O vives aquí y ya te has hecho a ello,
o te vas de aquí y es eso lo que querías, o mueres y tu cometido ha terminado.
No hay nada fuera de esto, así que ánimo.
MARCO
AURELIO
O vives aquí y ya te has hecho a ello,
o te vas de aquí y es eso lo que querías, o mueres y tu cometido ha terminado.
No hay nada fuera de esto, así que ánimo.
MARCO
AURELIO
Todo lo que pasa es tan habitual y familiar
como una rosa en primavera y los frutos del otoño; así también la enfermedad y
la muerte, la calumnia, la traición y cuanto alegra o entristece a los locos.
MARCO AURELIO
Ten
muchas veces en tu mente la rapidez con la que los seres y los hechos pasan y
desaparecen. La sustancia es como un río en continuo flujo; las acciones, en
continuos cambios; las causas, en mil maneras; casi nada permanece; tampoco el
presente.
La
infinidad del pasado y del futuro son un abismo en el que todo desaparece. ¿No
es un insensato el que en estas circunstancias se siente ufano, se desazona o
se irrita, como si alguna vez fuera a durar lo que perturba?
MARCO AURELIO
En algún lugar leí, o tal vez fue en un
anuncio —no lo recuerdo exactamente—, una idea que me impactó profundamente:
para que yo esté aquí, en este momento, han sido necesarios 2 padres, 4
abuelos, 8 bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 trastatarabuelos, 64 pentabuelos,
128 hexabuelos y 256 heptabuelos. Si retrocedemos 10 generaciones, hablamos de
nada menos que 1,024 ancestros directos tan solo en esa última generación. Y si
consideramos un promedio de 25 a 30 años por generación, nos remontamos
aproximadamente 300 años atrás en mi linaje.
Cada uno de estos antepasados tuvo su
propia vida, con historias únicas, decisiones importantes y circunstancias que,
de una forma u otra, culminaron en... ¡mí! Es asombroso pensar en todo ese
legado invisible que llevamos con nosotros, en cómo la suma de incontables
vidas individuales dio lugar a la nuestra.
Siempre he creído que, antes de venir a
este mundo, realizamos, junto a otras almas, una planificación minuciosa de lo
que debemos realizar y lo que queremos alcanzar en nuestro viaje por la
materia. Sin embargo, al contemplar este árbol genealógico aparentemente
interminable, empiezo a pensar que tal vez este diseño no solo es individual,
sino que el momento del Big Bang ya contenía, de alguna manera, la semilla de
cada llegada a la vida de todos los seres que han poblado este planeta a lo
largo de su historia.
Es fascinante imaginar que, en ese
preciso instante de creación, pudiera estar codificada la trama infinita de
existencias que se desplegarían con el paso del tiempo. Cada vida, incluida la
tuya, sería un hilo único y esencial en el gran tapiz de la humanidad.
¿Tú qué opinas? Me encantaría conocer
tu perspectiva. Puedes compartir tus pensamientos en los comentarios o
escribirme a mi correo: alvaga88@gmail.com.
Todo
en la vida tiene un propósito y un significado, pero no te obsesiones y no lo
busques porque dejaras de sentir la vida.
La búsqueda del
propósito y significado de la vida es una preocupación fundamental para muchos.
Yo he sido uno de esos buscadores. Siempre me he preguntado qué hago aquí y eso
que sé que, esta búsqueda puede alejarnos de vivir plenamente.
Aunque es cierto que
todo en la vida tiene un propósito y un significado, obsesionarse con
encontrarlo puede ser contraproducente.
El filósofo Alan Watts
dijo una vez: "El significado de la vida es simplemente estar vivo. Es tan
evidente y tan simple y tan obvio que todos lo pasamos por alto". Esta
perspectiva nos invita a considerar que el propósito no es algo que se
encuentra, sino algo que se experimenta en el acto mismo de vivir.
Cuando nos enfocamos
demasiado en buscar un propósito, corremos el riesgo de perder el presente,
porque nos obsesionamos tanto con el futuro que olvidamos vivir el ahora y eso
genera ansiedad, ya que la presión, autoimpuesta, por encontrar un gran
propósito puede ser abrumadora.
En lugar de buscar
activamente un propósito, podemos permitir que este se revele a través de
nuestras experiencias y acciones. Esto implica: Estar presentes en cada momento,
cultivar la curiosidad por la vida y abrazar las experiencias, tanto positivas
como negativas.
El problema está que
el o los propósitos de vida no son, para nada, lo que nosotros nos imaginamos o
lo que a nosotros nos gustaría. Nos haría felices tener un “gran propósito”,
del tipo que fuera y, sin embargo, nos vamos a encontrar con “pequeños propósitos”,
que son, justamente, los que necesitamos y los que hemos pactado antes de venir
a la vida.
Irónicamente, es
cuando dejamos de buscar obsesivamente un propósito que a menudo lo
encontramos.
En lugar de buscar un
propósito abstracto, podemos enfocarnos en vivir con propósito. Esto significa:
Actuar con intención en nuestras actividades diarias, cultivar relaciones
significativas y contribuir positivamente a nuestro entorno.
El propósito y el
significado están entretejidos en la trama misma de la vida. No son destinos a
los que llegar, sino cualidades que emergen cuando vivimos plenamente. Al
soltar la necesidad de encontrar un gran propósito, paradójicamente, permitimos
que el significado florezca naturalmente en nuestras vidas. Como dijo el poeta
Rumi: "Lo que buscas te está buscando". Así que, en lugar de buscar, vive. El propósito te encontrará en el
camino.
Es
sorprendente, pero resulta que hay otra vida fuera de nuestra cabeza. Y es,
justamente esa vida, la que le da vida a la vida que se desarrolla dentro de
nuestra cabeza.
Esta simple pero
profunda observación nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra
existencia y la interconexión entre nuestro mundo interior y el exterior.
Nuestras mentes son
universos en sí mismas. Albergan pensamientos, emociones, recuerdos y sueños.
Es fácil quedar atrapados en este laberinto interno, perdidos en nuestras
propias historias y preocupaciones. A menudo, pasamos horas sumergidos en
reflexiones, planificando el futuro o reviviendo el pasado. Nuestro mundo
interior es rico y complejo, pero ¿es todo lo que hay?
No. Parece que hay
vida al otro lado de nuestra mente, y la revelación de que existe una vida
fuera de nuestra cabeza puede parecer obvia, pero su impacto es profundo. Esta
vida exterior es el conglomerado campo de experiencias, relaciones y fenómenos
que nos rodean. Es el susurro del viento entre las hojas, la risa de un niño,
el aroma del café recién hecho. Son las conversaciones con amigos, los abrazos
de seres queridos, los desafíos en el trabajo y los momentos de asombro ante la
belleza de la naturaleza.
Pero, lo
verdaderamente apasionante es cómo esta vida exterior alimenta y da forma a
nuestro mundo interior. Cada experiencia, cada interacción, cada sensación que
percibimos del mundo exterior se convierte en el combustible que nutre nuestros
pensamientos y emociones. Sin esta constante afluencia de estímulos externos,
nuestras mentes se volverían estériles, carentes de la chispa creativa y
emocional que nos hace humanos.
La relación entre
nuestro mundo interior y el exterior no es unidireccional. Así como la vida
externa alimenta nuestra mente, nuestros pensamientos y emociones dan color y
significado a nuestras experiencias externas. Nuestras percepciones, moldeadas
por nuestras experiencias internas, influyen en cómo interactuamos con el mundo
y las personas que nos rodean. Es un ciclo continuo de enriquecimiento mutuo.
En la era digital, con
la omnipresencia de pantallas y realidades virtuales, es fácil caer en la
trampa de vivir demasiado dentro de nuestra cabeza. Podemos pasar horas chismoseando
en redes sociales o sumergiéndonos en mundos de fantasía, olvidando la riqueza
de la vida que nos rodea. Este aislamiento mental puede llevar a una
desconexión con la realidad tangible y las relaciones humanas auténticas.
La clave para una vida
plena y satisfactoria radica en encontrar un equilibrio entre nuestro mundo
interior y el exterior. Necesitamos momentos de introspección y reflexión, pero
también debemos abrirnos a las experiencias y conexiones que el mundo exterior
nos ofrece. Es en este equilibrio donde encontramos la verdadera riqueza de la
existencia.
Practicar la atención
plena o meditación puede ser una herramienta poderosa para mantener este
equilibrio. Nos ayuda a estar presentes en el momento, a apreciar las pequeñas
maravillas de la vida cotidiana y a conectar más profundamente con nuestro
entorno y las personas que nos rodean. Al mismo tiempo, nos permite observar
nuestros pensamientos y emociones sin quedar atrapados en ellos.
Hay una diferencia
fundamental entre pensar en hacer algo y realmente hacerlo. La vida fuera de
nuestra cabeza nos ofrece la oportunidad de experimentar directamente, de
sentir, tocar, oler y vivir. Estas experiencias directas son las que dejan
huellas más profundas en nuestra psique y las que verdaderamente enriquecen
nuestra vida interior.
En última instancia,
la vida dentro y fuera de nuestra cabeza son dos caras de la misma moneda,
entrelazadas en una danza eterna. Cada una alimenta y da sentido a la otra.
Reconocer y apreciar esta interconexión nos permite vivir de manera más plena y
consciente.
Al abrirnos al mundo
exterior, permitimos que nuevas ideas, emociones y experiencias fluyan hacia
nuestro interior, revitalizando nuestro mundo mental. Y al cultivar un rico
mundo interior, dotamos de mayor profundidad y significado a nuestras
experiencias externas.
Es en este intercambio
constante donde encontramos la verdadera esencia de la vida. La próxima vez que
te encuentres perdido en tus pensamientos, recuerda que hay un mundo vibrante
esperándote justo fuera de tu cabeza. Y es ese mundo el que, en última instancia,
da vida a la vida que se desarrolla dentro de tu mente.
Nos pasamos la vida buscando la verdad,
pero ¿qué entendemos por vida? ¿Qué es esa verdad que buscamos? Y, en esencia,
¿qué es realmente la vida?
La vida, en su aspecto biológico,
comienza en un momento de amor, placer y quizás locura. Un espermatozoide, aparentemente
el más fuerte, tiene su momento de gloria al fertilizar un óvulo. La sabiduría
de la naturaleza desencadena una serie de reacciones que, nueve meses después,
culminan en el nacimiento de un bebé. Esta perfección nos maravilla, incluso
conociendo las explicaciones científicas. Pero surgen preguntas más profundas:
¿Cómo se inició todo? ¿Cómo surgió el primer ser humano, el primer animal, la
primera planta? ¿Cómo se formó el primer grano de arena, la primera célula, el
primer átomo?
Imagina tu trayectoria vital: naces
como un bebé encantador, creces, estudias para ser "alguien de
provecho", trabajas incansablemente por dinero que gastas en vacaciones
ocasionales. Anhelas la jubilación sin aceptar realmente el envejecimiento, y
un día, la muerte, que siempre temiste, llega y desapareces. ¿No parece esto un
poco absurdo? ¿Nunca te has preguntado si hay algo más? En un universo vasto,
¿cómo es que solo conocemos vida en la Tierra? ¿Por qué fuiste tú uno de los
elegidos para experimentar una vida consciente? ¿Existirá algo más allá?
¿Venimos de algún lugar antes de nacer? ¿Continuaremos existiendo de alguna
forma después de esta vida?
Si estás leyendo esto, probablemente ya
te hayas planteado estas preguntas y muchas más. Quizás tus respuestas incluyan
la creencia en nuestra existencia en otros planos, antes y después de la vida
física. Tal vez consideres que esta vida es solo un instante infinitesimal en
nuestra existencia eterna, un período que elegimos por razones que aún
desconocemos. ¿Es posible que ya creas en algo así?
Hoy no es día de respuestas, sino de
reflexión:
Si tienes algunas respuestas,
reflexiona sobre la naturaleza de la vida: ¿Es un mero instante en nuestra
existencia eterna? ¿Un período de aprendizaje? ¿Este aprendizaje debe implicar
sufrimiento o puede realizarse con alegría y amor? ¿Podría ser que el verdadero
aprendizaje consista en vivir con amor?
Ahora, reflexiona sobre tu propia vida:
¿Eres feliz? ¿Sientes amor por lo que haces? Con todo lo que sabes, ¿vale la
pena vivir una vida que no te satisface plenamente? ¿Estás enseñando a tus
hijos a ser felices o solo a ser "productivos"? ¿Haces feliz a tu
pareja? ¿Sientes que todos los seres humanos son tus hermanos? ¿Albergas algún
tipo de discriminación hacia otros?
Si eres feliz en cada momento, si amas
todo lo que haces, si tu vida es plena, si has enseñado a tus hijos a ser tan
felices como tú, si tu compañero de vida es igualmente feliz, si consideras a
cada ser humano como tu hermano y no conoces la discriminación ni la crítica,
¡enhorabuena! Has alcanzado un nivel elevado de consciencia y comprensión.
Si no es así, considera hacer cambios
en tu vida. Recuerda: si continúas haciendo las mismas cosas, obtendrás los
mismos resultados. La transformación comienza con pequeños pasos. ¿Estás listo
para dar el primero?
Desde que somos pequeños, nos enseñan a comportarnos en la mesa, a cómo comportarnos en las visitas, nos enseñan a sumar, a restar, a dividir, a multiplicar y un sinfín de cosas más que parecen cruciales para enfrentar los desafíos que la vida nos presenta a medida que crecemos. Nos instruyen en los fundamentos matemáticos y sociales, pero pocas veces nos enseñan a ser verdaderamente humanos.
No nos enseñan a ser niños, a ser adolescentes, a ser adultos, a ser padres o hijos, a ser jefes o subordinados. Tampoco nadie nos prepara para manejar nuestras emociones, entender lo que es el amor, vivir plenamente o comprender el sentido profundo de nuestra existencia. Y ahora, con más claridad que nunca, me doy cuenta de que tampoco nadie nos enseña a morir.
La vida es un viaje lleno de aprendizajes constantes y desafíos que afrontamos sin un manual de instrucciones. Cada etapa de nuestra existencia nos presenta nuevas lecciones y retos, y aprendemos sobre la marcha, construyendo nuestro propio camino a través de la experiencia. En esta travesía, nos damos cuenta de que lo verdaderamente importante no es seguir un guion preestablecido, sino encontrar nuestra propia verdad y significado en cada paso que damos.
En algún momento de mi vida, no puedo decir cuándo ni cómo, reflexionando profundamente sobre estos temas, llegué a comprender que, aunque no hay certezas absolutas ni respuestas fáciles, lo que realmente importa es la forma en que enfrentamos cada momento, con valentía, amor y autenticidad. Porque al final del día, la vida y la muerte son dos caras de la misma moneda, y nuestro propósito radica en abrazar ambas con sabiduría y compasión.
Y así, en esta búsqueda constante de sentido y propósito, aprendemos que no se trata de tener todas las respuestas, sino de vivir cada instante con plena consciencia y corazón abierto. Tal vez, el mayor aprendizaje de todos sea reconocer que la belleza de la vida reside en su imperfección y en la capacidad de encontrar significado en cada experiencia, por pequeña que esta sea. Es en estos momentos de reflexión y crecimiento interior donde realmente hallamos el valor de nuestras vidas, y así, construimos un legado de amor y sabiduría que trasciende el tiempo y el espacio.
La
vida, en todas sus actividades, donde quiera que ella se manifieste es DIOS EN
ACCIÓN. Es por la falta de conocimiento en la forma de aplicar el
pensamiento-sentimiento, que los humanos están siempre interrumpiéndole el paso
a la Energía de Vida. De no ser por esa razón, la Vida expresaría su perfección
con toda naturalidad y en todas partes.
La
tendencia natural de la Visa es Amor, Paz, Belleza, Armonía y Opulencia. A ella
le es indiferente quién la use y continuamente está surgiendo para manifestar
de más en más su perfección, y siempre con ese impulso vivificador que le es
inherente.
Del Libro de Oro de Saint Germain
Viernes 3 de enero 2025
Nunca se es demasiado
viejo para marcarte un nuevo objetivo o para tener un nuevo sueño.
(Clive
Staples Lewis, escritor y teólogo)
Durante
los últimos 33 años, me he mirado al espejo
todas
las mañanas y me he preguntado:
“Si
hoy fuese el último día de mi vida,
¿querría
hacer lo que voy a hacer hoy?”.
Si
la respuesta era “no” durante varios días seguidos, entonces sabía que tenía
que cambiar algo.
(Steve
Jobs, empresario).
Sé
el cambio que quieres ver en el mundo.
(Mahatma
Gandhi, político, filósofo y abogado).
Han transcurrido
trescientos cincuenta y nueve días desde la última vez que el Babau se asomó a
las páginas de su diario. A pesar de haber sido un año intenso, colmado de
experiencias suficientes para llenar innumerables páginas, parece que la
desgana y la desubicación se han apoderado de él, como él mismo afirma.
Por ello, he decidido
tomar su lugar y convertirme en su amanuense. Pero no estoy aquí para
simplemente transcribir sus palabras o recopilar su vida, sino para ser la mano
ejecutora de sus avatares y plasmar en el papel cada fragmento de su
existencia.
No parecía que hubiera
cambiado mucho en su pensamiento y estado emocional desde la última vez que
escribió. Hace un año, él mismo definía su estado como un vacío existencial,
una falta de sentido, propósito e ilusión por la vida. Y sí, doy fe: sigue
igual. Sin embargo, en estos primeros compases del año, que marca el cuarto de
siglo, parece, en los tres días que llevamos del nuevo año, que algo empieza a
cambiar en él. Todo fue debido a una serie de pensamientos que aparecieron en
el momento de tomar las uvas con las campanadas que marcaban el tránsito entre
el año que finaliza y el nuevo. En realidad, no fue un pensamiento, fueron doce
pensamientos.
El Babau tenía la
costumbre de pedir un deseo con cada una de las uvas que iba comiendo al compás
de las campanadas, pero este año, en lugar de ir pidiendo deseos de manera
atropellada mientras engullía las uvas, con la primera campanada apareció en su
mente un pensamiento: Pedir un deseo es la tontería más grande del mundo. Es
bueno tener un deseo, pero en lugar de pedirlo y dejarlo ahí, colgado en la
nada, que es la mejor manera de que el deseo no se materialice, lo que se ha de
hacer es trabajar para hacerlo realidad. Como decía Einstein: “No podemos pretender
que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo”.
Con la segunda
campanada, otro pensamiento apareció en su mente: Estás donde tienes que estar,
haciendo lo que tienes que hacer. Y este pensamiento le trajo una calma
inesperada. Comprendió que cada paso, cada decisión, había sido necesaria para
llegar a este momento. No había errores, solo lecciones. Cada desafío
enfrentado, cada lágrima derramada, todo formaba parte de un plan mayor que aún
no podía comprender del todo.
La tercera campanada
resonó y otro pensamiento se deslizó en su mente: El cambio comienza desde
dentro. Si quería ver un cambio en su vida, primero debía cambiar su
perspectiva. La manera en que veía el mundo era un reflejo de su estado
interior.
Con la cuarta
campanada, vino la realización de que el tiempo es su aliado, no su enemigo.
Cada día era una oportunidad para crecer, para aprender y para acercarse más a
sus objetivos. No tenía sentido apresurarse o desesperarse, porque cada cosa
tenía su momento perfecto para florecer.
La quinta campanada le
recordó que las conexiones humanas son fundamentales. Sus relaciones con los
demás eran un espejo de su relación consigo mismo. Debía nutrir sus vínculos,
ser más compasivo y abierto a las experiencias compartidas.
Al sonar la sexta
campanada, comprendió que la gratitud transforma la vida. Agradecer por lo que
tenía, por las personas a su alrededor y por las experiencias vividas, le daba
una nueva perspectiva. La gratitud le llenaba de energía positiva y renovaba su
esperanza.
Con la séptima
campanada, se dio cuenta de que el perdón libera. Perdonarse a sí mismo por sus
errores y perdonar a los demás le daba una sensación de libertad que nunca
había experimentado. El rencor solo envenenaba su alma.
La octava campanada
trajo consigo el pensamiento de que la pasión es el motor de la vida. Encontrar
aquello que le apasionaba y dedicarle tiempo y esfuerzo era esencial para
sentir que su vida tenía propósito y significado, a pesar de los años.
Al llegar la novena
campanada, entendió que la autenticidad es poderosa. Ser fiel a sí mismo, sin
máscaras ni pretensiones, le permitía vivir de manera más plena y en armonía
con sus verdaderos deseos y valores.
Con la décima
campanada, le llegó la convicción de que cada fracaso es una oportunidad. Los
tropiezos y caídas eran parte del camino hacia el éxito. Cada error era una
lección valiosa que le acercaba más a sus objetivos.
La undécima campanada
le trajo la claridad de que la paciencia es una virtud. No todo llegaría en el
momento que él deseara, pero confiar en el proceso y mantener la calma era
fundamental para no desfallecer.
Y finalmente, con la duodécima campanada, comprendió que él era el arquitecto de su propio destino. Cada pensamiento, cada acción, moldeaba su futuro. Tenía el poder de cambiar su vida, de construir un camino lleno de sentido y propósito. Solo necesitaba creer en sí mismo y dar cada paso con determinación.
Es
sorprendente la imagen que refleja el espejo cuando me asomo a ese guardián
silencioso de la realidad. Me parece increíble que ese señor mayor, casi
tirando a viejo, que aparece, con cara de asombro, como no creyendo en la imagen
reflejada, sea yo
Es
que si no fuera por esos momentos en los que me acerco a ese chismoso a verificar
donde están los cuatro pelos que aún se mantienen en mi cabeza, para colocarlos
debidamente, o cuando necesito de su opinión para afeitarme y no llevarme un
trozo de labio por delante con la cuchilla de afeitar, no siento, en absoluto,
que ese aprendiz de anciano, sea yo.
Yo
no me siento así. Cuando estoy conmigo mismo, sin intermediarios, como lo es el
espejo, no me siento de ninguna manera. Ni niño, ni joven, ni maduro, ni viejo.
Me siento sin edad, me siento eterno, me siento infinito, me siento inmortal. Y
es, sin embargo, cuando más vivo me siento.
Me
gusta pensar que, en esos momentos, que son muchísimos, en los que estoy solo
conmigo, me encuentro viviendo en el alma más que en el cuerpo, porque no soy
consciente de arrugas, de canas o de dolorcitos en el cuerpo. Es cuando me
siento, completamente, yo.
Es
en esos instantes de introspección cuando me doy cuenta de que el espejo no
puede capturar la verdadera esencia de lo que soy. Mi ser interior, mi yo
eterno, trasciende la imagen reflejada. Mi espíritu no está limitado por los
confines del tiempo ni por las marcas que deja el paso de los años. En esos
momentos, conecto con una fuerza vital que va más allá de lo físico, que me
llena de un sentido profundo de paz y de propósito.
Quizás sea este
sentimiento de eternidad el que me permite afrontar cada día con una sonrisa,
sin importar las adversidades que puedan surgir. Tal vez sea esta conexión con
mi ser inmortal la que me da la fortaleza para seguir adelante, para vivir
plenamente cada momento, consciente de que lo que realmente importa no es la
apariencia, sino la esencia.
Así, cada vez que me
miro al espejo y veo a ese hombre mayor, no puedo evitar sentir una mezcla de
asombro y de alegría. Porque, aunque el espejo me muestra una imagen de
envejecimiento, en mi interior, me siento joven, vibrante, lleno de vida y de
amor por todo lo que me rodea. Y en ese contraste entre lo que veo y lo que
siento, encuentro una belleza inigualable, una verdad profunda que me recuerda
que la vida es mucho más que lo que nuestros ojos pueden percibir.
La vida que contemplo
ahora, cargado de tiempo, desde mi particular atalaya, es una obra, “casi”,
completa en la que alcanzo a tener una vista panorámica de caminos recorridos y
de paisajes vividos.
Digo “casi” completa
porque hasta el último suspiro no se habrá completado la magna obra de mi vida.
Hasta entonces, esto que parece ser un tiempo de reflexión y sabiduría, donde
cada arruga podría contar una historia y cada cana es un testimonio de
fortaleza, solo es un punto y seguido en el intrincado camino que estoy
recorriendo desde hace muchos, muchos años.
Me cuesta trabajo recordar el vasto
horizonte lleno de promesas y posibilidades de aquel joven de 20 años, en el
que cada amanecer era como una hoja en blanco en la que con un lápiz en la mano
estaba listo para ir diseñando mi destino. Todo era lejano, casi inalcanzable,
pero lleno de sueños que rebosaban dormido y, sobre todo, despierto.
Aunque,
también, tengo el recuerdo borroso, la perspectiva que tenía ante mi en el
hombre de 40 años, era la de una vida que se asemejaba más a un jardín en plena
floración, donde algunas plantas habían crecido con fuerza, otras habían
necesitado poda, y algunas semillas aún esperaban germinar. Las experiencias habían
ido dejando marca, y la visión parecía más pragmática y enfocada. Con un
equilibrio entre las ambiciones y las realidades, y habiendo aprendido valiosas
lecciones de los errores del pasado, aunque, ahora, dudo que esas lecciones
hayan sido puestas en práctica.
Y
aquí estoy, como decía al principio, cargado de tiempo, apreciando, como un
gran tesoro, cada minuto de silencio y soledad. No me atrevo a sentenciar que
lo entiendo todo de la vida, por eso digo que “entendiendo casi todo”: las
pequeñas locuras de los jóvenes para ser foco de atención del sexo contrario, las
miserias del poder en el que las personas en posiciones de autoridad actúan de
manera egoísta y sin empatía, las obsesiones de algunos, las irritabilidades de
otros, puedo ignorarlo, sin juzgarlo, porque, me parece, no estoy muy seguro,
que alguna vez pasé por esas mismas estaciones.
A
estas alturas puedo asegurar que me queda poco tiempo, pero, aun así, por poco
que sea, me sigue pareciendo mucho. Pero, todo está bien.
Conversaciones con el Maestro
No sé muy bien si estoy viviendo,
o solo me estoy moviendo por la vida
-
Kunturi, hoy te siento, especialmente,
triste.
-
Tienes razón Maestro.
>>
Estoy muy triste. ¡Que terrible es el pensamiento! Le he dejado volar, a su antojo,
y ha impregnado en mi conciencia la sensación de que no tengo vida, de que no sé
muy bien si estoy viviendo o simplemente me estoy moviendo a lo largo de los
días, como una hoja arrastrada por el viento.
>> Hoy he
sentido que mi existencia, es como un río que fluye sin cesar, y me siento como
un corcho flotando, sin control, en mitad de la corriente, dejándome llevar,
sin luchar contra las turbulencias.
>> Me siento
embargado por una implacable compañera: la rutina. Que me envuelve con su
monótono abrazo. Cada día es igual y, para colmo, esta rutina no es la que yo
había imaginado para esta etapa de mi vida. ¿Es esto vivir? ¿O es, simplemente
existir, como el engranaje en una máquina que sigue girando sin cuestionar su
propósito? ¿Estoy siguiendo un guión preestablecido?
>>
Nunca he sabido cual es la razón de mi vida, aunque como
un iluso, en muchas etapas de mi vida he creído, (al final todo es, solo, una
creencia), que era como una especie de guía espiritual para enseñar el camino
que lleva a Dios. Pero no. Al final ha resultado que solo soy un pobre soñador
al que la vida está despertando a base de cachetadas.
- Hijo mío, no eres iluso ni soñador. Más pareces un buscador. Siempre haciendo preguntas, siempre buscando respuestas. Pero a menudo, la claridad se escapa entre tus dedos, como el agua que se desliza por las rendijas de una roca.
>> Deja de
preguntarte si esto que vives es la vida y vive. En la intensidad de los
momentos está revelada la verdad. Cuando te sumerges en una risa compartida,
cuando sientes el calor de un abrazo sincero, cuando contemplas un atardecer
que tiñe el cielo de colores imposibles, ahí está la vida. No en las tareas
mecánicas, sino en los destellos de emoción y conexión.
>> Es tu
decisión saborear cada bocado de vida, abrazar con pasión, aprender con avidez,
amar con valentía. Es en esas elecciones donde vas a encontrar las respuestas a
tus preguntas. Es en los pequeños detalles: una sonrisa, una melodía, una
mirada cómplice, donde está la vida. Y en esos momentos, cuando el corazón late
con fuerza y la mente se aquieta, es cuando sabes que estás vivo.
>> Deja de
preguntarte para que has nacido y vive. Deja de preguntarte cuando es tu misión
en la vida y vive. Deja de pedir milagros y hazlos tú.
En un rincón olvidado
del universo, donde las estrellas susurran secretos y los árboles danzan al
ritmo del viento, existe un lugar llamado "El Jardín de las
Decisiones". En este jardín, las almas se reúnen para aprender, crecer y
descubrir el verdadero significado del éxito.
Allí, un joven llamado
Aiden caminaba entre los senderos de flores vibrantes. Su corazón estaba lleno
de preguntas y anhelos. ¿Qué es el éxito? ¿Cómo se alcanza? ¿Por qué algunos
parecen tenerlo mientras otros luchan en vano?
Un día, Aiden se
encontró con un anciano sabio sentado junto a un estanque de aguas cristalinas.
El anciano sonrió y le dijo: "El éxito no se persigue, querido Aiden. Es
como el baile de las hojas en otoño: cuando dejas de resistirte, cuando te entregas
al flujo de la vida, es entonces cuando experimentas la verdadera danza".
Aiden frunció el ceño.
"Pero ¿Cómo puedo dejar de perseguir el éxito? Todos me dicen que debo
esforzarme, trabajar duro, alcanzar metas".
El anciano se río
suavemente. "La vida no es una carrera, Aiden. Es un vals. Imagina que
eres una hoja flotando en el aire. Si te aferras a la rama con todas tus
fuerzas, te perderás la belleza del descenso. Pero si confías en el viento, si
te dejas llevar, descubrirás que el éxito está en la gracia de la caída".
Aiden reflexionó sobre
las palabras del anciano. Comenzó a observar su propia vida. ¿Cuántas veces
había luchado, resistiéndose a los giros y vueltas? ¿Cuántas veces había
manipulado su destino en busca de logros externos?
Decidió soltar. Dejó
de forzar las cosas. Se permitió fluir con la corriente. Y entonces, algo
mágico sucedió. Las oportunidades llegaron sin esfuerzo. Las puertas se
abrieron. El éxito, en lugar de ser una meta distante, se convirtió en una
melodía que resonaba en su interior.
Aiden aprendió que el
verdadero éxito no se mide en títulos, riquezas o reconocimientos. Se encuentra
en la paz interior, en la conexión con otros seres, en la capacidad de amar y
ser amado. El éxito es vivir auténticamente, sin miedo a los fracasos ni a las
expectativas ajenas.
Así, en el Jardín de
las Decisiones, Aiden continuó su danza. Bailó con las estrellas, abrazó los
momentos de quietud y se dejó llevar por la música de su alma. Y en cada giro,
encontró el éxito que había estado buscando: la plenitud de vivir en armonía
con la vida misma.
El diccionario define
la vida como la fuerza o actividad esencial mediante la cual obra el ser que la
posee. Esta definición, aunque clara, es solo un punto de partida. Los
diccionarios, por su naturaleza, tienden a ser concisos y precisos. Sin
embargo, si indagamos en el significado personal que cada individuo otorga a
esa fuerza vital y solicitamos a cada uno una definición de la vida,
encontraríamos una diversidad de respuestas tan vasta como el número de
personas consultadas.
Algunos, desde una
perspectiva más espiritual, podrían describir la vida como un viaje del alma
hacia el crecimiento, la comprensión, la realización de nuestro ser interior,
el amor y la conexión con lo divino. Otros, con una visión más terrenal,
podrían considerar la vida como una compleja amalgama de experiencias, un viaje
en el cual cada individuo halla su propio significado y propósito.
Independientemente de
si son visiones terrenales o espirituales, para concretar su propia definición
de vida, todos se enfrentarán inevitablemente con una búsqueda, un aprendizaje,
una aventura o incluso un misterio por resolver.
Desde la perspectiva
de la búsqueda, la vida se percibe como un proceso continuo de exploración y
descubrimiento. Nos encontramos en una constante indagación de significado,
felicidad, amor, éxito o trascendencia. Esta búsqueda nos impulsa a transitar
por caminos desconocidos, a superar obstáculos y a crecer como individuos. Es
un viaje hacia lo desconocido, donde cada experiencia nos acerca más a la
comprensión de quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el universo.
La vida también puede
ser vista como un proceso de aprendizaje continuo. Cada momento, cada
encuentro, cada desafío nos brinda la oportunidad de adquirir nuevos
conocimientos y habilidades. A través de nuestras vivencias, cometemos errores,
experimentamos el éxito, nos enfrentamos a la adversidad y acumulamos
sabiduría. Es un camino de autodescubrimiento y evolución personal, donde cada
lección nos aproxima a nuestro potencial máximo.
Además, la vida puede
interpretarse como una aventura emocionante repleta de posibilidades. Cada día
representa una nueva oportunidad para explorar, experimentar y disfrutar del
mundo que nos rodea. Nos enfrentamos a retos emocionantes, nos sumergimos en
nuevas culturas, establecemos relaciones significativas y creamos recuerdos inolvidables.
Es un viaje de emociones intensas y experiencias enriquecedoras que nos moldean
como seres humanos.
Finalmente, la vida
puede contemplarse como un misterio por descubrir. A pesar de nuestros avances
científicos y tecnológicos, aún existe mucho sobre la existencia humana y el
universo que no comprendemos del todo. Nos maravillamos ante la belleza de la
naturaleza, nos asombramos ante lo desconocido y nos enfrentamos a preguntas
fundamentales sobre el origen y el propósito de la vida misma. Es un viaje de
exploración intelectual y espiritual que nos invita a profundizar en los
misterios del cosmos y de nuestra propia consciencia.
No cabe duda de que la
vida es un regalo precioso que nos ofrece la oportunidad de crecer, amar,
aprender y explorar el vasto y maravilloso universo en el que habitamos. Pero
toda esta experiencia se puede vivir de dos maneras distintas: involucrándose
emocionalmente y viajando por el mundo de las emociones, pasando de la alegría
a la tristeza, del miedo al amor, del sufrimiento a la aceptación, de la
obstinación a la tolerancia; o viviendo los acontecimientos completamente
desapegados.
El
desapego es el camino hacia la liberación emocional, donde encontraremos las
puertas que dan acceso a la libertad interior y a la paz mental. El desapego se
refiere a la capacidad de separarnos emocionalmente de personas, objetos o
situaciones que pueden causar dependencia o sufrimiento. No implica
indiferencia o falta de amor, sino una comprensión profunda de que en la vida
todo está en constante cambio y que aferrarse a lo efímero solo conduce al
dolor.
La aceptación es la clave para
practicar el desapego. Aceptar la realidad tal como es, sin intentar
controlarla, nos libera de expectativas y nos ayuda a enfrentar los cambios con
mayor serenidad. En un mundo donde el consumismo y la búsqueda constante de
satisfacción inmediata predominan, el desapego emerge como un antídoto contra
la insatisfacción crónica. La sociedad a menudo nos inculca la creencia de que
nuestra felicidad y realización personal están ligadas a la acumulación de
posesiones materiales, logros externos y relaciones afectivas. Sin embargo, el
desapego nos invita a cuestionar esta narrativa y a encontrar la verdadera plenitud
en nuestro interior, más allá de las circunstancias externas.
En el plano material,
el desapego nos permite adoptar un estilo de vida más sencillo y consciente,
liberándonos del peso de la codicia y la obsesión por la adquisición constante.
Al desapegarnos de la necesidad de poseer y acumular, encontramos una sensación
de ligereza y libertad que nos permite apreciar la belleza de la vida en su
forma más simple y auténtica.
En
el ámbito de las relaciones interpersonales, el desapego nos enseña a amar de
manera incondicional, sin expectativas ni demandas. Nos permite disfrutar de
los vínculos humanos, sin aferrarnos al control o la posesividad. Al liberarnos
del apego emocional, cultivamos relaciones más saludables y profundas, basadas
en la aceptación y el respeto mutuo.
El desapego es
fundamental en el desarrollo personal y espiritual. Al soltar nuestras
identificaciones con roles, etiquetas y conceptos limitantes, nos abrimos a una
mayor expansión de nuestra conciencia y potencialidad. Nos permite trascender
el ego y conectar con nuestra esencia más profunda, experimentando una
sensación de unidad con todo lo que nos rodea.
El desapego no implica
renunciar al mundo o desconectar emocionalmente de las experiencias de la vida.
Más bien, se trata de estar plenamente comprometido con el presente, sin
aferrarse al pasado o proyectarse en el futuro. Es una actitud de aceptación y
fluidez que nos permite vivir con plenitud y autenticidad.
Liberarnos de las
cadenas del apego nos permite vivir con serenidad y gratitud, encontrando la
verdadera felicidad en el simple acto de ser. Y eso es, justamente, lo que
buscamos los seres humanos, ya sea de manera consciente o inconsciente: la
felicidad. Esta búsqueda de la felicidad, intrínseca a nuestra naturaleza, nos
impulsa a explorar, a cuestionar y, en última instancia, a definir el
significado de nuestras vidas.
La vida en la Tierra es solamente temporal, sin embargo, algunos viven como si fueran a quedarse aquí eternamente y se olvidan de ser felices en cada momento de su vida, es posible que lo dejen para más adelante, para cuando consigan la nueva casa, el nuevo trabajo, la nueva pareja, o el nuevo auto.
Olvidan que el
valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con
que se viven. Por eso existen momentos inolvidables, hechos inexplicables y
personas incomparables. ¡Vive cada momento!, ¡Se consciente de los hechos, sin
más!, y ¡Disfruta de las personas!, porque sino no tendrás tiempo, el momento
pasa, el hecho no se repite y las personas desaparecen.
Si
te detienes a reflexionar de manera honesta, serena y profunda, como si fueras un
observador imparcial, sin permitir que te perturben o condicionen los
acontecimientos que envuelven tu existencia, llegarás a la conclusión de que vivir
la vida es mucho más sencillo de vivir de lo que la mayoría de las personas
experimentan.
Considera la última
ocasión en la que te enfureciste o perdiste la paciencia, cuando alzaste la voz
o castigaste a alguien con tu silencio, quizás incluso a alguien muy cercano a
ti. ¿Realmente valió la pena? ¿Lograste resolver algo? ¿Ganaste más alegría, felicidad,
salud o dinero? O, por el contrario, ¿simplemente malgastaste un tiempo valioso
y único, irrecuperable en toda tu vida futura, además de sumergirte en un
estado emocional digno de los moradores de los círculos infernales que Dante
describe en "La Divina Comedia"?
Reflexiona,
también, si esos pensamientos de carencia, de miedo, de dolor, de dudas o de
preocupación por tu incierto futuro. ¿Están, realmente, resolviendo tus
problemas o, simplemente, te mantienen atado a la ansiedad, impidiéndote vivir
una vida plena?
Al analizar esos episodios
de conflicto, observa qué parte de tu deseo no cumplido, posiblemente
desconocido por la otra persona, contribuyó a tu insatisfacción personal o a
tus expectativas sobre el comportamiento ajeno. De esta manera, si buscas
culpables, tal vez te encuentres mirándote a ti mismo.
Si,
a pesar de todo, aún no estás convencido de que la vida puede ser más sencilla
de lo que la estás viviendo, considera que cada suceso, por insignificante que
parezca, es simplemente una manifestación de tu "Contrato Divino" o
tu "Plan de Vida", aceptado antes de tu llegada a este mundo. Todo lo
que ocurre en tu vida ha sido organizado y planificado por ti para cumplir con
el propósito de tu existencia, que quizás no estás llevando a cabo debido a
pensamientos o deseos que te limitan.
Y
si aún albergas dudas sobre lo simple que podría ser la vida, te planteo otra
reflexión: ¿Qué propósito habría servido si tu corazón dejara de latir después
de un episodio de ira, enfado o un pensamiento erróneo?