferentes a la gente y a
los problemas; no es una actitud de inocente dicha infantil; ni un
desentendimiento de lo que son nuestras verdaderas responsabilidades hacia
nosotros mismos y hacia los demás; ni una ruptura en nuestras relaciones.
Desapegarse es liberarse o apartarse
de una persona o de un problema con amor. Viviendo la propia vida al máximo de
capacidad y luchando para discernir qué es lo que se puede cambiar y que no. Si
no se puede solucionar un problema después de intentarlo seriamente, hay que
aprender a vivir con ese problema o a pesar de él. Y tratando de vivir felices,
concentrándose en lo que de bueno tiene la vida hoy, y sintiendo agradecimiento
por ello. Aprendiendo la mágica lección de sacarle el máximo provecho a lo que
de bueno tiene la vida, ya que eso multiplica lo bueno en la vida.
El desapego implica " vivir el
momento presente", vivir en el aquí y en el ahora. Permitiendo que en la
vida las cosas se den por sí solas en lugar de forzarlas y tratar de
controlarlas. Renunciando a los remordimientos del pasado y a los miedos por el
futuro. Sacando el mayor provecho a cada día, aceptando la realidad, aceptando los
hechos, aceptando y adentrándose en las experiencias. Requiere fe en uno mismo,
en Dios, en otras personas, en el orden natural y en el destino de las cosas en
este mundo.
Confía en que todo está bien a pesar
de los conflictos. Confía en que Dios sabe más que tu, y ha dispuesto lo que
está sucediendo, y que puede hacer mucho más por resolver el problema que tu.
De modo que trata de no estorbar en su camino y dejar que Él lo haga.
Las recompensas que brinda el
desapego son muchas: serenidad, una profunda sensación de paz interior, la
capacidad de dar y recibir amor de una manera que nos enaltece y nos llena de
energía, y la libertad para encontrar soluciones reales a los problemas.
El corazón es compasión. Vivir la
compasión es vivir la unidad. La alegría de otras gentes es la propia, el
sufrimiento de otras gentes es el propio sufrimiento, la historia de otras
gentes es la propia historia. La compasión acaba con la separación, liberando
de la ilusión de la propia experiencia individual.
Vivir la compasión es escuchar y
comprender a otras personas profundamente, lo cual ayuda a perdonar y a dejar atrás
los juicios, ya que el juicio es un proceso de la mente y mientras que la
comprensión lo es del corazón. Así que cuando estés con otras personas
aprovecha la oportunidad para escuchar atentamente, para comprenderlas, sin
juzgarlas. De esta manera te vas a convertir en el amor que buscas.
Y ama. Empieza por ti. Amaté, respétate,
valórate, acéptate. Para aprender a amar utiliza la Regla de Oro: “Da a los
demás lo que quieres para ti”. “No desees para los demás lo que no deseas para ti”.
Acuérdate de ser feliz.