El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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miércoles, 11 de julio de 2018

¿Cuál es mi misión?


-       ¿Cuál es mi misión Maestro? Llevo cuarenta años preguntándomelo.

-       Tu misión es aprender a amar hijo mío.

-       Pero, ¿no se supone que he venido a la vida a realizar alguna tarea específica?

-       Si, la tarea de aprender a amar. ¿Te parece poco? Y el camino para aprender a amar es que aprendas a ser feliz. Y ahora no eres feliz porque crees que te falta algo, crees que te falta saber cuál es tu misión. Buscando tu misión estás perdiéndote muchas cosas de la vida, casi podríamos decir que estás perdiendo la misma vida,

Escucha esto: Como te falta saber cuál es tu misión, no eres feliz, pues yo te digo que si te dedicaras a ser feliz llegarías a saber cuál es esa misteriosa misión, y te voy a explicar por qué: La felicidad es un estado interior, un estado de paz, de serenidad, de alegría, y a ese estado se llega aceptando, tolerando, respetando, comprendiendo y sobre todo amando.



Cuando llegas a ese estado entiendes que todo está bien y si existiera alguna misión misteriosa, llegaría a ti, sin que necesitaras buscarla.

-       Aceptando ¿qué?

-       Aceptando la vida que tienes. Aceptar no es resignarse. Te pongo un ejemplo: Piensa en una pareja que se les ve bien, que a ojos del mundo podría decirse que es una pareja feliz. Pero si escarbas un poquito en su relación verías que, en muchas, en demasiadas ocasiones se sienten solos, no hablan entre ellos de esa sensación de soledad, no hablan de sus miedos, de sus anhelos o de sus fantasías. Hablan, si, del trabajo, del colegio de los niños, de las facturas que van llegando, o de lo mal que se ha portado su cuñado. En ellos hay más resignación que aceptación. Aceptación es cuidar lo que importa para que no se desgaste, te pongo un ejemplo que no por manido pierde su validez: A la planta hay que regarla para que viva. A las relaciones también, y a los amigos, y a los hijos, y al trabajo, y a las aficiones y, sobre todo, a ti mismo. Aceptar es trabajar la vida, y si algo no te gusta de tu vida lo cambias.

La aceptación hace que toleres todo, que toleres a todos ¿Qué sabe nadie de la vida del otro, de la razón del otro?, ¿qué sabe nadie de su Plan de Vida, si ni tan siquiera conocemos el nuestro?, ¿qué sabe nadie del recorrido de su alma? No hay dos seres iguales sobre la faz de la Tierra. Todo está bien, todo es perfecto tal como está. Toléralo, lo ha puesto Dios.

Así llegarás al respeto. Respetar es la consecuencia lógica de la tolerancia. No hagas a nadie lo que no te gusta que te hagan a ti, no pienses de ellos lo que no te gustaría que pensaran de ti, no hables de nadie porque no te gusta que hablen de ti y, sobre todo, si es malo. Colócate siempre en el lugar del otro, es la mejor manera para aceptarle, tolerarle y respetarle.

Y cuando aceptas, toleras y respetas, puedes decir que estás aprendiendo a amar.

Entonces serás feliz, y estarás cumpliendo con la verdadera misión de tu vida que es aprender a amar.

Ama y se feliz, que todo lo demás llegará por añadidura.



miércoles, 15 de junio de 2016

De "ser humano" a "ser espiritual".

Es momento de dejar de jugar a ser espirituales, ya hemos aprendido las reglas del juego. Ha llegado el momento de incluir la espiritualidad en la vida cotidiana, es momento de trabajar desde la ética de la conciencia, es momento de amar, es momento de sanar de manera total, es momento de compartir, de relacionarse, es momento de practicar y salir de la teoría, es momento de dejar atrás los prejuicios religiosos, es momento de trabajar para dirigirnos a un futuro brillante, feliz, abundante, pleno. Y podemos llegar a ese futuro respetando las reglas del Amor.
         En este momento de cambio vamos a trascender de “ser humano” a “ser espiritual”, y para eso ya no valen ni escuelas ni maestros, ya que la única escuela válida es nuestro interior, nuestra intención, nuestro corazón. Porque no hay nada que aprender, todo está en nosotros, ya tenemos todo el conocimiento de Luz y de Amor, y muchos de nosotros, o ya hemos cambiado nuestra vibración o estamos en pleno proceso.



         En la actualidad el ser humano vive para él, de manera individual, y ha de salir de ese individualismo para atender las necesidades del alma, empezando a desarrollar propósitos simples, para una vez conseguidos continuar con mayores empresas. Pero todo tiene un principio, y ese principio ha de ser observar si existe alguna contradicción entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Si no existe coherencia entre los pensamientos, las palabras y los actos, el ser humano se engaña a sí mismo.
         Hay que escuchar al alma y aceptar la verdad, aceptar las cosas que resuenan profundamente en el corazón y en el alma, aceptar lo que impulsa al ser humano a respirar y a sonreír. Hay que separarse de todo aquello que promueve manipulación, especulación o explotación, y no participar en nada que coarte la libertad o lesione el respeto. Hay que actuar de manera honesta, clara, impecable y coherente.
         Y sobre todo ama, siente el Amor, comprométete contigo, únete a tu Ser y no busques más, deja sólo que el Amor te encuentre. Hace tiempo que el Amor te busca, y si tu mente se mantiene en silencio, te va a encontrar, y sobre todo, cuando estés sin expectativas, sentirás, sentirás el Amor, sentirás su fuerza. 

sábado, 7 de mayo de 2016

El próximo cambio

PERLAS PARA EL ALMA




A pesar de que tengamos guías, maestros, instructores o gurús, la decisión de comenzar a vivir la vida de otra manera es personal de cada uno. 
Nadie va a decidir en qué momento está preparada el alma para iniciar el camino de vuelta a Casa, el camino de vuelta a Dios, salvo la propia alma. 
Va a ser la persona en la soledad de su corazón y de su mente la que va a decidir cuándo es el momento de dejar atrás el sufrimiento e iniciar una nueva vida basada en el respeto, en la comprensión, en la tolerancia, en el servicio y en el Amor.




domingo, 27 de marzo de 2016

Aceptar: El pórtico de una vida feliz (y 2)

Dios vive dentro de cada uno, desde el beato hasta el criminal, Dios vive en todos, sólo tenemos que aceptarlo, sólo tenemos que recordarlo y Dios se hace presente, porque nada en la vida es aprendizaje, sólo es necesario recordar, y en ese momento se acaba el sufrimiento.

         Hemos de permitir que se disuelvan las viejas formas de vivir con las que tan familiarizados estamos, y es cuando esas viejas ideas se desvanecen cuando realmente empieza la Vida, cuando se es consciente, cuando se alcanza la felicidad. Cuando conseguimos esto, el entorno, que todavía vive en las ideas que nosotros hemos abandonado, trata de hacer que volvamos al sufrimiento porque no puede entender en su inconsciencia, y por lo tanto aceptar, que salgamos del cercado conocido del dolor en el que ellos tan cómodos se encuentran, pero hay que aceptarlos, no ven más allá, ellos todavía necesitan el dolor como medio de subsistencia. Ya  llegará el día en que empiecen a plantearse si existen otras formas de vivir, entonces nosotros seguiremos estando a su lado para ayudarles en su trabajo de reciclaje, para ayudarles en su trabajo de encontrarse con ellos mismos, para ayudarles a volver a casa.



         La vida es Una, nuestro corazón lo sabe. El corazón sabe que tú y yo somos la misma cosa, el corazón sabe que no hay nada fuera de cada uno de nosotros, y siempre busca lo mejor para todos, porque lo que es bueno para ti es bueno para mí. Todos estamos embarcados en la misma nave con el mismo destino. Solamente el ser humano que vive desde la mente es capaz de odiar, de envidiar, de permitir que otro ser humano pase hambre, solamente el ser humano que vive desde la mente es capaz de matar.

         No tenemos que hacer nada para ser felices, sólo respirar, sólo aceptar, sólo mantenernos conectados a la Madre Tierra, sólo sentir a Dios en nuestro corazón, sin preocuparse por nada, sin cerrarse a la vida. Sólo así llegará la Luz a nuestra vida, sólo así conseguiremos la felicidad. 

La tolerancia lleva implícita en sí misma aceptación y respeto, porque tolerancia es aceptar y respetar las ideas, las creencias o las prácticas, cuando son diferentes o contrarias a las propias. Es aceptar y respetar las diferencias étnicas, sociales, culturales y religiosas. Es reconocer los intereses, los sentimientos y los valores del otro. Es aceptar al humilde, al soberbio, al rico, al pobre, al ignorante y al ilustrado.

Tienes que vivir consciente, para comprobar cómo va generándose en tu interior esa bola de fuego, que va a salir por la boca en forma de exabrupto dirigida hacia alguien, posiblemente muy cercano a ti, y bloquearla, no dejar que salga. En ese momento piensa que quien tienes delante eres tú mismo, y en lugar del exabrupto deja que salga humildad y respeto.

Al principio cuesta ser consciente y serán muchas las veces que seas consciente después de sucedido el hecho, pero ya es algo, con el tiempo irás consiguiendo ser consciente antes, hasta que llegue un día en el que te darás cuenta del momento exacto en que se forma la bola de fuego en tu interior. Y con un poco más de tiempo, no mucho, ni tan siquiera llegará a formarse esa bola. Entonces habrás ganado la partida.

         Cada persona se encuentra en un punto del camino y no podemos exigir que todos sean como nosotros pensamos que deberían de ser. No hay dos seres iguales, cada uno tiene un número de vidas determinado con diferentes vivencias, con diferentes aprendizajes, con diferentes creencias, todo lo que tenemos que hacer es tolerar, es aceptar, es respetar.


         Aceptar a los demás tal cual son es una puerta de acercamiento a Dios, aceptar al hermano es aceptar a Dios.


viernes, 5 de febrero de 2016

Almas gemelas

Esta es la parte 2 de la entrada “La pareja: (Atracción espiritual)

Está claro que cuando dos personas se enamoran sienten algún tipo de atracción, sino no existiría el enamoramiento, bien puede ser una atracción física, o una atracción emocional, o una atracción intelectual, o una combinación de todas ellas, pero seguro que ninguno de los dos miembros de la pareja achacan su enamoramiento a una atracción espiritual.

Si acaso en su “locura inicial” pueden definir a la otra parte de la pareja como su alma gemela, eso es todo lo más que pueden acercar su enamoramiento a la espiritualidad. Bueno también pueden pensar que Dios ha decidido premiarles juntándoles y bendiciéndoles con ese amor. Todo está bien, hay que tener en cuenta que en las primeras etapas del enamoramiento se dicen muchas, permitirme la palabra “tonterías”.

Con respecto a que Dios ha decidido que se encuentren y disfruten de esa locura de amor, por supuesto que no, tal como ellos lo puedan pensar. Dios no hace de Celestina, en ningún caso, aunque para ellos es tan grande su amor, que podrían pensar que con ellos Dios ha hecho una excepción, no es así, Dios no hace excepciones.



Permitirme una pregunta, ¿Cuántas parejas rotas han pensado esto mismo en el inicio de su relación?, ¿Cuántas parejas que se soportan y se mantienen por la quietud pensaron eso mismo en el inicio de su relación?, ¿Cuántas han mantenido esa locura de amor más allá de seis u ocho meses?

Lo que suele ser más normal es que un noventa y cinco por ciento de las parejas que recién se enamoran piensen que se han encontrado con su alma gemela. Lo lamento, las almas gemelas tal como lo entienden los recién enamorados tampoco existen.

Los enamorados pueden pensar que las almas gemelas son dos almas que vibran en la misma sintonía y que su único anhelo es encontrarse para fundirse en una sola. No existe así, pero si hay almas, o mejor grupos de almas que vibran en la misma o parecida sintonía, pero no anhelan para nada encontrarse en la materia con otra igual para unirse en una vida física. El anhelo de todas las almas, vibren en la sintonía que vibren, es unirse a Dios, y todo lo que hacen en la vida, o mejor todo lo que programan para hacer en la vida física es avanzar en ese camino que les va a acercar a Dios.

También podrían pensar que son dos partes de una misma alma que también anhelan reagruparse para sentirse completas. Tampoco es así, pero si que existen almas que pueden dividirse en dos o en más cuerpos físicos diferentes, pero lo que menos quieren en juntarse, ya que si el alma ha decidido dividirse es para aprovechar varias opciones de crecimiento a la vez, o para pagar un excesivo Karma, para disminuir el tiempo de unión con Dios.

También pueden creer que se trata de dos almas tan afines que encarnan a la vez para encontrase también en la materia. Tampoco es así. Pero si que existen muchas almas que son afines por haber compartido muchas vidas juntas sin tener conflictos pendientes. Estas almas pueden volver a encontrarse en un ochenta por ciento de reencarnaciones, pero no lo hacen normalmente como pareja, aunque si como miembros de la misma familia. No lo hacen como pareja porque la pareja es una situación esplendida para crecer y ellos no crecerían mucho precisamente por su afinidad, pero si lo hacen en la familia o próximos a ella para ayudarse en su crecimiento.

Les iría mejor a todos los que se inician en la senda del amor pensar en vivir el presente para mantener ese amor que comienza cuanto más tiempo mejor, en cuidarle, en seguir mimando a su pareja, en comprenderse, en tolerarse, en conocerse para perdonar los defectos, (que con el tiempo van apareciendo), en alabar las virtudes de cada uno, y dejar de buscar en el pasado la razón de tanta “felicidad”.

La razón de tanta felicidad solo es una mezcla de deseo, de apego y de pensamiento. A partir de ese momento inicial es cuando realmente han de aprender a amar.


Continuará………… 


jueves, 12 de noviembre de 2015

Aquí está la solución a tus problemas (y final)


             Es muy fácil decirlo, pero me ha costado bastante tiempo llegar a mi interior, y además, cuando consigo llegar, siempre sucede algo, un ruido, una música, un pensamiento, que me devuelve de inmediato al exterior volviendo a la locura de la vida, y además no soy consciente de inmediato, tardo en reaccionar. ¡Engancha tanto la mente!


Sin embargo, algo sucede cuando entro: La locura se vuelve paz, el deseo se vuelve aceptación, el deseo de venganza se vuelve perdón, la tristeza se transforma en alegría,  el estrés se vuelve sereno, el orgullo convive con la humildad y el desdén se vuelve compasivo. La preocupación desaparece y el miedo se desvanece en brazos del amor. Encuentro justificación a la sinrazón del mundo, me olvido de juzgar a mi vecino y de criticar a mi jefe, entiendo a todo el mundo. A mí no me importa. Todo está bien.
Los deseos materiales se evaporan como el humo, y aparecen otro tipo de deseos, los deseos espirituales, pero no agobian, no preocupan, todo tiene su tiempo, las cosas de Dios también lo tienen.
Dentro de mí no existe ni pasado, ni presente ni futuro. Sólo ahora. Sé que soy un ser espiritual viviendo una experiencia humana, sé que soy lo que quiero ser, sé que nada en la vida es permanente, ni importante, ni imprescindible, sé que todo es pasajero, ya que también lo es la misma vida.
Sé todo lo que necesito saber, y tengo todo lo que necesito tener. No necesito más. Todo está en mi interior. Todo está bien.


sábado, 5 de septiembre de 2015

Tolerancia


Perlas para el alma

 

Tolerancia es respetar al otro, aunque también podríamos decir que es aceptar,  es comprender o soportar dignamente, sin enojo, a otros que tienen unas creencias, unas normas, unas actitudes, unas maneras de entender la vida o unos valores distintos a los tuyos.
Por lo tanto, toleramos a quien consideramos distinto, por cualquier causa: distinta creencia religiosa, distinta forma de vivir, distinta raza, distinta tendencia sexual, distinta cultura, etc.
Así que parece claro: “Ante aquello que nos parece distinto, hay que aplicar la tolerancia”.
Pero te propongo una actividad diferente: ¿Y si en vez de trabajar para soportar, para aceptar, para respetar, para conocer, en suma para tolerar; trabajas para que no haya distinción, trabajas para que exista la igualdad? Si empiezas a ver al distinto como un igual, ya no tienes que tolerar al otro más que a ti, sois iguales.

lunes, 29 de junio de 2015

Yo no soy ese


            Sería divertido poder observar permanentemente a una persona y comprobar cuál es su comportamiento en cada una de las facetas de su vida: como padre o como madre, como hijo, como pareja, como jefe, como empleado, como amigo intimo, como conocido, como amante, como conductor al que le acaban de dar un golpe por detrás, o como viandante al que le dan un pisotón, y siempre sin que ella supiera que es observada, por supuesto.
             Descubriríamos, sin duda, muchas personas en una. Podríamos observar cómo se va cambiando la máscara en función de la relación. Podríamos comprobar cómo ante una misma situación puede reaccionar de maneras diferentes, en función de la familiaridad que tenga con la persona. Podríamos comprobar las diferentes personalidades de una misma persona.
            Compruébalo por ti mismo. Detén la lectura y piensa como es tu comportamiento en cada una de la interacciones que tienes cada día. Repasa, honestamente, como son tus reacciones con cada una de las diferentes personas que comparten tu vida. Si crees que no hay cambios en ti, ¡enhorabuena!, es posible que te encuentres en el umbral de eso que casi todos llamamos iluminación, aunque no tengamos muy claro, a pasar de la luz, a que se refiere. Lo que sí parece claro es que si crees que nunca cambias la máscara, o que ni tan siquiera usas, estés en una de tus últimas encarnaciones en la Tierra.
            ¿Por qué decimos que si eres siempre la misma persona, sin máscaras, estás en una de tus últimas vidas?, sencillo, porque para ser siempre la misma persona, o eres un malvado, lo cual no parece ser, porque no estarías leyendo esto, o tratas a todo el mundo con amor. Y tratar a todo el mundo con amor es el único aprendizaje real que tenemos los seres humanos en cada encarnación. Si has llegado ahí, ya no necesitarás más encarnaciones.
 
            Pero no parece ser esa la moneda de cambio. Lo normal es que en nuestra mochila llevemos un buen número de máscaras que vamos intercambiando en función de con quién nos tropezamos. Pero si hay personas con las que no usamos máscaras, sino tan solo antifaces, para no tapar la cara al completo, y son las personas con las que tenemos total y absoluta confianza: Normalmente la pareja, y después los hijos. Por eso los mayores maltratos, bien sean físicos, emocionales o mentales, o las mayores faltas al respeto de las personas, se producen en las relaciones de pareja, y después en las relaciones con los hijos. Maltratos que siempre quedan a resguardo en la privacidad del hogar.
            Las máscaras van desapareciendo en función del crecimiento de la persona, o en función del envejecimiento.
La edad hace que a la persona ya no le importe esconder su carácter y exponga sin pudor su mal humor o su falta de respeto en cualquier circunstancia.
Pero lo realmente importante es cuando la persona va dejando las máscaras porque en su crecimiento, o lo que es lo mismo en la maduración de su carácter se acerca a la comprensión de que todos somos la misma cosa, de que todos somos hermanos, y trata a todos como él mismo desea ser tratado, es decir, con amor.
Incluso cercanos a este punto, es posible que aún exista una máscara más: la más cara del pensamiento. La mente, con su casi infinito poder, puede presentar pensamientos que lleguen a ruborizar a la persona, y que la hagan pensar dos veces antes de actuar para no seguir los dictados de la mente, de esa mente malvada cuando la persona está luchando contra sí misma por su propio crecimiento.
En la máscara de pensamiento la persona puede ser consciente cuando muchas personas de su entorno tienen una opinión favorable de la persona, que a esta la cuesta aceptar, por no reconocerse en dichas opiniones. Solo es la máscara del pensamiento, que también se ha de dejar.
No nos queda más remedio que ir sacando máscaras de nuestra mochila. Para ello las herramientas necesarias son amor, respeto, tolerancia, comprensión, bondad, compasión y paciencia.
No hay prisa, tenemos muchas vidas para conseguirlo.

martes, 14 de abril de 2015

Jueces de nada y parte de todo


 "Debes convertirte en el cambio que deseas ver en el mundo."
     Mahatma Gandhi

Queremos un mundo mejor, queremos ser felices, queremos vivir sin estrés, queremos ser amados, queremos sentir paz interior, queremos dejar de lado la ansiedad, el miedo o la soledad, solo por mencionar alguno de los grandes males con los que convive la raza humana, o alguno de lo que parecen logros imposibles de conseguir.
Una de las grandezas que tenemos los seres humanos reside en la capacidad de cambio y que no la tiene ningún otro animal sobre la Tierra. Aunque también es cierto que son muchos los seres humanos que desconocen esa capacidad y pueden pasarse toda su vida sin realizar la más mínima variación en sus estructuras mentales, y por lo tanto en las acciones que dirigen sus vidas.
            De la misma manera que se realizan cambios para conseguir algún objetivo material, se han de realizar cambios para la consecución de objetivos no tan materiales, y que bien podríamos denominar espirituales, ya que son los relacionados con el espíritu, los relacionados con el alma, pero que sin embargo, son los cambios imprescindibles para la consecución de todas esas cosas intangibles, que a fin de cuentas, son las que van a hacer que nuestra vida se mueva por encima de los umbrales de la infelicidad, infelicidad que soportan, con más o menos estoicismo e incluso con aceptación, la mayoría de personas.
            El desconocimiento de que las cuestiones relacionadas con el alma son las que nos van a dar la auténtica paz que todos deseamos, hace que tratemos de encontrar la paz, la felicidad, la armonía o el amor, transitando a través de caminos equivocados para llegar a ¿La meta?, ¿A qué meta?
            El mayor error consiste en creer que existe una meta y que para llegar a ella, existe un camino. Y este error es el que lleva a todos los seres humanos a tratar de paliar sus carencias espirituales con posesiones materiales, y afanados recorren un camino inútil para llegar a ningún sitio, para no entender después, como no son felices, ¡si no les falta de nada!
            ¡Y tanto que les falta!, les falta todo, les falta lo más importante: el conocimiento de lo que son, les falta creer se puede conseguir un cambio, les falta la voluntad para trabajar en la consecución de ese cambio y les falta la paciencia para esperar los primeros resultados.
Son seres espirituales, y como tal, solo van a conseguir la felicidad que tanto ansían cuando conecten con su espiritualidad, que es lo mismo que decir que cuando conecten con su alma, y como eso parece muy etéreo, se puede centrar más en que se conecten con los dictados de su corazón.
 
            Aquí deviene el cambio. ¡Dejar de pensar para empezar a sentir!, y esto es algo que solo reside en la grandeza del ser humano. Los animales que se rigen por los instintos, no necesitan ningún cambio porque lo único que necesitan es mantener la existencia, con escasísimas necesidades, alimentarse, reproducirse y descansar. Ya sé que hay seres humanos que se parecen muchísimo a los animales, con el agravante de que tienen una mente que les incita a robar, a violar, a engañar o a matar. Pero está claro que no es su momento de ir más allá, y que en su evolución, más que crecimiento, puede ser que ellos mismos se hayan ofrecido para el aprendizaje de otros seres humanos que necesitan para su aprendizaje ser engañados, ser violados, ser robados o morir de manera violenta.
            Está claro que este post no es para esos que están más cerca de la irracionalidad, sino para los que están buscando, aunque por caminos equivocados vivir la experiencia de ser un alma.
            Volvamos al cambio, y sobre todo recordar que si queremos obtener distintos resultados, algo hay que cambiar, ya que si siempre hacemos las mismas cosas, los resultados siempre serán los mismos. Por supuesto si lo que queremos obtener son resultados espirituales, los cambios, parece lógico pensar, que también han de ser espirituales.
            ¿Cuáles serían esos cambios espirituales?: Volver la vista al corazón, volver la vista a la comprensión, volver la vista a la tolerancia, volver la vista al respeto, volver la vista a la ayuda, volver la vista a la honradez, volver la vista a la misericordia. A partir de estos cambios de actitud, en los que al principio se ha mantener una total y absoluta atención, hasta que la mente se vaya acostumbrando a la nueva forma de hacer, algo a empieza a cambiar, en la persona y en el entorno. La persona empieza a sentir una alegría que no sentía con anterioridad, y empieza a ser consciente de una paz interior desconocida, descubre entonces, que “todo está bien”, que no ha venido a la Tierra para ser juez de nada, pero si parte de todo; y esta nueva forma de hacer comienza a ser percibida por la gente de su entorno, que posiblemente, al principio del cambio piensen que la persona está perdiendo la cabeza, pero no tardarán mucho en ser conscientes de que es un cambio y no una locura.
            A partir de ese momento, también comienza a cambiar el entorno. Si con anterioridad con frecuencia había enfrentamientos, enfados, malas caras, malos entendidos, gritos y silencios, a partir del cambio, a la sonrisa le responderá otra sonrisa, el abrazo y el respeto serán correspondidos, y la ayuda, la comprensión y la tolerancia agradecidas.
            Ya lo dicen los sabios: “Si quieres un mundo mejor conviértete en el cambio que deseas”, “Cambiando tú, cambia el mundo”, empezando por cambiar “tú mundo”.
            Así que este parece un buen momento para dejar de desear y actuar para que ese deseo se cumpla.

martes, 10 de marzo de 2015

Todo está bien


            Supongo que no es ningún secreto que el bienestar, la serenidad interior, la paz, la alegría y la felicidad solo son el resultado de una cierta actitud ante la vida, una actitud que podríamos plasmar como la actitud del “Todo está bien”.
            Cuando todo está bien en cada célula del cuerpo y en cada átomo de nuestra energía, se han terminado para nosotros los enfados, los reproches, los miedos, las inseguridades, los celos, las tristezas por deseos incumplidos o las decepciones por no lograr las expectativas.
Cuando todo está bien no hay razón para enojarse con el hermano, con la pareja, con los amigos o los desconocidos por algo que hayan hecho o dicho, porque todo está bien. En las condiciones actuales el enojo llega porque otros hacen o dicen algo que nosotros consideramos que no es correcto, pero ¿Tenemos en cuenta lo que ellos consideran correcto?, ¿Estamos en su mismo momento emocional para entender la razón de sus palabras o de su actitud?, ¿Estamos en su mismo nivel de crecimiento para entender sus motivos? Si nos colocáramos en sus zapatos podríamos entender el porqué. Pero ¿De qué nos valdría entender la razón?, ¿Para justificarla?, ¿Para no enfadarnos?, ¡Que importa!, lo hecho, hecho está. ¿Para qué perder un tiempo precioso en tratar de entender las razones de otra mente, o de otra alma? Lo mejor es aceptarlo, “Todo está bien”, y si parece fuera de toda lógica, de nuestra lógica por supuesto, podemos desde el punto de serenidad en que nos coloca el aceptar todo como bueno, tratar de explicar, con amor, que es lo que no nos ha gustado y porque.
En el “Todo está bien”, no se trata de comulgar con ruedas de molino, se trata de no atragantarnos con nuestra propia indignación, con nuestra propia tristeza, con nuestra propia intolerancia o con nuestra propia rabia.
 
En condiciones normales, ¿Qué ganamos con un arrebato de cólera, de desesperación o tristeza? Si lo que nosotros consideramos incorrecto, por llamarlo de una manera suave, ya está hecho, ¿Cuál es nuestro beneficio con ese comportamiento animal e instintivo? Ninguno, no obtenemos ningún beneficio, antes al contrario, todo son desventajas, todo son perdidas. Nos desestabilizamos emocionalmente, ocupamos la mente con un discurso de rabia: “Pero ¿Cómo puede ser que me haga eso a mí?, y si nuestro carácter aun es algo inmaduro y esa situación se repite con otras personas y se mantiene en el tiempo, es posible que comience a afectar a nuestra salud, y por supuesto a la vida, ya que la persona que se encuentra en una situación de ese tipo, está muy lejos de atisbar, ni aunque sea por un instante, lo que es la felicidad.
Si sucede una vez cada mucho tiempo, bueno, es algo que hay que trabajar, pero no es tan grave como si la persona se encuentras permanentemente ofendida con el mundo. En este caso es muy posible que no esté equivocado el mundo y que sea la persona la que deba de recapacitar y buscar ayuda para trabajar ese aspecto de su carácter que ronda la intolerancia.
Recuerda que somos energía. Cada pensamiento es energía, cada palabra es energía, cada acción es energía, y que energías iguales se atraen. Con la intolerancia estás atrayendo a tu vida a los intolerantes, con tu tristeza atraes a los tristes, con tus mentiras atraes a los mentirosos, con tu rabia a los iracundos, con tu agresividad a  los matones.
Si lo que quieres es amor, amaté; si quieres ser feliz, haz felices a los demás; si quieres que te respeten, respeta; porque vas a recibir ciento por uno de lo que entregas.
Para esto, la mejor fórmula es “Todo está bien”. Y si alguien te pregunta ¿Y si realmente no está bien”, pues sigue aplicando la máxima, “Lo que no está bien, también está bien”.

lunes, 20 de octubre de 2014

¿Quién enseña a los niños a amar?


            Jesús dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Está claro que el proceso de la vida no lleva precisamente a la niñez, sino a la madurez y al envejecimiento, por eso Jesús se refiere a nuestro comportamiento: “ser como niños”,  sinceros, juguetones, alegres, inquietos, honestos. En la humillación que reciben los niños en silencio está su puerta de entrada al cielo (a la felicidad), ya que por ser más pequeños e indefensos, se les vive regañando, dirigiendo, chillando y castigando, los niños son objeto de nuestro blanco para descargar sobre ellos nuestra ira, nuestro enfado, nuestra rabia, ya sé que también, a veces,  descargamos en ellos nuestro amor y nuestra ternura, ¡pero son tan pocas!
En nuestro “amor” hacia nuestros hijos, queremos, por supuesto, lo mejor para ellos. Pero ¿Qué es lo mejor? Entendemos como mejor lo que nosotros hemos recibido, o algo más. Pero eso conlleva el que aparquemos a los niños como si fueran mercadería, por la mañana en el colegio, y por la tarde en el judo, en la música, en el ballet o en los idiomas. ¿Cuándo jugamos con nuestros hijos?, ¿Dónde está la escuela para aprender a amar? La escuela para aprender a amar está en el hogar. ¿Cuánto tiempo dedicamos a nuestros hijos en la asignatura del amor? Posiblemente cero. Darles de comer, comprarles ropa, vestirles, etc., etc., no es amor, es nuestra obligación. Darles amor es besarles, abrazarles, comprenderles, escucharles, pasear con ellos de habitación a habitación porque les apetece, es jugar con ellos, es explicarles, es valorarles, es respetarles. 
En el “ser como niños”, viene implícita la negación a uno mismo, todos sabemos muy bien que los niños no poseen una identidad individual sino que son reconocidos como el hijo de……….. Hemos de perder la identidad hasta negarse a uno mismo para llegar a Dios.
No os asustéis, no es un trabajo nuevo, es más de lo mismo. Para ser como un niño solo hay que amar. Eso es lo que hacen los niños, “amar”, imagínate si aman que te siguen amando a ti, que puede que incluso les golpeas, que les chillas, que les sientas delante de la tele para no bajar a la calle con ellos a jugar con la pelota, que la palabra que más te escuchan es “no”………………, imagínate si aman.
Supongo que el deseo íntimo de muchos padres es que sus hijos sean a imagen y semejanza de ellos mismos. Ya………, pero ¿Eres total y absolutamente feliz?, ¿Juzgas, criticas?, ¿Aceptas, valoras y respetas al resto de la humanidad?, ¿Lo haces contigo?, posiblemente sea mejor que tu hijo no se parezca a ti, no les conviertas en lo que tu eres. Perdón, estamos hablando a la generalidad, pero si tú ya amas, si ya vives desde el corazón, si no quieres que tu niño sea “coloca aquí cualquier carrera” por encima del amor y la felicidad, felicidades, este escrito no es para ti.
Pero si eres de esa generalidad que utiliza a los niños como arma arrojadiza, que les levantas la mano, que les gritas, que no les besas, ni abrazas, ni les recuerdas cada día diez o doce veces cuanto les quieres, si criticas delante de los niños, si prometes en falso, si mientes, si eres perezoso, si no tienes voluntad, si no cumples tus promesas con ellos, etc., etc., etc., este escrito si es para ti. ¡No hagas a los niños a tu imagen y semejanza!
 
El mayor aprendizaje de los niños no son tus palabras, son tus hechos, el mayor aprendizaje es tu ejemplo. Las palabras y los discursos a los niños les entran por un oído y les sale por el otro, pero tu ejemplo se va a grabar a fuego en su corazón, para siempre, y ese será su verdadero aprendizaje.
Tienes que cambiar tú para que tus hijos aprendan a ser felices. Les puedes hablar, con dulzura, para explicarles lo que quieras, pero sobre todo que tu actitud sea acorde con lo que tratas de enseñarles. No les digas, por ejemplo, que el tabaco es malo si tú fumas; lo que tienes que hacer es dejar de fumar, porque su pensamiento es: Si mi padre/madre fuma, debe ser bueno, porque ellos son los mejores y lo saben todo. Igual en cualquier otro aspecto de la vida. Recuerdo haber leído una historia sobre Gandhi, en la que una madre se presenta a él con su hijo y le dice:”Señor Gandhi, le traigo a mi hijo para que le diga que deje de comer caramelos, que no son buenos para él”, y Gandhi la contestó: “Vuelva dentro de quince días, por favor”. Se marchó la señora con su niño y volvió a los quince días, y cuando se presentaron ante Gandhi este le dijo al niño: “Tienes que dejar de comer caramelos porque no son buenos ni para tus dientes ni para tu salud”. Entonces la señora le dice: “Y ¿Por qué no se lo dijo la primera vez que vinimos, en lugar de hacernos volver?; y Gandhi la contesta: “Es que hace quince días yo comía caramelos”.
Tener hijos y educarlos en el amor, es mucho más comprometido y difícil de lo que cualquiera puede pensar. Seguramente es lo más difícil que existe. Piensa que solo para que tus hijos aprendan a leer, la persona que les ha de enseñar, ha tenido que hacer unos cuantos años de estudios y oposiciones. ¿Cuáles han sido tus estudios y oposiciones para padre/madre?, ¿Cuáles tus meritos?, ¿Una noche loca? Tener una noche loca y soltar una criatura infeliz al mundo lo sabe hacer cualquiera.
Si, ya sé que tu deseo, como el que todos los padres tenemos para nuestros hijos, es que consigan la felicidad. La manera más fácil de que tus hijos sean felices, es que aprendan de tu felicidad, con tu ejemplo. Si no es así, tendrán que llegar a tener cuarenta años, aparecer por un centro de yoga y meditación, o leer algún libro de autoayuda, de tantos y tantos como aparecen en las librerías, para que otros les empiecen a hablar de que la felicidad no es una utopía y de que pueden conseguirla por sí mismos, que es la única manera de conseguir una felicidad autentica y permanente, ya que la carrera o el oficio conseguido a base del propio sacrificio y del ahorro de los padres no le ha dado la felicidad, ni se la ha dado la pareja por la que sus padres tanto suspiraban, ni se la ha dado la segunda residencia en la costa, ni los descensos por la nieve, ni el tratamiento antiarrugas, nada le ha dado una felicidad duradera. Tendrá que ser un extraño quien les diga lo que es el amor y como se consigue.
¿Por qué no lo haces tú?, a fin de cuentas son tus hijos y dices que les quieres con locura. Deja de decir que les quieres y quiéreles, y enséñales ese amor y como se ama.
 

domingo, 31 de agosto de 2014

Todo es según el color del cristal con que se mira


Y es que en el mundo traidor
nada es verdad ni es mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.
Ramón de Campoamor
Si la Verdad solo es una y está en poder de la Divinidad, los miles o millones de verdades que nos venden es claro que no llegan a ser ni una minúscula parte de la verdad.
Y si esto pasa con la Verdad Absoluta, ¿Qué no pasará con las relativas verdades de los hombres? Cada ser humano está en posesión de “su verdad”, y para él esa verdad es única, es real, es auténtica, y podría llegar a matar para defenderla.
Ante esto, es obvio que no todos vemos la misma realidad, y si a esa realidad la recubrimos con las verdades personales, pasándola por el filtro de nuestros valores, nuestras creencias, nuestros intereses, nuestros recuerdos, etc., lo que nos queda es una visión bastante sesgada de la realidad de los otros. Quedarse anclado en la propia perspectiva contribuye a limitar, todavía más, “la verdad del otro”, ya que ni se ve, ni se entiende esa verdad, puesto que lo que se ve es la interpretación de la verdad.
Esto da lugar a malentendidos, discusiones, enfados, desencuentros, errores de interpretación, equivocaciones, disgustos, indignación, etc., etc.
Las cosas no siempre son lo que parecen. En la vida hay situaciones que simplemente suceden, sin que nosotros tengamos absolutamente ningún control sobre ellas, y la única opción que existe cuando esto ocurre es aceptarlas.
Muchas de las situaciones a las que nos enfrentamos, por lo general, no las podemos elegir, pero lo que si podemos escoger en todo momento es cómo respondemos ante ellas, y esta respuesta va a estar condicionada en gran medida por la perspectiva desde la que observamos las mismas. Ya que la situación no la podemos cambiar, lo que nos queda es modificar la perspectiva hacia la misma por otras que nos permitan enfrentarla de manera más efectiva y menos traumática.
 
Cuando ampliamos nuestras perspectivas, automáticamente ampliamos nuestra capacidad de acción, ya que esto nos hace poder elegir alternativas que antes, a pesar de estar disponibles, no éramos capaces de observar.
Para una misma situación pueden existir multitud de perspectivas, las cuales por si mismas no son correctas o incorrectas, de hecho, no es adecuado clasificarlas de este modo, la distinción verdaderamente importante que hay que realizar es si el punto de vista actual que tenemos sobre una situación trabaja a nuestro favor o en nuestra contra. Cualquier perspectiva que ayude a crecer, a desarrollarse, a superar retos y alcanzar metas será una buena perspectiva y cualquiera que incapacite o limite será una mala perspectiva que debe de ser cambiada.
Por lo tanto podemos cambiar el color del cristal, aunque si lo hacemos corremos el riesgo de escorarnos hacia otro lado. Mejor sería ponernos unas gafas multicolores, unas gafas con los suficientes colores que nos permitan:
-          Ponerse en el lado del otro.
-          No dar importancia a las cosas que carecen de ella.
-          Aceptar todas las situaciones.
-          Tolerar todo lo que se presente.
-          Sentir como propio el hacer ajeno.
-          No opinar, no juzgar, no criticar.
-          Aceptar razones que no conocemos.
-          Sentir que todo es relativo.
-          Mirar con los ojos del alma.
-       Escuchar antes de hablar.
-          Saber que todo está bien.