El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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lunes, 23 de junio de 2014

La verdad os hará libres


            Juan 8,32: Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: “Si os mantenéis firmes en mi doctrina sois de veras discípulos míos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.
            ¿Cómo podemos hoy, que no tenemos a Jesús físicamente entre nosotros, aplicar a nuestra propia vida la frase “La verdad os hará libres”?, ¿Cómo podemos mantenernos firmes en su doctrina, cuando sus interlocutores, (las religiones), la han denigrado tanto?, ¿Es necesario conocer alguna verdad?, ¿Somos realmente libres?
Personalmente creo que ni somos libres, ni conocemos la verdad, porque vivimos una vida de engaño, vivimos una vida de esclavitud, sin necesidad de grilletes. Vivimos prisioneros de la sociedad de consumo, vivimos prisioneros de las religiones, vivimos prisioneros de los políticos, vivimos prisioneros de los medios de comunicación, vivimos prisioneros del qué dirán, vivimos prisioneros de la enfermedad, vivimos prisioneros de nuestras creencias, vivimos prisioneros de nuestras carencias, vivimos prisioneros de nuestras propias mentiras, vivimos prisioneros de nuestra propia mente.
            Es normal que nos engañe la sociedad, necesita de nosotros para que consumamos cada vez más, y nos dejamos engañar creándonos falsas necesidades. Es normal que nos engañen los políticos, necesitan nuestro voto para seguir medrando, y nosotros, desmemoriados, se lo damos. Es normal que nos engañen las religiones, necesitan socios atemorizados para su subsistencia. Es normal que vivamos prisioneros de los medios de comunicación, también nos necesitan para vender más. Pero que nos engañemos a nosotros mismos, es imperdonable.
          

                Y nos engañamos a nosotros mismos cuando nos creemos que somos “Fulanito de Tal” y que tenemos que ser cada vez más importantes, aunque para ello tengamos que pisar a quien esté delante de nosotros. Nos engañamos a nosotros mismos cuando vemos a alguien como nuestro enemigo, o como nuestro rival. Nos engañamos a nosotros mismos cuando criticamos, cuando juzgamos o cuando envidiamos a cualquiera que pase por nuestro lado. Nos engañamos a nosotros mismos con el sufrimiento, la tristeza, la ira o el desamor, creyendo que la vida es sufrimiento y que es normal que nos arrastre al dolor. Nos engañamos a nosotros mismos cuando buscamos la felicidad en el exterior, sin saber que ya la tenemos y está en nuestro interior.

            Por lo tanto hemos de dejar de autoengañarnos, y por supuesto, no creer en los cantos de sirena de la sociedad, de los políticos, de las religiones, de las modas, que nos mantienen esclavos de sus dogmas, de sus engaños y de sus opiniones, y buscar la verdad para conseguir la auténtica liberación.
            Aunque es muy posible que ya seamos conocedores de la verdad, y que todo lo que tengamos que hacer sea integrar esa verdad.
El primer eslabón de la verdad es, sin lugar a dudas, nuestra procedencia y nuestro destino, y muy pocos son, al menos de los que se asoman a esta ventana, los que alberguen alguna duda de su divinidad, de su procedencia divina y de su vuelta a Dios. Sin embargo, a pesar de ser conscientes de que somos hijos de Dios, no actuamos como tal, actuamos siguiendo los impulsos de la materia, los impulsos del exterior, queremos poseer cada vez más, más dinero, más prestigio, más poder. Eso es vivir una mentira, eso es vivir encadenados a algo que no somos. Empecemos a vivir nuestra divinidad y empezaremos a sentir lo que realmente es la libertad.
El segundo escalón de la verdad es el equipaje que hemos de llevar en el recorrido de nuestro camino divino, en nuestro deambular por la vida. Ese equipaje no es dinero para entrar en los paradores del camino, no es alegría para tatarear los temas de moda mientras manejamos por nuestro camino, no es felicidad, no es paz, solo es amor. El amor nos va a suministrar todo aquello que necesitemos. Creemos, erróneamente, que comenzamos el camino con las alforjas vacías, y que hemos de ir encontrando amor, alegría, felicidad, paz o serenidad, según vamos caminando por la vida. Tremendo error, nada que realmente merezca la pena lo vamos a encontrar fuera de nosotros mismos.
Vivir el amor en nuestra divinidad, es la auténtica verdad que nos va a permitir ser realmente libres. Porque desde esa libertad entenderemos que todo es correcto, que todo está bien, que nada importa, excepto hacer a los demás participes de nuestra felicidad.

miércoles, 16 de abril de 2014

Taytacha Temblores (El Señor de los Temblores)


            Realizar terapias hace que en la consulta se escuchen historias tremendas, unas por su crudeza y otras por su hermosura. Quiero contar hoy una de esas lindas historias, una historia de superación,  una historia de fe, que tiene que ver con el Señor de los Temblores, el Patrón Jurado del Cusco en Perú. 
Permitirme antes, para los que no sois cusqueños que cuente la historia del Taytacha Temblores, nombre en quechua, que en español significa El Señor de los Temblores. Es una imagen que representa a Jesús crucificado, que se venera en la Catedral-Basílica del Cusco (Perú). Es famoso en todo el Perú y otros lugares porque aplacó la furia de un gran terremoto que asoló la ciudad. De este acontecimiento le viene el nombre. Es el Patrón Jurado del Cusco y una de las imágenes más veneradas del país.
Según algunas fuentes, la historia de este Cristo de rasgos descarnados y de sobrecogedora apariencia se remonta a cuando el emperador Carlos V envió la efigie a Cusco, hecha especialmente para los indios, copiando las duras facciones de éstos. Los españoles buscaban consolidar así la conquista hecha por la espada y la sangre e imponer su adoración.
Concluida la obra, es enviada al Virreinato del Perú, asegurada en un arca y afianzada en la cubierta de una nave destinada a cruzar el mar y llegar al puerto del Callao, desde donde sería trasladada a la ciudad del Cusco.
Pero resulta que en alta mar, la embarcación sufrió amenazantes tormentas y los sacerdotes comisionados, en su desesperación, sacaron del baúl al Santo Cristo, lo aseguraron al trinquete mayor e imploraron piedad y clemencia para que detuviera la furia del mar y así fue. Se tranquilizaron las aguas y en agradecimiento le llamaron con el nombre de Señor de las Tormentas.
Una vez en el puerto del Callao, la imagen debía ser transportada al Cusco, encomendándose la tarea a un conocido arriero español afincado en la Villa de Mollepata. Después de un viaje lleno de incidentes, arribaron al lugar de la última jornada antes de llegar a Cusco, este lugar fue el pueblo de Mollepata. La comitiva se detuvo para descansar unos días, pero al querer reiniciar el viaje sucedió algo inaudito, el arcón que contenía la imagen se volvió tan pesado que no pudieron ni moverlo. La gente dijo que era porque la imagen deseaba permanecer en ese lugar y la comitiva se vio obligada a dejarlo, no sin antes imponer como condición a los moradores que debían levantarle un templo. Por supuesto que todo fue una farsa del arriero cuya verdadera intención era quedarse con la imagen, de fina escultura y armónica anatomía y de la que se afirma es muy parecida al Señor de Burgos en España, por lo que es conocida como Señor Manuel de exaltación de Mollepata.
 
 
Así, para cumplir su compromiso, el arriero mandó hacer secretamente otra imagen, obra que fue encomendada a un imaginero indio de la zona y fue este otro Santo Cristo el que entregaron a la Catedral del Cusco. La escultura, de facciones grotescas y anatomía asimétrica, fue modelada en pergamino de llama, con el busto hueco y muy poco valor estético. Sin embargo, es admirada y querida por los pobladores de la ciudad de Cusco por sus portentosos milagros y fue así desde el momento que ingresó a la Catedral y le llamaron Cristo de la Buena Muerte.
El 31 de Marzo de 1650 un terremoto asoló la ciudad. En las múltiples replicas del terremoto los cusqueños sacaron las imágenes a la calle, pero no se detuvieron las replicas hasta que sacaron en procesión al Cristo negro, que hasta entonces estaba olvidado en su altar. Fue colocado en la puerta de la Catedral mirando a la ciudad con la creencia de aplacar las constantes repercusiones del sismo. Por éste evento fue bautizado como Señor de los Temblores.
En el año de 1720, la ciudad del Cusco fue asolada por una peste que sólo se detuvo después de sacar en procesión al Santo Cristo y es así como, por decisión del pueblo fue proclamado Patrón Jurado del Cusco, desplazando al Patrón Santiago que había sido nominado como tal por los españoles en 1646.
            Cada Lunes Santo el Taytacha Temblores es sacado en procesión seguido de millares de hombres y mujeres en una procesión respetuosa y callada, recorre la ciudad, llenando de bendiciones a su pueblo y renovándole su protección.
            El Lunes Santo de hace tres años, la protagonista de nuestra historia se acercó al Taytacha para rogarle por su sanación de la enfermedad de Parkinson, de la que había sido diagnosticada solo tres meses antes. Y la mujer activa, responsable y trabajadora, que tuvo que dejar su trabajo debido al avance de la enfermedad, se encontró inclinada ante el Taytacha, con las manos juntas delante del pecho en el mudra de oración y los ojos llenos de lagrimas rogando por su sanación y preguntando el porqué de su enfermedad. Pero no duró mucho su ruego porque de alguna manera su oración fue respondida de inmediato. Sintió dentro de ella la necesidad de dejar de hacer preguntas, sintió dentro de ella la necesidad de dejar de pedir, sintió dentro de ella la necesidad de dejar de llorar porque algo en su interior la decía que buscara por ella misma su propia sanación. Levantó los ojos llorosos llenos de gratitud al Taytacha y se fue con la determinación de dedicarse en cuerpo y alma a su propia sanación.
            Desde ese momento comenzó a leer, a informarse, a buscar terapias, a retomar sus clases de yoga, a meditar y a cambiar sus hábitos de vida. La enfermedad comenzó a estancarse y un buen día comenzó a remitir, hasta el extremo de que sigue diagnosticada de Parkinson, pero sin temblores. Su mejoría es asombrosa, y sigue trabajando en ella misma porque aun quedan algunas secuelas.
            Ante tal mejoría, comenzaba a plantearse la posibilidad de volver a incorporarse al mundo laboral, sin saber muy bien como, ya que sabe que no puede abandonar sus terapias, ni su yoga, ni sus meditaciones, que son la base de su sanación. De esto se encargó el Taytacha.
            Este Lunes Santo volvió a ver al Taytacha en su procesión, volvió a darle gracias por su sanación como había hecho el año anterior, volvió a recibir la bendición del Cristo, y se sentó al lado de una señora que resulto ser coordinadora de una ONG en Cusco. Entablaron conversación y en esa conversación la coordinadora de la ONG, al enterarse de la historia de nuestra protagonista, y saber que entre otras cosas era profesora de español, la ofreció dar clases de español a mujeres que solamente hablan quechua. Ya están organizando las clases. Sin comentarios.
            ¿Todavía hay alguien que piensa que no existen los milagros?
            Los milagros existen, pero tienen que ir acompañados por el trabajo personal, por la fe en uno mismo y en Dios, por la voluntad y por la paciencia.