El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




Mostrando entradas con la etiqueta Servicio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Servicio. Mostrar todas las entradas

sábado, 25 de enero de 2025

Cuento: Volver a casa



En la fábrica de botellas de plástico, la maquinaria trabajaba sin cesar, día y noche, produciendo una botella cada segundo. Las nuevas botellas, al salir del molde, se encontraban desconcertadas. Habían pasado de ser parte de un todo, una masa uniforme de plástico en la que se sentían plenas y poderosas, a una existencia independiente, sin preparación alguna, destinadas a ser el continente de distintos líquidos: agua, vino, refrescos, leche y más.

Dentro de cada una, las preguntas se repetían: ¿Estaré preparada? ¿Podré cumplir mi trabajo con dignidad? ¿Se sentirán mis dueños satisfechos con mi labor?

Lo que las botellas desconocían era que sus dueños jamás se cuestionarían tales cosas. Para ellos, la botella era casi invisible, un simple recipiente cuyo valor residía únicamente en su contenido.

Mientras el dueño consumía el líquido y, sin pensarlo dos veces, arrojaba la botella a una bolsa junto a otras botellas vacías, esta seguía con sus devaneos mentales.

¿Y ahora qué? se preguntaban todas, llenas de incertidumbre. Estaban desconcertadas hasta que una pequeña botella, que solo había contenido agua, habló con voz tranquila:

—Ahora volvemos a casa.

—¿A casa? ¿Qué casa? —preguntaron sorprendidas las botellas que la escuchaban.

—Volvemos a nuestra casa, a la masa de plástico de la que todas salimos. Volveremos a ser botellas una y otra vez, hasta que un día, quizás, un dueño descubra nuestra belleza y nos utilice para guardar arena, piedrecitas o flores.

Muchas personas se parecen a las botellas. Pasan la vida tratando de agradar a quienes tienen delante, preguntándose qué pensarán de ellas. Y, en muchas ocasiones, a esas personas les importa un pimiento. Igual que a los dueños de las botellas.

Mejor les iría haciendo bien su trabajo y tratando a los demás como les gustaría ser tratados.


domingo, 19 de febrero de 2023

La hoja en blanco 3

 

 


Sábado 18 de febrero 2023

 

¡Oh!, llevaba 15 días sin pasar por aquí. En realidad, ni por aquí ni por ningún lado, porque he estado un poco justo de tiempo.

No debería de decir que “no he tenido tiempo”, porque la mente subconsciente que es, en definitiva, la que hace que se cumpla lo que organiza la mente consciente, va a mantenerme ocupado aun más. Al decir que no tengo tiempo, el subconsciente, que es muy serio y no entiende de bromas, ironías o frases hechas, se encarga de hacer que se cumpla, "al pie de la letra”, eso que nosotros hemos dicho como una gracia.

En fin, cuando deje de escribir haré un trabajo para revertir el desaguisado.

Me había quedado a mitad de camino explicando cuales eran las dos pasiones que se situaban en el ranking anteriores al placer de escribir.

Ya he comentado que mi primera pasión es mi familia, pues la segunda pasión es, ni más ni menos, que una comida: “Huevos fritos con papas fritas”.

Cuando hablo o pienso en los huevos fritos con patatas, me acuerdo de la señora Paula. La señora Paula era mi casera cuando yo realicé el servicio militar.

En España, cuando yo tenía 20 años era obligatorio dedicar 15 meses de tu vida a servir a la patria.

Yo tenía un amigo. Digo tenía porque dejó de hablarme cuando me divorcié, que siempre decía que la mili es un sitio donde no se hace nada, pero siempre a la carrera. Y era cierto: “Dos minutos para formar” gritaba el sargento y, luego, estábamos una hora en formación sin hacer nada.

Residía, entonces, en Girona y en el sorteo me tocó hacer el campamento, hasta la jura de bandera, en Cáceres. Pasados los 3 meses de recluta, que es como se llama a los mozos que todavía no han jurado la bandera, me tocó servir en un “batallón de caballería motorizada”, que se encontraba en Getafe, (Madrid).

Por aquel entonces ya trabajaba en Telefónica y nada más llegar a Getafe solicité dos permisos: Uno al cuartel, para que me concedieran el pase pernocta, ya que si eso sucedía me iba del cuartel al mediodía y no volvía hasta el día siguiente. Era como un trabajo a media jornada, de 7:30 a 13 horas, con toda la tarde libre. El pase pernocta te lo daban sin ningún problema si asegurabas tener un familiar en la población.

La señora Paula alquilaba una habitación con dos camas en su casa y, por aquel entonces, tenía una cama libre. A mi me venía de miedo, porque solo estaba a media cuadra del cuartel. A la señora Paula no le importaba decir que era mi tía, si alguien pasaba por allí a preguntar, cosa que nunca sucedió.

El segundo permiso fue a Telefónica, para que me dejaran trabajar por las tardes mientras estaba en Madrid. Me lo concedieron y durante un año trabajé en la central de Moratalaz.

Tuve una buena “mili”. No hacia guardias porque me hice cabo primero. Me tocaba hacer semanas, en la rueda de los sargentos, pero no hice ni una, porque las vendí todas. Prefería ir a trabajar que estar una semana sin salir del cuartel.

Volviendo a la señora Paula y los huevos fritos. Me preguntó que comidas me gustaban, y cuando le dije que los huevos fritos con patatas y que, si me lo hacía para cenar cada día, a mí me hacia el hombre más feliz de la tierra, se le iluminaron los ojos. Supongo que no era una cena cara, ni difícil de elaborar y, además, no tenía que pensar cada día que hacer de cena.

Pero cuando llevaba dos meses haciendo huevos fritos con patatas, cada noche, me preguntaba: “¿seguro que no te apetece cambiar algún día?”, “no”, le contestaba. Me siguió preguntando hasta que me licenciaron 10 meses después. Seguro que aborreció para siempre los huevos fritos con patatas.

Y la tercera pasión es escribir “bajanades”, que es lo que estoy haciendo ahora. No tengo pasiones caras.

viernes, 11 de noviembre de 2022

Sobre la compasión

 


Una de tantas frases bonitas que circulan por la red de Mahatma Ghandi dice. “Las tres cuartas partes de las miserias y malos entendidos, en el mundo, terminarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista”.

Compasión es la capacidad de percibir lo que otro ser humano pueda sentir. Compasión es la capacidad de sentir aprecio por los demás y desear la liberación de su sufrimiento. Compasión es un sentimiento de tristeza que se produce al ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar, remediar o evitar su dolor. Compasión es el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento.

En la compasión la alegría de los otros es tu alegría, el sufrimiento de los otros es tu sufrimiento, el éxito de los otros es tu propio éxito y su fracaso el tuyo. En definitiva, la historia de los otros es tu historia. Esto es Unidad, con la compasión se acaba la separación y se vive la Unidad. Con la compasión vivimos, aceptamos y entendemos que todos somos hermanos, que todos somos la misma cosa, que todos somos Hijos de Dios.

La compasión nos libera de la ilusión que nos aprisiona en nuestra propia experiencia individual, ya que se enfoca en descubrir las necesidades y padecimientos de las personas, con una actitud de servicio. La compasión nos lleva a escuchar y a comprender a las personas, nos lleva a ponernos en los zapatos del otro, con lo cual entendemos cada razón, cada causa, y eso hará que se dejen atrás los juicios, ya que juzgar y criticar son procesos de la mente, mientras que la comprensión que deriva de la compasión es un proceso del corazón.

La compasión hace aflorar otras virtudes en las personas: Generosidad y servicio, ya que se ayuda sin esperar nada a cambio, y se pone a disposición de la persona que sufre tiempo y recursos personales. Sencillez, porque no se hace distinción entre las personas por su condición social. Solidaridad, al sentir que los problemas del otro son problemas propios. Comprensión, por entender las razones de los demás.

Sin embargo, la compasión no debe crear dependencia hacia la persona que sufre, ni debe generar sufrimiento por el sufrimiento del otro. La compasión nos debe de llevar a ayudar, a acompañar, a servir, pero desde un sentimiento de paz, desde un sentimiento de serenidad. Sólo así podremos ser útil al que sufre, de otra forma nos convertiríamos nosotros mismos en objeto de compasión.

domingo, 22 de mayo de 2016

Una vida de servicio

Servir a los demás es un privilegio reservado a los seres superiores.

El servicio es el ejercicio de la caridad. Una actitud de servicio es reconocer en cada ser humano una persona valiosa, una persona de quien se puede aprender y a quien se puede ayudar, una actitud de servicio es mostrar interés por lo que le sucede a la otra persona, es la capacidad de entender que sienten las personas, es incluir en nuestra vida el hábito de ayudar antes de ser ayudados, al hábito de comprender antes de ser comprendidos, el arte de amar antes de ser amados.

Cuando desarrollas una actitud de servicio a los demás, estas intercambiando servicio por poder. El poder que se recibe es una influencia sobre las personas a las que has ayudado, que hace que te conviertas para ellas en un líder, quieren estar contigo, te vuelves importante para ellas, eres como un imán para esas personas, te necesitan, te consultan, te respetan.


La actitud de servicio va siempre unida a una actitud positiva, es por eso que las personas con actitud de servicio a los demás, son personas alegres, optimistas, que esperan siempre lo mejor de la vida.

Las personas con actitud de servicio son responsables de sus propias vidas, tienen el control de sus vidas a pesar de las circunstancias. No viven echándole la culpa a los demás de lo que les sucede.

El servicio a los demás también es un signo de madurez. Las personas con actitud de servicio comprenden todos los beneficios que obtienen al comportarse de esta manera con las demás personas y descubren que es una filosofía de vida, un estilo de vida, el cual es un privilegio alcanzar. Servir a los demás solo se le es dado a los seres grandes.

De todo lo anterior podemos concluir que la actitud de servicio es una marca indeleble de la gente superior, del líder, de la gente iluminada, de las personas con personalidad magnética, del padre y la madre amorosos, del maestro comprometido con su profesión, del estudiante responsable, del empresario triunfador, del empleado  eficaz, es decir todo lo que cualquier persona puede desear: ¡una bendición divina! ¡un privilegio! Reservado solo para los seres superiores.


En 1888 Mahatma Gandhi fue a Inglaterra, donde estudió Derecho. Una vez iba caminando por una calle de Londres y fue sorprendido por un chaparrón de agua. Gandhi empezó a correr para huir de la lluvia y logró refugiarse debajo del alero de un lujoso hotel, ahí se quedó parado mientras pasaba el vendaval. A los pocos minutos apareció una lujosa limosina y de ella salió un magnate inglés, le bajaron las maletas y el coche fue conducido hasta el estacionamiento.
¡Oye tú!, cógeme las maletas, gritó el británico a Gandhi. Gandhi miró hacia los lados y hacia atrás para ver a quién se dirigía el magnate, ¡eh tú, hindú!, repitió el inglés con fuerza, ¡He dicho que me cojas las maletas!
Gandhi se dio cuenta de que era con él a quien hablaba el potentado, y entonces se acercó a cargarlas. El inglés le ordenó que lo siguiera hasta el cuarto piso; él subió por el ascensor y el hindú por las escaleras, porque en esa época los hindúes  eran considerados menos que los demás.
Una vez que Gandhi dejó las maletas en el sitio indicado, se dispuso a retirarse.
¡Mira tú, indio!, ¿Cuánto te debo?, dijo el magnate. Señor, usted no me debe nada, contestó Gandhi cortésmente.
¿Cuánto me vas a cobrar por subirme las maletas?,  insistió el hombre. Señor, repitió Gandhi, yo no voy a cobrarle nada.
¿Tú trabajas aquí?, ¿no? No señor, yo no trabajo aquí; yo estaba en la puerta esperando que dejara de llover para continuar mi camino.
Si tú no trabajas aquí, ¿por qué subiste las maletas? Porque usted me pidió que lo hiciera, y lo hice, dijo Gandhi.
¿Quién eres tú? Yo soy Mohandas Karamchand Gandhi, estudiante de Derecho de la India. Bien, bien... entonces, ¿cuánto me vas a cobrar? Señor ya le dije, no le voy a cobrar nada y nunca pensé en cobrarle, dijo Gandhi.

Si tú no pensabas cobrarme nada por subirme las maletas, dijo nuevamente el inglés, entonces ¿por qué me la subiste? Señor, expresó el futuro Mahatma, yo le subí las maletas a usted por el inmenso placer que me causa el colaborar con los demás, por eso lo hice, porque para mí servir es un placer.


sábado, 7 de mayo de 2016

El próximo cambio

PERLAS PARA EL ALMA




A pesar de que tengamos guías, maestros, instructores o gurús, la decisión de comenzar a vivir la vida de otra manera es personal de cada uno. 
Nadie va a decidir en qué momento está preparada el alma para iniciar el camino de vuelta a Casa, el camino de vuelta a Dios, salvo la propia alma. 
Va a ser la persona en la soledad de su corazón y de su mente la que va a decidir cuándo es el momento de dejar atrás el sufrimiento e iniciar una nueva vida basada en el respeto, en la comprensión, en la tolerancia, en el servicio y en el Amor.




sábado, 19 de marzo de 2016

La espiritualidad y los niños

         ¿Serian necesarios tantos libros de autoayuda, tantos cursos de crecimiento personal, tantos tipos de terapias de sanación o tantos gurús, si ya fuéramos conscientes de quiénes somos y de qué es lo que significa la vida? Seguramente no. Y no serian necesarios porque tendríamos nuestra divinidad, no solo impregnada en nuestro ser, que lo está de nacimiento, sino también asumida.

         A base de lecturas, de cursos de crecimiento de todo tipo, de clases de yoga, de meditaciones y de terapias, la inmensa mayoría de nosotros, llegamos a aceptar esa divinidad, aunque no lleguemos a entenderla y mucho menos a integrarla, porque integrar la divinidad supone vivir desde el alma, y vivir desde el alma supone vivir el Amor, y vivir el Amor supone no volver a la vida. Y esto no parece que lo hayamos alcanzado.

Sin embargo, a pesar de no integrar ese conocimiento en nuestra vida, podríamos aprovechar, al menos, la aceptación de esa divinidad para ahorrar un camino importante, en algunos casos un camino de varias vidas, a nuestros niños.

No podemos cambiar a la sociedad que es la única responsable del sufrimiento del ser humano, pero si podemos cambiar a nuestra sociedad más cercana, familiares y amigos, y sobre todo enseñar a los que se inician en el recorrido de la vida, nuestros niños, para que crezcan con una nueva manera de entender de vida.



Ahorraríamos mucho tiempo, mucho sufrimiento y muchas desilusiones a nuestros niños si desde la cuna fueran conscientes de su divinidad, de su inmenso poder de creación, de la razón de la vida, de su origen y de su destino, de su unión y de su hermandad con el resto de seres, y sobre todo del poder del Amor.

No podemos cambiar a los que dirigen nuestros países fomentando la violencia, buscando enemigos, inventándose guerras y matando inocentes, porque aunque parezca que les elegimos nosotros no es así, los coloca el gran capital que es quien realmente mueve los hilos de las marionetas que nos gobiernan, pero si podemos inculcar la grandeza de la paz en los niños, la grandeza de la vida, el ahorro de dinero en armas y ejércitos que podría revertir en educación, en alimentación, es sanidad. Para eso tenemos que desterrar las televisiones, ignorar los juguetes que generen violencia y cubrirnos nosotros los adultos con el manto de la paciencia, de la tolerancia, del respeto y del amor para el trato con los niños.

No podemos cambiar a los fariseos que dirigen nuestras iglesias, fomentando la intolerancia, fomentando el desprecio y el maltrato a las diferencias, fomentando la desunión y el terror hacia Dios, pero si podemos enseñar el amor a los niños, enseñarles a respetar absolutamente a todos, sin distinción, enseñarles que significan igualdad y hermandad, enseñarles a practicar la amabilidad y la ecuanimidad, enseñarles a buscar a Dios en su corazón, y para todo esto tenemos una herramienta fundamental: El ejemplo.


Aprovechemos lo que nosotros, ya de adultos, estamos aprendiendo para ahorrar a nuestros niños el sufrimiento al que les abocamos con las enseñanzas tradicionales de nuestra sociedad, e incluso, paradójicamente, con nuestro propio mal ejemplo, y enseñémosles el camino de su espiritualidad desde la más tierna infancia. 

martes, 12 de enero de 2016

Imagina


No existe realidad que no esté teñida de utopía

Imagina un mundo en el que todos pensaran, hablaran y actuaran como si la persona que estuviera delante fuera ella misma.
¿Qué ocurriría? Pues que no existiría el mal en el mundo. No existiría el conflicto. No existirían las guerras. No existiría el hambre. No existirían los asesinatos. No existirían las agresiones. No existirían los maltratos. No existirían las discriminaciones. No existiría la desigualdad. No existiría la mentira. No existirían los separatismos. No existirían naciones. No existirían religiones. No existiría la envidia. No existiría el odio. No existiría el rencor. No existiría la ofensa. No existiría la confrontación. No existiría la crítica.


Solo existiría el amor. Es cierto que no sería un amor desmedido porque tampoco es que nos amemos en exceso a nosotros mismos, pero no nos haríamos sufrir, el mundo sería distinto, ya que permaneceríamos de manera permanente con la mano tendida para ayudar al otro.
Alguien puede pensar que esto es una utopía. No lo es. Dentro de miles o de millones de años será así. Para que eso llegue posiblemente tengamos que vivir cientos o miles de vidas más cada uno de nosotros, sufriremos lo indecible odiándonos, matándonos, pisoteándonos, y además lo repetiremos muchas veces con los mismos protagonistas.
No merece la pena repetir tanto dolor y tanto sufrimiento. Cuanto antes abramos los ojos, antes dejaremos de sufrir. Piensa, habla y actúa como si el enemigo irreconocible que esta frente a ti fueras tu mismo. Si ambos hacéis  lo mismos en poco tiempo vuestra postura será la misma, en poco tiempo habréis quemado vuestras banderas, en poco tiempo habréis enterrado las religiones, en poco tiempo habréis borrado las fronteras, en poco tiempo estaréis hablando la misma lengua, en poco tiempo habréis convertido el odio en comprensión, y en poco tiempo más convertiréis esa comprensión en Amor.  


domingo, 13 de diciembre de 2015

¿Por qué no somos felices? (1 de 2)


Pues no somos felices por nuestra mala memoria. Al olvidar los seres humanos quienes somos, nos hemos separado de Dios. Pero no sólo nos hemos separado de Dios, no hemos separado los unos de los otros. La separación genera conflicto, la separación genera sufrimiento, la separación es el germen de las guerras.

Nos hemos separado tanto y, llevamos tanto tiempo separados, que nos creemos seres independientes, casi con el objetivo de cuidar y defender lo que consideramos nuestro. Criticamos, juzgamos y atacamos más o menos solapadamente a todo lo que es diferente: Diferente creencia, diferente religión, diferente opción política, diferente nacionalidad, diferente tendencia sexual, diferente color de piel, diferente cultura, en fin, todo lo que sea diferente se encuentra en nuestro punto de mira.

¡Qué ironía!, y resulta que todos somos iguales, que todos somos lo mismo, y buscamos la diferencia en el ropaje que envuelve al alma, en el cuerpo, que es nuestra envoltura con fecha de caducidad.


Es muy posible, que un importante porcentaje de personas ya sepan, porque se lo han enseñado alguna de las múltiples religiones que abundan en la Tierra, que somos Hijos de Dios. Pero sirve de poco porque es un conocimiento meramente intelectual, para nada integrado en la persona, con lo cual su vida no se desarrolla bajo el paradigma del ser espiritual, sino en la densidad de la materia.

Cuando las religiones cuentan que somos Hijos de Dios, es muy posible que ni ellos mismos, los enseñantes, lleguen a entender la grandeza de lo que están diciendo y que para ellos sea como para sus feligreses una frase bonita que ahí queda, sin llegar a entender realmente su significado.

Si existieran los cromosomas espirituales, ser Hijos de Dios quiere decir que llevamos Su herencia genética.

Ya es momento de avanzar en pos de nuestra verdadera identidad, ya es momento de empezar a reconocer al hermano, ya es momento para dejar de sufrir,  ya es momento de adentrarnos en el camino que nos conduce a Dios.

             Hablar de adentrarnos en el camino que nos conduce a Dios es plantear una nueva manera de vivir, es llegar a vivir como lo que somos, como Hijos de Dios.

            Alguien podría pensar que estamos planteando una vida monacal o una vida de soledad, retiro y oración. Nada más lejos de la realidad, vivir como Hijos de Dios significa mantener la misma vida física pero muy diferente en cuanto a pensamientos y emociones.

            Vivir como Hijos de Dios implica una vida de Amor, no una vida de miedo; una vida de alegría, no una vida de tristeza; una vida de paz, no una vida de ansiedad; una vida de felicidad, no una vida de sufrimiento; una vida de servicio, no una vida de egoísmo. Vivir como Hijos de Dios no está reñido con el trabajo, ni con la familia, ni con el dinero, ni con las vacaciones, ni con los amigos, ni con las fiestas. Pero si está reñido con no cumplir los compromisos, con no cumplir la palabra, con la mentira, con la falta de respeto, con la pereza, con la corrupción, con la infidelidad, con la maldad, con la traición, con la crítica, con los falsos testimonios, con el abuso de poder, y otros  muchos males que son moneda de cambio en nuestra sociedad actual.

 Vivir como Hijos de Dios implica justamente lo contrario de las vidas anodinas que mantienen sobre la Tierra cientos de millones de personas.

Vivir como Hijos de Dios supone madurar y dejar de comportarse como bebés, supone una expansión de la conciencia y supone, también, construir el carácter.




miércoles, 9 de diciembre de 2015

¿Nacionalismos?, ¿Religiones?, ¿Creencias? No gracias. Yo Soy un Hijo de Dios


                Religiones, nacionalismos, creencias, opciones políticas, tendencias, sexualidad, y todo aquello que separa a los seres humanos es fuente de conflicto, es germen de guerras.

            Se puede comenzar una guerra por un trocito de tierra o de mar, porque un avión pasa por un cielo que se considera propio, en el nombre de Dios, (lo hicieron unos en las cruzadas y lo hacen otros ahora), por un pedazo de trapo que denominan bandera, por un pozo de petróleo o una mina de diamantes, como prevención de no sabemos qué, por una lengua, para tapar problemas internos, etc., etc. Aunque sin llegar a la guerra también se generan conflictos por casi todo. ¿Hasta cuándo?  

Todo es producto de la separación entre los seres humanos, y cualquiera que sea la causa de la separación solo es producto de la ignorancia en la que viven, agravada esa ignorancia por el egoísmo y por las ansias de poder.

            Esa ignorancia no es que sean analfabetos, no, son buenos maestros, abogados, ingenieros o médicos. No es un conocimiento intelectual el que les falta, ese conocimiento, aunque no sirve de mucho, lo tienen. Lo que les falta es saber quiénes son realmente.

Somos Energía Divina, somos una Gota Divina, somos una Chispa Divina, somos Hijos de Dios, somos una Parte de Dios. Y nuestro tiempo no es el corto espacio de vida de una vida terrenal, es la eternidad. Y hoy podemos ser de Luxemburgo, pero en la vida anterior fuimos de Senegal, en la anterior de EE.UU., en la anterior de Israel, y en la próxima podemos ser de Palestina

Había un tiempo, antes del tiempo, anterior a la vida, anterior a cualquier Ser manifestado, en el que todo era Dios, solo Dios. Todo era un Principio Omnipotente, Eterno, Sin Límites, Inmutable, todo lo que existía era la Energía Divina.

           
           No existía el tiempo, ya que este es sólo una ilusión producida por la sucesión de nuestros estados de conciencia en nuestro viaje a través de la materia, y no existe donde no existe conciencia porque no puede producirse la ilusión. No había Almas, no había conciencia, no había tiempo.

No había en ese tiempo más Alma que el Alma Suprema. No había almas individuales, no había existencias independientes.          Y así fue hasta que las Chispas Divinas, por decisión de Dios, brotaron del Alma Superior.

Como en nuestro mundo todo ha de tener un porqué, he tratado de encontrar el porqué del desgaje de las Chispas Divinas de la Energía de Dios, y siempre he encontrado las mismas respuestas: No estamos preparados en la vida de la materia para entender tal situación. Nuestra mente racional no podría entender la explicación. Es como si se tratara de explicar a un primate como funciona un motor de explosión, aunque se realizara una exposición con todo lujo de detalles, no entendería nada, para empezar no entendería ni las palabras. Y de hecho, que más nos da la razón por la que estamos aquí. Estamos y punto, hagamos lo que hemos venido a hacer. Y lo que hemos venido a hacer no es pelear entre nosotros, es ayudarnos, es respetarnos, es amarnos.

La Chispa Divina, que se denomina Mónada tiene un recorrido y una meta ya determinada. La meta es el retorno al Seno del Padre, y su recorrido es aprender, es sentir y es vivir el Amor, Amor, que es la esencia de la que Ella misma está compuesta. Pero no el tipo de amor con el que los hombres calificamos el sentimiento hacia nuestros padres, hacia nuestros hijos o hacia nuestros amigos. Este amor nada tiene que ver con el Amor que compone la Energía Divina, nada tiene que ver con el Amor de Dios.

La aspiración de la Mónada desde el primer instante de su independencia es volver a Dios, desde ese primer instante siente el anhelo de vuelta, pero sabe que para volver ha de integrar en Ella el Amor, hasta volverse Amor. Y la manera más rápida de conseguirlo es encarnarse, es venir a la vida, porque es en ella donde se dan las mejores condiciones para realizar el aprendizaje. El alma viene a la materia por propia decisión, el ser humano nace porque ha decidido nacer.

Para que la Mónada pueda volver a ser Una con la Energía Divina, es imprescindible que sea de la misma cualidad que la totalidad de la Energía: La Energía Divina es Dios, por lo tanto cada Mónada ha de ser una copia exacta de Dios, por eso cada Mónada ha de ser Amor.  

Discutir por un trapo, por un trozo de tierra o por cualquier causa que creamos, justa en nuestro corto conocimiento solo nos separa de nuestra meta. En lugar de discutir, en lugar de pelear, en lugar de separar, hemos de aunar, porque la vida que hay en uno es la vida que hay en todos, porque hoy podemos pelear por quitar una bandera en un lugar y en la próxima vida podemos pelear por volver a colocarla de donde la quitamos nosotros mismos.

Todos somos Unos, todos sufrimos lo mismo, todos sentimos lo mismo, todos vamos al mismo puerto, todos estamos embarcados en el mismo barco, se llama Tierra, ¡Qué bien nos iría si todos remáramos en la misma dirección!


viernes, 13 de noviembre de 2015

Aquí está la solución a tus problemas (y final)


             Es muy fácil decirlo, pero me ha costado bastante tiempo llegar a mi interior, y además, cuando consigo llegar, siempre sucede algo, un ruido, una música, un pensamiento, que me devuelve de inmediato al exterior volviendo a la locura de la vida, y además no soy consciente de inmediato, tardo en reaccionar. ¡Engancha tanto la mente!


Sin embargo, algo sucede cuando entro: La locura se vuelve paz, el deseo se vuelve aceptación, el deseo de venganza se vuelve perdón, la tristeza se transforma en alegría,  el estrés se vuelve sereno, el orgullo convive con la humildad y el desdén se vuelve compasivo. La preocupación desaparece y el miedo se desvanece en brazos del amor. Encuentro justificación a la sinrazón del mundo, me olvido de juzgar a mi vecino y de criticar a mi jefe, entiendo a todo el mundo. A mí no me importa. Todo está bien.
Los deseos materiales se evaporan como el humo, y aparecen otro tipo de deseos, los deseos espirituales, pero no agobian, no preocupan, todo tiene su tiempo, las cosas de Dios también lo tienen.
Dentro de mí no existe ni pasado, ni presente ni futuro. Sólo ahora. Sé que soy un ser espiritual viviendo una experiencia humana, sé que soy lo que quiero ser, sé que nada en la vida es permanente, ni importante, ni imprescindible, sé que todo es pasajero, ya que también lo es la misma vida.
Sé todo lo que necesito saber, y tengo todo lo que necesito tener. No necesito más. Todo está en mi interior. Todo está bien.


jueves, 14 de mayo de 2015

El secreto de la abundancia


Perlas para el alma

 

El verdadero secreto de la abundancia es: Aceptar lo que tienes, aceptarlo con alegría y compartirlo, compartirlo en todas sus formas: Dar, ofrecer, entregar, donar,  regalar, otorgar, ayudar, ceder, obsequiar, proporcionar, aportar, suministrar, proveer, y todo eso sin esperar nada a cambio.


 

jueves, 30 de abril de 2015

Hay que enseñar a los niños


La letra que los niños aprenden con sangre
se les va a olvidar cuando se cierre la herida.
Aquello que los niños aprenden jugando
permanecerá para siempre
Hari Krishan
           
La ducha de la mañana debe reblandecer todos mis tejidos y facilitar el camino de la energía porque es en ese momento cuando las intuiciones, las ideas y los mandatos del corazón, o lo que sea, llegan con más nitidez a mi cerebro. A veces he pensado en ducharme en seco, como hacen con la ropa en las lavanderías, o hacerlo sentado en postura de meditación y meditar para sentir solo el agua y no tener pensamientos, pero no, no lo he hecho todavía, pero no lo descarto.
            Y es muy pesado, porque soy muy mental para mí mismo, lo de los demás me lo creo todo a pies juntillas, pero para mí soy como Santo Tomás, tengo que ver para creer, y como no hago caso de inmediato me estoy duchando cada día con la misma historia, y la ducha es larga, muy larga, ya que aunque haga Kundalini no sigo las recomendaciones de Yogui Bhajan de ducharme con agua fría, me ducho con agua caliente, ¡Me gusta, que le voy a hacer!, bastantes bofetadas nos va dando la vida, como para encima, no disfrutar de los grandes o pequeños placeres inocuos, y una ducha con agua caliente para mí es un placer increíble. ¿Dónde estaba?, ¡Ah sí!, decía que es muy pesado ducharme cada día con la misma historia, hasta que por fin, un buen día, hago caso a la historia del momento y empiezo a actuar, unas veces con acierto y otras no tanto, debe de ser que a veces el agua no está tan caliente, los tejidos no se ablandan tanto y la información pasa distorsionada.
            Todo esto, es una introducción para haceros participes de la historia del momento, porque necesito ayuda, porque necesitamos ayuda, porque la Tierra necesita ayuda. Desde hace dos meses, me ducho rodeado de niños. Me explico. Todos los días la idea que tortura mi cabeza es: “Tienes que enseñar a los niños”. Supongo que los que sois intuitivos y leéis el blog os habréis dado cuenta de que en las últimas entradas hablo demasiado de los niños. Y si, de momento, a pasar del escaso éxito, ya que sólo tengo una encantadora alumna de cinco años, mantengo dos horarios para niños, dos días a la semana, uno para niños de cuatro a siete años y otro para niños de ocho a doce años, y lo voy a seguir haciendo hasta que reciba, en la ducha claro, ordenes en contra. Pero como no me resigno a seguir solamente con una alumna, iré llenando el facebook con publicidad de la clase de niños, espero vuestra comprensión y podéis compartirlo, sobre todo los que estáis en Lima o tenéis conocidos acá, no seáis tímidos, así ayudareis a la causa, y cambiará la historia de mi ducha.
            La idea es, y ya lo estoy haciendo can Natalia, jugar a hacer yoga y aprender a meditar también jugando, que es lo que también hacen todos los valientes que se atreven a dedicar un espacio en su Centro para los niños.
 
            Digo valientes porque los que hacen yoga para niños lo son y mucho, porque los niños no vienen solos a las clases, les traen los papas, y eso implica que a los papas les guste el yoga, o que al menos crean que a sus hijos les va a ir bien, y eso supone que no va a haber clases superllenas, lo cual tampoco podría ser, ya que los niños necesitan mucha atención. ¡Vamos, que no es un negocio! Es claro que los papas traen a los niños porque son traviesos, porque son muy nerviosos, porque tienen estrés, porque enferman mucho, porque son muy activos, porque no se relacionan con otros niños, o porque son tímidos y apocados. Cada uno tiene su razón, ninguno va a venir declarando: “Quiero que mi hijo aprenda a meditar para que llegue a ser un adulto mentalmente sano”, no, ninguno lo va a hacer, pero nuestro trabajo, es trabajar para eso, trabajar para que ese niño sea feliz desde entonces hasta que ya de abuelito finalice su camino en la Tierra, y por supuesto, el objetivo de los papas también se va a ver cumplido porque ya va implícito en la definición de yoga o de meditación.
            Jugamos a hacer yoga y jugamos a meditar, porque es jugando como los niños aprenden, y lo que así aprenden va a mantenerse en su interior para siempre. La letra que los niños aprenden con sangre se les va a olvidar cuando se cierre la herida.
            Pero tenemos que ser muchos. Hay que llegar a cuantos más niños mejor, porque se gana muchísimo tiempo si los que aprenden a meditar y a ser felices desde su interior son los niños. Estos niños cuando lleguen a adultos no se van a comportar de la misma manera, dañina para ellos y para el resto de la sociedad, que sus progenitores. Van a saber y van a actuar desde el conocimiento de que la única moneda de cambio es el Amor, y no van a tener los traumas que tienen los adultos debido a su debilidad de carácter o su nula voluntad, ya que cuando estos niños lleguen a adultos además de los hábitos materiales, descansar, comer, asearse, etc., tendrán los hábitos espirituales y sabrán cuidar a su alma con el mismo mimo que cuidan su cuerpo. Decía en la entrada “Mejor desde niños” que enseñar a meditar a un niño con cinco, seis o siete años, es garantizar un adulto mentalmente sano, es inculcar un hábito que será tan normal como lavarse, almorzar o ver la tele, es inculcar las creencias de Dios, desde la perspectiva de que Dios es Amor, es enseñarles desde pequeños que todos somos hermanos, es enseñarles a compartir y no a competir, es ayudarles a madurar el carácter, es enseñarles a crecer y no sólo a envejecer, es enseñarles a amar, es enseñarles realmente a vivir.
            Hago desde aquí un llamado a todos los meditadores para que enseñen a meditar a los niños, hago un llamado a los instructores de yoga para que abran sus Centros también a los niños, hago un llamado a los padres para que piensen seriamente que quieren que sean sus hijos de adultos, que sean adultos sanos y felices o sean dependientes de pastillas, de terapias, de libros de autoayuda, de psicólogos o psiquiatras, hago un llamado a la sociedad en general para que vuelquen su amor, (aunque sea con minúscula ya es importante), en los niños, en todos los niños, tanto a los que les falta un plato de comida como a los que les salen las golosinas por las orejas, porque los niños de hoy serán los adultos de mañana, y si queremos un mundo nuevo se ha de comenzar por la base, por los niños, los adultos bastante tenemos con subsistir con lo que nos hemos encontrado, somos pocos los que estamos en esta onda, y ya no tenemos tiempo material para cambiar nada, pero si todos los niños crecen en el Amor, es lo que van a dar en su etapa adulta, con lo cual el mundo será algo más equitativo, sin hambre, sin guerras, sin desigualdad, un mundo tolerante, un mundo libre, en definitiva un mundo mejor, y todo gracias a los niños que estamos educando y enseñando hoy.

viernes, 24 de abril de 2015

Es la hora de los niños


En la actualidad habitamos el planeta unos siete mil quinientos millones de personas. Todos creciendo, todos evolucionando, todos encaminando nuestros pasos, aunque no seamos conscientes de ello, hacia Dios.
No sé si me quedaré corto o me pasaré de largo, si calculo que una quinta parte de la población, es decir, unos mil quinientos millones de personas podrían terminar su andadura en la Tierra, si no hay ningún milagro que cambie el rumbo actual de la sociedad, lo cual no parece muy factible por muchas puertas energéticas que se abran, entre diez y veinte vidas más. Por supuesto que habrá maestros que estarán en su última vida, y que habrá otros que les faltará menos de diez, lo sé. Lo que estoy presentando son grandes números, que tampoco sé si son correctos o no, pero para la exposición que pretendo, tampoco es necesario afinar al cien por cien.
Son muchas las personas que no saben que hacen en la Tierra, son muchas las que no saben que están completando una andadura que comenzó hace millones de años, son muchas las que no saben de dónde vienen, (aunque a decir verdad, exactamente, no lo sabemos ninguno), son muchas las que no saben que están trabajando para volver a Dios, son muchas las personas que nunca han oído hablar de meditación, de energía o de Karma, aunque el no saber nada de esto no es sinónimo de que falten más o menos vidas, de que se esté más o menos cerca de Dios, ya que el trabajo principal a realizar en la Tierra es aprender a amar, y hay personas que aman por encima de cualquier cosa, sin tanto adorno como yo le pudiera estar poniendo. Pero si que parece, que todos los que en un principio están un poquito más adelante en ese aprendizaje, aunque sólo sea teórico, si son conscientes de esos términos.
Soy optimista y me gusta pensar que todos los que estamos leyendo esto, somos conscientes de los términos que exponía en el párrafo anterior, y que estamos en ese pelotón de cabeza al que le quedan esas diez o veinte etapas para concluir esta carrera. Me gusta pensar que todos nosotros tenemos claro que estamos unidos, que somos lo mismo, y que “cuando uno gana ganan todos y cuando uno pierde pierden todos”.  
 
 Nuestro trabajo, por lo tanto, es doble. Por un lado tenemos por delante nuestro propio crecimiento, nuestra propia evolución, nuestro propio aprendizaje, pero estamos obligados a realizar otra tarea, la tarea de la enseñanza, con una única asignatura, enseñar cual es el objetivo de la vida, enseñar cómo llegar a Dios, ya que de Él partimos y a Él hemos de retornar. Cada uno en el aula que le corresponde, los habrá dictando sus clases en el salón de guardería, los habrá en la primeria, otros en la secundaría, otros en el instituto, otros en la universidad, otros dictando maestrías, o escribiendo libros para abarcar un auditorio mayor.
Lo que sí parece cierto es que hasta ahora nuestro trabajo de difusión está encaminado a los adultos. Para ellos son las clases de yoga, las meditaciones, los cursos, los talleres, las conferencias y los libros, de la misma manera que para ellos son las pláticas en las terapias de sanación.
Está bien, pero hemos de abarcar más, hemos de empezar con los niños. Trabajando con los niños ganamos veinte o treinta años, y aunque parece que la vida es corta, da para mucho, y en treinta años se puede adelantar mucho. Para enseñar a meditar a un adulto, por ejemplo, hay de conseguir, en primer lugar, derribar las barreras de los hábitos, de las creencias, del estrés, de los rechazos, de los miedos, del que dirán, de su falta de tiempo, de su falta de voluntad, de su poca paciencia, de su falta de madurez, de la debilidad de su carácter y de los millones de excusas que va a plantear su mente que no quiere perder el control. Enseñar a meditar a un niño con cinco, seis o siete años, es garantizar un adulto mentalmente sano, es inculcar un hábito que será tan normal como lavarse, almorzar o ver la tele, es inculcar las creencias de Dios, no desde la perspectiva enfermiza, negativa y destructiva de las religiones, sino desde la perspectiva de que Dios es Amor, es enseñarles desde pequeños que todos somos hermanos, y no enseñarles a competir, es ayudarles a madurar el carácter, es enseñarles a crecer no a envejecer, es enseñarles a amar, es enseñarles realmente a vivir.
El que aprende desde niño, va a llevar como bandera el respeto, la tolerancia, la igualdad, la libertad, la paz y el amor durante toda su vida, formara una familia, también mentalmente sana bajo los mismos principios, sus amigos serán como él, y sus hijos un calco del padre.
Enseñando a los niños estaremos ayudando a que la humanidad evolucione más rápidamente, y que en menos tiempo muchos más seres alcancen la “iluminación”.

viernes, 10 de octubre de 2014

Desapego (y 2)


……………. Continuación.
¿Cómo trabajar el desapego? El desapego es una cuestión de actitud, y para trabajarlo son necesarios algunos ingredientes, como pueden ser la aceptación, la comprensión, la gratitud y el amor.
La dependencia emocional es quizás una de las más poderosas formas de apego, y más difíciles de eliminar. La dependencia emocional, como todo, nace de un patrón mental. Pensamos que somos incapaces de vivir en soledad, y eso hace que desarrollemos la necesidad de estar siempre acompañados. Podemos incluso necesitar la compañía, sin ser conscientes de esa necesidad, y se disfraza en muchísimas ocasiones de emociones, como pueden ser el amor y el cariño, que nada tienen que ver con lo que se siente realmente. Cuantas parejas viven en la más absoluta infelicidad por ese autoengaño. Y no es demasiado difícil liberarse de esa necesidad, casi enfermiza, de compañía. Sólo hay que cambiar el pensamiento y decir en nuestro interior, de manera repetitiva: “Yo Soy feliz en soledad”.
Existe otro tipo de dependencia emocional, y es la creencia de que los demás nos necesitan y no les podemos dejar solos. Eso no solo es apego, es también una manera de control. Dejemos que los demás vivan su propia vida, dejemos que vivan su propio aprendizaje, dejemos que vivan sus propias errores, y ayudémosles solo si solicitan nuestra ayuda.
Permanecer alerta a nuestros pensamientos para eliminar los hábitos de juicio y crítica, es una buena manera de romper los patrones rígidos de pensamiento a los que estamos acostumbrados, es desapegarnos de ellos. Vivir sin realizar juicios y sin cuestionar nada es vivir en libertad, es amar. Para esto: Aceptar es la mejor medicina, ¡Qué más da lo que hagan los demás!, ¡Qué más da como vistan!, ¡Qué más da lo que hagan o lo que digan!, ¡Qué más da con si viven solos o acompañados!, ¡Qué más da si su vida es honesta o engañan a diestro y siniestro!, ¡Qué más da! Si nos afectara a nosotros, solo hemos de tomar las acciones oportunas, legales o personales, pero después de eso, es imprescindible perdonar, bendecir, dar la vuelta y marchar, para no frecuentar más a alguien que puede hacernos daño. Sin recordar el daño cada día, ya que eso sería como apegarse al dolor, eso sería como si nos estuvieran haciendo el daño de manera permanente. Realmente somos especialistas en vivir apegados al dolor.
 
En cuanto a nosotros mismos, aceptémonos, valorémonos en lo que valemos, respetémonos y amémonos. Eso hará que aceptemos, valoremos, respetemos y amemos más a los demás.
Como decía al inicio de la entrada anterior, en la cita de Deepak Chopra: desapego no es renunciar a la intención ni al deseo, desapego es renunciar al interés por el resultado. Todos nos apegamos al resultado de nuestras acciones, a aquello que esperamos que suceda. Y lo normal es que nunca suceda lo que tenemos planeado, o por lo menos no sucede al cien por cien, y esa es una causa de insatisfacción, de frustración, de sufrimiento. Como lo es cuando esperamos recibir algo a cambio, cuando damos para recibir, cuando amamos para que nos amen. Eso también es apego. No se ha de esperar el resultado apetecido, lo que suceda, está bien; no se ha de hacer nada esperando el halago, el elogio o la gratificación. ¿Cómo hacerlo entonces? Hacerlo por amor, sin esperar nada a cambio, sin esperar como se recibe o como lo califican, hacerlo porque sí, porque sale del alma.
Sentimos apego por casi todo, también por cosas materiales. De la misma manera que el apego por las personas nos esclaviza a ellas, el apego por los objetos nos convierte, de igual manera, en esclavos de esos objetos. “Una persona que aprende a vivir con lo que tiene, pero no siente temor de perderlo se puede considerar verdaderamente libre. Aquel que no acumula bienes, objetos o personas sino que disfruta de todo cuanto tiene y no tiene, es una persona feliz y sabia”, sostiene la Licenciada en Filosofía, la argentina Carolina Renzetti.
 Observa todo cuanto te rodea, ¿Cuántas cosas, ya sean ropa u objetos no has utilizado en tiempo? Despréndete de todo aquello que no hayas utilizado en el último año. Eso ayuda a desapegarse mental y emocionalmente de muchas cuestiones, fotografías, cartas, recuerdos de infancia o adolescencia, recuerdos de personas o de acciones realizadas. Desprenderse de ellos, es liberarse de la energía inútil, que permanece en los objetos. Los recuerdos tienen que estar en tu corazón, no en forma de papel en una caja de zapatos.
Y finalmente acepta. Acepta que todo en la vida sucede por alguna razón, acepta que las barreras pueden ser oportunidades, acepta a esas personas desagradables porque pueden estar ahí para enseñarte una lección de vida importante, acepta los cambios, ya que es posible que te estén llevando a donde tenia planificado tu alma. Acepta con humildad y gratitud.
Nuestra verdadera misión en la vida es aprender a amar. El desapego es el mejor camino para ello. Dar sin esperar nada a cambio, ayudar porque lo necesitan sin esperar recompensas, aceptar que las personas entran y salen de nuestra vida y que no podemos ni debemos retenerlas.
Todo esto no solo es desapego, también es amor.