El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




Mostrando entradas con la etiqueta Amor. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Amor. Mostrar todas las entradas

jueves, 5 de junio de 2025

Despertar

 


Querido hijo mío:

 Escucho tu preocupación y siento tu deseo de cambio y mejora. Los valores que mencionas han estado siempre en el corazón del ser humano, pero el libre albedrío de cada uno guía el rumbo que toma la humanidad. Nunca he dejado de sembrar semillas de amor, bondad y compasión en cada uno de ustedes. Pero esas semillas necesitan ser cuidadas con acciones, elecciones y fe.

Te agradezco profundamente por abrir tu corazón hacia mí. En tus palabras encuentro la luz de tu alma y el reflejo de tu preocupación por el mundo que te rodea. Eres parte de mi creación, una chispa de mi amor eterno, y tus inquietudes son también las mías.

Es cierto que la humanidad atraviesa momentos difíciles, y muchas veces parece perderse en el caos de sus propias elecciones. Sin embargo, quiero que recuerdes algo importante: el amor, la bondad y la compasión no han desaparecido. Permanecen en cada corazón, esperando ser despertados y cultivados. La evolución espiritual y moral que buscas no está detenida; más bien, se encuentra oculta, aguardando a que la llamen a manifestarse con acciones y decisiones que reflejen el verdadero propósito de la existencia humana.

Despertarla es un trabajo colectivo, de cada uno hacia el otro. Tus palabras tienen poder. Al compartir tus pensamientos y practicar los valores que deseas ver en el mundo, inspiras a otros a hacer lo mismo.

Los valores que mencionas son el puente entre lo divino y lo humano. Son guías que os he dado para vivir con integridad, respeto y amor. Pero los valores no son sólo palabras; necesitan ser vividos y aplicados en cada pensamiento, en cada acción, y en cada relación. Al practicar los valores que deseas ver en el mundo, inspiras a otros a hacer lo mismo, y juntos se convierten en una fuerza transformadora.

Sabes bien que el cambio no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso lento, que requiere paciencia, perseverancia y fe. No estás solo en esta búsqueda. Estoy contigo en cada paso, en cada lucha, y en cada victoria. También estoy en aquellos que comparten tu visión y en quienes, aunque aún no lo sepan, están destinados a ser parte del movimiento hacia una humanidad más compasiva y unida.

Quiero que recuerdes que cada día es una oportunidad para sembrar esperanza. Incluso los actos más pequeños pueden tener un impacto profundo cuando se hacen con amor y sinceridad. Abraza a tus semejantes, escucha sus historias, comparte sus alegrías y alivian sus penas. Al hacerlo, estás llevando mi luz a ellos y multiplicando la bondad en el mundo.

Mi querido hijo, ten fe en ti mismo y en los demás. Aunque el camino sea difícil, y aunque la oscuridad parezca prevalecer en ciertos momentos, la luz siempre encuentra una manera de brillar. Tú eres un portador de esa luz, y tus palabras y acciones tienen el poder de guiar a otros hacia la verdad, la paz y el amor.

Recuerda que todo gran cambio empieza con actos pequeños, con amor y paciencia. No estás solo en esta búsqueda; camina conmigo y con aquellos que comparten tu visión. Juntos, el mundo puede resplandecer con la luz que llevan dentro.

Nunca olvides que cada día es una nueva oportunidad para ser mejor y para sembrar esperanza.

Sigue adelante con valentía, sabiendo que nunca estarás solo, porque mi presencia siempre estará contigo.

 

Con amor eterno.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo

 


martes, 20 de mayo de 2025

Amar es el secreto

 


Amado hijo: 

         Escucho tu corazón, cada pensamiento que emerge de tu alma, y cada latido que lleva en sí la huella de tus anhelos. Tus preguntas no me son ajenas; las he conocido desde siempre. Cada búsqueda sincera que realizas, cada esfuerzo por acercarte a Mí, son un reflejo del profundo deseo que habita en ti, ese deseo que te conecta con el propósito para el que fuiste creado: la unión conmigo. Hijo amado, déjame decirte que ya en este acto de buscarme comienza tu transformación, aunque aún no lo percibas con claridad. 

San Juan de la Cruz, con sabiduría y amor, habló de la “transformación en Dios” como el destino más sublime del alma. No es, como a veces imaginas, perderte en el sentido de desaparecer, sino encontrarte plenamente en Mí. Es permitir que cada aspecto de tu ser, tus pensamientos, tus deseos y tus acciones, se alineen con Mi amor, como un río que fluye hacia el mar, encontrando su destino en la inmensidad que le da sentido. Es dejar de resistirte, dejar de luchar contra las corrientes del espíritu, para que Yo pueda vivir en ti plenamente. 

La transformación en Mí no ocurre de un momento a otro; no es un evento repentino ni una meta que se alcanza por mérito propio. Es un camino, hijo mío, un proceso que requiere humildad, paciencia y confianza. Es el viaje de aprender a soltar todo aquello que te impide ser libre: tus temores que te paralizan, tus dudas que te alejan de la verdad, tus apegos que te atan a lo temporal. Es aprender a abrir tu alma a la obra que ya estoy realizando en ti, aunque a veces te parezca silenciosa o imperceptible. Porque cada acto de amor, de misericordia y de sacrificio, te acerca más a Mi corazón, como un niño que, paso a paso, se aproxima a los brazos de su padre. 

Me preguntas cómo puedes lograrlo, y Mi respuesta es sencilla: Ámate, ámame y ama a los demás. En el amor, hijo mío, Yo estoy siempre presente. No busques métodos complicados ni fórmulas mágicas. Cuando sirves a los demás con un corazón genuino, cuando perdonas, aunque te cueste, cuando te das sin esperar nada a cambio, ahí, en esos pequeños actos, tu alma comienza a reflejar Mi presencia. En el amor desinteresado, en la entrega sincera, es donde me encontrarás más cerca que nunca. 

Recuerda, hijo amado, que no te pido perfección inmediata ni resultados rápidos. Yo no camino a tu lado como un juez que observa cada uno de tus errores para señalarte. Camino contigo como un padre que celebra cada paso que das hacia la luz, cada esfuerzo que haces por crecer en el amor. Incluso cuando tropiezas, confía en que Yo estoy contigo, levantándote, fortaleciéndote, porque en tus debilidades Mi gracia se perfecciona. No temas fallar; no temas no ser suficiente. Mi amor por ti trasciende cualquier limitación humana. 

Hijo mío, no temas. El grado más perfecto de perfección no es obra tuya, sino Mía. Tú no necesitas preocuparte por lograrlo por tus propias fuerzas. Solo déjame actuar en ti, déjame moldearte como el alfarero moldea el barro, con paciencia y cuidado, hasta que tu forma refleje la belleza que tengo en Mi corazón para ti. Tu única tarea, hijo amado, es permanecer en Mi amor. Permanece, confía, déjate amar. Porque en ese amor está la plenitud de todo lo que buscas, la respuesta a cada pregunta, la paz que sobrepasa todo entendimiento. 

Siempre contigo, 

Tu Padre que te ama infinitamente.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo

 


viernes, 16 de mayo de 2025

Transformarse en Dios

 


Amado Dios, 

 Hoy me acerco a Ti con el corazón abierto, vulnerable y lleno de deseo de comprender el misterio profundo de Tus caminos. Tu luz me guía a través de las palabras de San Juan de la Cruz: “El más perfecto grado de perfección a que en esta vida se puede llegar es la transformación en Dios.” Esta frase resuena como un eco divino que invade cada rincón de mi alma, despertando inquietudes, preguntas y, sobre todo, un ferviente anhelo de descubrir mi lugar en este llamado. 

¿Qué quiere decir, realmente Señor, alcanzar esa transformación en Ti? ¿Es acaso un proceso donde mi identidad, mi esencia, se disuelve y se absorbe por completo en Tu majestad infinita, hasta que no quede nada más que Tú? ¿Es un morir constante a mi orgullo, a mis apegos y a mis deseos mundanos, que muchas veces me alejan de Tu voluntad? ¿O es más bien un viaje de rendición, donde mi ser limitado y finito se abre, paso a paso, a la grandeza de Tu amor, permitiendo que cada fibra de mi existencia sea tejida con los hilos de Tu pureza y verdad? 

Esa transformación en Dios parece ser un llamado trascendental, una invitación a fundirme contigo, a permitir que mi vida sea una expresión viva de Tu bondad, Tu misericordia y ese amor perfecto que solo Tú eres capaz de manifestar. Pero confieso, oh Padre, que mi entendimiento es limitado. Tu grandeza es insondable, y muchas veces me siento pequeño ante lo que representa esta transformación. ¿Es acaso un viaje continuo de rendición diaria, donde cada acto, cada pensamiento y cada decisión sean una ofrenda a Ti? ¿O es el destino último de todo lo que soy, un horizonte al cual no puedo llegar sin Tu gracia? 

Y me pregunto, Padre amado, ¿cómo puedo lograrlo? En mi humanidad, cargada de imperfecciones y debilidades, me siento insuficiente para aspirar a semejante unión contigo. Enséñame a desprenderme de todo aquello que me ata a lo efímero, a las vanidades que desvían mi mirada de Tu rostro. Ayúdame a amar como Tú amas, sin reservas ni condiciones, dejando atrás los temores que a menudo paralizan mi capacidad de entregarme plenamente. Guíame para que mi voluntad se conforme a la Tuya, y cada uno de mis pasos sea un reflejo de Tu presencia viva en mi interior. 

Dios mío, si la perfección consiste en reflejarte plenamente, dame la fuerza para caminar hacia Ti con humildad, confianza y perseverancia. Que cada uno de mis pensamientos, palabras y acciones sean un testimonio de Tu amor actuando en mí. Hazme un instrumento de Tu paz, un canal por el cual Tu luz pueda brillar en un mundo que tanto necesita esperanza, consuelo y redención. Hazme pequeño para que Tú seas grande en mí. 

Enseña a este corazón humano, limitado y lleno de fragilidades que, a pesar de su imperfección, puede aspirar a una unión plena contigo. Recuérdame, Señor, que este camino no lo recorro solo; que cada paso hacia Ti es inspirado y sostenido por Tu gracia y Tu amor incansable. Dame la sabiduría para reconocer que, incluso en mis momentos más oscuros, Tú estás allí, guiándome, llamándome y transformándome. 

Hoy te entrego mi ser, mis dudas, mis debilidades y mis anhelos. Confío en que Tú harás en mí lo que no puedo hacer por mí mismo. Que mi vida, Señor, sea una alabanza continua a Tu nombre y un reflejo de Tu obra perfecta. 

Con amor eterno y una esperanza que nunca se apaga. 

Tu hijo que busca encontrarte en la plenitud de su ser.

 

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo


lunes, 12 de mayo de 2025

Amor y aceptación

 



Acóplate a las cosas que te han tocado en suerte; asimismo, ama a los hombres que el destino te ha puesto delante, pero hazlo de verdad.

MARCO AURELIO

jueves, 1 de mayo de 2025

Ama, acepta, respeta

 


Ama, acepta, respeta

 

El mundo que habitamos es un reflejo de nuestras acciones y pensamientos. No es un lugar estático ni ajeno a nuestras intenciones, sino una constante construcción de lo que sembramos en cada interacción, en cada gesto, en cada palabra. Somos los creadores de nuestro mundo.

De todo lo que podemos aportar a la vida, tres pilares sostienen la armonía entre nosotros: amar, aceptar y respetar. Son verbos sencillos, pero su impacto es profundo. Aplicarlos con sinceridad transforma la manera en que vivimos, en que nos relacionamos, en que entendemos y en que somos entendidos. 

El amor es el principio de todo acto noble, el motor que nos impulsa a conectar, a cuidar, a ofrecer lo mejor de nosotros. No se trata solo del amor romántico, sino de una manera de estar en el mundo. Amar es ver con bondad, actuar con ternura, ofrecer comprensión. 

Cuando una persona ama, no tiene espacio para el daño. ¿Cómo podría? El amor, en su esencia más pura, es generoso y desinteresado. No humilla ni hiere. No es egoísta ni posesivo. Es un estado de apertura, de entrega, de preocupación genuina por el bienestar del otro. 

Sin amor, el mundo se endurece. Se llena de frialdad, de indiferencia, de pequeños gestos de descuido que, acumulados, crean grietas en nuestras relaciones. Pero cuando el amor está presente, hasta los momentos más difíciles pueden ser llevados con calma, con paciencia, con dulzura. Amar es sostener sin exigir, es acompañar sin poseer. 

Nos enseñan desde pequeños que el amor es importante, pero rara vez nos enseñan cómo aplicarlo más allá de las relaciones personales. Amar no es un sentimiento, es una energía, que nos imprime el carácter para actuar con bondad, para mirar con comprensión, para escuchar con atención. Amar es el principio de una vida en paz, dentro y fuera de uno mismo. 

Y si amas, aceptas, sin más. Aceptar no significa estar de acuerdo con todo ni justificar lo injustificable. La aceptación no es resignación, sino un acto de respeto por la diversidad, por la diferencia, por los caminos que no son los nuestros. 

Cada persona es un universo complejo, un cúmulo de vivencias, pensamientos y emociones que han moldeado su forma de ver el mundo. Aceptar es reconocer que no hay una única manera de existir, de pensar, de actuar. Es entender que la historia de cada quien tiene matices que quizás nunca comprendamos del todo, pero que merecen ser respetados. 

Cuando aceptamos, dejamos atrás el impulso de criticar, de señalar, de juzgar. La crítica constante no solo lastima a los demás, sino que nos atrapa en una espiral de descontento. ¿De qué nos sirve vivir esperando que todos piensen, actúen y sean exactamente como creemos que deberían? La vida es, y punto. Y es más rica cuando aprendemos a mirar sin condenar, cuando aceptamos sin imponer, cuando entendemos sin exigir cambio inmediato.

Aceptar no implica que todas las decisiones sean correctas, ni que todo lo que ocurre sea justo. Pero sí implica soltar el peso del juicio innecesario, el que nace de la falta de empatía, de la incapacidad de ver más allá de nuestras propias perspectivas.  

Cuando aprendemos a aceptar, nuestra energía cambia. Nos volvemos menos rígidos, menos hostiles. Aprendemos que la diversidad no es una amenaza, sino una riqueza. Aceptamos las diferencias sin sentirnos atacados por ellas. Aceptamos la vida con sus contrastes, sus contradicciones, sus sorpresas. 

          Si el amor construye y la aceptación libera, el respeto es el pilar que sostiene cualquier convivencia. Sin respeto, las conexiones humanas se deterioran, la comunicación se envenena, los conflictos surgen sin remedio. 

Respetar es reconocer el valor del otro. Es entender que, aunque no compartamos sus ideas, merece dignidad, merece voz, merece espacio. Es la actitud que permite la paz, que evita el conflicto innecesario, que nos recuerda que todos somos parte de algo mayor. 

El respeto no es una cortesía ocasional, sino un principio que debería guiarnos siempre. Respetar implica escuchar sin interrumpir, entender sin desestimar, permitir sin imponer. No exige que todos pensemos igual, pero sí demanda que tratemos a los demás con consideración. 

En un mundo donde la agresión verbal y el desprecio se han convertido en herramientas comunes, el respeto es una luz que equilibra las diferencias. Nos da la capacidad de disentir sin odio, de discutir sin herir, de coexistir sin destruir. 

Cuando respetamos, todo está bien. Porque en el respeto hay espacio para el amor, hay lugar para la aceptación. Nos permite vivir sin miedo, sin la necesidad de imponer nuestras ideas sobre los demás. Nos da libertad, nos da paz. 

Cuando alguien decide amar, aceptar y respetar, está eligiendo un camino de paz. No significa que todo sea fácil, ni que los conflictos desaparezcan por completo. Pero sí significa que, al enfrentarlos, lo hacemos desde la empatía, desde la paciencia, desde la voluntad de entender en vez de condenar. 

Amar nos vuelve cálidos, accesibles, confiables. Aceptar nos libera del peso del juicio, del agotamiento de la crítica constante. Respetar nos permite convivir sin temor, sin imposiciones, sin violencia. 

Si cada persona aplicara estos principios, el mundo cambiaría radicalmente. La convivencia sería más armoniosa, los conflictos se reducirían, las relaciones serían más auténticas. Pero más allá del impacto social, vivir bajo estas premisas también transforma nuestra paz interior. Nos permite descansar, soltar la carga de la hostilidad, encontrar alegría en la simpleza de cada día. 

Porque cuando amas, aceptas y respetas, no solo transformas tu entorno: te transformas a ti mismo. 


lunes, 21 de abril de 2025

Libre albedrio

 


      Querido hijo:

    Terminabas tu carta diciendo que anhelas creer en el propósito que Yo tengo para vuestras vidas. Este propósito, hijo mío, es uno compartido entre vosotros y Yo; es un propósito doble y profundamente espiritual. Primero, cuando el alma desciende a la materia, confinada en un cuerpo físico, su misión es reconocer su divinidad inherente y la hermandad con las otras almas que coexisten en esta experiencia terrenal. Segundo, y no menos importante, aprender a amar como Yo os amo: de manera incondicional, plena y eterna.

Reconocer y aceptar vuestra divinidad es una labor personal e íntima. Es un sendero solitario que cada uno de vosotros debe recorrer. Sin embargo, no os he dejado desprovistos de ayuda. Contáis con dos guías. Una de ellas reside en vuestro interior: es la intuición, esa voz delicada que susurra en lo profundo de vuestra conciencia, pero que a menudo pasa desapercibida debido al ruido constante que generan vuestros propios pensamientos. La segunda guía proviene de fuera: son las enseñanzas y los consejos ofrecidos por las religiones, todas las cuales, en su esencia, buscan acercaros a Mí, aunque empleen caminos distintos.

Para llegar a todas estas conclusiones, debéis utilizar vuestra mente. La mente es una herramienta poderosa, pero también puede ser caprichosa. Si la dejáis actuar sin control, puede conduciros por caminos oscuros y tortuosos. Dominarla es esencial, y paradójicamente, el único instrumento capaz de someterla es la propia mente. Sí, hijo mío, sé que parece un enigma, pero la fuerza de la mente bien dirigida es también la clave para dominarla.

A menudo os preguntáis por qué permito el sufrimiento y el dolor en vuestras vidas. Permíteme explicarlo de forma sencilla. Yo soy responsable de la Creación; y como la Creación es demasiado vasta para ser comprendida por vuestra mente, imagina una tarta de cumpleaños. Si tomas una porción y la desmenuzas, descubrirás que cada miga conserva el mismo sabor y esencia de la tarta original. Pues bien, si Yo soy la tarta, cada una de esas migas es un alma, creada a Mi imagen y semejanza. Mi papel como Creador termina allí, ya que cada alma tiene libre albedrío desde el primer instante de su existencia.

El alma elige encarnarse en un cuerpo físico, y también elige el aprendizaje que desea alcanzar en esa vida. Vuestras victorias y derrotas son partes esenciales de esa experiencia humana, todas ellas inscritas en un Gran Plan, diseñado cuidadosamente para cada una de las almas que transitan por la materia. Este Plan de Vida no es aleatorio; es vasto, intrincado y abarca tanto vuestro pasado eterno como vuestro presente y futuro infinitos. Cada experiencia en vuestra vida tiene un propósito; cada desafío, cada alegría y cada tristeza forman parte de vuestro crecimiento espiritual.      

Las emociones que experimentáis -ya sean alegría, dolor o sufrimiento-no son más que la respuesta de vuestra mente ante los acontecimientos. Comprendo, más de lo que imaginas, el dolor que puedes sentir ante la enfermedad o pérdida de un ser querido. Pero recuerda, esas experiencias no son castigos, sino oportunidades de aprendizaje, crecimiento o, en ocasiones, para redimir deudas kármicas.

Es fundamental trabajar los pensamientos y buscar la serenidad mental. Si aceptáis las circunstancias con amor y fortaleza, en lugar de resistirlas con sufrimiento, os liberaréis del peso emocional que os detiene y podréis entregar lo mejor de vosotros mismos, tanto para vuestro bienestar como para el de quienes os rodean.

La clave es el amor. Aprende a amar como Yo os amo, y descubrirás el propósito más profundo de tu existencia.

          Con todo mi amor.

CARTAS A DIOS-Alfonso Vallejo


jueves, 3 de abril de 2025

Conectar con el corazón y elegir

 


Conectar con el corazón y elegir

 

Querido hijo:

Tienes toda la razón cuando dices que la mente humana no está capacitada para entender todas las respuestas, sobre todo aquellas que no tienen relación con la materia, que están fuera del espacio conocido o que no pueden ser medidas con un reloj de tiempo porque su medida siempre es “ahora”.

Sé de tu afán por saber y conocer que hay al otro lado de la vida, pero…, contesta una pregunta, ¿para qué te serviría ese saber?, ¿tú crees que conocer las actividades que realiza el alma cuando se encuentra en el espacio “entre vidas”, sería de utilidad para tu trabajo en la materia?, ¿te ayudaría a tener más paciencia?, ¿cambiarían en algo tus terapias?, ¿cambiarías la receta de los garbanzos?

Voy a contestar, por ti, esas preguntas: No te serviría para mejorar en las actividades que realizas en la materia. Entonces, si no lo vas a entender y no te va a ser útil, ¿para qué insistir? Olvida el tema y enfócate en lo que, además de conocido, es imprescindible para tu crecimiento y tu desarrollo espiritual.

Conociéndote como te conozco sé que has hecho una pausa después de leer que te enfoques en lo que es imprescindible para tu crecimiento y tu desarrollo espiritual. Ahora vienen tus preguntas y tus quejas, Te estoy escuchando “¿qué es imprescindible para mi crecimiento y desarrollo espiritual?, si nos lo dijeras claro no estaríamos dando tumbos por la vida preguntándonos que hacer”.

Tengo que contestar lo de siempre: Sabes, perfectamente, lo que tienes que hacer. Sin embargo, te voy a recordar eso que sabes: El trabajo para tu crecimiento y tu desarrollo espiritual es hacer felices a los que te rodean, en todo momento y en cualquier circunstancia.

 No se trata de que les enseñes a meditar, de que les des una clase magistral de yoga o les recomiendes algún libro de crecimiento personal. Se trata de aceptarlos como son, sin esperar de ellos que satisfagan tus más íntimos deseos o tus expectativas sobre lo que esperas de ellos. Se trata de que les enseñes con tu ejemplo. Por eso tienes que ser amor, bondad, paciencia, tolerancia y comprensión.

Cada ser humano se encuentra en su propio proceso evolutivo. Cada uno se encuentra en un nivel diferente y, por lo tanto, también es diferente su proceso de comprensión. No debes juzgar a ninguno de tus hermanos. Por dos razones. La primera porque nadie ha venido a hacer de juez, (ni yo mismo, que soy el Creador, lo hago), y, la segunda, porque el juicio lo realizarás desde tu perspectiva, cuando la suya puede ser muy diferente. Por eso has de aceptarlos como son.

Seguro que más de una vez has oído o leído la frase: “Si juzgas a un pez por su habilidad para trepar a los árboles, pensará toda la vida que es un inútil”. Aplícala en tu vida para todas las personas que te rodean. Cada persona es muy hábil para alguna actividad y completamente nula para otras. No todos pueden pasar por el filtro de “tu rasero”. Tu rasero solo es para ti. Recuerda que, a ti, no te gusta que te juzguen, ¿por qué les iba a gustar a los otros tu juicio?

Para aceptarlos, sin juzgarlos, has de comprenderlos. Colocarte en sus zapatos y caminar con ellos, por un tiempo. Tienes que cultivar la paciencia. Mientras aun te falle la comprensión has de echar mano de la tolerancia. Y, por último, saber perdonar, si en algún momento te sientes ofendido.

Vuelve a imaginar que todos los que te rodean son bebés con una semana de vida. ¿Qué necesitan de ti?, necesitan amor, aceptación, comprensión, paciencia, tolerancia y ayuda. Haz eso con todos tus coetáneos y estarás creciendo a pasos de gigante. ¿Qué esperarías tú de esos bebés?, nada, ¿verdad? Pues es lo mismo que tienes que esperar de los que te rodean, nada.

Aquello que tú quieres recibir, dalo a manos llenas, sin ocuparte de más.

Has podido comprobar que es muy fácil contactar conmigo cuando estás en meditación.

Percibir mis señales es muy sencillo, sólo tienes que permanecer en silencio y atravesar el espacio que existe entre tu pensamiento y tu sensación. Sólo tienes que aparcar el pensamiento y centrar la atención en el corazón. Ahí vivo Yo en vosotros. Y para llegar no vale escuchar discursos llenos de amor, ni asistir a misas donde se hable de Mi. El ser humano ha de encontrarme en solitario. Sin embargo, así como no vais a salir en la búsqueda de un tesoro si no se sabe que existe, habéis de tener el pleno convencimiento de que Yo habito en vuestro interior para establecer contacto.

Te amo hijo mío y te bendigo.

 CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo


domingo, 9 de marzo de 2025

Nunca dejes de decir "Te amo"

 


El amor es un regalo precioso que no debemos dar por sentado. Cada día que pasa es una oportunidad única para expresar nuestros sentimientos más profundos a aquellos que atesoramos. Nunca dejes de decir "Te amo", pues no sabes si será la última vez que tendrás la oportunidad de hacerlo.

La vida es impredecible y frágil. En un instante, todo puede cambiar. Por eso, es crucial aprovechar cada momento para demostrar nuestro afecto. No esperes a ocasiones especiales o momentos "perfectos" para expresar tu amor. Cada día, a cada instante, tienes la posibilidad de hacer que alguien se sienta querido y valorado.

Expresar amor no se limita solo a las palabras. Puede manifestarse de innumerables formas: una caricia, una sonrisa, un gesto de apoyo, o simplemente estar presente. Cada acto de bondad y consideración es una forma de decir "Te amo" sin pronunciar una sola palabra.

Recuerda que el amor es como una planta que necesita cuidado constante para florecer. Al expresar tu amor regularmente, no solo nutres tus relaciones, sino que también cultivas tu propio bienestar emocional. Estudios han demostrado que expresar afecto puede mejorar tu salud física y mental, reduciendo el estrés y fortaleciendo el sistema inmunológico.

No temas parecer repetitivo o exagerado. El amor genuino nunca se desgasta por ser expresado con frecuencia. Al contrario, cada "Te amo" reafirma el vínculo especial que compartes con tus seres queridos.

Imagina cómo sería tu vida si supieras que hoy es tu último día. ¿Qué dirías a tus seres queridos? ¿Qué gestos de amor harías? Vive cada día con esa intensidad y consciencia. No dejes para mañana lo que puedes expresar hoy.

El amor tiene el poder de transformar vidas y sanar heridas. Tus palabras y acciones de amor pueden ser el rayo de luz que alguien necesita en su día más oscuro. Nunca subestimes el impacto positivo que tu amor puede tener en los demás.

En un mundo que a menudo parece frío e indiferente, tu expresión de amor puede marcar la diferencia. Sé generoso con tus "Te amo", con tus abrazos, con tu tiempo y atención. Estas son las verdaderas riquezas de la vida.

Al final, lo que más lamentamos no son las palabras que dijimos, sino aquellas que dejamos sin decir. No permitas que el miedo o la vergüenza te impidan expresar tus sentimientos. El amor es valiente y se fortalece con cada expresión sincera.

Haz del amor tu prioridad diaria. Que sea lo primero que expreses al despertar y lo último antes de dormir. Llena cada día con pequeños actos de amor y palabras de afecto. Porque en el gran esquema de las cosas, es el amor lo que verdaderamente importa y perdura.



sábado, 1 de marzo de 2025

Dos caminos para llegar a Dios

 


Dos caminos para llegar a Dios

         Existen básicamente dos caminos para alcanzar la unión con Dios: la senda externa y la senda interna o trascendental. La senda externa consiste en la actividad correcta: amar y servir a la humanidad con la conciencia centrada en Dios; la senda trascendental es esotérica y se basa en la meditación profunda.

Por la senda trascendental tomarás plena conciencia de todo lo que no eres y descubrirás aquello que eres: “No soy el aliento, ni el cuerpo, ni los huesos, ni la carne. No soy la mente, ni el sentimiento. Soy Aquello que está tras el aliento, el cuerpo, la mente y el sentimiento”.

Cuando te remontas más allá de la conciencia de este mundo, sabiendo que no eres el cuerpo ni la mente y, sin embargo, más consciente que nunca de que existes, experimentarás esa divina conciencia que es lo que en verdad eres. Eres Aquello que da origen a todo cuanto existe en el Universo.

¿Por qué no indagas más allá de la oscuridad de los ojos cerrados? Es allí donde debes explorar. “Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” (Juan 1:5). Inmensas luces y fuerzas cósmicas están actuando allí.

Paramahansa Yogananda


lunes, 13 de enero de 2025

Hoy es tu cumpleaños y no estás

 


          Hoy es tu cumpleaños, pero no podemos celebrarlo. Ya no estás, te fuiste de mi lado hace casi tres meses, exactamente dos meses y veintidós días. Un cáncer se encargó de separarnos.

          Aunque un loco vestido de blanco, al que acudí para aliviar mi dolor, me dijo que no habías muerto, que estabas más viva que antes, que solo había muerto tu cuerpo, pero tú, la que piensas y la que amas, estás viva, sin dolor, sin edad, sin hambre, sin sueño, sin sufrimiento, viviendo la alegría y el Amor de manera permanente.

No le abofeteé porque no tenía fuerzas y, supongo que envalentonado porque le seguía escuchando, aun dijo más: dijo que podías verme a cada instante, dijo que cada noche nos volvíamos a reunir y que hablábamos y que me decías que dejara de sufrir, que ahora eras feliz plenamente y que me amabas con mucha más intensidad que cuando estabas conmigo, dijo que veías mis emociones y hasta mis pensamientos

Como esa parte en la que me decía que ahora eres plenamente feliz y que me amas con más intensidad, me gustó, le presté un poco más de atención, mientras pensaba: “si ve mis emociones y mi pensamiento podrá ver cuanto la amaba y cuanto la añoro”.

Ese pensamiento lo expresé en voz alta y el sanador me dijo: todo es energía. Ella lo es ahora aun más y los pensamientos y las emociones que también lo son, no tienen ningún secreto para los que están al otro lado.

La verdad, desde ese momento, ya no me parecía tan loco, y le observaba mientras hablaba. Es un hombre mayor y desprendía bondad, su aspecto era sereno, hablaba bajito como si tú estuvieras dormida y tuviera miedo despertarte, parecía emanar respeto por cada poro de su piel, respeto hacia ti, respeto hacia mí, respeto hacia todo.

Posiblemente tenía razón, aunque me costaba creerle, porque nunca nadie me había dicho tales cosas. Yo creía en la resurrección de los muertos, al final de los tiempos, como me habían enseñado en la iglesia desde que tengo uso de razón. Así que, si esto que dice es verdad, no podrá resucitar nadie, porque nadie está muerto.

Y aun dijo algo más: Personalmente creo que es ahora cuando estamos muertos y, si me apuras, podríamos decir que estamos en el infierno, porque esto que tú estás pasando, ¿no es un infierno?

-   Está claro que la amabas -sentenció- Por lo tanto, si la amabas con tanta intensidad seguro que deseas lo mejor para ella.

-      La amaba y la amo -respondí- y por supuesto que siempre deseé lo mejor para ella.

-       Pues que mejor -respondió- que estar al lado de Dios.

Sali de su consulta mucho más aliviado, relajado, en paz. Con una meditación bajo el brazo para realizar cada día,

-  Para que la hagas, me dijo, cada día, así podrás entrar en tu interior y reencontrarte con ella en tu silencio.

Concerté una nueva cita para la semana siguiente. Tenia ganas de volver para saber más de la vida y, también, de la muerte.

Seguiré pensando en ti, aunque creo que más serenamente. Te amo.

 

 


domingo, 12 de enero de 2025

Fragilidad

 




El 20 de febrero de 1994. Carl Sagan publica uno de los libros más importantes de divulgación científica: “Un punto azul pálido”. Esta obra se basaba en la imagen tomada el 5 de febrero de 1990 del Voyager 1 en la que se veía la Tierra desde 6.000 millones de kilómetros, la más lejana de la historia.

La instantánea, considerada por la NASA como una de las más importantes de la historia, lejos de quedarse en una anécdota, comenzó a verse como un reflejo de la presencia del humano en el universo: ínfima. Con un tamaño de apenas “0,12 píxeles”, la Tierra no se veía más que como un punto sin importancia dentro de un vasto campo de estrellas. Su brillo sin particularidad y su presencia irrelevante, convirtieron la fotografía, casi, en un tratado filosófico:

En “Un punto azul pálido” escribía Carl Sagan: “Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él, todos los que amas, todos los que conoces, todos los que alguna vez escuchaste, cada ser humano que ha existido, vivió su vida”.

Si. En ese punto azul, en la inmensidad del cosmos, donde las estrellas pueden relatar historias de eternidad, vive el ser humano: un ser pequeño, frágil y vulnerable que, sin embargo, se cree el centro del universo.

La fragilidad humana es un delicado entramado de emociones, recuerdos, deseos y miedos, que se despliega en cada suspiro y en cada latido. Suspiros y latidos que pueden concluir en un instante, sin previo aviso, porque el ser humano nunca sabe cuando será el último día de su viaje en ese punto azul que le lleva, parece, a ninguna parte.

Pero no es así. Aunque viaja con la Tierra, no es esta la que le está llevando, es el propio ser humano el vehículo y su corazón el conductor. El ser humano sí que está realizando un viaje: El viaje de vivir. Con un destino, para él, desconocido, con una duración desconocida, con compañeros de viaje desconocidos, con situaciones desconocidas.

Y cada amanecer, para cada ser humano, que llega a ese nuevo día, es una página en blanco que espera ser escrita, olvidándose de su fragilidad y vulnerabilidad, guiado por ¿su corazón?, ¿por las estrellas?, ¿por su ego?, trata de avanzar a través de la incertidumbre.

La fragilidad humana no es solo física. Es cierto que puede desaparecer en cualquier momento, sin embargo, mientras está presente, con mucha facilidad, sus corazones pueden romperse, las mentes pueden nublarse y los sueños pueden desvanecerse ante los embates del destino, llenando de nubarrones su existencia. Esa es mayor fragilidad.

En los momentos más oscuros, cuando el peso de la existencia parece insoportable, es cuando la luz interior brilla con más intensidad. La fragilidad humana es un recordatorio constante de nuestra humanidad compartida. Nos muestra que, a pesar de nuestras debilidades, tenemos la capacidad de levantarnos, de sanar y de crecer. Cada cicatriz es una marca de resiliencia, cada lágrima una prueba de nuestra capacidad para sentir y perseverar.

Así, la fragilidad humana no es una debilidad, sino una fortaleza oculta. Nos recuerda que somos seres de carne y hueso, sí, pero también de sueños, de valor, de fortaleza y esperanzas. En cada gesto delicado, en cada acto de compasión, revelamos la esencia misma de nuestra humanidad: un ser que, a pesar de su fragilidad, posee una capacidad infinita para amar, crear y transformar el mundo que lo rodea.

Porque a pesar de ser más pequeños que un grano de arena y de nuestra fragilidad, tenemos un destino y una misión que cumplir: Amar, crear y transformar el mundo que nos rodea.

 


domingo, 24 de noviembre de 2024

El perdón de Dios

 


Paseando por la ciudad, nos dimos de bruces con la catedral. Surgió de repente, majestuosa y solemne, en medio del bullicio urbano. Sus torres se alzaban desafiando al cielo, como si quisieran rozar las nubes con sus pináculos góticos. La fachada, una sinfonía de piedra tallada, estaba adornada con estatuas de santos y querubines que parecían cobrar vida bajo la luz del atardecer.

La catedral, construida en el siglo XII, es un testimonio del ingenio y la devoción de generaciones de artesanos y fieles. Sus muros de piedra caliza fueron erigidos con esfuerzo titánico, cada bloque colocado con una precisión casi divina. Los vitrales, intrincadamente coloreados, proyectaban un caleidoscopio de luz al interior, bañando las paredes y los bancos en un resplandor casi místico.

El campanario, con su robusta estructura, albergaba campanas cuyo tañido resonaba a kilómetros de distancia, marcando el paso del tiempo y llamando a los fieles a la oración. En el interior, el aroma a incienso y cera derretida llenaba el aire, mientras que el eco de los pasos reverberaba por las bóvedas y los arcos, creando una atmósfera de reverencia y recogimiento.

Cada rincón de la catedral contaba una historia de fe y perseverancia. Desde los capiteles de las columnas, esculpidos con escenas bíblicas, hasta el altar mayor, donde el oro y la plata relucían bajo la luz de los candelabros, todo hablaba de un pasado glorioso y una dedicación inquebrantable. Así, en medio de la ciudad moderna, la catedral se erguía como un faro de espiritualidad y arte, un lugar donde lo divino y lo terrenal se entrelazaban en perfecta armonía.

Era la hora de la misa y en el altar mayor, un sacerdote, bastante entrado en años, dirigía el oficio, de manera rutinaria. Eran tantas las misas que debía de haber oficiado que no necesitaba leer, todo lo sabía de memoria y lo recitaba como un papagayo repite sus palabras recién aprendidas.

En el púlpito, otro sacerdote daba instrucciones a los pocos fieles que seguían la misa, casi todos tan entrados en años como el oficiante. Fue este sacerdote desde el púlpito quien comenzó la homilía, mientras el oficiante se sentaba como un espectador más para escuchar a su compañero.

"Tienen que pedir perdón a Dios por sus pecados", fue el inicio de una plática que parecía tomar un rumbo demasiado siniestro. Mi hijo, de 10 años, que me acompañaba, me preguntó de inmediato:

—Papá, ¿Dios nos perdona siempre?

—Dios no necesita perdonar, hijo mío —le contesté a mi hijo, como si siguiéramos una conversación que solíamos tener con frecuencia—, porque ya te he dicho en muchas ocasiones que no se ofende nunca, y donde no hay ofensa no es necesario el perdón.

—Y entonces —siguió mi hijo, poniendo cara de extrañeza—, ¿por qué este señor habla de ofensa, de pecado, de infierno y de perdón?

¡Qué difícil me lo estaba poniendo! ¿Cómo le explicaba que todas las religiones eran una asociación de personas con las mismas creencias, que enseñan verdades parciales e interesadas, estando muy alejadas de la Verdad, que solo está en posesión de Dios?

—Pero tenía que intentarlo: Las religiones son, en esencia, intentos humanos de entender a Dios, de dar sentido a lo que está más allá de algo que no podemos entender, porque no lo vemos. A través de ritos, como esta misa, y de enseñanzas, buscan guiar a las personas hacia una vida más espiritual y moral, básicamente, enseñan a actuar con bondad. Sin embargo, estas enseñanzas, a menudo, reflejan interpretaciones humanas de lo divino, influenciadas por las culturas y contextos en los que se desarrollan.

>> El concepto de pecado y perdón es una de esas interpretaciones. Se basa en la idea de que los seres humanos, en su imperfección, a veces actúan de maneras que se consideran contrarias a la voluntad de Dios. La necesidad de pedir perdón surge de la idea de reconciliación, de volver a alinear nuestras acciones y pensamientos con lo que se percibe como divino y correcto.

>>No obstante, algunas personas, como nosotros, creen que Dios, en su infinita sabiduría y amor, no tiene necesidad de perdonar porque nunca se siente ofendido. Según esta creencia, el perdón es más una necesidad humana que divina. Es un proceso de sanación personal. Algo para sentirnos bien con nosotros mismos. Enseñar sobre el pecado y el perdón puede ser una manera de ayudar a las personas a reflexionar sobre sus acciones y motivarlas a mejorar, aunque a veces pueda parecer que nos hacen culpables y nos hace sentirnos mal.

>>No hay que seguir los pasos de una religión.

>> La verdadera espiritualidad, es una búsqueda personal y continua de entender y vivir según lo que uno percibe como divino. En este camino, es crucial cuestionar, aprender y crecer, reconociendo que la Verdad, en su forma más pura, es algo que tal vez nunca comprendamos completamente, pero hacia lo cual siempre nos esforzamos por acercarnos.

No creo que me haya entendido, aunque espero vivir lo suficiente para ir explicándole, cuando la ocasión lo permita, que Dios es Amor y que eso es la misión de nosotros, los seres humanos, en la vida: amar como Él nos ama.


domingo, 23 de junio de 2024

Eres tú

 


Cuidado con lo que piensas, cuidado con lo que sientes, cuidado con lo que dices, cuidado con lo que haces.

Imagina que la persona que está delante de ti, eres tú misma.

Piensa, siente, habla y haz lo que te gustaría que pensaran, que dijeran y que sintieran de ti, y que hicieran para ti.


viernes, 21 de junio de 2024

Un propósito mayor

 


Puede parecer que estamos solos con nuestras circunstancias, o que nuestro destino depende de una decisión a la que no tenemos alcance, o que las cosas que hacemos cada vez salen de mal en peor.

A pesar de nuestros ruegos, las situaciones no cambian. No parece haber una salida.

Pero no es así. Cada acontecimiento, por nimio que nos parezca esta perfectamente organizado y planificado, por nosotros, antes de llegar a la vida.

A veces, enfrentamos situaciones desafiantes o dolorosas, pero solo son  parte de nuestro viaje hacia el amor incondicional. El aprendizaje y el crecimiento personal a menudo ocurren en medio de las dificultades. Es como si estuviéramos escalando una montaña en un videojuego y cada paso tiene un propósito: completar el nivel.

Es justamente esa desastrosa situación la que habíamos previsto para conseguir avanzar en nuestro peregrinaje hacia el amor incondicional. Algo que no es material y que, una vez conseguido, hará que cambie, por completo, la situación.

En cuanto al tiempo que va a durar la adversidad que nos envuelve, no es solo una cuestión de cronología. El aprendizaje y la evolución espiritual no están atados a un reloj. A veces, el camino puede sentirse solitario y desértico, pero no estamos solos, porque Dios está con nosotros en todos los jugares y durante todo el tiempo.

La fe y la esperanza de que eso es lo que necesitamos en este momento, nos sostienen incluso cuando todo parece oscuro.

    Recuerda, por tanto, que nuestras circunstancias, decisiones y destino están entrelazados. Aunque no siempre entendamos, completamente, el propósito detrás de cada situación, podemos confiar en que hay un propósito mayor en juego. Así que sigamos avanzando, aprendiendo y buscando ese amor incondicional que transformará nuestra realidad.