El viaje del alma
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
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jueves, 21 de agosto de 2025
viernes, 14 de febrero de 2025
Otra forma de espiritualidad
En busca de
"algo" que no sabía definir, me encontré inesperadamente con el yoga
y la meditación. A partir de ese momento, y gracias a la información
proporcionada por diversos instructores de yoga y guías de meditación, comencé
a investigar y leer sobre espiritualidad, reencarnación, iluminación y otros
temas relacionados.
Mi sistema de
creencias empezó a transformarse, experimentando una sensación de alivio al
descubrir un camino que me acercaba a Dios sin depender de las religiones
tradicionales. Esta búsqueda de cercanía con lo divino había sido una constante
desde mi adolescencia. Aunque no me consideraba religioso ni seguía
estrictamente los preceptos de la Iglesia Católica, a la que pertenecía por
nacimiento, solía visitar una basílica cercana a mi colegio una o dos veces por
semana. Allí, me sentaba en un banco para mantener mis soliloquios con Dios.
Mi tema predilecto en
estas conversaciones internas era cuestionar la aparente monotonía e injusticia
de la vida. En aquella época, aceptaba sin cuestionamientos lo que mis mayores
me habían enseñado. Sin embargo, ninguno de ellos pudo explicarme
satisfactoriamente el propósito de la existencia. Todos coincidían en la
importancia de ser bueno, pero mis experiencias vitales parecían contradecir
esta enseñanza.
A medida que crecía y
observaba el mundo a mi alrededor, notaba una discrepancia cada vez mayor entre
la bondad que me inculcaban y la realidad que percibía. Esta contradicción me
llevó a cuestionar no solo las enseñanzas recibidas, sino también el sentido
mismo de la existencia.
El descubrimiento del
yoga y la meditación marcó un punto de inflexión en mi búsqueda espiritual.
Estas prácticas me ofrecieron una nueva perspectiva, permitiéndome explorar la
espiritualidad desde un ángulo diferente al de las religiones tradicionales. A
través de ellas, encontré herramientas para conectar con lo divino de una
manera más personal y directa.
La exploración de
temas como la reencarnación y la iluminación expandió significativamente mi
comprensión de la espiritualidad. Estos conceptos me proporcionaron un marco
más amplio para entender la existencia, más allá de las limitaciones de una
sola vida y una única perspectiva religiosa.
En resumen, mi viaje
espiritual evolucionó desde los cuestionamientos adolescentes en una basílica
hasta el descubrimiento de prácticas y filosofías orientales. Este camino me ha
permitido desarrollar una relación más personal y significativa con lo divino,
al tiempo que ha ampliado mi comprensión de la vida y su propósito.
A medida que avanzaba
en mi evolución espiritual, nuevas preguntas comenzaron a surgir en mi mente.
Una de las más inquietantes fue: Si solo una pequeña fracción de la población
practica yoga y meditación, ¿significa esto que el resto de los seres humanos
están condenados a no crecer espiritualmente?
Esta duda me llevó a
una profunda reflexión, y durante una de mis sesiones de meditación, gradualmente,
una especie de discurso interno fue tomando forma en mi conciencia:
Llegué a la conclusión
de que cualquier ser humano puede alcanzar un crecimiento espiritual completo,
independientemente de sus prácticas o estilo de vida. Este crecimiento no está
limitado a quienes meditan o practican asanas de yoga. Puede manifestarse en
personas que: No siguen una dieta vegetariana por preferencia personal, que fuman
o tienen otros hábitos considerados poco saludables o que no frecuentan lugares
de culto debido a su escepticismo hacia las religiones organizadas
La verdadera
espiritualidad, comprendí, se revela en las acciones y actitudes de una persona
hacia los demás. Se manifiesta en aquel que: Está siempre dispuesto a ayudar a
quien lo necesite, ya sea económicamente o dedicando su tiempo, en el que ofrece
compañía, escucha activa y comprensión a los demás, aquel que respeta a todos
por igual, sin importar sus diferencias y que nunca se queja, ni critica a
otros, ni se deja afectar por las opiniones ajenas sobre su persona
Este entendimiento me
llevó a ampliar mi perspectiva sobre la espiritualidad. Comprendí que las
prácticas formales como el yoga y la meditación son herramientas valiosas, pero
no son el único camino hacia el crecimiento espiritual. La verdadera esencia de
la espiritualidad reside en cómo uno se relaciona con el mundo y con los demás.
La compasión y el
servicio desinteresado emergieron como pilares fundamentales de este
entendimiento. Reconocí que aquellos que viven con un corazón abierto, dispuestos
a tender una mano a quien lo necesite, están cultivando una profunda
espiritualidad, aunque no la etiqueten como tal.
Otro aspecto crucial
que identifiqué fue la ausencia de ego. Aquellas personas que no se dejan
llevar por la necesidad de quejarse, criticar o enfadarse, y que no se
preocupan por lo que otros piensen de ellas, demuestran un nivel de desapego y
sabiduría que es profundamente espiritual.
Esta revelación me
llevó a redefinir mi concepto de espiritualidad. Ya no la veía como un conjunto
de prácticas específicas, sino como una forma de ser y estar en el mundo. Una
espiritualidad que se manifiesta en la bondad, la compasión y la autenticidad
de nuestras acciones cotidianas.
En conclusión, este
nuevo entendimiento expandió mi visión del crecimiento espiritual, haciéndome
apreciar la diversidad de caminos que pueden conducir a una vida plena y
significativa. Reconocí que la verdadera espiritualidad trasciende las formas y
se revela en la esencia de nuestro ser y en cómo nos relacionamos con el mundo
que nos rodea.
jueves, 28 de diciembre de 2023
Sobre la vida (Diario íntimo de un babau)
Jueves 28 de diciembre 2023
Nos
pasamos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra
en un solo instante.
Oscar
Wilde
“Todo el mundo habla del espacio como si no fuera
nada. Pero, ¿cuál es el poder que permite a todas las cosas estabilizarse en
sistemas orbitales? ¿Qué es aquello que sostiene vuestra tierra en el vacío?
¿Quién mantiene vuestra Vía Láctea, con sus diez mil millones de soles? ¿Qué es
lo que los sostiene? ¿Qué es lo que hace que vuestro sol esté en su posición?
¿Y qué es lo que permite el paso de toda la materia? ¿Y cuál es realmente la
autopista por la que viaja la luz? ¿Tú contestas: «Nada»? Enséñame nada que
pueda sostener diez billones de soles y sus sistemas solares respectivos.
Estás aquí para crecer; estás aquí para crear la
realidad, no para mantener el statu quo. Estás aquí para crecer en
conocimiento, filosofía y luego en la verdad. Estás aquí para vivir, no para tenerle
miedo a la vida. Estás aquí para utilizar tu cerebro en la creación de
pensamientos y conquistar tu ignorancia”.
Los
dos párrafos anteriores son escritos de Rhamta, que es el nombre de una entidad
espiritual que supuestamente se comunica a través de una mujer llamada JZ
Knight, que le permite usar su cuerpo para transmitir su mensaje a la humanidad.
Según Knight, Rhamta es un antiguo guerrero de la mítica isla continente de
Lemuria, que luchó en una batalla contra el ejército de Atlantis hace más de 35.000
años. Sus enseñanzas y sabiduría han sido plasmadas en numerosos libros sobre
espiritualidad y mística.
Estaban
aquí, como bailando, al final de lo escrito, seguramente para comentarlos en
algún momento. Y me los encuentro hoy que he abierto el diario, después de 6
meses, para hacer un comentario sobre la vida. Comentario que me enrojece
después de leer los párrafos de Rhamta.
El
comentario completo era: Yo pensaba que tenía una vida de mierda, pero no, la
realidad es que no tengo vida. Solo vegeto, solo existo, solo estoy.
Sin
embargo, llegado a este punto, otros dos pensamientos han aparecido en mi mente:
El primero ha sido, ¿por qué digo que no tengo vida? Pues porque no hago nada de
lo que, realmente, me apetece. Solo me dedico a la casa, (cocinar, lavar
platos, poner lavadoras, planchar, etc.) y a mi hijo, con el que estoy, ahora
que tiene las vacaciones de verano, desde que se levanta hasta que se acuesta,
un día tras otro. No leo, no escribo, no medito.
Pero,
a la vez, aparece un segundo pensamiento: Lo que yo estoy haciendo desde hace 4
años, es lo que hacen millones de personas y, sobre todo, mujeres. ¿Pensaran
ellas que no tienen vida o que su vida es una mierda?
Es
una curiosa forma la que hemos elegido millones de personas para crecer, que es
de lo que trata la vida, tal como dice Rhamta. Aunque, supongo, que crecerán
más las mujeres que se sientes felices y orgullosas por ese trabajo, no
remunerado, que realizan, que yo mismo, que no estoy nada satisfecho del
trabajo que me he asignado para crecer.
viernes, 7 de abril de 2023
Jueves Santo
Jueves 6 de abril 2023
Hoy
es Jueves Santo, festividad católico-cristiana, que conmemora la última cena
que realizó Jesús con sus discípulos, según cuentan diferentes escritos y, cada
Jueves Santo, la iglesia católica quiere que recordemos la experiencia del amor
fraterno que Jesús quiso expresar en el gesto del lavatorio de los pies, que es
expresión del amor hecho servicio.
Parece
un buen día para reflexionar, y mi cerebro, desde primera hora de la mañana, lo
ha sentido y ha comenzado con preguntas, un poco etéreas, ya que la respuesta a
la pregunta que ha comenzado a hacer, con más insistencia, parece difícil de
contestar.
La
pregunta es: ¿Cuánto habré crecido a lo largo y ancho de mi vida? Y este crecimiento no se refiere al cuerpo
físico, ya que por lo que respecta al cuerpo estoy bastante crecidito. Se
refiere a mi sabiduría. Ella es la que tiene que crecer.
La
respuesta de cuanto he crecido no es tan clara como decir que dos más dos son
cuatro. Es algo más complicado y, para tratar de acercarme a la respuesta, he
partido de la idea del amor hecho servicio. Es decir, ¿hasta donde llega mi
capacidad de servir?
Aunque
antes de analizar la evolución de mi vida como servicio creo que sería bueno
saber cual es mi punto de partida o, lo que es lo mismo, saber desde que nivel
de sabiduría he comenzado la andadura de mi vida.
Tengo
muy claro que todo es cuestión de creencias. Lo que yo creo es verdad para mí,
así como lo que tú crees es verdad para ti. Y cada uno, tú y yo, nos vamos a
mover por la vida en función de esas verdades que, por supuesto, no van a ser
iguales, incluso, pueden ser opuestas, (aunque por eso no tenemos que
pelearnos. Tenemos que respetarnos).
La
misma sabiduría es, no solo, la aceptación de determinadas verdades, sino la
actuación y el comportamiento, de manera coherente, en consonancia con dichas
verdades. Es decir, pensar, hablar y actuar de manera congruente. O, lo que es
lo mismo, se trata de actuar según lo que se habla y de hablar según lo que se
piensa.
Por lo tanto, pienso que, si analizo cada una
de mis creencias, sobre la vida, sobre Dios, sobre la muerte, sobre el amor,
sobre la Creación, entre otras, podré saber cuánto ha sido mi crecimiento.
Siempre
me ha parecido que la vida y Dios son dos conceptos que parecen estar muy
unidos. Lo pensaba en mi adolescencia y, lo sigo pensando ahora: “Si somos
hijos de Dios y estamos en la vida, seguro que algo tiene que ver Dios con
nuestra vida”. Hoy creo que son indisolubles.
La
pregunta que siempre me he hecho es si he nacido para hacer algo concreto, si
tengo o, mejor, si cada uno de los seres humanos, tenemos una misión
determinada que realizar en la vida. La respuesta a esta pregunta ha sido muy
cambiante. Demasiado cambiante. Tanto que no me ha ido danto tiempo para ir
asimilando las distintas creencias que han ido apareciendo en relación a la
vida.
La
primera creencia sobre la vida fue, totalmente, material, porque espiritualidad
me enseñaron poca. Todo lo que hicieron mis enseñantes, sobre todo en el
colegio, que era muy católico, con una gran influencia religiosa, fue
aterrorizarme. Y huyendo de ese terror me volqué en la vida física. Entonces creía
que, si no pensaba en una cosa, para mí no existía. Y aunque no sabía muy bien
de donde procedía ese pensamiento, resulta que es coincidente con mi creencia
actual sobre la vida: Yo puedo crear mi propia realidad.
Pero
mejor sigo la secuencia, sin adelantar acontecimientos. Nací en una cuna
católica, y eso marca mucho. Me enseñaron que Dios, es nuestro Padre que está
en los cielos, que nos ama mucho, gracias a lo cual perdona nuestros pecados,
si nos arrepentimos de ellos, pero que si morimos en pecado íbamos de cabeza al
infierno. Teniendo en cuenta lo que contaban, entonces, del infierno, pensaba
que “mucho amor no parecía tenernos nuestro Creador, cuando nos enviaba al
fuego eterno, porque ¿qué padre, por mucho malo que hayas hecho, te castiga de
manera tan terrible?
Para
alejarme de tanto terror me olvidé del Dios que me estaban enseñando y me creé
un Dios a mi conveniencia, pero eso hizo que se acabara mi religiosidad, antes
de empezar, y comenzara a practicar una espiritualidad creada a la conveniencia
de mis creencias.
Tengo
que dejarlo aquí. Es muy tarde. Mañana sigo.
lunes, 19 de diciembre de 2022
Sanar el cuerpo, sanar las emociones
Los
conceptos sanación y crecimiento, sanación y expansión de la conciencia, o
sanación y construcción del carácter, no suelen ir habitualmente unidos. Es
posible, en algunas ocasiones, que algunos terapeutas y sanadores, los unan, de
alguna manera, cuando recomiendan a la persona que ha de realizar algún tipo de
trabajo interior para recuperar su salud, al menos, su salud emocional.
Pero
cuantas enfermedades, cuantos sufrimientos, cuanta infelicidad, cuantos
desequilibrios emocionales y cuantos problemas mentales, se podría ahorrar el
género humano si nos enseñaran a buscar nuestro equilibrio interior, antes o a
la vez que aprendemos a leer y a escribir.
Nacer,
crecer, envejecer y morir, es un ritmo continuo, y aunque para cada persona es
una experiencia nueva, única e irrepetible, estamos en el mundo tan
acostumbrados a ese fluir, que no suele afectarnos mucho el paso por cada una
de estas estaciones hasta que nos toca transitarla personalmente. Y en este
fluir continuo de la vida casi nadie se plantea que exista otra manera de vivir
distinta a como se viene aprendiendo hace miles o millones de vidas. Vivimos
para subsistir, ignorantes de nuestra procedencia, de nuestro destino, del
camino a transitar e ignorantes del vehículo necesario para dicho transito.
En cada
uno de los ritmos de la vida, se intercala con frecuencia otro concepto, que es
la enfermedad y, en el mismo aprendizaje, nos enseñan que las enfermedades se
sanan, normalmente ingiriendo diversos productos. Unos abogan por productos
químicos y otros por productos naturales, pero en casi todos los casos hay que
ingerir algo para contrarrestar la enfermedad, muy pocos hablan de equilibrio
interior como remedio sanador y, mucho menos, como remedio inhibidor de la
enfermedad.
Son pocos
los que se han planteado que en vez de atacar la enfermedad se podría prevenir.
Y aunque parezca que, en la actualidad, hay más seguidores de esta teoría, solo
es un espejismo y palabrería que se utiliza como fachada de evolución en las
redes sociales.
Sin
embargo la búsqueda y la consecución del equilibrio interior es la mejor
medicina para atacar la enfermedad y, aun más, es el mejor inhibidor de
enfermedades.
El amor,
la felicidad, la paz, la serenidad, la alegría son estados que el ser humano
busca afanosamente en el exterior, como todo. Para el ser humano no existe un
interior, y ni tan siquiera comprende que el amor, por ejemplo, sea una energía
y no sea una emoción generada por el contacto con otra persona. Como no
comprende que el primer ser objeto de esa energía de amor ha de ser él mismo.
Cree que esto, tal como se lo han enseñado, es egoísmo.
Es este planteamiento erróneo la base
que va a sustentar la enfermedad. No sabe que el amor es energía, no sabe que
se encuentra en su interior, no sabe que ha de amarse a sí mismo, y valorarse,
y respetarse. No sabe que cualquier cosa que se encuentra en el exterior tiene
fecha de caducidad. Por lo tanto, se “enamora”, hasta que un día dice que se
acaba el amor, (El Amor, el auténtico Amor no se acaba nunca. Si alguien dice
que se acabó el amor es que nunca ha amado), y ha de finalizar su relación. Eso
le causa un dolor intenso, que no es más que energía, y como nadie le ha
enseñado a manejar las emociones y vivir en el presente, recuerda el hecho de
su separación un minuto tras otro, generando una energía que emponzoña todo su
cuerpo energético. Esa mugre energética es la que va a ir alimentando su cuerpo
y poco a poco enfermándolo. A partir de aquí le recetarán pastillas para que se
olvide del hecho, pastillas para la ansiedad, pastillas para dormir y así una
pastilla tras otra.
Con lo
fácil que hubiera sido si, de pequeñito, le hubieran explicado que es un alma,
que tiene que activar su centro del amor por él mismo, que ha venido justamente
a aprender a realizar esa activación para amar a toda la humanidad. Que en su
aprendizaje se encontrará con otras personas con las que formará pareja una
temporada para realizar una tarea determinada y que, normalmente, esa relación
finalizará un día, y que gracias a su amor, a su respeto y a su generosidad,
será una separación, no traumática, en la que se mantendrá el amor, sin dolor y
sin sufrimiento.
Ya que no
nos han enseñado esto de pequeños, podemos intentar aprenderlo ahora. Podemos
comenzar a realizar ese viaje a nuestro interior, y ese viaje comienza con el
silencio. Con el silencio mental. Tienes que empezar a dominar tus
pensamientos, tienes que aprender a vivir el “ahora”. Es difícil, es muy
difícil, es dificilísimo. Te digo esto para que no pienses que te vas a sentar
a silenciar la mente y lo vas a conseguir en un minuto. No. Es una tarea que no
se consigue en mucho, en muchísimo tiempo, e incluso no se si se llega a
conseguir alguna vez completamente.
Pero mejor
empezar. Cuanto más tarde se empiece más tiempo seremos infelices.
Empieza
por hacer algo muy sencillito. Se consciente de tu respiración:
- Siéntate. Con los pies bien apoyados en el piso.
- Deja las manos encima de los muslos con las palmas mirando arriba.
(Déjate de mudras, solo vamos a aprender a respirar).
- Cierra los ojos o déjalos una décima parte abiertos, para que entre
un poco de luz y enfoca la mirada en la punta de la nariz.
- Coloca la punta de la lengua tocando el paladar.
- Trata de respirar por la nariz, tanto la inhalación como la exhalación.
- Trata de hacer una respiración abdominal. El abdomen se infla cuando
inhalas y de desinfla cuando exhalas. (Así respirarás menos veces que si
haces una respiración clavicular. Y al respirar más lento se reducirá tu
metabolismo y eso hará que los pensamientos aparezcan también más
lentamente).
- Como a la segunda o tercera respiración ya vas a estar enganchado a
algún pensamiento, para que eso no pase cuenta las respiraciones: Inhala
1, exhala 2, inhala 3, exhala 4, y así sucesivamente.
- Cuando te des cuenta de que estás pensando vuelve a comenzar por
uno.
- A ver hasta cuanto llegas.
- Con quince minutos cada día, de momento, tienes suficiente.
Muy bien. Estás meditando.
jueves, 19 de marzo de 2020
Diario íntimo de un Trabajador de la Luz (4)
viernes, 6 de julio de 2018
Crecimiento espiritual
miércoles, 8 de junio de 2016
Relaciones
martes, 24 de mayo de 2016
La pareja y el Amor Divino
miércoles, 4 de mayo de 2016
Fui a mi clase de yoga y me encontré con Dios
jueves, 14 de abril de 2016
domingo, 13 de diciembre de 2015
¿Por qué no somos felices? (y 2)
miércoles, 9 de septiembre de 2015
Enseñame a meditar
- Siéntate. Con los pies bien apoyados en el piso.
- Deja las manos encima de los muslos con las palmas mirando arriba. (Déjate
de mudras, solo vamos a aprender a respirar).
- Cierra los ojos o déjalos una décima parte abiertos, para que entre
un poco de luz y enfoca la mirada en la punta de la nariz.
- Coloca la punta de la lengua tocando el paladar.
- Trata de respirar por la nariz, tanto la inhalación como la
exhalación.
- Trata de hacer una respiración abdominal. El abdomen se infla cuando
inhalas y de desinfla cuando exhalas. (Así respirarás menos veces que si
haces una respiración clavicular. Y al respirar más lento se reducirá tu
metabolismo y eso hará que los pensamientos parezcan también más
lentamente).
- Como a la segunda o tercera respiración ya vas a estar enganchado a
algún pensamiento, para que eso no pase cuenta las respiraciones: Inhala
1, exhala 2, inhala 3, exhala 4, y así sucesivamente.
- Cuando te des cuenta de que estás pensando vuelve a comenzar por
uno.
- A ver hasta cuanto llegas.
- Con quince minutos cada día, de momento, tienes suficiente.












