El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




Mostrando entradas con la etiqueta Propósito. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Propósito. Mostrar todas las entradas

martes, 9 de diciembre de 2025

El propósito de la vida

 


           

La idea de que la vida tiene un propósito y que cada segundo está cargado de sentido es, sin duda, una de las concepciones más profundas y desafiantes que podemos abrazar. Si aceptamos que nada ocurre por azar, entonces incluso los momentos que parecen triviales, dolorosos o aburridos se convierten en piezas de un engranaje mayor, en fragmentos de un mosaico que solo se revela en su totalidad cuando miramos hacia atrás con perspectiva. 

Cada experiencia, por insignificante que parezca, es como una semilla que germina en el tiempo. A menudo no somos conscientes de su valor en el instante en que ocurre, porque nuestra mirada está limitada por la inmediatez. Sin embargo, cuando el tiempo pasa y los sucesos se entrelazan, descubrimos que aquel encuentro casual, aquella palabra escuchada al azar, o incluso aquel fracaso que nos hizo dudar de nosotros mismos, estaban preparando el terreno para algo más grande. La vida, en este sentido, se asemeja a una red invisible de conexiones que solo se hace evidente cuando nos detenemos a contemplar el conjunto. 

El sufrimiento, por ejemplo, rara vez se percibe como portador de propósito en el momento en que lo atravesamos. Nos resulta difícil aceptar que el dolor pueda tener un sentido más allá de la mera incomodidad o la pérdida. Sin embargo, muchas veces es precisamente en el sufrimiento donde germinan las mayores transformaciones. El dolor nos obliga a detenernos, a replantearnos nuestras prioridades, a descubrir fuerzas internas que desconocíamos. Lo que parecía un vacío se convierte en un espacio fértil para el crecimiento. 

De igual manera, el aburrimiento, esa sensación de vacío que solemos despreciar, puede ser el preludio de una revelación. En los momentos de aparente inactividad, la mente se abre a nuevas ideas, se conecta con dimensiones más profundas de la creatividad y la introspección. El aburrimiento, lejos de ser un tiempo perdido, puede ser el terreno donde se gestan las intuiciones más valiosas. 

La dificultad radica en que no siempre tenemos la capacidad de recordar o reconocer cómo cada suceso se enlaza con otros. La memoria humana es frágil y selectiva, y muchas veces olvidamos los detalles que, vistos en conjunto, revelarían la trama oculta de nuestra existencia. Si pudiéramos recordar cada instante con claridad, probablemente descubriríamos que nada fue irrelevante, que todo estaba conectado en una danza de causas y efectos que nos conducen hacia nuestro propósito. 

Aceptar esta visión de la vida implica también una actitud de confianza. Confiar en que incluso aquello que no comprendemos ahora tiene un sentido que se revelará más adelante. Confiar en que los caminos que parecen desviarnos nos están llevando, en realidad, hacia donde necesitamos estar. Confiar en que cada segundo, incluso los más oscuros, están impregnados de propósito. 

En última instancia, vivir con esta conciencia transforma nuestra manera de relacionarnos con el mundo. Nos invita a valorar cada instante, a prestar atención a los detalles, a reconocer que lo que hoy parece insignificante puede ser la llave de un futuro inesperado. Nos recuerda que la vida no es una sucesión de hechos aislados, sino una sinfonía en la que cada nota, por pequeña que sea, contribuye a la armonía del conjunto. 

Así, la verdadera tarea no es tanto descifrar el propósito de cada momento, sino aprender a vivir con la certeza de que ese propósito existe, aunque no lo comprendamos todavía. Y en esa confianza, la vida se convierte en un viaje lleno de significado, donde cada segundo cuenta y cada experiencia nos acerca, de manera silenciosa pero firme, al destino que nos espera. 


lunes, 18 de agosto de 2025

Propósito

 


Solo el alma sabe nadar en el río de la vida

sin miedo a perderse en el mar.

 

Querido Dios:

         Si Tú solo eres, si yo solo soy y la vida únicamente es, hablar de misión, de plan o de planificación de vida parece una pérdida de tiempo. Cuando pienso en términos de un plan o misión, me desconecto de la única realidad, permitiendo que el ego tome el control. Sin embargo, yo no soy el ego; simplemente soy. Y si esto es cierto, entonces mi propósito no puede ser alimentar esa parte ilusoria de mí mismo.

Siguiendo esta lógica, concluyo que no debo hacer, absolutamente, nada para alimentar al ego, porque mi única tarea es vivir la realidad de la vida tal como se desarrolla en cada instante. Vivir plenamente el presente sin intentar modificarlo o resistirlo. ¿O no, Señor? En ocasiones, me cuestiono si el simple acto de aceptar lo que es, sin intentar moldearlo ni manipularlo, representa la verdadera esencia de la existencia. Mi instinto me dice que intervenir en la realidad es como comprimir un muelle; en cuanto se suelta la presión, retorna a su posición original. Del mismo modo, la vida siempre encuentra su camino y, en su sabiduría infinita, me devolvería al punto de partida antes de cualquier intervención.

No estoy diciendo que debo permanecer inmóvil, viendo cómo la vida pasa ante mis ojos como quien observa el agua de un río desde la orilla. Más bien sugiero una participación activa en la corriente de la vida. Entrar de lleno en ella, fluir con su ritmo, adaptarme a sus giros y permitir que me lleve a donde sea que esté destinado ir. Es como lanzarse al río y nadar siempre a favor de la corriente, nunca en contra. Porque nadar contra el flujo de la vida es un ejercicio agotador e inútil; no se avanza realmente, y si acaso se lograra avanzar, ese progreso no nos llevaría a ningún lugar de trascendencia.

Creo profundamente que buscar la razón de la vida, el “por qué” detrás de nuestra existencia, es como negar la realidad misma. Es como nadar contra la corriente en un intento desesperado de encontrar un sentido que ya está implícito en el acto de vivir. En este esfuerzo, solo retrasamos lo inevitable, porque la vida tiene una dirección natural, un destino final, que no depende de nuestras búsquedas egoicas. Este destino, este “mar” al que todos los ríos convergen, simboliza la culminación de nuestra conciencia individual en Tu Conciencia infinita, Señor.

Imagino las vidas en la materia como tramos de este río universal. Cada tramo es un aprendizaje, una etapa que nos acerca más y más a ese mar sublime que representa Tu Grandeza. En esta apoteosis final, mi agua dulce—mi conciencia individual—se fusionará con la inmensidad del océano, con Tu Conciencia Divina. Esta metáfora me hace reflexionar sobre la relación entre mi vida y el propósito mayor, aquel que va más allá de las limitaciones del ego y reside en la esencia misma del alma.

Si existe un propósito para la vida, creo firmemente que no debe buscarse desde el ego, porque el propósito no es algo externo que deba alcanzarse; es inherente al alma, está intrínsecamente ligado a quien soy en mi núcleo más profundo. El ego, por su naturaleza, tiende a distraernos de esta verdad, haciéndonos creer que debemos hacer algo extraordinario para justificar nuestra existencia. Pero dejar de lado al ego no significa rechazar la vida; al contrario, significa abrazarla desde la perspectiva del alma, desde un lugar de conexión auténtica.

Dejar de lado al ego, Señor, es como toparme de frente con mi alma, con mi esencia verdadera. Es un acto de rendición, de soltar el control que el ego anhela ejercer y permitir que la vida simplemente sea. ¿Me entiendes, Señor? Te hablo desde la humildad, desde la sinceridad de un espíritu que busca comprender su lugar en este vasto universo. No pretendo tener todas las respuestas, pero me siento cada vez más convencido de que la clave está en la aceptación, en la entrega y en el amor.

Vivir la vida con autenticidad, sin intentar moldearla según los caprichos del ego, es un desafío que exige valentía y fe. Fe en que Tú, Señor, eres la corriente del río y también el mar. Fe en que la vida que se despliega ante mí es parte de un diseño mayor que mi mente limitada no puede comprender en su totalidad. Y, sin embargo, siento que puedo confiar en este diseño, porque Tú eres la fuente de todo lo que existe.

A medida que reflexiono sobre estas ideas, me doy cuenta de que vivir desde el alma no significa renunciar a mis responsabilidades ni a mis deseos, sino abordarlos desde una perspectiva de unidad Contigo. Cuando dejo de lado al ego y me conecto con mi esencia, encuentro una paz que trasciende las circunstancias externas. Este es el regalo que nos das, Señor, el regalo de recordar que somos parte de algo infinitamente más grande, que nuestras vidas tienen un propósito inherente que no requiere ser buscado, sino vivido.

Gracias por escuchar estas palabras, Señor. Aunque sean imperfectas, son un reflejo de mi búsqueda, de mi deseo de vivir plenamente en armonía Contigo. Me entrego a la corriente de la vida con confianza, sabiendo que Tú estás presente en cada instante, guiándome hacia el mar.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


domingo, 23 de febrero de 2025

Propósito de vida

 


Todo en la vida tiene un propósito y un significado, pero no te obsesiones y no lo busques porque dejaras de sentir la vida.

 

La búsqueda del propósito y significado de la vida es una preocupación fundamental para muchos. Yo he sido uno de esos buscadores. Siempre me he preguntado qué hago aquí y eso que sé que, esta búsqueda puede alejarnos de vivir plenamente.

Aunque es cierto que todo en la vida tiene un propósito y un significado, obsesionarse con encontrarlo puede ser contraproducente.

El filósofo Alan Watts dijo una vez: "El significado de la vida es simplemente estar vivo. Es tan evidente y tan simple y tan obvio que todos lo pasamos por alto". Esta perspectiva nos invita a considerar que el propósito no es algo que se encuentra, sino algo que se experimenta en el acto mismo de vivir.

Cuando nos enfocamos demasiado en buscar un propósito, corremos el riesgo de perder el presente, porque nos obsesionamos tanto con el futuro que olvidamos vivir el ahora y eso genera ansiedad, ya que la presión, autoimpuesta, por encontrar un gran propósito puede ser abrumadora.

En lugar de buscar activamente un propósito, podemos permitir que este se revele a través de nuestras experiencias y acciones. Esto implica: Estar presentes en cada momento, cultivar la curiosidad por la vida y abrazar las experiencias, tanto positivas como negativas.

El problema está que el o los propósitos de vida no son, para nada, lo que nosotros nos imaginamos o lo que a nosotros nos gustaría. Nos haría felices tener un “gran propósito”, del tipo que fuera y, sin embargo, nos vamos a encontrar con “pequeños propósitos”, que son, justamente, los que necesitamos y los que hemos pactado antes de venir a la vida.   

Irónicamente, es cuando dejamos de buscar obsesivamente un propósito que a menudo lo encontramos.

En lugar de buscar un propósito abstracto, podemos enfocarnos en vivir con propósito. Esto significa: Actuar con intención en nuestras actividades diarias, cultivar relaciones significativas y contribuir positivamente a nuestro entorno.

El propósito y el significado están entretejidos en la trama misma de la vida. No son destinos a los que llegar, sino cualidades que emergen cuando vivimos plenamente. Al soltar la necesidad de encontrar un gran propósito, paradójicamente, permitimos que el significado florezca naturalmente en nuestras vidas. Como dijo el poeta Rumi: "Lo que buscas te está buscando". Así que, en lugar de buscar, vive. El propósito te encontrará en el camino.

 


lunes, 19 de febrero de 2024

Propósito de vida

 

          Hoy escuché una frase, a uno de los muchos gurús, (no conozco su nombre), que nos regalan sus pensamientos elevados, con la que estoy, completamente, de acuerdo y me apetece compartirla con vosotros.