Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
¡Oh!,
llevaba 15 días sin pasar por aquí. En realidad, ni por aquí ni por ningún
lado, porque he estado un poco justo de tiempo.
No
debería de decir que “no he tenido tiempo”, porque la mente subconsciente que
es, en definitiva, la que hace que se cumpla lo que organiza la mente
consciente, va a mantenerme ocupado aun más. Al decir que no tengo tiempo, el
subconsciente, que es muy serio y no entiende de bromas, ironías o frases hechas,
se encarga de hacer que se cumpla, "al pie de la letra”, eso que nosotros
hemos dicho como una gracia.
En
fin, cuando deje de escribir haré un trabajo para revertir el desaguisado.
Me
había quedado a mitad de camino explicando cuales eran las dos pasiones que se
situaban en el ranking anteriores al placer de escribir.
Ya
he comentado que mi primera pasión es mi familia, pues la segunda pasión es, ni
más ni menos, que una comida: “Huevos fritos con papas fritas”.
Cuando
hablo o pienso en los huevos fritos con patatas, me acuerdo de la señora Paula.
La señora Paula era mi casera cuando yo realicé el servicio militar.
En
España, cuando yo tenía 20 años era obligatorio dedicar 15 meses de tu vida a
servir a la patria.
Yo
tenía un amigo. Digo tenía porque dejó de hablarme cuando me divorcié, que
siempre decía que la mili es un sitio donde no se hace nada, pero siempre a la
carrera. Y era cierto: “Dos minutos para formar” gritaba el sargento y, luego, estábamos
una hora en formación sin hacer nada.
Residía,
entonces, en Girona y en el sorteo me tocó hacer el campamento, hasta la jura
de bandera, en Cáceres. Pasados los 3 meses de recluta, que es como se llama a
los mozos que todavía no han jurado la bandera, me tocó servir en un “batallón
de caballería motorizada”, que se encontraba en Getafe, (Madrid).
Por
aquel entonces ya trabajaba en Telefónica y nada más llegar a Getafe solicité dos
permisos: Uno al cuartel, para que me concedieran el pase pernocta, ya que si
eso sucedía me iba del cuartel al mediodía y no volvía hasta el día siguiente. Era
como un trabajo a media jornada, de 7:30 a 13 horas, con toda la tarde libre. El
pase pernocta te lo daban sin ningún problema si asegurabas tener un familiar
en la población.
La
señora Paula alquilaba una habitación con dos camas en su casa y, por aquel
entonces, tenía una cama libre. A mi me venía de miedo, porque solo estaba a
media cuadra del cuartel. A la señora Paula no le importaba decir que era mi
tía, si alguien pasaba por allí a preguntar, cosa que nunca sucedió.
El
segundo permiso fue a Telefónica, para que me dejaran trabajar por las tardes
mientras estaba en Madrid. Me lo concedieron y durante un año trabajé en la
central de Moratalaz.
Tuve
una buena “mili”. No hacia guardias porque me hice cabo primero. Me tocaba
hacer semanas, en la rueda de los sargentos, pero no hice ni una, porque las
vendí todas. Prefería ir a trabajar que estar una semana sin salir del cuartel.
Volviendo
a la señora Paula y los huevos fritos. Me preguntó que comidas me gustaban, y
cuando le dije que los huevos fritos con patatas y que, si me lo hacía para
cenar cada día, a mí me hacia el hombre más feliz de la tierra, se le iluminaron
los ojos. Supongo que no era una cena cara, ni difícil de elaborar y, además,
no tenía que pensar cada día que hacer de cena.
Pero
cuando llevaba dos meses haciendo huevos fritos con patatas, cada noche, me
preguntaba: “¿seguro que no te apetece cambiar algún día?”, “no”, le contestaba.
Me siguió preguntando hasta que me licenciaron 10 meses después. Seguro que
aborreció para siempre los huevos fritos con patatas.
Y
la tercera pasión es escribir “bajanades”, que es lo que estoy haciendo ahora.
No tengo pasiones caras.
Una de tantas frases bonitas que
circulan por la red de Mahatma Ghandi dice. “Las tres cuartas partes de las
miserias y malos entendidos, en el mundo, terminarían si las personas se
pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista”.
Compasión es la capacidad de percibir
lo que otro ser humano pueda sentir. Compasión es la capacidad de sentir
aprecio por los demás y desear la liberación de su sufrimiento. Compasión es un
sentimiento de tristeza que se produce al ver padecer a alguien y que impulsa a
aliviar, remediar o evitar su dolor. Compasión es el deseo de que los demás
estén libres de sufrimiento.
En la compasión la alegría de los
otros es tu alegría, el sufrimiento de los otros es tu sufrimiento, el éxito de
los otros es tu propio éxito y su fracaso el tuyo. En definitiva, la historia
de los otros es tu historia. Esto es Unidad, con la compasión se acaba la
separación y se vive la Unidad. Con la compasión vivimos, aceptamos y
entendemos que todos somos hermanos, que todos somos la misma cosa, que todos
somos Hijos de Dios.
La compasión nos libera de la ilusión
que nos aprisiona en nuestra propia experiencia individual, ya que se enfoca en
descubrir las necesidades y padecimientos de las personas, con una actitud de
servicio. La compasión nos lleva a escuchar y a comprender a las personas, nos
lleva a ponernos en los zapatos del otro, con lo cual entendemos cada razón,
cada causa, y eso hará que se dejen atrás los juicios, ya que juzgar y criticar
son procesos de la mente, mientras que la comprensión que deriva de la
compasión es un proceso del corazón.
La compasión hace aflorar otras
virtudes en las personas: Generosidad y servicio, ya que se ayuda sin esperar
nada a cambio, y se pone a disposición de la persona que sufre tiempo y
recursos personales. Sencillez, porque no se hace distinción entre las personas
por su condición social. Solidaridad, al sentir que los problemas del otro son
problemas propios. Comprensión, por entender las razones de los demás.
Sin embargo, la compasión no debe
crear dependencia hacia la persona que sufre, ni debe generar sufrimiento por
el sufrimiento del otro. La compasión nos debe de llevar a ayudar, a acompañar,
a servir, pero desde un sentimiento de paz, desde un sentimiento de serenidad.
Sólo así podremos ser útil al que sufre, de otra forma nos convertiríamos
nosotros mismos en objeto de compasión.
Servir a los demás es un privilegio reservado a los seres superiores.
El servicio es el
ejercicio de la caridad. Una actitud de servicio es reconocer en cada ser
humano una persona valiosa, una persona de quien se puede aprender y a quien se
puede ayudar, una actitud de servicio es mostrar interés por lo que le sucede a
la otra persona, es la capacidad de entender que sienten las personas, es
incluir en nuestra vida el hábito de ayudar antes de ser ayudados, al hábito de
comprender antes de ser comprendidos, el arte de amar antes de ser amados.
Cuando
desarrollas una actitud de servicio a los demás, estas intercambiando servicio
por poder. El poder que se recibe es una influencia sobre las personas a las
que has ayudado, que hace que te conviertas para ellas en un líder, quieren
estar contigo, te vuelves importante para ellas, eres como un imán para esas
personas, te necesitan, te consultan, te respetan.
La
actitud de servicio va siempre unida a una actitud positiva, es por eso que las
personas con actitud de servicio a los demás, son personas alegres, optimistas,
que esperan siempre lo mejor de la vida.
Las
personas con actitud de servicio son responsables de sus propias vidas, tienen
el control de sus vidas a pesar de las circunstancias. No viven echándole la
culpa a los demás de lo que les sucede.
El
servicio a los demás también es un signo de madurez. Las personas con actitud
de servicio comprenden todos los beneficios que obtienen al comportarse de esta
manera con las demás personas y descubren que es una filosofía de vida, un
estilo de vida, el cual es un privilegio alcanzar. Servir a los demás solo se
le es dado a los seres grandes.
De
todo lo anterior podemos concluir que la actitud de servicio es una marca
indeleble de la gente superior, del líder, de la gente iluminada, de las
personas con personalidad magnética, del padre y la madre amorosos, del maestro
comprometido con su profesión, del estudiante responsable, del empresario
triunfador, del empleado eficaz, es
decir todo lo que cualquier persona puede desear: ¡una bendición divina! ¡un
privilegio! Reservado solo para los seres superiores.
En 1888 Mahatma Gandhi fue a Inglaterra, donde
estudió Derecho. Una vez iba caminando por una calle de Londres y fue sorprendido
por un chaparrón de agua. Gandhi empezó a correr para huir de la lluvia y logró
refugiarse debajo del alero de un lujoso hotel, ahí se quedó parado mientras
pasaba el vendaval. A los pocos minutos apareció una lujosa limosina y de ella
salió un magnate inglés, le bajaron las maletas y el coche fue conducido hasta
el estacionamiento.
¡Oye tú!, cógeme las maletas, gritó el británico a
Gandhi. Gandhi miró hacia los lados y hacia atrás para ver a quién se dirigía
el magnate, ¡eh tú, hindú!, repitió el inglés con fuerza, ¡He dicho que me cojas
las maletas!
Gandhi se dio cuenta de que era con él a quien
hablaba el potentado, y entonces se acercó a cargarlas. El inglés le ordenó que
lo siguiera hasta el cuarto piso; él subió por el ascensor y el hindú por las
escaleras, porque en esa época los hindúes eran considerados menos que los demás.
Una vez que Gandhi dejó las maletas en el sitio
indicado, se dispuso a retirarse.
¡Mira tú, indio!, ¿Cuánto te debo?, dijo el magnate. Señor, usted no me debe
nada, contestó Gandhi cortésmente.
¿Cuánto me vas a cobrar por subirme las maletas?, insistió el hombre. Señor, repitió Gandhi, yo
no voy a cobrarle nada.
¿Tú trabajas aquí?, ¿no? No señor, yo no trabajo
aquí; yo estaba en la puerta esperando que dejara de llover para continuar mi
camino.
Si tú no trabajas aquí, ¿por qué subiste las
maletas? Porque usted me pidió que lo hiciera, y lo hice, dijo Gandhi.
¿Quién eres tú? Yo soy Mohandas Karamchand Gandhi,
estudiante de Derecho de la India. Bien, bien... entonces, ¿cuánto me vas a
cobrar? Señor ya le dije, no le voy a cobrar nada y nunca pensé en cobrarle, dijo
Gandhi.
Si tú no pensabas cobrarme nada por subirme las
maletas, dijo nuevamente el inglés, entonces ¿por qué me la subiste? Señor, expresó
el futuro Mahatma, yo le subí las maletas a usted por el inmenso placer que me causa
el colaborar con los demás, por eso lo hice, porque para mí servir es un
placer.
A pesar de que tengamos
guías, maestros, instructores o gurús, la decisión de comenzar a vivir la vida
de otra manera es personal de cada uno.
Nadie va a decidir en qué momento está
preparada el alma para iniciar el camino de vuelta a Casa, el camino de vuelta
a Dios, salvo la propia alma.
Va a ser la persona en la soledad de su corazón y
de su mente la que va a decidir cuándo es el momento de dejar atrás el
sufrimiento e iniciar una nueva vida basada en el respeto, en la comprensión,
en la tolerancia, en el servicio y en el Amor.
¿Serian necesarios tantos libros de
autoayuda, tantos cursos de crecimiento personal, tantos tipos de terapias de
sanación o tantos gurús, si ya fuéramos conscientes de quiénes somos y de qué
es lo que significa la vida? Seguramente no. Y no serian necesarios porque
tendríamos nuestra divinidad, no solo impregnada en nuestro ser, que lo está de
nacimiento, sino también asumida.
A base de lecturas, de cursos de
crecimiento de todo tipo, de clases de yoga, de meditaciones y de terapias, la
inmensa mayoría de nosotros, llegamos a aceptar esa divinidad, aunque no
lleguemos a entenderla y mucho menos a integrarla, porque integrar la divinidad
supone vivir desde el alma, y vivir desde el alma supone vivir el Amor, y vivir
el Amor supone no volver a la vida. Y esto no parece que lo hayamos alcanzado.
Sin
embargo, a pesar de no integrar ese conocimiento en nuestra vida, podríamos
aprovechar, al menos, la aceptación de esa divinidad para ahorrar un camino
importante, en algunos casos un camino de varias vidas, a nuestros niños.
No
podemos cambiar a la sociedad que es la única responsable del sufrimiento del
ser humano, pero si podemos cambiar a nuestra sociedad más cercana, familiares
y amigos, y sobre todo enseñar a los que se inician en el recorrido de la vida,
nuestros niños, para que crezcan con una nueva manera de entender de vida.
Ahorraríamos
mucho tiempo, mucho sufrimiento y muchas desilusiones a nuestros niños si desde
la cuna fueran conscientes de su divinidad, de su inmenso poder de creación, de
la razón de la vida, de su origen y de su destino, de su unión y de su hermandad
con el resto de seres, y sobre todo del poder del Amor.
No
podemos cambiar a los que dirigen nuestros países fomentando la violencia,
buscando enemigos, inventándose guerras y matando inocentes, porque aunque
parezca que les elegimos nosotros no es así, los coloca el gran capital que es
quien realmente mueve los hilos de las marionetas que nos gobiernan, pero si
podemos inculcar la grandeza de la paz en los niños, la grandeza de la vida, el
ahorro de dinero en armas y ejércitos que podría revertir en educación, en
alimentación, es sanidad. Para eso tenemos que desterrar las televisiones, ignorar
los juguetes que generen violencia y cubrirnos nosotros los adultos con el
manto de la paciencia, de la tolerancia, del respeto y del amor para el trato
con los niños.
No
podemos cambiar a los fariseos que dirigen nuestras iglesias, fomentando la
intolerancia, fomentando el desprecio y el maltrato a las diferencias,
fomentando la desunión y el terror hacia Dios, pero si podemos enseñar el amor
a los niños, enseñarles a respetar absolutamente a todos, sin distinción, enseñarles
que significan igualdad y hermandad, enseñarles a practicar la amabilidad y la
ecuanimidad, enseñarles a buscar a Dios en su corazón, y para todo esto tenemos
una herramienta fundamental: El ejemplo.
Aprovechemos
lo que nosotros, ya de adultos, estamos aprendiendo para ahorrar a nuestros niños
el sufrimiento al que les abocamos con las enseñanzas tradicionales de nuestra
sociedad, e incluso, paradójicamente, con nuestro propio mal ejemplo, y enseñémosles
el camino de su espiritualidad desde la más tierna infancia.
Imagina un mundo en el que todos pensaran,
hablaran y actuaran como si la persona que estuviera delante fuera ella misma.
¿Qué ocurriría? Pues que no existiría el mal en
el mundo. No existiría el conflicto. No existirían las guerras. No existiría el
hambre. No existirían los asesinatos. No existirían las agresiones. No existirían
los maltratos. No existirían las discriminaciones. No existiría la desigualdad.
No existiría la mentira. No existirían los separatismos. No existirían naciones.
No existirían religiones. No existiría la envidia. No existiría el odio. No existiría
el rencor. No existiría la ofensa. No existiría la confrontación. No existiría la
crítica.
Solo existiría el amor. Es cierto que no sería
un amor desmedido porque tampoco es que nos amemos en exceso a nosotros mismos,
pero no nos haríamos sufrir, el mundo sería distinto, ya que permaneceríamos de
manera permanente con la mano tendida para ayudar al otro.
Alguien puede pensar que esto es una utopía. No
lo es. Dentro de miles o de millones de años será así. Para que eso llegue
posiblemente tengamos que vivir cientos o miles de vidas más cada uno de
nosotros, sufriremos lo indecible odiándonos, matándonos, pisoteándonos, y
además lo repetiremos muchas veces con los mismos protagonistas.
No merece la pena repetir tanto dolor y tanto
sufrimiento. Cuanto antes abramos los ojos, antes dejaremos de sufrir. Piensa,
habla y actúa como si el enemigo irreconocible que esta frente a ti fueras tu
mismo. Si ambos hacéislo mismos en poco
tiempo vuestra postura será la misma, en poco tiempo habréis quemado vuestras
banderas, en poco tiempo habréis enterrado las religiones, en poco tiempo habréis
borrado las fronteras, en poco tiempo estaréis hablando la misma lengua, en
poco tiempo habréis convertido el odio en comprensión, y en poco tiempo más convertiréis
esa comprensión en Amor.
Pues no somos felices por nuestra mala memoria. Al olvidar los seres humanos quienes somos, nos hemos
separado de Dios. Pero no sólo nos hemos separado de Dios, no hemos separado
los unos de los otros. La separación genera conflicto, la separación genera
sufrimiento, la separación es el germen de las guerras.
Nos
hemos separado tanto y, llevamos tanto tiempo separados, que nos creemos seres
independientes, casi con el objetivo de cuidar y defender lo que consideramos
nuestro. Criticamos, juzgamos y atacamos más o menos solapadamente a todo lo
que es diferente: Diferente creencia, diferente religión, diferente opción
política, diferente nacionalidad, diferente tendencia sexual, diferente color
de piel, diferente cultura, en fin, todo lo que sea diferente se encuentra en
nuestro punto de mira.
¡Qué
ironía!, y resulta que todos somos iguales, que todos somos lo mismo, y
buscamos la diferencia en el ropaje que envuelve al alma, en el cuerpo, que es
nuestra envoltura con fecha de caducidad.
Es
muy posible, que un importante porcentaje de personas ya sepan, porque se lo
han enseñado alguna de las múltiples religiones que abundan en la Tierra, que
somos Hijos de Dios. Pero sirve de poco porque es un conocimiento meramente
intelectual, para nada integrado en la persona, con lo cual su vida no se
desarrolla bajo el paradigma del ser espiritual, sino en la densidad de la
materia.
Cuando
las religiones cuentan que somos Hijos de Dios, es muy posible que ni ellos
mismos, los enseñantes, lleguen a entender la grandeza de lo que están diciendo
y que para ellos sea como para sus feligreses una frase bonita que ahí queda,
sin llegar a entender realmente su significado.
Si
existieran los cromosomas espirituales, ser Hijos de Dios quiere decir que
llevamos Su herencia genética.
Ya
es momento de avanzar en pos de nuestra verdadera identidad, ya es momento de
empezar a reconocer al hermano, ya es momento para dejar de sufrir,ya es momento de adentrarnos en el camino que
nos conduce a Dios.
Hablar de adentrarnos en el camino que nos
conduce a Dios es plantear una nueva manera de vivir, es llegar a vivir como lo
que somos, como Hijos de Dios.
Alguien podría pensar que estamos
planteando una vida monacal o una vida de soledad, retiro y oración. Nada más
lejos de la realidad, vivir como Hijos de Dios significa mantener la misma vida
física pero muy diferente en cuanto a pensamientos y emociones.
Vivir como Hijos de Dios implica una
vida de Amor, no una vida de miedo; una vida de alegría, no una vida de
tristeza; una vida de paz, no una vida de ansiedad; una vida de felicidad, no
una vida de sufrimiento; una vida de servicio, no una vida de egoísmo. Vivir
como Hijos de Dios no está reñido con el trabajo, ni con la familia, ni con el
dinero, ni con las vacaciones, ni con los amigos, ni con las fiestas. Pero si
está reñido con no cumplir los compromisos, con no cumplir la palabra, con la
mentira, con la falta de respeto, con la pereza, con la corrupción, con la
infidelidad, con la maldad, con la traición, con la crítica, con los falsos
testimonios, con el abuso de poder, y otrosmuchos males que son moneda de cambio en nuestra sociedad actual.
Vivir como Hijos de Dios implica justamente lo
contrario de las vidas anodinas que mantienen sobre la Tierra cientos de
millones de personas.
Vivir
como Hijos de Dios supone madurar y dejar de comportarse como bebés, supone una
expansión de la conciencia y supone, también, construir el carácter.
Religiones, nacionalismos, creencias,
opciones políticas, tendencias, sexualidad, y todo aquello que separa a los
seres humanos es fuente de conflicto, es germen de guerras.
Se puede comenzar una guerra por un
trocito de tierra o de mar, porque un avión pasa por un cielo que se considera
propio, en el nombre de Dios, (lo hicieron unos en las cruzadas y lo hacen
otros ahora), por un pedazo de trapo que denominan bandera, por un pozo de petróleo
o una mina de diamantes, como prevención de no sabemos qué, por una lengua,
para tapar problemas internos, etc., etc. Aunque sin llegar a la guerra también
se generan conflictos por casi todo. ¿Hasta cuándo?
Todo
es producto de la separación entre los seres humanos, y cualquiera que sea la
causa de la separación solo es producto de la ignorancia en la que viven,
agravada esa ignorancia por el egoísmo y por las ansias de poder.
Esa ignorancia no es que sean
analfabetos, no, son buenos maestros, abogados, ingenieros o médicos. No es un
conocimiento intelectual el que les falta, ese conocimiento, aunque no sirve de
mucho, lo tienen. Lo que les falta es saber quiénes son realmente.
Somos Energía Divina, somos una Gota Divina, somos
una Chispa Divina, somos Hijos de Dios, somos una Parte de Dios. Y nuestro
tiempo no es el corto espacio de vida de una vida terrenal, es la eternidad. Y
hoy podemos ser de Luxemburgo, pero en la vida anterior fuimos de Senegal, en
la anterior de EE.UU., en la anterior de Israel, y en la próxima podemos ser de
Palestina
Había
un tiempo, antes del tiempo, anterior a la vida, anterior a cualquier Ser
manifestado, en el que todo era Dios, solo Dios. Todo era un Principio
Omnipotente, Eterno, Sin Límites, Inmutable, todo lo que existía era la Energía
Divina.
No existía el tiempo, ya que este es
sólo una ilusión producida por la sucesión de nuestros estados de conciencia en
nuestro viaje a través de la materia, y no existe donde no existe conciencia porque
no puede producirse la ilusión. No había Almas, no había conciencia, no había
tiempo.
No
había en ese tiempo más Alma que el Alma Suprema. No había almas individuales,
no había existencias independientes. Y
así fue hasta que las Chispas Divinas, por decisión de Dios, brotaron del Alma
Superior.
Como en nuestro mundo todo ha de tener un porqué, he
tratado de encontrar el porqué del desgaje de las Chispas Divinas de la Energía
de Dios, y siempre he encontrado las mismas respuestas: No estamos preparados
en la vida de la materia para entender tal situación. Nuestra mente racional no
podría entender la explicación. Es como si se tratara de explicar a un primate
como funciona un motor de explosión, aunque se realizara una exposición con
todo lujo de detalles, no entendería nada, para empezar no entendería ni las
palabras. Y de hecho, que más nos da la razón por la que estamos aquí. Estamos
y punto, hagamos lo que hemos venido a hacer. Y lo que hemos venido a hacer no
es pelear entre nosotros, es ayudarnos, es respetarnos, es amarnos.
La Chispa Divina, que se denomina Mónada tiene un
recorrido y una meta ya determinada. La meta es el retorno al Seno del Padre, y
su recorrido es aprender, es sentir y es vivir el Amor, Amor, que es la esencia
de la que Ella misma está compuesta. Pero no el tipo de amor con el que los
hombres calificamos el sentimiento hacia nuestros padres, hacia nuestros hijos
o hacia nuestros amigos. Este amor nada tiene que ver con el Amor que compone
la Energía Divina, nada tiene que ver con el Amor de Dios.
La aspiración de la Mónada desde el primer instante
de su independencia es volver a Dios, desde ese primer instante siente el
anhelo de vuelta, pero sabe que para volver ha de integrar en Ella el Amor,
hasta volverse Amor. Y la manera más rápida de conseguirlo es encarnarse, es
venir a la vida, porque es en ella donde se dan las mejores condiciones para
realizar el aprendizaje. El alma viene a la materia por propia decisión, el ser
humano nace porque ha decidido nacer.
Para que la Mónada pueda volver a ser Una con la
Energía Divina, es imprescindible que sea de la misma cualidad que la totalidad
de la Energía: La Energía Divina es Dios, por lo tanto cada Mónada ha de ser
una copia exacta de Dios, por eso cada Mónada ha de ser Amor.
Discutir por un trapo, por un trozo de tierra o por
cualquier causa que creamos, justa en nuestro corto conocimiento solo nos
separa de nuestra meta. En lugar de discutir, en lugar de pelear, en lugar de
separar, hemos de aunar, porque la vida que hay en uno es la vida que hay en todos,
porque hoy podemos pelear por quitar una bandera en un lugar y en la próxima
vida podemos pelear por volver a colocarla de donde la quitamos nosotros
mismos.
Todos somos Unos, todos sufrimos lo mismo, todos
sentimos lo mismo, todos vamos al mismo puerto, todos estamos embarcados en el
mismo barco, se llama Tierra, ¡Qué bien nos iría si todos remáramos en la misma
dirección!
Es muy fácil decirlo, pero me ha costado bastante tiempo
llegar a mi interior, y además, cuando consigo llegar, siempre sucede algo, un
ruido, una música, un pensamiento, que me devuelve de inmediato al exterior volviendo
a la locura de la vida, y además no soy consciente de inmediato, tardo en
reaccionar. ¡Engancha tanto la mente!
Sin embargo, algo sucede cuando
entro: La locura se vuelve paz, el deseo se vuelve aceptación, el deseo de
venganza se vuelve perdón, la tristeza se transforma en alegría,el estrés se vuelve sereno, el orgullo
convive con la humildad y el desdén se vuelve compasivo. La preocupación
desaparece y el miedo se desvanece en brazos del amor. Encuentro justificación
a la sinrazón del mundo, me olvido de juzgar a mi vecino y de criticar a mi
jefe, entiendo a todo el mundo. A mí no me importa. Todo está bien.
Los deseos materiales se evaporan
como el humo, y aparecen otro tipo de deseos, los deseos espirituales, pero no
agobian, no preocupan, todo tiene su tiempo, las cosas de Dios también lo
tienen.
Dentro de mí no existe ni pasado, ni
presente ni futuro. Sólo ahora. Sé que soy un ser espiritual viviendo una
experiencia humana, sé que soy lo que quiero ser, sé que nada en la vida es
permanente, ni importante, ni imprescindible, sé que todo es pasajero, ya que también
lo es la misma vida.
Sé todo lo que necesito saber, y
tengo todo lo que necesito tener. No necesito más. Todo está en mi interior.
Todo está bien.
El verdadero secreto de la abundancia
es: Aceptar lo que tienes, aceptarlo con alegría y compartirlo, compartirlo en
todas sus formas: Dar, ofrecer, entregar, donar,regalar, otorgar, ayudar, ceder, obsequiar,
proporcionar, aportar, suministrar, proveer, y todo eso sin esperar nada a
cambio.
La ducha de la mañana debe
reblandecer todos mis tejidos y facilitar el camino de la energía porque es en
ese momento cuando las intuiciones, las ideas y los mandatos del corazón, o lo
que sea, llegan con más nitidez a mi cerebro. A veces he pensado en ducharme en
seco, como hacen con la ropa en las lavanderías, o hacerlo sentado en postura
de meditación y meditar para sentir solo el agua y no tener pensamientos, pero
no, no lo he hecho todavía, pero no lo descarto.
Y es muy
pesado, porque soy muy mental para mí mismo, lo de los demás me lo creo todo a
pies juntillas, pero para mí soy como Santo Tomás, tengo que ver para creer, y
como no hago caso de inmediato me estoy duchando cada día con la misma
historia, y la ducha es larga, muy larga, ya que aunque haga Kundalini no sigo
las recomendaciones de Yogui Bhajan de ducharme con agua fría, me ducho con
agua caliente, ¡Me gusta, que le voy a hacer!, bastantes bofetadas nos va dando
la vida, como para encima, no disfrutar de los grandes o pequeños placeres
inocuos, y una ducha con agua caliente para mí es un placer increíble. ¿Dónde
estaba?, ¡Ah sí!, decía que es muy pesado ducharme cada día con la misma
historia, hasta que por fin, un buen día, hago caso a la historia del momento y
empiezo a actuar, unas veces con acierto y otras no tanto, debe de ser que a
veces el agua no está tan caliente, los tejidos no se ablandan tanto y la
información pasa distorsionada.
Todo esto,
es una introducción para haceros participes de la historia del momento, porque
necesito ayuda, porque necesitamos ayuda, porque la Tierra necesita ayuda.
Desde hace dos meses, me ducho rodeado de niños. Me explico. Todos los días la
idea que tortura mi cabeza es: “Tienes que enseñar a los niños”. Supongo que
los que sois intuitivos y leéis el blog os habréis dado cuenta de que en las
últimas entradas hablo demasiado de los niños. Y si, de momento, a pasar del
escaso éxito, ya que sólo tengo una encantadora alumna de cinco años, mantengo
dos horarios para niños, dos días a la semana, uno para niños de cuatro a siete
años y otro para niños de ocho a doce años, y lo voy a seguir haciendo hasta
que reciba, en la ducha claro, ordenes en contra. Pero como no me resigno a
seguir solamente con una alumna, iré llenando el facebook con publicidad de la
clase de niños, espero vuestra comprensión y podéis compartirlo, sobre todo los
que estáis en Lima o tenéis conocidos acá, no seáis tímidos, así ayudareis a la
causa, y cambiará la historia de mi ducha.
La idea es,
y ya lo estoy haciendo can Natalia, jugar a hacer yoga y aprender a meditar
también jugando, que es lo que también hacen todos los valientes que se atreven
a dedicar un espacio en su Centro para los niños.
Digo
valientes porque los que hacen yoga para niños lo son y mucho, porque los niños
no vienen solos a las clases, les traen los papas, y eso implica que a los
papas les guste el yoga, o que al menos crean que a sus hijos les va a ir bien,
y eso supone que no va a haber clases superllenas, lo cual tampoco podría ser,
ya que los niños necesitan mucha atención. ¡Vamos, que no es un negocio! Es
claro que los papas traen a los niños porque son traviesos, porque son muy
nerviosos, porque tienen estrés, porque enferman mucho, porque son muy activos,
porque no se relacionan con otros niños, o porque son tímidos y apocados. Cada
uno tiene su razón, ninguno va a venir declarando: “Quiero que mi hijo aprenda
a meditar para que llegue a ser un adulto mentalmente sano”, no, ninguno lo va
a hacer, pero nuestro trabajo, es trabajar para eso, trabajar para que ese niño
sea feliz desde entonces hasta que ya de abuelito finalice su camino en la Tierra,
y por supuesto, el objetivo de los papas también se va a ver cumplido porque ya
va implícito en la definición de yoga o de meditación.
Jugamos a
hacer yoga y jugamos a meditar, porque es jugando como los niños aprenden, y lo
que así aprenden va a mantenerse en su interior para siempre. La letra que los
niños aprenden con sangre se les va a olvidar cuando se cierre la herida.
Pero tenemos
que ser muchos. Hay que llegar a cuantos más niños mejor, porque se gana
muchísimo tiempo si los que aprenden a meditar y a ser felices desde su
interior son los niños. Estos niños cuando lleguen a adultos no se van a
comportar de la misma manera, dañina para ellos y para el resto de la sociedad,
que sus progenitores. Van a saber y van a actuar desde el conocimiento de que
la única moneda de cambio es el Amor, y no van a tener los traumas que tienen
los adultos debido a su debilidad de carácter o su nula voluntad, ya que cuando
estos niños lleguen a adultos además de los hábitos materiales, descansar,
comer, asearse, etc., tendrán los hábitos espirituales y sabrán cuidar a su
alma con el mismo mimo que cuidan su cuerpo. Decía en la entrada “Mejor desde
niños” que enseñar a meditar a un niño
con cinco, seis o siete años, es garantizar un adulto mentalmente sano, es
inculcar un hábito que será tan normal como lavarse, almorzar o ver la tele, es
inculcar las creencias de Dios, desde la perspectiva de que Dios es Amor, es
enseñarles desde pequeños que todos somos hermanos, es enseñarles a compartir y
no a competir, es ayudarles a madurar el carácter, es enseñarles a crecer y no
sólo a envejecer, es enseñarles a amar, es enseñarles realmente a vivir.
Hago
desde aquí un llamado a todos los meditadores para que enseñen a meditar a los
niños, hago un llamado a los instructores de yoga para que abran sus Centros
también a los niños, hago un llamado a los padres para que piensen seriamente
que quieren que sean sus hijos de adultos, que sean adultos sanos y felices o
sean dependientes de pastillas, de terapias, de libros de autoayuda, de
psicólogos o psiquiatras, hago un llamado a la sociedad en general para que
vuelquen su amor, (aunque sea con minúscula ya es importante), en los niños, en
todos los niños, tanto a los que les falta un plato de comida como a los que
les salen las golosinas por las orejas, porque los niños de hoy serán los
adultos de mañana, y si queremos un mundo nuevo se ha de comenzar por la base,
por los niños, los adultos bastante tenemos con subsistir con lo que nos hemos
encontrado, somos pocos los que estamos en esta onda, y ya no tenemos tiempo
material para cambiar nada, pero si todos los niños crecen en el Amor, es lo
que van a dar en su etapa adulta, con lo cual el mundo será algo más
equitativo, sin hambre, sin guerras, sin desigualdad, un mundo tolerante, un
mundo libre, en definitiva un mundo mejor, y todo gracias a los niños que
estamos educando y enseñando hoy.
En la actualidad habitamos el planeta
unos siete mil quinientos millones de personas. Todos creciendo, todos
evolucionando, todos encaminando nuestros pasos, aunque no seamos conscientes
de ello, hacia Dios.
No sé si me quedaré corto o me pasaré
de largo, si calculo que una quinta parte de la población, es decir, unos mil
quinientos millones de personas podrían terminar su andadura en la Tierra, si
no hay ningún milagro que cambie el rumbo actual de la sociedad, lo cual no
parece muy factible por muchas puertas energéticas que se abran, entre diez y
veinte vidas más. Por supuesto que habrá maestros que estarán en su última
vida, y que habrá otros que les faltará menos de diez, lo sé. Lo que estoy presentando
son grandes números, que tampoco sé si son correctos o no, pero para la
exposición que pretendo, tampoco es necesario afinar al cien por cien.
Son muchas las personas que no saben
que hacen en la Tierra, son muchas las que no saben que están completando una
andadura que comenzó hace millones de años, son muchas las que no saben de dónde
vienen, (aunque a decir verdad, exactamente, no lo sabemos ninguno), son muchas
las que no saben que están trabajando para volver a Dios, son muchas las
personas que nunca han oído hablar de meditación, de energía o de Karma, aunque
el no saber nada de esto no es sinónimo de que falten más o menos vidas, de que
se esté más o menos cerca de Dios, ya que el trabajo principal a realizar en la
Tierra es aprender a amar, y hay personas que aman por encima de cualquier
cosa, sin tanto adorno como yo le pudiera estar poniendo. Pero si que parece,
que todos los que en un principio están un poquito más adelante en ese
aprendizaje, aunque sólo sea teórico, si son conscientes de esos términos.
Soy optimista y me gusta pensar que
todos los que estamos leyendo esto, somos conscientes de los términos que exponía
en el párrafo anterior, y que estamos en ese pelotón de cabeza al que le quedan
esas diez o veinte etapas para concluir esta carrera. Me gusta pensar que todos
nosotros tenemos claro que estamos unidos, que somos lo mismo, y que “cuando
uno gana ganan todos y cuando uno pierde pierden todos”.
Nuestro trabajo, por lo tanto, es doble. Por
un lado tenemos por delante nuestro propio crecimiento, nuestra propia
evolución, nuestro propio aprendizaje, pero estamos obligados a realizar otra
tarea, la tarea de la enseñanza, con una única asignatura, enseñar cual es el
objetivo de la vida, enseñar cómo llegar a Dios, ya que de Él partimos y a Él
hemos de retornar. Cada uno en el aula que le corresponde, los habrá dictando
sus clases en el salón de guardería, los habrá en la primeria, otros en la
secundaría, otros en el instituto, otros en la universidad, otros dictando maestrías,
o escribiendo libros para abarcar un auditorio mayor.
Lo que sí parece cierto es que hasta
ahora nuestro trabajo de difusión está encaminado a los adultos. Para ellos son
las clases de yoga, las meditaciones, los cursos, los talleres, las
conferencias y los libros, de la misma manera que para ellos son las pláticas
en las terapias de sanación.
Está bien, pero hemos de abarcar más,
hemos de empezar con los niños. Trabajando con los niños ganamos veinte o
treinta años, y aunque parece que la vida es corta, da para mucho, y en treinta
años se puede adelantar mucho. Para enseñar a meditar a un adulto, por ejemplo,
hay de conseguir, en primer lugar, derribar las barreras de los hábitos, de las
creencias, del estrés, de los rechazos, de los miedos, del que dirán, de su
falta de tiempo, de su falta de voluntad, de su poca paciencia, de su falta de madurez,
de la debilidad de su carácter y de los millones de excusas que va a plantear
su mente que no quiere perder el control. Enseñar a meditar a un niño con
cinco, seis o siete años, es garantizar un adulto mentalmente sano, es inculcar
un hábito que será tan normal como lavarse, almorzar o ver la tele, es inculcar
las creencias de Dios, no desde la perspectiva enfermiza, negativa y destructiva
de las religiones, sino desde la perspectiva de que Dios es Amor, es enseñarles
desde pequeños que todos somos hermanos, y no enseñarles a competir, es ayudarles
a madurar el carácter, es enseñarles a crecer no a envejecer, es enseñarles a
amar, es enseñarles realmente a vivir.
El que aprende desde niño, va a llevar
como bandera el respeto, la tolerancia, la igualdad, la libertad, la paz y el
amor durante toda su vida, formara una familia, también mentalmente sana bajo
los mismos principios, sus amigos serán como él, y sus hijos un calco del
padre.
Enseñando a los niños estaremos
ayudando a que la humanidad evolucione más rápidamente, y que en menos tiempo
muchos más seres alcancen la “iluminación”.
¿Cómo trabajar el desapego? El desapego es una
cuestión de actitud, y para trabajarlo son necesarios algunos ingredientes, como
pueden ser la aceptación, la comprensión, la gratitud y el amor.
La dependencia emocional es quizás una de las más
poderosas formas de apego, y más difíciles de eliminar. La dependencia
emocional, como todo, nace de un patrón mental. Pensamos que somos incapaces de
vivir en soledad, y eso hace que desarrollemos la necesidad de estar siempre
acompañados. Podemos incluso necesitar la compañía, sin ser conscientes de esa
necesidad, y se disfraza en muchísimas ocasiones de emociones, como pueden ser
el amor y el cariño, que nada tienen que ver con lo que se siente realmente.
Cuantas parejas viven en la más absoluta infelicidad por ese autoengaño. Y no
es demasiado difícil liberarse de esa necesidad, casi enfermiza, de compañía. Sólo
hay que cambiar el pensamiento y decir en nuestro interior, de manera
repetitiva: “Yo Soy feliz en soledad”.
Existe otro tipo de dependencia emocional, y es la
creencia de que los demás nos necesitan y no les podemos dejar solos. Eso no solo
es apego, es también una manera de control. Dejemos que los demás vivan su
propia vida, dejemos que vivan su propio aprendizaje, dejemos que vivan sus
propias errores, y ayudémosles solo si solicitan nuestra ayuda.
Permanecer alerta a nuestros pensamientos para
eliminar los hábitos de juicio y crítica, es una buena manera de romper los
patrones rígidos de pensamiento a los que estamos acostumbrados, es
desapegarnos de ellos. Vivir sin realizar juicios y sin cuestionar nada es
vivir en libertad, es amar. Para esto: Aceptar es la mejor medicina, ¡Qué más da
lo que hagan los demás!, ¡Qué más da como vistan!, ¡Qué más da lo que hagan o
lo que digan!, ¡Qué más da con si viven solos o acompañados!, ¡Qué más da si su
vida es honesta o engañan a diestro y siniestro!, ¡Qué más da! Si nos afectara
a nosotros, solo hemos de tomar las acciones oportunas, legales o personales, pero
después de eso, es imprescindible perdonar, bendecir, dar la vuelta y marchar,
para no frecuentar más a alguien que puede hacernos daño. Sin recordar el daño
cada día, ya que eso sería como apegarse al dolor, eso sería como si nos
estuvieran haciendo el daño de manera permanente. Realmente somos especialistas
en vivir apegados al dolor.
En cuanto a nosotros mismos, aceptémonos,
valorémonos en lo que valemos, respetémonos y amémonos. Eso hará que aceptemos,
valoremos, respetemos y amemos más a los demás.
Como decía
al inicio de la entrada anterior, en la cita de Deepak Chopra: desapego no es renunciar a la intención ni
al deseo, desapego es renunciar al interés por el resultado. Todos nos apegamos al resultado de nuestras acciones, a
aquello que esperamos que suceda. Y lo normal es que nunca suceda lo que
tenemos planeado, o por lo menos no sucede al cien por cien, y esa es una causa
de insatisfacción, de frustración, de sufrimiento. Como lo es cuando esperamos
recibir algo a cambio, cuando damos para recibir, cuando amamos para que nos
amen. Eso también es apego. No se ha de esperar el resultado apetecido, lo que
suceda, está bien; no se ha de hacer nada esperando el halago, el elogio o la
gratificación. ¿Cómo hacerlo entonces? Hacerlo por amor, sin esperar nada a
cambio, sin esperar como se recibe o como lo califican, hacerlo porque sí,
porque sale del alma.
Sentimos
apego por casi todo, también por cosas materiales. De la misma manera que el apego
por las personas nos esclaviza a ellas, el apego por los objetos nos convierte,
de igual manera, en esclavos de esos objetos. “Una persona que aprende a vivir con lo que tiene, pero no siente
temor de perderlo se puede considerar verdaderamente libre. Aquel que no
acumula bienes, objetos o personas sino que disfruta de todo cuanto tiene y no
tiene, es una persona feliz y sabia”, sostiene la Licenciada en
Filosofía, la argentina Carolina Renzetti.
Observa todo cuanto te rodea, ¿Cuántas cosas,
ya sean ropa u objetos no has utilizado en tiempo? Despréndete de todo aquello
que no hayas utilizado en el último año. Eso ayuda a desapegarse mental y
emocionalmente de muchas cuestiones, fotografías, cartas, recuerdos de infancia
o adolescencia, recuerdos de personas o de acciones realizadas. Desprenderse de
ellos, es liberarse de la energía inútil, que permanece en los objetos. Los
recuerdos tienen que estar en tu corazón, no en forma de papel en una caja de
zapatos.
Y
finalmente acepta. Acepta que todo en la vida sucede por alguna razón, acepta
que las barreras pueden ser oportunidades, acepta a esas personas desagradables
porque pueden estar ahí para enseñarte una lección de vida importante, acepta
los cambios, ya que es posible que te estén llevando a donde tenia planificado
tu alma. Acepta con humildad y gratitud.
Nuestra
verdadera misión en la vida es aprender a amar. El desapego es el mejor camino
para ello. Dar sin esperar nada a cambio, ayudar porque lo necesitan sin
esperar recompensas, aceptar que las personas entran y salen de nuestra vida y
que no podemos ni debemos retenerlas.
Toda esta entrada es un extracto,
ínfimo, del libro “Misterios desvelados”, en el que aparecen reflejadas algunas
de las enseñanzas del Maestro Saint Germain:
La Eterna Ley de la Vida es: “LO QUE
TÚ PIENSES Y SIENTES LO TRAES A LA FORMA”. Dónde está tu pensamiento, allí
estás tú. Lo que tú medites, en ello te convertirás, ya que tú eres tu conciencia.
Cuando uno permite a su mente
permanecer en pensamientos de odio, de condenación, de crítica, de lujuria,
envidia, celos, temor, dudas o sospechas, y permite que esos pensamientos y sentimientos
generen irritación dentro de él, es absolutamente seguro que tendrá discordia, fracaso,
desastres en su cuerpo, su mente y su mundo. Mientras él permita que su atención
se detenga en tales pensamientos, bien sea respecto a naciones, personas,
lugares, condiciones o cosas, estará absorbiendo esas actividades en la
substancia de su mente, su cuerpo o sus asuntos. De hecho, estará forzando,
impeliéndolas a que entren en su experiencia.
Esto ocurre porque los seres humanos no
se aceptan ni se reconocen ellos mismos como lo que son. Templos del Dios
Viviente. Tampoco saben que este reconocimiento debe mantenerse eternamente. La
Humanidad en su presente y aparente limitación de tiempo, espacio y actividad,
está en el caso de la persona que necesita, y si alguien le extiende lo que
necesita, y ella no se acerca a recibirlo, ¿Cómo va a gozar del beneficio?
La masa humana está en este grado de
conciencia hoy, y continuará en ella hasta que acepte que el Dios que lleva en
su corazón es el Dueño, el Dador y el Hacedor de todo el Bien que puede entrar en
sus vidas y mundos.
Tanto más intenso es el sentimiento dentro del
deseo, tanto más rápido se cumplirá.
Sin embargo, si se tiene la temeridad
de desear algo que dañe a otro hijo de Dios, o a cualquier parte de Su
Creación, ese pagará con discordia y fracaso en alguna experiencia de su vida.
Es muy importante realizar plenamente
que la intención de Dios para cada uno de sus hijos es la abundancia de toda
cosa buena y perfecta. Él creó la Perfección y revistió o invistió a cada hijo
con ese mismo Poder. Todos podemos crear y mantener la Perfección, y expresar
Dominio Divino sobre la Tierra y todo lo que ella contiene. La Humanidad fue
creada a imagen y semejanza del Padre, y la única razón por la cual no
manifiesta su Dominio es porque no usa su autoridad Divina.
La actividad sensorial de la Vida es
el punto más abandonado, menos custodiado en la humana conciencia.
La necesidad de controlar y vigilar
los sentimientos no puede ser subrayada demasiado, pues el dominio de las
emociones juega el papel más importante en la Vida, para mantener el equilibrio
mental, salud en el cuerpo, éxito y logros en los asuntos mundanos o del ser
personal de cada individuo.
Al principio esta disciplina requiere
esfuerzo continuo, porque los pensamientos y sentimientos del 95% de la
humanidad andan tan libres e incontrolados como un perrito callejero. Pero no importa
cuánto esfuerzo sea necesario traer para estas dos actividades a un control
absoluto, vale la pena todo el tiempo, la energía y el esfuerzo, pues no se
puede tener ningún dominio permanente de nuestra propia vida y mundo sin ello.
Meditación para el control de uno mismo
- El primer paso hacia el control de
uno mismo es el de aquietar toda actividad exterior, tanto de la mente como del
cuerpo. De quince a veinte minutos antes de recogerte a dormir, y por la mañana
antes de comenzar tu día, haciendo el ejercicio siguiente: hace prodigios para
todo el que haga el esfuerzo necesario.
- El segundo paso es asegurarte de no
ser perturbado y después de haberse tranquilizado y estar muy quietos,
visualizar y sentir el cuerpo envuelto en una Luz radiante, blanca. En los
primeros cinco minutos mientras se visualiza este cuadro, sentir intensamente
la conexión entre el ser exterior y el Magno Dio Interno, enfocando la atención
en el corazón y visualizándolo como un Sol Dorado.
- El tercer paso es el reconocimiento:
“YO ACEPTO GOZOSO LA PLENITUD DE MI MAGNA PRESENCIA DE DIOS, EL CRISTO PURO”.
Siente el gran brillo de la Luz e intensifícala en cada célula de tu cuerpo
durante unos diez minutos más.
- Ahora cierra la meditación ordenando:
“YO SOY HIJO DE LA LUZ, AMO LA LUZ, VIVO EN LA LUZ, SOY PROTEGIDO, ILUMINADO,
PROVISTO Y MANTENIDO POR LA LUZ Y BENDIGO LA LUZ”.
Recuerda siempre que uno se
convierte, se transforma en aquello que medita, y puesto que de la Luz salimos,
la Luz es suprema perfección y el control de todas las cosas.
Si practicas este ejercicio fielmente
y lo sientes en cada átomo de tu mente y cuerpo con profunda intensidad,
recibirás abundante prueba de la tremenda Actividad, Poder y Perfección que
existe y está siempre activa en la Luz. Cuando hayas experimentado esto, aunque
no sea sino por un corto tiempo, no necesitarás pruebas adicionales. Te
conviertes en tu propia prueba. “LA LUZ ES EL REINO. ENTRA EN EL Y ESTARÁS EN
PAZ”. Regresa a la casa del Padre. Después de diez días de hacer este
ejercicio, es bueno hacerlo tres veces diarias: Mañana, tarde y noche.
A menudo oigo la queja: “Ay, yo no
puedo dedicar todo ese tiempo”. Para aquellos que sean de esa opinión, deseo decirles:
El tiempo que gasta la persona corriente en criticar, condenar y culpar a los
demás por ser diferentes, si fuera dedicado al uso y reconocimiento de la Luz,
les sería manifestado el Cielo en la Tierra. Para el individuo que se atreve a
comprobarlo y tiene suficiente determinación para continuarlo, nada le es
imposible. La Luz jamás falla.
La condición desafortunada en la
conciencia humana, que mantiene a los individuos en sus limitaciones
autoimpuestas, es la actitud de la mente que, o teme, ridiculiza lo que no
comprende, o lo que es peor, en su ignorancia dice: “ESO ES UN IMPOSIBLE”.
Una cosa puede no ser probable bajo
ciertas condiciones; pero el Ser Divino Interior, que es la Gran Luz, puede
cambiar todas las condiciones humanas, de manera que nada le es imposible.
Todo ser humano posee la Divina Llama
de la Vida dentro de él, y ese Ser, Dios, tiene dominio donde quiera que se
mueva el Universo. Si el hombre por su inercia mental no hace el esfuerzo suficiente
para reorganizar sus antiquísimos hábitos de mente y cuerpo, continuará atado
por las cadenas que él mismo se forjó. Pero si él decide conocer al Dios
Interior y tiene la osadía de darle a ese Ser Divino el control de sus
actividades exteriores, recibirá de nuevo el conocimiento de su dominio sobre
todas las substancias, lo cual le pertenece desde el principio.
La Ley de la Reencarnación es la
actividad del crecimiento humano que le concede al individuo la oportunidad de restablecer
un equilibrio condicional que él mismo, conscientemente desajustó.
Esto es sólo unas de las actividades
de la Ley de Compensación, la Ley de Causa y Efecto, o lo que se puede llamar
el proceso balanceador automático que gobierna todas las fuerzas del Universo,
en todas partes. La comprensión correcta de esta Ley da la explicación de
muchas condiciones en la experiencia humana, que sin ella parecen totalmente
injustas. Es la única explicación lógica de la infinidad de complejidades y
experiencias humanas que revelan la operación y la Ley sobre la cual descansa
toda manifestación. Esto hace comprender que no existe lo que llaman
“casualidad o accidente”. Todo tiene una causa interior, y todo es la causa de un efecto futuro en el mismo
instante que se efectúa la causa. Si un hombre ha dañado a una mujer en una vida, es seguro que
reencarnará en forma femenina y pasará por la experiencia similar, hasta que
sufra aquello que le hizo soportar a otro. Lo mismo ocurre a toda mujer que
lastime o dañe a un hombre. Esta es la única forma en que cada uno se obliga a
experimentar tanto la causa como el efecto de todo lo que genera el mundo.
El individuo puede experimentar y crear
lo que se le antoje en su propio mundo, pero si a él se le antoja hacer aquello
que le haga a otros experimentar discordia, él se obliga a experimentar la misma
condición hasta que comprenda lo que es el efecto de su propia creación sobre
la vida ajena en el Universo.