El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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miércoles, 15 de octubre de 2025

La vida de Jesús

 


“La luz también se busca en la sombra”

  Querido Dios:

 Hoy me acerco a Ti con el corazón abierto, humilde y lleno de preguntas, buscando comprender el misterio que envuelve la vida de Jesús, mi hermano mayor y mi guía en el camino del amor.

Admiro profundamente a Jesús. Siento una conexión visceral con su historia, con su entrega, con su presencia luminosa en medio de un mundo que a menudo se muestra oscuro. Cada vez que leo, medito o simplemente pienso en su pasión y muerte en la cruz, algo dentro de mí se encoge, se agita, se conmueve. ¿Cómo pudo soportar tanto dolor, tanta humillación, tanto sufrimiento, sin perder la paz interior, sin renunciar al amor, sin dejar de ser compasión pura?

Los maestros de mi tradición religiosa me han enseñado que Jesús murió crucificado para expiar los pecados de la humanidad, y que con ese acto abrió el camino hacia la reconciliación contigo. Se nos dice que su muerte fue un sacrificio voluntario, expresión sublime de tu amor infinito por nosotros.

Sin embargo, estas enseñanzas, aunque las respeto, me dejan con una sensación de inquietud espiritual. Me cuesta comprender el significado real de "expirar los pecados". ¿De qué pecados hablamos? ¿De los errores inevitables que cometemos como parte de nuestro proceso de aprendizaje? ¿De los miedos, ignorancias y reacciones que nos alejan de nuestra propia esencia? En mi corazón no puedo aceptar el pecado como una ofensa contra Ti. Porque si Tú eres Amor, Bondad y Perfección absoluta, entonces no puedes sentirte herido u ofendido por nuestras torpezas humanas. ¿No sería más justo decir que lo que existe son acciones erróneas, pensamientos desalineados con la Verdad, expresiones del ego desconectado?

También me resulta desconcertante la idea de que Jesús vino a reconciliarnos contigo. ¿Acaso estábamos peleados? ¿Tú estabas alejado de nosotros? ¿Podrías estarlo alguna vez? Si Jesús vivió hace 2.000 años, ¿qué ocurrió con los millones de seres humanos que lo precedieron en los siglos anteriores? ¿Qué hay de los sabios y maestros como Buda, Moisés, Abraham y tantos otros que buscaron la luz desde distintas culturas y credos? ¿Estaban distanciados de Ti? ¿O simplemente eran expresiones de Tu presencia en formas distintas a las que el cristianismo reconoce?

La explicación de que todo esto fue una muestra de Tu amor también me desafía. Porque si permitir que Tu Hijo encarne en este mundo para sufrir y morir es amor, ¿qué significa entonces el amor? ¿Dónde está la ternura, la protección, la guía compasiva que asociamos contigo? Y aun así, me doy cuenta: todos nosotros encarnamos para transitar caminos de aprendizaje, de dolor, de desafío. Lo hacemos sin plena conciencia de lo que somos, y nos enfrentamos a la vida desde un estado de vulnerabilidad radical. ¿Será ese también un acto de amor divino? ¿Será que la encarnación en sí misma es una oportunidad para despertar?

Tal vez estoy equivocado. Tal vez estoy siendo ingenuo o irreverente. Pero soy un buscador. Soy un alma que, aún desde su ignorancia, desea amar cada vez más y mejor. Por eso tengo una teoría: yo creo que Jesús no vino a morir, sino a vivir entre nosotros. Creo que su propósito más profundo fue enseñarnos a amar, a recordar que estamos hechos de luz, que la divinidad habita en cada corazón humano, y que podemos perdonar incluso a quienes nos clavan en nuestras propias cruces simbólicas.

Jesús encarnó para mostrarnos el camino del amor incondicional, del perdón sin límites, de la compasión activa, de la presencia divina en lo cotidiano. Su vida fue una revelación. Su muerte, un símbolo. Pero su enseñanza sigue viva, palpitando en cada gesto de bondad, en cada acto de entrega, en cada alma que decide despertar.

Perdóname, Señor, si pongo en tela de juicio las enseñanzas que los hombres han formulado en Tu nombre. No lo hago desde la soberbia, sino desde la sinceridad. Estoy en proceso. Estoy aprendiendo. Estoy tratando de escucharte con el corazón, más allá de las palabras que otros han pronunciado sobre Ti.

Y mientras tanto, en este mundo a veces cruel, intento amar. Cada día, cada encuentro, cada caída. Y sigo mirando a Jesús como mi ejemplo más alto. Porque incluso en su último suspiro, amó. Porque incluso desde la cruz, perdonó.

Te amo, Señor. Te amo, aunque no comprenda todo. Te amo porque en medio de mi ignorancia siento que estás, que vibras, que me sostienes. Y eso basta.

Gracias.

 

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo


jueves, 11 de septiembre de 2025

Cambio

 


Entre todas las otras máximas de las que a menudo echarás mano, debes tener estas dos muy presentes:

La primera es que las cosas en sí no llegan al alma, sino que se quedan inmóviles fuera, luego todas tus inquietudes provienen solo del modo en que interiormente opinas de ellas.

La segunda, que todas estas cosas que ves en cuanto hayas vuelto los ojos habrán cambiado y ya no serán lo que eran.

Considera, frecuentemente, cuantas mutaciones has presenciado ya: el mundo es continua mutación; y la vida, lo que opines de ella.

MARCO AURELIO


viernes, 22 de agosto de 2025

Semillas de cambio

 


No dejes de observar como todo surge mediante cambio y acostúmbrate a pensar que lo que más ama la naturaleza del todo es cambiar los seres y hacer seres nuevos semejantes. De algún modo, todo ser es semilla de otro que surgirá de él. Pero tú imaginas que las únicas semillas son las que se echan a la tierra o a la matriz: esto es una visión de profano.

MARCO AURELIO


sábado, 26 de julio de 2025

El arte de soltar

 


Impermanencia:

La Clave para Aceptar el Cambio y Vivir Plenamente

   En todo lo que existe, una verdad innegable pende sobre su existencia: la “impermanencia”.

Nada permanece estático; todo cambia, evoluciona, nace y muere. Desde la hoja que brota en primavera y cae en otoño, hasta las personas que entran y salen de nuestra vida, pasando por nuestros propios pensamientos y emociones, la impermanencia es la única constante.

Aunque esta realidad puede parecer desalentadora a primera vista, comprenderla y aceptarla es una de las lecciones más liberadoras que podemos aprender. Reconocer la impermanencia no es una invitación a la pasividad o al pesimismo, sino una poderosa herramienta para cultivar la “resiliencia”, la “gratitud” y la capacidad de vivir verdaderamente en el “presente”.

          La resistencia al cambio es una lucha inútil. Nuestra mente humana, por naturaleza, tiende a buscar la seguridad y la estabilidad. Nos aferramos a lo que conocemos, a lo que nos da comodidad, a lo que nos define. Tememos la pérdida, el fin, lo desconocido. Esta resistencia innata a la impermanencia nos lleva a una lucha constante y agotadora contra el flujo natural de la vida.

Cuando nos aferramos a una situación agradable, ya sea un trabajo, una relación o un momento de felicidad, el miedo a perderla genera ansiedad. Paradójicamente, este apego excesivo nos impide disfrutar plenamente del presente, ya que nuestra mente está ocupada anticipando el final. De la misma manera, cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles, como la enfermedad, una ruptura o un revés financiero, nuestra resistencia a aceptarlas solo intensifica el sufrimiento. Nos preguntamos "¿Por qué a mí?" o "Esto no debería estar pasando", prolongando la angustia en lugar de buscar la adaptación y la solución.

La verdad es que no podemos detener la corriente del tiempo. Las estaciones cambian, los cuerpos envejecen, las fortunas suben y bajan, las personas evolucionan o se marchan. Negar esta realidad es como intentar detener un río con nuestras propias manos. El resultado es frustración, dolor y agotamiento.

Abrazar la impermanencia es un camino hacia la libertad: La sabiduría de la impermanencia reside en su capacidad para liberarnos. Cuando aceptamos que todo es transitorio, comenzamos a soltar la necesidad de controlarlo todo y, en su lugar, aprendemos a fluir con la vida. Esta aceptación tiene profundas implicaciones en cómo experimentamos el mundo:

 

1.  Cultivar la Gratitud por el Presente: Si sabemos que un momento de felicidad es fugaz, ¿no lo apreciaríamos aún más? La conciencia de la impermanencia nos impulsa a saborear cada instante, cada experiencia placentera, cada risa, cada conexión. Nos recuerda que la verdadera riqueza no reside en la duración de las cosas, sino en la intensidad con la que las vivimos. Un atardecer hermoso es hermoso precisamente porque es efímero.

2.  Desarrollar la Resiliencia ante la Adversidad: Si los momentos felices pasan, también lo hacen los momentos difíciles. La conciencia de que el dolor, la tristeza o la dificultad no son permanentes nos brinda una perspectiva invaluable. Nos permite saber que "esto también pasará". Esta comprensión no anula el sufrimiento, pero nos da la fuerza para atravesarlo, sabiendo que la oscuridad dará paso a la luz, al igual que la noche precede al amanecer. Nos volvemos más adaptables y menos propensos a caer en la desesperación prolongada.

3.  Fomentar el Desapego: La impermanencia está intrínsecamente ligada al concepto de desapego. Si todo cambia, ¿por qué aferrarse? El desapego no significa no valorar lo que tenemos o no amar a las personas; significa amarlas y valorarlas sin la necesidad de poseerlas o de que permanezcan inalterables. Nos libera del sufrimiento que surge cuando las cosas, personas o situaciones no cumplen nuestras expectativas de permanencia. Nos enseña a apreciar sin aferrarnos, a amar sin poseer.

4.  Impulsar el Crecimiento Personal: Si todo está en constante evolución, nosotros también podemos evolucionar. La impermanencia nos invita a no estancarnos en viejas creencias, hábitos o identidades. Nos anima a aprender de cada experiencia, a adaptarnos a nuevas circunstancias y a transformarnos constantemente en versiones más conscientes y sabias de nosotros mismos. Nos abre a la posibilidad de reinvención.

 Cómo Practicar la Conciencia de la Impermanencia

       Integrar la conciencia de la impermanencia en nuestra vida diaria es una práctica continua, no un estado final. Aquí te doy algunas formas de cultivarla:

Observación Consciente: Presta atención a los ciclos naturales: el cambio de las estaciones, el crecimiento y la caída de las hojas, el flujo y reflujo de las olas. Observa cómo cambian las nubes en el cielo, cómo se disuelve el azúcar en el café. Estas pequeñas observaciones nos recuerdan la naturaleza transitoria de todo.

Atención Plena (Mindfulness): Practicar la atención plena nos ayuda a anclarnos en el presente. Observa tus pensamientos, emociones y sensaciones físicas sin juzgarlos ni aferrarte a ellos. Reconoce que son pasajeros, como nubes que pasan por el cielo de tu mente. Esta práctica fortalece nuestra capacidad para soltar.

Reflexión sobre el Ciclo de Vida: Piensa en la vida de una flor, un animal, incluso la tuya propia. Nacimiento, crecimiento, plenitud, declive y eventual desaparición. Reconocer este patrón universal nos ayuda a aceptar que somos parte de un ciclo más grande.

Agradecimiento por lo Fugaz: Cuando experimentes un momento de alegría o placer, en lugar de preocuparte por su final, enfócate en la gratitud por tenerlo en este instante. Permítete saborearlo plenamente, sabiendo que su belleza radica en su carácter único y temporal.

Desapego Material y Emocional: Practica soltar objetos que ya no necesitas o que te anclan al pasado. En el ámbito emocional, reconoce cuándo te estás aferrando a una expectativa o a un resultado que no depende de ti. Permite que las cosas sean como son, incluso si no es lo que esperabas.

 La Belleza de lo Efímero

 Ser conscientes de la impermanencia no nos condena a la tristeza, sino que nos invita a vivir con una intensidad y una apreciación profundas. Nos enseña que la vida no es una serie de puntos fijos a los que aferrarse, sino un río caudaloso en constante movimiento. Al abrazar este flujo, nos volvemos más flexibles, más sabios y más capaces de encontrar la paz en medio de la inevitable marea de cambios.

Es en la aceptación de la naturaleza transitoria de todo donde reside la verdadera libertad. Nos permite liberar el pasado, soltar la ansiedad por el futuro y sumergirnos por completo en la riqueza y la belleza del único momento que realmente tenemos: “el ahora”. ¿Estás listo para dejar ir la resistencia y permitirte fluir con la vida?


viernes, 27 de junio de 2025

Camino espiritual

 


La forma en que una persona reacciona ante la adversidad —o frente a lo que percibe como una amenaza a sus intereses o creencias— dice mucho sobre el punto en el que se encuentra en su proceso de evolución interior, lo que suelo llamar su “camino espiritual”.

Antes de seguir, me parece importante aclarar qué entiendo por “camino espiritual”. No se trata de acumular conocimientos místicos ni alcanzar niveles elevados en alguna escala esotérica. Hablo de algo más cotidiano, más íntimo y a la vez universal: el recorrido que hacemos desde el nacimiento hasta la muerte, un viaje repleto de estaciones, desafíos y aprendizajes cuyo único objetivo es nuestro crecimiento como seres humanos.

Ahora bien, crecer no significa volverse más fuerte, más influyente o más sabio en términos externos. No. Hablo de un crecimiento mucho más sutil y poderoso: aquel que se mide por la cantidad de amor que vamos integrando en nuestro interior. Porque, al final de cuentas, la vida es una escuela del alma, y su única lección esencial es aprender a amar.

Por eso llamo a esta travesía entre el nacimiento y la muerte “camino espiritual”. Es una búsqueda profunda que trasciende cualquier dogma religioso. Un viaje interior que cada uno recorre de forma única, movido por el anhelo de encontrar propósito, paz, conexión y comprensión de uno mismo con el mundo.

Aunque cada alma tiene su propio ritmo y modo, muchos comparten ciertas etapas en este camino:

- Despertar: Suele llegar a través de una crisis o un profundo malestar. Algo dentro de nosotros susurra: “¿De verdad esto es la vida? Tiene que haber algo más…” Es el momento en que comenzamos a mirar más allá de lo material.

- Búsqueda: Se abre entonces una etapa de exploración. Nos acercamos a diferentes filosofías, prácticas, culturas o enseñanzas que resuenan con algo profundo en nuestro interior.

- Transformación interior: La práctica de la meditación, la contemplación, la oración o el arte introspectivo empieza a cambiar la manera en que percibimos la vida. Poco a poco, la persona se transforma desde dentro, liberándose de viejos patrones.

- Conexión: Surge una sensación más profunda de pertenencia. Nos sentimos parte del universo, conectados con la naturaleza, lo divino o los demás seres humanos desde una nueva sensibilidad.

- Servicio y compasión: Como consecuencia natural de la transformación y la conexión, aparece el deseo genuino de contribuir al bienestar de otros. Es el amor que ha madurado en nosotros y ahora quiere expandirse.

Por eso decía al principio que nuestras reacciones ante la vida —sobre todo ante las dificultades— son el mejor termómetro de nuestra evolución espiritual. Cuanto mayor es nuestra capacidad de responder con amor, comprensión y ecuanimidad ante lo que nos hiere o incomoda, más cerca estamos de ese aprendizaje esencial: amar sin condiciones.

Reaccionar con amor: el termómetro del alma


lunes, 23 de junio de 2025

Cambia tu

 




Dos discípulos, enfadados injustamente con uno de sus hermanos, llevaron en cierta ocasión sus quejas ante el Maestro, quien escuchó en silencio y, cuando ellos hubieron acabado, dijo simplemente: “Cambien ustedes mismos”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


miércoles, 11 de junio de 2025

¡Que se le va a hacer!

 



Aceptar lo que no podemos cambiar: el arte de no perder energía en lo externo. 

          ¡Qué se le va a hacer! Esta expresión, común en nuestra cotidianidad, encierra una sabiduría profunda: la capacidad de aceptar aquello que escapa a nuestro control. La vida está llena de situaciones inesperadas, decisiones ajenas que afectan nuestro camino y circunstancias externas que desafían nuestra tranquilidad. Y, sin embargo, nuestra reacción ante estos eventos es lo que define el impacto que tendrán en nuestro bienestar. 

En un mundo en el que tantas variables escapan a nuestro control, es fácil caer en la trampa del lamento, la queja y el enfado. Pero, ¿de qué sirve lamentarse si la causa del malestar proviene de un factor externo? Ese lamento no cambia la realidad y, en muchos casos, solo consigue alejarnos de nuestro centro emocional y drenarnos de energía valiosa. 

La clave está en distinguir entre lo que podemos cambiar y lo que simplemente debemos aceptar. Vivimos en un mundo de constante movimiento, donde las circunstancias se transforman sin previo aviso. Intentar resistir el flujo natural de los acontecimientos solo nos lleva a la frustración. Aprender a soltar, aceptar y fluir nos permite mantener nuestra energía enfocada en lo que sí está en nuestras manos. 

El filósofo estoico Epicteto decía que no podemos controlar los eventos externos, pero sí nuestra percepción de ellos. Este enfoque nos invita a asumir la responsabilidad sobre nuestras emociones y reacciones. En lugar de quedar atrapados en la frustración, podemos encontrar maneras de reinterpretar la situación y ver oportunidades en lo que, inicialmente, parecía ser un obstáculo. 

¿Qué podemos hacer cuando nos enfrentamos a situaciones que escapan a nuestra voluntad? Lo primero es reconocer la naturaleza de los eventos y preguntarnos si realmente tenemos el poder de cambiar algo. Si la respuesta es negativa, la mejor opción es aceptar y buscar cómo adaptarnos. La aceptación no significa resignación, sino inteligencia emocional: entender que nuestra energía tiene un mejor uso cuando la enfocamos en lo que sí podemos mejorar. 

Otro aspecto fundamental es la gestión de emociones. La ira, la frustración y la desesperanza pueden surgir cuando sentimos que no tenemos control sobre algo importante. Pero, en lugar de dejarnos arrastrar por estas emociones, podemos aprender a observarlas, entenderlas y luego dejarlas ir. Técnicas como la meditación, la escritura reflexiva y la conversación con personas de confianza pueden ayudar a procesar estos sentimientos sin que se conviertan en una carga permanente. 

Aceptar lo que no podemos cambiar no significa renunciar a la acción. Al contrario, nos libera para tomar decisiones más sabias y centradas. En vez de perder energía en la queja, podemos canalizar nuestros esfuerzos hacia aspectos de nuestra vida que sí dependen de nosotros: nuestras relaciones, nuestra actitud, nuestros proyectos y el crecimiento personal. 

A lo largo de la historia, grandes pensadores y líderes han aprendido esta lección. Desde los estoicos hasta los líderes espirituales, pasando por figuras que han enfrentado grandes adversidades, la clave del bienestar ha estado en su capacidad de aceptar la realidad y transformar su enfoque. 

En última instancia, se trata de una elección: podemos aferrarnos a la frustración o podemos liberar nuestra mente y nuestra energía para avanzar. Optar por la segunda opción nos permite vivir con mayor ligereza, reducir el estrés y centrarnos en lo que verdaderamente importa. 

Así que, ante los desafíos externos, recordemos la sabiduría de la frase: ¡Qué se le va a hacer! No como un acto de rendición, sino como un reconocimiento de nuestra capacidad de adaptación y fortaleza interior. 

martes, 25 de febrero de 2025

Todo cambia

 


Se buscan retiros en el campo, en la costa, en el monte. Pero eso es lo menos filosófico que existe. Puedes retirarte en ti mismo cuando desees; pues no hay lugar de retiro más tranquilo ni más libre de ocupaciones que el alma de uno: más aún si se tiene dentro algo que, con solo inclinarse sobre ello, produce el mayor bienestar, y por bienestar quiero decir orden. Concédete a ti mismo ese retiro, una y otra vez, y renuévate. 

Que sean sencillos y elementales aquellos principios que, en cuanto los tengas delante, te basten para eliminar toda aflicción y llevarte de vuelta en calma junto a las cosas a las que regresas. ¿Qué te molesta entonces? ¿la maldad humana? Considera que los seres racionales existen unos por otros, que tener paciencia forma parte de la justicia, que obran mal involuntariamente, y cuantos que se enemistaron, que desconfiaron, que odiaron, que se enfrentaron con lanzas están muertos y no son más que cenizas. Para ya. ¿O acaso estás disgustado con la parte que te ha tocado del universo? Preséntate esta disyuntiva “o providencia o átomos”, y cuántas cosas te muestran que el universo es como una ciudad. ¿Son entonces las cosas de tu cuerpo las que aún te afectan? Piensa que la inteligencia, una vez que llega al dominio de sí y se da cuenta de su propio poder, no se mezcla de modo suave ni brusco con ningún espíritu que esté en movimiento. Considera también cuanto has escuchado y aceptado sobre el dolor y el placer.

¿Acaso te va a apartar tu pequeña gloria? Considera la rapidez con la que cae todo en el olvido, cómo la infinitud del tiempo se abre a ambos lados como un abismo, la vacuidad que comporta la celebridad, la inconstancia y falta de juicio que acompaña la fama, la estrechez del lugar en la que se circunscribe. La tierra entera es una mota, y qué pequeño el rincón de esta en el que tú habitas. ¿Cuántos y quienes serán los que allí te alaben?

Lo que queda recuerda: la retirada a ese pequeño terreno que es de uno mismo; por encima de todo no te distraigas ni te desazones en esfuerzos; sé libre y mira las cosas como hombre, como ser humano, como ciudadano, como animal mortal. Que entre aquellos principios que tienes a mano, aquellos a los que vuelves tu mirada, estén estos dos: el primero, que las cosas no afectan el alma, sino que esta permanece al margen e imperturbable y las turbulencias provienen únicamente de la opinión interior; el segundo, que todo aquello que tienes ante los ojos está a punto de cambiar y en un momento no estará ya. No dejes de pensar en los cambios de los que has sido testigo. El Universo, mutación; la vida, opinión.

 

MARCO AURELIO


viernes, 21 de febrero de 2025

No sufras por lo que no puedes cambiar

 


         Si está en tus manos, ¿qué haces?, Si en las manos de otro, ¿por qué te enojas? ¿Átomos o dioses? ¿Ambas cosas son extravíos?

             No hay que enojarse con nadie: pues si puedes, corrígelo; si no puedes corregirlo a él, hazlo con la cosa misma; si tampoco esto es posible, ¿de que te sirve enojarte? No se debe obrar sin propósito.

MARCO AURELIO


viernes, 3 de enero de 2025

Año nuevo, vida nueva

 


Viernes 3 de enero 2025

 

          Nunca se es demasiado viejo para marcarte un nuevo objetivo o para tener un nuevo sueño.

(Clive Staples Lewis, escritor y teólogo)

 

Durante los últimos 33 años, me he mirado al espejo

todas las mañanas y me he preguntado:

“Si hoy fuese el último día de mi vida,

¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?”.

Si la respuesta era “no” durante varios días seguidos, entonces sabía que tenía que cambiar algo.

(Steve Jobs, empresario).

 

Sé el cambio que quieres ver en el mundo.

(Mahatma Gandhi, político, filósofo y abogado).

 

Han transcurrido trescientos cincuenta y nueve días desde la última vez que el Babau se asomó a las páginas de su diario. A pesar de haber sido un año intenso, colmado de experiencias suficientes para llenar innumerables páginas, parece que la desgana y la desubicación se han apoderado de él, como él mismo afirma.

Por ello, he decidido tomar su lugar y convertirme en su amanuense. Pero no estoy aquí para simplemente transcribir sus palabras o recopilar su vida, sino para ser la mano ejecutora de sus avatares y plasmar en el papel cada fragmento de su existencia.

No parecía que hubiera cambiado mucho en su pensamiento y estado emocional desde la última vez que escribió. Hace un año, él mismo definía su estado como un vacío existencial, una falta de sentido, propósito e ilusión por la vida. Y sí, doy fe: sigue igual. Sin embargo, en estos primeros compases del año, que marca el cuarto de siglo, parece, en los tres días que llevamos del nuevo año, que algo empieza a cambiar en él. Todo fue debido a una serie de pensamientos que aparecieron en el momento de tomar las uvas con las campanadas que marcaban el tránsito entre el año que finaliza y el nuevo. En realidad, no fue un pensamiento, fueron doce pensamientos.

El Babau tenía la costumbre de pedir un deseo con cada una de las uvas que iba comiendo al compás de las campanadas, pero este año, en lugar de ir pidiendo deseos de manera atropellada mientras engullía las uvas, con la primera campanada apareció en su mente un pensamiento: Pedir un deseo es la tontería más grande del mundo. Es bueno tener un deseo, pero en lugar de pedirlo y dejarlo ahí, colgado en la nada, que es la mejor manera de que el deseo no se materialice, lo que se ha de hacer es trabajar para hacerlo realidad. Como decía Einstein: “No podemos pretender que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo”.

Con la segunda campanada, otro pensamiento apareció en su mente: Estás donde tienes que estar, haciendo lo que tienes que hacer. Y este pensamiento le trajo una calma inesperada. Comprendió que cada paso, cada decisión, había sido necesaria para llegar a este momento. No había errores, solo lecciones. Cada desafío enfrentado, cada lágrima derramada, todo formaba parte de un plan mayor que aún no podía comprender del todo.

La tercera campanada resonó y otro pensamiento se deslizó en su mente: El cambio comienza desde dentro. Si quería ver un cambio en su vida, primero debía cambiar su perspectiva. La manera en que veía el mundo era un reflejo de su estado interior.  

Con la cuarta campanada, vino la realización de que el tiempo es su aliado, no su enemigo. Cada día era una oportunidad para crecer, para aprender y para acercarse más a sus objetivos. No tenía sentido apresurarse o desesperarse, porque cada cosa tenía su momento perfecto para florecer.

La quinta campanada le recordó que las conexiones humanas son fundamentales. Sus relaciones con los demás eran un espejo de su relación consigo mismo. Debía nutrir sus vínculos, ser más compasivo y abierto a las experiencias compartidas.

Al sonar la sexta campanada, comprendió que la gratitud transforma la vida. Agradecer por lo que tenía, por las personas a su alrededor y por las experiencias vividas, le daba una nueva perspectiva. La gratitud le llenaba de energía positiva y renovaba su esperanza.

Con la séptima campanada, se dio cuenta de que el perdón libera. Perdonarse a sí mismo por sus errores y perdonar a los demás le daba una sensación de libertad que nunca había experimentado. El rencor solo envenenaba su alma.

La octava campanada trajo consigo el pensamiento de que la pasión es el motor de la vida. Encontrar aquello que le apasionaba y dedicarle tiempo y esfuerzo era esencial para sentir que su vida tenía propósito y significado, a pesar de los años.

Al llegar la novena campanada, entendió que la autenticidad es poderosa. Ser fiel a sí mismo, sin máscaras ni pretensiones, le permitía vivir de manera más plena y en armonía con sus verdaderos deseos y valores.

Con la décima campanada, le llegó la convicción de que cada fracaso es una oportunidad. Los tropiezos y caídas eran parte del camino hacia el éxito. Cada error era una lección valiosa que le acercaba más a sus objetivos.

La undécima campanada le trajo la claridad de que la paciencia es una virtud. No todo llegaría en el momento que él deseara, pero confiar en el proceso y mantener la calma era fundamental para no desfallecer.

            Y finalmente, con la duodécima campanada, comprendió que él era el arquitecto de su propio destino. Cada pensamiento, cada acción, moldeaba su futuro. Tenía el poder de cambiar su vida, de construir un camino lleno de sentido y propósito. Solo necesitaba creer en sí mismo y dar cada paso con determinación.

domingo, 24 de noviembre de 2024

Troglodita

 

 

-    Hoy has conseguido que haya vuelto a perder la paciencia.

-    Cada día parece que encuentras una nueva manera de sacarme de quicio, como si estuvieras buscando, activamente, todas las formas posibles de irritarme.

-    Te había dicho bien claro que teníamos que salir a las 5, pero no, hasta las 5:20 no hemos salido por no sé muy bien que razón, porque excusas nunca te faltan. Y ayer, también me sacaste de quicio porque sabes, desde siempre, que no me gusta la comida muy caliente y me la pusiste ardiendo. Y anteayer porque estaba leyendo y tuve que dejarlo para bajar a recoger un paquete que tú habías pedido. Y así cada día.

-      Mantener la calma contigo se ha vuelto un desafío constante. Parece que tus acciones están diseñadas específicamente para provocarme, y lo siento, pero así es como lo veo.

Pero…, ¿es, realmente, así?     

          ¿Qué pasaría si en lugar de imponer un horario para salir, preguntaras si la hora es conveniente para la otra persona, sobre todo considerando que la salida era para dar un paseo?

          ¿Qué pasaría si ante el plato de comida caliente, esperaras a que se enfriara o soplaras un poquito?

          Es más fácil culpar a otros por nuestras frustraciones y decepciones que asumir la responsabilidad de nuestras propias decisiones y reacciones.

Las miserias con las que convivimos hacen que están salgan a la luz ante todo aquello que en nuestro interior parece contrario a nuestros más íntimos deseos.

Y lo más triste es que no somos conscientes de donde nace la frustración, la decepción, el desencanto, que hace que lleguemos a explotar, sacando sapos de nuestra boca como sale la lava por el cráter en un volcán en erupción.

Todo eso es señal inequívoca de un carácter débil, de vivir la vida desde la dualidad, de tener un escaso conocimiento de uno mismo, de temer salir de la zona de confort o carecer de autocontrol, entre otras muchas sombras con las que podemos llegar a convivir.

La primera pregunta que habría que hacerse es: ¿Por qué reacciono siempre como un energúmeno ante ciertas situaciones? Y, la segunda: ¿Cómo podría mejorar mi respuesta la próxima vez que se presente un conflicto?

Fortalecer el carácter es un proceso continuo que requiere práctica y dedicación. Sin embargo, el primer paso para que eso ocurra es tener claro que se necesita un cambio para dejar de ser un troglodita y, a partir de ahí, buscar información. Seguro que encuentras miles de páginas que te van a dar consejos sobre cómo conseguirlo.


martes, 11 de junio de 2024

Cambio

 


La vida es un conjunto de cambios que no esperamos.

No importa con cuanta certeza tengamos planeadas nuestras expectativas, siempre va a haber algo repentino, siempre va a haber algo que no tengamos planeado.

No importa cuántas veces la vida nos haya sorprendido o cuantas veces hayamos cambiado nosotros.

Nuestra esencia, lo que está dentro de nuestra alma nunca cambia, siempre es para nuestro bien.

lunes, 29 de abril de 2024

Esto también pasará

 


 

Una vez, un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:

«He mandado hacer un precioso anillo con un diamante, con uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo».

Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios, eruditos que podían haber escrito grandes tratados… pero ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy difícil. Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas, sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del poderoso rey.

El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como si fuera familia y gozaba del respeto de todos. El rey, por esos motivos, también lo consultó. Y éste le dijo:

“No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”

«¿Como lo sabes preguntó el rey”?

“Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.

En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.

“Pero no lo leas», dijo. «Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.

Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.

Estaba huyendo a caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo, y los perseguidores eran numerosos. En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.

Caer por él, sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.

Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento. Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.

En ese momento fue consciente que se cernía sobre él, un gran silencio.

Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.

El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo, reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.

El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile. El rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.

En ese momento, nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:

“Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo”

“¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.

“Escucha”, dijo el anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje… “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”

Y, nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.

Entonces el anciano le dijo:

“Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”

La moraleja de esta historia es que nada en la vida es permanente. Tanto la felicidad como la tristeza son temporales y pasajeras. El mensaje del anillo sirve para recordar al rey que debe mantenerse humilde en la victoria y esperanzado en la derrota, ya que ambos estados son transitorios.

La fábula del rey y el mensaje "Esto también pasará" es una poderosa lección de humildad y esperanza. Nos enseña a valorar el momento presente sin aferrarnos demasiado a él, ya que el cambio es la única constante en la vida. En tiempos de alegría, nos recuerda disfrutar sin arrogancia, y en tiempos de tristeza, nos ofrece consuelo y la promesa de que el dolor no durará para siempre. Esta historia resuena con la idea de que la empatía hacia uno mismo y hacia los demás es crucial, especialmente durante los desafíos, ya que todos experimentamos altibajos en la vida. La empatía nos permite conectar con los demás y ofrecer apoyo, sabiendo que las circunstancias pueden cambiar en cualquier momento.

¡Ánimo!, esto también pasará.

sábado, 18 de abril de 2020

"Yo Soy" el cambio

Este es el inicio de un largo camino. “Yo Soy” el cambio

Ya estamos viendo en los países en los que se están empezando a relajar las medidas de confinamiento cual es la preocupación de los dirigentes que son los que tendrían que liderar el tan ansiado cambio: Que la economía, tal como la conocemos, no termine de hundirse y que todo vuelva a la normalidad económica lo antes posible. Justo a esa normalidad basada en la desigualdad que no queremos.
Es posible que se den algunos cambios, sobre todo, alguna mejora de la sanidad, que está siendo el pilar de contención de la pandemia. Países que estaban desmantelando su sanidad pública intentarán detener su deterioro y otros que tienen una sanidad del siglo XIX intentarán adecuarse al siglo XXI. Pero poco más.
La pandemia, para los que sobrevivan, no va a servir más que para empobrecer a la clase media y terminar de hundir a la clase baja. La clase súper alta, que es la que realmente organiza el mundo a su antojo para su propio beneficio, no se va a ver afectada en lo más mínimo, salvo que va a enriquecerse un poco más. Incluso pueden salir mejor parados porque algunos, puede ser que les idolatren aún más porque donan millones para ayudar a frenar la pandemia. ¿Qué es un millón o dos o veinte comparado con lo que tienen?, es como para el resto de nosotros dar un dólar a un pobre a la puerta de una iglesia. Una limosna.
Lo que esta pandemia ha vuelto a dejar al descubierto es la solidaridad de muchísimas personas en cualquier parte del mundo. La solidaridad siempre emerge en las catástrofes, lo cual es fantástico, pero se reduce cuando la situación vuelve a la normalidad. Y mientras no se consiga una igualdad real, en la que no pase hambre ni un solo ser humano, la solidaridad va a seguir siendo necesaria.
Por lo tanto, los que tenemos claro que el orden mundial debería de cambiar tenemos que liderar el cambio. O, mejor, más que liderar el cambio tenemos que comenzar a abrir la puerta para que este se realice, porque va a ser una lucha sin cuartel, silenciosa y larga, muy larga, posiblemente nos lleve más de un siglo. A no ser que tengamos en unos años una nueva pandemia que mate a dos millones de personas y se lleve por delante la economía tal como la conocemos.
Casi todos los que creemos que vivimos en una sociedad injusta e iniciemos ahora la lucha o, mejor, que seguimos en la lucha que iniciamos hace algún tiempo, es seguro que volveremos a la vida dentro de cien o doscientos años y, es posible, que entonces sigan las desigualdades pero tendremos ya un terreno preparado y abonado por nosotros en esta vida, para que sea más fácil la batalla final, ya que nuestros hijos, nuestros nietos, bisnietos y tataranietos habrán seguido la estela que ahora iniciamos nosotros.
¿Cómo tiene que ser esa lucha? Ahora tiene que ser espiritual, porque nosotros no podemos cambiar el sistema económico, pero si podemos cambiar la espiritualidad. Tampoco podemos salir a las calles siete mil quinientos millones de seres a reclamar un cambio de orden cuando cada uno de los siete mil quinientos millones tiene una idea de orden diferente en su cabeza. Si no fuera así, no habría tanto voto disperso. Personalmente nunca he entendido como un obrero puede votar a la derecha. Pero aunque se vote a la izquierda, da lo mismo. Son los mismos con una corbata de distinto color. Y lo que necesitamos no son líderes de derecha o de izquierda, necesitamos lideres humanos, que se sientan iguales, que amen a sus conciudadanos, que lloren con ellos, que rían con ellos, que el sufrimiento de uno sea su propio sufrimiento, que no sepan de economía, que no sepan de leyes, que sepan de justicia humana, de igualdad, de compasión y de humildad.  
Por lo tanto, hemos de dejar de lado, aunque sigamos en la lucha por reducir la desigualdad, las batallas política y económica para centrarnos en la batalla espiritual.
            Así como hay diferentes sistemas políticos y económicos y diferentes religiones, en lo referente a la espiritualidad, no hay dudas, solo existe un orden, el orden del Amor, que conlleva inherente todos sus atributos: alegría, fe, igualdad, humildad, comprensión, justicia social, tolerancia, paz, serenidad, misericordia, felicidad, generosidad, compasión, libertad, aceptación, bondad, honestidad, fortaleza, respeto, servicio.
Porque el cambio, el auténtico cambio, es actuar desde el Amor. El Amor solo tiene una regla, la Regla de Oro: Trata a los demás como tú mismo quieres ser tratado.
            Tenemos que ser el cambio que propugnamos realizando nuestro propio trabajo interior para ser el Amor que demandamos al mundo, porque al final de todo el camino, dentro de uno, cinco o mil años, la energía que va a mover el mundo es el Amor. Ese es el cambio, ese es el final del camino. Empecemos en nosotros mismos y hagámoslo ya, no esperemos a mañana.
Nuestro objetivo tiene que ser elevar nuestra vibración en el Amor para ir influyendo en los que nos rodean y estos a su vez influir en otros y estos en otros y así sucesivamente hasta llegar al poder. Es un trabajo lento ¿verdad? Y más lento porque es una batalla con uno mismo y, aunque sea incruenta, es la más terrorífica de las batallas.
Para eso lo mejor es comenzar por el principio. Saber de dónde partimos cada uno de nosotros, porque el final del camino es el mismo para todos: aprender a Amar.
Como pasar de donde estamos al Amor no es tarea fácil, mejor vayamos ganando cada una de las partes, subiendo un peldaño tras otro, que no son otros que las cualidades del Amor, para llegar al Todo. Hoy trabajo la paciencia, el mes que viene la tolerancia, al otro el perdón y, así, un día tras otro llegaremos a la cima.
Voy a terminar esta entrada con unas preguntas. A partir de la próxima intentaré desgranar como ganar cada una de las etapas que nos van a llevar a la cumbre.
Podéis escribir y contestar para unificar ideas.
¿Tenemos claro que todos SOMOS UNO, que somos lo mismo, todos con el mismo origen, todos con el mismo fin?
¿Tenemos claro que somos más que un cuerpo?
¿Tenemos claro para que venimos a la vida?
¿Tenemos claro que organizamos nuestra vida antes de encarnar?
¿Tenemos claro que la pandemia estaba contemplada en nuestro Plan de Vida?
Si tenemos claro que está contemplada en nuestro Plan de Vida y, por lo tanto, aceptada por nuestra alma ¿Qué esperábamos ganar con ella?
La contestación a estas preguntas y, algunas más, lleva implícito el trabajo a realizar.
Cuídense, todos somos necesarios, ya que si falta uno tendremos que suplir su vibración entre los demás.
Bendiciones.