El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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martes, 11 de junio de 2024

El perdón de Dios (2 de 2)

 


—Dios no necesita perdonar, hijo mío —le contesté a mi hijo, como si siguiéramos una conversación que solíamos tener con frecuencia—, porque ya te he dicho en muchas ocasiones que no se ofende nunca, y donde no hay ofensa no es necesario el perdón.

—Y entonces —siguió mi hijo, poniendo cara de extrañeza—, ¿por qué este señor habla de ofensa, de pecado, de infierno y de perdón?

¡Qué difícil me lo estaba poniendo! ¿Cómo le explicaba que todas las religiones eran una asociación de personas con las mismas creencias, que enseñan verdades parciales e interesadas, estando muy alejadas de la Verdad, que solo está en posesión de Dios?

—Pero tenía que intentarlo: Las religiones son, en esencia, intentos humanos de entender a Dios, de dar sentido a lo que está más allá de algo que no podemos entender, porque no lo vemos. A través de ritos, como esta misa, y de enseñanzas, buscan guiar a las personas hacia una vida más espiritual y moral, básicamente, enseñan a actuar con bondad. Sin embargo, estas enseñanzas, a menudo, reflejan interpretaciones humanas de lo divino, influenciadas por las culturas y contextos en los que se desarrollan.

>> El concepto de pecado y perdón es una de esas interpretaciones. Se basa en la idea de que los seres humanos, en su imperfección, a veces actúan de maneras que se consideran contrarias a la voluntad de Dios. La necesidad de pedir perdón surge de la idea de reconciliación, de volver a alinear nuestras acciones y pensamientos con lo que se percibe como divino y correcto.

>>No obstante, algunas personas, como nosotros, creen que Dios, en su infinita sabiduría y amor, no tiene necesidad de perdonar porque nunca se siente ofendido. Según esta creencia, el perdón es más una necesidad humana que divina. Es un proceso de sanación personal. Algo para sentirnos bien con nosotros mismos. Enseñar sobre el pecado y el perdón puede ser una manera de ayudar a las personas a reflexionar sobre sus acciones y motivarlas a mejorar, aunque a veces pueda parecer que nos hacen culpables y nos hace sentirnos mal.

>>No hay que seguir los pasos de una religión.

>>La verdadera espiritualidad, es como una búsqueda personal y continua de entender y vivir según lo que uno percibe como lo divino. En este camino, es crucial cuestionar, aprender y crecer, reconociendo que la Verdad, en su forma más pura, es algo que tal vez nunca comprendamos completamente, pero hacia lo cual siempre nos esforzamos por acercarnos.

—No lo he entendido muy bien papá, pero me quedo más tranquilo sabiendo que Dios nunca se ofende.


El perdón de Dios (1 de 2)



Paseando por la ciudad, nos dimos de bruces con la catedral. Surgió de repente, majestuosa y solemne, en medio del bullicio urbano. Sus torres se alzaban desafiando al cielo, como si quisieran rozar las nubes con sus pináculos góticos. La fachada, una sinfonía de piedra tallada, estaba adornada con estatuas de santos y querubines que parecían cobrar vida bajo la luz del atardecer.

La catedral, construida en el siglo XII, es un testimonio del ingenio y la devoción de generaciones de artesanos y fieles. Sus muros de piedra caliza fueron erigidos con esfuerzo titánico, cada bloque colocado con una precisión casi divina. Los vitrales, llenos de colores, proyectaban un caleidoscopio de luz al interior, bañando las paredes y los bancos en un resplandor casi místico.

El campanario, con su robusta estructura, albergaba campanas cuyo tañido resonaba a kilómetros de distancia, marcando el paso del tiempo y llamando a los fieles a la oración. En el interior, el aroma a incienso y cera derretida llenaba el aire, mientras que el eco de los pasos retumbaba por las bóvedas y los arcos, creando una atmósfera de reverencia y recogimiento.

Cada rincón de la catedral contaba una historia de fe y perseverancia. Desde los capiteles de las columnas, esculpidos con escenas bíblicas, hasta el altar mayor, donde el oro y la plata relucían bajo la luz de los candelabros, todo hablaba de un pasado glorioso y una minuciosa dedicación. Así, en medio de la ciudad moderna, la catedral se erguía como un faro de espiritualidad y arte, un lugar donde lo divino y lo terrenal se entrelazaban en perfecta armonía.

Era la hora de la misa y en el altar mayor, un sacerdote, bastante entrado en años, dirigía el oficio, de manera rutinaria. Eran tantas las misas que debía de haber oficiado que no necesitaba leer, todo lo sabía de memoria y lo recitaba como un papagayo repite sus palabras recién aprendidas.

En el púlpito, otro sacerdote daba instrucciones a los pocos fieles que seguían la misa, casi todos tan entrados en años como el oficiante. Fue este sacerdote desde el púlpito quien comenzó la homilía, mientras el oficiante se sentaba como un espectador más para escuchar a su compañero.

"Tienen que pedir perdón a Dios por sus pecados", fue el inicio de una plática que parecía tomar un rumbo demasiado siniestro. Mi hijo, de 10 años, que me acompañaba, me preguntó de inmediato:

—Papá, ¿Dios nos perdona siempre? 

miércoles, 14 de septiembre de 2022

La fuerza del perdón



 Capítulo VIII, parte 3. NOVELA "Ocurrió en Lima"

         Me gustaría tener una familia –lo decía en serio-. Me encantaría tener una familia.

-    ¿Cómo lo vas a conseguir si cada vez que alguna persona despierta algo en ti sales corriendo por si un día decide dejarte?

 -    No sé. Tienes razón. Tengo que sacarme este miedo que me paraliza. Pero no sé cómo hacerlo.

-    Tienes que superar la ruptura que tuviste tiempo atrás.

-    Sí, pero recuerda que la ruptura fue por un abandono –quise aclararle a Ángel, que lo que pasó fue que me cambiaron como a un cromo, de la noche a la mañana. Hoy salía conmigo y al día siguiente ya estaba con el otro.

-    Sea lo que sea, es como una espina, clavada en ti, que entra más profundo, abriendo la herida y haciendo que sangre, cada vez que estás o piensas en otra persona que te gusta. Tienes que sacar esa espina. Mientras no lo hagas te va a seguir pasando lo mismo y vas a sufrir, cada vez, porque te recuerda la ruptura y es como si estuvieras rompiendo en ese momento. Para la mente todo es presente. Pueden pasar cincuenta años y tú puedes seguir sintiendo la misma rabia, el mismo dolor y el mismo sufrimiento. Tienes que sacar esa espina –concluyó Ángel.

-    Yo no sé cómo hacerlo. Debe de estar bien clavada la espina porque es un amargo recuerdo que no me abandona.

-    Tienes que perdonar.

-    ¿Qué? –este hombre estaba loco, ¿cómo se puede perdonar una cosa así?

-    Recuerda que todo es energía. La rabia, la ira y el odio también lo son. Tu ex pareja está viviendo tan feliz y tú, sin embargo, llevas años recordándola dedicándole tu rabia. Esa rabia lo único que hace, como bien puedes comprobar en ti, es no dejarte vivir feliz. Solo sufres y lo pasas mal.

-    ¿Tengo que buscarla y decirle que la perdono?, ¿no es un poco loco?

-    No, para nada. Como la rabia que hay en ti es energía, solo tienes que sacar esa energía.

-    ¿Cómo se hace eso? –tenía la suficiente fe en Ángel para intentar seguir sus consejos.

-    Cuando te sientes a meditar piensa en ella. Imagínate que está delante de ti. Imagina un rayo de luz que llega a tu cabeza y baja hasta tu corazón. Deja que ese rayo salga de tu corazón y llegue al suyo mientras repites en silencio: Yo te perdono todo lo que me has hecho. Yo te bendigo con paz y con amor. Te deseo lo mejor. Vete en paz.

>> Haz eso dos o tres veces cada día durante varios días, o semanas, o meses, o años.

-    ¿Hasta cuándo?

-    Hasta que el recuerdo no te haga daño.

>> Sacando la rabia se irá el miedo que tienes a comenzar una relación. Estarás aprendiendo a amar. Pero no se aprende a amar de la noche a la mañana. Los seres humanos solo venimos a la vida a aprender a amar y para eso necesitamos muchas vidas. Hasta entonces, hasta que sepas amar, tienes que guiarte por las sensaciones.

-    ¡Qué fácil es decirlo! El sábado tuve dos sensaciones. Una que me gustaría volver a ver a Indhira y la otra que mejor no lo hiciera porque podría sufrir. ¿Cómo sé cuál es la buena?

-    La que no te hace sufrir Antay. Y cuando eres consciente de que has tomado la decisión equivocada, como parece este caso, solo tienes que rectificar.

-    Bien. Rectifico y la llamo y ¿si no quiere saber nada de mí? Volveré al punto de partida.

-    Sí, es cierto, pero lo harás desde otra perspectiva, ya no te sentirás mal por el papelón que hiciste en la despedida, como ahora. No será por tu miedo. En ese caso solo tienes que aceptar la situación y será más fácil porque ya no tendrás la duda de que habría pasado. Habrás vencido al miedo. Y vencer al miedo te acerca al amor.

miércoles, 17 de agosto de 2022

La historia se repite

 


De la novela "Ocurrió en Lima". Capítulo II, parte 7.

-    No entiendo nada Ángel.

-    Déjame que te hable de Dios y así lo entenderás. De Dios sería suficiente con que te dijera que “Dios Es”, y lo Es desde siempre. Pero, ¿cómo empezó todo? Como para nosotros es casi inconcebible que algo no tenga principio o fin podemos decir que al principio de los tiempos había Nada y esa Nada era Dios. Fue a partir de esa Nada, es decir de Dios, que comenzó la Creación. Por lo tanto, todo, absolutamente todo, procede de Dios, tú y yo incluidos. Todos los seres humanos somos lo mismo, somos hermanos, todos hijos de Dios. Cada uno de nosotros somos como un átomo de la Energía Divina. Ese átomo o chispa de energía vive al otro lado de la materia y seguirá haciéndolo hasta que se encuentre preparado para volver a unirse a Dios. –aproveché una pausa en el relato de Ángel para hacerle un resumen de lo que yo estaba entendiendo.

-    Permíteme que te haga un resumen para ver si lo voy entendiendo. Dios no es, ni ha sido una persona como Jesús, Buda o Mahoma. Dios es la Energía Suprema de la que procede todo. -¿es correcto?

-     Así es. –corroboró Ángel.

-    Entonces al otro lado de la vida está Dios y todos los que han vivido o vivirán en la materia.

-    No. Dios no está al otro lado de la vida. Dios Es, Dios Está. Está aquí y allí. Está a este lado de la materia y está al otro. Al otro lado están todos los que han vivido o vivirán en la materia, pero están en Dios. De la misma manera que la luz de una vela está en la luz del Sol. Iluminadas por el Sol puede haber miles, millones de velas.

>> Y nosotros en la materia, también, estamos en Dios, porque Dios lo es Todo. ¿Lo entiendes?  –quiso saber.

-    Lo entiendo. Entonces todos existimos desde siempre y vamos a vivir para siempre de forma independiente o formando parte de Dios. -sin embargo, había algo que no entendía y así se lo hice saber a Ángel.

>> Hay algo que no entiendo muy bien. ¿Por qué cuando una persona tiene una experiencia cercana a la muerte, cuando vuelve a la vida nos habla de lo bien que se está al otro lado y de la sensación de amor que ha sentido y, sin embargo, nosotros en el cuerpo no sentimos ese amor ni esa sensación de cercanía con Dios como lo sienten ellos? Se supone que, si todos vivimos en Dios, tanto al otro lado de la vida como en este lado, todos deberíamos de sentir ese amor. ¿Por qué no lo sentimos?

-    Por un tema de energía, -respondió Ángel- La vibración cuando estamos en el cuerpo es mucho más baja y no somos capaces de apreciar la sutileza de la energía que nos envuelve. Aunque, en realidad, no hay un lado y otro lado de la vida. Lo que pasa es que el alma, lo que somos, vibra diferente con materia que sin materia.

>> Este es, justamente, el trabajo que se ha de realizar cuando se está encarnado en un cuerpo. Primero, llegar a entender, de manera intelectual, que todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre, para, a continuación, comenzar a percibir esa realidad que se ha comenzado a entender. A eso se llega incrementando la cantidad de amor.

-    ¿Ese es el objetivo de la vida?, ¿es lo mismo que el propósito que yo tuve claro hace un momento?

-    Exacto –sentenció Ángel-, lo sentiste hace un momento. Solo tienes que recordar que formas parte de un Todo, que todos somos lo mismo y que, por lo tanto, hemos de amar a todos como a nosotros mismos. Ese es el único propósito de la vida. ¿Te suena la frase, ama al prójimo como a ti mismo?

-    Sí que me suena, pero el que seamos incapaces de aceptarnos tal como somos es una prueba inequívoca de que no nos amamos. Así que si no nos amamos y tenemos que amar a todos como a nosotros mismos, lo tenemos mal.

Mientras Ángel movía la cabeza afirmativamente, con una mueca de tristeza en su cara, mi pensamiento realizó un repaso de los grandes conflictos armados, de los millones de desplazados por la guerra y el hambre, de los millones de niños que mueren por desnutrición, de la violencia familiar, del nefasto reparto de la riqueza, de la hipocresía de las religiones, de los dirigentes psicópatas, de la intolerancia a todo lo que es diferente. Aunque no hace falta desplazarse a un país en conflicto para vivir todo eso, ya que en el nuestro tenemos un poco de todo: políticos corruptos, machismo, falta de respeto hacia todo lo que se mueve, hambre, racismo, pobreza extrema, trabajo precario, corrupción en cualquier estamento oficial, falta de servicios básicos, inseguridad ciudadana.  

-    Termine mi pensamiento en voz alta- El mundo, en estos últimos tiempos, parece haberse vuelto loco.

-    En estos últimos tiempos no Antay –me corrigió Ángel-, en el cuento del Paraíso Terrenal recuerda que Caín mató a su hermano y solo fue por envidia, es decir, solo fue por un pensamiento. Pensamiento producido por una falta de amor. Por eso te comentaba en nuestro primer encuentro que tienes que aprender a amarte. ¿Cómo lo llevas? –preguntó.

-    Creo que lo llevo bien porque he comenzado a cambiar mi modelo de comparación mientras aprendo a no compararme con nadie.  

-    Es perfecto ese trabajo. Está muy bien compararte con un modelo menos demandante, pero, como tú bien dices, lo importante es no compararse. Lo importante es aceptar lo que eres.

-    Ahora que hablas de aceptar, hace unos días me ocurrió algo curioso. Me senté a meditar para ver si eran ciertos los beneficios de la meditación que acababa de leer y creo que estuve hablando con Dios. ¿Tú crees que me estoy volviendo loco? –estaba seguro que Ángel, con la sabiduría que parece almacenar, era la persona idónea para que opinara sobre mi posible conversación con Dios.

-    No creo, en absoluto, que te estés volviendo loco. Si tú crees que hablaste con Dios, es seguro que sí hablaste con Él, y ¿sobre qué trató la conversación?

-     Sobre la aceptación. Me acordé de ti y se me ocurrió pensar que aceptarse uno mismo es una prueba de amor. Si me acepto es que estoy satisfecho conmigo. ¿Qué opinas? –pegunté a Ángel, buscando su aprobación.

-    Me parece perfecto. Así funciona. La aceptación es una prueba de amor.

>> Y ahora puedo contestar a tus preguntas. Preguntabas como se llega de manera consciente a ese estado que tú has denominado como "complitud". Se llega cuando detienes el pensamiento, cuando te desidentificas del “Yo”.

>> Todos los seres humanos están programados por la tradición, la formación, las creencias y los prejuicios. Cuando la realidad de la vida no coincide con esa programación aparece el miedo, la ansiedad y la angustia. Esa programación nos separa de Dios. Por lo tanto, lo que hay que aprender es a ser consciente de esa programación y comenzar a desprogramarse, que es lo que te ha pasado a ti, solo que de manera inconsciente.

>> No hay nadie que viva en ese estado de manera permanente. Pero si hay personas que llegan a él. Se puede conseguir en la meditación.

>> Tú fuiste consciente de que todo tiene un propósito que es aprender a amar, como Dios nos ama, y para eso se organiza la vida. Cada uno de la manera que estima conveniente, porque cada alma sabe, antes de venir a la vida, que es lo que necesita para alcanzar la meta del amor.

>> Y si no se consigue en la vida, se repite. Por eso nacemos y morimos unas cuantas veces.

>> Pero mientras se trabaja para lograr el objetivo máximo, que ya sabes que es aprender a amar, como Dios nos ama, nos programamos otros pequeños trabajos que no son otros que cerrar los círculos que se mantienen abiertos de otras vidas.

>> Esos círculos son las causas pendientes. Pagar lo que debes o cobrar lo que te deben a ti. Te pongo un ejemplo muy claro: Alguien que mate a una persona tiene que recibir algo similar o equivalente para que el círculo se cierre.

-    Pensando en tu ejemplo, se me ocurre pensar que ese círculo no se va a cerrar nunca. En esta vida me matan a mí, en la siguiente vida mato yo, y volvemos para que me vuelvan a matar y seguiríamos así indefinidamente. No se acaba nunca.

-    Por supuesto que se acaba, -respondió Ángel con una sonrisa- Se acaba cuando se perdona. Si en esta vida te toca matar a ti, pero en lugar de hacerlo perdonas a la persona que te hace el daño, ahí se acaba y se cierra el círculo.

-    Entiendo. Todo se basa en amar y perdonar. El único propósito de la vida es ese: amar y perdonar.

-    Aun voy a ir un poco más allá, -me anunció Ángel- Si amas no necesitarás perdonar, porque nunca te sentirás ofendido. Y si no hay ofensa, no es necesario el perdón. Por lo tanto, puedes reducir el propósito de la vida a un solo concepto: amar.

>> La programación final la conocen las almas, por eso encarnan, por su afán para aprender a amar, cuanto antes, para disfrutar del gozo de unirse a Dios. Y las programaciones para ir cerrando círculos pendientes las organizan, de manera independiente, cada alma, de acuerdo con las almas involucradas en el círculo que tratan de cerrar.

>> No son propósitos opuestos, solo que cada alma tiene sus propios temas pendientes. Y si no se cumple el propósito, no pasa nada, volverán a la vida, una vez más, para poder cumplirlos. Las veces que sean necesarias.

>> ¿Lo tienes más claro?

-    Creo que sí, aunque sigo sin tener muy claro para que puede servirme en la vida.

-    Para ser feliz. Cuanto más te acercas al amor más felicidad sientes en tu interior.

>> Y cambiando de tema, ¿te importa si vamos caminando por donde tú venías? Tengo que recoger unas cosas en una tienda delante del Parque Kennedy –esto último lo dijo ya levantándose del banco.

-    No, no me importa. Te acompaño –y comenzamos a caminar hasta el parque. 

Subíamos lentamente, ahora, hablando de nimiedades, del tiempo y del cambio de ministros que había ocurrido dos días atrás. Estas sí que eran conversaciones normales, como las que estaba acostumbrado a mantener, y no como la que habíamos tenido hasta levantarnos del banco.

Al llegar a la altura del edificio donde está mi departamento le dije a Ángel que ya me quedaba en casa. Nos despedimos sin más, como la vez anterior.

No había dado ni diez pasos hacia el portal de mi casa cuando me crucé con Álvaro, un vecino de mí mismo bloque.

-    ¿Qué tal Antay?, ¿disfrutando de esta mañana tan magnífica? –fue su saludo.

-    Si –contesté- un día así hay que aprovecharlo.

-    Y siempre solo, ¿no te aburres?

-    No me aburro, estoy acostumbrado, pero hoy no he estado solo, he estado conversando con un amigo –No sé porque lo dije. Supongo que para justificar mi soledad.

-    ¡Ah!, como te he visto subir solo por el paseo pensé que habías salido solo. Bueno te dejo, que me esperan –y se alejó dejándome pensativo.

¿Cómo puede ser que me haya visto solo?, si hasta medio minuto antes de encontrarme con él estaba con Ángel. ¡Qué extraño! Miré para ver por dónde estaba Ángel y no le vi por ningún lado. Otra vez había desaparecido y, ahora, no había baño. Y seguro que Álvaro no estaba haciendo un chiste. Es como si Ángel después de dejar mi compañía desapareciera sin más y, lo más sorprendente es que parecía que fuera invisible a los ojos de los demás. ¿Me estará volviendo loco la soledad? 

miércoles, 4 de mayo de 2022

Paso 2 para vivir en la Luz

 Vive como si ya fueras Luz:

              Vivir como si ya fueras Luz, es vivir la divinidad.  Y, ¿cómo se vive la divinidad?, se vive la divinidad amando:

         Alejar pensamientos negativos: Recuerda: “somos lo que pensamos”. No puedes permitirte el mantener pensamientos negativos en tu mente. Para eso has de permanecer consciente la mayor parte del tiempo posible. En el momento que seas consciente de un pensamiento negativo contrarresta esa energía con el pensamiento positivo contrario, o con la virtud contraria, o pidiendo perdón.

              Utiliza palabras correctas: Que ninguna de las palabras que salgan de tu boca sean para herir, lastimar, o molestar a nadie. Utiliza siempre palabras de alabanza, y destaca siempre los méritos de los demás, sus cualidades positivas, sus virtudes. Si se consigue mantener los pensamientos negativos bajo control, es mucho más fácil no herir con la palabra.

           Realizar buenas acciones: Ayuda a los demás, son Luz como tú. Ayudar no solo es dar un plato de lentejas o unas monedas, también es sonreír, es apoyar, es abrazar, es escuchar, es besar, es no molestar, es respetar, ayudar es colaborar con el otro, siempre que el otro lo permita

Perdonar: El objetivo final, es que nada debe ser motivo de tu ofensa. Pero hasta que llegue ese momento, perdona de inmediato cada ofensa, no esperes al día siguiente, porque si tardas un día en perdonar, será un día tomando veneno por tu parte. Recupera la “meditación del perdón” que está en este blog y realízala si crees que la necesitas.

              Aceptación: Sólo una frase: “Todo está bien”.

Eliminar obstáculos:

Los obstáculos en esta carrera no hay que saltarlos, no hay que ignorarlos, hay que eliminarlos. Los obstáculos en esta carrera son los bloqueos emocionales, son los hábitos negativos, es la debilidad de carácter.

              Conocer los bloqueos: Para poder eliminar algo, es imprescindible saber que existe, por lo tanto, de la misma manera que decíamos al principio que tienes que saber quién eres, es importante saber cómo eres. Relee la entrada “Pedir ayuda”.






martes, 22 de mayo de 2018

El perdón


          Tal como somos los seres humanos parece normal que, si alguien nos ofende nos desprecia o nos humilla, bien sea con palabras o con acciones, nos sintamos ofendidos, despreciados, humillados, posiblemente engañados, o robados, o sencillamente defraudados, aunque también nos podemos sentir ofendidos porque alguien no haya cumplido con nuestras expectativas, ¡los seres humanos somos así! Y también parece normal que mantengamos en nuestro interior el recuerdo de tal ofensa, y que no sintamos en nosotros la necesidad, ni la intención de perdonar tal humillación. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, después de lo que nos han hecho, ¡cómo vamos a perdonar!, ¡a quien se le puede ocurrir semejante desfachatez!

            Pues a pesar de lo que nos hayan hecho, hay que perdonar, sin tener en cuenta si ha sido más o menos grave, hay que perdonar. Incluso me atrevería a decir que es más necesario perdonar cuanto mayor ha sido la ofensa.

            La ofensa que la persona mantiene en su recuerdo, es el caldo de cultivo de la ira, del rencor, del miedo, del resentimiento, del dolor, de las ataduras, del odio, del deseo de venganza, y de un montón más de sentimientos negativos. Todos estos sentimientos negativos son desequilibrios emocionales, que más pronto que tarde pueden afectar al cuerpo físico.

Si este libro no tratara de indicar como volver al camino que nos va a llevar de nuevo a Dios diría que es necesario perdonar por una cuestión práctica, por una cuestión egoísta, hay que perdonar para encontrarse bien emocional, mental y físicamente, que así es. Pero como este libro lo que pretende es acercarnos a Dios, ¿cómo crees que podemos llegar a Dios manteniendo el odio y el deseo de venganza en nuestro interior? Además, es importante encontrarse bien emocional, mental y físicamente para poder afrontar con garantías de éxito trabajos como el fortalecimiento la voluntad o como mantener la atención o meditar, y no hablemos ya de la aceptación, ya que perdonar es una manera de aceptar la ofensa, ojo, aceptar no es olvidar. 

En realidad ¿Qué es el perdón?
            El perdón es la liberación de las emociones destructivas que nos atan al pasado de manera enfermiza.
            Es muy fácil hacernos daño porque existen infinitas razones por las que podemos sentirnos ofendidos. Nos podemos sentir ofendidos por algo que dicen, y también por algo que callen, nos podemos sentir ofendidos por algo que hacen y también por algo que no hacen, nos podemos sentir ofendidos por que nos engañen, porque nos roben, porque nos humillen, cuando además, es de sobra conocido que con la sensación que nos queda en nuestro interior nunca se soluciona nada, pero algo nos hace volver una y otra vez a rememorar la ofensa, avivando ese fuego interior que ha encendido la ofensa.
            Observa la paradoja: Una persona te hace daño, o hace que te sientas ofendido, con o sin razón aparente. De hecho, no cuenta la magnitud de la ofensa, lo que cuenta es lo ofendido que puedas sentirte. Después de eso, esa persona sigue su vida con normalidad, mientras tu comienzas a rememorar y a relatar, una y otra vez el daño recibido, lo cual hace que cada vez que lo recuerdes te sientas mal, porque es como si te ofendieran por primera vez, o incluso más, ya que cada vez que aparece el recuerdo puedes añadirle más razones al agravio. Para la mente no existe pasado ni futuro, para la mente siempre es presente. La energía negativa va creciendo, y puede hacerlo tanto que llegue a afectar al cuerpo físico. En algún sitio leí que recordar la ofensa y mantener la rabia, la ira y el deseo de venganza es como tomar una gota de veneno al día, se supone que esperando que se muera el ofensor.  

Que no es perdonar:
Perdonar no es olvidar, y no es olvidar porque no se puede borrar de un plumazo un evento, que además se supone lo suficientemente importante. En la mente se mantiene el registro de todo lo que pasa.
No se va a olvidar, pero se ha de conseguir que cuando se recuerde el hecho se haga sin acritud, sin rencor, como un suceso más de la vida diaria.
Alguien podría pensar que cuando se dice la tan manida frase “Perdono, pero no olvido”, ya está perdonado. No es así. Cuando se dice la frase, se hace normalmente con cara y con tono de ira. Es como si se estuviera esperando cobrar la deuda pendiente. Y eso, no es perdonar.   
            Perdonar no es justificar la ofensa. Perdonar no significa que se eche en saco roto la ofensa, ni que se justifique, ni que se apruebe. Ni tan siquiera significa que te hagas inseparable, ni tan siquiera amigo de la persona que te ha ofendido.
            Significa que te vas a desprender de la ira, de la rabia, del odio, del deseo de venganza. Tampoco significa que no se lleven a efecto las cuestiones legales, caso de ser necesarias. Que la justicia de los hombres haga su trabajo, que el Karma haga el suyo, pero en ningún caso vas a estar pendiente de la sentencia. Todo estará bien.
            Para perdonar no es necesario hacerlo personalmente: Definíamos el perdón como la liberación de emociones destructivas, y las emociones son energía. La liberación de las energías destructivas que invaden nuestro cuerpo energético es un trabajo personal que no se ha de realizar, para nada, con el ofensor.
El perdón más importante: A nosotros mismos.
         El perdón más importante es aquel que realizamos a nosotros mismos. No podemos sentirnos mal por algo que hicimos con anterioridad. Lo que hicimos en el pasado se hizo en las condiciones en las que nos encontrábamos entonces. No podemos estar permanentemente flagelándonos por algo que ya pasó. Hemos de perdonarnos, hemos de aceptar la realidad, hemos de extraer las enseñanzas, hemos de aprender de los errores para no volver a repetirlos.
El perdón a nosotros mismos supone respeto, comprensión, aceptación, valoración y sobre todo amor.
Una Historia de Perdón. (La encontré en la red y figuraba como autor anónimo)
Una mujer que se llevaba muy mal con su esposo sufrió un paro cardíaco. Casi a punto de morir, un ángel se presentó ante ella para decirle que, evaluando sus buenas acciones y sus errores no podría entrar al cielo; y le propuso permitirle estar en la tierra unos días más hasta lograr cumplir con las buenas acciones que le faltaban. La mujer aceptó el trato y se regresó otra vez a su hogar junto a su esposo. El hombre no le dirigía la palabra porque hacía tiempo que estaban peleados.
Ella pensó:
-      Me conviene hacer las paces con este hombre. Está durmiendo en el sofá, hace tiempo dejé de cocinar para él. Él ahora está planchando su camisa para salir a trabajar, le daré una sorpresa.
Cuando el hombre salió de la casa, ella empezó a lavar y planchar toda la ropa de él. Preparó una rica comida, puso flores en la mesa con unos candelabros, y un cartel en el sofá que decía: “Creo que puedes estar más cómodo durmiendo en la cama que fue nuestra. Esa cama donde el amor concibió a nuestros hijos, donde tantas noches los abrazos cubrieron nuestros temores y sentimos la protección y la compañía del otro. Ese amor, aún con vida, nos espera en esa cama. Si puedes perdonar todos mis errores, allí nos encontraremos. Tu esposa”.
Cuando terminó de escribir el último renglón “Si puedes perdonar todos mis errores” pensó: ¿Me he vuelto loca?, ¿yo voy a pedirle perdón cuando fue él quien empezó a venir enojado de la calle cuando lo echaron de la fábrica y no conseguía trabajo? Yo tenía que arreglarme con los pocos ahorros que teníamos haciendo malabares, y todavía tenía que soportar su ceño fruncido. Él empezó a tomar, aplastado en el sillón, exigiendo silencio a los niños que sólo querían jugar. Él empezó a gritarme cuando yo le decía que así no podíamos seguir, que yo necesitaba dinero para mis hijos. Él lo arruinó todo; y ¿ahora yo tengo que pedirle perdón?
Enfurecida rompió la carta y escuchó la voz del ángel que decía:
-      “Recuerda: algunas buenas acciones y alcanzarás el cielo, de lo contrario no podrás entrar”.
La mujer pensó:
-      ¿Valdrá la pena?, y rehízo la carta agregando aún más palabras cariñosas: “No supe comprender nada entonces, no supe ver tu preocupación al quedarte sin empleo, luego de tantos años con un salario seguro en esa fábrica. ¡Debiste haber sentido tanto miedo! Ahora recuerdo tus sueños de “cuando me jubile haremos”. Cuántas cosas querías hacer al jubilarte. Pude haberte impulsado a que las hicieras en lugar de obligarte a aceptar estar todo el día sentado en ese taxi.
-      Ahora recuerdo aquella noche de locura cuando rompí esas cartas de amor que habías escrito para mí, y prendí fuego a todas las telas de los cuadros que pintabas. En ese momento me enfurecía verte allí, encerrado en ese cuarto gastando nuestro dinero en pomos de pintura para nada, o sentado en ese escritorio escribiendo tonterías para mí. Debí haberte impulsado a vender esos cuadros. Eran realmente hermosos. Estaba desesperada, yo también me sentía segura con el salario de la fábrica y no supe ver tu dolor, tu miedo, tu agonía.
-      Por favor perdóname mi amor. Te prometo que, de hoy en adelante, todo será diferente. Te amo. Tu esposa”
Cuando el marido regresó del trabajo, al abrir la puerta notó algo distinto; el olor a comida, las velas en la mesa, su música favorita sonando suavemente y la nota en el sofá. Cuando la mujer salió de la cocina con la fuente en la mano, lo encontró tirado en el sillón llorando como un niño. Dejó la fuente, corrió a abrazarlo y no necesitaron decirse nada, lloraron juntos, él la alzó en sus brazos y la llevó hasta la cama; hicieron el amor con la misma pasión del primer día. Luego comieron la exquisita comida que ella había preparado, rieron mucho mientras recordaban anécdotas graciosas de los niños haciendo travesuras en la casa.
Él la ayudó a levantar la mesa como siempre lo hacía, y mientras ella lavaba los platos, vio por la ventana de la cocina que en el jardín estaba el ángel. Salió llorando y le dijo:
-      Por favor ángel, intercede por mí. No quiero a este hombre sólo en este día. Necesito un tiempo más para poder impulsarlo con sus cuadros, y tratar de reconstruir esas cartas que sólo para mí y con tanto amor había escrito. Te prometo que, en poco tiempo, él estará feliz, seguro; y ahí sí podré ir donde me lleves.
El ángel le contestó:
-      No tengo que llevarte a ningún lado, mujer. Ya estás en el cielo, te lo has ganado. Recuerda el infierno donde has vivido y nunca olvides que el cielo siempre está al alcance de tu mano.
La mujer oyó la voz de su marido que desde la cocina le gritaba:
-      “Mi amor, hace frío, ven a acostarte, mañana será otro día”.
Sí -pensó ella-, gracias a Dios, mañana será otro día…

Bendición
Una bendición es la expresión de un deseo dirigido hacia una persona o grupo de ellas que, en virtud del poder de la palabra, se espera que ayude a lograr que ese deseo se cumpla.

La bendición es una práctica muy poderosa, ya que durante el espacio de tiempo en el que transcurre la bendición tanto la persona que bendice como la persona objeto de la bendición son receptoras de una energía muy potente, son receptoras de la Energía Divina.

Esta Energía desciende sobre la persona inundando a esta, colocándose de manera prioritaria en el chakra cardiaco de la persona. El chakra cardiaco es la sede del amor, de la compasión, de la misericordia, de la dulzura, de la ternura, por lo cual durante el intervalo en el que la persona está bendiciendo, las cualidades de las energías que anidan en este chakra se incrementan de manera notable, fruto de ello es que la persona se encuentra en ese intervalo de tiempo en un estado de paz, de amor y de gozo desconocido para ella.

El tiempo de duración de esa Energía, y por lo tanto de ese estado de paz, es limitado, dura el tiempo que la persona invierte en la bendición y poco más. Cuanto más tiempo permanezca la persona bendiciendo más energía recibirá, y si consigue hacerlo muchas veces al día, durante mucho más tiempo permanecerá la persona conectada a la Energía Divina.

Pero otro tanto le sucede a la persona objeto de la bendición.

Recuerdo un curso de primer nivel de Reiki en el que una de las asistentes, al retomar el curso en la tarde después del almuerzo, se encontraba especialmente triste, y en respuesta a mi pregunta de si se encontraba bien, me contestó que tenía problemas con su hija adolescente. Después de una breve conversación en la que me explicó de que se trataba, la recomendé que tres veces al día bendijera a su hija durante una temporada. Después de transcurridos unos veinte días vino a visitarme la mamá para relatarme como le iba con su hija, y me contó lo siguiente: “Desde el día siguiente del curso comencé a bendecir a mi hija tres veces al día. La segunda bendición que realizaba coincidía con la hora en que me hija salía al patio, y ayer mi hija me comentó: Mamá, no sé qué me pasa, pero desde hace días a la hora del patio me entran unas enormes ganas de llorar, sin ninguna razón, ya que además me siento muy bien, y no sé porqué, pero pienso en ti”. 

Las ganas de llorar solo eran producto de la energía de amor que le llegaba en la bendición y el que se acordara de su mamá era debido a que su alma sabía perfectamente cuál era el origen de esa energía de amor.

Si la persona bendice varias veces al día, y lo hace cada día, llegará un momento en el que el chakra cardiaco va a mantener la Energía Divina durante más tiempo haciendo que este incremente su tamaño, con lo cual se va a incrementar la energía de amor, de caridad, de ternura, de misericordia y de compasión en la persona. Es un buen ejercicio para mantener la serenidad, para comenzar a sentir el amor incondicional, es un buen ejercicio de crecimiento interior y para encontrar el camino de vuelta a Dios.

Es posible que mucha gente piense que la bendición solo puede ser hecha por un ministro de Dios y, además en su nombre. Pues no, la bendición puede ser realizada por cualquier mortal, y puede no usarse, en absoluto, el nombre de Dios, porque no solamente puede bendecir alguien perteneciente a cualquiera de las múltiples iglesias, puede bendecir, repito, cualquier mortal, y tan correcta es la fórmula “Que Dios te bendiga”, como “yo te bendigo”. En las dos llega la misma cantidad de Energía, que además estará en función de lo evolucionada que sea la persona, es decir, un criminal puede bendecir, y llegará la Energía Divina, pero podría llegar solamente uno sobre diez, mientras que en la bendición realizada por una persona pura, compasiva y misericordiosa la Energía Divina bien podría llegar a ser nueve sobre diez.

Nuestra mente se ocupa durante todo el día en miles de pensamientos negativos e inútiles. Por sí sola es incapaz de generar un solo pensamiento positivo, lo cual es normal, no la hemos enseñado, por lo que para generar esos pensamientos positivos hemos de forzarla conscientemente. La bendición es una buena herramienta para enseñar a la mente.

Formula del perdón y de la bendición:
PERDONAR:
-      Sube las manos a la altura de los hombros, con los brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las palmas mirando al frente.        
-      Lleva la atención al corazón.
-      Visualiza a la persona que quieres perdonar delante de ti.
-      Lleva la atención a tu corazón sintiendo que sale un rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y repite en tu interior:
-      Yo te perdono, cualquier cosa mala que me has hecho, en esta o en anteriores vidas, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no te acuerdes de lo que es.
-      Y después dile:
-      Y tú, perdóname por todo el daño que te he hecho, en esta o en anteriores vidas, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no me acuerde de lo que es.

BENDECIR:
-      Mantén las manos arriba y la atención en la luz que sale de tu corazón y de tus manos 
-      Piensa en un momento feliz que te haga revivir una emoción o sentimiento de alegría o felicidad, (puede estar relacionado con cualquier persona, o con cualquier situación).
-      Siente la emoción de ese momento feliz.
-      Visualiza nuevamente a la persona que quieres bendecir delante de ti y repite en tu interior, sintiendo esa energía que sale de tu corazón y de las palmas de tus manos:
-      “Yo te bendigo con paz, con amor, con alegría, con serenidad, con abundancia y prosperidad......”. Bendice con todo lo bueno que deseas para esa persona, como si fueras tu mismo”.