Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
La vida es un conjunto de cambios
que no esperamos.
No importa con cuanta certeza tengamos
planeadas nuestras expectativas, siempre va a haber algo repentino, siempre va
a haber algo que no tengamos planeado.
No importa cuántas veces la vida
nos haya sorprendido o cuantas veces hayamos cambiado nosotros.
Nuestra esencia, lo que está dentro
de nuestra alma nunca cambia, siempre es para nuestro bien.
Una vez, un rey de un
país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:
«He mandado hacer un
precioso anillo con un diamante, con uno de los mejores orfebres de la zona.
Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme
en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de
desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis
herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma
que quepa debajo del diamante de mi anillo».
Todos aquellos que
escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios, eruditos que podían haber
escrito grandes tratados… pero ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres
palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy difícil.
Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía por muchas horas,
sin encontrar nada en que ajustara a los deseos del poderoso rey.
El rey tenía muy
próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también
sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era
tratado como si fuera familia y gozaba del respeto de todos. El rey, por esos
motivos, también lo consultó. Y éste le dijo:
“No soy un sabio, ni
un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”
«¿Como lo sabes
preguntó el rey”?
“Durante mi larga vida
en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una oportunidad me
encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su
servicio. Cuando nos dejó, yo lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y
como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.
En ese momento el anciano
escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó
al rey.
“Pero no lo leas»,
dijo. «Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida
en una situación”.
Ese momento no tardó
en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.
Estaba huyendo a
caballo para salvar su vida, mientras sus enemigos lo perseguían. Estaba solo,
y los perseguidores eran numerosos. En un momento, llegó a un lugar donde el camino
se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.
Caer por él, sería
fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía
escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.
Fue entonces cuando
recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño
mensaje tremendamente valioso para el momento. Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN
PASARÁ”.
En ese momento fue
consciente que se cernía sobre él, un gran silencio.
Los enemigos que lo
perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de
camino. Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el
trotar de los caballos.
El rey se sintió
profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras
habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo,
reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.
El día de la victoria,
en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile. El rey se sentía muy
orgulloso de sí mismo.
En ese momento,
nuevamente el anciano estaba a su lado y le dijo:
“Apreciado rey, ha
llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo”
“¿Qué quieres decir?”,
preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las
personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.
“Escucha”, dijo el
anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también
es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado,
también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el
último, sino también para cuando eres el primero”.
El rey abrió el anillo
y leyó el mensaje… “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”
Y, nuevamente sintió
la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y
bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido. El rey pudo terminar de
comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.
Entonces el anciano le
dijo:
“Recuerda que todo
pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y
la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte
de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”
La moraleja de esta
historia es que nada en la vida es permanente. Tanto la felicidad como la
tristeza son temporales y pasajeras. El mensaje del anillo sirve para recordar
al rey que debe mantenerse humilde en la victoria y esperanzado en la derrota,
ya que ambos estados son transitorios.
La fábula del rey y el
mensaje "Esto también pasará" es una poderosa lección de humildad y
esperanza. Nos enseña a valorar el momento presente sin aferrarnos demasiado a
él, ya que el cambio es la única constante en la vida. En tiempos de alegría,
nos recuerda disfrutar sin arrogancia, y en tiempos de tristeza, nos ofrece
consuelo y la promesa de que el dolor no durará para siempre. Esta historia
resuena con la idea de que la empatía hacia uno mismo y hacia los demás es
crucial, especialmente durante los desafíos, ya que todos experimentamos
altibajos en la vida. La empatía nos permite conectar con los demás y ofrecer
apoyo, sabiendo que las circunstancias pueden cambiar en cualquier momento.
Este es
el inicio de un largo camino. “Yo Soy” el cambio
Ya
estamos viendo en los países en los que se están empezando a relajar las
medidas de confinamiento cual es la preocupación de los dirigentes que son los
que tendrían que liderar el tan ansiado cambio: Que la economía, tal como la
conocemos, no termine de hundirse y que todo vuelva a la normalidad económica
lo antes posible. Justo a esa normalidad basada en la desigualdad que no
queremos.
Es
posible que se den algunos cambios, sobre todo, alguna mejora de la sanidad,
que está siendo el pilar de contención de la pandemia. Países que estaban
desmantelando su sanidad pública intentarán detener su deterioro y otros que
tienen una sanidad del siglo XIX intentarán adecuarse al siglo XXI. Pero poco
más.
La
pandemia, para los que sobrevivan, no va a servir más que para empobrecer a la
clase media y terminar de hundir a la clase baja. La clase súper alta, que es
la que realmente organiza el mundo a su antojo para su propio beneficio, no se
va a ver afectada en lo más mínimo, salvo que va a enriquecerse un poco más. Incluso
pueden salir mejor parados porque algunos, puede ser que les idolatren aún más
porque donan millones para ayudar a frenar la pandemia. ¿Qué es un millón o dos
o veinte comparado con lo que tienen?, es como para el resto de nosotros dar un
dólar a un pobre a la puerta de una iglesia. Una limosna.
Lo que esta
pandemia ha vuelto a dejar al descubierto es la solidaridad de muchísimas
personas en cualquier parte del mundo. La solidaridad siempre emerge en las
catástrofes, lo cual es fantástico, pero se reduce cuando la situación vuelve a
la normalidad. Y mientras no se consiga una igualdad real, en la que no pase
hambre ni un solo ser humano, la solidaridad va a seguir siendo necesaria.
Por lo
tanto, los que tenemos claro que el orden mundial debería de cambiar tenemos
que liderar el cambio. O, mejor, más que liderar el cambio tenemos que comenzar
a abrir la puerta para que este se realice, porque va a ser una lucha sin
cuartel, silenciosa y larga, muy larga, posiblemente nos lleve más de un siglo.
A no ser que tengamos en unos años una nueva pandemia que mate a dos millones
de personas y se lleve por delante la economía tal como la conocemos.
Casi
todos los que creemos que vivimos en una sociedad injusta e iniciemos ahora la
lucha o, mejor, que seguimos en la lucha que iniciamos hace algún tiempo, es
seguro que volveremos a la vida dentro de cien o doscientos años y, es posible,
que entonces sigan las desigualdades pero tendremos ya un terreno preparado y
abonado por nosotros en esta vida, para que sea más fácil la batalla final, ya
que nuestros hijos, nuestros nietos, bisnietos y tataranietos habrán seguido la
estela que ahora iniciamos nosotros.
¿Cómo
tiene que ser esa lucha? Ahora tiene que ser espiritual, porque nosotros no
podemos cambiar el sistema económico, pero si podemos cambiar la
espiritualidad. Tampoco podemos salir a las calles siete mil quinientos
millones de seres a reclamar un cambio de orden cuando cada uno de los siete
mil quinientos millones tiene una idea de orden diferente en su cabeza. Si no
fuera así, no habría tanto voto disperso. Personalmente nunca he entendido como
un obrero puede votar a la derecha. Pero aunque se vote a la izquierda, da lo
mismo. Son los mismos con una corbata de distinto color. Y lo que necesitamos
no son líderes de derecha o de izquierda, necesitamos lideres humanos, que se
sientan iguales, que amen a sus conciudadanos, que lloren con ellos, que rían
con ellos, que el sufrimiento de uno sea su propio sufrimiento, que no sepan de
economía, que no sepan de leyes, que sepan de justicia humana, de igualdad, de
compasión y de humildad.
Por lo
tanto, hemos de dejar de lado, aunque sigamos en la lucha por reducir la
desigualdad, las batallas política y económica para centrarnos en la batalla
espiritual.
Así como hay diferentes sistemas
políticos y económicos y diferentes religiones, en lo referente a la
espiritualidad, no hay dudas, solo existe un orden, el orden del Amor, que
conlleva inherente todos sus atributos: alegría, fe, igualdad, humildad,
comprensión, justicia social, tolerancia, paz, serenidad, misericordia,
felicidad, generosidad, compasión, libertad, aceptación, bondad, honestidad,
fortaleza, respeto, servicio.
Porque
el cambio, el auténtico cambio, es actuar desde el Amor. El Amor solo tiene una
regla, la Regla de Oro: Trata a los demás como tú mismo quieres ser tratado.
Tenemos que ser el cambio que
propugnamos realizando nuestro propio trabajo interior para ser el Amor que
demandamos al mundo, porque al final de todo el camino, dentro de uno, cinco o
mil años, la energía que va a mover el mundo es el Amor. Ese es el cambio, ese
es el final del camino. Empecemos en nosotros mismos y hagámoslo ya, no
esperemos a mañana.
Nuestro
objetivo tiene que ser elevar nuestra vibración en el Amor para ir influyendo
en los que nos rodean y estos a su vez influir en otros y estos en otros y así
sucesivamente hasta llegar al poder. Es un trabajo lento ¿verdad? Y más lento
porque es una batalla con uno mismo y, aunque sea incruenta, es la más
terrorífica de las batallas.
Para
eso lo mejor es comenzar por el principio. Saber de dónde partimos cada uno de
nosotros, porque el final del camino es el mismo para todos: aprender a Amar.
Como
pasar de donde estamos al Amor no es tarea fácil, mejor vayamos ganando cada
una de las partes, subiendo un peldaño tras otro, que no son otros que las
cualidades del Amor, para llegar al Todo. Hoy trabajo la paciencia, el mes que
viene la tolerancia, al otro el perdón y, así, un día tras otro llegaremos a la
cima.
Voy a
terminar esta entrada con unas preguntas. A partir de la próxima intentaré
desgranar como ganar cada una de las etapas que nos van a llevar a la cumbre.
Podéis
escribir y contestar para unificar ideas.
¿Tenemos
claro que todos SOMOS UNO, que somos lo mismo, todos con el mismo origen, todos
con el mismo fin?
¿Tenemos
claro que somos más que un cuerpo?
¿Tenemos
claro para que venimos a la vida?
¿Tenemos
claro que organizamos nuestra vida antes de encarnar?
¿Tenemos
claro que la pandemia estaba contemplada en nuestro Plan de Vida?
Si
tenemos claro que está contemplada en nuestro Plan de Vida y, por lo tanto,
aceptada por nuestra alma ¿Qué esperábamos ganar con ella?
La
contestación a estas preguntas y, algunas más, lleva implícito el trabajo a
realizar.
Cuídense,
todos somos necesarios, ya que si falta uno tendremos que suplir su vibración
entre los demás.
El
confinamiento se alarga y se estira como si fuera chicle.
He
dejado de ver noticias, son un poco cansinas, como lo son también las
informaciones que van apareciendo por las redes sociales.
He
leído casi diez millones de causas por las que este virus ha mutado para
apoderarse del género humano. Pero sea cual sea la causa, ¿qué más da? Está
aquí y hay que lidiar con él. Desde luego si la causa fuera la nueva tecnología
5G no deberíamos de permitir su expansión, aunque, de ser esta la razón, ya se
encargarán los “auténticos poderes”, que usan a los presidentes de los países y
organizaciones como títeres, para hacernos creer lo contrario.
Pero
hemos de tener presente que nada ocurre por casualidad, y que todos y cada uno
de los seres humanos que habitamos en esta época el planeta ya teníamos
contemplada esta circunstancia en nuestro Plan de Vida y, por supuesto, la
hemos elegido voluntariamente. Somos unos héroes.
Unos
para morir, otros para enfermar y sanar, otros para ayudar a todos a dejar
atrás la enfermedad, otros para vigilar el orden, otros para poner palos en las
ruedas, otros para arrimar el hombro, pero casi todos para sufrir que es la
espoleta del cambio. Unos para encumbrarse y otros para hundirse, Pero todos
para crecer, y para aumentar nuestra vibración y la vibración del planeta. Porque
no existe nada, absolutamente nada, contemplado en el Plan de Vida de cada alma,
que no sea para su crecimiento, para su aprendizaje, para su acercamiento a
Dios.
Terminaba
la entrada anterior diciendo “…. si de esta crisis no sacamos la enseñanza de
que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando al otro, me estoy
ayudando y respetando yo, no habrá servido de nada tantas muertes, tanto dolor,
tanta carencia y tanto sufrimiento”.
Pero
ahora ya sé que todo va a seguir igual.
Es muy
difícil cambiar un régimen capitalista que es el que impera en nuestras
sociedades, ya que son auténticos genios para atontar a los millones de
súbditos que con unas migajas hacen al “gran capital” cada día más y más rico.
De esta
crisis, todos, menos “ellos”, vamos a salir maltrechos, más pobres, más
controlados y, sobre todo, con más miedo, que es la herramienta principal que
utilizan para subyugarnos.
Bueno,
en realidad, todo no va a seguir igual. Algo habrá cambiado, pero será a nivel
individual. Tendrá que ser uniendo esas individualidades como se comience a
gestar el cambio. Ahí es donde radica la posibilidad de cambio. Pero, aunque no
se produzca, no importa, como género humano, nosotros o nuestros descendientes,
tendremos nuevas pandemias, y así será hasta que el cambio se materialice. El
cambio se tiene que realizar sí o sí.
Ya
hemos comprobado que se puede vivir sin futbol, sin toros, sin misas, sin
procesiones, sin políticos, pero no se puede vivir sin un hospital
perfectamente equipado, con un personal dignamente tratado y sobre todo, no se
puede vivir sin una barra de pan o sin un plato de lentejas. Por lo tanto, el
cambio lo tenemos que hacer no haciendo manifestaciones salvajes para conseguir
un día más de vacaciones, o un incremento de sueldo miserable, sino dando la
espalda, todos unidos, a todo lo superfluo que el gran capital ha hecho que
consideremos esencial. Porque si nos manifestamos para conseguir tal o cual
cosa, nos la van a dar para que volvamos a trabajar, pero ya se encargaran de
sacárnosla de otro sitio. Son listos, son muy listos, y nosotros somos tontos,
muy tontos.
Cuando
no vaya gente a los eventos deportivos, no se gastarán millones y millones de
dólares en sueldos para los jugadores. Todos los sueldos deberían oscilar en
una banda de entre 1 como mínimo y 5 como máximo. Es decir, que, si el sueldo
más bajo son 1.000 dólares, el más alto no debería ser superior a 5.000. En
ningún lugar del planeta.
Cuando
nadie vote a los ineptos que se enriquecen a nuestra costa enfrentándonos a los
unos contra los otros, podremos cambiar nuestro sistema político, porque los
políticos, sea cual sea su insignia y su doctrina, enfrentan a los ciudadanos
del norte con los del sur, favoreciendo a los cada vez más ricos y
defenestrando, engañando y manipulando a los cada vez más pobres.
Cuando
los lugares de culto se encuentren vacíos un día sí y otro también, es posible
que los líderes de las religiones reflexionen y se unan para ayudar a hacer un
mundo igualitario y no condenar ni discriminar a nadie, porque entenderán
realmente lo que significa ser hijos de Dios y apostarán por una sola religión:
La religión del Amor.
Cuando
nadie mire la basura televisiva, la cambiarán para enriquecer nuestra alma y no
embrutecer nuestros egos. Y así sucesivamente con cualquiera de los métodos de
atontamiento que utilizan contra la población.
Todos
somos uno, todos somos lo mismo y nos enfrentan los políticos, las religiones,
los deportes, los programas de televisión. Lo único que buscan es la
separación. Divide y vencerás.
Somos
nosotros los que tenemos que comenzar a gestar el cambio. Todos unidos.
Ayudándonos. Vibrando al unísono en el Amor. Hasta entonces todo seguirá igual.
Nos
quejamos de la vida que llevamos, no nos gusta completamente el trabajo que
realizamos. Nos gustaría que nuestra pareja fuera más cariñosa, o más dulce, o
más comprensiva. Los niños, a veces, nos agobian. Sentimos que la casa se nos
viene encima, pero nos aburren las salidas de ella. La familia y los amigos,
normalmente, se pasan la vida juzgando y criticando. En resumen: no nos gusta
la vida que llevamos, aunque aceptamos vivirla de esa manera por mil razones:
la obligación, la sociedad, la falta de dinero, la falta de tiempo para cambiar
nada, el qué dirán, etc.
¿Qué hacer para que cambie?, ¿Se
solucionaría con el premio gordo de la lotería?, ¿Cambiaría algo si
realizáramos un viaje a la otra punta del planeta?, ¿Qué hacer? La respuesta es
fácil: “Cambia, cambia tú”, porque si siempre haces las mismas cosas, el
resultado ha de ser siempre el mismo. “Cambia tú”.
No esperes que cambie tu trabajo, tu
jefe o tus compañeros. No esperes que cambie tu pareja. No esperes que cambien
los niños, ni tu familia, ni tus amigos, porque todos están en la misma
dinámica que tú, todos están tan aburridos de la vida como tú, todos están
esperando un cambio como tú. Sin embargo, tú tienes una cierta ventaja porque
aunque tú te estás aburriendo o estés cansando, tienes la inquietud del cambio,
sólo que con un ligero error en tu planteamiento, estás esperando que el cambio
llegue sólo, y eso, ya te aseguro que no va a suceder. Has de intervenir, has
de tomar las riendas de tu vida, has de cambiar algo para que cambie tu
entorno, has de trabajar para el cambio, has de implicarte.
Es
momento de dejar de jugar a ser espirituales, ya hemos aprendido las
reglas del juego. Ha llegado el momento de incluir la espiritualidad en la vida
cotidiana, es momento de trabajar desde la ética de la conciencia, es momento
de amar, es momento de sanar de manera total, es momento de compartir, de
relacionarse, es momento de practicar y salir de la teoría, es momento de dejar
atrás los prejuicios religiosos, es momento de trabajar para dirigirnos a un
futuro brillante, feliz, abundante, pleno. Y podemos llegar a ese futuro
respetando las reglas del Amor.
En este momento de cambio vamos a
trascender de “ser humano” a “ser espiritual”, y para eso ya no valen ni
escuelas ni maestros, ya que la única escuela válida es nuestro interior,
nuestra intención, nuestro corazón. Porque no hay nada que aprender, todo está
en nosotros, ya tenemos todo el conocimiento de Luz y de Amor, y muchos de
nosotros, o ya hemos cambiado nuestra vibración o estamos en pleno proceso.
En la actualidad el ser humano vive
para él, de manera individual, y ha de salir de ese individualismo para atender
las necesidades del alma, empezando a desarrollar propósitos simples, para una
vez conseguidos continuar con mayores empresas. Pero todo tiene un principio, y
ese principio ha de ser observar si existe alguna contradicción entre lo que se piensa,
lo que se dice y lo que se hace. Si no existe coherencia entre los pensamientos,
las palabras y los actos, el ser humano se engaña a sí mismo.
Hay que escuchar al alma y aceptar la
verdad, aceptar las cosas que resuenan profundamente en el corazón y en el alma,
aceptar lo que impulsa al ser humano a respirar y a sonreír. Hay que separarse
de todo aquello que promueve manipulación, especulación o explotación, y no
participar en nada que coarte la libertad o lesione el respeto. Hay que actuar
de manera honesta, clara, impecable y coherente.
Y sobre todo ama, siente el Amor,
comprométete contigo, únete a tu Ser y no busques más, deja sólo que el Amor te
encuentre. Hace tiempo que el Amor te busca, y si tu mente se mantiene en
silencio, te va a encontrar, y sobre todo, cuando estés sin expectativas,
sentirás, sentirás el Amor, sentirás su fuerza.
Tenemos
que dar un paso más allá para no perder de vista el objetivo real de nuestra
vida física y así no quedarnos atascados en mitad del camino adorando ídolos.
El
auténtico objetivo de todas las almas en su peregrinaje a la materia es
encontrar, de una vez por todas, el camino que las conduzca de vuelta a Dios.
Para
esto el alma se provee de diferentes herramientas: lecturas, talleres, yoga, tai-chi,
chi kung, y un variopinto ramillete de actividades que pueden ayudar al ser a
aceptar su divinidad y a encontrar el camino de vuelta a casa.
Ya
son bastantes las personas que han empezado a cuestionarse la búsqueda de la
felicidad, de la serenidad y de la paz interior desde una nueva perspectiva,
pero muchas de ellas están perdiendo de vista la auténtica razón de nuestra
estancia en la vida, y están considerando a las herramientas que utilizan para conseguir el objetivo como si ellas
fueran el auténtico objetivo.
Es
como si se subiera en un ascensor al piso veinticinco. Unas personas se atascan
en el piso uno, y otras, las que ya han comenzado a ver la vida de diferente
manera, se atascan en el piso veintitrés. Es cierto que están más cerca del
final, pero siguen atascadas, en diferente atasco, pero atascadas.
Es
momento de abrir definitivamente los ojos, es momento de abrir definitivamente
el corazón, es momento de entender que eres un alma, es momento de vivir para
la Divinidad. Basta ya de picoteo, basta ya de jugar a ser espirituales, basta
ya de hablar de los Maestros, basta ya de fariseísmo.
Es
el momento de actuar y de vivir desde el corazón, es el momento de dejar de
vivir desde la mente, de dejar de vivir desde la maquinación, de dejar de vivir
desde el engaño: a vosotros mismos, a vuestros amigos, a vuestra familia; es
momento de vivir la honestidad, es momento de estregarse, es momento de volver
a Dios.
A pesar de que tengamos
guías, maestros, instructores o gurús, la decisión de comenzar a vivir la vida
de otra manera es personal de cada uno.
Nadie va a decidir en qué momento está
preparada el alma para iniciar el camino de vuelta a Casa, el camino de vuelta
a Dios, salvo la propia alma.
Va a ser la persona en la soledad de su corazón y
de su mente la que va a decidir cuándo es el momento de dejar atrás el
sufrimiento e iniciar una nueva vida basada en el respeto, en la comprensión,
en la tolerancia, en el servicio y en el Amor.
Las cosas son como son. La vida es como
es, y sólo te queda aceptarla.
Pero si hay algo que no te gusta y no
puedes aceptar, entonces trabaja para cambiarlo, pero no le des vueltas en tu
mente.
Lo que tu calificas como problemas
dando vueltas y vueltas en tu mente, ensucia y marchita tu cuerpo energético,
envilece y adormece a tu mente, embrutece y enferma al cuerpo físico,
entristece al alma, te aísla de la vida y te separa de Dios.
El ser
humano lleva en su maleta emocional una serie de máscaras que va utilizando en
el transcurso del día, Cuando se levanta por la mañana se pone la máscara de la
prisa, al llegar a la oficina se pone la de jefe, o la de subordinado, o la de
señor de la limpieza, o la de vigilante, y así una tras otra en función de las
distintas interacciones que va teniendo a lo largo de su día, y lo hace con la
misma facilidad que lo pueden hacer los profesionales de la risa en el circo
para conseguir las carcajadas de su público. Pero existe una notable
diferencia, mientras para unos es una profesión para los demás la máscara no es
más que una cortina de humo para ocultar sus miserias.
Es posible
que ni el mismo ser humano sepa realmente quien es y cómo es. Bueno quien es,
es seguro que no lo sabe. Él cree que es Don Fulano de Tal, y actúa desde ese
pedestal, sea alto o bajo, no importa, cuando ese nombre es el que le han dado
a su cuerpo, de la misma manera que su vehículo es Audi o Toyota, porque su
cuerpo es su vehículo. Quien realmente es, es un hijo de Dios. Entonces, si la
persona no sabe quién es, parece lógico que tampoco sepa como es.
Este
desconocimiento hace que actúe de mil maneras diferentes, en función de quien
se encuentra delante. La persona no es la misma con su pareja que con sus
hijos, no es la misma con su jefe que con sus compañeros, no es la misma con
sus amigos que con sus vecinos, y así podríamos seguir enumerando encuentros,
en los que encontraríamos que la persona es diferente en todos y en cada uno de
ellos.
Es posible
que ni un observador imparcial lograra saber exactamente como es la persona
objeto de su observación, a no ser que la observara en su soledad, situación
difícil, porque en soledad no se actúa, en soledad se siente, y hay muchas
posibilidades que incluso en su soledad no sea ella misma al cien por cien, ya
que estará dándole vueltas a un millón de cosas y haciendo que sus sentimientos
y emociones vayan variando, desde aquello que le sucedió ayer hasta como le
gustaría realmente ser.
Es curioso, porque casi nadie está
contento consigo mismo, por infinitas razones. Todos quieren ser lo que no son,
pero casi nadie es capaz de ponerse a trabajar para llegar a ser esa persona
que quisiera ser, o ponerse a trabajar para aceptar lo que es.
El ser
humano es un cúmulo de contradicciones: Busca la felicidad fuera de sí mismo,
cuando la tiene en su interior; busca que le amen cuando es incapaz de amarse a
sí mismo; elige una pareja y envidia a las parejas de los demás; es incapaz de
trabajar para la realización de sus sueños, pero obliga a sus hijos a
realizarlos, sin pensar que posiblemente sus hijos tengan sus propios sueños; es
incapaz de reconocer sus defectos, pero es un maestro en el arte de juzgar y de
criticar los defectos de los demás; como no reconoce sus defectos no trabaja
para mejorarlos, pero reparte consejos a diestro y siniestro para que los demás
mejoren los suyos; busca la paz viajando a los confines del mundo, cuando la
podría encontrar si realizara el corto trayecto que existe entre su mente y su
corazón.
Lo que viene
a continuación es un consejo, si no te apetece no lo leas:
Medita.
Si sigues mi
consejo y meditas
-Empezarás
a conocerte un poco y disminuirán tus contradicciones.
-Casi
sin proponértelo van a encontrarte de frente con la felicidad.
-Descubrirás
que el amor es una energía y no esa tonta sensación que tienes cuando ves a
alguien del sexo contrario.
-Llegarás
a ser consciente de que lo más importante en el mundo eres tú, y que eso,
además, no es ser egoísta.
-Tendrás
las fuerzas suficientes para correr detrás de tu sueño.
-Serás
consciente de que tus hijos son también seres humanos, que no son de tu
propiedad y que tienen que realizar su propio camino.
-En
el viaje que vas a realizar dentro de ti comenzarás a descubrir tus defectos y
trabajarás para ir eliminándolos.
-Sabrás
que no has venido a este mundo a juzgar a nadie.
-Que
los consejos los puedes dar, pero cuando te los pidan.
-Aprenderás
a respetar y tratarás a todos tan solo como quieres que te traten a ti.
Así, no solo sabrás quien eres: Un
hijo de Dios, sino que sabrás como eres: Un ser de amor y podrás llevarlo por
bandera sin necesitar máscaras porque no tendrás que ocultar ninguna miseria.
Puede parecer increíble, que la vida,
ese don tan maravilloso que algunos seres nos hemos dado, convirtiéndonos
durante un breve espacio de tiempo de nuestra eternidad en humanos, pueda
convertirse, a veces, en algo tan duro, tan inaguantable e insufrible, que bien
pareciera que en vez de ir montados sobre la vida, disfrutando de su belleza,
lleváramos la vida, y no solo la nuestra, sino la vida de toda la humanidad
sobre nuestras espaldas. ¡Y eso pesa!
Algunos
podrían pensar que nada hay en la vida más duro que la propia vida, o mejor los
acontecimientos que en ella se generan cada día, pero si hay algo que puede ser
muchísimo peor y, de hecho lo es, es la actitud con la que cada uno se enfrenta
a todos y cada uno de los acontecimientos de su vida.
Enfrentarse
a la vida cuando la miseria se pasea por ella, puede ser más o menos duro;
enfrentarse a la vida, cuando la enfermedad ha tomado posesión de la misma
vida, puede ser más o menos angustioso; enfrentarse a la vida cuando la
vidaha recibido la visita de la muerte,
puede ser más o menos dramático. La diferencia entre el más y el menos es la
actitud.
De momento,
parece que ha quedado sobradamente demostrado, hace ya tiempo, por experiencias
en las propias vidas y en las vidas ajenas, que tratar de vivir la vida por el
lado más duro no soluciona la miseria, y sin embargo, puede agregar, y de hecho
agrega dolor al dolor, de la misma manera que más angustia no soluciona la
enfermedad o que por mucho dramatismo que le pongamos a la muerte no va a
resucitar al difunto.
No solo es
válida la actitud para los tres casos extremos de miseria, enfermedad y muerte.
La actitud hace que varíe también la percepción de cualquier preocupación, de
cualquier dolor, de cualquier desengaño, de cualquier sufrimiento o de
cualquier decepción.
Cualquier
acontecimiento en la vida ocurre en un determinado momento, pero justo al
instante siguiente la vida sigue su ritmo, no se detiene ni por un instante, y
si la vida no se detiene, ¿Por qué la persona se queda anclada en la emoción,
ya sea positiva o negativa, provocada por el acontecimiento?
Sabemos que
todo es energía. El pensamiento es energía, la emoción es energía, la
preocupación que sólo es un pensamiento repetitivo sobre cualquier tema sin
desear llegar a ninguna conclusión, es como cualquier pensamiento energía que
se va almacenando en nuestro sistema energético provocando otras energías nada
agradables como son el miedo, la ansiedad, la angustia o la soledad.
Está claro
que por mucho que piense y se preocupe la persona no consigue hacer retroceder
ni un ápice a la vida para deshacer el acontecimiento, por lo tanto solo hay
que cambiar la actitud hacia cualquier acontecimiento cambiando el proceso de
pensamiento, y de inmediato cambia la vida. Con ese cambio de actitud, se deja
a un lado del camino el peso cargado, voluntariamente, sobre las espaldas, pero
volver a subirse al tren de la vida.
El cambio de
actitud que se escribe en un minuto y se lee en dos segundos, lleva un poco más
de tiempo adquirir la habilidad necesaria para ponerlo en práctica, pero cuanto
más se tarde, será peor, porque seguiremos añadiendo sufrimiento al
sufrimiento, dolor al dolor, angustia a la angustia y dramatismo al drama.
Cualquier sufrimiento es inútil, porque todavía no se han detectado cuales son
los nudos del dolor que puede desatar el sufrimiento, y, desde luego, no es
porque no se tenga experiencia en sufrir, porque sufrimiento en el mundo hay
toneladas en cada esquina.
Puedes
analizar cuantos sufrimientos te han solucionado problemas. Si no encuentras
ninguno, ¿Para qué sufrir? Empieza a trabajar para vivir la vida con una
actitud diferente. ¿Qué cómo se hace?, pues meditando.
Los seres
humanos tratan de paliar sus carencias espirituales con posesiones materiales, y
afanados recorren un camino inútil para llegar a ningún sitio, para no entender
después, como no son felices, ¡si no les falta de nada!
¡Y
tanto que les falta!, les falta todo, les falta lo más importante: el
conocimiento de lo que son, les falta creer que se puede conseguir un cambio, les
falta la voluntad para trabajar en la consecución de ese cambio y les falta la
paciencia para esperar los primeros resultados.
Si sufren Vds. por algún aspecto de su vida,
pueden hacer una de estas dos cosas: Aceptar la situación o cambiarla. Pero
hagan algo, ya que si no van a seguir sufriendo.
Las causas
de la enfermedad parecen múltiples y variadas, sin embargo, cuando se trata con
ellas, tratando de llegar a la causa, para sanar esta en lugar de trabajar con
los efectos, se descubre que ni son tantas las causas, ni, por supuesto, tan
variadas.
En el caso
de un problema físico, parece normal que una persona enferma no se encuentre en
su mejor momento emocional, y eso es lo que aparece en la consulta
inmediatamente después de conocer el problema por el que la persona acude a
terapia. Pero no debe terminar aquí la primera entrevista. Después de conocer
el problema físico, y las secuelas emocionales que ese problema está generando,
si se empiezan a desgranar un “porqué” tras otro, para tratar de descubrir la
causa inicial del problema, se llega, casi siempre, a una causa emocional, que
parece primera, pero que tampoco lo es.
En el caso
de problemas emocionales, hay un paso menos que dar, nos ahorramos el salto
desde el problema físico, pero también deben existir los “porqués”, para llegar
a eso que puede parecer una primera causa.
Eso que
parecen primeras causas, son casi todas cortadas por el mismo patrón:
Infelicidad y miedos, o lo que es lo mismo falta de amor.
Los seres
humanos vivimos de pensamientos. Aunque algunas personas crean que esa es la
única y más acertada manera de vivir. A mí me han llegado a decir que lo
verdaderamente importante en la vida es mantener vivo el pensamiento porque es
una demostración de que estamos vivos. Ante este razonamiento, me calle discretamente,
pero casi dando la extremaunción a esa persona, porque para mí, su creencia es
la demostración de estar muerto, de vivir un sueño, de vivir una fantasía.
No solemos
vivir la realidad, vivimos la realidad generada por nuestros pensamientos. Y
esa realidad que generan los pensamientos es como un agujero que hay que
llenar, ya que los pensamientos hacen que cada día necesitemos más: más amor,
más dinero, más poder, más de todo. La mente nunca se conforma con lo que
tiene.
Y ¿Dónde
buscamos todo eso?, en el exterior, Y ¿Qué pasa si no lo conseguimos?, no hace
falta que lo explique, cada uno de los que os asomáis a esta ventana sabéis el
estado de frustración que genera la no consecución de los deseos. Ya sabemos
que cada pensamiento, que cada sentimiento y que cada emoción es energía. ¿Qué
clase de energía generamos en el estado de preocupación, de frustración, de
carencia, de infelicidad o de miedos, solo por citar algunos? Basura. Generamos
basura. Basura con la que estamos alimentando a nuestros chakras y a nuestro
cuerpo físico. Y nosotros somos la energía de nuestros chakras.
Todo lo que
buscamos en el exterior, todo el vacio que queremos llenar solo es debido al
ansia del alma por lo Divino, al ansia del alma por la unión con Dios. La
auténtica carencia es vivir separados de Dios, pero nadie en nuestras miles de
vidas nos lo ha hecho saber, y tratamos de paliar ese vacío con lo que la
sociedad con la que nos encontramos al nacer nos enseña.
Curiosamente,
la sociedad que nos encontramos es prácticamente la misma que dejamos en
nuestra vida anterior, y en la otra, y en la otra. ¿Qué pasaría si obviáramos
lo que nos enseña la sociedad, papas, maestros y guías religiosos incluidos?
Pues que buscaríamos a Dios en lugar de buscar sucedáneos, buscaríamos a Dios
en lugar de buscar poder, o fama, o gloria, o dinero.
Reencontrarnos
con Dios es reencontrar la paz, es vivir el amor, es disfrutar la felicidad, es
sentir la salud plena.
Bien
podríamos decir que la primera causa de la enfermedad no es un gen pernicioso
que se ha expresado, ni la basura generada por nuestros estados emocionales, ni
tan siquiera los pensamientos o las causas kármicas que devienen de vidas
anteriores. La separación de Dios es, en buena parte, responsable de nuestras
enfermedades, por no decir la única.
Ya sé que
con este razonamiento, los santos deberían de haber gozado de buena salud,
cuando son muchos los casos de santos que han vivido vidas de postración debido
a la enfermedad. Este sería material para otro post. A muchos santos se les ha olvidado
que vivían en un cuerpo. Hemos de tener el corazón y la cabeza con Dios, pero
los pies han de estar bien arraigados a la Tierra. Todo el trabajo que hemos de
hacer lo hemos de hacer en el cuerpo.
Por cierto,
para encontrar a Dios no hay que viajar muy lejos, solo hay que vivir desde el corazón.
Y para acercarte a tu corazón medita. Medita con la misma asiduidad que
desayunas, o almuerzas o cenas. Haz de la meditación una rutina diaria.