Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Dedica la vida a
vivirla, no a vivir la vida de los demás.
La vida es plenitud, y cada segundo
que intentas vivir la vida de los demás dejas de vivir la tuya, dejas de vivir
un segundo de tu tiempo que no volverá a repetirse, conviertes tu vida en una
vida incompleta.
La vida es demasiado hermosa para desperdiciarla, aunque sólo
sea un segundo.
Desperdiciar la vida juzgando, opinando o criticando a otros es,
además, un trabajo insulso, ya que ese otro al que estás juzgando, es posible
que siga viviendo su vida tan feliz, sin enterarse de tus críticas o pasando de
ellas, porque sencillamente no las necesita; estás desperdiciando tu vida para
nada.
Para evitar el juicio
y la crítica son necesarias dos actitudes: la aceptación y el respeto.
Decía Carl G. Jung:
”Lo que niegas te somete, lo que aceptas
te transforma”
La aceptación es esa
actitud que va a permitirte reconocer y tolerar las situaciones, pensamientos,
emociones o aspectos de nosotros mismos o del mundo que nos rodea, sin intentar
cambiarlos o evitarlos. La aceptación nos ayuda a afrontar los problemas de
forma más efectiva, a aprender de nuestras experiencias. La aceptación no significa resignarse o conformarse,
sino asumir la realidad y buscar soluciones. La aceptación se puede practicar y
mejorar a lo largo de la vida, y es una herramienta poderosa para vivir de forma
más plena y equilibrada.
Cualquier juicio,
cualquier opinión, cualquier crítica, no es más que un reflejo de la propia
persona, no es más que un reflejo de sus pensamientos, no es más que un reflejo
de sus creencias.
Pero, los
pensamientos y las creencias de cada uno, ¿por qué han de ser aplicables al
resto del mundo? Los pensamientos y las creencias de las personas no son más
que una manifestación de su nivel de evolución, no son más que una
manifestación de su carácter, y en ningún caso sirven para ninguna otra
persona, porque cada persona está en un nivel de evolución determinado, cada
persona vive una circunstancia específica en su vida, distinta a cualquier
otra.
Para que se
termine el juicio, la opinión y la crítica, sólo hay que aplicar una regla, el
respeto. Cuando se respeta se acepta, y ante la aceptación todo está bien.
Cualquier cosa que haga cualquier persona, ha de ser aceptado y respetado,
porque es algo que pertenece a su vida, a su aprendizaje y su evolución.
Te propongo un
ejercicio sencillo, dedica un día a vivir sin juzgar, sin criticar y sin opinar
lo que hagan los demás, a mirar con otros ojos, a respetar y aceptar cualquier
cosa que hagan las personas de tu entorno, a colocarte en su lugar si por
cualquier causa la mente pudiera contigo y surgiera la crítica. Ni tan siquiera
tienes que comprender, solo respeta y acepta.
El respeto y la
aceptación es entrenamiento y práctica, por lo que la crítica va a surgir. No
te enfades contigo, si la crítica ha sido mental, pide perdón mentalmente y
comienza nuevamente, observando lo mejor de la persona, focalizando tu atención
en sus cualidades. Con la práctica, te acostumbrarás a observar las acciones de
los demás como observas un día de sol, o las flores, o el vuelo de los pájaros,
sin que te afecte lo más mínimo.
Cuando consigas
incorporar a tu vida el respeto y la aceptación, vas a sentirte libre, ya que
el ejercer de juez, de manera permanente, es agotador.
¿Quién ha dicho a nadie que su misión
en esta vida sea ejercer de juez, ejercer de crítico, o ejercer de comentarista
de la vida del resto del mundo? Posiblemente,
nadie y, sin embargo, existen muy pocas conversaciones en las que no se juzgue
a alguien, o no se le critique, o no se opine sobre lo que sería mejor para la
vida de esa persona.
Cualquier juicio, cualquier opinión,
cualquier crítica, no es más que un reflejo de la propia persona, no es más que
un reflejo de sus pensamientos, no es más que un reflejo de sus creencias.
Pero, los pensamientos y las creencias
de cada uno, ¿por qué han de ser aplicables al resto del mundo? Los
pensamientos y las creencias de las personas no son más que una manifestación
de su nivel de evolución, no son más que una manifestación de su carácter, y en
ningún caso sirven para ninguna otra persona, porque cada persona está en un
nivel de evolución determinado, cada persona vive una circunstancia específica
en su vida, distinta a cualquier otra.
Para que se termine el juicio, la
opinión y la crítica, sólo hay que aplicar una regla: el respeto. Cuando se
respeta se acepta, y ante la aceptación todo está bien. Cualquier cosa que haga
cualquier persona, ha de ser aceptado y respetado, porque es algo que pertenece
a su vida, a su aprendizaje y su evolución.
Te propongo un ejercicio sencillo,
dedica un día a vivir sin juzgar, sin criticar y sin opinar lo que hagan los
demás, a mirar con otros ojos, a respetar y aceptar cualquier cosa que hagan
las personas de tu entorno, a colocarte en su lugar.
Ni
tan siquiera tienes que comprender, solo respeta y acepta.
El respeto y la aceptación es
entrenamiento y práctica. Si cuando estés inmerso en ese trabajo de aceptación surge
la crítica, no te enfades contigo.
Si
la crítica ha sido mental, pide perdón, mentalmente, y comienza de nuevo,
observando lo mejor de la persona, focalizando tu atención en sus cualidades.
Con la práctica, te acostumbrarás a observar las acciones de los demás como
observas un día de sol, o las flores, o el vuelo de los pájaros, sin que te
afecte lo más mínimo.
Cuando consigas incorporar a tu vida
el respeto y la aceptación, vas a sentirte libre, ya que el ejercer de juez,
permanentemente, es agotador.
Dedica
la vida a vivirla, no a vivir la vida de los demás. La vida es plenitud, y cada
segundo que intentas vivir la vida de los demás dejas de vivir la tuya, dejas
de vivir un segundo de tu tiempo que no volverá a repetirse. Conviertes tu vida
en una vida incompleta y la vida es demasiado hermosa y, sobre todo, demasiado
corta, para desperdiciarla, aunque sólo sea un segundo. Desperdiciar la vida
juzgando, opinando o criticando a otros es, además, un trabajo insulso, ya que
ese otro al que estás juzgando, es seguro que va a seguir viviendo su vida tan feliz,
sin enterarse de tus críticas o pasando de ellas, porque sencillamente no las
necesita; estás desperdiciando tu vida para nada.
Empieza
ahora a mirar con otros ojos, empieza ahora a aceptar y a respetar, no esperes
a mañana, no desperdicies más tu vida.
Nos
pasamos la vida hablando de nuestra misión, de lo fácil que sería si supiéramos
que es lo que hemos venido a trabajar en esta encarnación.
Pues
existe un atajo para saber cuál es nuestra misión: Vivir desde el corazón,
activar la energía del Amor.
Viviendo
desde el corazón, tienes la mente serena y preparada para ser consciente de
cuáles son las puertas que se van abriendo en tu camino, de cales son las que
se van cerrando, de cuando has de variar tu dirección, de cuando has de seguir
en línea recta.
En
ese atajo no cabe otra cosa que el Amor, por lo que los juicios a los demás,
las críticas o, sencillamente, indicarles cuál es su camino, no son peajes que
se encuentren en ese atajo. Respeta el camino que hayan elegido los demás y su
forma de recorrerlo.
Intenta
lo siguiente: En cuanto abras los ojos, cada mañana, repite dentro de ti: “Hoy
no voy a juzgar ni a criticar nada ni a nadie”, y practícalo durante todo el
día. En ese nada ni nadie, también entras tú, así que empieza por respetarte a
ti, se benévolo contigo. Y ten paciencia, no puedes cambiar en un día una
tendencia de años.
La
mejor manera de cumplir el objetivo de no juzgar es vivir, conscientemente, el
presente. No dividas tu atención en infinidad de cosas, mantén la concentración,
y así tu mente estará más preparada para recibir las señales.
Una de tantas frases bonitas que
circulan por la red de Mahatma Ghandi dice. “Las tres cuartas partes de las
miserias y malos entendidos, en el mundo, terminarían si las personas se
pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista”.
Compasión es la capacidad de percibir
lo que otro ser humano pueda sentir. Compasión es la capacidad de sentir
aprecio por los demás y desear la liberación de su sufrimiento. Compasión es un
sentimiento de tristeza que se produce al ver padecer a alguien y que impulsa a
aliviar, remediar o evitar su dolor. Compasión es el deseo de que los demás
estén libres de sufrimiento.
En la compasión la alegría de los
otros es tu alegría, el sufrimiento de los otros es tu sufrimiento, el éxito de
los otros es tu propio éxito y su fracaso el tuyo. En definitiva, la historia
de los otros es tu historia. Esto es Unidad, con la compasión se acaba la
separación y se vive la Unidad. Con la compasión vivimos, aceptamos y
entendemos que todos somos hermanos, que todos somos la misma cosa, que todos
somos Hijos de Dios.
La compasión nos libera de la ilusión
que nos aprisiona en nuestra propia experiencia individual, ya que se enfoca en
descubrir las necesidades y padecimientos de las personas, con una actitud de
servicio. La compasión nos lleva a escuchar y a comprender a las personas, nos
lleva a ponernos en los zapatos del otro, con lo cual entendemos cada razón,
cada causa, y eso hará que se dejen atrás los juicios, ya que juzgar y criticar
son procesos de la mente, mientras que la comprensión que deriva de la
compasión es un proceso del corazón.
La compasión hace aflorar otras
virtudes en las personas: Generosidad y servicio, ya que se ayuda sin esperar
nada a cambio, y se pone a disposición de la persona que sufre tiempo y
recursos personales. Sencillez, porque no se hace distinción entre las personas
por su condición social. Solidaridad, al sentir que los problemas del otro son
problemas propios. Comprensión, por entender las razones de los demás.
Sin embargo, la compasión no debe
crear dependencia hacia la persona que sufre, ni debe generar sufrimiento por
el sufrimiento del otro. La compasión nos debe de llevar a ayudar, a acompañar,
a servir, pero desde un sentimiento de paz, desde un sentimiento de serenidad.
Sólo así podremos ser útil al que sufre, de otra forma nos convertiríamos
nosotros mismos en objeto de compasión.
Lo que entra por la boca afecta al
cuerpo. Lo que sale por la boca afecta al cuerpo y al alma.
La opinión “razonada”
que alguien se forma sobre una persona o una cosa, es un juicio. Mientras que
el conjunto de opiniones o juicios que responden a un análisis y que pueden
resultar positivos o negativos, es una crítica.
Aunque el
encabezamiento del escrito se refiere a la “Federación internacional de
críticos”, no existe tal federación, aunque bien podría existir, teniendo en
cuenta la ingente cantidad de jueces y críticos que se dedican, a estos
menesteres, de manera amateur. Son tantos que deberían estar federados y
regirse por unas normas, básicas, de comportamiento.
Y entre esas normas
básicas deberían encontrarse las que se acercan a la definición de juicio y de
crítica. Es decir, que sea una opinión razonada y que responda a un análisis.
Pero no, no ocurre nada de esto. El caso es hablar por hablar, y cuanto más
dura será la crítica, mucho mejor. Si se encuentra en ella tintes de calumnia,
difamación, humillación, menosprecio, insulto o desprecio, ¡seguro que es una
buena crítica!
Cabría pensar que los
beneficios conseguidos por estas actividades deben de ser extraordinarios, casi
comparables a los beneficios de los buscadores de oro en el antiguo Oeste.
Pero no. De entrada,
no parece que exista una compensación material, ni emocional, ni espiritual,
por el desarrollo de estas actividades. A no ser…, el placer del propio ego de sentirse
el centro del mundo durante el espacio de tiempo en el que el crítico se dedica
a denigrar a otro sin ningún conocimiento.
En Mateo 15:11,
podemos leer: “Lo que entra por la boca
daña al cuerpo, pero lo que sale por la boca daña al cuerpo y al alma”.
Y ¿saben por qué lo
daña?, ¿alguien puede pensar que juzgar y criticar son actos de amor? Juzgar y
criticar no son acciones guiadas por el amor. Son guiadas por lo opuesto al
amor, y opuesto al amor es el odio, la ira, la venganza, la envidia, la
deslealtad, el miedo o el rechazo.
“Todo es energía”. Cada
pensamiento que se pasea por la mente y cada palabra que sale de la boca, son
energía que se van a depositar en el cuerpo energético de la persona. Pero
hemos de tener en cuenta una segunda ley: “Energías iguales se atraen”, por lo que
cualquier energía que se encuentre alojada en el cuerpo energético va a atraer
hacia sí mas de lo mismo. Si la energía acumulada es positiva atraerá cosas
positivas, si no lo es atraerá más negatividad.
Hay que tener,
también, en cuenta, que, si la persona objeto de la crítica no tiene un nivel
de madurez suficiente, si tiene conocimiento de que está siendo criticada, va a
sufrir. De ese sufrimiento también es responsable el crítico y tendrá que pagas
por ello. Es la “Ley de la causa y el efecto”.
No levantes falsos
testimonios. No divulgues secretos, no difames, no te entrometas en la vida de
otros. Vive tu vida, en lugar de vivir la vida de los demás. Ya tienes
suficiente trabajo con vivir tu vida.
¿Quién
ha dicho a nadie que su misión en esta vida sea ejercer de juez, ejercer de
crítico, o ejercer de comentarista de la vida del resto del mundo?, posiblemente nadie, y sin embargo, existen
muy pocas conversaciones en las que no se juzgue a alguien, o no se le
critique, o no se opine sobre lo que sería mejor para la vida de esa persona.
Cualquier juicio, cualquier opinión,
cualquier crítica, no es más que un reflejo de la propia persona, no es más que
un reflejo de sus pensamientos, no es más que un reflejo de sus creencias.
Pero, los pensamientos y las creencias
de cada uno, ¿Por qué han de ser aplicables al resto del mundo? Los
pensamientos y las creencias de las personas no son más que una manifestación
de su nivel de evolución, no son más que una manifestación de su carácter, y en
ningún caso sirven para ninguna otra persona, porque cada persona está en un
nivel de evolución determinado, cada persona vive una circunstancia específica en
su vida, distinta a cualquier otra.
Para que se termine el juicio, la
opinión y la crítica, sólo hay que aplicar una regla, el respeto. Cuando se
respeta se acepta, y ante la aceptación todo está bien. Cualquier cosa que haga
cualquier persona, ha de ser aceptado y respetado, porque es algo que pertenece
a su vida, a su aprendizaje y su evolución.
Te propongo un ejercicio sencillo,
dedica un día a vivir sin juzgar, sin criticar y sin opinar lo que hagan los
demás, a mirar con otros ojos, a respetar y aceptar cualquier cosa que hagan
las personas de tu entorno, a colocarte en su lugar. Ni tan siquiera tienes que
comprender, solo respeta y acepta.
Con la práctica, te acostumbrarás a
observar las acciones de los demás como observas un día de sol, o las flores, o
el vuelo de los pájaros, sin que te afecte lo más mínimo.
Cuando consigas incorporar a tu vida el
respeto y la aceptación, vas a sentirte libre, ya que el ejercer de juez
permanentemente es agotador.
Dedícate a vivir tu vida, no a vivir la vida de los demás. La vida es plenitud, y cada
segundo que intentas vivir la vida de otros dejas de vivir la tuya, dejas
de vivir un segundo de tu tiempo que no volverá a repetirse, conviertes tu vida
en una vida incompleta.
La
vida es demasiado hermosa para desperdiciarla, aunque sólo sea un segundo.
Desperdiciar la vida juzgando, opinando o criticando a otros es además un
trabajo insulso, ya que ese otro al que estás juzgando, si es inteligente seguirá viviendo
su vida tan feliz, sin enterarse de tus críticas o pasando de ellas, porque
sencillamente no las necesita. Estás desperdiciando tu vida para nada.
¿Infierno? No hay más infierno que los pensamientos negativos
que tienen como origen nuestras propias miserias: Ira, avaricia, orgullo,
apegos, envidia, críticas, etc. Cada uno de estos pensamientos impregnan de
energía negativa, de energía sucia, de energía enferma y de energía
contaminada a nuestro sistema energético, afectando de manera definitiva al cuerpo físico enfermándolo y manteniendo a la
persona cada vez más alejada de su alma y más alejada de Dios. Son el auténtico y definitivo infierno del ser
humano ya que son los responsables de todas y cada una de las emociones
negativas que mantienen a las personas atados al dolor y al sufrimiento.
¿Qué peor infierno
que una vida de celos, o de miedo, o de odio? No es necesario quemarse en las
llamas del inventado infierno, ya lo hacemos en las llamas reales de las
emociones generadas por nuestros pensamientos.
Mejor
mantente en silencio porque todo lo que digas va a ser utilizado para juzgarte
y criticarte. También te van a criticar por tu silencio, pero al menos no gastas
energía, no generas karma y estás más cerca de tu interior, lo que equivale a
decir que estas más cerca de Dios.
Es muy fácil decirlo, pero me ha costado bastante tiempo
llegar a mi interior, y además, cuando consigo llegar, siempre sucede algo, un
ruido, una música, un pensamiento, que me devuelve de inmediato al exterior volviendo
a la locura de la vida, y además no soy consciente de inmediato, tardo en
reaccionar. ¡Engancha tanto la mente!
Sin embargo, algo sucede cuando
entro: La locura se vuelve paz, el deseo se vuelve aceptación, el deseo de
venganza se vuelve perdón, la tristeza se transforma en alegría,el estrés se vuelve sereno, el orgullo
convive con la humildad y el desdén se vuelve compasivo. La preocupación
desaparece y el miedo se desvanece en brazos del amor. Encuentro justificación
a la sinrazón del mundo, me olvido de juzgar a mi vecino y de criticar a mi
jefe, entiendo a todo el mundo. A mí no me importa. Todo está bien.
Los deseos materiales se evaporan
como el humo, y aparecen otro tipo de deseos, los deseos espirituales, pero no
agobian, no preocupan, todo tiene su tiempo, las cosas de Dios también lo
tienen.
Dentro de mí no existe ni pasado, ni
presente ni futuro. Sólo ahora. Sé que soy un ser espiritual viviendo una
experiencia humana, sé que soy lo que quiero ser, sé que nada en la vida es
permanente, ni importante, ni imprescindible, sé que todo es pasajero, ya que también
lo es la misma vida.
Sé todo lo que necesito saber, y
tengo todo lo que necesito tener. No necesito más. Todo está en mi interior.
Todo está bien.
Si realmente te interesa saber cómo amas o
saber cómo eres, puedes preguntar a los que te rodean. Ellos dan en el clavo
seguro. Nosotros lo tenemos difícil para saber cómo somos porque, según leí en
algún sitio que no recuerdo, solo alcanzamos a ver nuestra sombra.
Otra manera de saber cómo somos y cuáles son nuestras
debilidades y nuestras fortalezas es observar como tratamos a los demás. Es difícil
juzgar o criticar algo que no se conoce, por lo tanto cada juicio que hacemos de
otros, cada critica con la que les obsequiamos, cada consejo gratuito que
regalamos, es una demostración de que conocemos en carne propia ese hábito, ese
vicio, esa mala acción, sabemos incluso como salir de eso que juzgamos
negativo, por eso aconsejamos, aunque no se siga el propio consejo, ya lo dice
el refrán: “Es más fácil predicar que dar trigo”.
El problema estriba en que somos incapaces de seguir
nuestro propio consejo, e incluso nos sentiríamos muy molestos si alguien se
atreviera a juzgarnos como lo hacemos nosotros.
¿Por qué será?, ¿Somos diferentes, o nos parece a
nosotros?, ¿Nos creemos mejores?, pues no. Somos exactamente iguales, ni
mejores ni peores. Bueno, exactamente iguales tampoco somos: Somos iguales en
esencia, ya que nuestra parte divina es la misma, pero difiere la conciencia.
No puede ser igual de consciente el ego de un alma que se encuentra en su
tercera vida que el de otra que se encuentra en la vida quinientas treinta y
seis. Se supone que el ego del alma que recién se está incorporando a la vida
tiene un nivel de conciencia inferior, que aun se encuentra lejos de Dios y del
resto de almas, pero curiosamente, aunque resulte paradójico, estos egos se
creen el ombligo del mundo.
Según se crece en conciencia, aumenta el Amor,
aumenta la conexión con el resto de almas, aumenta el acercamiento a Dios, aumenta
la comprensión, la tolerancia y el silencio. Según se crece en conciencia se
sabe que de nada valen los consejos, porque nadie cambia hasta que no lo decide
la propia persona y cuando eso sucede, si necesita ayuda o consejo ya se encarga
de solicitarlo. Normalmente quien más habla, juzgando, criticando, aconsejando,
es quien menos sabe y quien más debería de callar. Los que saben callan porque
entienden que no sirve de nada la palabra y dedican su silencio a bendecir en
su interior a los que hablan para que algún día escuchen su propia ignorancia.
Los que saben callan y actúan, porque saben que el ejemplo es la mejor
enseñanza, como dijo Albert Einstein “Dar ejemplo no es la principal manera de
influir sobre los demás, es la única manera”.
Así que recuerda que todo lo que ves en quien está
delante, es lo que tu eres visto en otro cuerpo, es tu propio reflejo.
El ser
humano lleva en su maleta emocional una serie de máscaras que va utilizando en
el transcurso del día, Cuando se levanta por la mañana se pone la máscara de la
prisa, al llegar a la oficina se pone la de jefe, o la de subordinado, o la de
señor de la limpieza, o la de vigilante, y así una tras otra en función de las
distintas interacciones que va teniendo a lo largo de su día, y lo hace con la
misma facilidad que lo pueden hacer los profesionales de la risa en el circo
para conseguir las carcajadas de su público. Pero existe una notable
diferencia, mientras para unos es una profesión para los demás la máscara no es
más que una cortina de humo para ocultar sus miserias.
Es posible
que ni el mismo ser humano sepa realmente quien es y cómo es. Bueno quien es,
es seguro que no lo sabe. Él cree que es Don Fulano de Tal, y actúa desde ese
pedestal, sea alto o bajo, no importa, cuando ese nombre es el que le han dado
a su cuerpo, de la misma manera que su vehículo es Audi o Toyota, porque su
cuerpo es su vehículo. Quien realmente es, es un hijo de Dios. Entonces, si la
persona no sabe quién es, parece lógico que tampoco sepa como es.
Este
desconocimiento hace que actúe de mil maneras diferentes, en función de quien
se encuentra delante. La persona no es la misma con su pareja que con sus
hijos, no es la misma con su jefe que con sus compañeros, no es la misma con
sus amigos que con sus vecinos, y así podríamos seguir enumerando encuentros,
en los que encontraríamos que la persona es diferente en todos y en cada uno de
ellos.
Es posible
que ni un observador imparcial lograra saber exactamente como es la persona
objeto de su observación, a no ser que la observara en su soledad, situación
difícil, porque en soledad no se actúa, en soledad se siente, y hay muchas
posibilidades que incluso en su soledad no sea ella misma al cien por cien, ya
que estará dándole vueltas a un millón de cosas y haciendo que sus sentimientos
y emociones vayan variando, desde aquello que le sucedió ayer hasta como le
gustaría realmente ser.
Es curioso, porque casi nadie está
contento consigo mismo, por infinitas razones. Todos quieren ser lo que no son,
pero casi nadie es capaz de ponerse a trabajar para llegar a ser esa persona
que quisiera ser, o ponerse a trabajar para aceptar lo que es.
El ser
humano es un cúmulo de contradicciones: Busca la felicidad fuera de sí mismo,
cuando la tiene en su interior; busca que le amen cuando es incapaz de amarse a
sí mismo; elige una pareja y envidia a las parejas de los demás; es incapaz de
trabajar para la realización de sus sueños, pero obliga a sus hijos a
realizarlos, sin pensar que posiblemente sus hijos tengan sus propios sueños; es
incapaz de reconocer sus defectos, pero es un maestro en el arte de juzgar y de
criticar los defectos de los demás; como no reconoce sus defectos no trabaja
para mejorarlos, pero reparte consejos a diestro y siniestro para que los demás
mejoren los suyos; busca la paz viajando a los confines del mundo, cuando la
podría encontrar si realizara el corto trayecto que existe entre su mente y su
corazón.
Lo que viene
a continuación es un consejo, si no te apetece no lo leas:
Medita.
Si sigues mi
consejo y meditas
-Empezarás
a conocerte un poco y disminuirán tus contradicciones.
-Casi
sin proponértelo van a encontrarte de frente con la felicidad.
-Descubrirás
que el amor es una energía y no esa tonta sensación que tienes cuando ves a
alguien del sexo contrario.
-Llegarás
a ser consciente de que lo más importante en el mundo eres tú, y que eso,
además, no es ser egoísta.
-Tendrás
las fuerzas suficientes para correr detrás de tu sueño.
-Serás
consciente de que tus hijos son también seres humanos, que no son de tu
propiedad y que tienen que realizar su propio camino.
-En
el viaje que vas a realizar dentro de ti comenzarás a descubrir tus defectos y
trabajarás para ir eliminándolos.
-Sabrás
que no has venido a este mundo a juzgar a nadie.
-Que
los consejos los puedes dar, pero cuando te los pidan.
-Aprenderás
a respetar y tratarás a todos tan solo como quieres que te traten a ti.
Así, no solo sabrás quien eres: Un
hijo de Dios, sino que sabrás como eres: Un ser de amor y podrás llevarlo por
bandera sin necesitar máscaras porque no tendrás que ocultar ninguna miseria.
¿Qué es lo que hay debajo de nuestra necesidad de juzgar?, sólo miedo,
miedo a enfrentarnos con nuestra propia oscuridad, miedo a vivir la propia
vida, miedo a que se den cuenta de nuestros defectos, es, ni más ni menos que
falta de Amor.
No juzgues nada, las cosas son como son y no hemos de tener ningún
interés en como deberían ser, en como tendrían que ser, en como pensamos
nosotros que han de ser.
“La ley del desapego dice que para adquirir
cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella.
Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No
renunciamos a la intención ni al deseo, renunciamos al interés por el resultado”.
(Deepak Chopra).
Pero no se trata solamente de conseguir cualquier cosa
en el universo físico, se trata de más, se trata de ser feliz, se trata de
permanecer serenos y en paz, se trata de no realizar movimientos inútiles en la
vida, se trata de no generarnos falsas expectativas, se trata de no divagar, se
trata de ver la vida en su verdadera perspectiva, se trata de observar a los demás sin
prejuicios, se trata de vivir la realidad y no tener una visión distorsionada
de la vida, se trata de ser solo un observador imparcial, se trata de aceptar
sin más, se trata de ser feliz, se trata de amar porque sí, se trata de no
derrochar fuerzas.
El desapego es una de las cualidades del alma, por
lo tanto, conseguir vivir sin apegos es acercarnos un poco más al alma.
Podremos hablar de misiones para la vida, podemos
hablar de deudas o de activos kármicos, podemos hablar de cerrar círculos con
otros seres que han coincido con nosotros en otras muchas vidas, pero la
verdadera razón de la vida es aprender a vivir desde el alma, es aprender a
vivir en el cuerpo sin identificarnos, ni poco ni mucho, con lo que ocurre en
los planos físico y emocional, es aprender a vivir sin reacciones mentales de
ningún tipo, es aprender a vivir en Dios.
El desapego no significa aislamiento personal. El
desapego soluciona muchos de nuestros problemas, podríamos decir, sin exagerar,
que soluciona todos los problemas que en la actualidad están generando el
sufrimiento en los seres humanos. Y cuando eso se consigue el ser humano
consigue la tan ansiada libertad porque deja de identificarse con las personas,
con las cosas y con las circunstancias, y sobre todo desaparece el miedo de
cualquier tipo.
Es entonces cuando el apego desaparece, cuando el
ser humano se va a acercar a otras almas, que no a otros cuerpos, que no a
otras personas, y eso le va a permitir fusionarse con el alma de su hermano y
conocer y asegurarse el mejor modo de ayudarle. Con el desapego, va a aparecer, poco a poco la humildad, humildad con
la que se va a dar todo lo que se tiene para servir de manera altruista
y luego olvidar lo que cada uno dio de sí mismo. Sólo cuando el desapego y la
humildad están presentes, puede un ser humano servir en realidad.
Pero, a fin de cuentas, todo esto no son más que
palabras, más o menos bonitas. Lo importante es pasar de las palabras a los
hechos. Lo haremos en la próxima entrada.