Capítulo IX. Parte 4. Novela "Ocurrió en Lima"
Sentí como Ángel levantaba su mano de mi frente y, de inmediato, volvió la oscuridad.
- Puedes moverte y abrir los ojos cuando te apetezca –me dijo Ángel de manera suave.
Permanecí
en silencio, mientras se recuperaba mi cuerpo, tratando de asimilar todo lo que
había contemplado. Aunque estaba seguro de que Ángel me daría una explicación
convincente de todo, quería hacerme mi propia composición de lugar antes de
escucharle a él.
Estaba
claro que había presenciado una analogía entre una vida en soledad, generada
por el miedo, y otras vidas llenas de amor. Fue como presenciar un combate
incruento entre el amor y el miedo. No tenía ninguna duda de que en las
visiones presentadas había ganado el amor.
Después
de casi media hora, que tardé en recuperarme por completo, me senté en el sofá.
-
¿Cómo estás? –me preguntó Ángel.
-
Me molesta la espalda, pero estoy muy
bien. ¿Cómo lo has hecho? –no podía resistirme sin preguntar.
-
Yo no he hecho nada. Solo he estado
sentado a tu lado acompañándote en tu regresión. Ha sido igual que la regresión
que hiciste con Indhira –estaba claro que había hecho algo más que acompañarme.
-
Igual no ha sido, porque con Indhira
tuve sensaciones y ahora ha sido una visión perfecta. Fue como si estuviera
viendo una película. Y, además, la primera visión yo diría que fue de esta
vida. Eso no parece una regresión.
-
Eso fue una progresión –explicó Ángel-
Ten en cuenta que el tiempo está asociado a la materia y, en el estado de
relajación que has conseguido, la vibración de tu campo energético se ha
elevado tanto que has trascendido las leyes de la materia, incluido el
tiempo. En eso sí que he intervenido un
poco. Para ayudar en tu relajación he estado meditando para crear, entre los
dos, un espacio de silencio, un espacio sagrado, para elevar tu vibración algo
más que lo conseguido en la regresión que hiciste con Indhira. Gracias a esa
vibración has podido tener una visión y conseguir una progresión.
-
Si en la progresión he podido ver mi
vida dentro de cuarenta años, ¿es posible que ya la haya vivido? ¿Eso quiere decir que la vida ya ha sido vivida y esto sea
una especie de sueño o de recordatorio? –no se me ocurría otra explicación.
-
¡Uf!, es difícil de explicar, pero, aunque
consiguiera explicarlo, sería imposible de entender. Pero voy a intentar
aclarártelo un poco.
>>
¿Recuerdas que te dije que en la vida nos vamos encontrando en el camino con
diferentes encrucijadas en las que podemos elegir varios caminos?
-
Si, lo recuerdo.
>>
Tú has tenido acceso a una de esas recreaciones. Has visto una en la que, si
siguieras, exactamente, el mismo camino por el que estás transitando, en este
instante, el resultado final sería el que tú has visto. Viviendo en una
residencia para personas mayores después de una vida de soledad, atenazado por
el miedo. Pero hay muchas más recreaciones de tu vida –concluyó Ángel.
Tenía
los ojos como platos para tener más canales de entrada a la información que
Ángel me estaba regalando. Me costaba trabajo de creer. Estaba seguro de estar
escuchando una lección magistral.
-
¿Sí?, ¿eso es así?, entonces, ¿podemos
volver a hacerlo para ver las otras recreaciones de mi vida? –pensaba que eso
sería fantástico, poder verlas todas, y así poder elegir la más idónea.
-
Sí, es así –contestó Ángel con una
sonrisa- pero no puedes ver más. Has sido muy afortunado por haber podido ver
una. Te han permitido verla porque necesitabas esa información en este momento
de tu vida.
-
¿Por qué necesitaba esa información?,
¿quién eres? –otra vez me asaltaron las dudas sobre la identidad de Ángel.
-
Bien, ya es momento que lo sepas. Me
han enviado a ayudarte. Pero mi ayuda está casi terminando porque consistía en
abrirte los ojos y, por lo que veo ahora –esto lo decía sonriendo- los tienes
bien abiertos. Para nada más. Ni yo ni nadie va a decirte nunca que tienes que
hacer.
>>
En cuanto a porqué necesitabas esa información, no puedo contestarte nada
concreto. Lo importante es que la información ha llegado a ti. Tú sabrás que
hacer con ella. Recuerda que siempre recibes aquello que necesitas, no lo que
deseas.