Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia.
Paulo Coelho
Pero no hay elecciones
transcendentes o insignificantes, solo son elecciones, sin embargo, quiero
hablar de esas decisiones que tomamos un instante tras otro, sin ser,
demasiado, conscientes. Podemos
llamarlas las pequeñas decisiones. Y es aquí donde reside una verdad profunda:
la vida se trata, en gran medida, de las pequeñas decisiones que tomamos a
diario. Decisiones que tienen una gran importancia y generan un fuerte impacto
en la configuración de nuestro destino y la calidad de nuestra experiencia
vital.
A menudo, pensamos que
son los grandes eventos los que definen nuestro destino, pero son las
decisiones cotidianas, aquellas que pasan casi desapercibidas, las que
verdaderamente moldean la trama de nuestra existencia.
Las pequeñas
decisiones son los actos aparentemente insignificantes que realizamos
constantemente: levantarnos cinco minutos antes, elegir agua en lugar de un
refresco, sonreír a un extraño, leer unas páginas de un libro. Estas acciones,
aunque triviales por sí solas, son poderosas en conjunto. Son las gotas de agua
que, con el tiempo, pueden llenar un océano o erosionar una montaña.
Cada elección, por
mínima que sea, es un reflejo de nuestros valores, deseos y prioridades. Desde
la ropa que decidimos ponernos por la mañana hasta el último pensamiento que
nos ronda la cabeza antes de dormir, cada decisión es un ladrillo en la
construcción de nuestra identidad. No somos seres estáticos, evolucionamos con
cada pequeño paso que damos, y es en la acumulación de estos pasos donde se
revela quiénes somos realmente.
Esas
elecciones tienen un impacto acumulativo, en nuestra vida, que puede ser
enorme. Un simple cambio en nuestra dieta, una palabra de aliento a un amigo o
incluso la ruta que elegimos para ir al trabajo pueden tener repercusiones que
van más allá de lo inmediato. Estas decisiones son como las gotas de agua que,
con el tiempo, pueden horadar la piedra más dura, porque un hábito
aparentemente trivial puede transformarse en un patrón arraigado que define
nuestra forma de ser y de interactuar con el mundo que nos rodea.
Sin
embargo, nos obsesionamos con las grandes decisiones: qué carrera estudiar, con
quién casarnos, dónde vivir, qué coche comprar. Pero estas grandes decisiones
no surgen de la nada, son el resultado acumulado de innumerables pequeñas
decisiones que hemos tomado previamente. Es en el día a día donde se prepara el
terreno para esos momentos que parecen transcendentes.
¿Cómo
saber, entonces, cuales son las decisiones correctas? Saberlo, con certeza, que
es lo que nos gustaría a los seres humanos, no lo vamos a saber nunca, pero,
cuando esas decisiones están en consonancia con nuestro contrato divino,
sentiremos una alineación interna, una armonía entre nuestras acciones y nuestros
valores más profundos. Cuando vivimos de acuerdo con nuestro contrato, hay una
sensación de fluidez y propósito en nuestra vida.
Al prestar atención a
estas pequeñas elecciones, podemos dirigir el curso de nuestra vida de maneras
significativas y satisfactorias. Por lo tanto, es bueno que cada vez que nos
enfrentemos a una "pequeña" decisión, pensemos que va a ser una de
las muchas que, en conjunto, nos llevarán a la vida que deseamos vivir.
Al ser conscientes del
poder que reside en estas decisiones aparentemente insignificantes, podemos
tomar el timón de nuestra vida y navegar hacia un futuro que esté alineado con
nuestros valores y aspiraciones más profundas.
Todas las acciones son
correctas si nos sentimos cómodos con ellas. Pero, también es importante: Una
vez tomada la decisión acéptala y no te lamentes por la decisión tomada. Cambia
la decisión siguiente. Hay una frase de Paulo Coelho que dice: Todos los días
Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace
infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar
toda nuestra existencia.