Juan 8,32: Jesús dijo a los judíos que habían creído
en él: “Si os mantenéis firmes en mi doctrina sois de veras discípulos míos,
conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
¿Cómo podemos hoy, que no tenemos a Jesús físicamente entre nosotros,
aplicar a nuestra propia vida la frase “La verdad os hará libres”?, ¿Cómo
podemos mantenernos firmes en su doctrina, cuando sus interlocutores, (las
religiones), la han denigrado tanto?, ¿Es necesario conocer alguna verdad?,
¿Somos realmente libres?
Personalmente creo que ni somos
libres, ni conocemos la verdad, porque vivimos una vida de engaño, vivimos una
vida de esclavitud, sin necesidad de grilletes. Vivimos prisioneros de la
sociedad de consumo, vivimos prisioneros de las religiones, vivimos prisioneros
de los políticos, vivimos prisioneros de los medios de comunicación, vivimos
prisioneros del qué dirán, vivimos prisioneros de la enfermedad, vivimos
prisioneros de nuestras creencias, vivimos prisioneros de nuestras carencias,
vivimos prisioneros de nuestras propias mentiras, vivimos prisioneros de
nuestra propia mente.
Es normal
que nos engañe la sociedad, necesita de nosotros para que consumamos cada vez
más, y nos dejamos engañar creándonos falsas necesidades. Es normal que nos
engañen los políticos, necesitan nuestro voto para seguir medrando, y nosotros,
desmemoriados, se lo damos. Es normal que nos engañen las religiones, necesitan
socios atemorizados para su subsistencia. Es normal que vivamos prisioneros de
los medios de comunicación, también nos necesitan para vender más. Pero que nos
engañemos a nosotros mismos, es imperdonable.
Y nos engañamos a nosotros mismos cuando nos creemos que somos “Fulanito de Tal” y que tenemos que ser cada vez más importantes, aunque para ello tengamos que pisar a quien esté delante de nosotros. Nos engañamos a nosotros mismos cuando vemos a alguien como nuestro enemigo, o como nuestro rival. Nos engañamos a nosotros mismos cuando criticamos, cuando juzgamos o cuando envidiamos a cualquiera que pase por nuestro lado. Nos engañamos a nosotros mismos con el sufrimiento, la tristeza, la ira o el desamor, creyendo que la vida es sufrimiento y que es normal que nos arrastre al dolor. Nos engañamos a nosotros mismos cuando buscamos la felicidad en el exterior, sin saber que ya la tenemos y está en nuestro interior.
Por lo tanto
hemos de dejar de autoengañarnos, y por supuesto, no creer en los cantos de
sirena de la sociedad, de los políticos, de las religiones, de las modas, que
nos mantienen esclavos de sus dogmas, de sus engaños y de sus opiniones, y
buscar la verdad para conseguir la auténtica liberación.
Aunque es
muy posible que ya seamos conocedores de la verdad, y que todo lo que tengamos
que hacer sea integrar esa verdad.
El primer eslabón de la verdad es,
sin lugar a dudas, nuestra procedencia y nuestro destino, y muy pocos son, al
menos de los que se asoman a esta ventana, los que alberguen alguna duda de su
divinidad, de su procedencia divina y de su vuelta a Dios. Sin embargo, a pesar
de ser conscientes de que somos hijos de Dios, no actuamos como tal, actuamos
siguiendo los impulsos de la materia, los impulsos del exterior, queremos
poseer cada vez más, más dinero, más prestigio, más poder. Eso es vivir una
mentira, eso es vivir encadenados a algo que no somos. Empecemos a vivir
nuestra divinidad y empezaremos a sentir lo que realmente es la libertad.
El segundo escalón de la verdad es el
equipaje que hemos de llevar en el recorrido de nuestro camino divino, en
nuestro deambular por la vida. Ese equipaje no es dinero para entrar en los
paradores del camino, no es alegría para tatarear los temas de moda mientras
manejamos por nuestro camino, no es felicidad, no es paz, solo es amor. El amor
nos va a suministrar todo aquello que necesitemos. Creemos, erróneamente, que
comenzamos el camino con las alforjas vacías, y que hemos de ir encontrando amor,
alegría, felicidad, paz o serenidad, según vamos caminando por la vida.
Tremendo error, nada que realmente merezca la pena lo vamos a encontrar fuera
de nosotros mismos.
Vivir el amor en nuestra divinidad,
es la auténtica verdad que nos va a permitir ser realmente libres. Porque desde
esa libertad entenderemos que todo es correcto, que todo está bien, que nada
importa, excepto hacer a los demás participes de nuestra felicidad.