El viaje del alma
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
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miércoles, 27 de agosto de 2025
domingo, 6 de julio de 2025
La maquina del tiempo
Querido Dios:
Si pudiera viajar al
pasado, hay tantas cosas que me gustaría cambiar. Tantas palabras dichas que
desearía haber guardado, tantos silencios que ahora sé que debieron romperse,
tantos momentos en los que actué sin pensar o con demasiada dureza. En mi
corazón, hay recuerdos que aún me persiguen. Decisiones que tomé por
impulsividad, falta de conocimiento o miedo, y que sé que lastimaron a las
personas que amo o incluso a mí mismo. Si tuviera la oportunidad de revivir
esos instantes, volvería con la sabiduría que tengo hoy y le hablaría a mi yo
más joven. Le diría que reflexione, que actúe desde el amor, que sea paciente y
compasivo. Le recordaría que las pequeñas cosas que a menudo desestimamos son
las que más importan: un abrazo, una palabra amable, un momento de silencio
compartido.
Hay cosas que duelen
especialmente porque sé que dejaron cicatrices en otros, cicatrices que quizás
aún no han sanado por completo. Me pesa pensar que algunos de mis errores
marcaron la vida de las personas que estuvieron cerca de mí. Si pudiera volver,
haría todo lo posible por borrar esas heridas. Abrazaría más, pediría perdón
con más prontitud y pondría más cuidado en las palabras que pronuncié sin
pensar. Haría todo lo posible por asegurarme de que mi presencia en sus vidas
les trajera alegría, y no dolor.
Por otro lado, si
tuviera la oportunidad de mirar hacia el futuro, también lo haría. No porque
quiera apresurar el tiempo, sino porque muchas veces el futuro me llena de
incertidumbre y dudas. Me gustaría saber qué me espera, si las decisiones de
hoy me llevarán al lugar correcto. ¿Estaré en paz? ¿Habré encontrado la felicidad
que tanto anhelo? ¿Habré hecho lo suficiente para proteger y cuidar de las
personas que amo? Estas preguntas me asaltan a menudo, especialmente en
momentos de debilidad o confusión.
El futuro también me
intriga porque me gustaría prepararme mejor. Si supiera con certeza lo que
viene, quizá podría evitar errores que aún no he cometido o protegerme de
sufrimientos que podrían estar esperándome. Me pregunto si, al conocer mi
destino, podría actuar con más confianza y serenidad, sabiendo que estoy en el
camino correcto. También me reconforta la idea de poder proteger a mis seres
queridos de las adversidades que el tiempo pudiera traerles.
Sin embargo, aquí
estoy, sin esa máquina del tiempo que tanto imagino. Aquí estoy, enfrentándome
al pasado con recuerdos que a veces me reconfortan y otras veces me hieren, y
mirando hacia el futuro con una mezcla de esperanza y temor. Por eso recurro a
ti, Dios. Porque no tengo la capacidad de cambiar lo que ya fue ni de predecir
lo que será. Solo tengo este presente, este momento, y sé que necesito tu guía
para aceptarlo plenamente.
Sé que mi deseo de
cambiar el pasado y conocer el futuro proviene de mi humanidad. Tiendo a buscar
certezas, a querer saber más de lo que me es dado comprender, pero en mi
interior sé que tú tienes un propósito para todo. Incluso para esos errores que
tanto me pesan, incluso para esa incertidumbre que a veces me paraliza. Por eso
te pido, Dios mío, que me ayudes a reconciliarme con mi pasado. Enséñame a
mirar hacia atrás con gratitud por las lecciones aprendidas, en lugar de con
arrepentimiento. Ayúdame a reconocer que todo, incluso los momentos más
oscuros, ha tenido un propósito en mi vida. No quiero vivir atado a lo que ya
no puedo cambiar; quiero aprender de ello y usarlo para ser mejor.
Asimismo, te pido que
me des la valentía para enfrentar el futuro sin miedo. Ayúdame a confiar en tu
plan, incluso cuando no lo entiendo por completo. Dame la fe necesaria para
caminar con esperanza, sabiendo que nunca estoy solo, que tú estás conmigo en
cada paso. Enséñame a construir mi futuro a través de las acciones que realizo
hoy, conscientes y llenas de amor. Recuérdame que cada decisión, cada palabra,
cada gesto tiene el poder de influir en lo que viene. Que mis días no se llenen
de dudas, sino de confianza en que, si vivo con fe y amor, estaré construyendo
un futuro lleno de significado.
Quiero, Dios, aprender
a vivir en el presente. No quiero que mi vida pase sin que me detenga a valorar
los pequeños regalos que me das cada día. Ayúdame a ver la belleza en las cosas
simples: en la risa de un ser querido, en un amanecer, en una conversación
sincera. Enséñame a ser agradecido por lo que tengo ahora, en lugar de
preocuparme por lo que perdí o lo que aún no tengo.
Gracias por estar
siempre a mi lado, incluso cuando mis pensamientos están llenos de dudas y
deseos imposibles. Gracias por tu amor infinito y tu paciencia inagotable. Sé
que, aunque no tenga una máquina del tiempo, tengo algo mucho más valioso: tu
guía y tu amor. Con ellos, sé que puedo reconciliarme con mi pasado, abrazar mi
presente y construir un futuro lleno de esperanza.
CARTAS A DIOS -
Alfonso Vallejo
jueves, 12 de junio de 2025
Regresión emocional
Por esas asociaciones desconocidas que se generan en nuestro cerebro, acabo de recordar un evento que, hasta ahora, creía completamente olvidado. Fue algo que ocurrió hace más de cuarenta años, sepultado bajo capas de nuevas experiencias, rutinas y pensamientos que han ido ocupando mi mente con el paso del tiempo. Sin embargo, de manera casi involuntaria, he permitido que este recuerdo resurja, dándole espacio en mi presente sin haberlo convocado de manera consciente.
A
medida que el pensamiento cobraba fuerza, me fui sumergiendo lentamente en el
mismo estado emocional que me acompañó en aquel entonces. Es sorprendente la
capacidad de nuestra mente para recrear no solo los hechos, sino también las
sensaciones asociadas a ellos. Durante un buen rato, me vi atrapado en una
especie de regresión emocional, reviviendo la ansiedad, el miedo y la sensación
de desasosiego que experimenté en aquella época. A pesar del tiempo
transcurrido, esos sentimientos se hicieron presentes con una intensidad casi
idéntica a la de aquel momento. ¿Cómo es posible que un recuerdo tenga tal
poder sobre nosotros?
Este
fenómeno me lleva a una pregunta aún más profunda: ¿Qué es, realmente, el
tiempo? Solemos concebirlo como una línea continua, algo que avanza
inexorablemente desde el pasado hacia el futuro, sin detenerse, sin retroceder.
Pero si esto fuera cierto, ¿por qué entonces podemos viajar en un instante a
cualquier evento pasado con solo activar el botón del recuerdo? La memoria nos
ofrece una forma de desafiar la percepción lineal del tiempo, permitiéndonos
retroceder y experimentar momentos como si aún fueran parte del presente.
Si
no existieran los espejos, esos testigos implacables de nuestra evolución
física, reflejando cada nueva cana o arruga que se asoma con el paso de los
años; si no fuera por los pequeños achaques y molestias que nos recuerdan que
el cuerpo envejece, podríamos llegar a pensar que el tiempo no se mueve. En
nuestro interior, en la esencia de lo que realmente somos, parece que no hay un
sentido real de transcurrir. Tal vez no somos del todo conscientes de los
cambios en nuestra percepción interna porque nuestra identidad profunda no está
sujeta al reloj.
Es
curioso cómo una simple evocación puede transportarnos a una época anterior,
como si el tiempo nunca hubiera pasado. Nos ocurre cuando escuchamos una
canción que marcó una etapa de nuestra vida, cuando percibimos un aroma que nos
remite a la infancia, o cuando volvemos a pisar un lugar cargado de significado
para nosotros. De pronto, no somos quienes somos ahora, sino quienes fuimos
entonces. Lo vivido no se ha ido, permanece latente en algún rincón de nuestro
ser, esperando el momento propicio para salir a la superficie.
Pero
entonces, si podemos viajar mentalmente al pasado de manera tan vívida, ¿por
qué no somos capaces de detener el tiempo en un presente perpetuo? Si no
activáramos el mecanismo de los recuerdos, si pudiéramos moderar el ímpetu de
nuestros deseos y el afán de proyectarnos hacia el futuro, tal vez viviríamos en
un eterno ahora, en un presente continuo e inmutable. Sería como alcanzar un
estado puro de conciencia, libre de ataduras temporales, donde el único
propósito sería experimentar la realidad sin distracciones.
Sin
embargo, nuestra naturaleza parece estar diseñada para moverse entre el pasado
y el futuro de manera constante. Recordamos para aprender, para sentir, para
revivir lo que nos marcó. Proyectamos hacia el futuro para anticiparnos, para
construir, para tener esperanza en lo que vendrá. Esta dualidad hace que el
presente, aunque real, sea muchas veces efímero, pues nuestra mente rara vez se
queda quieta en él.
Si
pudiéramos permanecer en ese presente absoluto, si lográramos despojarnos de la
carga del pasado y la incertidumbre del futuro, ¿alcanzaríamos la felicidad
permanente? Quizás sí, porque buena parte de nuestro sufrimiento proviene de
los recuerdos dolorosos que nos persiguen y de los temores a lo desconocido. Al
evitar la nostalgia y la ansiedad por lo que está por venir, podríamos
enfocarnos solo en la vivencia pura del instante. No habría tristeza por lo que
se perdió ni preocupación por lo que podría suceder. Solo existiría la calma de
estar, simplemente, aquí y ahora.
No
obstante, ¿sería posible una existencia así? ¿Es realmente deseable vivir sin
recuerdos ni expectativas? Quizás no, porque los recuerdos dan profundidad a
nuestra identidad, nos conectan con quienes somos y con los aprendizajes que
hemos adquirido. Son el testimonio de nuestra historia, la evidencia de
nuestras vivencias, y nos permiten entender el camino que hemos recorrido. De
la misma manera, la anticipación del futuro nos motiva, nos da propósitos y nos
empuja a crecer.
El
tiempo es, en definitiva, un misterio fascinante. No es solo una sucesión de
momentos medidos por relojes, sino un fenómeno subjetivo que cada persona
experimenta de manera única. Es flexible, maleable, y puede expandirse o
contraerse según nuestra percepción. Podemos sentir que ciertos días pasan
volando y otros se alargan indefinidamente. Podemos revivir experiencias con
una claridad asombrosa o perder por completo el rastro de ciertos fragmentos de
nuestra existencia.
Tal
vez el verdadero secreto no sea eliminar los recuerdos ni dejar de pensar en el
futuro, sino aprender a equilibrarnos en ellos sin perder de vista el presente.
Aceptar que el tiempo nos moldea, nos transforma, pero que, en el fondo,
nuestra esencia permanece. Y que, aunque viajemos mentalmente hacia atrás o
proyectemos lo que está por venir, la verdadera vida sucede aquí, en este instante,
en el único espacio que realmente existe.
lunes, 19 de mayo de 2025
El valor del tiempo
Obra así, querido
Lucilio: reivindica para ti la posesión i de ti mismo, y el tiempo que hasta
ahora se te arrebataba, se te sustraía o se te escapaba, recupéralo y
consérvalo.
Persuádete de que esto
es así tal como escribo: unos tiempos se nos arrebatan, otros se nos sustraen y
otros se nos escapan. Sin embargo, la más reprensible es la pérdida que se
produce por la negligencia. Y, si quieres poner atención, te darás cuenta de
que una gran parte de la existencia se nos escapa obrando mal, la mayor parte
estando inactivos, toda ella obrando cosas distintas de las que debemos.
¿A quién me nombrarás que conceda algún
valor al tiempo, que ponga precio al día, que comprenda que va muriendo cada
momento? Realmente nos engañamos en esto: que consideramos lejana la muerte,
siendo así que gran parte de ella ya ha pasado. Todo cuanto de nuestra vida
queda atrás, la muerte lo posee.
Por lo tanto, querido Lucilio, haz lo
que me dices que estás haciendo: acapara todas las horas. Así sucederá que estés
menos pendiente del mañana, si te has aplicado al día de hoy. Mientras
aplazamos las decisiones, la vida transcurre.
Todo, Lucilio, es ajeno a nosotros, tan sólo
el tiempo es nuestro: la naturaleza nos
ha dado la posesión de este único bien fugaz y deleznable, del cual nos despoja
cualquiera que lo desea.
Y es tan grande la necedad de los
mortales, que permiten que se les carguen a su cuenta las cosas más insignificantes
y viles, en todo caso sustituibles, cuando las han recibido; en cambio, nadie
que dispone del tiempo se considera deudor de nada, siendo así que éste es el
único crédito que ni siquiera el más agradecido puede restituir.
Quizás me preguntes
qué conducta observo yo, que te doy estos consejos. Te lo confesaré
sinceramente: como le acontece a un hombre pródigo, pero cuidadoso, tengo en
orden la cuenta de mis gastos. No podría afirmar que
no derroche nada, pero te podría decir
qué es lo que derrocho, por qué y cómo: te expondré las causas de mi pobreza.
Pero me acontece a mí lo que a muchos
de los que, sin culpa suya, han caído en la indigencia: todos les disculpan,
nadie les auxilia.
En conclusión ¿qué significa esto? Que
no considero pobre a quien le satisface cuanto le queda, por poco que sea. Con
todo, prefiero que tú conserves tus bienes y así comenzarás en el tiempo justo.
Pues, según el aforismo de nuestros mayores, «es ahorro demasiado tardío el que
se consigue en el fondo del vaso»: en el sedimento no sólo queda una parte
insignificante, sino la peor.
LUCIO ANNEO SÉNECA
jueves, 13 de junio de 2024
Ahora mismo es el mejor momento
Cada
amanecer, al abrir los ojos, se nos presenta una nueva oportunidad para
reinventarnos. No solo cada día, sino en cada momento que respiramos, podemos
decidir cambiar el rumbo.
Es la oportunidad de
pedir perdón por esas palabras que escaparon de nuestros labios y que han
dejado una sombra de incomodidad en nuestro ser.
Es la oportunidad de
administrar mejor nuestro tiempo, ese que a menudo decimos que escasea,
mientras nos perdemos en un mar de trivialidades en las redes sociales,
consumiendo contenido que ni siquiera consideramos auténtico.
Es la oportunidad de
enriquecer nuestra mente leyendo un poco más, o de plasmar nuestros
pensamientos en ese diario que desde hace tiempo danza en nuestra imaginación.
Y sí, el tiempo es un recurso limitado, pero es nuestra responsabilidad
gestionarlo sabiamente.
Es la oportunidad de
ser agradecidos, de valorar lo que tenemos. Muchas personas anhelan aquello que
damos por sentado, mientras nosotros nos consumimos en lamentos por lo que
creemos que nos falta.
Es la oportunidad de dedicarle más tiempo a tu familia. Deberían de ser tu prioridad. Haz que tu principal objetivo en la vida sea su felicidad.
Es la oportunidad de
meditar, de buscar un encuentro profundo con nuestro interior y con lo divino.
No dejes pasar este
instante. Es el momento perfecto para dar el primer paso hacia una vida
renovada. Atrévete a dejar atrás lo que fue y abraza con esperanza lo que está
por venir. Este es tu momento de transformación, donde cada elección es un paso
más hacia tu serenidad, tu felicidad, tu alegría y, posiblemente, a tu
propósito de vida que, aunque desconocido, puedes asegurar que cada
insatisfacción interior es una prueba fehaciente de que estas caminando lejos o
separándote de ese objetivo.
¡Comienza ahora, comienza fuerte, comienza con
propósito!
jueves, 6 de octubre de 2022
El tiempo todo lo cura
Capítulo X. Parte 6. Novela "Ocurrió en Lima"
Sacando
unos marcos de fotos, de una de las cajas, recordé las fotos que el padre de
Indhira tiene en la mesa de su despacho y, entonces, fui consciente de que
llevaba veinticuatro horas sin acordarme de Indhira, ni de mi desastrosa
despedida del sábado anterior. Es cierto que el tiempo lo va curando todo,
porque ya no me parecía tan desastrosa como en un principio.
No cabe
ninguna duda de que nuestro estado emocional está conectado, por completo, al
pensamiento. Un día intenso de trabajo, sin tiempo para pensar, ha sido
suficiente para dejar de lado toda la parafernalia asociada a la mente. No me
he sentido mal por mi actuación con Indhira, ni me he sentido ni bien ni mal
por la impresión que causó en mí, ni tan siquiera le he dado vueltas a la
progresión o a las regresiones realizadas con Ángel, ni me he cuestionado que
estaba haciendo abriendo cajas para Diana, a la que ayer no conocía. ¡Cuánto
poder tiene el pensamiento!
Comenzaba
el trabajo, propuesto por Ángel, de amarme a mí mismo, aprendiendo, primero, a
compararme con otros más bajos, más feos o menos inteligentes que yo y, segundo,
dejando de compararme. Ahora me atrevo a añadir un nuevo punto, centrarme, con
total atención, a lo que sea que esté haciendo, en cada momento. Es lo que
Ángel define como “todo está bien”. Pero, también, he aprendido otra cosa:
Nadie aprende en cabeza ajena. De poco sirven los discursos. Es mucho más
importante un segundo de práctica que toda la teoría del mundo.
A las
siete de la noche el departamento de Diana estaba en perfecto estado de
revista. Nadie hubiera dicho que se había mudado la tarde anterior. Hasta
colgamos algunos cuadros y fotos, que le hacían ilusión,
en el salón y en su
habitación.
Durante unos momentos tuve una
ligera discusión con mi pensamiento. Él insistía en que debía de irme a casa,
haciendo una despedida parecida a la que le había hecho a Indhira. Mi opinión
era diferente. Pensaba que estaba sola y que se sentía desprotegida. No es que
quisiera convertirme en su protector, pero no podía dejarla abandonada sin más.
Ganó mi opción y le ofrecí a
Diana cenar antes de despedirnos. Yo me encargué de pedir algo para la cena.
Estábamos los dos tan cansados
que, una vez terminada la cena, decidí despedirme.
-
¿Estarás bien? –le pregunté mientras me
levantaba para irme a casa.
-
Si, Antay. Muchísimas gracias. Has
hecho hasta bonito el que podía haber sido el peor día de mi vida. Te lo
agradezco infinito. Nunca llegarás a entender el bien que me has hecho. Nunca
lo olvidaré.
-
Bueno, Diana, no exageres. Cualquiera
hubiera hecho lo mismo. Descansa. ¡Hasta mañana!
viernes, 16 de septiembre de 2022
No hay tiempo sin materia
Capítulo VIII, parte 4. NOVELA "Ocurrió en Lima"
Seguimos caminando en silencio y así llegamos cerca de mi departamento.
-
¿Te apetece comer algo en el
restaurante que está al lado de tu casa?, te invito. Así te ahorras cocinar.
-
Pues sí. Acepto.
Observando
como hablaba con el camarero, sobre el plato del día, se fueron las dudas sobre
si le podían ver el resto de personas.
-
Ángel, hice una regresión el sábado y
apareciste tú.
-
¡No me digas! –Ángel parecía
sorprendido- y ¿qué pasó?
-
Me volviste a hablar del amor. Me
dijiste que no tenía ni idea de lo mucho que Dios me ama y de todo lo que tenía
preparado para mí. ¿Cómo puede ser que estuvieras en este lado y al otro lado
simultáneamente?
-
¿No estabas tú? Si estabas tú ¿por qué
no podía estar yo? –era una formulación lógica.
-
Si claro, tienes razón. Pero ante un
hecho de esas características se me ocurren algunas preguntas:
>>
Dando por sentado de que fue real y que no fue una invención de mi mente, ¿cómo
puede ser que estuviéramos en dos formas diferentes, encarnados y sin cuerpo?,
¿cómo se puede obviar o transcender el tiempo?
-
Supongo que recuerdas lo que hablamos
de la energía.
-
Si, lo recuerdo –como no sabía muy bien
cómo funciona eso de que somos energía, no podía entender por qué comenzaba la
explicación volviendo a la energía.
-
Perfecto. Cuando conversábamos sobre la
energía decíamos que todo lo es. Sabes que la energía son átomos vibrando. En
función de la vibración de esos átomos así será la calidad de la energía.
>>
¿Sabes cuál es la energía más sutil o, si quieres que lo diga de una manera más
entendible, la de mejor calidad?
-
¿Dios? –fue más por deducción que otra
cosa.
-
Es correcto. Entre nosotros y Dios
existen muchas calidades de energía. Si consigues elevar tu vibración estás
elevando tu nivel de percepción y tu poder personal, en cuanto a temas
espirituales se refiere.
>>
En cada nivel de energía hay un conocimiento y un poder de sanación.
Dependiendo del grado de vibración que consigas tendrás acceso a ese
conocimiento y a ese poder de sanación.
>>
Se eleva la vibración de tu campo energético en relajación, meditando, orando,
absorto, observando una puesta de sol, el crepitar del fuego o el batir de las
olas. Es decir, sin pensamientos. Por eso en la regresión pudiste establecer
contacto con otras entidades, porque tu nivel de vibración era mucho más sutil
que es lo mismo que te ocurre cuando meditas.
>>
Y después, está el tema del tiempo. El tiempo es un concepto ligado a la
materia y, por lo tanto, a energías de baja vibración. Más allá de la materia
no existe el tiempo, por eso se puede tener acceso, en una regresión, a otros
momentos de otras vidas, porque sin materia todo es presente.
-
Pero yo seguía teniendo cuerpo. ¿Qué
vibración es la que se hace más sutil?, -la verdad es que no entendía mucho.
-
La de la energía que te envuelve, es
decir, tu aura. Tu aura está formada por nueve capas que corresponde cada una a
un plano diferente. Eso es lo que se expande. Lo mismo pasa con los sueños o
los viajes astrales. Por eso, una vez que la vibración vuelve a ser la que
tienes normalmente, al despertar o terminar una meditación, todo se olvida en
un instante. ¿Entiendes un poco más? –quiso asegurarse Ángel.
-
Creo que sí, pero me surge otra duda:
Si no existe el tiempo al otro lado de la materia ¿Cómo se van presentando las
distintas situaciones programadas?
-
Normalmente no se programan las
situaciones con fecha y hora. Se programan por cumplimientos, por avances, por
aprendizajes. Es decir, cuando haya ocurrido un determinado evento se va a
presentar el siguiente. Y eso puede pasar en un intervalo de un minuto o de
cincuenta años. ¿Lo entiendes?
-
Sí. Entiendo, entonces, que yo programé
un mes de agosto muy completo, con eventos muy seguidos. O, mejor dicho, más
que un mes de agosto, un tiempo después de equis tiempo sin trabajo. Me
encuentro contigo, me pones en contacto con Indhira. Trabajo para su papá y,
aquí estoy otra vez hablando contigo.
-
¿Te apetece hacer otra regresión? –me
sorprendió la pregunta de Ángel.
-
Sí, pero no entiendo.
-
Pronto lo entenderás. ¿Me invitas a un
café en tu casa? –este hombre no dejaba de sorprenderme.
-
Sí. Vamos.
viernes, 2 de septiembre de 2022
El tiempo es ahora
Amaneció
un domingo más en la historia de mi vida. Y como el anterior y el anterior y un
sinfín de ellos más, en mi aburrida vida, lo iba a pasar acompañado por mí
mismo. Pero ese domingo yo no era el mismo que los domingos anteriores. Tenía
sensaciones extrañas. ¿Sería esa tontería del amor? No, no podía ser. Solo es
que estaba un poco impresionado por la belleza de Indhira, por su trabajo, por
su conversación, por las virtudes que parece que atesora, por su alegría, en
fin, que estaba impresionado con Indhira. El caso es que la noche anterior tardé
en dormirme pensando en ella y en mi burda despedida. No sé si soñaría con
ella, porque no lo recuerdo, pero sí que fue mi primer pensamiento en la mañana.
Tenía
que dejar de pensar en ella porque no me llevaba a ningún sitio y mantener el
pensamiento y la emoción, que acompañaba a ese pensamiento, me daba la
sensación de que no era bueno para mi estabilidad emocional. Esto se pasará con
el tiempo, pensaba, porque el tiempo puede con todo.
Me
levanté sin ganas de cocinar y, como el día anterior el almuerzo fue de cinco
tenedores, decidí sacar del congelador unas lentejas congeladas. Estaban
exquisitas. Cuando cocino lo hago para varios días y voy congelando, así
siempre tengo reservas. Tengo que confesar que soy un excelente cocinero.
En
realidad, no solo no tenía ganas de cocinar, no tenía ganas de nada. Me
encontraba un poco apático. Indhira seguía dando vueltas por mi pensamiento a
pesar de haber puesto música y de ir tarareando las canciones que iba
escuchando.
Tenía
que probar otro remedio y me senté a meditar.
Las
instrucciones dicen que hay que mantener la espalda recta, pero es un poco
incómodo para mí, teniendo en cuenta que no estaba acostumbrado, así que
transgrediendo las normas me senté en el sofá y me recosté hacia atrás. Eso sí,
los pies los tenía bien apoyados en el piso.
Comencé
como la vez anterior a llevar la atención a la respiración. Conseguía mantener
la atención dos respiraciones y, a la tercera, en vez de sentir el aire
entrando por la nariz, sentía a Indhira entrando por mi cabeza, acomodándose tanto,
en mi interior, que no había manera de sacarla de mi pensamiento con la
exhalación.
Cantar
no me había funcionado y la meditación tampoco. Fue, entonces, cuando mi
pensamiento me sugirió una combinación de ambas, meditar cantando.
Se me ocurrió cantar el Ave María mientras
intentaba mantener la atención en la respiración. Y funcionó. Al cabo de un
tiempo, que no sé si fue mucho o poco, me encontré solo respirando, sin cantar
y sin dejar espacio para que entrara Indhira.
-
Con un poco de miedo se me ocurrió
preguntar- ¿Sigues ahí?
-
No había terminado de pensar la
pregunta, cuando llegó la respuesta de inmediato- Siempre estoy.
-
Tengo miedo –tenía que abrirme y ser
honesto.
Si era
Dios yo ya sabía que lo sabe todo de todos y en todo momento y, si era mi
pensamiento, por supuesto que sabía de mi miedo. Pero como por la conversación
anterior me daba la impresión que no es muy parlanchín y dice solo lo que a Él
le interesa, que supongo que es lo que necesito saber, traté de llevar la
conversación al tema que me ocupaba. Incluso si preguntando directamente era
muy parco en las respuestas, pensé que si andaba con rodeos aun sería peor. Por
eso sentí o pensé, aunque, en realidad, no sé muy bien si fue una sensación o
un pensamiento, que lo mejor sería abrir las puertas de mi corazón y de mi
mente.
-
Lo sé –realmente era muy escueto en sus
respuestas.
-
Tenía miedo de meditar por no
encontrarme contigo y hoy se ha activado un miedo antiguo, tengo miedo de tener
una relación para no sufrir cuando se acabe.
-
Encontrarse conmigo no parece tan malo,
o ¿sí? –preguntó.
-
Tienes razón, no es malo. Es agradable
y serena el ánimo.
-
En cuanto al miedo a tener una
relación, respóndete a estas preguntas, ¿y lo que me pierdo?, ¿y si no se
acaba? Te puedo dar una idea, trabaja para que siempre sea como el primer día.
Se puede hacer. Solo tienes que vivir con atención, trata a tu pareja como si
fueras tú mismo, que todo tu trabajo sea hacerla feliz, hacer que se sienta
bien, que se sienta importante.
-
Y si a pesar de todo eso se va, ¿qué?
–supongo que como es Dios ya tendría conocimiento de mi fracaso anterior.
-
Pues la dejas ir con respeto, con
generosidad y con amor. Porque, como se supone que la sigues amando, vas a
desear, siempre, lo mejor para ella. Y si ella cree que separándose de ti va a
ser feliz, ayúdala a que lo consiga.
-
Para hacer eso que dices hay que ser
una persona muy centrada emocionalmente.
-
No, mi querido Antay, solo hay que
amar.
>>
Por si no lo has escuchado nunca ya te lo digo yo ahora: El miedo es lo
contrario del amor. Quien teme es porque no ama. ¡Ámate!, ama a los demás y al miedo no le quedará espacio porque todo
estará ocupado por el amor. Es como cuando le das al interruptor de la luz, no
queda espacio para la oscuridad.
>>
En nuestro encuentro anterior te decía que tenías que aceptar la vida. Añade
una nueva consigna, vive con atención.
>>
Tu problema es que siempre has estado en un sitio queriendo o pensando estar en
otro.
>>
Tienes que vivir un minuto tras otro sin pensar en que pasará más allá del
minuto. Tienes que vivir ahora, ser feliz ahora, sufrir ahora, si fuera
necesario. Pero, estropear un momento agradable, pensando que ese momento
podría llevarte a otro momento de sufrimiento, no parece algo muy sensato.
>>
Reflexiona Antay, reflexiona –y se acabó la conversación.
Me
quedé solo con mi respiración y el silencio.
Seguí
sentado escuchando el silencio que me envolvía. Era como si hubiera entrado en
una especie de círculo, que podría denominar sagrado, porque sentía que era un
lugar vetado hasta para los pensamientos. Ni tan siquiera sentía la
respiración. Solo sentía el silencio.
Mi cuerpo
fue quien decidió, después de una hora de permanecer en ese estado, que era
suficiente meditación y lo hizo haciéndome sentir un terrible dolor de espalda.
Necesitaba ponerla recta y, en ese momento, se acabó la meditación.
Era el
momento de seguir los consejos de Dios y reflexionar.
La
reflexión me llevó de inmediato a Indhira y mi pensamiento aprovechó la
coyuntura:
-
Llámala -gritó como si estuviera loco- y
le puedes decir que te sentó mal la puesta de sol y por eso saliste corriendo
como un furtivo. Como es buena chica y la impresionaste no lo tendrá en cuenta.
-
¿Tú crees que la impresioné? –ya
estaba, de nuevo, conversando con mi pensamiento.
-
Si no la hubieras impresionado no
habría ido a almorzar contigo ni te hubiera aguantado cuatro horas más –a
veces, como ahora, mi pensamiento inconsciente, ese que no se sabe de donde aparece,
tiene más claridad que mi propio pensamiento consciente, y continuó- ¿Por qué
no haces recuento de todo lo que te has perdido por culpa de ese miedo? Por
esta chica merece la pena arriesgarse y dejar de lado tu miedo.
-
Creo que tienes razón, es especial –y
seguí razonando con mi pensamiento- pero ¿sabes algo?, el miedo no es ese sentimiento
que me impulsa a creer que algo irá mal, no, es más una creencia de que esto
del amor es una quimera.
-
Pues será una quimera, pero tú lo estás
pasando fatal y, eso que solo has estado un día con ella. Llámala ya y deja de
darle vueltas.
jueves, 25 de agosto de 2022
Diario íntimo de un babau (4) El tiempo
Si como dicen los “maestros” el tiempo no existe, ¿Cómo puede ser que esté ahora sentado en una cafetería haciendo tiempo?
Si diario, ya sé que te hago trabajar sábados y domingos,
pero es cuando dispongo de un poco más de tiempo, y como disfruto más
escribiendo y leyendo que viendo la tele, aquí estoy como un pequeño o gran
dictador ocupando tu fin de semana. Además, creo que hacemos un buen equipo,
como lo pueden hacer las fresas y la nata, las uvas y el queso, el whisky con
hielo o los amantes de Teruel.
Me vas muy bien. Porque, con mi verborrea y mi dispersión,
cuando necesito meditar sobre algún tema, gracias a ti puedo poner sobre el
tapete todas las opciones, y ver así, con una sola mirada, todas las
posibilidades sin quedarme enganchado en la primera parte de la solución, de la
misma manera que se esparcen, boca arriba, las piezas de un puzle para tener
más fácil su resolución.
Son las 10 de la mañana. No hace mucho frío. Estoy en la
terraza, al lado de una de esas estufas de exteriores, de “La Baguette”, que como
dice su publicidad es café, restaurante, panadería, pastelería y mucho más.
Estoy haciendo tiempo hasta las 11:30, hora en la que tengo que recoger a mi
hijo que está haciendo un taller de “legos” a 5 minutos de aquí. Así que
aprovecho esta hora y media para comer un pincho de tortilla y tomar un jugo de
naranja y un chocolate caliente y, por supuesto, para marear a mi diario.
Y si supieran que estoy escribiendo tonterías, aun sería
peor. Claro, ellos no saben que soy un babau.
Esta mañana bajo la ducha pensaba que cada gota de agua
es como un bit de información que penetra, con suavidad, por cada poro de mi
cabeza, hasta depositarse en alguna de las pocas neuronas que todavía se
mantienen activas en mi cerebro. Y es cuando varios bits se depositan en la
misma neurona, que completan una información. Eso ocurre algunas veces y salgo
de la ducha con una o varias ideas en mi cabeza. Unas lógicas, que parecen ser
la respuesta a alguna pregunta que llevaba ya cierto tiempo dando vueltas por
mi cerebro o, la solución de algún problema que, también, se paseaba, con todo
descaro de la cabeza a cualquier punto de mi aura para desequilibrar, con el
miedo, la inseguridad o la duda que genera el problema, mi estado emocional. Y,
otras, no tan lógicas.
Hoy ha sido uno de esos días en los que la idea, más que
solucionar un problema, ha acrecentado aún más mis dudas. Se trata del concepto
“tiempo”. Sali de la ducha con la pregunta: Si no existe el tiempo al otro lado
de la vida y los que están allí nos están viendo de manera permanente, ¿cómo se
computarán nuestros 20, 40, 60 u 80 años? Solo hubo pregunta, no llegó
respuesta.
Pues el tiempo ha pasado volando. Son las 11:15 y tengo
que ir a buscar a mi hijo.
Domingo 21 de agosto 2022
Hoy domingo, sentado, cómodamente, en casa, sigo dándole vueltas
al tiempo.
Una vez hice una canalización con una médium y estuve
hablando con mi padre, que había fallecido hace 40 años y, en la despedida, le
dije “hasta pronto”, a lo que él respondió, “pronto para mí, pero a ti aún te
queda tiempo”.
En 4 ocasiones a lo largo de mi vida he tenido una
experiencia curiosa con el tiempo. Me impresionaron tanto que las recuerdo como
si hubieran ocurrido hace 10 minutos. En ellas estaba haciendo un trabajo, (los
4 eran diferentes), en el que estaba tan concentrado que después de hacer el
trabajo, que yo pensaba que había durado entre 2 y 3 horas, resultó que no
habían pasado ni 15 minutos en el reloj.
Fueron sensaciones extrañas. Cómo si se hubiera detenido
el tiempo. Pero el tiempo no se detuvo. Lo que fue diferente fue el cómputo. Y
pienso que, incluso, el computo podría haber sido más pequeño de los 15
minutos, si la concentración hubiera sido absoluta. Y me pregunto, ¿mi cuerpo,
en ese tiempo, envejeció 3 horas o 15 minutos?
Creo que, con una atención del ciento por ciento, a lo
que va ocurriendo en la vida, el tiempo, en el reloj, sería “0”. ¿Envejeceríamos?
Meditando en el silencio, en la nada, también me ha
pasado, pero no ha sido, para mí, tan llamativo como en esas 4 ocasiones,
porque ellas han sido en la vida de cada día, no haciendo un inciso para sentarme
a meditar.
Yo sé que una atención completa, de manera permanente, es
imposible. Pero sería magnifico conseguirla en el quehacer de cada día. Sería
burlar a la materia. Y sin materia no hay tiempo.
En fin, ya ves, diario, en que ocupo mi pensamiento.
Cosas de ser un babau.