El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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lunes, 10 de junio de 2024

Yo me condeno

 


          Reflexionar sobre la frase de Buda "somos lo que pensamos" me lleva a una profunda toma de conciencia: soy el arquitecto de mi propia prisión. ¡Qué paradoja! Soy yo quien forja las cadenas que me atan, yo me exilio voluntariamente y me condeno al sufrimiento.

          Continuando con esta línea de pensamiento, podría parecer sencillo abrir la puerta de la celda que me mantiene cautivo y abrazar la libertad. Sin embargo, surge la duda: ¿alguna vez he sido verdaderamente libre? La respuesta parece ser negativa, ya que me encerré en mi propio laberinto mental desde el momento en que empecé a pensar.

          Entonces, ¿debería dejar de pensar para ser libre o, simplemente, aprender a dirigir mis pensamientos? La tarea es ardua. Los pensamientos surgen espontáneamente, cargados de una energía abrumadora que puede manifestarse en alegría, tristeza o soledad.

          ¿Puede ser que el problema sea que no tengo conciencia de mí mismo?, ¿es posible que si tuviera conciencia de mí se abrirían, de par en par, las puertas de mi propia cárcel? Debo de reconocer que hay aspectos de mí que desconozco, lo que podría explicar por qué hay días en que amanezco radiante de felicidad y, sin previo aviso, me sumerjo en la desolación y la desesperanza antes del mediodía.

La clave debe ser ir más allá de mi propia realidad. De eso que yo creo que es real y que, sin embargo, solo es una creación de mi conciencia. Las barreras que siento, o creo sentir, son sin duda autoimpuestas. La libertad, entonces, podría encontrarse no en la ausencia de pensamiento, sino en la habilidad de navegar y orquestar la sinfonía de mi mente.

jueves, 17 de noviembre de 2022

Todo es conciencia

 


Miércoles 16 de noviembre 2022

 

Esta mañana he disfrutado de otra ducha tonta. Una ducha de esas en las que más parece que me ducho con ideas que con agua.

Hoy iba sobre la conciencia. Y podría resumir la ducha en tres palabras “todo es conciencia”

Todo es conciencia. Todo es para cada persona, tal como lo piensa y lo siente. Todo está en su conciencia.

La conciencia es el factor común de todas las experiencias. Puedo sentir que yo solo “estoy”, que sólo “estoy, simplemente, presente”, que no está pasando realmente nada, que todo es producto de mi conciencia.

Puedo observar que todo empieza y acaba en mi conciencia que ahora mismo está presente. Los coches que pasan, la Tierra girando alrededor del Sol, una guerra al otro lado del mundo, mis pensamientos. Todo se desarrolla en mi conciencia, en este instante, ahora.

    Pero mi conciencia no siempre está presente. Si yo me desmayo o me duermo, para mi no existen ni los coches pasando, ni la tierra girando, ni las guerras, ni el pensamiento. Es como si me hubiera muerto. Para mí no existe nada de eso, mejor dicho, para mí no existe nada. Y si no existe para mí, ¿seguirán pasando los coches? ¿seguirá girando la Tierra? ¿seguirán las guerras?

Lo sé, son preguntas de babau y la respuesta es clara. Si, todo sigue pasando. Pero, quiero ir un poco más allá. Aunque siga pasando todo eso, a mí ¿qué más me da si no me entero?

Pero…, ¿cómo se yo, realmente, que todo eso sigue pasando?, ¿por lo que me cuentan? Y ¿cómo sé que lo que me cuentan es lo que está pasando realmente?, ¿cómo sé que mi conciencia y mi percepción son similares a las de otra persona? Si fuera así, todos seriamos prácticamente iguales, tendríamos los mismos coches, votaríamos al mismo partido, etc., etc., y no pasa. Y si eso no pasa, ¿por qué ha de pasar que dos personas, con distintos estados de conciencia, sean conscientes, al cien por cien, de la misma percepción?

Pero mi conciencia tampoco está presente en otros momentos, en los que no me he desmayado, y ni tan siquiera duermo. Mi conciencia no está presente cuando me dejo llevar por la ira, por la indignación, por la rabia, por el odio, por el miedo, por el rencor, por el enojo, por la irritación, por el resentimiento, por la envidia, por un deseo incumplido, etc., etc., etc. En esos momentos, no soy más que un animal siguiendo mis instintos, en esos momentos dejo de ser persona, en esos momentos dejo de ser consciente, sencillamente, dejo de vivir como ser humano consciente. Se me ha escapado un espacio de vida y, lo malo de esto es que, tendré que repetir ese espacio en otra vida o en otro momento en el que tendré que pagar esa inconsciencia. Lo digo por el karma que puedo generar con la otra persona que ha sido el blanco de mi ira.

Pero mi conciencia, es más. Es mi aspecto físico, es mi sufrimiento, son mis penas y mis alegrías, son todas mis emociones, todo eso también es conciencia, también lo son mis pensamientos. ¿Qué pasaría si apartara la conciencia de todo eso?, ¿qué pasaría si mi conciencia estuviera siempre centrada en mi respiración, por ejemplo? Yo creo que lo que pasaría en que no tendría conciencia de mi aspecto físico, pasaría que no tendría sufrimiento, ni penas, ni alegrías, ni emociones, porque sólo habría respiración, que es donde tengo centrada mi conciencia.

Y si no tengo, por ejemplo, conciencia de mi cuerpo físico, ¿qué pasaría? Pues pasaría que no le daría poder a ninguna sensación de mi cuerpo: No habría cansancio, no habría dolor.

En los aspectos emocionales, ya está claro que todo depende solamente de nuestro pensamiento, de nuestra conciencia, pero ¿cómo afecta la conciencia físicamente? ¿Podríamos llegar más allá, como, por ejemplo, influir en el aspecto de nuestro propio cuerpo? Las células del cuerpo están muriendo y naciendo de manera permanente, y las que van naciendo, lo van haciendo con la información de la célula madre: aspecto, enfermedad, etc. Pero la información de la célula madre no es más que nuestra propia conciencia, ¿qué pasaría si apartamos la conciencia de nuestro propio aspecto?, ¿nacerían las nuevas células con la misma información que cuando fueron creadas, es decir, sanas, con la información de la Conciencia Divina, o con la información actual de la conciencia social?

          ¿Solo seré un babau o me estaré volviendo loco?

sábado, 19 de marzo de 2016

Yo Soy el alma

Los que nos asomamos a esta ventana, a estas alturas del viaje ya somos totalmente conscientes de que somos un alma.

Es cierto que es imposible mantener esa conciencia de ser alma de manera permanente en nuestra mente, que es a fin de cuentas el vehículo que nos sirve de transporte para desplazarnos a lo largo y ancho de nuestra vida, pero en condiciones normales, de vez en cuando, durante nuestro día, son varias las oportunidades, que por una u otra razón, nos acercan al pensamiento de que somos alma.

También somos conscientes de que “somos lo que pensamos”. Lo cual quiere decir que cada vez que pensamos que somos un alma, si somos capaces de mantener ese pensamiento durante un cierto periodo de tiempo actuaremos como almas, es decir, con todos los atributos que son inherentes al alma.



Según Alice Bailey, en su libro “Alma, cualidad de la vida”, las características del alma son: Inclusividad, amor, alegría, felicidad, participación, soledad, indiferencia espiritual, impersonalidad, desapego, libertad, serenidad, calma interna y responsabilidad.

Hemos de tener presente que un hecho que se repite con frecuencia se convierte en un hábito, en una costumbre. El pensamiento es energía, la emoción es energía, los sentimientos son energía, cada vez que se repiten se genera la misma energía, y esta se va acumulando en los chakras, en el campo energético, y hasta en cada célula del cuerpo.

Nosotros somos la energía que hay en nuestros chakras. Cada vez que pensamos y sentimos que somos el alma, añadimos un plus de la energía del alma y de sus atributos a nuestra aura, a nuestros chakras y también a cada célula física de nuestro cuerpo. Pensar y llegar a sentir que somos el alma nos va a hacer actuar desde ella, pensar y llegar a sentir que somos el alma nos acerca a Dios, que es nuestro destino final.

El objetivo es actuar en nuestra vida de manera inconsciente desde el alma y de que ese actuar sea nuestro estado habitual. Para eso todo nuestro campo energético ha de estar impregnado de la energía del alma, y de momento, la única opción que tenemos para mantener el pensamiento de que somos el alma, es haciéndolo conscientemente.


YO SOY EL ALMA.


domingo, 13 de marzo de 2016

¿Cómo sé que me amo? (y 2)

¿Cómo sé que me amo? es la continuación de ¿Por qué amarse a uno mismo?

No se puede amar a nadie si no nos amamos a nosotros mismos, ya que como decíamos en la entrada anterior para dar algo es imprescindible tenerlo, y para dar la energía del amor también, por lo tanto el primer paso es trabajar en nosotros, es aprender a amarnos.

¿Cómo hacerlo?

Sé tu mismo siempre, en cualquier circunstancia, ante cualquier situación, con independencia de quien está delante de ti. Cuando alguien se ama a sí mismo no tiene porque esconder nada, está satisfecho de sí mismo tal cómo es, por lo tanto no tiene que fingir ser quien no es y no tiene que ponerse ninguna máscara en función de la persona que tiene delante.


Ya sé que puedes pensar: “Si me presento tal cual soy, a veces, las personas pueden ofenderse, o no entenderme, o pueden forjarse una idea errónea sobre mí, o no valorarme en su justa medida. Además soy consciente de algunos aspectos de mi personalidad y de mi carácter que en según qué condiciones, es mejor que no salgan a la luz, Creo que lo más seguro es presentarme tal como le gusta a la persona con la que interactúo, y con mucha más razón si es una persona a la que quiero complacer o una persona de la que quiero conseguir algo. Sobre todo si no me cuesta excesivo trabajo, tengo practica en fingir ser quien no soy”.

Ese pensamiento es una prueba irrefutable de que no te amas. No te sientes satisfecho de ti, entregas tu poder al primero que llega presentándote ante él tal como a él le gusta, le estás engañando dando una imagen ficticia, y te estás engañando a ti, lo cual no te va a permitir evolucionar, vas a quedarte estancado en tu engaño ocultando tus carencias y divulgando tu mediocridad.  

Como inicio del trabajo conseguir ser consciente de tus máscaras, ya tiene algo bueno: Eres consciente de tus debilidades, eres consciente de tu carácter, eres consciente de tus limitaciones, eres consciente de tus malos hábitos.

La parte no tan buena es que una vez eres consciente de todo eso, en lugar de mejorarlo lo escondes. Así no vas a llegar a ningún sitio, y mucho menos a Dios, que es realmente tu destino aunque no seas consciente.

Has de conseguir desprenderte de cada una de tus máscaras, para interactuar en la vida tal cual eres sin esconderte detrás de nada. Por eso has de analizar cuando te escondes, por qué te escondes, para qué te escondes, y como es la actuación que realizas.

Las personas con las que te vas encontrando en la vida solo han sido colocadas por ti, en tu camino, precisamente para que seas consciente de ese defecto que traes de fabrica, para que seas consciente de la debilidad de tu carácter, para que seas consciente de la baja autoestima que sientes por ti, para que seas consciente de tus miedos, de tus malos hábitos, de tu pereza o tu falta de voluntad, para que seas consciente de tu falta de respeto y de tu falta de compasión, en suma, esas personas han pactado contigo en tu Plan de Vida ser un espejo donde aparezcan reflejadas tus debilidades, para que sea más fácil para ti subsanar todos esos “defectillos”, y empezar así a amarte para acumular la energía del amor con la que comenzar a entregársela a los demás.

Cuanto más seas tu mismo, sin máscaras, más cerca estarás de amarte a ti y de amar a los demás.

Carta de Albert Einstein a su hija Lieserl.
“Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo.
Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.
Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el amor.
Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.
El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.
Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.
Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.
Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser sintiente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta.
Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada.
Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.
Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta!

Tu padre: Albert Einstein”


martes, 16 de febrero de 2016

También es necesaria la mente

Una mente lúcida y un buen corazón
acompañados por sentimientos cálidos,
son las cosas más importantes.
Si la mente no se dirige a los pensamientos positivos y elevados,
 nunca podremos hallar la felicidad. 
Dalai Lama

Decimos con frecuencia que el corazón es el instrumento del alma, que hay que dejar que hable, que se ha de permitir que las intuiciones salgan a la luz porque son los mensajes cifrados del alma para seguir el Plan de Vida, para volver a Dios.

         Y cuando decimos eso añadimos que hemos de detener el carrusel de la mente, que hemos de dominar los pensamientos, que hemos de terminar con la tiranía que la mente ejerce sobre nuestras vidas. Es como si en el viaje al corazón tuviéramos que abandonar a la mente una vez maniatada y debidamente amordazada.


         Si, hay que dominarla pero no enterrarla, ha de ponerse al servicio de la vida sin consentirla caprichos, ha de ejercer su papel de primera dama con honradez, con mesura, sin corrupción. Porque para poder viajar al corazón, alguien tiene que dar la orden, alguien tiene que dirigir el proceso, alguien tiene que explorar el camino, alguien tiene que evaluar las diferentes opciones, alguien tiene que analizar los primeros pasos, alguien tiene que sentarse a descansar de vez en cuando y contemplar el camino, alguien tiene que esperar pacientemente resultados.

         Y ¿Quién ha de ser ese alguien?: La mente, pero controlada por aun no sé muy bien quien, no sé si es el alma, no sé si es la conciencia, no sé si es el ego, no sé si es el mismo corazón o la misma mente. Lo único que sé es que necesitamos la mente. Descansada, controlada, dominada, desapegada, pero, a fin de cuentas, mente.


domingo, 13 de diciembre de 2015

¿Por qué no somos felices? (y 2)


¿Qué es madurar y dejar de comportarse como bebés? Está claro que el mero hecho de vivir ya comporta un crecimiento y una evolución, pero no son más que la evolución y el crecimiento de vida. El hecho de envejecer no supone ningún plus en habilidades interiores.

¿Qué es, entonces, madurar, evolución o crecimiento interior?:

-          Madurar supone llegar a ser libres interiormente.
-    Es conseguir una transformación que nos va a dar la capacidad de elegir como nos queremos sentir.
-       Es una transformación en la que podemos ver y sentir, de un modo natural, una realidad que está más allá de lo que ha sido hasta ahora la propia experiencia, ya que permite ver el mundo con una amplitud y una profundidad desconocidas hasta ahora.
-     Es un trabajo para contemplar la Realidad, para contemplar la Verdad, para encontrarse con Dios.
-       Es ver con ojos nuevos, es descubrir, no solo intelectualmente, sino desde el corazón, que somos UNO con el Universo, es ver la conexión de todo lo creado.

También hablamos de conciencia. Pero ¿Qué es la conciencia? La conciencia es el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno. Por lo tanto desarrollar la conciencia es llevar ese conocimiento al límite extremo para conocer absolutamente todo de uno mismo, y todo es: Cuerpo, mente, energía, emociones, espiritualidad. La conciencia, que empieza con el conocimiento de uno mismo en lo físico, se expande hasta límites que no pueden ser percibidos por el cerebro humano.

Y por último hablamos de construcción de carácter: Esta va a ser la clave. Vamos a crecer y a evolucionar construyendo nuestro carácter.

El carácter de una persona lo constituyen las peculiaridades o cualidades que la distinguen de los demás.

Construimos nuestro carácter al repetir pensamientos, al repetir emociones y sentimientos, y por los hechos que resultan de ellos.

Repite un hecho muy a menudo, frecuentemente, y se convertirá en un hábito.



Un pensamiento puede desaparecer pronto, podemos olvidar cualquier hecho, pero ambos dejan una marca en el carácter, aunque sea ligero. Si no desaparecen pronto y se vuelven costumbre, graban profundamente. Todo es energía.

El carácter es la colección de hábitos y tendencias que hemos construido en todos nuestros cuerpos. Es la acumulación de hábitos del cuerpo, de las emociones y sentimientos, de los hábitos de la manera de pensar y de la moral, hábitos de obedecer a la voz de la conciencia, o de ceder a la tentación, como también, hábitos de entrenamiento en todos los campos del esfuerzo. Es lo que hemos construido en nosotros mismos.

El carácter es el ropaje interno e invisible que el Ego teje alrededor de sí mediante sus pensamientos y acciones, hebra por hebra, fibra por fibra. Durante la vida mejoramos este carácter, o lo degradamos y lo echamos a perder. Al final de la vida, el carácter todavía permanece como una acumulación de fuerzas y energías, y como tal, no puede ser aniquilado ni destruido. ¿Qué le sucede al carácter después de la muerte?

Pues que permanece inalterado y latente hasta que el alma decide encarnarse en un nuevo cuerpo, momento en el que en su bolsa de viaje aparece el carácter forjado vidas tras vida. Así el recién nacido es virtualmente una reproducción de la persona que ya existió en vidas anteriores.

El carácter de una persona está profundamente arraigado y no cambia de un día para otro, o de hora en hora, como lo hacen nuestra manera de pensar y nuestros sentimientos. No podemos cambiar nuestro carácter como lo hacemos con nuestra disposición de ánimo, en un instante, pero podemos cambiarlo y remodelarlo con el mismo método que utilizamos al construirlo. Si un edificio no es lo que debería de ser, y queremos remodelarlo o reconstruirlo, eso sólo puede lograrse al reemplazar partes defectuosas por unas nuevas y mejor diseñadas, y esto debe hacerse poco a poco.

No puede lograrse con un impulso sencillo, sino mediante un proceso lento y laborioso. No existen atajos para remodelar el carácter. Esa es la razón por la cual las resoluciones de Año Nuevo, ahora que lo tenemos a la vuelta de la esquina, aunque beneficiosas, son tan a menudo inefectivas. En nuestra euforia pasamos por alto la realidad de que lo que esperamos que cambie con un mínimo esfuerzo, fue construido por pensamientos y hechos, repetidos una y otra vez, durante largos periodos en el pasado. A fin de que funcione, el esfuerzo debe ser constantemente renovado y resueltamente continuado a lo largo del año, mes a mes, día a día.

La Sabiduría Oriental lo expresa así:

Si siembro un pensamiento, cosecharé una acción;
 si siembro una acción, cosecharé un hábito;
  si siembro un hábito, cosecharé un carácter;
   si siembro un carácter, cosecharé un destino.


              Pero puede hacerse. Solo hay que ponerse. ¡Querer es poder!

jueves, 12 de noviembre de 2015

Aquí está la solución a tus problemas (y final)


             Es muy fácil decirlo, pero me ha costado bastante tiempo llegar a mi interior, y además, cuando consigo llegar, siempre sucede algo, un ruido, una música, un pensamiento, que me devuelve de inmediato al exterior volviendo a la locura de la vida, y además no soy consciente de inmediato, tardo en reaccionar. ¡Engancha tanto la mente!


Sin embargo, algo sucede cuando entro: La locura se vuelve paz, el deseo se vuelve aceptación, el deseo de venganza se vuelve perdón, la tristeza se transforma en alegría,  el estrés se vuelve sereno, el orgullo convive con la humildad y el desdén se vuelve compasivo. La preocupación desaparece y el miedo se desvanece en brazos del amor. Encuentro justificación a la sinrazón del mundo, me olvido de juzgar a mi vecino y de criticar a mi jefe, entiendo a todo el mundo. A mí no me importa. Todo está bien.
Los deseos materiales se evaporan como el humo, y aparecen otro tipo de deseos, los deseos espirituales, pero no agobian, no preocupan, todo tiene su tiempo, las cosas de Dios también lo tienen.
Dentro de mí no existe ni pasado, ni presente ni futuro. Sólo ahora. Sé que soy un ser espiritual viviendo una experiencia humana, sé que soy lo que quiero ser, sé que nada en la vida es permanente, ni importante, ni imprescindible, sé que todo es pasajero, ya que también lo es la misma vida.
Sé todo lo que necesito saber, y tengo todo lo que necesito tener. No necesito más. Todo está en mi interior. Todo está bien.


viernes, 30 de octubre de 2015

Aquí está la solución a tus problemas (4)

Decíamos en una de las entradas anteriores que el viaje hacia el interior, se realiza suavemente, deslizándose con la respiración consciente, después de dominar los pensamientos, manteniendo una atención constante y aceptando todo lo que el fluir de la vida nos ofrece, que no es más que aquello que nos envía el Universo, fruto de la atracción que nuestros pensamientos han generado con anterioridad.

Podemos resumir todo el párrafo anterior en una sola palabra “Atención”. Mantener la atención permanente en el fluir de la vida es el tobogán que nos permite deslizarnos hacia nuestro interior. Es paradójico, vivir la vida con total atención, que no es más que ser total y absolutamente conscientes de los sucesos de la vida en el exterior, hace que podamos llegar al interior y vivir esos sucesos desde dentro.

Y eso es así porque la atención está desprovista de pensamiento, que es el principal, y casi me atrevería a decir único, enemigo del ser humano, mucho más que cualquiera de lo que podamos calificar como peligro extremo, como podría ser encontrarnos de frente con un ladrón asesino, o estar flotando en el mar sentados en una barca de juguete en mitad de un tornado. Porque el asesino y el tornado todo lo más que pueden hacer es acabar con nuestro cuerpo y, sin embargo, los pensamientos ennegrecen la conciencia y destrozan la vida en el cuerpo.



Recordar, somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Cuando se acaba el cuerpo se interrumpe la experiencia en la materia, pero seguimos vivos con toda nuestra luz y nuestra conciencia al otro lado de la vida. Si se ennegrece la conciencia se va a necesitar más tiempo, más vidas, más experiencias humanas para volver a dejarla limpia y clara. Se retrasa, en definitiva, la unión con Dios.

Ya sabemos que para los que viven en la periferia de la conciencia asomados al exterior en el balcón de la vida, la vida física es lo más grande y solo pensar en perderla les aterra, pero llegará el día que piensen en la muerte como una liberación. Una liberación de la vida, que aunque sea una experiencia hermosa, no deja de ser un tanto monótona y pesada.

Sigamos con la atención: El secreto para mantener la atención, es dominar el pensamiento, y se domina el pensamiento con atención. Es una especie de círculo vicioso. Desde luego no se puede decir que nos lo pusimos fácil al otro lado de la vida. Es posible que con una mente menos poderosa hubiéramos terminado antes, aunque bien es cierto que el mérito no sería el mismo que con nuestra mente actual.

Como no podemos cambiar nuestra mente, ¡es la que tenemos!, no nos va a quedar más remedio que dominarla, y para eso podemos, y me atrevería a decir que debemos utilizar algunas herramientas que sirvan de apoyo para facilitar el trabajo: respiración y meditación.

Vamos a repetir algo súper conocido: “Todo es energía”. El pensamiento también lo es. Y tengamos en cuenta otra máxima: “La energía siempre sigue al pensamiento”. Esto quiere decir que donde va el pensamiento se va la energía. Por lo tanto, si cuando se tiene un pensamiento se piensa: “No quiero tener este pensamiento”, lo que se está haciendo es alimentar con energía extra al pensamiento. Es como decir: “No pienses en un elefante blanco”, ¿Qué es lo primero que viene a la mente?, pues un elefante blanco. Para eliminar un pensamiento se le ha de retirar la energía. Para eso lo mejor es llevar la atención a otro lugar que no sea el pensamiento, y el mejor lugar para desviar la atención, entre otras razones porque siempre está ahí, es la respiración. Si cuando se tiene un pensamiento, la persona es consciente de ese pensamiento, y quiere que desaparezca de su mente, solo tiene que llevar la atención a la respiración y mantenerla, y de inmediato el pensamiento se esfuma, como el humo.

¿Qué significa llevar la atención a la respiración y mantenerla? Significa meditar. La definición de la meditación lo dice: Meditar es mantener la mente limpia de pensamiento.

Por lo tanto, meditar para mantener la mente sin pensamientos, va a hacer que se viva la vida con total atención, y va a ser esa atención el lubricante que va a permitir el deslizamiento suave hacia el interior.


¡Bien, ya estoy dentro!, y ahora ¿Qué? ¿Cómo encuentro eso que estoy buscando?


viernes, 23 de octubre de 2015

Aquí está la solución a tus problemas (2)

¿Cómo entrar en el interior de uno mismo? Es muy posible que esta sea la segunda pregunta del millón. Después del ¿Quién soy?, ¿De dónde vengo?, ¿Adónde voy?, esta creo que es la pregunta que le sigue en importancia a las preguntas de la identificación, a esas preguntas en las que la respuesta nos sitúan un poco bajo el foco de lo que somos los seres humanos. Porque una vez sabido quienes somos, hemos de contactar con nosotros mismos, y ese contacto se va a realizar dentro, mirando al corazón, escuchando al alma; y para establecer el contacto dentro, hay que entrar, y para entrar hay que saber cómo.

Ya son muchas las personas que saben que son hijos de Dios, y saben que hacen aquí, pero no terminan, o mejor no empiezan a actuar como tal, como abanderados de la Divinidad, podríamos decir, espero no cometer un sacrilegio, como los auténticos voceros de Dios, como los auténticos representantes legales de sus intereses en la Tierra, ¿Quién mejor que un hijo para representar al Padre?

Y ¿Por qué no lo hacen? Pues porque no saben muy bien cómo actuar, el conocimiento que tienen es meramente intelectual, falta la experiencia, a pesar de esas meditaciones en las que cuando finalizan dicen “que fuerte”. Ese “que fuerte”, es como una gota de agua recibida, en comparación con el océano que les está esperando. La realidad es que pasar del conocimiento intelectual a la voz de la experiencia por haber integrado el conocimiento es posiblemente el paso más difícil que hemos de dar como seres humanos. Y ese paso es precisamente entrar a nuestro interior.

Por eso tenemos que hablar de la relajación, de la meditación, del viaje a la India, de la charla que escuchamos al maestro, al gurú o al monje tibetano, por eso tenemos que hablar de una determinada técnica o de lo intenso que fue el último intensivo. Todo esto son pasos correctos y posiblemente necesarios, aunque no imprescindibles, para poder dar el paso hacia nuestro interior, paso que significa dejar de vivir en la cabeza para vivir en el corazón, paso que significa abandonar la periferia de la conciencia para sumergirnos totalmente en ella.


El viaje hacia el interior, se realiza suavemente, deslizándose con la respiración consciente, después de dominar los pensamientos, manteniendo una atención constante y aceptando todo lo que el fluir de la vida nos ofrece, que no es más que aquello que nos envía el Universo, fruto de la atracción que nuestros pensamientos han generado con anterioridad.

Las cinco líneas anteriores bien podrían ser el prologo de cientos de tratados que hablan de la respiración consciente, de la atención plena, de la meditación, del perdón y de la aceptación, de la fuerza de los pensamientos y de las Leyes del Universo.

Cuando me siento delante de la computadora para escribir lo que será un nuevo post, lo hago solamente con una idea inicial, una especie de titulo, y nunca sé, en ese momento hasta dónde puede llegar. Es tecleando que van apareciendo las ideas que se van plasmando prácticamente sin ser totalmente consciente. En este caso, al llegar a estas cinco líneas he sido consciente de que me he metido, o me han metido, en un berenjenal, y de que la salida no va a poder ser lo que pretendía, que era escribir un post de dos folios máximo, esto se va a tener que convertir en una especie de tratado. No, por supuesto que no lo voy a hacer, no estoy preparado para eso, ya hay maestros que han dictado esos tratados, pero si voy a intentar, resumir ese prólogo de tratados según mi humilde, corta y personal experiencia.  


Así que aquí termina esta segunda entrada. Seguiré, utilizando el mismo titulo en las siguientes

sábado, 17 de octubre de 2015

Aquí está la solución a tus problemas

        
El secreto de todo lo que estás buscando, sea lo que sea, está dentro de ti. Ya sé, ya estoy escuchando tus pensamientos, son demasiado fuertes: “Lo que yo busco es una pareja, ¿Cómo la voy a encontrar dentro de mí?”, o “¿Cómo voy a conseguir dentro de mí el dinero que necesito para la hipoteca de la nueva casa?”, o “¿Cómo voy a conseguir encontrar dentro de mí la solución que busco para solucionar el problema del calentamiento global de la Tierra?”, y tantos más pensamientos de todas y cada una de las personas que están buscando algo material. O de personas que no buscan nada material: “Solo quiero consuelo y entender el porqué de la perdida de mi hijo”.

            Aunque también estoy escuchando pensamientos de personas que no están buscando nada en concreto: “Pero ¿Cómo vamos a entrar dentro con todo lo que hay fuera, para ver, para oír, para probar, para tocar, para vivir, para sentir, para gozar?”. 
      
Sería bueno ir desgranando conceptos y saber que significa entrar dentro de uno mismo, sería bueno saber dónde se encuentra la puerta de entrada, y sería bueno saber cómo es posible conseguir dentro algo que se encuentra fuera.

            Entrar dentro de uno mismo significa vivir hacia en el interior, sin dejarse impresionar ni bien ni mal, ni mucho ni poco, por cualquier situación, por cualquier suceso o por cualquier circunstancia que ocurra en el discurrir de la vida. Y cuando decimos cualquier situación, cualquier suceso o cualquier circunstancia, es cualquiera, del tipo que sea, cualquiera de las que en la actualidad se puedan calificar como buena, (que toquen millones en la lotería), como mala, (quedarse sin empleo o que se incendie la vivienda), o dramático, (la muerte de un ser querido).     Puedes añadir esa circunstancia terrible que estás viviendo: “Embarazada del que será tu cuarto hijo, abandonada por tu esposo y sin ingresos fijos con los que hacerle frente a la vida”. Puedes añadir, también, tu circunstancia particular de vida, sin importar la que sea.

            Porque vivir hacia el interior trata de que sin variar ni un ápice tu vida, puedas vivirla sin sobresaltos, sin agobios, sin miedos, sin dolor, sin sufrimiento, sin ansiedad. Si, a pesar de esa circunstancia buena, mala, terrible o dramática que estás viviendo.

            ¿Cómo puede ser no sentirse afectado por tantas y tantas vicisitudes como acontecen en la vida solo con desviar la mirada, del exterior hacia el interior?



Es que no se trata de desviar la mirada, no se trata de ignorar tu realidad, no se trata de olvidar al instante cada hecho, no se trata de jugar a “aquí no pasa nada”, no se trata de cerrar los ojos, no, al contrario, se trata de vivir la vida con los ojos bien abiertos, se trata de mantener vivo el recuerdo, (que no el pensamiento), sin olvidar nada, se trata de saber exactamente qué está pasando en cada momento, se trata de hacerle frente a la vida, se trata, sencillamente, de vivir la Vida, se trata de vivir la Verdad.

Vuelvo a escuchar vuestros pensamientos: “Si estoy viviendo la vida, y me encuentro con un episodio desagradable, tengo que sufrir”. Si, tienes razón, tienes que sufrir, pero las preguntas siguientes serian: ¿Cuánto ha de durar ese sufrimiento?, ¿Cuánto de intenso ha de ser?

Es normal que afecten los sucesos que van ocurriendo en la vida, pero lo que no es normal es que esos sucesos afecten el resto de la vida o una larga temporada. Todo lo que ocurre sucede en un momento, El sufrimiento que eso genere no ha de alargarse en el tiempo, debe de ser asimilado, entendido e integrado en el menor tiempo posible.

La duración del tiempo para asimilar, entender e integrar los sucesos viene determinado por la madurez de la persona, por la madurez de su carácter, por la expansión de su conciencia o por el crecimiento adquirido. O lo que es lo mismo el tiempo de sufrimiento es inversamente proporcional al punto de su viaje al interior en el que se encuentra la persona. Es decir, una persona que viva en la periferia de su conciencia, lo cual significa que solo vive hacia el exterior, va a sufrir lo indecible y durante un largo periodo de tiempo, mientras que otra persona que ha conseguido expandir su conciencia y acercarse a su interior va a sufrir menos, tanto menos cuanto más adentro se encuentra.

¿Significa eso que entrar dentro de uno mismo endurece a la persona? La respuesta es no, al contrario, la dulcifica, la hace más amorosa, más comprensiva, más tierna, más tolerante, porque lo que se encuentra la persona cuando entra en sí, es a Dios, y Dios es Amor. 

Al entrar en su interior la persona conecta con su parte divina, y llega a la comprensión de la razón de su existencia, llega al entendimiento del por qué de todas las cosas, sabe que todo es producto de un plan, del Plan Divino, sabe que todo es perfecto, sabe que cualquier suceso que ocurra o cualquier situación que se presente ha sido planificado con minuciosidad para su propia experiencia y que lo que debe extraer de todo ello es el conocimiento que tal situación comporta. Por eso no tienen razón de ser los enfados por que los resultados no sean los esperados, no tienen razón de ser los sufrimientos por enfermedades o perdidas, no tienen razón de ser las decepciones ocasionadas por familiares o amigos, no tienen razón de ser los miedos ante el discurrir de la vida, y sobre todo no tiene razón de ser las vueltas y más vueltas que se le dan en la mente a esas situaciones buscando ¿Qué?, buscando nada.

Hay que vivir la experiencia totalmente despiertos, con total y absoluta conciencia de lo que está sucediendo para integrar en el alma el aprendizaje, sabiendo que no es más, sea lo que sea, que un peldaño más en el despertar del sueño de la vida.

Todo esto es lo que sucede por vivir en el interior de uno mismo. En la próxima entrada veremos cómo llegar a ese interior y como conseguir lo que buscamos.



miércoles, 14 de octubre de 2015

De guerrero a héroe

                En la vida física tenemos un sinfín de oportunidades de crecimiento. Casi me atrevería a decir que las tenemos todas. Es mucho más rápido el aprendizaje dentro de un cuerpo que el que se puede atesorar al otro lado de la vida, sin cuerpo.

                La razón es simple. Al otro lado de la vida nada interfiere en nuestro contacto con Dios, sabemos lo que somos y lo que tenemos que hacer, mientras que en este lado, dentro del cuerpo, no tenemos ninguna conciencia de lo que somos, no tenemos conciencia de Dios, no tenemos conciencia de nuestra divinidad, no tenemos conciencia de la tarea a realizar, nuestra conciencia no va más allá de nuestro cuerpo físico, al menos en un elevadísimo porcentaje de personas, en realidad nuestra conciencia mientras permanecemos dentro de un cuerpo está tan comprimida, y tan impregnada de materia que prácticamente solo tenemos conciencia de nuestra realidad física.

                En estas condiciones, podemos calificar de auténticos héroes a todos aquellos que, a pesar de la pesadez del cuerpo, a pesar de la contaminación de la materia, a pesar de la sociedad, maligna, corrompida y carente de valores, a pesar de la enseñanza recibida, a pesar de la desinformación, en un alarde de locura, como lo podrían calificar sus conocidos, o en un alarde de valentía como se contempla desde el otro lado de la vida, comienzan una lucha consigo mismos para expandir esa conciencia que permanece dormida en lo más recóndito de sus deseos.



                Por eso el crecimiento realizado desde el cuerpo, es de una rapidez y una eficacia extraordinaria, ya que contra viento y marea, en contra de lo aprendido, en contra de las iglesias, en definitiva en contra de la sociedad, el héroe, o el guerrero, como también se le denomina, comienza, al principio lentamente, tratando de buscar respuestas, a preguntas sencillas, como ¿Quién es?, o ¿Qué hace aquí, en esta vida que parece tan injusta?, y cuando descubre lo más importante, que las respuestas no le van a llegar desde el exterior, sino desde su grandeza interior, la rapidez en su crecimiento se convierte en exponencial. Desde entonces, a más expansión de su conciencia, menos recorrido en el camino de la vida tendrá que recorrer.

                Los guerreros se van convirtiendo en héroes a medida que avanzan en su despertar. Sus batallas las libran, en un principio, a golpe de tambor, que todo el mundo sepa, o al menos su mundo, que están involucrados en una guerra contra lo establecido, queriendo incluso arrastrar a los suyos en su propia lucha. Después comienzan a comprender que cada persona ha de librar su propia batalla y recorrer su propio camino de despertar, y dejan de tocar los tambores, para vivir el silencio tanto en su interior, como en su exterior.

                Pero después, cuando se comienza a abrir los ojos, hay que seguir atentos, porque la mente, con su inmenso poder, va a tratar de amarrar a esa conciencia que se despega de ella para expandirse más allá de la realidad física, como si de un globo se tratara, para que se quede en la periferia del cuerpo y no se aleje demasiado. Entonces el guerrero es como si se convirtiera en un soldadito de plomo, sin fuerzas para seguir en su despegue.

                Hemos de aprovechar la vida física. Una vida es cortísima, y hemos de permanecer atentos a esa mente que intenta que el globo no se eleve. No nos puede valer quedarnos en la periferia de la conciencia, hemos de seguir la pelea. Esta no se acaba hasta que seamos total y absolutamente conscientes de nuestra divinidad, y de nuestro Amor por toda la humanidad. Hasta que lleguemos ahí, aun nos quedan viajes de ida y vuelta. No dejes que te acune la mente haciéndote creer que como lees libros “raros”, o meditas a veces, ya estás por encima del bien y del mal. No te dejes engañar, el final sucede cuando Amas, no cuando hablas del amor.

                

domingo, 23 de agosto de 2015

El perdón: Una gran medicina


            Tal como somos los seres humanos parece normal que si alguien nos ofende, nos desprecia o nos humilla, bien sea con palabras o con acciones, nos sintamos ofendidos, despreciados, humillados, posiblemente engañados, o robados, o sencillamente defraudados, aunque también nos podemos sentir ofendidos porque sencillamente alguien no haya cumplido con nuestras expectativas, ¡Los seres humanos somos así!  Y también parece normal que mantengamos en nuestro interior el recuerdo de tal ofensa, y que no sintamos en nosotros la necesidad, ni la intención de perdonar tal humillación. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, después de lo que nos han hecho, ¡Cómo vamos a perdonar!, ¡A quien se le puede ocurrir semejante desfachatez!
            Pues a pesar de lo que nos hayan hecho, hay que perdonar, sin  tener en cuenta si ha sido más o menos grave hay que perdonar. Incluso me atrevería a decir que es más necesario perdonar cuanto mayor ha sido la ofensa.
            La ofensa que la persona mantiene en su recuerdo, es el caldo de cultivo de la ira, del rencor, del miedo, del resentimiento, del dolor, de las ataduras, del odio, del deseo de venganza, y de un montón más de sentimientos negativos. Todos estos sentimientos negativos son desequilibrios emocionales, que más pronto que tarde pueden afectar al cuerpo físico. Es decir, que hay que perdonar por una cuestión práctica, por una cuestión egoísta, hay que perdonar para encontrarse bien emocional, mental y físicamente.
            Aunque prácticamente todas las religiones mantienen en sus estatutos la necesidad del perdón para alcanzar la Gloria Eterna, en las distintas formas, según la ideología religiosa, pero como la Gloria Eterna no parece que tenga suficiente tirón, no solo entre los seguidores y feligreses de las distintas religiones, sino ni tan siquiera entre la cúpula directiva, (ya que todos incumplen sus propios estatutos), elijamos una razón más egoísta y más pragmática: nuestra salud.
            Mantener la ofensa viva en el recuerdo significa darle vueltas y vueltas a la ofensa un día sí y otro también, es decir, mantener la ofensa viva en el recuerdo es vivir en el pasado. Mantener la ofensa viva en el recuerdo significa elegir el sufrimiento. Pero el pasado ya pasó, el pasado no existe, recordar la ofensa significa mantener las ataduras de algo que ya no existe nada más que en el propio pensamiento, impidiendo vivir la vida plenamente.
 
Cuando algo pasa por la mente, para ella eso está sucediendo realmente en ese momento, ya que la mente no discrimina entre pasado, presente y futuro, para ella todo es ahora, por lo tanto, cada vez que pensamos en el hecho o en la persona que lo provocó, volvemos a experimentar las mismas sensaciones desagradables que vivimos originalmente, ya que generamos en ese momento la misma energía negativa que se generó en el momento de producirse la ofensa, o posiblemente más, ya que en la visualización de la ofensa podemos añadirle escenas que hagan aun más dramática la situación, con lo que la energía negativa generada puede desbordar cualquier previsión.
            Todo es energía. Cada pensamiento es energía. Imagina que la ofensa te ha generado rencor, que no es nada más que una pelotita de energía negativa, que se va repartiendo por los chakras, que son esas centrales de energía que determinan nuestro carácter, nuestras emociones y nuestro propio estado de salud física. Por un lado la propia forma de pensamiento de la ofensa, según se va descargando una y otra vez en el cerebro para expresarse, va creciendo y creciendo, hasta convertirse en una forma de pensamiento enorme, que hasta cambia de nombre, para llamarse entidad de pensamiento, con una característica fundamental, “tiene vida propia”, es decir, que quiere vivir, y su alimento es la energía generada con el propio pensamiento, con lo que el pensamiento de la ofensa vuelve una y otra vez al cerebro. Y por otro lado esa energía generada va alimentando la pelotita del rencor, hasta llegar al extremo, si no se pone remedio, de que esa energía de rencor va enquistándose en cada célula del cuerpo.
            Resumiendo, pensar permanentemente en la ofensa, manteniendo y alimentando el dolor y el rencor es cavar la propia tumba, o acelerar su traslado a ella, manteniendo además mientras dure la vida un estado emocional lamentable.
            Observa la paradoja: El ofensor, que es el que ofende, se queda tan feliz, sin que se altere su paz interior y sin sufrir el más mínimo desgaste emocional, mientras que el ofendido, que le da vueltas y más vueltas a la ofensa, alimenta su rencor y destroza su cuerpo energético, y por ende su cuerpo físico con ese veneno generado por sus pensamientos. Es como si el ofendido se tomara cada día una gota de veneno, quien sabe si esperando que se envenene el ofensor, cuando es él el único perjudicado.
            Perdonar no es más que la liberación de las emociones destructivas que nos atan al pasado de manera enfermiza: El perdón nos libera, por lo tanto de la ira, el miedo, el resentimiento, y un sinfín más de emociones negativas, permitiendo que el corazón se abra a la alegría, a la paz y al amor.
            El perdón es una de las claves para mantener o recuperar la salud, y sobre todo la llave maestra que nos va a dar acceso a la libertad. La libertad de vivir sin que las actitudes y los actos de otras personas dejen de tener poder sobre nosotros. Es realmente triste y lamentable vivir atados a las decisiones de otros, a las palabras de otros, o a las actitudes de otros, ya que eso es como si nos robaran la misma vida, porque dejamos de vivir una vida plena para vivir actitudes negativas de otros.
            El perdón no exime de su culpa al ofensor, ni le exime de las consecuencias, pero si permitirá que vivamos felices, con independencia de lo que piensen, digan o hagan los demás, tanto a nuestro favor como en nuestra contra.
            La serenidad que se consigue perdonando nos hace conscientes de que con nuestro perdón nada cambia del pasado, pero que si cambia, y de manera radical nuestro presente, presente que es la base para nuestro futuro, con lo cual cambiando ese presente aseguramos un futuro diferente al que nos esperaba con una vida llena de rencor y de sombras.
            El perdón es un proceso interior, es algo que afecta a nuestra manera de pensar, afecta a nuestra conducta y por supuesto a nuestras emociones.
            Sabemos que el proceso de perdonar está concluido cuando dejamos de sentirnos atrapados en una relación, sobre todo emocional y mental, con el ofensor, y cuando el recuerdo de la ofensa y del ofensor genera una reacción como ver el cielo azul, los pájaros volando, o el agua discurriendo por el río, vamos que no nos afecta en absoluto.
            Es necesario perdonar por nuestra salud física. Nada tienen que ver ni la espiritualidad, ni las religiones, solo es una cuestión de salud. Existen estudios que demuestran que la rabia, el rencor, la vergüenza, la agresividad y el sentimiento de culpabilidad crónica están muy relacionados con la enfermedad física.
            El resentimiento y la culpabilidad, sobre todo cuando han sido con frecuencia reprimidos, son factores que afectan, inhibiendo en gran manera al sistema inmunitario, con lo cual la enfermedad física está servida.
            Las personas que en su imaginación no conciben perdonar a otros, muestran cambios en la presión sanguínea, en la tensión muscular y en la respuesta inmunitaria; sin embargo, las que si pueden imaginarse perdonando a su ofensor manifiestan, de inmediato, una mejoría en su sistema cardiovascular, muscular y nervioso.
            Perdonar no es olvidar. El que espera llegar a olvidar para perdonar no lo logrará jamás, porque el cerebro lo registra todo. No se puede olvidar. Sin embargo cuando se dice: “Perdono, pero no olvido”, es como si avisáramos de que eso está dentro aguardando para cobrarse la deuda. Eso no es perdón.
            Perdonar no es justificar comportamientos negativos o inadecuados.
            Perdonar no quiere decir que apruebes o defiendas la conducta que te ha causado dolor, ni tampoco excluye que tomes medidas para cambiar la situación o proteger tus derechos.
            Perdonar no justifica en nada lo sucedido.
            Perdonar no es fingir que todo está bien cuando sientes que no es así.
            Perdonar no es tener que hablar directamente con la otra persona: El perdón no exige la comunicación. Sólo es un acto personal de liberación de energía que nos está haciendo daño.
            Perdonar no es ser ingenuos: Perdonar nunca significa permitir que un ofensor se salga con la suya, ni tampoco una manera de ignorar el problema. El perdón hace que la persona tenga una visión realista de quien es realmente el ofensor.
            Como perdonar es un trabajo interior, es algo que se puede hacer en soledad en la soledad de nuestra meditación. Después de tu meditación. Y si no haces meditación, (que deberías hacer), en cualquier momento del día.
  • Sube las manos a la altura de los hombros, con los brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las palmas al frente.    
  • Lleva la atención al corazón.
  • Visualiza a la persona que vas a perdonar delante de ti.
  • Lleva la atención a tu corazón sintiendo que sale un rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y repite en tu interior: Yo te perdono, cualquier cosa mala que me has hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no te acuerdes de lo que es.
  • Y después dile: Y tú, perdóname por todo el daño que te he hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no me acuerde de lo que es.
Y no nos queda más remedio que hacerlo hasta que recordemos el hecho sin sentir ninguna de las emociones negativas que nos generaba en un principio.