Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
La forma en que una persona reacciona ante la adversidad —o
frente a lo que percibe como una amenaza a sus intereses o creencias— dice
mucho sobre el punto en el que se encuentra en su proceso de evolución
interior, lo que suelo llamar su “camino espiritual”.
Antes de seguir, me parece importante aclarar qué entiendo
por “camino espiritual”. No se trata de acumular conocimientos místicos ni
alcanzar niveles elevados en alguna escala esotérica. Hablo de algo más
cotidiano, más íntimo y a la vez universal: el recorrido que hacemos desde el
nacimiento hasta la muerte, un viaje repleto de estaciones, desafíos y
aprendizajes cuyo único objetivo es nuestro crecimiento como seres humanos.
Ahora bien, crecer no significa volverse más fuerte, más
influyente o más sabio en términos externos. No. Hablo de un crecimiento mucho
más sutil y poderoso: aquel que se mide por la cantidad de amor que vamos
integrando en nuestro interior. Porque, al final de cuentas, la vida es una
escuela del alma, y su única lección esencial es aprender a amar.
Por eso llamo a esta travesía entre el nacimiento y la muerte
“camino espiritual”. Es una búsqueda profunda que trasciende cualquier dogma
religioso. Un viaje interior que cada uno recorre de forma única, movido por el
anhelo de encontrar propósito, paz, conexión y comprensión de uno mismo con el
mundo.
Aunque cada alma tiene su propio ritmo y modo, muchos
comparten ciertas etapas en este camino:
- Despertar: Suele llegar a través de una crisis o un
profundo malestar. Algo dentro de nosotros susurra: “¿De verdad esto es la
vida? Tiene que haber algo más…” Es el momento en que comenzamos a mirar más
allá de lo material.
- Búsqueda: Se abre entonces una etapa de exploración. Nos
acercamos a diferentes filosofías, prácticas, culturas o enseñanzas que
resuenan con algo profundo en nuestro interior.
- Transformación interior: La práctica de la meditación, la
contemplación, la oración o el arte introspectivo empieza a cambiar la manera
en que percibimos la vida. Poco a poco, la persona se transforma desde dentro,
liberándose de viejos patrones.
- Conexión: Surge una sensación más profunda de pertenencia.
Nos sentimos parte del universo, conectados con la naturaleza, lo divino o los
demás seres humanos desde una nueva sensibilidad.
- Servicio y compasión: Como consecuencia natural de la
transformación y la conexión, aparece el deseo genuino de contribuir al bienestar
de otros. Es el amor que ha madurado en nosotros y ahora quiere expandirse.
Por eso decía al principio que nuestras reacciones ante la
vida —sobre todo ante las dificultades— son el mejor termómetro de nuestra
evolución espiritual. Cuanto mayor es nuestra capacidad de responder con amor,
comprensión y ecuanimidad ante lo que nos hiere o incomoda, más cerca estamos
de ese aprendizaje esencial: amar sin condiciones.
Tu carta ha llenado mi
corazón con el eco de tus preguntas, tus dudas y tus anhelos más profundos.
Antes que nada, quiero que recuerdes algo esencial: cada pensamiento tuyo, cada
lágrima derramada y cada sonrisa que ilumina tu rostro son importantes para mí.
Tú eres una obra de amor, un ser creado con un propósito único, destinado a
experimentar la vida en toda su riqueza y profundidad. No hay nada en ti que
sea un error, pues cada detalle de tu existencia es valioso y significativo.
Sé que los desafíos de
la vida pueden parecer abrumadores. Entiendo que la mortalidad y la
incertidumbre que conlleva pueden despertar en ti un sinfín de emociones y
preguntas difíciles. Pero quiero que recuerdes algo muy importante: cada día
que te levantas, cada aliento que tomas, tiene un propósito. Aunque en
ocasiones te parezca que las pruebas que enfrentas no tienen sentido, ten la
certeza de que, en las mismas, se esconde una oportunidad para aprender, crecer
y amar más profundamente. La vida no fue diseñada para ser fácil o carente de
dificultades, pero en sus imperfecciones se encuentran lecciones valiosas que
enriquecen tu alma y te conectan más íntimamente conmigo y con los demás.
El dolor y las
dificultades, aunque duros de afrontar, no definen la totalidad de tu
existencia. Son una parte del camino, pero no el destino final. Quiero que
sepas que, incluso en los momentos más oscuros, cuando las sombras parecen
interminables, la luz nunca deja de brillar. Esa luz está en el amor que te
rodea, en la esperanza que puede renacer en tu corazón y en la belleza que
habita incluso en los lugares más inesperados. Esa luz también eres tú, con tu
capacidad de sembrar bondad, de conectar con otros y de reflejar mi amor en tus
acciones diarias.
En los instantes en que
te sientas perdido o desconectado, recuerda que nunca estás solo. Yo estoy
contigo siempre, en cada paso que das, incluso cuando crees que me has perdido
de vista. Te acompaño en tus alegrías y en tus penas, en tus logros y en tus
caídas, ofreciéndote mi amor incondicional y mi guía para que encuentres el
camino hacia la paz y la plenitud.
Vivir plenamente no
significa huir de las dificultades ni pretender que la vida sea un constante
estado de felicidad. Vivir plenamente es aprender a enfrentar los desafíos con
valentía, a encontrar significado incluso en las pruebas más duras y a valorar
las pequeñas maravillas que te rodean cada día. Te invito a buscar en lo
cotidiano aquello que despierta en ti gratitud y alegría: una mirada amable, el
aroma fresco de la tierra después de la lluvia, una conversación sincera, o un
simple momento de silencio en el que puedas sentirte en conexión conmigo.
La mortalidad, aunque
difícil de aceptar, es un recordatorio de que cada instante que tienes es un
regalo. No temas a la muerte, pues es una parte natural del ciclo de la vida.
Pero mientras tus días estén llenos de vida, quiero que los vivas con
entusiasmo, con amor, con valentía y con un propósito claro. Aprovecha cada
oportunidad para dejar huellas positivas en el mundo, para construir relaciones
genuinas, para soñar sin límites y para disfrutar del milagro que es
simplemente existir.
Hijo mío, no dudes de
mi presencia y de mi amor infinito por ti. En los momentos de duda, cierra los
ojos y siente la fuerza de mi amor sosteniéndote. En los días de alegría,
celebra la vida con el corazón abierto. Y en los tiempos de incertidumbre,
confía en que, aunque no siempre puedas ver el camino con claridad, estoy aquí
para guiarte y caminar contigo.
Abre tus ojos al
presente, porque el hoy es el mayor regalo que puedes recibir. Permite que la
belleza y la bondad que hay a tu alrededor te envuelvan, y deja que mi amor sea
la luz que ilumina tu camino, incluso en los días más oscuros. Siempre estoy
aquí, deseando que encuentres la paz, la alegría y la plenitud que tanto
buscas.
La felicidad, el bien vivir y el bien
morir, son un arte que hay que aprender y, como no nos lo enseñan desde la cuna, hemos de aprenderlo ahora.
Desde la cuna, nuestros padres,
nuestros educadores, las religiones, y la misma sociedad nos han enseñado
aquello que ellos han aprendido y que consideran imprescindible para poder
desarrollarnos en sociedad, e incluso lo necesario, para triunfar en esta,
nuestra sociedad, tan competitiva. Nos han enseñado que la única manera de
tener éxito es generando y manteniendo un esfuerzo constante, es realizando un
trabajo excesivo, es renunciando a nuestro propio placer, porque eso es
egoísmo. Nos han enseñado que sólo se puede aprender son sufrimiento, que la letra
con sangre entra, que antes de hacer hemos de pensar en “que pensara la gente”.
Es mentira, ¡nos han engañado!
El aprendizaje es una diversión, el
éxito no se persigue, el verdadero éxito llega cuando dejamos de ofrecer
resistencia, cuando no nos agarramos a la vida, porque agarrarse a la vida
persiguiendo el éxito, es perder el éxito y la vida. Hay que romper las
compuertas y limpiar el cauce de escollos para dejar que la vida fluya, sin
paralizarse en el tío vivo de los propios pensamientos, hay que detener el
carrusel de la mente y bajar.
Dejar que la vida fluya, es aceptar. Fluir,
aceptar, no quiere decir cruzarse de brazos con resignación, no, quiere decir
que hemos de elegir la paz en lugar del miedo, quiere decir elegir la
alegría en lugar de la tristeza, quiere decir elegir la acción en lugar de
las dudas, quiere decir que lo importante es la felicidad y no el pensamiento
de los que nos rodean, quiere decir que hemos de elegir el amor ante cualquier
otra circunstancia, quiere decir “si”, “si a la vida”.
Un buen trabajo sería empezar a
aceptarnos a nosotros mismos y empezar a presentarnos ante los demás tal como
somos, sin máscaras.
Para eso te propongo algo nuevo, algo
que seguramente no has hecho nunca: Colócate delante de un espejo y observa la
expresión de tu cara. Toma conciencia de tu expresión, no juzgues si es un
rostro serio, si es lánguido, si parece enfadado……… sólo observa.
Empieza a decir cosas hermosas a ese
rostro que se refleja en el espejo: “Guapo, guapa”, “Te quiero”, “Que ojos tan
bonitos”, sonríe y empieza a ver como es tu rostro cuando sonríes. No juzgues
nada, no busques el por qué de nada, sólo quiérete, solo acéptate, y podrás
observar como tu rostro se relaja y cambia. Haz este ejercicio durante cinco
minutos cada día antes de tu meditación y que sea, luego, ese rostro el que sacas
de casa para presentarte ante el mundo.
A partir de tu propia aceptación, será
más fácil aceptar la vida. Poco a poco, vete desterrando el “no”, empieza a
utilizar el “si” con esa sonrisa que practicas en el espejo, empieza a aceptar
los cambios de la vida sin oponerte, empieza a decidir sin darle vueltas y más
vueltas que solo sirven para envenenar tu mente, empieza a vivir.
Soy de los que creen
que todo está perfectamente calculado y planificado. Que nada sucede por
casualidad en nuestra vida. Que no existe la suerte ni existen los accidentes. Y
que todos, en nuestra actual existencia, estamos recogiendo lo que sembramos en
vidas anteriores y, a la vez, estamos sembrando lo que recogeremos en las
próximas.
Todo
es debido a la Ley de la Causa y el Efecto o Ley del Karma, cuyo enunciado dice
que es una energía trascendente (invisible e inmensurable) que se genera a
partir de los actos de las personas. Según esta ley, cada causa genera un
efecto, a cada acción le corresponde una reacción.
Teniendo
en cuenta que todo es energía, cada pensamiento, cada palabra y cada acción
generan energía, y a esa energía de acción le va a corresponder otra energía
proporcional que es la reacción.
También
sé que lo único importante es nuestra vida actual, ya que todo lo que tengamos
que aprender, enseñar, pagar o recibir, lo hemos de hacer en esta vida, con
este cuerpo y con las circunstancias que nos hemos dado.
Todo lo demás no es
importante, ni poco ni mucho. Todo el trabajo es aquí y ahora.
Sin
embargo, a pesar de saber todo eso, a veces, cuando me toca vivir situaciones desagradables,
(últimamente parecen demasiadas), el pensamiento me lleva a pensar en qué habré
hecho mal para recibir algo tan nefasto.
La
reflexión me lleva, de inmediato, a Jesús de Nazaret. Nadie duda de que fue un
hombre bueno y ya sabemos cual fue su final. No parece que el Hijo de Dios tuviera Karma pendiente. Solo estaba cumpliendo el Plan de Vida organizado para Él.
Por lo tanto, es
posible que, por Karma pendiente de una vida anterior, llegue a nuestra vida
algo no deseado, pero, también, puede ser que solo sea debido a la planificación
de la vida, a una situación organizada por el alma para algún aprendizaje,
desconocido para el “pequeño yo”.
Sea lo que sea, si seguimos
las enseñanzas que predican las principales corrientes filosóficas o las grandes
religiones, como las de Abdu’l-Bahá, líder religioso del bahaísmo: “Sed padres amorosos para el huérfano, un
refugio para los desamparados, un tesoro para los pobres y una curación para
los enfermos. Sed los auxiliadores de toda víctima de la opresión, los
protectores de los desfavorecidos. Pensad en todo momento en prestar algún
servicio a todo miembro de la raza humana”. Estaremos mucho más cerca de
finalizar nuestro aprendizaje en la Tierra.
Aprender a respetar a
la familia, a los amigos, a los enemigos, a los desconocidos, aprender a
compartir con quien no tenga, aprender a ayudar a quien lo necesite, en
definitiva, aprender a amar a todos, sin distinción, y nada más importa.
-Hace 6
meses se le ocurrió a Indhira cuando comprasteis un hotel. A todos les pareció
genial la idea y comenzasteis a preparar el hotel para poder albergar a los
niños con todos los servicios necesarios.
>>
La prioridad de un país debería ser el cuidado de sus niños. La formación
intelectual y emocional, el cuidado de su salud y sentar las bases para
procurar su felicidad tendría que ser el primer punto del programa de cualquier
político. Sin embargo, no es así, por eso iniciativas como la vuestra, que
cubran las deficiencias que existen en este país y, en muchos más, con relación
a los niños, son vitales para su desarrollo como seres humanos. Con vuestro trabajo
vais a tocar fibras que perdurarán en el ser de cada niño y esa es una labor
muy necesaria en la etapa por la que atraviesa el planeta.
-Ya
estaba Ángel hablándome de temas ininteligibles para mí- ¿Qué tiene que ver el
planeta con nuestra Fundación? y, ¿qué quieres decir con eso de la etapa por la
que está atravesando el planeta?
-Tiene
que ver todo Antay. Permíteme darte una explicación, muy sucinta, para que
puedas entender, un poco más, este tinglado de la vida.
>>
De la misma manera que cuando un niño, que ya camina y habla, llega a una
determinada edad, que pueden ser 3, 4 o 5 años, comienza a asistir a un
colegio, las almas que por primera vez van a encarnar lo hacen en lo que
podríamos denominar, también, su colegio. Y van a permanecer en él hasta que
finalicen sus estudios que, como ya te he comentado en otras ocasiones, es el
aprendizaje del amor.
>>
El primer colegio de esas almas es el planeta Tierra. No hay otro planeta, en
nuestro Sistema Solar, preparado para acoger a esas almas que, provistas de un
determinado cuerpo, de la misma manera, que los niños visten su uniforme,
asisten gozosas a la aventura de su colegio, que no es otra que la aventura de
vivir.
>>
La Tierra es el primer colegio. Hay más colegios, pero este es el único que puede
albergar a la estructura que alberga las almas: el cuerpo humano. Todas las
formas de vida compuestas por la energía densa y pesada, que es la materia, se
encuentran conviviendo en el planeta: plantas, animales y humanos.
>>
Las plantas, la primera forma de vida, reaccionan por estímulos de la
naturaleza, sol, lluvia, día o noche.
>>
Los animales, con una evolución superior a las de las plantas, reaccionan por
instintos.
>>
Y los seres humanos, que son la cima de la Creación en este planeta, reacciona
de varias maneras: Algunos seres humanos, muy primitivos, reaccionan en un 90%
por instintos como los animales y un 10% por emociones. Según van evolucionando
se va reduciendo el porcentaje instintivo y va creciendo el emocional. Piensa
en ti, por ejemplo, como el miedo ha condicionado tu vida en su totalidad. Te
has movido por emociones, que recuerda que son energía, pero todas muy densas,
hasta llegar a dónde estás ahora, en que tu energía es más sutil, por lo que te
estás separando más de los animales e, incluso, separando, también,0 de un
humano normal, que solo se mueve por energía bajas.
>>
Pero los seres humanos han de seguir evolucionando a algo, que podríamos
denominar superhumano, y llegar a un porcentaje de reacción instintiva, muy
pequeño, porque no hay que olvidar que el hombre es un “animal” racional, por
lo que el instinto va a permanecer con él. Como ejemplo, piensa en que pasa
cuando acercas la mano al fuego. La separas de inmediato, solo debido al
instinto de conservación, sin que aparezca para nada la racionalidad o la
emoción. También, reaccionan en un bajo porcentaje a las emociones de baja
energía y comienzan a reaccionar con la energía del amor.
>>
En ese momento, el alma que comenzó su camino de aprendizaje, movido por sus
instintos, está preparado para dar un salto en su aprendizaje del amor. No
volverá a encarnar en la Tierra. Otros planetas le esperan para completar su
formación.
>>
Pero la Tierra, además, de ser el colegio para las almas primerizas, es también
un buen semillero en el que los seres de oscuridad vienen a buscar adeptos.
-Perdona
que te interrumpa Ángel, pero no sé qué son los seres de oscuridad.
Toda la vida, desde el nacimiento
hasta la muerte, es una acumulación de experiencias y una incesante recepción
de lecciones. Esto sucede desde nuestra individualización como almas y, en cada
vida, desde la experiencia del primer nacimiento, hasta la última muerte en
nuestra última vida terrena, se van sucediendo situaciones, que llevan
implícito el aprendizaje, que hemos decidido tener en esa vida en concreto y en
ese determinado momento. Y excepto, posiblemente, en la segunda mitad de
nuestra última vida, ese aprendizaje se realiza normalmente de manera
totalmente inconsciente y en un gran porcentaje de ocasiones, con sufrimiento.
Somos inconscientes del aprendizaje
que conlleva cada situación y cada experiencia, pero sí que somos conscientes
de la experiencia, es decir: Imagina que reaccionas siempre con rabia ante una
determinada situación que se produce con un compañero de trabajo. La
inconsciencia está en que no sabemos que esa situación lleva implícito un
aprendizaje y, mucho menos, cuál es el aprendizaje, pero si somos conscientes
de la rabia que nos genera esa situación, y de nuestra actuación para con el
compañero de trabajo debido a esa rabia.
Esa actuación que tenemos debida a la
rabia, no sucede gratis, lleva implícito un efecto. La relación entre la causa,
(la rabia), y el efecto, (la actuación), se denomina karma.
Cualquier causa, sea de pensamiento,
de palabra o de acción, genera un efecto, genera karma. Y lo mismo da que esa
causa sea un buen o un mal pensamiento, una buena o una mala palabra, una buena
o una mala acción. En todos los casos genera un efecto, es decir, genera karma.
Un
karma producido por un mal pensamiento una mala palabra o una mala acción
genera un débito por parte del emisor del pensamiento, palabra o acción, hacia
el receptor. Y un karma producido por un buen pensamiento, una buena palabra o
una buena acción, genera un débito del receptor hacia el emisor. En el primer
caso, se ha de pagar, en el segundo, se ha de recibir.
Más
allá de nuestra mente no existe distinción entre el karma producido por una
acción, ya sea buena o sea mala. Los dos tipos de karma van a tener el mismo
resultado, van a hacer que la persona tenga que encarnar nuevamente para pagar
o cobrar la deuda. Ante esto cabría preguntarse, ¿Cuándo se acaba esta rueda?,
porque siempre se están realizando acciones.
La
rueda, el karma se acaba cuando todo se realiza sin deseo. Está claro, que
según se va evolucionando se van realizando cada vez menos malas acciones y más
buenas acciones. En el momento en que todo sean buenas acciones y se hagan de
manera desinteresada, se acaba el karma, se acaba el ciclo de reencarnaciones,
se entra en una nueva dimensión sin cuerpo.
Mientras
todo esto sucede, se está produciendo el aprendizaje y, es difícil poder
concretar cuáles son las claves que indican cuando se ha aprendido la lección.
Pero sí que hay ciertos indicios. ¿Eres consciente que hay situaciones en tu
vida que se repiten y se repiten, una y otra y otra vez? Esa es una evidencia
concreta de que hay una lección para aprender y que no la estás aprendiendo, y
se va a seguir repitiendo hasta que hayas aprendido la enseñanza contenida en
esa experiencia.
De
cualquier forma, cuando se planificó nuestra vida, se planificaron también las
ayudas. Y en esas ayudas están los mensajes, está la sincronicidad. Recuerda,
que cada acontecimiento, que cada palabra, que cada mirada, que cada pájaro y
cada soplo de viento, nos está hablando de los pasos que hemos de seguir en la
experiencia, para vivirla al cien por cien, para extraer la enseñanza, y para
plantarnos ante la próxima situación, energéticamente reforzados, por la
energía que suministra el alma satisfecha por el aprendizaje.
Sólo
hay que ser conscientes de las señales. Para ser consciente de las señales y de
los mensajes, se ha de estar atento, se ha de tener la mente lo más calmada
posible, sin esperar las señales, sin juzgarlas, sin tratar de entenderlas,
solamente dejándose llevar.
Sólo
así se puede ser consciente del sufrimiento que puedan generar las
experiencias, para de forma inmediata poner los medios que ayuden a la
liberación del posible sufrimiento, sin quedar enganchados a él, aprovechando
para el alma esa nueva experiencia y ese nuevo aprendizaje.
Nos ahorraríamos mucha infelicidad en esta vida, muchos
sinsabores, mucho sufrimiento y podríamos reducir de manera notoria el número
de vidas en la materia, si realmente fuéramos directos al gramo, si dejáramos
de dar vueltas y vueltas que aunque pueden conducirnos a la meta lo hacen a
cámara lenta, y fuéramos directos a lo realmente importante, que no es otra
cosa que aprender a Amar, porque es ese aprendizaje lo único que nos trae de
vuelta a la materia una y otra vez, y otra, y otra, y así llevamos cientos de
vidas….., y las que nos quedan.
El Amor al que hago referencia no es
más que el calificado de incondicional, de universal, o de divino, aunque de
hecho, no es para nada importante el calificativo que le demos, ni tan siquiera
lo es el nombre, lo único y verdaderamente importante es su práctica.
Este Amor, por si tienes alguna duda,
es ese que se da a cambio de nada, es el que se da libremente, es el que se
siente por todos, es ese en el que lo único importante es la persona amada, es
el Amor que no juzga, el Amor que no critica, el Amor que respeta, el Amor que
comprende, el Amor que no necesita perdonar porque nada le ofende, el Amor que
nunca acaba, es el Amor de Dios.
Aunque en muchos textos nos explican
que la verdadera causa de la reencarnación es el Karma, si aprendiéramos a Amar
como Dios nos ama, automáticamente quedaríamos libres de todo de Karma.
¡Podemos hacerlo!, somos sus hijos y
estamos aquí para eso. Aunque a los seres humanos nos cueste trabajo llegar a
integrar, y en muchos casos a entender cómo es eso del Amor sin condiciones y
del Amor para todos, esta es nuestra auténtica misión, aprender a Amar.
Las
cientos de técnicas que aprendemos para ser feliz, para perdonar, para ser
exitoso, para eliminar el estrés, para acabar con el miedo a la muerte, para
liberarnos de la enfermedad, para evitar que enferme el cuerpo comiendo sano,
para detener los pensamientos, para crecer espiritualmente, para vivir desde el
corazón, para sintonizar con el alma, para comprender las emociones, etc.,
etc., etc., no son más que etapas, necesarias para llegar a la meta, meta que
aunque muchas filosofías digan que no existe, es indiscutible que existe una
última vida en la materia y que bien podíamos denominar esa última vida como
nuestra meta, y que esa última vida es la que todos anhelamos y eso será cuando
seamos capaces de Amar, con ese Amor que estamos calificando como
incondicional, no antes.
¿Cómo es la calidad de nuestro amor, o
de lo que los seres humanos calificamos como amor? Analiza el tuyo, pero no
vayamos muy lejos en nuestro análisis, no hace falta que analices el amor que
sientes por el vecino del quinto, ya sabemos que es nulo, analiza el amor de
andar por casa, el de cada día, el que le dedicas a los tuyos. Si, ya sé que
les amas mucho, tú dirías que les amas sin medida, pero aun así, analiza
algunos parámetros, y contéstate a algunas de estas preguntas relacionadas con
todos los miembros de tu familia y tu círculo de amigos: ¿Pierdes la
paciencia?, ¿Gritas a veces?, ¿Les criticas?, ¿Les juzgas?, ¿Dejas de dirigir a
alguno la palabra durante un espacio de tiempo, aunque sea corto?, ¿Te sientes
ofendido alguna vez?, ¿A veces te preguntas como puede haber hecho eso con todo
lo que has hecho por el, o por ella?
¿Alguna respuesta es positiva?, ¿Crees
que quien realmente Ama puede perder la paciencia, o juzgar o criticar, o…..?,
¡Dios no lo hace! Es seguro que puedes dar mil y una razones para tal
comportamiento, pero seguro que tu también le das motivos a Dios y Él sigue Amándote
impertérrito, a pesar de tu comportamiento. El problema estriba en que el amor
que practicamos los seres humanos no nos va a llevar a conseguir la meta de una
última vida porque ni es incondicional, ni es universal, ni es divino.
Tenemos que aprender a Amar, y tenemos
que hacerlo desde el lugar en el que nos encontramos y con el conocimiento que
atesoramos. No es necesario ser licenciado en nada para aprender a Amar, no es
necesario nada más que la misma vida y eso lo tenemos, así que empecemos ya,
para terminar cuanto antes.
¿Serian necesarios tantos libros de
autoayuda, tantos cursos de crecimiento personal, tantos tipos de terapias de
sanación o tantos gurús, si ya fuéramos conscientes de quiénes somos y de qué
es lo que significa la vida? Seguramente no. Y no serian necesarios porque
tendríamos nuestra divinidad, no solo impregnada en nuestro ser, que lo está de
nacimiento, sino también asumida.
A base de lecturas, de cursos de
crecimiento de todo tipo, de clases de yoga, de meditaciones y de terapias, la
inmensa mayoría de nosotros, llegamos a aceptar esa divinidad, aunque no
lleguemos a entenderla y mucho menos a integrarla, porque integrar la divinidad
supone vivir desde el alma, y vivir desde el alma supone vivir el Amor, y vivir
el Amor supone no volver a la vida. Y esto no parece que lo hayamos alcanzado.
Sin
embargo, a pesar de no integrar ese conocimiento en nuestra vida, podríamos
aprovechar, al menos, la aceptación de esa divinidad para ahorrar un camino
importante, en algunos casos un camino de varias vidas, a nuestros niños.
No
podemos cambiar a la sociedad que es la única responsable del sufrimiento del
ser humano, pero si podemos cambiar a nuestra sociedad más cercana, familiares
y amigos, y sobre todo enseñar a los que se inician en el recorrido de la vida,
nuestros niños, para que crezcan con una nueva manera de entender de vida.
Ahorraríamos
mucho tiempo, mucho sufrimiento y muchas desilusiones a nuestros niños si desde
la cuna fueran conscientes de su divinidad, de su inmenso poder de creación, de
la razón de la vida, de su origen y de su destino, de su unión y de su hermandad
con el resto de seres, y sobre todo del poder del Amor.
No
podemos cambiar a los que dirigen nuestros países fomentando la violencia,
buscando enemigos, inventándose guerras y matando inocentes, porque aunque
parezca que les elegimos nosotros no es así, los coloca el gran capital que es
quien realmente mueve los hilos de las marionetas que nos gobiernan, pero si
podemos inculcar la grandeza de la paz en los niños, la grandeza de la vida, el
ahorro de dinero en armas y ejércitos que podría revertir en educación, en
alimentación, es sanidad. Para eso tenemos que desterrar las televisiones, ignorar
los juguetes que generen violencia y cubrirnos nosotros los adultos con el
manto de la paciencia, de la tolerancia, del respeto y del amor para el trato
con los niños.
No
podemos cambiar a los fariseos que dirigen nuestras iglesias, fomentando la
intolerancia, fomentando el desprecio y el maltrato a las diferencias,
fomentando la desunión y el terror hacia Dios, pero si podemos enseñar el amor
a los niños, enseñarles a respetar absolutamente a todos, sin distinción, enseñarles
que significan igualdad y hermandad, enseñarles a practicar la amabilidad y la
ecuanimidad, enseñarles a buscar a Dios en su corazón, y para todo esto tenemos
una herramienta fundamental: El ejemplo.
Aprovechemos
lo que nosotros, ya de adultos, estamos aprendiendo para ahorrar a nuestros niños
el sufrimiento al que les abocamos con las enseñanzas tradicionales de nuestra
sociedad, e incluso, paradójicamente, con nuestro propio mal ejemplo, y enseñémosles
el camino de su espiritualidad desde la más tierna infancia.
¿Cómo
sé que me amo? es la continuación de ¿Por qué amarse a uno mismo?
No
se puede amar a nadie si no nos amamos a nosotros mismos, ya que como decíamos
en la entrada anterior para dar algo es imprescindible tenerlo, y para dar la
energía del amor también, por lo tanto el primer paso es trabajar en nosotros,
es aprender a amarnos.
¿Cómo
hacerlo?
Sé
tu mismo siempre, en cualquier circunstancia, ante cualquier situación, con
independencia de quien está delante de ti. Cuando alguien se ama a sí mismo no
tiene porque esconder nada, está satisfecho de sí mismo tal cómo es, por lo
tanto no tiene que fingir ser quien no es y no tiene que ponerse ninguna
máscara en función de la persona que tiene delante.
Ya
sé que puedes pensar: “Si me presento tal cual soy, a veces, las personas
pueden ofenderse, o no entenderme, o pueden forjarse una idea errónea sobre mí,
o no valorarme en su justa medida. Además soy consciente de algunos aspectos de
mi personalidad y de mi carácter que en según qué condiciones, es mejor que no
salgan a la luz, Creo que lo más seguro es presentarme tal como le gusta a la
persona con la que interactúo, y con mucha más razón si es una persona a la que quiero complacer o una persona de la
que quiero conseguir algo. Sobre todo si no me cuesta excesivo trabajo, tengo
practica en fingir ser quien no soy”.
Ese
pensamiento es una prueba irrefutable de que no te amas. No te sientes
satisfecho de ti, entregas tu poder al primero que llega presentándote ante él
tal como a él le gusta, le estás engañando dando una imagen ficticia, y te
estás engañando a ti, lo cual no te va a permitir evolucionar, vas a quedarte
estancado en tu engaño ocultando tus carencias y divulgando tu mediocridad.
Como
inicio del trabajo conseguir ser consciente de tus máscaras, ya tiene algo
bueno: Eres consciente de tus debilidades, eres consciente de tu carácter, eres
consciente de tus limitaciones, eres consciente de tus malos hábitos.
La
parte no tan buena es que una vez eres consciente de todo eso, en lugar de
mejorarlo lo escondes. Así no vas a llegar a ningún sitio, y mucho menos a
Dios, que es realmente tu destino aunque no seas consciente.
Has
de conseguir desprenderte de cada una de tus máscaras, para interactuar en la
vida tal cual eres sin esconderte detrás de nada. Por eso has de analizar
cuando te escondes, por qué te escondes, para qué te escondes, y como es la
actuación que realizas.
Las
personas con las que te vas encontrando en la vida solo han sido colocadas por
ti, en tu camino, precisamente para que seas consciente de ese defecto que
traes de fabrica, para que seas consciente de la debilidad de tu carácter, para
que seas consciente de la baja autoestima que sientes por ti, para que seas
consciente de tus miedos, de tus malos hábitos, de tu pereza o tu falta de
voluntad, para que seas consciente de tu falta de respeto y de tu falta de
compasión, en suma, esas personas han pactado contigo en tu Plan de Vida ser un
espejo donde aparezcan reflejadas tus debilidades, para que sea más fácil para
ti subsanar todos esos “defectillos”, y empezar así a amarte para acumular la
energía del amor con la que comenzar a entregársela a los demás.
Cuanto
más seas tu mismo, sin máscaras, más cerca estarás de amarte a ti y de amar a
los demás.
Carta
de Albert Einstein a su hija Lieserl.
“Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy
pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la
humanidad también chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo.
Te pido aun así, que la custodies todo el tiempo
que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo
suficiente para acoger lo que te explico a continuación.
Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que
hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza
que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de
cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por
nosotros. Esta fuerza universal es el amor.
Cuando los científicos buscaban una teoría
unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.
El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo
recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas
por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y
permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y
desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.
Esta fuerza lo explica todo y da sentido en
mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado
tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del
universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.
Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple
sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E= mc2 aceptamos que la
energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por
la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor
es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.
Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control
de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es
urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra
especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si
queremos salvar el mundo y cada ser sintiente que en él habita, el amor es la
única y la última respuesta.
Quizás aún no estemos preparados para fabricar una
bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el
egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva
en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera
ser liberada.
Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía
universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo
trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.
Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo
que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal
vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo,
necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última
respuesta!
El origen de todas
las situaciones que se van presentando a lo largo y ancho de nuestra vida es algo
pactado de antemano, aparece recogido en nuestro Plan de Vida, y es algo que
tiene que pasar si o si. Lo que estas situaciones generan, es decir, nuestras
reacciones, es nuestro aprendizaje, eso no está pactado, es el fruto de nuestro
libre albedrío.
En
ocasiones, hemos escuchado, y posiblemente nos ha ocurrido a nosotros mismos, arrepentirnos
de situaciones en las que nos hemos involucrado y decir “Si no hubiera hecho tal
cosa, me habría ahorrado este sufrimiento, o esta pérdida o este desengaño”.
Siempre el origen de “ese
sufrimiento” es algo que teníamos que vivir, y no nos habríamos librado de él
de ninguna de las maneras. De lo que si nos podríamos haber librado era del
sufrimiento, porque ahí estaba la lección, vivir sin el dolor, vivir aceptando,
vivir desligándonos de la materia, vivir como seres espirituales, vivir como
hijos de Dios.
Sin embargo, si el
origen de alguna situación es algo que nos produce placer, paz o alegría, es
seguro que nunca nos vamos a arrepentir de haber elegido ese camino. Pues hemos
de saber y aceptar que tanto el origen de lo que produce dolor como el origen de
lo que produce placer tienen la misma fuente: Nosotros mismos.
Cuanto antes
entendamos y aceptemos que únicamente nosotros somos responsables de todo lo
que nos ocurre mejor será, ya que eso nos permitirá dar un salto cualitativo y
cuantitativo importante para la finalización de nuestro deambular por la
materia.
Las situaciones
generadas por el origen inicial van a devenir en otros orígenes para nuevas
situaciones que serán distintos según sean nuestras propias reacciones. Estos
nuevos orígenes también se encuentran en nuestro Plan de Vida, porque el origen
de una primera situación puede resolverse de diferentes maneras y al final de
cada manera hay un nuevo principio, hay un nuevo origen.
Si el camino elegido
para vivir la situación presentada no es el correcto, es decir que solo
sufrimos sin asumir el aprendizaje, esa situación se va a repetir una y otra
vez hasta que se haya aprobado la asignatura, hasta que se haya asumido e
integrado el aprendizaje.
Un alto
porcentaje de infelicidad y sufrimiento tiene su origen en la relación de
pareja, cuando curiosamente elegimos a nuestra pareja para, en teoría, pasar
toda una vida de felicidad.
Hay parejas,
o mejor dicho los miembros que componen la pareja, que después de cierto tiempo
sienten que les falta algo, que no disfrutan con la relación, que no son
felices, que se sienten incompletos. Y, por supuesto, la relación comenzó con
todos los requisitos necesarios: Maripositas en el estómago, un estado de devoción
en el que casi tocaban a Dios, una necesidad permanente de verse, tocarse,
escucharse, sentirse, con cara de iluminados por su sonrisa permanente y con un
olvido total del resto del mundo.
Después de
esos comienzos, pueden haber establecido una relación legal o de hecho, no
importa, los papeles están bien para las cuestiones legales, pero para la
cuestión del “ser”, para las cuestiones energéticas, para los compromisos
adquiridos o para su compromiso con Dios, (si, con Dios), no importa si la
relación es legal o no.
Y al cabo de
cierto tiempo, no importa cuánto, ni como era el tipo de pareja formada, ¡Oh,
el amor se acabó!, y ahora ¿Qué?, porque las estructuras sociales, religiosa,
familiares y en muchas ocasiones económicas, les obligan, aunque mejor estaría
decir se obligan ellos mismos, a seguir juntos, con todo lo que eso significa:
silencios, gritos, rencores, chantajes, infidelidad, engaños, maltratos, etc.,
etc.
A pesar de
esas estructuras sociales, es posible que se separen unos veinticinco millones
de parejas anualmente en el mundo, (son cálculos extrapolados), y en muchos
casos, no en todos afortunadamente, también es posible que antes, durante y
después de la separación, o uno o los dos miembros de la pareja, hagan la vida
imposible al otro.
El origen del problema no es otro que
el desconocimiento de lo que es una relación de pareja y de la razón por la que
se forma, así como del ingrediente o ingredientes imprescindibles, tanto para
mantenerla como para darla por concluida.
Toda nuestra vida gira en rededor de
parámetros erróneos, siendo el más grave la creencia de que somos un cuerpo,
sin ninguna misión, salvo la de ser “personas de provecho” y conseguir lo
mejor: mejor empleo, mejor casa, mejor coche, mejor pareja, mejores hijos,
mejor todo. Como consecuencia de eso, todas nuestras acciones van a ser
erróneas después de una lucha despiadada y sin cuartel con la propia vida.
Los seres humanos llegamos a la vida
con un Plan establecido. Recogido en ese Plan se encuentran nuestras
relaciones. Por lo tanto primer error: Las relaciones no son fruto de la
casualidad o del encuentro con nuestra media naranja o nuestra alma gemela; las
relaciones se establecen para aprender algo, para enseñar, para recibir algo que
se debe o para pagarlo y están establecidas de antemano, de la misma manera que
está establecida su duración, no tanto en tiempo, ya que el tiempo solo es algo inherente a la
materia y el Plan viene establecido desde el otro lado de la vida, sino en
cuanto a la conclusión del trabajo, o cuando se comprueba que el trabajo va a
ser irrealizable, (como sucede en un alto porcentaje de parejas).
Por lo tanto sería bueno desterrar la
romántica idea de que se establece una relación para toda la vida, porque no va
a ser así, o no va a ser así en un ochenta por ciento de relaciones, aunque no
todas llegan a romperse. Si prefieren sufrir y ser infelices, es su decisión.
El segundo problema o error es que en
las relaciones está ausente el Amor, y está ausente porque eso es justamente lo
que tratamos de aprender con nuestras encarnaciones en la materia vida tras
vida. No sabemos Amar, y lo que llamamos amor, que es en lo que basamos la
relación, no es más que una mezcolanza de apego y deseo. Si a esa mezcla le
añadimos el pensamiento social, la presión familiar, el fariseísmo religioso,
los hijos y la posible precaria situación económica, la ruptura de la pareja es
como una bomba atómica explotando en el salón de la casa familiar.
La metralla de la bomba son un sinfín
de desencuentros en los que se llegan a utilizar hasta los niños como arma
arrojadiza. Hay una parte de la pareja, normalmente los padres, que puede
llegar a perder completamente el contacto con sus hijos por las maniobras y
malas artes de la otra parte. Es terrible.
Todo esto se podría evitar si todos fuéramos
conscientes de nuestro papel en la vida. Pero ya que eso parece difícil de
conseguir podemos asirnos al amor, aunque sea esa emoción que sentimos los
humanos. Si se pusiera un poco de amor en la pareja es posible que se pudiera
mantener en la ruptura y utilizarlo en la separación junto con el respeto y la
generosidad, aplicando además la Regla de Oro: No quieras para el otro, lo que
no quieres para ti. Así no se utilizarían a los hijos como arma arrojadiza, no existiría
ningún tipo de chantaje, y los dos miembros de la pareja arreglarían la vida de
separados conjuntamente, de la misma manera que organizaron de manera conjunta
la unión.
Siempre en estos casos se comenta “Es
que las cuestiones del corazón son difíciles”. El comentario es erróneo, la
formación de la pareja y su separación solo es una cuestión de la mente, otra
cosa sería si entrara en juego el corazón con el auténtico Amor. Las cosas del
corazón son las más fáciles.