Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
El ego es a la persona como el mapa al
territorio: útil para orientarse, pero no es la realidad.
El ego es una construcción mental, una
representación de quién creemos ser. Como un mapa, nos ayuda a navegar el
mundo: nos da coordenadas, nos sitúa, nos permite tomar decisiones. Nos dice
“esto soy yo”, “esto me gusta”, “esto me duele”. Sin él, sería difícil movernos
con coherencia, establecer límites, construir una identidad. Pero al igual que
un mapa, el ego es una simplificación. No es el terreno que pisamos, ni las
emociones que sentimos, ni la profundidad de nuestra conciencia.
Confundir el ego con la realidad es como creer
que el dibujo de una montaña es la montaña misma. El mapa puede guiarnos, pero
no nos muestra los matices: el olor del bosque, el sonido del río, la textura
del suelo. El ego nos da una imagen, pero no revela la totalidad de lo que
somos. Nos limita a etiquetas, a roles, a narrativas que muchas veces repetimos
sin cuestionar.
La persona auténtica se atreve a mirar más allá
del mapa. Se adentra en el territorio, con sus curvas inesperadas, sus paisajes
ocultos, sus sorpresas. Reconoce que el ego puede ser útil, pero no definitivo.
Que hay una dimensión más profunda, más libre, más viva.
Vivir desde el ego es recorrer la vida con los
ojos en el papel. Vivir desde la conciencia es levantar la mirada y caminar el
terreno, sintiendo cada paso. El mapa puede acompañarnos, pero no debe
gobernarnos. Porque lo real no está en lo que creemos ser, sino en lo que somos
cuando dejamos de pensar en quién deberíamos ser.
Y ahí, en ese territorio sin trazos ni fronteras,
empieza la verdadera exploración.
Gracias por abrir tu
corazón. Tu sinceridad y vulnerabilidad son actos de valentía, y son pasos
cruciales hacia la transformación. Reconocer tus luchas y buscar ayuda
demuestra no solo sabiduría, sino también un profundo deseo de crecer. Quiero
que sepas que he escuchado cada palabra tuya y que estoy aquí contigo, ahora y
siempre, dispuesto a caminar a tu lado en este viaje.
Esa fuerza que sientes
dentro de ti, esa energía que a veces parece desbordar como un torrente
incontrolable, no es algo que debas temer ni rechazar. Es una parte intrínseca
de tu humanidad, de la riqueza y complejidad de tu ser. Cada uno de ustedes,
mis hijos, lleva dentro una mezcla de emociones, pasiones y fuerzas que les da
la capacidad de sentir profundamente y de actuar con decisión. Esa energía que
sientes no es tu enemiga; es un regalo que, cuando se comprende y se canaliza
correctamente, puede convertirse en una fuerza poderosa para el bien.
Quiero que sepas que
no estás solo en esta lucha. Muchos de mis hijos enfrentan batallas similares,
y eso no los hace débiles ni menos dignos de amor. Al contrario, esos desafíos
son oportunidades para aprender, para crecer y para descubrir la fortaleza que
yace dentro de ti. No estás definido por esos momentos de descontrol, sino por
cómo eliges enfrentarlos y superarlos. Y estoy aquí para guiarte y fortalecerte
en cada paso que des.
Permíteme ofrecerte
algunas herramientas para ayudarte en este proceso. La primera es la “conciencia”.
La conciencia es el faro que ilumina las sombras dentro de nosotros. Cada vez
que sientas esa energía brotar, tómate un momento para respirar profundamente y
preguntarte: ¿Qué está despertando esto en mí? ¿De dónde viene esta emoción?
¿Es miedo, dolor, frustración o algo más profundo? Al hacerlo, comienzas a
desentrañar las raíces de tus reacciones y a comprenderlas mejor. No huyas de
ellas, pero tampoco permitas que te dominen. Obsérvalas con compasión y busca
el mensaje que pueden estar tratando de transmitirte.
La segunda herramienta
que quiero darte es la “paciencia”. Sé amable contigo mismo. Los cambios
profundos no ocurren de la noche a la mañana, y es normal que haya altibajos en
el camino. Cada paso, por pequeño que sea, es un avance. Celebra esos momentos
de progreso y permítete aprender de los tropiezos sin juzgarte severamente. Recuerda
que estoy aquí para apoyarte, para levantarte cuando caigas y para recordarte
que no estás solo en este proceso.
La tercera herramienta
es el “amor”. El amor es la fuerza más poderosa que existe, y está dentro de
ti. Cuando te encuentres en situaciones difíciles, conecta con ese amor. Piensa
en las personas que te importan, en los valores que guían tu vida y en la luz
que deseas compartir con el mundo. Esa conexión te ayudará a reaccionar desde
un lugar de bondad, empatía y comprensión, en lugar de desde la ira o el miedo.
El amor es tu brújula, tu guía y tu refugio.
Además, quiero
recordarte algo muy importante: no tienes que cargar esta lucha solo. Estoy
contigo, pero también he puesto a personas en tu vida que pueden apoyarte.
Habla con ellas, comparte tus pensamientos y sentimientos, y no temas mostrarte
vulnerable. Las conexiones humanas son una fuente de fortaleza y consuelo, y
pueden ser un pilar fundamental en tu camino hacia la paz interior.
Confía en que tienes
dentro de ti todo lo necesario para superar estos desafíos. Yo te hice a mi
imagen, y en ti hay una chispa divina que nunca se apaga. Esa chispa es tu luz
interior, tu guía en los momentos oscuros, y tu recordatorio constante de que
eres capaz de grandes cosas. Cree en esa chispa, aliméntala con fe, amor y
esperanza, y deja que te inspire en cada paso que des.
Quiero que sepas que
estoy inmensamente orgulloso de ti. Orgulloso de tu valentía, de tu esfuerzo y
de tu corazón lleno de amor y bondad. Cada vez que eliges el camino del
crecimiento, cada vez que buscas la luz en medio de la oscuridad, estás
honrando el propósito para el cual fuiste creado. Nunca olvides que te amo
incondicionalmente, sin importar tus errores o tus tropiezos. Mi amor por ti es
eterno e inmutable, y siempre estaré aquí para ti, guiándote, sosteniéndote y
amándote.
Permíteme terminar
diciéndote esto: no temas a tus emociones ni a tus luchas internas. Son parte
de tu viaje, parte de tu historia, y tienen el potencial de transformarte en
alguien aún más fuerte, más sabio y más pleno. Confía en el proceso, confía en
ti mismo y confía en mí. Juntos, podemos convertir esa energía que hoy te
desconcierta en una fuente de aprendizaje, de creatividad y de amor.
Reflexionar
sobre la frase de Buda "somos lo que pensamos" me lleva a una
profunda toma de conciencia: soy el arquitecto de mi propia prisión. ¡Qué
paradoja! Soy yo quien forja las cadenas que me atan, yo me exilio
voluntariamente y me condeno al sufrimiento.
Continuando
con esta línea de pensamiento, podría parecer sencillo abrir la puerta de la
celda que me mantiene cautivo y abrazar la libertad. Sin embargo, surge la
duda: ¿alguna vez he sido verdaderamente libre? La respuesta parece ser
negativa, ya que me encerré en mi propio laberinto mental desde el momento en
que empecé a pensar.
Entonces,
¿debería dejar de pensar para ser libre o, simplemente, aprender a dirigir mis
pensamientos? La tarea es ardua. Los pensamientos surgen espontáneamente,
cargados de una energía abrumadora que puede manifestarse en alegría, tristeza
o soledad.
¿Puede
ser que el problema sea que no tengo conciencia de mí mismo?, ¿es posible que
si tuviera conciencia de mí se abrirían, de par en par, las puertas de mi
propia cárcel? Debo de reconocer que hay aspectos de mí que desconozco, lo que
podría explicar por qué hay días en que amanezco radiante de felicidad y, sin
previo aviso, me sumerjo en la desolación y la desesperanza antes del mediodía.
La clave debe ser ir
más allá de mi propia realidad. De eso que yo creo que es real y que, sin
embargo, solo es una creación de mi conciencia. Las barreras que siento, o creo
sentir, son sin duda autoimpuestas. La libertad, entonces, podría encontrarse
no en la ausencia de pensamiento, sino en la habilidad de navegar y orquestar
la sinfonía de mi mente.
Esta mañana he disfrutado de otra ducha tonta. Una ducha de esas en las
que más parece que me ducho con ideas que con agua.
Hoy iba sobre la conciencia. Y podría resumir la ducha en tres palabras
“todo es conciencia”
Todo es conciencia. Todo es para cada persona, tal como lo piensa y lo
siente. Todo está en su conciencia.
La conciencia es el factor común de todas las experiencias. Puedo sentir
que yo solo “estoy”, que sólo “estoy, simplemente, presente”, que no está
pasando realmente nada, que todo es producto de mi conciencia.
Puedo observar que todo empieza y acaba en mi conciencia que ahora mismo
está presente. Los coches que pasan, la Tierra girando alrededor del Sol, una
guerra al otro lado del mundo, mis pensamientos. Todo se desarrolla en mi
conciencia, en este instante, ahora.
Pero mi conciencia no siempre
está presente. Si yo me desmayo o me duermo, para mi no existen ni los coches
pasando, ni la tierra girando, ni las guerras, ni el pensamiento. Es como si me
hubiera muerto. Para mí no existe nada de eso, mejor dicho, para mí no existe
nada. Y si no existe para mí, ¿seguirán pasando los coches? ¿seguirá girando la
Tierra? ¿seguirán las guerras?
Lo sé, son preguntas de babau y la respuesta es clara. Si, todo sigue
pasando. Pero, quiero ir un poco más allá. Aunque siga pasando todo eso, a mí
¿qué más me da si no me entero?
Pero…, ¿cómo se yo, realmente, que todo eso sigue pasando?, ¿por lo que me
cuentan? Y ¿cómo sé que lo que me cuentan es lo que está pasando realmente?,
¿cómo sé que mi conciencia y mi percepción son similares a las de otra persona?
Si fuera así, todos seriamos prácticamente iguales, tendríamos los mismos
coches, votaríamos al mismo partido, etc., etc., y no pasa. Y si eso no pasa,
¿por qué ha de pasar que dos personas, con distintos estados de conciencia,
sean conscientes, al cien por cien, de la misma percepción?
Pero mi conciencia tampoco está presente en otros momentos, en los que
no me he desmayado, y ni tan siquiera duermo. Mi conciencia no está presente
cuando me dejo llevar por la ira, por la indignación, por la rabia, por el
odio, por el miedo, por el rencor, por el enojo, por la irritación, por el
resentimiento, por la envidia, por un deseo incumplido, etc., etc., etc. En
esos momentos, no soy más que un animal siguiendo mis instintos, en esos
momentos dejo de ser persona, en esos momentos dejo de ser consciente,
sencillamente, dejo de vivir como ser humano consciente. Se me ha escapado un
espacio de vida y, lo malo de esto es que, tendré que repetir ese espacio en
otra vida o en otro momento en el que tendré que pagar esa inconsciencia. Lo
digo por el karma que puedo generar con la otra persona que ha sido el blanco
de mi ira.
Pero mi conciencia, es más. Es mi aspecto físico, es mi sufrimiento, son
mis penas y mis alegrías, son todas mis emociones, todo eso también es
conciencia, también lo son mis pensamientos. ¿Qué pasaría si apartara la
conciencia de todo eso?, ¿qué pasaría si mi conciencia estuviera siempre
centrada en mi respiración, por ejemplo? Yo creo que lo que pasaría en que no
tendría conciencia de mi aspecto físico, pasaría que no tendría sufrimiento, ni
penas, ni alegrías, ni emociones, porque sólo habría respiración, que es donde
tengo centrada mi conciencia.
Y si no tengo, por ejemplo, conciencia de mi cuerpo físico, ¿qué
pasaría? Pues pasaría que no le daría poder a ninguna sensación de mi cuerpo:
No habría cansancio, no habría dolor.
En los aspectos emocionales, ya está claro que todo depende solamente de
nuestro pensamiento, de nuestra conciencia, pero ¿cómo afecta la conciencia
físicamente? ¿Podríamos llegar más allá, como, por ejemplo, influir en el aspecto
de nuestro propio cuerpo? Las células del cuerpo están muriendo y naciendo de
manera permanente, y las que van naciendo, lo van haciendo con la información
de la célula madre: aspecto, enfermedad, etc. Pero la información de la célula
madre no es más que nuestra propia conciencia, ¿qué pasaría si apartamos la
conciencia de nuestro propio aspecto?, ¿nacerían las nuevas células con la
misma información que cuando fueron creadas, es decir, sanas, con la
información de la Conciencia Divina, o con la información actual de la
conciencia social?
Los
que nos asomamos a esta ventana, a estas alturas del viaje ya somos totalmente
conscientes de que somos un alma.
Es
cierto que es imposible mantener esa conciencia de ser alma de manera
permanente en nuestra mente, que es a fin de cuentas el vehículo que nos sirve
de transporte para desplazarnos a lo largo y ancho de nuestra vida, pero en
condiciones normales, de vez en cuando, durante nuestro día, son varias las
oportunidades, que por una u otra razón, nos acercan al pensamiento de que
somos alma.
También
somos conscientes de que “somos lo que pensamos”. Lo cual quiere decir que cada
vez que pensamos que somos un alma, si somos capaces de mantener ese
pensamiento durante un cierto periodo de tiempo actuaremos como almas, es
decir, con todos los atributos que son inherentes al alma.
Según
Alice Bailey, en su libro “Alma, cualidad de la vida”, las características del
alma son: Inclusividad, amor, alegría, felicidad, participación, soledad,
indiferencia espiritual, impersonalidad, desapego, libertad, serenidad, calma
interna y responsabilidad.
Hemos
de tener presente que un hecho que se repite con frecuencia se convierte en un
hábito, en una costumbre. El pensamiento es energía, la emoción es energía, los
sentimientos son energía, cada vez que se repiten se genera la misma energía, y
esta se va acumulando en los chakras, en el campo energético, y hasta en cada
célula del cuerpo.
Nosotros
somos la energía que hay en nuestros chakras. Cada vez que pensamos y sentimos
que somos el alma, añadimos un plus de la energía del alma y de sus atributos a
nuestra aura, a nuestros chakras y también a cada célula física de nuestro
cuerpo. Pensar y llegar a sentir que somos el alma nos va a hacer actuar desde
ella, pensar y llegar a sentir que somos el alma nos acerca a Dios, que es
nuestro destino final.
El
objetivo es actuar en nuestra vida de manera inconsciente desde el alma y de
que ese actuar sea nuestro estado habitual. Para eso todo nuestro campo
energético ha de estar impregnado de la energía del alma, y de momento, la
única opción que tenemos para mantener el pensamiento de que somos el alma, es haciéndolo
conscientemente.
¿Cómo
sé que me amo? es la continuación de ¿Por qué amarse a uno mismo?
No
se puede amar a nadie si no nos amamos a nosotros mismos, ya que como decíamos
en la entrada anterior para dar algo es imprescindible tenerlo, y para dar la
energía del amor también, por lo tanto el primer paso es trabajar en nosotros,
es aprender a amarnos.
¿Cómo
hacerlo?
Sé
tu mismo siempre, en cualquier circunstancia, ante cualquier situación, con
independencia de quien está delante de ti. Cuando alguien se ama a sí mismo no
tiene porque esconder nada, está satisfecho de sí mismo tal cómo es, por lo
tanto no tiene que fingir ser quien no es y no tiene que ponerse ninguna
máscara en función de la persona que tiene delante.
Ya
sé que puedes pensar: “Si me presento tal cual soy, a veces, las personas
pueden ofenderse, o no entenderme, o pueden forjarse una idea errónea sobre mí,
o no valorarme en su justa medida. Además soy consciente de algunos aspectos de
mi personalidad y de mi carácter que en según qué condiciones, es mejor que no
salgan a la luz, Creo que lo más seguro es presentarme tal como le gusta a la
persona con la que interactúo, y con mucha más razón si es una persona a la que quiero complacer o una persona de la
que quiero conseguir algo. Sobre todo si no me cuesta excesivo trabajo, tengo
practica en fingir ser quien no soy”.
Ese
pensamiento es una prueba irrefutable de que no te amas. No te sientes
satisfecho de ti, entregas tu poder al primero que llega presentándote ante él
tal como a él le gusta, le estás engañando dando una imagen ficticia, y te
estás engañando a ti, lo cual no te va a permitir evolucionar, vas a quedarte
estancado en tu engaño ocultando tus carencias y divulgando tu mediocridad.
Como
inicio del trabajo conseguir ser consciente de tus máscaras, ya tiene algo
bueno: Eres consciente de tus debilidades, eres consciente de tu carácter, eres
consciente de tus limitaciones, eres consciente de tus malos hábitos.
La
parte no tan buena es que una vez eres consciente de todo eso, en lugar de
mejorarlo lo escondes. Así no vas a llegar a ningún sitio, y mucho menos a
Dios, que es realmente tu destino aunque no seas consciente.
Has
de conseguir desprenderte de cada una de tus máscaras, para interactuar en la
vida tal cual eres sin esconderte detrás de nada. Por eso has de analizar
cuando te escondes, por qué te escondes, para qué te escondes, y como es la
actuación que realizas.
Las
personas con las que te vas encontrando en la vida solo han sido colocadas por
ti, en tu camino, precisamente para que seas consciente de ese defecto que
traes de fabrica, para que seas consciente de la debilidad de tu carácter, para
que seas consciente de la baja autoestima que sientes por ti, para que seas
consciente de tus miedos, de tus malos hábitos, de tu pereza o tu falta de
voluntad, para que seas consciente de tu falta de respeto y de tu falta de
compasión, en suma, esas personas han pactado contigo en tu Plan de Vida ser un
espejo donde aparezcan reflejadas tus debilidades, para que sea más fácil para
ti subsanar todos esos “defectillos”, y empezar así a amarte para acumular la
energía del amor con la que comenzar a entregársela a los demás.
Cuanto
más seas tu mismo, sin máscaras, más cerca estarás de amarte a ti y de amar a
los demás.
Carta
de Albert Einstein a su hija Lieserl.
“Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy
pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la
humanidad también chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo.
Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo
que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo
suficiente para acoger lo que te explico a continuación.
Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que
hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza
que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de
cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por
nosotros. Esta fuerza universal es el amor.
Cuando los científicos buscaban una teoría
unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.
El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo
recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas
por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y
permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y
desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.
Esta fuerza lo explica todo y da sentido en
mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado
tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del
universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.
Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple
sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la
energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por
la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor
es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.
Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control
de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es
urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra
especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si
queremos salvar el mundo y cada ser sintiente que en él habita, el amor es la
única y la última respuesta.
Quizás aún no estemos preparados para fabricar una
bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el
egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva
en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera
ser liberada.
Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía
universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo
trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.
Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo
que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal
vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo,
necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última
respuesta!
Si
la mente no se dirige a los pensamientos positivos y elevados,
nunca podremos hallar la felicidad.
Dalai
Lama
Decimos
con frecuencia que el corazón es el instrumento del alma, que hay que dejar que
hable, que se ha de permitir que las intuiciones salgan a la luz porque son los
mensajes cifrados del alma para seguir el Plan de Vida, para volver a Dios.
Y cuando decimos eso añadimos que hemos
de detener el carrusel de la mente, que hemos de dominar los pensamientos, que
hemos de terminar con la tiranía que la mente ejerce sobre nuestras vidas. Es
como si en el viaje al corazón tuviéramos que abandonar a la mente una vez
maniatada y debidamente amordazada.
Si, hay que dominarla pero no
enterrarla, ha de ponerse al servicio de la vida sin consentirla caprichos, ha
de ejercer su papel de primera dama con honradez, con mesura, sin corrupción.
Porque para poder viajar al corazón, alguien tiene que dar la orden, alguien
tiene que dirigir el proceso, alguien tiene que explorar el camino, alguien
tiene que evaluar las diferentes opciones, alguien tiene que analizar los
primeros pasos, alguien tiene que sentarse a descansar de vez en cuando y contemplar
el camino, alguien tiene que esperar pacientemente resultados.
Y ¿Quién ha de ser ese alguien?: La
mente, pero controlada por aun no sé muy bien quien, no sé si es el alma, no sé
si es la conciencia, no sé si es el ego, no sé si es el mismo corazón o la misma mente. Lo único
que sé es que necesitamos la mente. Descansada, controlada, dominada,
desapegada, pero, a fin de cuentas, mente.
¿Qué
es madurar y dejar de comportarse como bebés? Está claro que el mero hecho de
vivir ya comporta un crecimiento y una evolución, pero no son más que la
evolución y el crecimiento de vida. El hecho de envejecer no supone ningún plus
en habilidades interiores.
¿Qué
es, entonces, madurar, evolución o crecimiento interior?:
-Madurar
supone llegar a ser libres interiormente.
-Es
conseguir una transformación que nos va a dar la capacidad de elegir como nos
queremos sentir.
-Es
una transformación en la que podemos ver y sentir, de un modo natural, una
realidad que está más allá de lo que ha sido hasta ahora la propia experiencia,
ya que permite ver el mundo con una amplitud y una profundidad desconocidas
hasta ahora.
-Es
un trabajo para contemplar la Realidad, para contemplar la Verdad, para
encontrarse con Dios.
-Es
ver con ojos nuevos, es descubrir, no solo intelectualmente, sino desde el
corazón, que somos UNO con el Universo, es ver la conexión de todo lo creado.
También hablamos de conciencia. Pero ¿Qué es la
conciencia? La conciencia es el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de
su entorno. Por lo tanto desarrollar la conciencia es llevar ese conocimiento
al límite extremo para conocer absolutamente todo de uno mismo, y todo es: Cuerpo,
mente, energía, emociones, espiritualidad. La conciencia, que empieza con el
conocimiento de uno mismo en lo físico, se expande hasta límites que no pueden
ser percibidos por el cerebro humano.
Y por último hablamos de construcción de
carácter: Esta va a ser la clave. Vamos a crecer y a evolucionar construyendo
nuestro carácter.
El carácter de una persona lo constituyen las
peculiaridades o cualidades que la distinguen de los demás.
Construimos nuestro carácter al repetir
pensamientos, al repetir emociones y sentimientos, y por los hechos que
resultan de ellos.
Repite un hecho muy a menudo, frecuentemente, y
se convertirá en un hábito.
Un pensamiento puede desaparecer pronto, podemos olvidar cualquier hecho, pero ambos dejan una marca en el carácter, aunque sea ligero. Si no desaparecen pronto y se vuelven costumbre, graban profundamente. Todo es energía.
El carácter es la colección de hábitos y
tendencias que hemos construido en todos nuestros cuerpos. Es la acumulación de
hábitos del cuerpo, de las emociones y sentimientos, de los hábitos de la
manera de pensar y de la moral, hábitos de obedecer a la voz de la conciencia,
o de ceder a la tentación, como también, hábitos de entrenamiento en todos los
campos del esfuerzo. Es lo que hemos construido en nosotros mismos.
El carácter es el ropaje interno e invisible que
el Ego teje alrededor de sí mediante sus pensamientos y acciones, hebra por
hebra, fibra por fibra. Durante la vida mejoramos este carácter, o lo
degradamos y lo echamos a perder. Al final de la vida, el carácter todavía
permanece como una acumulación de fuerzas y energías, y como tal, no puede ser
aniquilado ni destruido. ¿Qué le sucede al carácter después de la muerte?
Pues que permanece inalterado y latente hasta que
el alma decide encarnarse en un nuevo cuerpo, momento en el que en su bolsa de
viaje aparece el carácter forjado vidas tras vida. Así el recién nacido es
virtualmente una reproducción de la persona que ya existió en vidas anteriores.
El carácter de una persona está profundamente
arraigado y no cambia de un día para otro, o de hora en hora, como lo hacen
nuestra manera de pensar y nuestros sentimientos. No podemos cambiar nuestro
carácter como lo hacemos con nuestra disposición de ánimo, en un instante, pero podemos
cambiarlo y remodelarlo con el mismo método que utilizamos al construirlo. Si
un edificio no es lo que debería de ser, y queremos remodelarlo o
reconstruirlo, eso sólo puede lograrse al reemplazar partes defectuosas por
unas nuevas y mejor diseñadas, y esto debe hacerse poco a poco.
No puede lograrse con un impulso sencillo, sino
mediante un proceso lento y laborioso. No existen atajos para remodelar el
carácter. Esa es la razón por la cual las resoluciones de Año Nuevo, ahora que lo tenemos a la vuelta de la esquina, aunque
beneficiosas, son tan a menudo inefectivas. En nuestra euforia pasamos por alto
la realidad de que lo que esperamos que cambie con un mínimo esfuerzo, fue
construido por pensamientos y hechos, repetidos una y otra vez, durante largos
periodos en el pasado. A fin de que funcione, el esfuerzo debe ser
constantemente renovado y resueltamente continuado a lo largo del año, mes a
mes, día a día.
La Sabiduría Oriental lo expresa así:
Si siembro un pensamiento, cosecharé una
acción;
si siembro una acción,
cosecharé un hábito;
si siembro un hábito,
cosecharé un carácter;
si siembro un carácter, cosecharé un destino.
Pero puede hacerse. Solo hay que ponerse. ¡Querer es poder!
Es muy fácil decirlo, pero me ha costado bastante tiempo
llegar a mi interior, y además, cuando consigo llegar, siempre sucede algo, un
ruido, una música, un pensamiento, que me devuelve de inmediato al exterior volviendo
a la locura de la vida, y además no soy consciente de inmediato, tardo en
reaccionar. ¡Engancha tanto la mente!
Sin embargo, algo sucede cuando
entro: La locura se vuelve paz, el deseo se vuelve aceptación, el deseo de
venganza se vuelve perdón, la tristeza se transforma en alegría,el estrés se vuelve sereno, el orgullo
convive con la humildad y el desdén se vuelve compasivo. La preocupación
desaparece y el miedo se desvanece en brazos del amor. Encuentro justificación
a la sinrazón del mundo, me olvido de juzgar a mi vecino y de criticar a mi
jefe, entiendo a todo el mundo. A mí no me importa. Todo está bien.
Los deseos materiales se evaporan
como el humo, y aparecen otro tipo de deseos, los deseos espirituales, pero no
agobian, no preocupan, todo tiene su tiempo, las cosas de Dios también lo
tienen.
Dentro de mí no existe ni pasado, ni
presente ni futuro. Sólo ahora. Sé que soy un ser espiritual viviendo una
experiencia humana, sé que soy lo que quiero ser, sé que nada en la vida es
permanente, ni importante, ni imprescindible, sé que todo es pasajero, ya que también
lo es la misma vida.
Sé todo lo que necesito saber, y
tengo todo lo que necesito tener. No necesito más. Todo está en mi interior.
Todo está bien.
Decíamos en una de las entradas
anteriores que el viaje hacia el interior, se realiza suavemente, deslizándose
con la respiración consciente, después de dominar los pensamientos, manteniendo
una atención constante y aceptando todo lo que el fluir de la vida nos ofrece,
que no es más que aquello que nos envía el Universo, fruto de la atracción que
nuestros pensamientos han generado con anterioridad.
Podemos resumir todo el párrafo
anterior en una sola palabra “Atención”. Mantener la atención permanente en el
fluir de la vida es el tobogán que nos permite deslizarnos hacia nuestro
interior. Es paradójico, vivir la vida con total atención, que no es más que
ser total y absolutamente conscientes de los sucesos de la vida en el exterior,
hace que podamos llegar al interior y vivir esos sucesos desde dentro.
Y eso es así porque la atención está
desprovista de pensamiento, que es el principal, y casi me atrevería a decir
único, enemigo del ser humano, mucho más que cualquiera de lo que podamos
calificar como peligro extremo, como podría ser encontrarnos de frente con un
ladrón asesino, o estar flotando en el mar sentados en una barca de juguete en
mitad de un tornado. Porque el asesino y el tornado todo lo más que pueden
hacer es acabar con nuestro cuerpo y, sin embargo, los pensamientos ennegrecen
la conciencia y destrozan la vida en el cuerpo.
Recordar, somos seres espirituales
viviendo una experiencia humana. Cuando se acaba el cuerpo se interrumpe la
experiencia en la materia, pero seguimos vivos con toda nuestra luz y nuestra
conciencia al otro lado de la vida. Si se ennegrece la conciencia se va a necesitar
más tiempo, más vidas, más experiencias humanas para volver a dejarla limpia y
clara. Se retrasa, en definitiva, la unión con Dios.
Ya sabemos que para los que viven en
la periferia de la conciencia asomados al exterior en el balcón de la vida, la
vida física es lo más grande y solo pensar en perderla les aterra, pero llegará
el día que piensen en la muerte como una liberación. Una liberación de la vida,
que aunque sea una experiencia hermosa, no deja de ser un tanto monótona y
pesada.
Sigamos con la atención: El secreto
para mantener la atención, es dominar el pensamiento, y se domina el
pensamiento con atención. Es una especie de círculo vicioso. Desde luego no se
puede decir que nos lo pusimos fácil al otro lado de la vida. Es posible que
con una mente menos poderosa hubiéramos terminado antes, aunque bien es cierto
que el mérito no sería el mismo que con nuestra mente actual.
Como no podemos cambiar nuestra
mente, ¡es la que tenemos!, no nos va a quedar más remedio que dominarla, y
para eso podemos, y me atrevería a decir que debemos utilizar algunas herramientas
que sirvan de apoyo para facilitar el trabajo: respiración y meditación.
Vamos a repetir algo súper conocido:
“Todo es energía”. El pensamiento también lo es. Y tengamos en cuenta otra
máxima: “La energía siempre sigue al pensamiento”. Esto quiere decir que donde
va el pensamiento se va la energía. Por lo tanto, si cuando se tiene un
pensamiento se piensa: “No quiero tener este pensamiento”, lo que se está
haciendo es alimentar con energía extra al pensamiento. Es como decir: “No
pienses en un elefante blanco”, ¿Qué es lo primero que viene a la mente?, pues
un elefante blanco. Para eliminar un pensamiento se le ha de retirar la
energía. Para eso lo mejor es llevar la atención a otro lugar que no sea el
pensamiento, y el mejor lugar para desviar la atención, entre otras razones
porque siempre está ahí, es la respiración. Si cuando se tiene un pensamiento,
la persona es consciente de ese pensamiento, y quiere que desaparezca de su
mente, solo tiene que llevar la atención a la respiración y mantenerla, y de
inmediato el pensamiento se esfuma, como el humo.
¿Qué significa llevar la atención a
la respiración y mantenerla? Significa meditar. La definición de la meditación
lo dice: Meditar es mantener la mente limpia de pensamiento.
Por lo tanto, meditar para mantener
la mente sin pensamientos, va a hacer que se viva la vida con total atención, y
va a ser esa atención el lubricante que va a permitir el deslizamiento suave
hacia el interior.
¡Bien, ya estoy dentro!, y ahora
¿Qué? ¿Cómo encuentro eso que estoy buscando?
¿Cómo entrar en el interior de uno
mismo? Es muy posible que esta sea la segunda pregunta del millón. Después del
¿Quién soy?, ¿De dónde vengo?, ¿Adónde voy?, esta creo que es la pregunta que
le sigue en importancia a las preguntas de la identificación, a esas preguntas
en las que la respuesta nos sitúan un poco bajo el foco de lo que somos los
seres humanos. Porque una vez sabido quienes somos, hemos de contactar con
nosotros mismos, y ese contacto se va a realizar dentro, mirando al corazón,
escuchando al alma; y para establecer el contacto dentro, hay que entrar, y
para entrar hay que saber cómo.
Ya son muchas las personas que saben
que son hijos de Dios, y saben que hacen aquí, pero no terminan, o mejor no
empiezan a actuar como tal, como abanderados de la Divinidad, podríamos decir,
espero no cometer un sacrilegio, como los auténticos voceros de Dios, como los
auténticos representantes legales de sus intereses en la Tierra, ¿Quién mejor
que un hijo para representar al Padre?
Y ¿Por qué no lo hacen? Pues porque
no saben muy bien cómo actuar, el conocimiento que tienen es meramente
intelectual, falta la experiencia, a pesar de esas meditaciones en las que
cuando finalizan dicen “que fuerte”. Ese “que fuerte”, es como una gota de agua
recibida, en comparación con el océano que les está esperando. La realidad es
que pasar del conocimiento intelectual a la voz de la experiencia por haber
integrado el conocimiento es posiblemente el paso más difícil que hemos de dar
como seres humanos. Y ese paso es precisamente entrar a nuestro interior.
Por eso tenemos que hablar de la
relajación, de la meditación, del viaje a la India, de la charla que escuchamos
al maestro, al gurú o al monje tibetano, por eso tenemos que hablar de una
determinada técnica o de lo intenso que fue el último intensivo. Todo esto son
pasos correctos y posiblemente necesarios, aunque no imprescindibles, para
poder dar el paso hacia nuestro interior, paso que significa dejar de vivir en
la cabeza para vivir en el corazón, paso que significa abandonar la periferia de la conciencia para sumergirnos totalmente en ella.
El viaje hacia el interior, se
realiza suavemente, deslizándose con la respiración consciente, después de
dominar los pensamientos, manteniendo una atención constante y aceptando todo lo
que el fluir de la vida nos ofrece, que no es más que aquello que nos envía el
Universo, fruto de la atracción que nuestros pensamientos han generado con
anterioridad.
Las cinco líneas anteriores bien
podrían ser el prologo de cientos de tratados que hablan de la respiración
consciente, de la atención plena, de la meditación, del perdón y de la
aceptación, de la fuerza de los pensamientos y de las Leyes del Universo.
Cuando me siento delante de la
computadora para escribir lo que será un nuevo post, lo hago solamente con una
idea inicial, una especie de titulo, y nunca sé, en ese momento hasta dónde
puede llegar. Es tecleando que van apareciendo las ideas que se van plasmando
prácticamente sin ser totalmente consciente. En este caso, al llegar a estas
cinco líneas he sido consciente de que me he metido, o me han metido, en un berenjenal,
y de que la salida no va a poder ser lo que pretendía, que era escribir un post
de dos folios máximo, esto se va a tener que convertir en una especie de
tratado. No, por supuesto que no lo voy a hacer, no estoy preparado para eso,
ya hay maestros que han dictado esos tratados, pero si voy a intentar, resumir
ese prólogo de tratados según mi humilde, corta y personal experiencia.
Así que aquí termina esta segunda
entrada. Seguiré, utilizando el mismo titulo en las siguientes
El secreto de todo lo que estás
buscando, sea lo que sea, está dentro de ti. Ya sé, ya estoy escuchando tus
pensamientos, son demasiado fuertes: “Lo que yo busco es una pareja, ¿Cómo la
voy a encontrar dentro de mí?”, o “¿Cómo voy a conseguir dentro de mí el dinero
que necesito para la hipoteca de la nueva casa?”, o “¿Cómo voy a conseguir
encontrar dentro de mí la solución que busco para solucionar el problema del
calentamiento global de la Tierra?”, y tantos más pensamientos de todas y cada
una de las personas que están buscando algo material. O de personas que no
buscan nada material: “Solo quiero consuelo y entender el porqué de la perdida
de mi hijo”.
Aunque
también estoy escuchando pensamientos de personas que no están buscando nada en
concreto: “Pero ¿Cómo vamos a entrar dentro con todo lo que hay fuera, para
ver, para oír, para probar, para tocar, para vivir, para sentir, para gozar?”.
Sería bueno ir desgranando conceptos
y saber que significa entrar dentro de uno mismo, sería bueno saber dónde se encuentra
la puerta de entrada, y sería bueno saber cómo es posible conseguir dentro algo
que se encuentra fuera.
Entrar
dentro de uno mismo significa vivir hacia en el interior, sin dejarse
impresionar ni bien ni mal, ni mucho ni poco, por cualquier situación, por
cualquier suceso o por cualquier circunstancia que ocurra en el discurrir de la
vida. Y cuando decimos cualquier situación, cualquier suceso o cualquier
circunstancia, es cualquiera, del tipo que sea, cualquiera de las que en la
actualidad se puedan calificar como buena, (que toquen millones en la lotería),
como mala, (quedarse sin empleo o que se incendie la vivienda), o dramático,
(la muerte de un ser querido). Puedes
añadir esa circunstancia terrible que estás viviendo: “Embarazada del que será
tu cuarto hijo, abandonada por tu esposo y sin ingresos fijos con los que
hacerle frente a la vida”. Puedes añadir, también, tu circunstancia particular
de vida, sin importar la que sea.
Porque vivir
hacia el interior trata de que sin variar ni un ápice tu vida, puedas vivirla sin
sobresaltos, sin agobios, sin miedos, sin dolor, sin sufrimiento, sin ansiedad.
Si, a pesar de esa circunstancia buena, mala, terrible o dramática que estás
viviendo.
¿Cómo puede
ser no sentirse afectado por tantas y tantas vicisitudes como acontecen en la
vida solo con desviar la mirada, del exterior hacia el interior?
Es que no se trata de desviar la
mirada, no se trata de ignorar tu realidad, no se trata de olvidar al instante
cada hecho, no se trata de jugar a “aquí no pasa nada”, no se trata de cerrar
los ojos, no, al contrario, se trata de vivir la vida con los ojos bien
abiertos, se trata de mantener vivo el recuerdo, (que no el pensamiento), sin olvidar
nada, se trata de saber exactamente qué está pasando en cada momento, se trata
de hacerle frente a la vida, se trata, sencillamente, de vivir la Vida, se
trata de vivir la Verdad.
Vuelvo a escuchar vuestros
pensamientos: “Si estoy viviendo la vida, y me encuentro con un episodio
desagradable, tengo que sufrir”. Si, tienes razón, tienes que sufrir, pero las
preguntas siguientes serian: ¿Cuánto ha de durar ese sufrimiento?, ¿Cuánto de
intenso ha de ser?
Es normal que afecten los sucesos que
van ocurriendo en la vida, pero lo que no es normal es que esos sucesos afecten
el resto de la vida o una larga temporada. Todo lo que ocurre sucede en un
momento, El sufrimiento que eso genere no ha de alargarse en el tiempo, debe de
ser asimilado, entendido e integrado en el menor tiempo posible.
La duración del tiempo para asimilar,
entender e integrar los sucesos viene determinado por la madurez de la persona,
por la madurez de su carácter, por la expansión de su conciencia o por el
crecimiento adquirido. O lo que es lo mismo el tiempo de sufrimiento es
inversamente proporcional al punto de su viaje al interior en el que se
encuentra la persona. Es decir, una persona que viva en la periferia de su
conciencia, lo cual significa que solo vive hacia el exterior, va a sufrir lo
indecible y durante un largo periodo de tiempo, mientras que otra persona que
ha conseguido expandir su conciencia y acercarse a su interior va a sufrir
menos, tanto menos cuanto más adentro se encuentra.
¿Significa eso que entrar dentro de uno
mismo endurece a la persona? La respuesta es no, al contrario, la dulcifica, la
hace más amorosa, más comprensiva, más tierna, más tolerante, porque lo que se
encuentra la persona cuando entra en sí, es a Dios, y Dios es Amor.
Al entrar en su interior la persona
conecta con su parte divina, y llega a la comprensión de la razón de su
existencia, llega al entendimiento del por qué de todas las cosas, sabe que
todo es producto de un plan, del Plan Divino, sabe que todo es perfecto, sabe
que cualquier suceso que ocurra o cualquier situación que se presente ha sido
planificado con minuciosidad para su propia experiencia y que lo que debe
extraer de todo ello es el conocimiento que tal situación comporta. Por eso no
tienen razón de ser los enfados por que los resultados no sean los esperados,
no tienen razón de ser los sufrimientos por enfermedades o perdidas, no tienen razón
de ser las decepciones ocasionadas por familiares o amigos, no tienen razón de
ser los miedos ante el discurrir de la vida, y sobre todo no tiene razón de ser
las vueltas y más vueltas que se le dan en la mente a esas situaciones buscando
¿Qué?, buscando nada.
Hay que vivir la experiencia
totalmente despiertos, con total y absoluta conciencia de lo que está
sucediendo para integrar en el alma el aprendizaje, sabiendo que no es más, sea
lo que sea, que un peldaño más en el despertar del sueño de la vida.
Todo esto es lo que sucede por vivir
en el interior de uno mismo. En la próxima entrada veremos cómo llegar a ese
interior y como conseguir lo que buscamos.