Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Existe
una expresión que dice: “Todos los caminos conducen a Roma". Aunque no
importe mucho para esta entrada, dicha expresión proviene de la época del imperio
romano, donde se construyeron más de 400 vías, unos 70.000 kilómetros, para
comunicar la capital, Roma, considerada el centro donde convergía el poder del
imperio, con las provincias más alejadas.
Cambiemos
a la ciudad de Roma por nuestro propio origen: “Dios”. Con lo cual la expresión
quedaría “Todos los caminos llevan a Dios”, que además es utilizada también con
cierta frecuencia. Aunque en muchos escritos explican que no es, en absoluto,
cierta.
Pues
es totalmente cierta. El origen del hombre es Dios, y su meta también es Dios.
Todos los hombres van a llegar a la meta, unos tardarán más porque irán dando
rodeos kilométricos y otros llegarán más rápido al avanzar por el camino recto,
pero todos, absolutamente todos, volverán al origen, volverán a Dios. Unos de
manera rápida como la liebre, y otros más lentos como la tortuga.
Se
puede afirmar, por lo tanto, que todos los caminos conducen a Dios. Sabemos,
también, que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Así que,
parece claro, que, de todos los caminos, sólo uno va a llevar al hombre
directamente a Dios, sin rodeos. Los caminos restantes pueden dar muchas
vueltas, pasando muchas veces por el mismo lugar, avanzando un paso y
rodeándolo varios kilómetros, que, traducido a la existencia del ser humano,
significa vivir en la materia una y otra vez, sin avanzar ni un solo metro en
cada una de esas vidas.
Algunos
de los vehículos que encaminan al hombre a ese punto que le coloca en el camino
más corto para alcanzar a Dios bien podría ser la práctica de la oración en
cualquiera de las formas que enseñan las diferentes religiones, como rezar el Santo
Rosario, los rezos del Salât, Ardas el rezo de los Sikhs o los tres rezos del judaísmo,
solo por nombrar algunos de los más importantes. Son también vehículos, la meditación,
la práctica del yoga, el servicio en cualquiera de sus formas, hacer el diezmo
de manera desinteresada, o practicar alguna de las infinitas formas que enseña
la sociedad en la actualidad, de silencio, de visualización, de contemplación o
de perdón.
Pero
la herramienta más importante es el Amor. Y ¡nadie enseña a Amar! Cuando el ser
humano Ame a todos y a todo, porque comprende que todo es una Creación de Dios,
se habrá colocado en el centro de ese camino que le va a conducir en línea recta,
sin rodeos y sin demoras a Dios. Sin necesidad de nada más. Sin necesidad de religiones,
ni de rezos, ni de lecturas, ni de técnicas de ningún tipo.
La
mejor manera para aprender a Amar es tratar a todos aquellos que la persona
tenga a su alrededor como si fuera el mismo Dios. Es bien cierto que a Dios le
agradan los rezos y la ayuda al prójimo, pero más le agrada que los hombres,
Sus hijos, se amen de manera incondicional. En el Amor ya está incluida la oración,
el servicio, la compasión, la misericordia, la alegría, la ternura y la
felicidad. Y no Aman cuando juzgan, cuando critican, cuando engañan, cuando
roban, cuando no cumplen la palabra, cuando…
Sin
embargo, el hombre es ¡tan vulnerable!, ¡tan mental!, ¡tan apegado al sueño!,
que necesita de una zanahoria, como los pollinos, para avanzar lentamente en su
camino.
Es
bueno que el ser humano mantenga la zanahoria delante hasta que la llama del
Amor prenda en su corazón, pero sin confundir el estímulo con el objetivo.
El camino de la
Iluminación es la hoja de ruta que ha de seguir cada alma en su etapa terrena
para su unión con Dios, que es la única razón de nuestro viaje a la materia.
Es durante la vida física, cuando el
alma, prisionera del sueño y de la ilusión del ego, necesita Luz para no perder
de vista el camino por el que ha de transitar para volver a Casa.
El taller consta de 5 módulos a realizar
en las siguientes fechas:
19 de Noviembre:
MÓDULO I: La serenidad de saber quién eres. (YO SOY)
26 de Noviembre:
MÓDULO II: El poder de Dios
dentro de ti. (Susurros del corazón).
3 de Diciembre:
MÓDULO III: Una ley superior: El Plan de Vida. (Misión de vida).
10 de Diciembre:
MÓDULO IV: La aventura de
morir. (Volver a Dios).
17 de Diciembre:
MÓDULO V: La Tríada de la
Ascensión.
HORARIO: DE 10:00 am a 1:00 pm.
INVERSIÓN DEL TALLER COMPLETO: 400 soles.
INVERSIÓN MÓDULOS INDEPENDIENTES: 100 soles cada
uno.
se
reconoce de inmediato el camino de retorno a Dios.
Nuestra
real y auténtica misión es encontrar el camino que nos lleve de vuelta Dios. De
él venimos y a Él vamos a volver. Y lo vamos a hacer todos. Unos lo harán con
veinte vidas y otros con veinte mil, pero nadie se va a quedar en el camino.
Pero para recorrer cualquier camino se
ha de hacer con los ojos bien abiertos, es decir, despiertos, porque sino vamos
a tropezar ya que no se puede ver con claridad el camino.
Podríamos pensar que todos los que
hacemos yoga, o meditamos, o escribimos y leemos sobre espiritualidad, o realizamos
cursos, talleres charlas, o que los mismos sanadores y canalizadores, estamos
despiertos.
Pues no es tal. Sólo tenemos un “cierto
conocimiento” que a duras penas traspasa la periferia de nuestra conciencia,
sin estar integrado en el ser. Casi podríamos decir que estamos entreabriendo
los ojos.
¿Cuándo podremos decir que estamos
realmente despiertos? Cuando actuemos, de manera permanente, con amor, con
generosidad, con compasión, con verdad, con humildad, volcados completamente
por y para Dios, sirviéndole a través de nuestros hermanos. La separación, la
discriminación, el orgullo (sobre todo espiritual), el juicio, la crítica, el
menosprecio, la ambición, son signos inequívocos de permanecer dormidos.
Podemos decir que tenemos el
conocimiento del despierto pero seguimos actuando dormidos.
Por eso nos programamos en nuestro Plan
de Vida “misioncitas”, que nos pueden parecer más o menos importantes, sobre
todo para alimento de nuestro orgullo. Pero la autentica misión es reconocer el
camino de vuelta a Dios.
No vivir para Dios es sinónimo
de seguir dormidos.
Nuestra
real y auténtica misión es encontrar el camino que nos lleve de vuelta a Dios. De
Él venimos y a Él vamos a volver. Y lo vamos a hacer todos. Unos lo harán con
veinte vidas y otros con veinte mil, pero nadie se va a quedar en el camino.
Para
recorrer ningún camino se ha de estar despierto porque estando dormidos, con
los ojos cerrados, va a ser muy difícil encontrar nada. Se ha de estar
despierto, por lo tanto despertar es lo primero.
Despertar es abrir el corazón
y una vez abiertos los ojos del corazón buscar el camino de regreso a casa,
buscar el camino de regreso a Dios, es una tarea más fácil.
Tenemos
que dar un paso más allá para no perder de vista el objetivo real de nuestra
vida física y así no quedarnos atascados en mitad del camino adorando ídolos.
El
auténtico objetivo de todas las almas en su peregrinaje a la materia es
encontrar, de una vez por todas, el camino que las conduzca de vuelta a Dios.
Para
esto el alma se provee de diferentes herramientas: lecturas, talleres, yoga,
tai-chi, chi kung, y un variopinto ramillete de actividades que pueden ayudar
al ser a aceptar su divinidad y a encontrar el camino de vuelta a casa.
Ya
son bastantes las personas que han empezado a cuestionarse la búsqueda de la
felicidad, de la serenidad y de la paz interior desde una nueva perspectiva,
pero muchas de ellas están perdiendo de vista la auténtica razón de nuestra
estancia en la vida, y están considerando a las herramientas que utilizan para conseguir el objetivo como si ellas
fueran el auténtico objetivo.
Es
como si se subiera en un ascensor al piso veinticinco. Unas personas se atascan
en el piso uno, y otras, las que ya han comenzado a ver la vida de diferente
manera, se atascan en el piso veintitrés. Es cierto que están más cerca del
final, pero siguen atascadas, en diferente atasco, pero atascadas.
Podemos hacer, en nuestras manos está, que toda la vida sea plácida y
serena, desterrando los miedos que son como una losa que los seres humanos
tenemos que ir arrastrando por el camino de nuestra vida, porque además no sirve para nada ese pesado equipaje.
Pongámonos en manos de Dios. Detengamos la locura de nuestra mente.
Dejemos hablar al corazón, y si no entendemos con claridad cuál es nuestra
misión en la vida, podremos intuirlo, y si ni tan siquiera lo intuimos, vivamos
con amor, esa manera de vivir va a hacer que nuestra vida sea un paseo, libre
de equipaje, por un ancho camino sembrado de pétalos de rosa.
A pesar de que tengamos
guías, maestros, instructores o gurús, la decisión de comenzar a vivir la vida
de otra manera es personal de cada uno.
Nadie va a decidir en qué momento está
preparada el alma para iniciar el camino de vuelta a Casa, el camino de vuelta
a Dios, salvo la propia alma.
Va a ser la persona en la soledad de su corazón y
de su mente la que va a decidir cuándo es el momento de dejar atrás el
sufrimiento e iniciar una nueva vida basada en el respeto, en la comprensión,
en la tolerancia, en el servicio y en el Amor.
¿Quiere decir que
todos van a acceder a ese conocimiento? Si, con matices. Cualquiera que llegue
a un nivel determinado de energía va a tener acceso a ese conocimiento, a esos
dones, a esos regalos, a no ser que existan ciertas clausulas en su Plan de
Vida que lo impidan, ya que el Plan de Vida es la auténtica hoja de ruta por la
que se rige toda la vida en la materia.
Conozco una persona,
que me permite contar sus vivencias en cuanto a los dones se refiere, pero no
dar pistas sobre su identidad, y que desde que tiene uso de razón ha suspirado
por ver la energía y por escuchar a los maestros, y que no ha conseguido, a
pesar de que parece caminar con paso firme por el camino que conduce a Dios.
Dice que tiene que conformarse con una intuición a la que escucha y sigue como
si de la autentica palabra de Dios se tratara, y algo que define como
clarisensibilidad, que es la base para realizar su trabajo de sanador, que es como
le gusta definirse, pero nada más, a pesar incluso de realizar cursos y
trabajos específicos para activar, al menos, la clarividencia. El dice: “Llegue
a estar obsesionado, cuando veía a otras personas, con dotes de clarividencia o
clariaudiencia a las que yo con mi desmedida soberbia, calificaba como no
merecedores de esos dones”.
Su trabajo personal,
sobre todo para eliminar su orgullo, y sus meditaciones, le fue serenando, y
llegó así a la aceptación de que por alguna razón desconocida él no era merecedor
de tales privilegios.
“La razón desconocida”, cuenta, “era mi Plan
de Vida. En Él aparece contemplado que voy a realizar mi camino de retorno a
Dios y cumplir con mi misión, en solitario, sin ayuda, o al menos sin una ayuda
tan evidente como la que tus guías te puedan prestar sobre como es el camino y
los obstáculos con los que te puedes ir encontrando”.
“A cambio”, prosigue,
“he aprendido a confiar plenamente en la intuición y a traducir las sensaciones
de mi cuerpo físico. Y si bien no me hablan, en muchísimas ocasiones van
poniendo pensamientos en mi mente, que yo sé que no son míos. Pensamientos
necesarios para la realización de las terapias, aunque nunca para algún aspecto
concreto de mi propia vida”.
Este es un magnífico
ejemplo de que no hay dos vidas iguales, ni tan siquiera en el logro de algo
que se encuentra al alcance de todos cuando llegan a cierto punto en su
crecimiento. Es como el montañero que sabe que en lo alto de la montaña hay una
fuente de agua clara, pura, limpia y cristalina, porque todos los que han
llegado a la cima relatan que han bebido, y después de una ascensión a la cima
de la montaña, más o menos penosa, encuentra que debido a las últimas lluvias,
el agua de la fuente sale turbia.
No piensan los que se
inician en el camino de retorno a Dios que van a conseguir este o aquel don, o
al menos no deberían pensarlo. El objetivo del viaje, el objetivo de la vida,
no es conseguir un don, es encontrarse con Dios. Por lo que los que se inician
en el camino, cuando se encuentran con ese don, lo aceptan y siguen su camino
sin darle importancia, ya que cuando han llegado a él, su alma ya sabe que
puede sucederle eso, y aun más cosas, y por sabido no es sorprendente. No es el
objetivo del camino conseguir un don, el objetivo es encontrarse con Dios.
Estamos en un viaje de ida y vuelta y nuestras
pertenencias materiales a la vuelta van a ser las mismas que a la ida. Nuestra
maleta de vuelta sólo va a contener las experiencias del alma: más paciencia
que a la ida, más amor, más voluntad, más misericordia, más hermandad.
Seguro
que sabes que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Lo que no
se si sabes es que el camino que te queda por recorrer en la materia es el que aun
te separa de Dios.
Lo sepas o no, lo creas o no, es así,
estamos caminando para volver a Dios. Si lo sabes y lo crees camina en línea
recta, no des vueltas, no pierdas tiempo y visualiza la meta, manteniendo en tu
mente a Dios.
Si no crees en Dios, entonces se supone
que crees en el hombre, pues en lugar de caminar en línea recta, camina
rectamente, manteniendo en tu mente al hombre, respétale, ayúdale, sírvele, trátale
como lo que es para ti, tu ídolo.
Aunque
es conveniente que sepas, que tratando así al hombre también vas a llegar a
Dios.
Seguro que nadie duda ya de esa parte del
Principio de Vibración que dice que “Energías iguales se atraen”, y es este principio
la base de prácticamente todos los cursos, talleres, técnicas y métodos de
crecimiento, de expansión de la conciencia, de construcción del carácter, de
espiritualidad y sanación. Aprendemos a meditar para tratar de vaciar la mente
de tantos y tantos pensamientos negativos con los que convivimos sin ser
realmente conscientes, para que no atraigan la miseria que estamos generando.
Aprendemos técnicas para atraer aquello que deseamos, a base de generar
pensamientos conscientes positivos hasta conseguir la emoción correspondiente.
Realizamos talleres para aprender a liberarnos de nuestros miedos y de nuestras
limitaciones, que son muchas. Asistimos a clases de yoga y similares para
liberarnos del estrés y mantener la serenidad y la calma. Leemos ávidamente un
libro tras otro con lo que nuestra sabiduría en temas de “espiritualidad” se
incrementa después de cada lectura, pero sin hacer prácticamente ningún uso de
esa sabiduría, salvo impresionar a los demás. Y es posible que con todo esto consigamos
algunos pequeños éxitos, es posible que consigamos ganar alguna “batallita”:
Que se serene un poco la mente, que consigamos algunas de las muchas cosas que
deseamos, que desaparezca el terror a la muerte y hasta que consigamos vivir
una vida más serena. Pero… ¿Nos podemos conformar con eso?, y ¿Por qué no
intentamos ganar la “guerra”?
Si nuestra vida se circunscribiera al
espacio de tiempo transcurrido entre el nacimiento y la muerte, sería más que
suficiente, ya que el único objetivo de la vida sería vivir bien, sería vivir
una vida feliz, carente de problemas y preocupaciones, una vida en la que
consiguiéramos satisfacer todos nuestros caprichos.
Pero el espacio de tiempo que
transcurre entre el nacimiento y la muerte solamente es una vida física, es
como esa “batallita” que comentaba en el párrafo anterior. Nuestra vida abarca
más, mucho más, muchísimo más, tanto como una eternidad. Esta es la auténtica “guerra”,
y nuestro objetivo, no es vivir bien, o vivir una vida feliz, o conseguir
nuestros caprichos. Nuestro objetivo es otro, nuestro objetivo es la unión con
Dios, lo cual no quiere decir que tengamos que renunciar a esos pequeños
placeres.
Los cursos, talleres, técnicas y
métodos de crecimiento y sanación, con los que nos movemos todos en la
actualidad son una excelente herramienta para poder acercarnos a vivir una vida
feliz, para ir vaciando la mente de pensamientos, incluso para realizar un
tímido acercamiento a vivir una vida desde el corazón, una vida basada en el
amor. Pero en caso de conseguirse, lo cual es bastante difícil para un
porcentaje importante del total de personas que tratan de transitar por este
sendero, puede ser válido para la vida actual, pero de poco alcance para
nuestra eternidad, porque el aprendizaje del alma va a ser limitado, ya que se
va a circunscribir a pequeñas ganancias, que si que vamos a mantener para
nuestra siguiente vida, pero que nos va a obligar a volver muchas veces e ir caminando vida tras vida
a paso lento.
Y nuestro avance va a ser tan lento que
nos va a obligar a encarnar un sin fin de vidas más, cuando podríamos intentar,
incluso sin tantas técnicas, avanzar a paso ligero y recorrer en una sola vida tanto
trayecto como veinte o treinta vidas con los pequeños aprendizajes anteriores.
Me
encuentro en un punto de mi camino hacia Dios, como todos, cada uno en el suyo.
Le
pido a Dios que me ilumine para no sentirme inferior cuando miro a los que van
por delante, ni superior cuando miro a los que van por detrás. Que los que van
por delante sean mi acicate, mientras ayudo con humildad a los que van por
detrás.
Cuando
consigo mantener el pensamiento consciente de que soy un hijo de Dios, de que
solo estoy ejecutando un plan establecido de antemano, de que me encuentro
momentáneamente sobre un escenario representando un personaje que a su vez
trata de recordar sus orígenes, y que todos los que me acompañan están también
representando su papel y tratando de activar sus recuerdos, siento una
serenidad especial. La serenidad del que sabe que “todo está bien”, y de que
nada malo puede suceder porque Dios me está llevando de la mano, la serenidad
del que no tiene que competir para demostrar nada a nadie, la serenidad del que
sabe que no ha de esperar a una próxima parada para encontrarse con Dios,
porque Él es quien conduce el autobús, porque Él es el cobrador, porque Él es
mi vecino de asiento.
Cuando
consigo mantener el pensamiento consciente de que solo estoy tratando de
recordar por donde volver al camino que me llevará a casa, recibo con
generosidad los frutos que se encuentran a ambos lados de los caminos que me llevan
al camino central, y sé que siempre voy a recibir aquello que necesite.
Tengo
que reconocer que me cuesta trabajo y que tengo que permanecer muy atento,
porque para mí es difícil, supongo que para ti también lo debe ser, y que como
yo tratas de boicotearte manipulando tu vida para que sea tal y como se va
proyectando en la estepa de la mente, pero cuando consigo cambiar la estepa por
el paraíso, y consigo mantenerlo durante un tiempo merece la pena, porque me
inunda la Energía Divina.
¡Inténtalo!, si yo
puedo a veces, seguro que tu también.
La
llegada a la vida se realiza con un Plan determinado, perfectamente organizado,
con un objetivo definido, con unas tareas establecidas, con unas personas
asignadas y unos acontecimientos pactados. Pero al llegar a la vida no
recordamos nada. Amnesia total.
Sin
embargo, a pesar de que no recordamos absolutamente nada de nuestra Plan de
Vida, y tampoco sabemos a ciencia cierta cuál es la razón de nuestra estancia
en la vida, el alma, que si tiene conocimiento de nuestro Plan va enviando
imputs, que son eso que denominamos corazonadas, para indicar, de la única
manera que puede, cual es el camino a seguir y cuales los pasos a dar.
Pero
para nuestra desdicha las corazonadas las filtramos por el arel de la mente y
no pasa ni una migaja. Y el espacio que debía de ocupar la corazonada queda
vacio, y en ese vacío van tomando forma los deseos del ego, maquillados de mil
maneras maravillosas: El dinero necesario para que estudien los niños, las
vacaciones necesarias a la orilla del mar para mejorar la circulación, la nueva
casa con más espacio para todos, etc., etc., etc.
Y
las Leyes del Universo que no utilizamos para nuestro propio crecimiento, para
acercarnos a Dios, para dejar de sufrir o para aprender a amar, intentamos
utilizarlas para satisfacer nuestros anhelos.
La
Ley de la Atracción funciona sin tener que trabajar absolutamente nada para
cualquier aspecto negativo. Es normal, lo negativo permanece de manera
permanente en la mente y en las emociones, con lo cual es fácil atraer lo
negativo. Lo positivo, aquello que deseamos ya nos cuesta un poco más de
trabajo.
No voy
a decir que hemos de hacer para que sea más fácil, lo importante es que no
atraigamos nada. Dediquémonos al Plan de Vida y dejemos de lado los caprichos.
La
Ley de la Atracción y el Plan de Vida van paralelos, como si de una carrera se
tratara. En realidad es como si se tratara de una carrera con tres caballos. Uno
negro que corresponde a la atracción de energías negativas, uno blanco que
corresponde a la atracción de energías positivas, y otro bayo que corresponde
al Plan de Vida.
Depende
de la intensidad de cada unopara que
sea ese el que se haga real en nuestras vidas. De momento gana por varios
cuerpos de ventaja el caballo de las emociones negativas, le sigue de lejos el
caballo de las emociones positivas, y más lejos aún se encuentra el caballo
bayo.
Al
caballo negro le espolean las emociones negativas que conviven con la persona,
no descansa nunca. El dolor, el sufrimiento, la sensación de carencia, los
celos, el miedo y tantas y tantas emociones negativas están perennes en la
persona.
Al
caballo blanco le mueven las emociones positivas. Es normal que vaya lento, las
pocas emociones positivas que tiene la persona son las que intenta trabajar
para atraer eso que desea, y somos tan perezosos y faltos de voluntad que se
nos olvida a los cinco minutos de iniciado el trabajo.
Al
caballo bayo le mueven las corazonadas, lo que es lo mismo que decir que no se
mueve.
¿Qué
sería bueno hacer? Frenar al caballo negro, y dejar que al caballo blanco y al
caballo bayo los montara el mismo jinete, y sería fantástico si consiguiéramos que
el jinete fuera Dios.
Si
dejamos nuestros planes y nuestros deseos en manos de Dios, entonces primará el
Plan de Vida sobre los deseos, a no ser que los deseos formen parte del Plan de
Vida.
Luchar por nuestros deseos desestimando el Plan de
Vida va a generar más Karma y no se va a eliminar el que teníamos previsto en
nuestro Plan. La vida no es divertirnos para tratar de olvidad la infelicidad,
la vida es abolir la infelicidad amando.
Podemos olvidarnos de la Ley de la Atracción para
conseguir cosas, y debemos tenerla en cuenta para no atraer nada negativo.
Y para atraer el Plan de Vida hagamos como dijo e
hizo la Virgen Maria: “Hágase en mi Tu Voluntad”.