El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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miércoles, 22 de febrero de 2023

Familia

 


Capítulo XVII. Parte 5. Novela "Ocurrió en Lima"

La llegada a casa, en la noche, fue, como el día anterior, cuando llegué de viaje, una fiesta. El beso y el abrazo de mi esposa, con los niños revoloteando a nuestro alrededor, mientras se quitaban la palabra entre ellos para contarme los acontecimientos del día. Jugar los cuatro sentados en el piso de su sala de juegos. Dar de cenar a los niños, acostarles y leerles un cuento. Esto debía de ser lo más parecido a estar en el cielo. Todo era amor, felicidad y alegría.

Con los niños durmiendo, volvía otro momento mágico en el que Indhira y yo podíamos hablar de cómo había sido nuestro día.

-    ¿Cómo ha ido la visita de mi papá?, -se interesó Indhira.

-    Ha ido muy bien. Además, me ha venido de perlas porque ha querido pasar por todos los departamentos para saludar al personal. Le hemos acompañado Pablo y yo, y mientras él iba saludando Pablo me iba diciendo el nombre de todos y lo que hacían.

-    Y el almuerzo con Diana, ¿qué tal?, supongo que habrás aprovechado para hablar con ella.

-    Si. Hemos hablado y de la conversación ha salido una idea en la que tu intervienes.

>> A Diana le gustaría trabajar media jornada en algún lugar que no sea tan estresante como estar de asistente conmigo, y a mí se me ha ocurrido que podría ser tu asistente para liberarte un poco y puedas seguir teniendo tiempo para mí y los niños. ¿Qué te parece?

-    Es una idea magnífica, -Indhira parecía encantada con la idea- yo iba a proponerte algo parecido. Pues puede comenzar cuando quiera porque empezamos a funcionar ya.

-    Esperemos a ver cómo les va a ellos en la conversación que mantengan. En cuanto estén de acuerdo en que quieren hacer, una semana más para que forme a la persona que la sustituya y empieza contigo.

-    ¿Has pensado en quien la puede sustituir?

-    ¿Tú crees que mi memoria da para eso? Ella misma ha propuesto a una persona que entró hace un mes, se llama Roxana.

-    La conozco. Es amiga de mi hermana. De hecho, postuló a la empresa porque Nahiara le habló de la vacante. -y siguió Indhira poniéndome al corriente de lo que conocía de la vida de Roxana- Al contrario que a Diana, a Roxana le irá bien estar ocupada y si el trabajo la absorbe, mejor, porque hace casi seis meses que perdió a su esposo, de la noche a la mañana, de un infarto fulminante y necesita distraer la mente. 

Seguimos nuestra conversación mientras preparábamos la cena. Como mi memoria anterior se mantenía intacta seguía siendo el excelente cocinero que era, por lo que yo llevaba la iniciativa en la cena.

Hablamos de los niños, contándome ella anécdotas desde su nacimiento hasta ahora. No me importaba no recordar las historias que Indhira me contaba porque escuchar su relato, con el amor que lo hacía, me parecía tan apasionante como haberlas vivido en primera persona. Cuando recupere mi memoria será una doble satisfacción. Una por recordar la anécdota y otra por saber cómo la había vivido Indhira.

Organizamos los primeros pasos a dar para el inicio de la Fundación, y siguió con anécdotas, ahora de su familia, teniendo en cuenta que en dos días me iba a encontrar con todos ellos en la comida familiar de los domingos.

Tener de lazarillo a Indhira me hacía sentir seguro y no me causaba ansiedad el encuentro con la familia que, de hecho, era la única experiencia que me faltaba en mi nueva vida sin memoria.

Y después de todo eso, el placer de acostarme con Indhira, amarnos en la distancia corta, sentir sus besos, disfrutar las caricias, gozar su cuerpo, percibir la mutua protección en los abrazos, mientras nos decimos quedamente al oído, “te amo”.

viernes, 3 de febrero de 2023

La hoja en blanco 2

 


Jueves 2 de febrero 2023

 

La primera pasión, a la que le dedico una gran parte de mi día, es mi familia. Me gusta decir a mi esposa: “Yo solo estoy aquí para serviros a ti y al niño”. Pero yo sé que no es cierto. En realidad, yo soy el que se está sirviendo de ellos, porque es gracias a ellos que estoy consiguiendo, (creo yo), avanzar, un poco más rápido, por este camino que siempre ha tenido más espinas que pétalos de flores, y que llevo toda una vida transitando, a trompicones, para acercarme, como todos, a Dios.

Tengo que dejar esto, me está llamando mi hijo, y ya saben, “lo mío es el servicio”. Hasta mañana.

 

Viernes 3 de febrero 2023

 

Pero no siempre ha sido así. Ha sido un largo camino, una evolución, un aprendizaje, tropezar, caer y volver a levantarme o, lo que es lo mismo, criticar, enfadarme, arrepentirme y pedir perdón. Me ha costado sangre, sudor y lágrimas, y me he dejado muchos jirones de piel, hasta llegar a entender que estoy aquí, en la vida, para servirles. siempre, en toda hora y ante cualquier circunstancia.

Y sigo trabajando. Todavía no lo he logrado al 100%, porque alguna vez se desliza algún pensamiento de crítica que he aprendido a mantener a raya sin que salga por la boca. Pero aún se escapa alguno, sin control por mi parte.

Soy consciente de que cada vez que eso ocurre y me comporto como un troglodita dejando que se deslice cualquier tipo de crítica o alguna palabra más alta de lo normal, el amor que tengo que entregarles se diluye como un azucarillo en agua caliente.

Tengo claro que cada vez que no les llega mi amor y por mi culpa se sienten molestos o heridos, estoy fallando en la misión que me comprometí a cumplir antes de llegar a la vida.

Me estoy acercando, pero todavía me falta.

Por cierto, vosotros que me leéis, ¿cómo lo lleváis?, o ¿soy el único en no conseguir que sean felices “siempre” por mis actuaciones cavernícolas? 

sábado, 28 de enero de 2023

Enamorados

 


Capítulo XVI. Parte 3. Novela "Ocurrió en Lima"

Sentí curiosidad por conocer nuestra historia, aunque no tuviera necesidad de recordarla.

-    Cariño, ¿cómo comenzamos a salir?, ¿qué pasó después de la cena que hicimos el domingo donde yo me disculpé por haber salido corriendo como una gallina la semana anterior?

-    No volviste a cacarear. -dijo Indhira sonriendo- ¿Recuerdas que al despedirnos el domingo quedamos para llamarnos el sábado?

-    Si que lo recuerdo. Es lo último que recuerdo. Nuestra despedida, llegar a casa y acostarme. Hasta ahí llega mi memoria.

-    Pues el lunes a las 7 de la noche, cuando saliste de trabajar me llamaste. Me sorprendió porque habíamos quedado para el sábado. Fuiste muy escueto, me dijiste si podíamos vernos, de nuevo, en la pizzería. Te dije que sí y, en media hora, nos encontramos para cenar.

>> Te encontré diferente, más serio, más seguro de tu mismo, más calmado, sabiendo que es lo que querías y cómo hacer para conseguirlo y, sobre todo, sin un ápice de miedo. Esto no te lo dije entonces. Te lo estoy diciendo ahora por primera vez. ¡Es curioso!, ahora que pienso en ese día, me pareciste como eres ahora.

>> Recuerdo que te dije, como si estuviera pasando en este instante, “¿Qué pasó para que me llamaras?” y contestaste: “Con un día ha sido suficiente para saber lo que quiero. No necesito una semana para pensarlo y tampoco quiero perder tiempo en pensamientos inútiles. Quiero estar contigo. Pienso en ti de manera permanente”.

>> A mí, que me pasaba lo mismo, se me caía la baba. Comimos nuestra pizza y cuando llegamos a mi casa te invité a subir con la disculpa de tomar un té. Aceptaste y nada más cerrar la puerta del departamento, no sé si fuiste tú, si fui yo, o fuimos los dos al unísono, el caso es que nos besamos. Una vez, dos, tres, cientos de veces. Salías de mi departamento a las 7 de la mañana para ir a trabajar.

>> Desde entonces nos vimos cada día. Cenábamos en tu casa o en la mía, incluso, los días en que no viajabas y no salías de la oficina, pasaba a buscarte para ir a almorzar. Y mi papá encantado cada vez que nos veía juntos.

>> El primer día que pasé a buscarte mi papá ya supo que salíamos y le pareció muy bien. Eso me lo decía los domingos en el almuerzo familiar y, además, tenía a toda la familia ya un poco cansada de ti, porque solo hacía que hablar de tus cualidades humanas y laborales.

>> A mediados de octubre, cuando llevábamos saliendo un mes, comenzamos a pasar los fines de semana juntos. Pero era muy duro, para los dos, no estar más tiempo juntos de lunes a viernes y, un mes después, decidimos ir a vivir juntos. Nos fuimos a mi departamento que era más grande que el tuyo.

>> El primer domingo de vivir juntos viniste al almuerzo familiar a casa de mis padres y te presenté oficialmente a toda la familia. Todos quedaron encantados.

>> Y en mayo del siguiente año, decidimos casarnos. Esta casa es el regalo de boda de mis padres, y nos venimos a vivir en ella después de un viaje de novios, maravilloso, por media Europa. Llegaron los niños que nos unieron aún más y hasta hoy, que estoy más enamorada de ti que el primer día.

-    A pasar de no acordarme de nada, te puedo asegurar que, también, estoy loco por ti.

>> ¿Por qué tu hermano o tu cuñado no se han hecho cargo de la empresa?

-    Bueno, Hernán, ya sabes que…, ¡ay! no, que no sabes nada. Hernán es como un sabio despistado. Es químico y trabaja en un laboratorio farmacéutico. Y si le sientas detrás de una mesa a manejar personas y le sacas de sus pócimas, se muere. Y Giuliano es economista y le encantan los números. El es feliz con su trabajo en el banco.

>> Así que solo quedabas tú. Y te lo has ganado a pulso porque has entrado en el negocio de la inmobiliaria como si hubieras nacido en ella y, en materia laboral mi papá se enamoró de ti desde el primer día.

-    Háblame de la Fundación.

-    Ya está todo en regla. Podemos comenzar cuando queramos.

-    Pues no esperemos, ¿qué necesitamos?

-    Contratar al personal. El edificio está listo.

-    Además del trasvase de fondos que hagamos desde la inmobiliaria ya estamos contactando con empresas y particulares para recaudar más fondos. Los contactos de mi papá están siendo determinantes. Creo que ya tenemos el presupuesto cubierto para el primer año.  

viernes, 20 de enero de 2023

Hogar dulce hogar

 


Capítulo XVI. Parte 1. Novela "Ocurrió en Lima"

Después de dejar a Pablo en su domicilio seguí, hasta casa, en el mismo taxi que tomamos en el aeropuerto. Eran casi las 8 de la noche cuando llegué a casa. Aproveché que estaba solo para, antes de entrar, echar un vistazo a mi desconocida vivienda.

Era una casa de dos plantas, ubicada a dos cuadras de las oficinas de la empresa. Un enrejado protegía el frontis de la casa y se completaba la protección con cámaras de vigilancia estratégicamente instaladas. La casa, pintada de un color crema, estaba separada unos 10 metros de las rejas y todo ese espacio estaba cubierto de un cuidado césped, excepto un pasillo que comunicaba con la entrada de la vivienda y otro que daba acceso a lo que debía ser la cochera. Todas las ventanas, también, se encontraban protegidas con rejas, dos en la primera planta y tres en la segunda. El lado izquierdo estaba adosado a otra casa, de similares características, (después me enteré que era el domicilio de mis suegros), y en el lado derecho había un espacio de 3 metros hasta el edificio contiguo que era un edificio de apartamentos de 5 plantas. Ese espacio, también, parecía sembrado de pasto, aunque había una especie de pasillo adosado a la casa que aparecía enlosado.

No era consciente de tener ninguna llave, por lo que no tuve más remedio de tocar el timbre de la puerta.

-    Ya te abro cariño, -escuché la voz de Indhira- siempre haces lo mismo con las llaves.

Escuché el zumbido de la apertura y no había terminado de empujar la reja, cuando de la puerta de la casa salieron dos niños corriendo mientras gritaban: “papi, papi, llegaste”. Indhira observaba, sonriente, la escena, apoyada en el quicio de la puerta.

No me dio tiempo a pensar cómo hacer con los niños para que, tanto ellos como Indhira, no encontraran mi actuar de manera extraña, porque en un instante les tenía, a los dos, agarrados a mis piernas. Solté la maleta y la cartera y me agaché para abrazarles a ellos. Ellos me llenaban de besos y mi reacción instintiva fue la misma, besarles mientras les apretaba contra mí.

-    Niños, soltar a papá que estará cansado. Dejarle que, al menos, entre en la casa, -la voz de Indhira sonaba divertida.

Entré en la casa con los niños, bailando a mi alrededor, y nada más cerrar la puerta de la casa besé a mi esposa, lo que para mí era el segundo beso, mientras la apretaba contra mí. Los niños abrazados a nuestras piernas reían mientras preguntaban, de manera insistente, si les había traído un regalo.

-    Separando su boca de la mía Indhira dijo bajito en mi oído- cada vez besas mejor, eres un maestro. Si no fuera por lo que te extraño te dejaría que te fueras de viaje dos días a la semana solo para recibirte como ahora.

-    Te amo, cariño, te amo, -en toda mi vida, de la que tengo memoria, no recuerdo haber sentido esta sensación de amor tan infinita.

-    Y yo a ti -contestó Indhira- cada día más. Estoy loca por ti.

 Al final, deshicimos, los cuatro, nuestro abrazo. Me senté cargando a cada uno de los niños en mis rodillas, preguntándoles que habían hecho en los 3 días que no nos habíamos visto, para ver si se merecían el regalito que les había traído de mi viaje.

El momento que estaba viviendo era algo mágico, algo con lo que había estado soñando, dormido y despierto, durante toda la vida. No me importaba no recordar cómo había llegado hasta este instante. Estaba ahí, estaba gozando el momento y era suficiente. Y cuando este pensamiento de gozo pasó por mi mente, entendí que no era necesario darles nombre a las situaciones, ni darles vueltas a los acontecimientos, hasta retorcerlos, para exprimir cada instante analizando las palabras o los hechos. Entendí que existía ese momento mágico, ese momento único, ese momento de vida, ¿para qué más?, y cualquier distracción me habría alejado del infinito gozo del momento. Por fin había entendido que la felicidad es vivir el momento. Porque lo había escuchado por boca de Ángel o de Dios, si es que era Él quien hablaba en mis meditaciones, o por las palabras de mi pensamiento superior. Pero es mucha la diferencia que existe entre escucharlo y vivirlo en carne propia.

Ya no es que la felicidad sea vivir el momento. Es que eso es, precisamente, la vida, vivir el momento. Por lo tanto, si se consigue vivir cada instante como único, se consigue vivir la felicidad, porque la felicidad es vivir la vida de manera consciente. Es en ese momento cuando la serenidad y la paz interior se apoderan del ser. Cualquier cosa que nos distrae, hace más que distraernos, hace que dejemos de vivir. Porque vivir inconsciente es “no vivir”.

¿Qué habría pasado si me hubiera puesto a investigar, rebuscando en los cajones de mi perdida memoria, para tratar de recordar cómo se habrían dado los pasos hasta llegar al momento presente? Es fácil conocer la respuesta: No estaría disfrutando el momento, porque estaría ocupado en otros menesteres inútiles, como serian el tratar de descifrar el cómo, el porqué, el cuándo. En eso es en lo que he estado ocupado toda la vida, al menos, la vida que recuerdo.

Me decía Ángel, tomando el desayuno en Miami, que necesitaba la pérdida de memoria para poder comparar entre la vida de miedo, que malviví durante 20 años, y la vida de amor que estoy viviendo ahora, aunque no la recuerde. Por primera vez no estoy de acuerdo con él. Y no estoy de acuerdo porque el objetivo inicial de la pérdida de memoria puede haber sido ese, pero mi aprendizaje es otro. Mi aprendizaje no es comparar la vida de miedo y la vida de amor. Mi aprendizaje ha sido ir más allá del miedo. ¿Por qué mi miedo?, ¿porque viajaba al pasado o al futuro, sin quedarme anclado en el momento presente? Si hubiera vivido el instante no podía haber miedo, porque nada ocurría en cada uno de esos instantes para que el miedo tuviera razón de ser. No me habían abandonado ni había fracasado en el trabajo, vivía y comía cada día, tenía donde vivir. Por lo tanto, si hubiera vivido con atención y hubiera disfrutado de cada instante, no habría surgido el miedo y ya no sería necesario compararlo con estos momentos de amor.

Esta es, sin ningún género de duda, la verdadera enseñanza de la vida. Vivir con atención el presente, el ahora, que es lo único real dentro del sueño que es la vida.

¡Gracias memoria perdida que me has servido para disfrutar de este primer encuentro con mi esposa y mis hijos y poder ser consciente, en mi totalidad, con cada una de las células de mi cuerpo, del magnífico momento!

Fue un momento familiar perfecto en el que, en ningún instante, fui consciente de que, para mí, era el primer encuentro con los que eran mi esposa y mis hijos. Parecía que era algo que hacíamos de manera habitual.

Los niños se volvieron locos de alegría con sus regalos. Los coches de Alexis completaban su colección de coches antiguos y María saltaba con su cuaderno de mandalas en una mano y los lápices de colores en la otra.

Después de una maravillosa hora de risas y alegría acostamos a los niños.

domingo, 4 de septiembre de 2022

La familia, una hermosa canción


Capítulo VI. Novela "Ocurrió en Lima"

Indhira fue la última de los hermanos en llegar a la casa de sus padres para la comida familiar del domingo. En realidad, no le apetecía ir, pero tenía que hacerlo y aparentar que se encontraba fantástica porque alegar que no se encontraba bien hubiera sido el prólogo de infinitas preguntas y presiones para que contara la causa de su desastroso estado emocional.

Lo que menos se espera de ella, la psicóloga y terapeuta, que siempre está en su centro y sirve de paño de lágrimas al resto de la familia, es un bajón emocional.

Y, además, no existía una razón lógica para encontrarse en tan lamentable estado. Ella misma era consciente de la falta de argumentos. Todo lo que le había pasado era que un hombre, que parecía encantador, se había despedido casi sin decir “adiós”, después de haber estado juntos durante doce maravillosas horas. Se fue sin intentar concertar un segundo encuentro ni darle tiempo a Indhira a que lo intentara ella. No pudo ser, no hubo posibilidad.

Antes de llegar a casa de sus padres dio un paseo para recuperarse y compró unos dulces para el postre.

Su refugio fueron sus sobrinos, Fiorella de doce años y Gabriel de ocho. Estuvo correteando con ellos en el jardín mientras su padre, su hermano y su cuñado se tomaban una cerveza hablando de futbol o política, que eran sus temas favoritos, y su madre y Fiorella, su cuñada, terminaban de preparar la comida.

Naihara su hermana, embarazada de seis meses, sentada en una tumbona la observaba jugando con los niños y, en un momento que Indhira se sentó a descansar a su lado le preguntó a bocajarro:

-    Estás rara, ¿qué te pasa?

-    Nada, estoy como siempre.

La conexión entre las hermanas siempre había sido muy especial, como si fueran gemelas. Sentían cada una el estado emocional de la otra solo con tenerla cerca.

-    Podrás engañar a los otros o disimular delante de ellos, pero ya sabes que a mí no puedes ocultarme nada. Lo veo en tus ojos. Mientras sonríes tus ojos tienen una tristeza que no había vuelto a ver desde que rompiste con Alberto. ¿Qué te pasa? –insistió Naihara.

-    Está bien, pero no cuentes nada a nadie, porque no hay una razón lógica, y ni yo misma entiendo cómo puedo estar así por una nimiedad.

>> Es algo extraño. El miércoles por la mañana vino un señor mayor para que le hiciera un masaje. Masaje que, por cierto, no necesitaba porque estaba mejor que tú y que yo. Al finalizar el masaje fui a buscar algunas recomendaciones sobre alimentación que tengo en la computadora y la computadora no funcionaba. Él me dio el número de celular de un técnico informático que conocía.

>> Llamé al técnico, en cuanto se fue el señor, y esa misma tarde, a las tres, Antay llegó a mi casa.

>> Antay es de la edad de Giuliano, tu esposo. Es guapo, amable, respetuoso, inteligente, delicado, y lleno de miedo.

-    ¡Vaya!, parece que estamos llegando al meollo. Ya veo que te impresionó el técnico.

-    Sí. Mucho. Pero espera. Cuando llegó yo creí que era mudo y loco, porque se me quedó mirando fijamente, sin apartar la mirada y sin decir nada. Yo con la mano extendida diciendo “Soy Indhira, encantada de conocerte”, y él mudo como un muerto sin apartar la mirada. Al final pudo decir “Hola”.

>> Si no llega a ser porque era recomendado por Ángel, el señor al que le hice el masaje, que era un dechado de cortesía, hubiera cerrado la puerta y le hubiera dado con ella en las narices.

>> Le dije que me siguiera a la sala de terapias y allí, delante de la computadora, parece que se recuperó de la impresión de verme y comenzó a hablar y a comportarse como lo que es, un caballero.

>> Pero, ¡oh, sorpresa!, la computadora funcionaba a la perfección. Estuvimos tomando un té durante casi una hora, porque a las cuatro yo tenía una terapia, esperando a ver si la computadora volvía a fallar. Nunca más falló.

>> Diez minutos antes de las cuatro me llama el paciente para cambiar la hora, con lo que Antay y yo seguimos conversando hasta las seis. Se me pasó el tiempo volando. No había estado tan cómoda y relajada desde hace mucho tiempo. Es un buen conversador y, sobre todo, un gran escuchador.

>> A la hora de irse, me dice que no me cobra nada porque no había hecho nada. Por un momento me sentí mal, y se me ocurrió hacer un trueque. Le haría una terapia a cambio. Así podría volverle a ver. Me apetecía infinito. Yo había quedado tan impresionada con él como él conmigo, pero creo que de eso no se dio cuenta. Aunque es especial, no deja de ser hombre y estas cosas no las captan como nosotras. Al final quedamos para el sábado, ayer, a las nueve para hacer una regresión.

>> Hicimos una regresión preciosa y al terminar me invitó a almorzar. Le dije que sí. Se volvió a impactar cuando aparecí arreglada. Y estuvimos juntos hasta las nueve de la noche. Paseando por el malecón, viendo la puesta de sol. Fue un día increíble. Conectamos desde el primer minuto y seguimos conectados, con una sensación de familiaridad como si nos conociéramos de toda la vida. En los silencios nos perdíamos uno en la mirada del otro.

-    Muy bien, ¿no?, ¿dónde está el problema?

-    En la despedida.

-    ¿Qué paso?, ¿le dio la locura y tuviste que llamar al serenazgo?

-    No. Le dio miedo. ¿Qué digo miedo?, le dio terror.

>> Al llegar a casa, abajo, por supuesto, después de decirle yo que había sido un dia encantador, me dice que para él, también, fue un día increíble, que nunca había estado tan cómodo y tan bien, me da las gracias, y me dice que si conozco a alguien que necesite un informático le dé su número que él dará el mío a quien necesite un masaje, me da un beso de despedida, en la mejilla, se da la vuelta y se va.

>>  Y allí me quedé yo, con cara de tonta, sin entender nada, absolutamente nada.

>> No le puedo sacar de la cabeza, ni a él ni a la situación. He dormido fatal y sigo fatal. No iba a venir, pero no tenía justificación.

-    Ese comportamiento ¿tú crees que fue por miedo?

-    Más que miedo, es terror. Solo ha tenido una relación en su vida, hace quince años, que duró tres meses. Le plantó yéndose con otro de la noche a la mañana. Su teoría es que si no tiene una relación no le van a dejar y no va a sufrir, supongo que por eso no quiere involucrarse.

-    Pues no sabe lo que se pierde.

-    Ya. No sé qué tengo que hacer.

-    Chiki, parece mentira que digas eso, precisamente tú.

>> ¿Qué le dirías a una persona que llegara a tu consulta con esa historia?

-    Que no pensara. Que no le diera vueltas inútiles en la cabeza y que se dejara guiar por lo que siente y actuara en consecuencia.

-    Y eso ¿quiere decir?

-    Que si le apetece llamarle que lo haga, porque si no hace nada ya tiene el “no”, por lo tanto que busque el “si”. Que no se quede con la duda. Si él no hace caso ya tiene la respuesta, pero yo creo que sí la haría caso.

-    Pues ya sabes que hacer. ¿Cuándo le llamarás? –quiso saber su hermana.

-    Esperaré unos días. Quiero ver como evoluciona esta fiebre, porque si es pasajera, se habrá acabado el mal casi antes de empezar.

-    Tú eres la dueña de tus tiempos. Ahora cambia la cara y vamos a la mesa que nos están esperando.

La reunión familiar resultó tan agradable como de costumbre. La comida estaba exquisita, al piqueo que preparó su cuñada le siguió el cebiche que su mamá hacia como nadie, cerrando con los dulces que trajo Indhira.

Después de la comida la familia se fue poniendo al tanto de las noticias de cada uno de sus miembros. Por supuesto, Indhira no contó nada de su maravilloso sábado.

Desearon un feliz viaje a su papá que el lunes viajaba a Bogotá, en su viaje trimestral, para visitar las oficinas que la inmobiliaria, de la que es el dueño, tiene en Colombia.

Una semana cada tres meses viajaba para visitar la delegación que estaba operando en Colombia desde hacía tres años. Al padre de Indhira le gustaría ampliar el negocio abriendo más oficinas en otros departamentos de Colombia, pero su edad, sesenta y ocho años, hacía que se lo pensara, teniendo en cuenta que cuando él se jubilara nadie de la familia iba a seguir al frente de la empresa, por lo que el trabajo de toda su vida tendría que cedérselo a una persona desconocida, fuera de la familia.