El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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viernes, 5 de diciembre de 2025

YO SOY el Corazón de Dios

 



Lo que declaras en fe, se manifiesta en verdad

 

Para lograr hacer cosas poco comunes, aquellos estudiantes que lo deseen, deben tomar la decisión siguiente: YO SOY el Corazón de Dios y ahora produzco ideas y cometidos que jamás han sido producidos anteriormente”.

            Considera que somos aquello que deseamos ver producido. La presencia “YO SOY” es pues el Corazón de Dios. Se entra inmediatamente en el Gran Silencio en el mismo momento en que se pronuncia “YO SOY”. Si tu reconoces que tu eres “YO SOY”, entonces lo que sea que tu declares queda instantáneamente manifestado.

            Creer es tener fe en lo que tu crees que es la Verdad. Hay pues, un entretejido entre la carencia y la fe. Al principio se hace la creencia; si se mantiene se convierte en fe. Si tu no crees que algo es verdad, no lo puedes traer a la manifestación. Si tu no puedes creer en tus propias palabras cuando pronuncias “YO SOY tal o cual cosa”, ¿Cómo puede establecerse y manifestarse el dicho de Shakespeare: “No hay nada bueno ni malo, ¿el pensar lo hace así”? Es absoluta verdad.

SAINT GERMAIN


lunes, 24 de noviembre de 2025

La fuerza del pensamiento divino

 


          El hecho de que la musculatura se desarrolla con el ejercicio, te debe hacer comprender que el mismo esfuerzo por el poder interno, naturalmente tiene que producir muchos mayores resultados.

          Por ejemplo, los hombres creen que tienen que hacer ejercicios físicos para desarrollar los músculos.

          Pues yo he hecho muchas veces que mis estudiantes desarrollen un bello y simétrico cuerpo con músculos poderosos sin haber hecho un solo ejercicio físico.

          En todo desarrollo, tanto del exterior como del interior, la primera parte del ejercicio es mental. Debemos saber que no hay sino un solo poder y energía y que viene de la presencia “Yo Soy” en cada uno.

          Por consiguiente, el ejercicio de tus facultades interiores es llamado mental; pero yo te digo que es Dios en acción porque tu no puedes formar un solo pensamiento sin la inteligencia y la energía de Dios en acción. Ahora verás, pues, cuán fácil y posible es producir un cuerpo físico, fuerte y simétrico, sin hacer ejercicios físicos para lograrlo.

SAINT GERMAIN


jueves, 25 de septiembre de 2025

YO SOY

 


El “YO SOY” es el poder de reconocer la Perfección en cada uno y en todas partes.

Cuando piensas en la expresión “YO SOY”, significa que tú ya sabes que tienes a Dios en Acción expresando en tu vida. No permitas que las falsas apreciaciones y expresiones continúen gobernándote y limitándote.

Rememora constantemente: “YO SOY”, por consiguiente, soy Dios en Acción; “YO SOY” Vida, Opulencia, Verdad, manifestados ya.

SAINT GERMAIN


miércoles, 16 de abril de 2025

Yo Soy Pepito

 


Querido Dios

 Entiendo perfectamente tu explicación sobre el ego, pero me surgen algunas contradicciones que no puedo ignorar: 

¿Qué diferencia hay cuando Tú te defines como “Yo Soy el que Soy”, y nosotros, los humanos, nos definimos como “Yo Soy Pepito”? Ambas afirmaciones parecen similares en su estructura, pero imagino que la diferencia radica en la esencia, el contexto y, sobre todo, en la trascendencia del Ser. Mientras que Tú representas el absoluto, la fuente inmutable de todo lo que existe, nosotros, los humanos, somos reflejos fragmentados de esa divinidad, envueltos en una experiencia terrenal que nos limita y condiciona.

También comprendo cuando dices que el ego puede ser un espejismo que nos aleja de nuestra esencia divina, haciéndonos creer que somos entidades aisladas. Es cierto que el ego forma parte de nuestra existencia terrenal; es una herramienta necesaria para desenvolvernos en el mundo material, pero, al mismo tiempo, puede ser un velo que oculta nuestra conexión con lo sagrado y con el todo. Es paradójico cómo algo que nos da identidad puede alejarnos de nuestra verdadera naturaleza

Sé que nuestras mentes humanas no están preparadas para comprender plenamente los misterios de la Verdad. Incluso cuando logramos destellos efímeros de esa comprensión, siento que nos falta una capacidad más profunda, un entendimiento adaptado para abrazar lo infinito. He llegado a esta conclusión observando el comportamiento de mis semejantes, combinándolo con mi propia evolución, percepción y reflexión. A veces parece que, como humanidad, avanzamos a ciegas, atrapados en nuestras limitaciones y resistencias.

Lo que realmente me entristece, Señor, es observar cómo no solo las personas menos conscientes de su divinidad viven en la ignorancia de su hermandad con los demás, sino que, peor aún, muchos de los líderes que deberían guiar desde la sabiduría y la compasión actúan como adalides de la discriminación, la intolerancia, la violencia, el supremacismo y la guerra. Estos líderes, a los que atribuimos un mayor nivel intelectual o preparación, son, paradójicamente, los que más contribuyen a la segregación y al sufrimiento.

Parece, Señor, que hemos caído en una dinámica de involución como humanidad. Aquellos que han alcanzado un nivel mayor de comprensión y empatía parecen condenados a actuar desde el anonimato, ayudando en silencio y pasando desapercibidos entre una sociedad que, día a día, parece volverse más cruel. Esta realidad me causa una tristeza profunda, una sensación de pérdida en el camino hacia la armonía y el entendimiento.

¿Qué opinas Tú de todo esto, Señor? ¿Cómo podemos superar esta oscuridad y recuperar la luz de la comprensión y la unidad? Sé que la respuesta yace en nosotros mismos, pero a veces siento que necesitamos un faro, una guía que nos recuerde quiénes somos realmente.

Gracias por escucharme siempre. 

Con amor y esperanza.

CARTAS A DIOS-Alfonso Vallejo

jueves, 16 de noviembre de 2023

Y Dios contestó

 


Querido hijo:

No es irrespetuoso nada de lo que comentas sobre mi sordera. Como bien dices no me ofendo nunca, nada me ofende. Rememora tu pasado cuando tus hijos eran unos bebecitos de pocos meses. ¿Te ofendías por algo que ellos hicieran en su inconsciencia? Tú y tus hermanos que comparten contigo la encarnación en la Tierra sois mis amados hijos, sois mis bebés, que estáis creciendo en el amor y en la bondad.

Quiero comenzar contestando a la pregunta que haces en tu misiva. Preguntas si, realmente, estoy ahí. Pues sí, estoy ahí, estoy en el cielo, porque Yo Soy el cielo, pero, también, estoy en la Tierra, porque Yo Soy la Tierra. Estoy en cada nube, en cada brizna de hierba y en cada grano de arena, porque Yo Soy la nube, la hierba y la arena. Estoy en el Sol, en cada planeta, en cada satélite y en cada estrella, porque Yo Soy el Sol, Soy cada planeta, cada satélite y cada estrella.

Pero aun hay más, estoy en ti. Y siento tu emoción sin que me la expliques, conozco tu pensamiento a la vez que tú, escucho cada palabra que sale de tu boca y cada anhelo que se escapa de tu corazón, acompaño tu mano cuando acaricia, cuando bendice y cuando golpea y enjugo las lágrimas que resbalan por tus mejillas.

Por lo tanto, siempre te escucho ¡hijo mío! Y siempre te contesto. Con palabras que no escuchas por el ruido que mantienes en tu interior, con las señales que pides, que no sabes interpretar, con sueños que olvidas porque no los consideras interesantes, con encuentros que calificas de casuales.

De mil maneras me comunico contigo, pero no me sientes, y no lo haces porque no estás sintonizando la emisora correcta. Estás centrado en tus problemas, en tus preocupaciones, en tus más íntimos deseos, en envidiar lo que otros tienen, en criticar todo lo que no se ajusta a tu creencia.

Y todo eso en lo que centras tu atención, tu pensamiento, tu emoción y tus palabras, te hacen sordo a mis respuestas, te hacen ciego a mis señales, te hacen insensible a las intuiciones y, lo que es peor, te están separando de la vida. No estás viviendo, porque la vida pasa a tu lado sin que seas consciente de ella. Y es, entonces, cuando más agobiado te sientes, cuando te acuerdas de mí y levantas los ojos al cielo pidiendo, rogando, suplicando, implorando, haciéndome culpable.

Tienes que salir de ese bucle de sufrimiento y conseguir que la paz, la serenidad, la bondad y el amor aniden en ti. Entonces estarás listo, no solo para poder escucharme, sino para no tener que pedirme o suplicarme, porque entenderás la razón por la que determinado acontecimiento se cruza por tu vida. Y si no llegas a entenderlo, estarás preparado para aceptarlo, porque entenderás que es necesario para poder llevar a buen término alguna de las enseñanzas que has decidido, aprender en esta encarnación.

Te amo hijo mío y te bendigo.