El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 30 de agosto de 2022

Miedo a ser feliz



Capítulo IV, parte 3. NOVELA "Ocurrió en Lima" 

Y, para colmo, esperando a una mujer para ir a almorzar, dejando a un lado mi idea de que eso del amor es una tontería.

-    Indhira, desde el pasillo, me sacó de mis pensamientos, acercándose a la sala donde estaba esperándola- Disculpa, creo que me he pasado un poco de los diez minutos prometidos.

Se había cambiado la ropa blanca con la que la había visto en las dos ocasiones, y que debía de ser su uniforme de trabajo, por un tejano, un jersey y un anorak rojo. Se había soltado la melena que, también, en las dos ocasiones, llevaba recogida. Y se había maquillado. El resultado era espectacular.

-    Tenía que decírselo. Tenía que saber que me gustaba y mucho- Pues ha merecido la pena la espera. Estás preciosa.

-    Gracias. Eres muy amable. ¿Nos vamos?

-  Vámonos –y mientras bajábamos en el ascensor le pregunté- ¿te apetece comida criolla?

-    Su respuesta me dejó sin habla- Lo importante es la compañía. El tipo de comida es lo de menos. Podríamos ir a comer una hamburguesa y seguro que me sabría a gloria.

-    O sea, que podemos ir adonde me apetezca.

-    Sí. Donde tú decidas estará bien.

Fuimos al “Señorío de Sulco” que es un restaurante, que está a diez minutos de la casa de Indhira, donde había comido en otras dos ocasiones. No tuve ninguna duda del lugar elegido porque, además de la cercanía de donde nos encontrábamos, la comida era excelente. Es cierto que es un poco caro, pero la calidad y el servicio lo merecen. Fue justo por el precio por lo que Indhira puso algún reparo, aunque con no mucha convicción.

Fue la comida más agradable que recuerdo, desde hace, por lo menos, diez años. Más atrás creo que no puedo, ni debo, remontarme porque llegaría a la adolescencia y a la niñez y las situaciones no son comparables. No puedo comparar el recuerdo de las comidas de los domingos con mis padres y esta comida. Era la ilusión de entonces frente a la expectación de ahora. Era la tranquilidad de la reunión familiar frente al nerviosismo de lo desconocido. Era la rutina de los domingos frente a la incertidumbre de un solo día.

La comida y la sobremesa se alargaron durante tres horas. Hablamos de casi todo lo que pueden hablar dos desconocidos, que sienten que no lo son tanto, porque, en más de una ocasión, los dos coincidimos en que teníamos la sensación de conocernos desde siempre. La primera vez que comentamos nuestra familiaridad me quede en silencio, mirándola a los ojos, intentando encontrar en ellos la huella de nuestra supuesta afinidad ancestral.

-    Indhira moviendo una mano delante de mis ojos me sacó de mi abstracción- ¿Dónde estás?

-    Estaba intentando, escudriñando en tu mirada, a ver si te encontraba en el hombre de la barba que era mi esposo en la vida que recordé en la regresión. Porque aquel parece que fue un buen matrimonio.

-    Hubiera sido bonito ¿verdad?, -comento Indhira. Siendo, ahora, ella la que se quedó pensativa.

Mientras yo me quedaba embelesado perdido en su mirada, ella se distraía pensando en lo bonito que sería habernos encontrado como pareja en alguna vida anterior. Solo faltaba saber quién sería el primero de los dos en romper el velo que nos mantenía separados, cuando estaba claro que lo que los dos sentíamos era la necesidad de romper esa separación y dejar que fluyera la magia.

Magia era la palabra. Más que familiaridad, lo que estaba ocurriendo era magia. Solo éramos conscientes el uno del otro. No éramos conscientes del tiempo que iba transcurriendo, ni de la comida que íbamos ingiriendo. Podíamos haber tenido en el plato la suela de un zapato y la habríamos comido sin ser conscientes de ello.

A la salida del restaurante, los dos, al unísono, nos fuimos a la izquierda, hacia el malecón, cuando, para ir a la casa de Indhira, deberíamos haber tomado el camino de la derecha. Seguimos conversando mientras paseábamos, sin rumbo fijo. El objetivo, inconsciente, parecía claro: alargar el momento.

Creo que Dios nos hizo un regalo. Al poco de entrar en el restaurante salió el sol. Y ese sol, cuando salimos de la comida, estaba a punto de hacer su ingreso en el mar para descansar de las cuatro horas que había estado visible para los limeños. Las puestas de sol, a la orilla del mar, en esta ciudad, son pura magia, como el momento que Indhira y yo estábamos viviendo sin ser conscientes. El cielo y el mar estaban teñidos de un rojo anaranjado, mientras el sol que irradiaba hermosura seguía cayendo mansamente dentro del mar. A los pocos minutos de su desaparición el color del mar cambió a un color grisáceo que se iba moviendo en la cresta de cada ola. Y nosotros, apoyados en el muro contemplábamos, en un reverente silencio, el espectáculo que Dios nos estaba brindando.

Ya era de noche cuando, también, de manera inconsciente iniciamos el camino de regreso. Los silencios ya eran algo más largos. Desconozco cuales serían sus pensamientos, pero si conocía mi pensamiento consciente: “Me gusta esta mujer. Me siento cómodo con ella y me gustaría repetir, pero….”. Y, como en mí conviven tres, mi pensamiento consciente, el inconsciente y yo, sin perder ni un segundo, el pensamiento inconsciente interrumpió al consciente para manifestarse: “Si le insistes para repetir el encuentro te va a decir que sí”, con una agilidad digna del mejor contorsionista, el pensamiento consciente hizo callar al inconsciente con su teoría: “y, entonces te verás involucrado en una relación. Se acabaron los tiempos para ti porque tendrás que compartirlos con ella. Tendrás muchos más gastos como este que has tenido hoy. Se acabaron tus días de silencio y tus películas románticas en la tele. Y, es muy posible, que tengas que enfrentarte a situaciones en las que tengas que dar incómodas explicaciones por algo que no terminarás de entender. En fin, ¡tú sabrás lo que haces!”. Tenía que dar la razón a mi pensamiento consciente y, eso fue lo que hice. La decisión estaba tomada: “En cuanto nos despidamos, será para siempre”.

 Y así, mientras Antay se perdía en sus pensamientos, Indhira, también, iba perdida en los suyos.

Pensaba: “Hacía mucho tiempo que no había pasado un día tan agradable y, todo, gracias a Antay. De la misma manera, también, hacía tiempo que nadie me había impresionado tanto como este hombre. Tengo que reconocer que me gusta y mucho. Y parece que yo, también, le gusto a él. Sin embargo, está tan aterrado ante la idea de tener una relación que no sé si será capaz de concertar una segunda cita. Intentaré ayudarle”.

Así, acompañados los dos, por sus propios pensamientos llegaron a la puerta de la casa de Indhira.

 Estaba a punto de darle las gracias por el día tan increíble que había pasado. Apasionante, por la regresión en la mañana y, extraordinario, por la comida y el paseo en la tarde, cuando Indhira se me adelantó:

-    Gracias Antay. Hacía mucho tiempo que no pasaba un día tan genial como este de hoy. En realidad, no me acuerdo de si alguna vez he estado tan a gusto.

¡Qué manera de estropear el discurso que tenía preparado! Y, ahora, ¿Qué le digo? No puedo decirle que lo que quiero es estar con ella. Se acabaría mi forma de enfrentar la vida. Tampoco puedo decirle que me gusta porque se acabaría mi libertad, aunque no la use para nada. ¡No!, no puedo involucrarme en una relación que podría llevarme, otra vez, al sufrimiento.

-    Gracias a ti Indhira. Para mí, también, ha sido increíble. –ya solo me faltaba rematar el día y lo hice con una gran estupidez, de la que soy muy consciente, pero…- Cuando sepas de alguien que  necesite un informático, dale mi número. Yo daré el tuyo a los que encuentre contracturados por la calle.

Me pareció que ella se quedaba con cara de sorpresa, con cara de no entender nada. No le di tiempo para nada más. Me acerqué a ella, nos dimos un beso en la mejilla y mientras Indhira permanecía inmóvil frente al portal de su casa yo me perdía por la alameda de la avenida Pardo, camino de mi casa.

Pero, ¿qué me pasaba?, ¿por qué estas sensaciones?, yo solo hice una regresión, un almuerzo, un paseo y disfrutar de una puesta de sol en invierno. Nada más. No había una razón lógica para sentirme tan desamparado y solitario como me sentía ahora.

“Mañana será otro día”, pensé.

Meditación: El escudo divino (Te permite superar los miedos)

 


Las etapas de la vida de Antay




Capítulo IV, parte 2. NOVELA "Ocurrió en Lima"

Podía dividir mi vida en tres etapas, como si fueran tres vidas diferentes dentro de la misma vida:

Una infancia feliz con mis padres, en Cusco, en la que correteaba con mis amigos cada día a la salida del colegio. Recuerdo las misas de los domingos en la catedral. La devoción de mi mamá y la aceptación de mi papá, porque no lo podía llamar transigencia, era una aceptación total, porque respetaba, al ciento por ciento, las opiniones y las actitudes de su esposa y lo hacía por amor, no para evitar encontronazos o discusiones. Recuerdo los paseos después de la misa y el pollo con papas que comíamos en algún restaurante. Las navidades llenas de magia, de ilusión y misterio, igual que las fiestas de Halloween, disfrazado de algún personaje de moda, con mi calabaza llena de dulces. Fue una etapa mágica, en la que no tenía que preocuparme por lo que tenía que hacer al día siguiente ni, tan siquiera, al segundo siguiente. Todo era presente. Podría incluir la adolescencia en la misma etapa de felicidad, etapa que finalizó, de manera abrupta, cuando en el penúltimo año de la secundaria nos trasladamos a Lima. La razón que dieron mis padres era que en Lima habría más oportunidades de trabajo y yo tendría más universidades para elegir. Ahí se acabó el presente. Tenía que pensar en el día de mañana. Algo que ha permanecido hasta este momento.

En esa época no me cuestionaba la existencia de Dios. Estaba claro que tenía que estar con nosotros y Le veía en las lágrimas que, a veces, se le escapaban a mi madre cuando se encontraba frente al Taytacha de los Temblores.

La segunda parte de mi vida no fue ni tan ilusionante ni tan mágica. Finalicé la secundaria y la universidad. Y fue en la universidad, en el último semestre de carrera, cuando conocí a la persona que yo pensé, en un principio, que podía ser mi media naranja. La mujer con la que podía compartir mi vida. Con ella aprendí a besar y fue con ella con la que tuve las dos únicas relaciones íntimas que mi pensamiento me arroja encima, como si de un jarro de agua fría se tratara, en cuanto tiene ocasión. Pero no llevábamos ni tres meses de amor, cuando, de la noche a la mañana, desapareció de mi vida, apareciendo en la vida de un cantante que ya comenzaba a tener una cierta fama. Fue cuando aprendí que no existen las medias naranjas y que solo existen naranjas enteras que tienen que aprender a amarse, a través del respeto, de la comprensión, de la paciencia y de la renuncia a ciertos caprichos.

Lo pasé muy mal durante una larga temporada y, en esas largas noches en las que permanecí en vela, me prometí a mí mismo que nunca más iba a sufrir por culpa de una relación, que se suponía que era justo para lo contrario, para ser feliz. Hay que tener en cuenta que el modelo de familia, (la nuestra), y de matrimonio, (mis padres), que yo tenía, era, no solo difícil de superar, sino difícil de igualar. A partir de entonces, nunca más tuve una relación, y hace de eso algo más de quince años. Sin embargo, ahora estoy esperando a Indhira, en lo que parece ser mi primera cita, desde entonces. Y, además, espero con una mezcla de nerviosismo e ilusión.

La tercera parte de mi vida ha sido de lo más insulso. Solo trabajar y realizar las labores de la casa. Mi única diversión ver alguna película de la tele. Ni una sola cita. Con la soledad como única compañera desde la muerte de mis padres, que se fueron jóvenes, con cincuenta y dos y cincuenta y cinco años, en un intervalo de seis meses. De eso hace cinco años y, así hasta ahora. ¿Estaré comenzando una cuarta etapa en mi vida? Desde luego, no parece la continuación de nada, sino un cambio de rumbo total. Sin trabajo fijo y tratando de llevar a la práctica una nueva manera de ganarme la vida. Recibiendo información sobre la vida, muy diferente de la que conocía, desde varias fuentes y, sin cuestionarme casi nada, a pesar de ser una información difícil de probar. Volviendo a confiar en Dios e, incluso, conversando con Él. Y, para colmo, esperando a una mujer para ir a almorzar, dejando a un lado mi idea de que eso del amor es una tontería.

sábado, 27 de agosto de 2022

¿Qué es la vida?, ¿una ilusión?


Capítulo IV, Parte 1. Novela "Ocurrió en Lima" 

Tardé casi media hora en recuperarme, físicamente, de la regresión y poder hablar con Indhira. Al finalizar, me sentía pesado como una piedra y, completamente, pegado a la camilla.

Indhira respetaba mi silencio. Mis ojos estaban brillantes por las lágrimas que parecían querer brotar al exterior. Aun sin decir una palabra, me senté en la camilla mirando a Indhira de una manera diferente. Había tenido una experiencia extraordinaria y había sido gracias a ella.

-    ¿Tú crees que esto puede haber sido cierto y que yo haya sido la mujer que aparecía en la historia?, y sobre todo ¿es posible que haya hablado con Jesús, con mi mamá y con Ángel?, ya decía yo que era un hombre extraño –es que parecía demasiado increíble.

-    Indhira me contestó con otra pregunta- ¿Tú eres capaz de inventarte una historia como esa?

-    No –y era cierto. Nunca fui un buen contador de historias y mucho menos inventadas.

-    Yo no sé si es cierto o no. Yo solo te escuchaba. Pero, también, sentiste el dolor en el pecho, de cuando te mataron, y la ternura de tener el bebé. Una regresión puede cambiarte la vida y, en tu caso, que ha sido extraordinaria, mucho más.

-    Y estar con mi mamá, con Ángel y con Jesús. ¡Ha sido increíble!, ¿tú crees que eso es posible?

-    Todo es posible Antay. Todas las personas que han muerto y ya no tienen cuerpo no se han ido a ningún sitio. Están aquí, solo están vibrando en otra sintonía. En el momento que nosotros, elevamos la vibración que, en condiciones normales, es muy baja, podemos estar en sus mismas condiciones y tener acceso a ellos.

>> En el estado de relajación en el que estabas tú vibración se hizo mucho más sutil. Y, también, pasa cuando meditas. Con la facilidad que tienes para relajarte si meditaras tendrías experiencias muy parecidas a la que has tenido hoy.

-    Solo he meditado una vez y ya me ha pasado.

-    ¿Qué me dices?, ¿cuéntame?

-    Teniendo en cuenta que Indhira no iba a pensar que estaba loco, le conté mi experiencia en la única meditación que había hecho. Le hablé de mi conversación con Dios y de los consejos que Él me dio sobre la aceptación, sobre la programación de la vida y su recomendación para que meditara cada día. Y ya que estaba contando mis experiencias intangibles decidí soltarme, de una vez, y contarle mi experiencia de “complitud” o, de unidad con todo lo creado.

Según iba hablando Indhira iba abriendo tanto los ojos que parecía que iban a salirse de sus órbitas.

Cuando finalicé mi relato, permaneció, un momento, en silencio, como asimilando todo lo que había oído, hasta que al final dijo:

-    Antay, ¿eres consciente de todo lo que me has contado?, ¿eres consciente de todas las experiencias que has tenido en menos de un mes?

>> Hace veinte días tú no habías escuchado hablar sobre sanación, energía, regresiones, reencarnación ni meditación. Y en tan pocos días has tenido experiencias que hay personas que las buscan desde hace años y que se van a morir y no las van a experimentar en toda su vida.

-    No, no soy consciente de si lo que me ha pasado es importante o no. A mí me asusta. Con decirte que no me he vuelto a sentar a meditar para no encontrarme con Dios, ¡en caso de que fuera Él!, ¡claro! Es que me da un poco de miedo.

>> ¿Por qué me pasa a mí que lo desconozco y no lo busco y no les pasa a los que lo buscan?

-    Antes de comenzar la regresión te decía que cuando pedimos algo a Dios nunca nos conceden lo que deseamos, sino lo que necesitamos. Si has tenido estas experiencias es porque las necesitas en este momento.

-    ¿Para qué necesito todo esto? –la verdad es que necesitaba entenderlo y no parece que nadie pudiera explicármelo.

-    Yo no lo sé. Pero, puedes estar seguro de que, antes de venir a la vida, tú lo planificaste.

-    Sí. Tengo claro que todo tiene un propósito, según sentí en mi experiencia de unidad con todo. Pero una cosa es saberlo, otra integrarlo y entenderlo, porque la triste realidad es que no entiendo nada.

-    Todo es cuestión de creencia Antay. No vas a saber nada con la certeza que tiene un científico después de experimentar con éxito sus teorías. El experimento eres tú mismo. Ya te está pasando y no lo crees. ¿Qué tiene que pasar para que creas?

-    No lo sé Indhira, no lo sé.

Nos quedamos en silencio como esperando que el Espíritu Santo llegara a nosotros, como un día lo hizo con los apóstoles de Jesús, y nos aclarara todas las dudas. Pero no, el Espíritu Santo no iba a venir, teníamos que ser nosotros solos. Lo que sí había llegado era la hora del almuerzo, porque sin ser conscientes de cómo iba pasando el tiempo, era la una de la tarde.

Tenía que comenzar a despedirme de Indhira y no me apetecía. Mi pensamiento dio en la diana: “Te gusta y te sientes atraído por ella. Por eso te cuesta tanto trabajo despedirte”. “Si, es verdad”, le di la razón al pensamiento. Y este, por fin, me presentó una idea genial “¿Por qué no la invitas a comer?”. “Claro, tienes razón”, le respondí a mi pensamiento.

-    Indhira –comencé mi discurso- ya que te has dedicado a mí toda la mañana, en justa compensación, te invito a almorzar.

-    Me parece bien. Acepto –había sido más fácil de lo que pensaba- Dame diez minutos que me cambio de ropa y nos vamos.

No tardó diez minutos, fueron treinta los que estuve esperando. Mientras esperaba hice un rápido repaso de mis experiencias a lo largo y ancho de mi vida.

Meditación para fortalecer la voluntad

 



viernes, 26 de agosto de 2022

Regresión (Recordando otras vidas)



Capítulo III, parte 5. Novela "Ocurrió en Lima" 

El sábado a las nueve y media en punto estaba tocando el timbre en la casa de Indhira.

-    ¿Seguro que eres peruano? –fue la pregunta de Indhira mientras nos saludábamos con un beso en la mejilla.

-    Sí, estoy seguro. Si seguimos mi árbol genealógico creo que podríamos llegar a los incas o, más atrás, a la civilización de Chavín o a la de los Mochicas de Moche.

-    Pues será interesante ver si en la regresión apareces como un inca. ¿Estás hoy más tranquilo?, ¿tienes claro que quieres hacerla? –preguntó Indhira.

-    Creo que estoy totalmente tranquilo y, sí, quiero hacerla. Estoy expectante, como un niño que va al colegio por primera vez –y concluí manifestando una ligera ansiedad- ¿Qué saldrá?

-    No lo sabemos –respondió Indhira- Ten en cuenta que son recuerdos del alma y es ella, el alma, quien decide que vas a recordar. En realidad, el alma va a permitir que recuerdes aquello que sea importante para el momento que estás viviendo en tu vida actual. Esto es como cuando pides algo a Dios o a quien sea santo de tu devoción, nunca te conceden lo que pides, sino aquello que necesitas y, claro, como no es lo que tú querías va a pasar desapercibido y no vas a aprovecharlo. Que no nos pase en esta regresión. Todo será importante.

>>En la primera parte te iré acompañando con mi voz para conseguir que te relajes, cuanto más, mejor. Y después ya te induciré a la regresión. No tengas ningún miedo. Vete contándome todo, sea lo que sea, aunque te encuentres hablando con el pato Donald, porque no sabemos cuáles son los mecanismos del alma para que consigas recordar algún momento importante. 

>>La regresión puede ser a través de sensaciones. Es lo más normal, pero esas sensaciones pueden ser muy nítidas, teniendo la certeza sobre los episodios que se van viviendo. Puede ser pictórica que es como si vieras una película, escenas de la película o, incluso, como si estuvieras viendo fotografías. También puede ser intuitiva que, al principio, sabes cosas de manera intuitiva, pero según avanza la regresión las intuiciones son más definidas. En todos los casos puede ser sinestésica, que es cuando los episodios van acompañados de sensaciones como frío, dolor, calor, tristeza, etc., pero no, necesariamente, siempre.

>> Todas las escenas pueden ser vistas desde dos perspectivas: como si fueras el protagonista o como si el protagonista fuera una tercera persona, pero reconociéndote en alguno de los personajes de la historia.

>> Y te repito, cuéntamelo todo, porque mientras tú estás viviendo tu historia yo estoy aquí, viendo esta sala y no podré acompañarte si no sé qué está pasando.

>> ¿Lo tienes claro?, ¿tienes alguna duda?

-    Antes de contestar hice una respiración profunda- Si, lo tengo claro, no tengo ninguna duda, o las tengo todas, no sé, pero, tampoco sé que preguntar. Empecemos.

-    Mejor vete antes al baño, -me recomendó- que no tengamos que interrumpir la sesión.

A la vuelta del baño, me acosté boca arriba en la camilla. Me tapó mientras comentaba que en la relajación la temperatura del cuerpo baja unos grados y podía quedarme helado.

-    ¿Quieres que grabemos la sesión?, porque la memoria es muy traicionera y puedes olvidar la mitad. Así queda grabado y podrás recordarlo cuando te apetezca.

-    Si, por favor, grábala.

Indhira se sentó en la silla al lado de la cabecera de la camilla y comenzó a hablar muy suave, casi como un susurro. Con el tono justo para que pudiera escucharla sin dificultad.

Me indicó que llevara la atención a mi respiración y respirara por la nariz, de manera lenta y suave, llevando la respiración al abdomen para que, sintiera como subía, en la inhalación, y como bajaba al exhalar. Mientras decía que fuera llevando la atención a cada parte de mi cuerpo sintiendo como con cada exhalación iba llegando la relajación a mi cuerpo.

Tengo que reconocer que me perdí en las indicaciones. Empezó indicándome que comenzara llevando la atención a los pies para seguir subiendo hasta la cabeza. Sin embargo, no había llegado a mis tobillos y ya me había perdido. Sentía su voz como si fuera una dulce melodía, mientras yo permanecía atento a mi respiración y a las sensaciones de mi cuerpo.

Al final de la relajación volví, otra vez, a sus indicaciones. Justo cuando decía que me visualizara o me sintiera paseando por un jardín. En el jardín había un arco de piedra que, después del paseo, me indicó que atravesara.  

-    Pasa al otro lado –me dijo- Sabes que al otro lado del arco te vas a encontrar en un momento de otra vida. En ese momento, de esa otra vida, que tu alma va a permitir que recuerdes. Pasa sin miedo, tranquilamente.

>> ¿Has pasado?, ¿estás en el otro lado?

-    Tardé en contestar porque en un principio lo veía todo, absolutamente, oscuro y, en realidad, no tenía ninguna sensación, hasta que me pareció sentir que estaba caminando por una playa- Si, ya he pasado.

-    ¿Qué sensaciones tienes?

-    Es como…, paz…, tranquilidad…, es una playa.

-    ¿Hay gente en la playa?

-    No

-    Y tú ¿Qué haces?

-    Estoy paseando por la orilla sin zapatos.

-    ¿Cómo vas vestido?

-    Con un pantalón corto y una especie de polo

-    ¿Eres hombre o mujer?

-    Soy mujer.

-    ¿Sabes que haces en esa playa?

-    Solo estoy paseando, nada más.

-    ¿No se ve a nadie en ningún punto?

-    No

-    ¿Cómo está el mar?

-    Tranquilo. Es un día soleado…, es bonito.

-    Voy a contar hasta tres y cuando llegue a la cuenta de tres vas a retroceder un poco en esa sensación, para ver cómo has llegado a la playa y de dónde vienes, para ver qué es lo que has ido a hacer ahí.

>> 1…, 2…, y 3. Ya estás en ese otro momento, que te va a permitir entender por qué estás ahora en esa playa.

>> ¿Qué sensaciones tienes?

-    Es como estar en una casa…, de madera…, sentada en una silla al costado de una mesa.

-    ¿Cómo es la casa?

-    Es de madera…, parece pequeñita.

-    ¿Es como una casa actual?

-    Parece más antigua…, como una casa de campo.

-    ¿Eres la misma mujer?

-    Sí.

-    ¿Cómo vas vestida?

-    Con una falda más larga…, con un gorrito.

-    ¿Tienes conciencia de si vive alguien más en esa casa?

-    No.

-    Voy a contar hasta tres y, cuando llegue a la cuenta de tres, va a ser la hora del almuerzo y, si hay más gente en la casa, vais a estar todos sentados alrededor de la mesa y así podrás ver quien hay contigo.

>> 1…, 2…, y 3. Es la hora del almuerzo, ¿tienes la sensación de estar almorzando?

-    Sí, tengo la sensación de estar con más gente en la mesa…, con un hombre que tiene barba y la barba es como más pelirroja…, parece como si trabajara en el campo…, con algo relacionado a la leña y hay un bebé pequeño o pequeña…, como en una sillita de madera para bebé.

-    Ese hombre de la barba ¿es algo tuyo?

-    Si…, parece ser mi esposo.

-    Y ¿el bebé?

-    Es hijo mío o hija mía…, no sé muy bien si es niño o niña.

-    ¿Te recuerda ese hombre, no por el aspecto físico, sino por la sensación y, si puedes verle los ojos, por la mirada, a alguien de esta vida actual?

-    No.

-    Y ¿el bebé?

-    Siento como que el bebé todavía no viene, pero quiero que venga.

-    Y ¿quién está en la sillita de madera?, o no está todavía.

-    Si está…, si está…, Lucia. Es la bebé. Es una bebé que se llama Lucia

-    ¿Qué sensación tienes de familia?, ¿sois felices?

-    Si, la amo muchísimo.

-    Y ¿a tu esposo?

-    También. A él le amo muchísimo y yo quiero que venga.

-    ¿Quién quieres que venga?

-    El bebé.

-    ¿Estás embarazada?

-    No –la respuesta fue como sorprendida, porque no entendía el porqué de la pregunta.

-    ¿De dónde tiene que venir?

-    No lo sé. –y lo dije con rotundidad.

-    Voy a contar hasta tres, y a la cuenta de tres, el bebé que tiene que venir va a llegar.

>> 1…, 2…, y 3. Ya estás en ese momento. ¿Qué sensaciones tienes?

-    De mucha ternura –y lo dije llorando por la sensación de amor tan infinita que sentía en mi interior.

-    ¿Está el bebé?

-    Sí.

-    ¿Cómo se llama?

-    No lo sé.

-    ¿Te recuerda alguien de esta vida?

-    A mi mamá.

-    Tu esposo ¿Está contento con el bebé?

-    Si…, él como que me acompaña

-    ¿Él hace el trabajo en el campo con la leña y tú te dedicas a los niños y a la casa?

-    Sí.

-    Avanza, avanza un poco en esa vida, hasta que lleguemos a una situación importante, para entender porque tu alma ha elegido, en primer lugar, que vivas ese recuerdo.

>> Voy a contar hasta tres y, a la cuenta de tres, habrás avanzado hasta ese momento que es importante que recuerdes para esta vida actual.

>> 1…, 2…, y 3. Ha pasado el tiempo. ¿Cuánto crees que ha pasado?

-    ¿Diez años?

-    ¿Seguís teniendo dos niños o tenéis más?

-    Hay dos más

-    ¿Cómo son los niños?

-    Traviesos…, juguetones.

-    Los dos nuevos ¿te recuerdan a alguien de esta vida?

-    El segundo es mi abuelo que era sabio.

-    ¿Seguís siendo felices?

-    Sí.

-    ¿Aparece alguien más en la casa? o ¿solo estáis los niños y vosotros?

-    Solamente nosotros.

-    Voy a contar hasta tres y, cuando llegue a la cuenta de tres, vas a seguir en esa vida, más adelante, en algún momento importante, algo que nos indique porque tu alma ha elegido esa vida.

>> 1…, 2…, y 3. Ya ha pasado el tiempo, ¿cuánto ha pasado?, ¿qué sensación tienes?

-    Como tiempo de tribulaciones. Como con la sensación de que las cosas no están bien. Como que la sociedad ya no es tan armoniosa como antes y tengo que protegerlos y defenderlos de la gente que, por alguna razón, están haciéndoles daño y vulnerando sus derechos.

-    ¿A quién?

-    A la gente…, a los más débiles.

-    ¿Quién eres tú, en esa vida, para defender a la genta a la que están vulnerando sus derechos?

-    Soy una mujer común, pero que se ha alzado. No soy de ninguna alta sociedad ni nada, pero que quiere alzar su voz.

-    ¿Ya no vivís en la casa de madera?

-    No. Ya veo más como un centro de ciudad…, con más gente…, más gris…, más piedra.

-    ¿Qué derechos vulneran de la gente?

-    Es como que los más altos, los que tienen más dinero, no sé…,  los fuerzan a trabajar y no les pagan lo justo. Me molesta cuando hacen daño a los más débiles.

-    Tú ¿cómo los defiendes?

-    No confrontando a los más altos, pero como que agrupándolos y diciéndoles que juntos podemos hacer algo.

-    ¿Te escuchan?

-    Sí. Siento que me ven como una líder.

-    Cuando te llaman, ¿cómo lo hacen?, ¿cuál es tu nombre?

-    No sé.

-    ¿Tu esposo interviene en la lucha contigo?

-    No lo veo.

-    Y ¿tus hijos?

-    Yo los trato de proteger…, no involucrarlos tanto.

-    ¿Son mayores ya?

-    Sí. Jóvenes, pero ya adultos.

-    Avanza un poco más en esa vida a ver como se soluciona esa confrontación que hay con los poderosos y si os lleva a algún sitio práctico o no. Puedes avanzar tu sola. Avanza en esa lucha.

-    Siento que de alguna manera me anulan pero dejo algún legado.

-    ¿Te anulan los poderosos?

-    Sí. Como que no vivo para ver lo que pasó, pero dejo algún legado para ellos.

-    Vamos a ir al momento de tu muerte, a ver como se produce. Voy a contar hasta tres y, cuando llegue a la cuenta de tres, estarás en ese momento.

>> 1…, 2…, y 3. Te estás muriendo. ¿Qué sensaciones tienes?

-    No ha sido una muerte natural.

-    ¿Cómo ha sido?

-    Veo que me están enterrando, es como si me hubieran golpeado o torturado antes, y ahora quieren enterrarme.

-    Y tú ¿cómo lo ves si estás muerta?, ¿estás viendo tu cuerpo?

-     Si, lo estoy viendo.

-    ¿Desde dónde?

-    Desde un poco más arriba.

-    ¿Quién está contigo allá arriba?

-    Mi esposo.

-    ¿Ha muerto antes?

-    Si porque está conmigo

-    Tus hijos ¿siguen abajo?

-    Sí, me da pena.

-    Sigue subiendo en el sitio donde estés, hasta que te encuentres con alguien.

>> Voy a contar hasta tres. Cuando llegue a la cuenta de tres estarás en el punto adónde vas después de haber dejado tu cuerpo.

>> 1…, 2…, y 3. Estás al otro lado de la vida ¿cómo te sientes?

-    Muy feliz –me siento eufórico- me estoy reencontrando con varias almas compañeras.

-    ¿Compañeras de esa vida que acabas de abandonar?

-    De vidas pasadas, de varias. Las estoy viendo…, me están recibiendo…, me abrazan, como que me dan la bienvenida. Me felicitan porque he hecho algo bueno en esa vida. Porque aprendí es esa vida y es lindo volver a reencontrarme con ellos conscientemente.

-    ¿Entre esas almas hay alguien que destaque, que tú conozcas más por ser familia, que tengas más afinidad?

-    Veo nuevamente a mi esposo…, mi papá es un alma sabia también.

-    ¿Está en ese momento contigo allá arriba?

-    Sí. Mi mama también.

-    ¿Los de esta vida actual como Antay?

-    Sí.

-    ¿Qué te dicen?

-    Que lo he hecho bien..., Que estamos creciendo juntos..., Que nos estamos acercando cada vez más arriba. Y que están felices de estar juntos.

-    ¿Piensas ahora, que estás ahí, en los hijos que has dejado abajo?

-    Después de una larga pausa- Los amo…, Quiero protegerlos, pero estoy tranquila en el sitio en que estoy..., De alguna manera, confío en que los puedo bendecir, desde arriba, y que ellos cumplirán su misión.

>> Tengo la sensación de un dolor físico en el lado derecho del pecho.

-    ¿Ahora mismo?

-    Sí.

-    Es posible que sea de cuando te dieron los golpes.

-    Sí, creo que sí.

-    Ahora quiero que pidas hablar con tu Maestro. Pide verle. Pide hablar con él. Maestro o Maestra.

-    Sí.

-    ¿Está?

-    Sí.

-    Pregúntale quien es.

-    No dice quién es, pero se parece a Jesús. Tiene muchísima luz y me extiende sus brazos. Muchísima luz.

-    Pregúntale cuál es tu misión, pregúntale que es lo que has venido a hacer como Antay, ahora que estás allá arriba.

-    He venido a ayudar a los demás.

-    Pregúntale como.

-    No tengo que hacer grandes cosas. Elegir a los más desprotegidos, a los más vulnerables y tratar de cubrir sus necesidades, en lo que pueda, con mucho amor, con mucha entrega

-    Pregúntale si eso es algo que estás haciendo en tus últimas vidas.

-    Sí…, sí, trato de hacerlo

-    Pregúntale si hay algo que pueda decirte que sea bueno para ti saber que no sepas.

>> Es tu Maestro, está al lado de Dios, y lo sabe todo. Lo que pueda decirte te lo va a decir, pregunta. Y si quieres que quede grabado dilo en voz alta.

-    Que no importa que me equivoque, igual me ama y sabe que voy a estar luchando siempre. Que no sea tan duro que igual me ama y que una parte del aprendizaje es equivocarse. Y, sobre todo, que no tenga miedo, porque el miedo solo es falta de amor.

-    Cuando creas que no quieres preguntarle más, dale las gracias.

-    Hay algún familiar o algún amigo de esta vida que ya no esté y que te gustaría saludar.

-    A mi mamá.

-    Habla con ella. Si hay algo que no le dijiste aquí, díselo ahora.

-    Que siempre fue mi mejor amiga. Le doy gracias por el corto tiempo que disfrutamos acá, que fue mi valioso. Sé que siempre está conmigo, que siempre me guía. Siento como me abraza ahorita.

-    ¿Hay algo que quiera decirte para ayudarte en el camino de esta vida?

-    Me dice que sea feliz. Que viva feliz. Ella quiere eso para mí. Y me dice que para conseguir esa felicidad me ayudará volver a creer, firmemente, en Dios.

-    ¿Hay algo más que quieras hacer ahí arriba?

-    ¿Quiero preguntarle al que fue mi esposo si nos vamos a volver a encontrar y de qué manera?

-    Pregúntale. Y pregúntale, también, cuantas veces os habéis encontrado.

-    Me viene a la mente el número cuatro.

-    Estas en un sitio donde te pueden explicar que tiene que ver ese número cuatro. Vuelve a pedir a tu maestro, a tu mama o a tus guías, porque aparece el número cuatro en tu mente.

-    Nadie dice nada

-    Pide otra vez hablar con Jesús, con tu Maestro, para preguntarle si has coincidido con Él en la tierra como hombre

-    Si

-    ¿Quién eras?, pregúntaselo.

-    Era un hombre. Vestido con túnica marrón en un lugar como desértico, con tierra, con mucho sol. No me dice quién era y se va…, desapareció.

-    ¿Quieres permanecer ahí más rato o bajamos a ver otra vida en la Tierra?

-    Quiero seguir aquí. Se está muy bien. Se acerca alguien…, también con mucha luz.

-    ¿Puedes ver quién es?

-    Sí. ¡Oh!, es Ángel.

-    ¿Te dice alguna cosa?

-    Bendito seas hijo.

>> Te amo, te protejo…, tienes que dejar pasar las luchas internas entre hacer lo que crees que se espera de ti y lo que te hace feliz…, haz siempre lo que te hace feliz, porque si haces eso, eso es lo correcto…, Dios te ama tanto que no te imaginas todo lo que tiene para ti..., la experiencia humana es para aprender, pero no tienes que perder de vista tu esencia espiritual.

>> ¿Cómo tengo que ayudar a los demás?

>> Ya lo estás haciendo. Recuerda no hacer a los demás lo que no quieres para ti. Te amo y te bendigo.

>> Se ha ido. Me he quedado solo.

-    Es momento de volver Antay.

>> Vuelve a sentir que estás pasando por el arco de piedra que atravesaste al principio, pero ahora haciendo el camino de vuelta, para volver al jardín. Paséate por él y piensa que todo lo que ha pasado solo es un recuerdo. Tu vida es esta que estás viviendo.

>> Haz tres respiraciones profundas alargando la inhalación…, comienza a mover suavemente las manos y los pies y cuando te apetezca puedes abrir los ojos. 

En la página NOVELA: Ocurrió en Lima, puedes leer completos los capítulos I, II y III