El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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miércoles, 27 de agosto de 2025

Un faro en la niebla

 


Cada paso tambaleante hacia el bien

es una victoria que el cielo celebra

 

            Querido hijo:

         He recibido tu carta. No te imaginas cuán profundamente toca mi corazón cada vez que uno de mis hijos se detiene a hablarme con tanta honestidad, con tanta alma. No es la queja lo que escucho, sino el eco de una búsqueda genuina, el clamor de alguien que no se ha rendido del todo, aunque sus fuerzas flaqueen. Y ese clamor no cae en el vacío. Siempre llega a Mí.

Comprendo tu agotamiento. Conozco bien esa lucha interna que describes. Yo estaba allí cuando te sentiste la hoja movida por el viento, y lo estoy cada vez que te preguntas por qué haces lo que no quieres y dejas de hacer lo que tanto anhelas. Yo conozco tu estructura desde dentro, porque te formé con mis manos, y no hubo un solo instante en el que no pensara en el poder inmenso que puse en ti, aunque tú a veces no lo percibas.

Dices que no recibiste un manual para entender tu mente y tu corazón, pero te diré un secreto: ese manual no fue escrito, fue sembrado. Lo coloqué como semilla en tu interior. Y aunque parezca que no florece, está ahí. Se manifiesta cuando sientes que algo está mal, aunque nadie lo diga, cuando una decisión tomada con esfuerzo te llena el alma de paz, cuando lloras al ver algo hermoso o te indignas frente a la injusticia. Esas son páginas vivas del manual que te di. El lenguaje del alma lo entiendes mejor de lo que crees.

Sobre la voluntad… sí, es frágil. Pero no es débil. La fragilidad y la debilidad no son lo mismo. La fragilidad duele porque es preciosa. Y porque lo es, necesita cuidado y trabajo diario. Yo no te puse aquí para que todo fluyera sin esfuerzo. El amor libre solo es verdadero si puede elegir el bien con dificultad. Si el bien fuera fácil, no tendría mérito. Y tú has sido creado para el mérito, para la luz nacida de las sombras vencidas.

Me preguntas por qué no te hice más fuerte frente a tus excusas. Pero hijo, ¿y si te dijera que cada excusa vencida es una fibra más en el tejido de tu fortaleza? Yo no quiero que vivas de atajos, sino de caminos. No busco que actúes por automatismos, sino por conciencia. Lo fácil adormece, lo difícil despierta. Cuando eliges el bien desde la lucha, tu alma crece. Cuando caes y te levantas, no retrocedes: renaces más sabio.

Tienes razón: hay días en los que todo pesa. La rutina, el miedo, el cansancio. Yo no te pido que ignores tu humanidad. Al contrario, la honro. Fui Yo quien la vistió de carne y emociones. No estás llamado a ser perfecto en cada intento, sino perseverante. Te diré esto claramente: no hay derrota más honorable que la de quien cayó luchando por su ideal. Y tú, incluso cuando crees que no haces nada, estás luchando por seguir creyendo, por volver a intentar. Eso, hijo mío, ya es una forma de santidad.

Hay algo más que quiero recordarte: nunca estás solo. Aunque no me veas, estoy contigo. Cada impulso hacia el bien, cada vez que eliges el silencio en vez del grito, cada momento en que perdonas o te levantas temprano a pesar del hastío, Yo lo veo. Y no como alguien que vigila, sino como quien celebra tus pequeños triunfos, aunque tú los ignores.

Has dicho algo que tocó profundamente mi corazón: que incluso cuando no tienes fe para hablarme, me hablas. Ese acto de escribir, aún en la duda, aún en el cansancio… ese es el diálogo más sincero. No necesito palabras perfectas. Necesito verdad. Y en tu carta hay mucha.

¿Sabes algo que muchos olvidan? Yo no cuento tus errores. No llevo una lista de tus caídas. Lo que llevo grabado en Mi Ser es cada momento en que elegiste levantarte, cada vez que, con el alma hecha jirones, seguiste amando, aunque fuera un poco. No estoy esperando que seas invencible. Estoy acompañándote a ser íntegro.

Sobre la libertad que dices que pesa… sí, lo entiendo. Pero te diré esto: esa libertad es también tu corona. Es lo que te hace capaz de amar. Porque solo puede amar quien puede elegir no hacerlo. Y tú, aún con la voluntad herida, sigues eligiendo tender la mano, seguir buscando sentido, escribir esta carta. Eso no es poco. Eso es una victoria silenciosa.

Sé que ves la voluntad como un motor sin gasolina. Pero ¿y si la gasolina no fuera fuerza emocional, sino amor? Porque cuando haces algo con sentido, por alguien, por ti mismo, por mí, ahí brota una energía distinta. No es entusiasmo, es propósito. No vibra en el cuerpo: vibra en el alma. Y el alma, cuando está encendida, puede mover montañas, incluso cuando el cuerpo esté cansado.

Quiero que guardes esta imagen en tu corazón: un faro. Firme en su lugar, azotado por tormentas, pero siempre encendido. Eso eres tú. Y aunque el mar de tus emociones te golpee, tu luz no deja de cumplir su tarea. No brillas por lo que sientes, brillas por lo que eliges. Y tú eliges buscarme, hablarme, aunque sea con voz quebrada. Eso ilumina más de lo que imaginas.

No me has fallado, hijo. Porque fallar no es caer, es rendirse sin intentarlo. Y tú sigues buscándome. Sigue. No pares. Yo estaré en cada paso, incluso en los que das tambaleando. Estoy más cerca de ti cuando sientes que no puedes que cuando crees tenerlo todo bajo control. Mi fuerza se perfecciona en tu debilidad.

Así que, cuando vuelvas a sentir que eres hoja al viento, recuerda: el árbol no te ha soltado. A veces solo parece que caes, pero en realidad estás aprendiendo a volar.

Con amor eterno, 

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo

martes, 26 de agosto de 2025

El peso de la libertad

 



Entre el deseo de ser y el miedo a fallar, la voluntad se convierte en el campo de batalla donde el alma aprende a caminar sola

 

        Querido Dios:

         Supongo que a todos los seres humanos les sucede lo mismo que a mí, que en múltiples ocasiones se sienten como una simple hoja, desprendida de un árbol y que, con cualquier ráfaga de viento, se mueve sin control: adelante, atrás, arriba y abajo.

Nos has creado, físicamente, con una perfección digna de Ti, pero de la misma manera que aprendimos a caminar, tenemos que aprender a movernos por el mapa de nuestras emociones; pero con una diferencia importante, para aprender a caminar nos tomaban de la mano, para aprender a manejar las emociones no nos enseña nadie y con nuestra falta de voluntad nos vamos moviendo de la alegría a la tristeza y de la felicidad al sufrimiento en función de los acontecimientos que se van sucediendo en nuestra vida.

A veces me detengo a mirar atrás, y aunque encuentro momentos hermosos, la sensación que prevalece es la de haber desperdiciado oportunidades, la de haber cedido frente al miedo, frente a la pereza, frente a la indecisión. ¿Por qué nos resulta tan difícil sostenernos firmes en nuestros propósitos, incluso cuando esos propósitos nos hacen bien? ¿Por qué esa tendencia casi automática a postergar lo importante, a dejar para mañana lo que sabemos que daría sentido a nuestro día?

No es que ignoremos lo que es correcto. Lo sabemos, a menudo con dolorosa claridad. Y, sin embargo, nos falta el empuje necesario para actuar en coherencia con ese conocimiento. Dices en muchas de las voces que te representan que la voluntad es el motor del alma, pero, sinceramente, Señor, ¿no crees que ese motor viene sin gasolina? Nos despertamos con ilusiones, sí, pero basta una mala noticia, una crítica, una rutina pesada… y todo se desinfla. 

A veces pienso que nos diseñaste con un amor inmenso, pero que te faltó incluir un manual para entender el sistema operativo de nuestra mente y de nuestro corazón. Porque esta batalla interna entre lo que anhelamos ser y lo que terminamos siendo, entre lo que sabemos que debemos hacer y lo que finalmente hacemos… desgasta el alma. Y cuando se repite día tras día, comienza uno a sospechar si somos realmente libres o si apenas somos marionetas sacudidas por los hilos invisibles de nuestra emocionalidad voluble.

Y, sin embargo, cuando uno logra un pequeño triunfo sobre sí mismo, cuando vence una tentación, cuando cumple con una tarea que había estado postergando, cuando dice “no” donde antes siempre decía “sí” (o viceversa), siente uno que ha tocado el cielo por un momento. Entonces comprendemos que esa lucha interna vale la pena, pero… ¿por qué es tan difícil replicarla? ¿Por qué no podemos sostener ese estado de gracia un poco más?

Señor, he notado que la voluntad no se rompe de golpe, sino que se va desgastando poco a poco. Un día haces una excepción, al siguiente otro desliz, y cuando te das cuenta, ya te has alejado kilómetros de quien pretendías ser. Y lo peor es que seguimos andando como si no pasara nada, justificándolo todo con frases como “mañana empiezo” o “es que estoy cansado” o “no soy perfecto”. Lo sabemos, no somos perfectos. Pero ¿no podrías habernos hecho un poco más fuertes frente a nuestras propias excusas?

Y no me malinterpretes, no te escribo desde el reproche amargo. Te escribo desde la necesidad de comprender, desde el cansancio de arrastrar una libertad que se vuelve pesada cuando no sabemos usarla. Porque cuando no ejercemos nuestra voluntad, somos esclavos. Esclavos del placer inmediato, del miedo, del “qué dirán”, de los impulsos. Y aunque nos desagrada reconocerlo, hemos aprendido a vivir más cómodamente en la sumisión a nuestros impulsos que en la lucha por mantenernos fieles a nuestros valores.

A veces pienso que, si me dieras solo cinco minutos con la voluntad de un santo, podría cambiar el curso de mi vida entera. Pero luego recuerdo que los sbantos no la recibieron como un regalo mágico: la construyeron a golpe de caídas y de perseverancia. Y eso, en vez de consolarme, me abruma, porque sé que esa perseverancia también depende de mí… y justo eso es lo que siento que me falta.

Nos diste el libre albedrío, y con él, la posibilidad de ser héroes o cobardes de nuestra propia historia. Pero muchos días no somos ni una cosa ni la otra: solo espectadores de nuestra propia vida, mirando cómo se nos escapa de las manos lo que más queríamos lograr.

No sé si esta carta es una súplica, una queja o simplemente una forma de no sentirme solo en esta lucha interior. Pero necesito saber que estás ahí, que no nos dejas solos frente a la fragilidad de nuestra voluntad, que en algún rincón de tu silencio hay un “te entiendo”, incluso cuando no nos entendemos ni a nosotros mismos.

Gracias por escucharme, incluso cuando no tengo fuerzas para hablarte con fe. 

CARTAS A DIOS -Alfonso Vallejo


miércoles, 8 de mayo de 2024

En búsqueda de la felicidad

 


Los seres humanos, en su búsqueda constante de satisfacción, a menudo intentan llenar sus vacíos espirituales con bienes materiales. Con un afán casi frenético, recorren un sendero que parece no tener destino, una ruta que los lleva a un punto muerto donde la felicidad sigue siendo una ilusión inalcanzable. Se preguntan por qué la alegría les es esquiva, si aparentemente poseen todo lo que desean. Pero la realidad es que carecen de lo esencial.

Les falta comprensión, una comprensión profunda de su verdadera naturaleza y propósito en la vida. No se trata solo de acumular riquezas o logros, se trata de conocerse a sí mismos, de entender sus pasiones, sus miedos, sus verdaderas aspiraciones.

Les falta fe, la fe en la posibilidad de transformación personal, en la idea de que pueden evolucionar más allá de sus circunstancias actuales.

Les falta voluntad, la fuerza de voluntad necesaria para emprender el arduo viaje del autodescubrimiento y el cambio personal.

Y, por último, les falta paciencia, la paciencia para perseverar a través de los desafíos, para esperar con tranquilidad y confianza los frutos de sus esfuerzos.

La sociedad moderna nos bombardea con el mensaje de que la adquisición de objetos es sinónimo de progreso y felicidad. Nos convencen de que el próximo dispositivo, el coche más nuevo o la casa más grande nos proporcionará la plenitud que anhelamos. Sin embargo, este es un espejismo que nos aleja de la riqueza verdadera que reside en las experiencias humanas auténticas: las relaciones significativas, los momentos de quietud y reflexión, la apreciación de la belleza natural y el arte.

Para alcanzar un estado de auténtica felicidad, debemos mirar más allá de lo tangible. Es imprescindible cultivar nuestro jardín interior, alimentar nuestro espíritu con sabiduría, compasión y gratitud. Solo entonces podremos comenzar a entender que la felicidad no se compra, se construye día a día con cada pensamiento consciente, con cada acto de bondad, con cada paso hacia el autoconocimiento.

Por lo tanto, lo que, realmente, nos falta no es algo que se pueda adquirir con dinero. Es un tesoro que se encuentra en el interior de cada uno, esperando ser descubierto a través de la introspección y el crecimiento personal. Es el viaje más desafiante y gratificante que uno puede emprender, y es accesible para todos aquellos que tienen el coraje de buscarlo.


miércoles, 23 de noviembre de 2022

Hágase Tu Voluntad

 


           La Voluntad de Dios, entre otros atributos, es el bien, es la libertad, es la salud, es que se acaben los velos existentes entre Dios y el hombre, la Voluntad de Dios es luz, es felicidad, es paz, es pureza, es equilibrio, es bondad.

          Dejar que se haga la Voluntad de Dios es dejar que la vida fluya, es aceptar los acontecimientos que la vida nos depara, es vivir nuestra propia divinidad. 

        Es todo lo contrario de lo que vivimos los seres humanos, que empecinados, insistimos una vez y otra en que la vida sea como nosotros pensamos que debe ser, insistimos en que las personas sean como nosotros creemos que deben ser, olvidando su libertad, y culpabilizamos a Dios, de manera permanente, porque nuestros deseos no se cumplen tal como planeamos, sin ser conscientes de que las cosas son como tienen que ser y no como nosotros deseamos que sean. 

       Culpabilizamos a Dios por nuestro sufrimiento, levantando los ojos al cielo y preguntando ¿por qué a mí?, sin ser conscientes de que somos los únicos creadores de nuestra propia vida. Dios nos permite ser, Dios respeta nuestra libertad, la libertad que Él mismo nos ha dado. 

       En lugar de aliarnos con Dios para sentir y vivir los atributos de su Voluntad, le vemos como a ese Ser que está presto a castigarnos y que parece que colabora poco con nosotros. ¡Qué lejos estamos de la Verdad!, y que fácil sería vivir una vida llena de amor y felicidad, mucho más fácil de lo que la mayoría de las personas creen. Lo hace difícil el no saber o no aceptar, que la misma Vida es Dios en acción y que su Voluntad ya impregna la Vida. Solo hay que vivirla y no sufrirla.

          La otra parte de la frase es: “Así en la Tierra como en el Cielo”. ¿Dónde radica la diferencia entre la Tierra y lo que la oración llama Cielo? El Cielo no es un lugar, el Cielo es ese estado de conciencia en el que nos encontramos cuando no tenemos materia, cuando no tenemos cuerpo, mientras que la Tierra es lo que estamos viviendo, una existencia dentro de un cuerpo.

          Cuando pedimos que se haga la Voluntad de Dios tanto en la Tierra como en el Cielo, ¿quiere decir que son distintas voluntades? No, es la misma Voluntad, lo que existe en la vida terrenal, es lo mismo que existe al otro lado de la vida. Y si los que están al otro lado de la vida de la materia viven una vida de paz, de amor, de alegría, de felicidad, ¿qué es lo que impide que a este lado no sea lo mismo? Solo el pensamiento.

 

domingo, 16 de octubre de 2022

Como vivir desde el corazón (2 de 3)

 


          Para vivir desde el corazón, sólo hay que vivir en silencio. Y para conseguir el silencio sólo hay que meditar.

Pero ya es bastante difícil la meditación, como para mantenerla horas, todas las horas del día en que nos mantenemos despiertos, y poder así vivir el ahora, y poder gozar de la sabiduría y las sensaciones del corazón. Por lo tanto, tendremos que hacer algo más.

Las herramientas necesarias para vivir desde el corazón son cuatro. La mente, la atención, la voluntad, y la paciencia.

Es una paradoja, pero necesitamos la mente para dominar a la mente. Necesitamos atención para observar a la mente, necesitamos, como para todo en la vida, ya sea física o espiritual, voluntad para volver al trabajo una y otra vez, cada vez que esta se distraiga, y necesitamos paciencia para llegar al final del camino: el corazón.

Sobre todo recuerda que cualquier camino que quieras recorrer comienza con un primer paso, y que con ese primer paso vas a recorrer un tramo pequeñito, en la vida física menos de un metro. No quieras con ese primer paso llegar al final del camino. No, el camino ha de recorrerse con tranquilidad y con perseverancia, teniendo claro que buscas, y volviendo al camino cada vez que los acontecimientos te separen de él.

Con todo esto claro, ya solo queda comenzar a caminar:

Lo primero que has de hacer es meditar. Medita cada día. Comienza por once minutos si no tienes práctica, y vete ampliando el tiempo para llegar, al menos, a los treinta minutos diarios. Si ya meditas, sigue con tu meditación. Si no lo haces búscate alguna con la que te sientas cómodo. Y si no sabes cual, puedes hacer la meditación para una mente neutral que viene a continuación.

Durante todo tu día, lleva la atención a tu respiración, siente el aire entrando por tus fosas nasales, siente como se expande tu abdomen, siente después como sale el aire y como se relaja tu abdomen, e imagina que estás respirando desde el corazón. Si aun no has adquirido una práctica meditativa, a la tercera respiración, tu mente ya se habrá distraído, para esto necesitas, una vez que seas consciente de tu distracción, voluntad para volver tu atención a la respiración. Haz esto durante todo el tiempo que puedas permanecer consciente.

Como mantener una mente meditativa durante todo el día es una tarea harto difícil, mantén también la atención en todos los procesos de tu mente. Observa cómo se comporta tu mente, para dar prioridad a algunas de las energías del corazón: Intuición, desapego, compasión, ecuanimidad, amor. 

jueves, 4 de agosto de 2022

Ocurrió en Lima (Capítulo I, parte 3)

 




Durante un momento permanecimos en silencio, hasta que Ángel comentó:

-    ¡Cuánta grandeza!, y aún hay personas que no creen en Dios.

-    Si, -contesté, afirmando, también, con la cabeza, sobre todo por lo de la grandeza, porque el tema de Dios ya eran palabras mayores.

-    Pero no es momento de hablar de Dios, -Ángel movió la cabeza como si acabara de despertar- ahora estábamos hablando de ti y de tu pareja.

-    Es muy graciosa la manera que tienes de presentarlo, -comenté- de lo que si estoy seguro es de que por mucho que discutamos no nos vamos a separar nunca.

-    Supongo que hay aspectos de ti que te gustan y otros que no tanto, ¿es así? –preguntó.

-    Por supuesto, como todo el mundo.

-    Piensa como te sientes cuando estás inmerso en una situación agradable y la diferencia en tu ánimo cuando la situación se torna desagradable.

-    Cuando la situación es agradable el ánimo está por los cielos y cuando es desagradable baja, de inmediato, a los infiernos, por decirlo de una manera gráfica. –La verdad es que es tan obvio que no entendía la razón de su pregunta.

-    ¿Tienes algún poder para cambiar las situaciones desagradables?, -me dice que no es ningún examen, pero no para de hacerme preguntas.

-    No, pero están ahí y, aunque no quiera verlas, el pensamiento se encarga de recordarlo. O, lo que es peor, la realidad de la vida. Es mi caso en la actualidad. Sin trabajo, no sé qué va a ser de mí, no estoy preparado para hacer otras cosas y ni siquiera sé hasta cuando aguantarán mis escasos ahorros. ¿No es un caso trágico de mala suerte? Esto es como estar en los infiernos.

-    El infierno no existe, Antay. Es a este lado de la vida donde se puede encontrar el infierno, ya que el único, el auténtico y verdadero infierno no está después de la muerte, está ahora, en la vida. Está en la persona, está en su mente, pues es ella la que va llevando al ego por los vericuetos del pensamiento, de la emoción y del sentimiento. Es la mente la que, pensamiento a pensamiento, va desgranando ideas, creencias, desgracias, males, sufrimientos y torturas que hacen que la persona sufra un verdadero infierno.

>> Y son esos pensamientos, creencias, males y desgracias las que vive realmente el ego. El dolor del ser humano, el miedo, la ansiedad o la angustia, solo son un producto de su mente, porque nada está ocurriendo, solo es su apreciación. ¿Te parece poco infierno? Cuando el ser humano consiga mantener su mente en silencio habrá alcanzado la dicha.

>> Antay, -en el rostro de Ángel apareció un gesto de preocupación- y de la misma manera que no existe el infierno, no existe la suerte y las coincidencias tampoco. Todo está programado por nosotros antes de venir a la vida. Lo que no está programado es la reacción de cada persona ante esos acontecimientos programados. Y esa reacción depende totalmente del amor que la persona se tiene a sí misma.

-    Discúlpame Ángel, pero no entiendo nada, -y era cierto, es como si me estuviera hablando en otro idioma con palabras que entendía, pero no pasaba de entender las palabras sueltas.

-    Lo sé hijo, lo sé. –dijo Ángel suspirando- irás entendiendo, pero para allanar el camino y que ese entendimiento sea más fácil hay una fórmula: el amor hacia uno mismo. Y te repito que no es egoísmo. Te amas a ti mismo cuando no te juzgas ni te críticas, cuando aceptas tu valía, tus dones y tus carencias, cuando aceptas tu físico, tu inteligencia y tu personalidad, cuando no te comparas con otros, cuando te respetas tanto como respetas a los demás, cuando no permites que los pensamientos negativos campen a sus anchas.

Tengo que reconocer que entendía las palabras y su significado, pero si me lo hubiera explicado en un idioma extranjero hubiera sido lo mismo porque no sabía cómo se podía llevar a la práctica algo como no juzgarse o criticarse uno mismo. ¡Cómo no iba a hacerlo cuando hacía algo que no me satisfacía!, ¡cómo no desear ser tan valioso y tener los dones que tiene otra persona mucho más exitosa que yo!, ¡cómo no ser consciente de mis propias carencias y lamentarme por ello! Reconozco que si hubiera podido elegir mi físico, mi inteligencia o mi personalidad, otro hubiera sido el resultado.

-    Eso suena muy bonito, pero ¿cómo se consigue?, -ya puestos, lo mejor es preguntar por la fórmula.

-    Se consigue con voluntad. Dejando de lado lo que puedan pensar los demás o lo que esperan de nosotros. Será cuando sientas ese amor por ti cuando comiences a experimentar la felicidad, la serenidad y la paz interior y así estarás preparado para amar a los otros. Y tú no lo vas a tener difícil porque practicas algo que es bastante escaso: el respeto.

-    Me dio la sensación de que no eran más que palabras, nada concreto- No sé cómo voy a incrementar el sentimiento de amor que siento por mí. El amor se siente o no se siente, igual que se pueden sentir la alegría o la tristeza. Y si para sentir alegría siempre hay un motivo, igual que lo hay para sentir la tristeza, yo creo que para sentir el amor tiene que ocurrir lo mismo. Por ejemplo, el amor entre padres e hijos, entre abuelos y nietos. Pero, ¿a mí mismo?, no parece que haya motivos. Explícame, por favor –concluí.

-    Partes de una premisa falsa Antay, el amor no es un sentimiento.

-    No suelo ser muy irónico, pero al escuchar la afirmación de Ángel sobre el amor, me salió del alma- Si, y ahora es de noche. -de inmediato fui consciente de mi falta de respeto y añadí- perdón, Ángel, perdón. Es que es la primera vez que escucho algo parecido y me resulta, digamos que extraño.

Si mi pensamiento sobre el amor es que era una tontería y que lo que realmente buscaban las personas era algo para llenar sus vacíos, ¿cómo iba alguien a enamorarse de sí mismo o amarse a sí mismo que, supongo, es la misma cosa?, ¿qué vacío se supone que iba a rellenarme yo mismo?

-    ¿Sabes lo que es la energía? –preguntó.

-    No sé muy bien, ¿es una fuerza que hace que funcionen las cosas? –Es curioso, utilizamos palabras y sabemos, más o menos, cuál es su utilidad pero no sabemos definirlas.

-    Está bien, es una buena definición. Y ¿cuál crees que son esas cosas que funcionan mediante esa fuerza?

-    Supongo que las máquinas, ¿no? –la verdad es que estaban siendo preguntas muy difíciles.

-    Si, las máquinas y algo más. ¿cómo crees que funciona tu cuerpo?

-    ¿Con energía? –pregunté.

-    Exacto. Tu cuerpo, también, es una máquina.

-    Y ¿dónde está esa energía? –seguí preguntando.

-    En ti, en mí, en todos los seres humanos.

-    Sí, pero ¿en qué lugar se encuentra? –yo nunca la había visto ni sabía de su existencia.

-    ¿Puedes ver el olor de una flor?

-    No –que preguntas tan extrañas me estaba haciendo, me preguntaba donde querría llegar.

-    No puedes ver el olor de una flor, pero la hueles. Tampoco puedes ver el viento, pero lo notas en tu cuerpo. No ves el aire que respiras y vives gracias a él. La energía es igual, no la ves, pero es tan importante como el aire que respiras. –y concluyó, como siempre con una pregunta- ¿sabes que es el aura?

-    He oído hablar de ella. Es algo que rodea a nuestro cuerpo, pero no puedo decir más.

-    Es correcto. Pues en el aura está una parte de la energía con la que alimentas tu cuerpo. Otra parte llega con tu respiración y otra con los alimentos. Por lo tanto la calidad de la energía con la que alimentas tu cuerpo tiene que ver con la calidad de la comida que ingieres, la calidad del aire que respiras y la calidad de la energía de tu aura. De las tres eres responsable.

Y después de su disertación Ángel se quedó tan fresco, dejándome a mí, cada vez, con más dudas. Espero que esto no llegue muy lejos, porque yo soy feliz en mi ignorancia y con mi practicismo y no termino de entender muy bien, porque me explica todo esto y para que me pueda servir. Yo sólo le presté ayuda, sin ningún interés, sin esperar nada a cambio.

-    Cómo yo seguía con mi pensamiento, sin responder, Ángel continuó preguntando- ¿sabes de donde procede la energía de tu aura?

-    No tengo ni idea – y era cierto.

-    Tus pensamientos son energía y esa energía se almacena ahí, en el aura. En función de cómo sean tus pensamientos así serán tus emociones y tus sentimientos. Por lo tanto, el amor, el miedo, la ira, la rabia, la soledad, la tristeza, la alegría y un sinfín de emociones más son energía, producto de tus pensamientos. ¿Lo entiendes?, ¿me sigues? –y se quedó mirando mi cara de póker esperando que dijera alguna cosa.

-    Bueno, entiendo lo que dices, pero ¿qué hago con eso?, no sé para que pueda servirme, -cada vez entendía menos la razón por la que me contaba esto.

-    Te lo voy a decir en una frase que decía Buda: “Somos lo que pensamos”. Es decir, que si piensas en el miedo tendrás miedo y si piensas en la felicidad serás feliz.

-    O sea que si pienso que tengo dinero seré rico, -esto es lo primero que escuchaba, y aunque a mí no me pareciera muy coherente, al menos, era agradable de oír.

-    Más o menos, pero deja el tema del dinero ahora, piensa en que sucedería si te amaras.

-    No sé, -realmente no tenía la menor idea de que podía pasar.

-    Piensa, por ejemplo, en el amor que sentías por tus padres. ¿Cuáles eran las consecuencias de ese amor? –y sin esperar mi respuesta continuó con su exposición- no solo no querías que les ocurriera nada, sino que deseabas lo mejor para ellos, ¿es así?

Por un momento pensé en mis padres.

Puedes leer el capítulo I completo en la página LIBRO, Ocurrió en Lima

viernes, 22 de abril de 2022

Relativo al pensamiento

 

Tengo muy claro yo no soy responsable de ninguno de los pensamientos que llegan a mi cerebro, estos llegan y punto. Yo no soy consciente de traerlos, salvo esos pensamientos que yo busco, con los que intento solucionar algún problema o planificar algún aspecto de mi vida. El resto de pensamientos, el 99%, aparecen de manera atropellada, uno tras otro, sin dejarse espacio entre ellos hasta que, ¡incauto de mí!, me quedo enganchado a alguno, casi siempre negativo, y comienzo con él una relación de camaradería, como si fuera mi confidente o mi amigo del alma, con el objetivo, creo yo, de buscar alguna solución que mejore la situación presentada por el pensamiento y, sin embargo, lo que se genera en una condición más abrupta y negativa que la que el pensamiento había presentado en su primera aparición.

No sé dónde pueden estar con anterioridad, ni por qué extraña circunstancia aparecen en mi cerebro.


Pero, si yo no soy responsable, ¿quién lo es?

Artur Powell explica en sus libros “El cuerpo mental” y “El cuerpo astral”, que los pensamientos son como nubecillas de energía que moran en el cuerpo mental, que es la tercera capa del aura, y que se activan para deslizarse, a través del aura, hasta el cerebro, para su manifestación.

Las razones para la activación de los pensamientos pueden ser muy variadas, la visión de un cuadro, escuchar una canción, una conversación entre dos personas, el encuentro con algún conocido, etc. A partir del momento en que aparece ese pensamiento es donde comienza la responsabilidad de la persona para mantenerlo en el cerebro o eliminarlo.

La “única” manera de eliminar un pensamiento es quitándole la energía, y se le quita la energía cuando, de manera consciente se cambia de pensamiento. Este es un acto de la voluntad.



domingo, 5 de junio de 2016

El Plan de Vida y la Voluntad de Dios

PERLAS PARA EL ALMA


El Plan de Vida es, sin lugar a dudas, el aspecto más importante del proceso de encarnación y la auténtica hoja de ruta del alma en la materia.

En la Tierra el Plan de Vida no suele cumplirse al cien por cien, ni al cincuenta, y posiblemente ni al veinticinco por ciento. Sin embargo, los que al otro lado de la vida tienen relación con el alma encarnada, como pueden ser sus guías y los Maestros, lo tienen en cuenta al cien por cien. Lo tienen tanto en cuenta que cuando ponemos nuestra vida en manos de Dios, con una fórmula parecida a “Señor, hágase Tu Voluntad”, lo que hacemos es ponernos en contacto con el alma y con el Plan de Vida.


Ningún Ser al otro lado de la vida va a interferir en la programación que el alma ha aceptado realizar en su vida física. Nunca, en ningún caso.


sábado, 14 de mayo de 2016

Guerreros de Luz

PERLAS PARA EL ALMA




La voluntad es esa capacidad de los seres humanos que les mueve a hacer cosas de manera intencionada. La voluntad es la facultad que permite al ser humano gobernar sus actos, decidir con libertad y optar por un tipo de conducta determinado. La voluntad es el poder de elección con ayuda de la conciencia.

La voluntad es una facultad indispensable para la realización de cualquier cosa. Para transitar por el camino que nos conduce a Dios también se ha de tener voluntad, y mucha.

Los débiles de carácter difícilmente van a llevar a cabo ningún tipo de trabajo que no sea obligatorio, y caminar por el sendero que nos conduce a Dios es trabajo, no es precisamente suave y por supuesto no es obligatorio, por lo que al no encontrar un premio o una reprimenda material aun se hace más difícil. A los que recorren este camino se les denomina “guerreros de Luz”, porque es como si se librara una guerra incruenta, en la que se va a lidiar con el peor enemigo que podamos encontrar, con nosotros mismos. Ser un guerrero de Luz no es un trabajo para débiles de carácter, ni para perezosos o indolentes. Es para auténticos guerreros. Así que si eres débil y te dejas arrastrar por la indolencia comienza por fortalecer esa parte de tu carácter. Es imprescindible para llegar a Dios.


lunes, 1 de febrero de 2016

Entregar el sufrimiento a Dios

No existen fórmulas magistrales para entregar a Dios ni el sufrimiento ni nada. Sólo hay que pensar: “Dios mío, te entrego este sufrimiento, hágase Tu voluntad”. No hay que olvidar que Dios sabe todo de cada uno de nosotros, y todo es todo: emociones, pensamientos, palabras, sentimientos y acciones.

Cabria pensar que como Dios lo sabe todo porque permite el sufrimiento, y no un sufrimiento auto-inducido como el de la madre de la entrada anterior, sino cualquier tipo de sufrimiento. Dios ni permite ni deja de permitir. Dios está ahí observando como el ser humano va ganándole metros a su mente, y Él Sabe que cualquier sufrimiento, cualquiera, sea del tipo que sea, solo es una herramienta que el ser humano se ha dado para ganar justamente esos metros para acercarse a Él.



Cuando el ser humano le ofrece a Dios el sufrimiento, no es que Dios se haga cargo del sufrimiento y ya está, se acabó el sufrimiento en ese ser humano, no, no funciona así. Cuando la persona le entrega a Dios su sufrimiento, o se pone en Sus Manos, ocurren varias cosas:
-      Se cambia el pensamiento de miedo, o de ira, o de dolor, o del tipo que sea, por el pensamiento de alta frecuencia. De inmediato cambia esa energía negativa que generaba el pensamiento negativo y que estaba ensuciando el cuerpo energético de la persona, por una energía positiva y poderosa que no solo no ensucia, sino que comienza a limpiar el cuerpo energético.
o   Esa energía negativa además atrae hacia la persona más energía de lo mismo. Recodar: “Energías iguales se atraen”. Al cambiar la energía se cambia lo que se atrae.

-      Está bien cambiar un pensamiento negativo por otro positivo, pero si además ese pensamiento positivo es hacia Dios, se abre de inmediato la puerta de comunicación con Dios, y la Energía Divina comienza a descender sobre la persona a través de su chakra corona. La persona se inunda de Amor, se inunda de Dios. Es posible que no lo note, al principio somos un poco insensibles, pero está ahí, o es posible que note una emoción momentánea o un escalofrío, que son algunas de las manifestaciones de la Energía Divina.


-      Al ponerse en manos de Dios la persona se pone de inmediato en contacto con su Plan de Vida, solo por el mero hecho de dejar de ofrecer resistencia a la Energía Divina. Eso no significa que deje de sufrir o que comience una nueva vida en concordancia con los deseos de la persona. Normalmente los deseos de la persona no tienen nada en común con el Plan de Vida, pero a pesar de que no se cumplen los deseos de la persona, esta, en su sufrimiento o en su decepción se siente tranquila, se siente en paz. 

      Recuerda, solo tienes que decir "Hágase Tu Voluntad", mantener en tu mente la idea de que todo lo que pase a partir de ese momento procede de Dios, y lo que tenga que llegar llegará por añadidura. No le puedes poner puertas al monte, no le puedes poner puertas a la vida.