El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 24 de mayo de 2011

Identificación

            Llevo tiempo meditando sobre la frase “no somos el cuerpo”, y me doy cuenta de que las palabras, o el pensamiento, que  se manifiesta como palabra, aunque expresen claramente el objetivo de que no somos el cuerpo, son un obstáculo más que una ayuda. Y llego a esa conclusión porque justo al terminar mi meditación, el cuerpo me dice que necesita comer, y que siente dolor en una rodilla por la postura de la meditación, y que siente cansancio de pies después de caminar horas, y que el cuerpo vuelve a pedir comer al cabo de pocas horas, y por la noche, cansado, quiere dormir.

            Es decir, durante una hora, al amanecer, trato de sentir que no soy cuerpo, que soy un alma, y durante las dieciocho horas que permanezco despierto, el cuerpo me está indicando que está ahí, que necesita cuidados.

            Y me pregunto: Si yo, que tengo la voluntad de meditar cada día para desligarme del cuerpo, tengo que hacer esfuerzos para vivir como alma, ¿cómo se van a identificar como almas aquellos que ni tan siquiera tienen la duda razonable de que son seres divinos?, ¿Cómo van a vigilar sus acciones para tratar de conocerse cada vez más, si creen firmemente que son lo que piensan?, ¿Cómo se les va a hablar de lucha, esfuerzo o disciplina?, ¿Para conseguir qué?, ¿La liberación?, ¿La felicidad?,

            Muchos de vosotros/as, sabéis, igual que yo, que es así, que hasta que no vivamos como alma, hasta que no seamos Amor, no vamos a alcanzar esa liberación. Liberación que no sabemos muy bien que es, pero que podríamos explicar como el “no retorno” a la Tierra, el final de nuestras encarnaciones, la continuidad de nuestro trabajo en otro lugar. Pero ¿Qué trabajo?, ¿Cuándo se acaba esto?, además, si mi vida ha sido un paseo por un jardín de rosas, ¿Por qué no volver?, ¿Adonde hay que ir?

            Amigos míos, hay que volver al seno divino. Pero nuestra mente racional no puede entender esto, entre otras razones porque no quiere perder su individualidad, ella quiere seguir existiendo y dominando. A mí sólo se me ocurre una manera de explicarlo: Somos como esa gota de agua que el aire desprende de una ola. Mientras sea gota, tiene vida independiente, como nuestra vida dentro del cuerpo, individual, creyéndonos el ombligo del Universo, juzgando a diestro y siniestro e indicando a otros como nosotros, que han de hacer y cómo deben hacerlo. Pero llega un momento que la gota cae, y vuelve a formar parte de la grandeza del océano. Así es nuestra vuelta al seno divino.

            Pero para eso necesitamos entrenamiento, tenemos que empezar, poco a poco, a manifestarnos como si ya estuviéramos en ese océano de divinidad, y para eso, es imprescindible identificarse con “el océano” y no con el momento de vida independiente como gota de agua, como cuerpo. Es claro que mientras el hombre crea que es lo que está pensando y que es la imagen que le devuelven los espejos, difícilmente se va a identificar con su alma, difícilmente estará preparado para acercarse a la grandeza del océano de la divinidad.

            Sólo hay una forma de desidentificarse del cuerpo, y es permaneciendo alerta: Alerta para no juzgar, ya que los juicios sólo son el reflejo de ti mismo; alerta para no dañar de pensamiento, palabra u obra, ya que estás dañando a tu hermano que es una parte de ti, alerta para ayudar, para acompañar, para ofrecer, en resumen, alerta para amar. Así como la gota cae al océano de agua, el alma ha de llegar al océano del Amor. La gota cae al agua siendo agua, ¿Qué ha de ser el hombre para llegar al océano del Amor? Sólo ha de ser Amor.

            Recuerda las palabras de Jesús: “Todo lo que hagas a cualquiera de tus semejantes me lo estáis haciendo a Mi”. Podríamos añadir más: “Todo lo hagas a cualquiera de tus semejantes te lo estás haciendo a ti”.

domingo, 22 de mayo de 2011

Esperar....esperar

Que cansado es estar permanentemente dando explicaciones sobre lo que haces, dices o piensas esperando que te comprendan, te quieran y se alegren contigo de tus pasos.  Y que sencillo es no hacer nada de eso y vivir la vida sin preocuparnos de que pensaran, dirán o como actuará la gente que nos rodea. Desgraciadamente, estamos todavía demasiado sometidos a los juicios y opiniones de los demás. Y  menudo a cada paso que vamos a dar miramos hacia todos los lados para ver si nadie se ofenderá, si no perderemos amistades…… Y eso nos paraliza y no nos permite avanzar. Nadie nos obliga, es cierto, pero lo hacemos.

La espera, es la espera eterna de que las cosas sean como “se supone” que deberían ser. Pero claro las cosas son como son. Y son perfectas, aunque nos duelan. Además que absurdo esperar tanto cuando todos sabemos, por experiencia, que  la mayoría de las veces, nada ni nadie es cómo esperábamos. Por ello unas veces la vida nos sorprende en positivo y nos alegramos y otras nos sorprende de tal forma que “nos descoloca” (lo mal nombraríamos como negativo), pero lo que está claro es que jamás deja de hacerlo. Y está muy bien porque si todo fuera como queremos a menudo no tendríamos lo que realmente necesitamos para avanzar. Y no hablamos aquí de las cosas materiales, las que nos ocupan demasiada parte del precioso tiempo que tenemos para vivir. Ese es otro cantar.

Hablamos pues de lo que esperamos de las personas y de todo lo que esperamos recibir de ellas. Unas veces porque consideramos que hemos dado tanto que, claro, también queremos recibir. Otras porque se trata de mi mejor amigo, otras porque es la familia. Y así constantemente.  Parece un juego de a ver quién da más y siempre esperando recibir. Todo ello por supuesto trae disgustos, decepciones y hasta discusiones absurdas. A partir de ahí, a menudo pensamos e incluso podemos verbalizar  ofendidos “pues la próxima vez que pase tal cosa haré esto o aquello “ o “me voy a volver un egoísta y no pienso hacer favores a nadie”  o “cuando me llamen para visitarme diré que me marcho” o “no pienso felicitarle para su cumpleaños”………………….. Y así reaccionamos, a menudo, en caliente. Por suerte eso no sucede siempre. Porque por encima de nuestros instintos está la capacidad de perdonar, de reflexionar, de sentir que no vale la pena. Está la capacidad de Amar. Ese es nuestro trabajo, Amar por encima de todas las circunstancias. Estar allí siempre hasta para aquel que trató de ofendernos por si  un día decide regresar y acercarse a nosotros. Y si no lo hace, no pasa nada, pero hay que seguir ahí, queriendo de corazón.  Pero sin esperar, sin esperar nada de nadie.

Cuando encuentras tu equilibrio interior y te sientes en paz contigo mismo/a no necesitas estar pendiente de que harán los demás ni andar justificándote y defendiéndote permanentemente.   De la misma manera, tampoco actúas según lo que esperan ellos de ti. Eso no es amor. Es egoísmo disfrazado. Amar, por decirlo de alguna manera, es un “pack” indivisible que no depende de nada ni de nadie. Y  hemos venido para sentirlo y vivirlo, sin separaciones. No nos pongamos pues barreras nosotros mismos y dejemos de esperar. Avancemos con la vida que es puro movimiento, fluido, constante y rápido. Apenas estamos aquí unos años y algunos, muy pocos. Permitámonos pues ser, estar y  fluir con el devenir de la vida según sintamos cual es nuestro camino.

No malgastemos ya más energía esperando a…………. La felicidad está en nuestras manos,  sólo depende de uno mismo.

Entrada publicada por Elisenda Julve

sábado, 21 de mayo de 2011

Soledad humana

            En todas las religiones y filosofías nos aseguran que “el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios”. Sin embargo, si observamos las actividades humanas, estas parecen desdecir esta afirmación. Guerras, abusos, hambre, persecuciones, corrupción, explotación, mentiras; actuaciones estas, de unos hombres contra otros, que en nada se parecen a lo que Dios haría si encarnara en la Tierra. Y aun más grave es que muchísimos de los que predican que somos una imagen divina, los que tendrían que amar, que pacificar, los que tendrían que postular por la igualdad, son los que enarbolan la bandera de la discriminación.

Ante esto, bien podríamos decir que el hombre, a pesar de vivir en el seno de una gran comunidad, en la que se encuentra con toda clase de estímulos, de diversiones, de motivaciones, con toda clase de comodidades; está sólo, está realmente sólo, está desdichadamente sólo. Las razones parecen obvias, sus dirigentes sociales le engañan y le explotan, sus dirigentes religiosos, le discriminan; sus dirigentes intelectuales, le embrutecen con miserias humanas, en vez de enseñarle a pensar. ¡El hombre está sólo! Y a no ser que ese hombre haya alcanzado una evolución espiritual lo suficientemente elevada, siente el peso de su “soledad” de muy diferentes maneras: desamor, infelicidad, ansiedad, angustia, miedo.

No existe prácticamente ninguna diferencia entre el hombre de hoy, y los hombres de hace cientos de años. Si, es cierto que los avances tecnológicos de hoy no se pueden comparar con los de hace tan sólo cien años, pero ¿ha habido algún avance en el corazón humano?, ¿ha servido la tecnología para acabar con el hambre?, ¿con las guerras?, ¿han servido los avances para avanzar en el estado de felicidad? No, de nada han servido para el ser espiritual, y aun podríamos decir más, han servido para causar un grave retroceso en la espiritualidad del hombre.

Los avances tecnológicos han servido para reemplazar al hombre por la máquina, y el hombre reemplazado ¿Qué come? Los avances tecnológicos han servido para que todos comentemos en las redes sociales la injusticia del mundo, o la corrupción de los políticos, o la explotación de los banqueros, y ¿qué?, ¿sirve eso de algo para evocar el Amor en el corazón humano?, ¿sirve eso para el crecimiento y la evolución del ser espiritual?, ¿sirve eso para acercarnos a Dios, que es nuestra UNICA meta?

Aunque seamos un millón de personas unidas a través de las redes sociales, el hombre está sólo. Hay que ser consciente de esa soledad, y empezar a derrotarla. La lucha contra esa soledad, no se va a presentar en ningún foro mediático, ni en ningún campo de batalla, no se va a conseguir con los medios utilizados hasta ahora; la lucha contra esa soledad pasa por visitar el propio corazón. En el centro del corazón no existen conflictos, ni tensiones, ni miedo, ahí sólo hay Amor.

Y una vez que el hombre vive en su corazón, empezará a exportar esa tecnología, que no es nueva, que existe desde el principio de la vida. Y lo va a hacer de la única manera posible, amando, no discriminando, ayudando, compartiendo, hasta que una segunda persona aprenda a vivir en su corazón, y así ya serán dos batallando contra la soledad, y pronto cuatro, y luego ocho, y así sucesivamente hasta que la soledad desaparezca del corazón de todos los hombres. ¡Cambia tú para cambiar el mundo!, no hace falta que te unas a otros miles y vociferes, ten por seguro que así la soledad será la única ganadora.

Acaba primero con tu soledad, en la soledad de tu meditación, para alcanzar a vivir en tu corazón, en el lugar donde vas a encontrar el Amor, en el lugar donde vas a encontrar a Dios. Así tendrás claro que “el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios”, y será fácil para ti enseñar a otros hombres el camino.

jueves, 19 de mayo de 2011

Miedo a lo desconocido

                Lo desconocido asusta, da miedo, estremece. Al noventa y nueve por ciento de nosotros, nos han inculcado, o nosotros mismos hemos asumido, unos conocimientos, unas creencias, unos valores, que son nuestra brújula en la vida, que son nuestra guía, y es con ellos con los que vivimos, con los que nos relacionamos. Son el patrón con el que cortamos los retales de nuestra existencia.

            Cualquier nueva idea, nuevos pensamientos, nuevos conocimientos, otras maneras de actuar ante la vida, el desapego de lo material, cualquier cosa que se desvíe aunque sólo sea un milímetro de la senda aprendida, aterra a un porcentaje enorme de personas. Y ¿qué hacer ante esas personas? Nada, no se puede hacer nada, porque ¡Sólo es falta de amor!

El miedo es lo opuesto al amor. El amor inunda completamente el ser de la persona, no dejando espacio para nada más, ni para el orgullo, ni para la tristeza, ni para la rabia, ni para el egoísmo, ni para el ridículo, ni, por supuesto, para el miedo.

Cuando alguien se asusta ante lo desconocido, es que no existe la energía del amor llenándolo todo, y entonces aparece el miedo, miedo a perder su estatus, miedo a perder su poder, miedo al ridículo. Es seguro que en ese espacio que debía ocupar el amor, se encuentran esas otras emociones negativas, es seguro que la felicidad no es lo que define a esas personas. Y ante eso, querríamos hacer algo, querríamos ayudar a esas personas, ayudar a comprender, ayudar a despertar. Pero no podemos. Cada persona despierta cuando suena el despertador de su vida. Mientras tanto tenemos que respetar, e incluso velar su sueño.

            ¿Seguro que no podemos hacer nada? No, sólo hay que seguir el ejemplo de nuestra Madre Naturaleza, seguir ahí. ¿A cuántos no les agrada el tiempo que hace, o el color del paisaje, o el aroma de la flor o el discurrir de las aguas del rio?, y que hace la Naturaleza, nada, seguir estando. Sigue regalando el aroma de las flores, para que lo disfruten los que gozan con él, sigue su camino el río, para que se abstraigan en su corriente los que disfrutan con su discurrir, sigue luciendo el sol, y escondiéndose para que disfrutemos de la luz del relámpago. La Naturaleza no se siente ofendida nunca, Ella deja hacer, Ella sigue su ritmo, y el que quiera ver, que mire; y si alguien no quiere mirar, a la Naturaleza le da igual, Ella sigue ahí.

            Nosotros también tenemos que seguir nuestro ritmo ante aquellos que temen a todo lo que no sea su propia comodidad, su propio pensamiento, hemos de seguir ahí, sintiéndoles, amándoles, bendiciéndoles. Y cuando despierten de su sueño, que nos encuentren con los brazos abiertos, con una sonrisa, sin recriminar, sin juzgar, sin una sola crítica, ofreciendo nuestro brazo para que caminen más seguros.

            No existe nada desconocido. Cuando una persona abre sus ojos, se da cuenta de que todo es conocido, de que todo estaba planificado, de que todo es un aprendizaje, de que pasamos por la materia justo hasta el momento de abrir nuestros ojos, justo hasta el momento de despertar. Y es en ese despertar cuando somos conscientes de que somos ángeles, de que somos divinos, y de que nada hemos de temer, porque nada puede hacernos daño.

            Ama y no temerás nada.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Vueltas y más vueltas

            Es posible que haya algún problema que esté dando vueltas en tu cabeza una y otra vez, prácticamente sin descanso, tratando de buscar una solución; o que lo que esté dando vueltas en tu cabeza, no sea un problema, sino una situación determinada, que por cualquier circunstancia no entiendes, y te preguntas ¿por qué?, sin encontrar la respuesta, de la misma manera que antes tampoco llegaba la solución al problema; o que no sea ni un problema, ni una situación determinada, sino un deseo que no se está cumpliendo, o un sueño que te gustaría que se hiciera realidad, o un grano raro que ha salido en tu brazo y te mantiene a la expectativa. Sea lo que fuere, casi siempre hay un algo en la cabeza que domina a la persona, y cualquier otra cosa que aparezca en su vida, siempre va a ser vista a través del filtro de “esa cosa” que remolinea en su mente.

            La experiencia ya nos ha demostrado un sinfín de veces, que por muchas vueltas que le damos a la cabeza al sueño no realizado, al deseo incumplido, al grano que no desaparece, a la situación no entendida o al problema sin solución, va a seguir igual. Podemos darle una, mil o un millón de vueltas, que todo va a seguir exactamente igual.

Pero seguimos ahí, dándole vueltas a todo, sin parar de pensar aunque sólo sea un instante, ¿qué pasaría si una vez comprobado, que no llega la solución al problema, dejáramos de pensar en el problema?, ¿qué pasaría si una vez que vemos que el deseo no se cumple, dejáramos a un lado el deseo?, ¿qué pasaría si no perdiéramos ni un instante dándole vueltas a una situación del pasado, que está claro que ya no se puede cambiar?,  ¿qué pasaría?. ¡Compruébalo!,   Deja de manera consciente de darle vueltas al problema, deja de desear constantemente, deja de soñar, deja de ser un hipocondriaco, deja descansar a la mente durante un momento y comprueba que pasa. Tienes que comprobarlo tú, ya que de nada vale que te digamos que parar la mente es encontrar la paz, o es conseguir que se resuelva ese problema que no se resolvía pensando, o es conseguir el deseo. No, de nada vale decirlo, has de sentirlo. Nadie escarmienta en cabeza ajena.

Sólo podemos decirte, una vez más, como hacerlo: Al principio es tan difícil que se ha de ocupar la mente en alguna actividad de manera consciente, y ya que la vamos a ocupar, mejor es hacerlo con algo que nos sea provechoso, con algo que genere un tipo de energía que además vaya limpiando nuestro cuerpo energético de toda esa energía espesa, oscura y pesada que se está generando permanentemente con tantos y tantos pensamientos circulares y repetitivos. Por lo tanto, mantener la mente en algún pensamiento de amor, de comprensión, de ternura, de caridad, de compasión, de perdón, de bendición, sería la receta ideal. No creas que es difícil hacer esto: sólo tienes que, por ejemplo, bendecir a todas las personas que van pasando por tu lado, con una fórmula muy sencillita: “yo te bendigo con amor”, diciéndolo en silencio dentro de ti, y tratando de mantener la atención en tu corazón. También puedes rezar: es una manera de bendecir con una formula ya establecida, pero si te decides por la oración, no se trata de repetirlo muchas veces, se trata de sentir lo que dices cada vez que lo repites. Puedes meditar un rato cada día, en el silencio de tu soledad, o puedes meditar en movimiento, contando tus pasos por la calle, o tus respiraciones, o cantando un mantra en tu interior.

Hay tantas formulas para parar la mente, como las que tiene ella para desbocarse. Es seguro que conoces un sinnúmero de ellas para que tu cabeza no sea una jaula de grillos. Si no las utilizas, te aseguro que es porque no has sentido ni una sola vez la paz de una mente en silencio, porque cuando se aprecia esa paz, todo lo que se desea es que permanezca. ¡Está en tus manos!

domingo, 15 de mayo de 2011

Gracias

          Gracias, gracias, gracias, dar las gracias como una letanía permanente en cada situación que aparece, en cada encuentro, en cada dificultad. Debemos dar gracias instantáneamente por lo que nos aporta, aun cuando en algunos momentos las lágrimas puedan aflorar en nuestras mejillas. Respirar y bendecir a cada persona con la que nos encontramos y, especialmente, con las que sólo existe el desencuentro.

No es fácil la comprensión mutua cuando cerramos al otro las puertas de nuestro corazón y no le concedemos, ni por un instante, la posibilidad de ver, de vivir, de  tocar lo que está sintiendo. Llega el desencuentro cuando vemos al otro y le miramos extrañamente, como si el conocimiento que creemos tener de esa persona hasta un determinado momento, sea lo único que cuenta. Es como si su libertad dependiera de nosotros, de si aceptamos o no sus decisiones, su camino. Cuando todo eso ocurre podemos hacer daño, mucho daño al otro. Pero más aún es el daño infinito que nos hacemos a nosotros mismos cerrando completamente nuestro corazón instalados en la mente  que juzga, prejuzga, critica y sentencia la vida del otro. En definitiva, boicoteamos nuestra propia vida alimentando un rencor, que más  pronto o más tarde, afectará a nuestro ser emocional, físico y mental.

Si no paramos está rueda llegará el día en que, incomprensiblemente para nosotros, nos empieza a fallar todo, el trabajo, la salud, las relaciones y apenas nos soportamos  a nosotros mismos. Y entonces, nos lamentamos preguntándonos, una y otra vez, porque nos pasa esto o aquello  “si no hemos hecho nada”. Quizá es ese no hacer nada lo que ha nos llevado a ese estado.

Todo esto define hasta dónde puede llegar la incomprensión humana.

Lamentablemente vemos, demasiado a menudo, en los medios de comunicación, como el desprecio sin motivo, el prejuicio, la ignorancia puede incluso llegar a materializarse con  la muerte física del otro, sin razón, sin motivo, porque sí, sencillamente porque no está de acuerdo conmigo. Y aunque pueda parecernos  que nosotros jamás haríamos nada parecido, hay que tener claro que cada acción contra el otro siempre empieza por una incomprensión.  La transformación  del amor en odio, que está alimentado por la propia infelicidad e insatisfacción,  y que nos lleva a la rabia y a la ira incontrolada, sólo depende de uno mismo.

La parte positiva y el mayor aprendizaje que podemos hacer es que somos libres de elegir, a cada momento, amar,  rectificar y ser honestos empezando por uno mismo. Si elegimos vivir sin respeto, en la ignorancia más absoluta,  nuestras  acciones,  palabras y hechos alimentaran cada día más, nuestra propia muerte. No la física, que es una liberación, sino la muerte de levantarse cada día con un fardo de rabia, dolor y sufrimiento vano. Podemos llegar a hacer mucho daño, intencionadamente o no,  en nombre de “nuestra razón” pero nada comparado con la destrucción que nos infringimos a nosotros mismos con esas acciones.

Si estás viviendo alguna situación que te provoca sufrimiento, ya sea de rechazo o de desprecio, en definitiva, estás recibiendo desamor absoluto porque alguien decidió que eso era lo que te merecías, no te olvides de dar gracias desde tu corazón. No tiene mérito querer a quien te quiere, sino amar de corazón a aquellos que no te respetan, te ignoran, e incluso te calumnian. Dar gracias porque también son nuestros maestros y nos enseñan a Amar.

Amar es no tener que perdonarle porque no te sientes ofendido, amas a su ser de Luz, a su alma y no a su cuerpo o a su actitud, que es pasajera aunque dure toda una vida. Y, aún más importante,  si en ti no cabe ni la ira ni la rabia, no alimentarás el rencor ni  la amargura, serás feliz a pesar de.

¿Comprenderemos algún día que amar, ofrecerse a Dios, a través de los demás  no está reservado a unos cuántos? ¿Comprenderemos que cumplir con un ritual religioso, como puede ser  una boda, una comunión, un bautizo, una misa, por ejemplo,  no significa absolutamente nada sino vivimos día a día el Amor que Dios nos ofrece?

¿Tan locos estamos todos aquellos que sí creemos que la vida es un parpadeo, que estamos de paso y que hemos venido para algo más que para seguir cuatro reglas que no nos satisfacen?

Trabajar para el amor es sencillo. Tan solo es ser consciente cada día de que no estamos solos, y  dar gracias repetidamente por ello. Y  si las espinas del camino nos hacen derramar algunas lágrimas recordar que, verdaderamente sólo el Amor de Dios es eterno y sólo en Sus manos caminamos hacia la plenitud. 

Entrada publicada por Elisenda Julve.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Avanzar etapas

                Hay una cita de Lao Tse que dice: “Un viaje de mil millas empieza con un paso”. Para llegar al final de cualquier viaje es necesario dar ese primer paso, y otro, y otro, y muchos más; no vamos a llegar al final del camino, sin haber recorrido cada paso de ese camino, no hay atajos,

            Así es nuestra vida. Un día abrimos un poquito los ojos y nos preguntamos qué hacemos aquí, y leyendo, o asistiendo a seminarios, empezamos a plantearnos que la vida tiene que ser algo más, que no puede ser lo que nos han vendido, que es una sinrazón el montaje que la sociedad nos presenta, entre otras razones, o quizás la razón más importante: Es que ese montaje no nos hace felices, y no sólo no nos hace felices, sino que nos ata a una rueda de ansiedad, de angustia, de sufrimiento, de desigualdades. No puede ser bueno lo que nos enseñan nuestros educadores, nuestros políticos, nuestras religiones, nuestros periodistas, nuestra televisión; porque sólo buscan la explotación, la explotación del hombre por el hombre.
            Y en esas lecturas, o en los seminarios, o en las clases de yoga, o en las meditaciones, empezamos a comprender que la vida es un viaje, un aprendizaje, y que ese aprendizaje puede realizarse con alegría, y que aunque parece que no hay un final de viaje, si hay un camino que recorrer, y que ese camino no lo vamos a recorrer a lomos de nadie, y menos a lomos de nuestros explotadores. Ese camino, como el viaje de Lao Tse se ha de recorrer paso a paso, en solitario, sin saltarnos ninguna curva, sin tratar de engañar a nadie, ya que en ese camino no hay vigilantes, el único vigilante somos nosotros mismos, no se pueden hacer trampas en el recorrido, ya que el engaño sólo supone un paso atrás.

            ¿Cuáles son los pasos que se han de dar?  No son muchos los pasos que nos separan del final de la etapa de la vida, de cada vida, ya que cada vida es una etapa.
            Las claves para llegar al final de esta etapa, que es la que hemos elegido transitar, son:

- Desidentificarse del cuerpo.
- Sentir a tus semejantes como tus hermanos.

- Vivir desde el corazón.
           Desidentificarse del cuerpo: Si amigos míos, mientras creáis que sois ese cuerpo alto o bajo, hombre o mujer, viviréis para él, para satisfacerle. Y eso sólo va a llevaros a la separación, a defender el cuerpo y todo lo que a él esté agregado: Vuestro honor, vuestra vida física, vuestras pertenencias, vuestras creencias. Así permitiréis el sufrimiento, el vuestro y el de vuestros hermanos.

          Empieza a creer que no eres un cuerpo, empieza a creer que eres un alma, ya que ese cuerpo que te has dado es únicamente el vehículo que está, de alguna manera, transportando tu alma en este tramo del camino. Y después de tener claro lo que eres, vive como tal: El alma no necesita defensa porque es inmortal, nadie puede hacerla daño, no tiene que defender sus pertenencias porque lo tiene todo y lo tendrá para siempre, no tiene creencias porque está en posesión de la Verdad.
          Sentir a tus semejantes como tus hermanos: Tus semejantes como tú, también son alma. Al que llamas tu hermano porque ha nacido de la misma madre terrenal, sólo va a ser hermano, hermano de cuerpo, hermano del vehículo en que transitáis los dos, en la etapa de una vida. Pero el resto de tus semejantes, a los que no consideras tus hermanos, son los verdaderos hermanos, desde siempre y para siempre, porque todos venimos del mismo Padre, todos venimos del mismo Dios.  

          Aprende a sentir y a tratar a todos tus semejantes, ni tan siquiera como un hermano, sino como si fueras tú mismo. Es la única manera de no juzgar, de no explotar, es la única manera de intentar, por encima de todo, de hacer felices a todos los que te encuentres en tu camino, es la única manera de avanzar siempre adelante, porque no tendrás débitos con ninguno de tus hermanos, porque no dejarás sin resolver ninguna deuda.
          Y por último, vive desde el sentimiento que impele tu corazón. Tu mente sólo es el guardián de tu cuerpo, es la que favorece la separación, es la portadora de las creencias, es la que lleva con orgullo el estandarte del honor. Vivir desde la mente es vivir desde el cuerpo, mientras que el corazón es el garante del alma, es el garante del amor, es el faro que va a iluminar tu camino de vuelta a casa.  

lunes, 9 de mayo de 2011

La Ley del Karma

            Vivimos sujetos a leyes inquebrantables. Las conozcamos o no, creamos en ellas o no, se cumplen inexorablemente.

            Una de estas leyes es la Ley del Karma, o ley de la causa y el efecto, o ley de la causalidad. El Karma no es sinónimo de castigo, sólo es la consecuencia de nuestras acciones. Por lo tanto, no existe un Karma bueno o un Karma malo, como muchas veces escuchamos, existe el Karma y punto. El Karma sólo ajusta el efecto a la causa. Todos los pensamientos, palabras o acciones, buenas o malas, que hemos realizado en esta y en anteriores vidas, nos traerá consecuencias buenas o malas, para esta vida o para las siguientes.
            Si los pensamientos, palabras o acciones han sido malas, pagaremos por ello; pero si han sido buenas, recibiremos nuestra recompensa.

Todo está perfectamente calculado y planificado. Nada sucede por casualidad en nuestra vida. No existe la suerte, no existen los accidentes. Todos en nuestra actual existencia, estamos recogiendo lo que sembramos en nuestras vidas anteriores y a la vez estamos sembrando lo que recogeremos en las próximas. En el momento de planificar cada vida, concertamos con los Señores del Karma la cantidad de Karma de la que nos vamos a liberar.

Los Señores del Karma, son los encargados de planificar nuestra vida en la Tierra. Son los que determinan donde nacer y en qué familia, son los que determinan cada encuentro, cada situación, cada experiencia, y la cantidad de Karma de la que nos vamos a liberar. Toda esa planificación es presentada para ser aceptada o no por el ser que pronto comenzará su viaje en la Tierra. Normalmente todos aceptamos dicha planificación y venimos a la vida con una hoja de ruta debidamente marcada. Con las personas que vamos a interactuar firmamos un "contrato kármico". Nos ponemos de acuerdo en lo que cada uno le va a hacer al otro con la intención de enseñar o aprender algo. El proceso de aprendizaje es mutuo y el contrato kármico se firma de común acuerdo, pero cuando llegamos a este plano, nos olvidamos de lo firmado, y haciendo uso de nuestro libre albedrío podemos seguir la hoja de ruta marcada o desviarnos del camino.  

El Karma es la causa que nos tiene atados a la rueda de la reencarnación, al proceso de nacer y morir, una y otra vez. Mientras tengamos Karma pendiente, seguiremos en este proceso.

Pero si cada acción, del tipo que sea, genera Karma, ¿Cómo liberarnos del Karma?  La única manera de no generar nuevo Karma, es realizar cualquier acción sin ningún tipo de deseo, sin esperar ningún fruto de la acción realizada, ya que es el deseo el generador del Karma. A cada causa corresponde un efecto y a cada acción un fruto. El deseo los enlaza. Si se acaba con el deseo, si cualquier acción se realiza sin apego, ya no se generará más Karma.

Recuerda: “Quien siembra vientos, cosecha tempestades”. Así que siembra ayuda, siembra perdón, siembra colaboración, siembra alegría, siembra amor, y alcanzarás la liberación.

domingo, 8 de mayo de 2011

Meditación para sentir paz interior

Esta meditación tiene como objetivo la búsqueda de la armonía, de la serenidad y la paz interior, para liberar las tensiones, las preocupaciones y la ansiedad de la vida cotidiana.
Meditación para sentir paz interior
-          Siéntate en tu espacio de meditación.
-          Cierra los ojos.
-          Las manos apoyadas en los muslos con las palmas hacia arriba.
-          Pide ayuda: Al Dios Supremo, Padre Divino, Madre Divina, a tu Maestro Espiritual, a todos los Maestros Espirituales, a tus guías, a tu ángel de luz.
-          Ofrece los beneficios de tu meditación, a quien te apetezca, por ejemplo, envía la energía de tu meditación a los lugares donde haya guerras, allí donde se pase hambre, donde existe discriminación por razón de raza, de sexo, de creencias religiosas, ofrece los beneficios de tu meditación para que no haya ningún niño en el mundo sin una mano amiga que le guie en su crecimiento, etc.
-          Empieza a ser consciente de la respiración.
-          Respira por la nariz, y lleva la respiración abajo, al abdomen.
-          En las primeras respiraciones alarga de manera consciente la exhalación, y con cada exhalación, permite que se vaya relajando tu cuerpo, permite que vayan saliendo todas las tensiones.
-          Siente como la respiración cada vez es más lenta y el cuerpo está, cada vez,  más relajado.
-          Cuando sientas tu cuerpo relajado, comienza a sentir como con cada inhalación una corriente de energía empieza a envolver todo tu cuerpo.
-          Esa poderosa corriente de energía está trayendo a tu cuerpo armonía, serenidad y paz interior.
-          Con cada respiración date permiso para ir entrando dentro de ti, hasta lo más profundo de tu ser.
-          Quédate sintiendo, respira suave y lentamente, y siente, en la profundidad de tu ser todas las vibraciones positivas que vayan surgiendo.
-          La armonía, la serenidad y la paz están llenando completamente tu cuerpo.
-          Cuando sientas esa energía en tu interior permite que fluya y que se expanda por la habitación.
-          Imagina que por cada poro de tu cuerpo estás expandiendo la paz, la serenidad y la armonía, llenando la habitación con una luz blanca y luminosa.
-          Esa luz, esa paz, sigue avanzando hasta rodear a todas las personas que están cerca de ti.
-          Y permite que siga fluyendo esa energía hasta salir de la habitación y empiece a fluir por el edificio, por la calle, por el barrio, por la ciudad, por el país, hasta abarcar primero la Tierra y después todo el Universo.
-           Siente como ese flujo de paz te permite reconocerte como un ser divino, y reencontrarte con esa parte divina que hay en ti.
-          La energía que sale de ti esta irradiando hacia todos los seres vivos y regresa nuevamente a ti, dejándote con una sensación de paz de paz interior absoluta.
-          Te sientes completamente en paz.
-          Mantente en meditación sintiendo esa paz todo el tiempo que te apetezca.
-          Y antes de dar por concluida tu meditación, acuérdate de agradecer la ayuda que has recibido de Dios, de los Maestros, de tus guías, de los ángeles.
-          Y termina empezando a respirar más profundamente alargando la inspiración.
Es posible que con una sola meditación no notes nada, es normal. Recuerda que es necesaria la práctica, de la misma manera que es necesaria para cualquier actividad en la vida física.


sábado, 7 de mayo de 2011

La cadena de la felicidad

            Me gustaría poder hacer una encuesta con una pregunta: ¿Qué es lo más importante para ti? Antes de seguir leyendo cierra los ojos……., hazte la pregunta…….., y responde que es lo más importante para ti.
            ¿Cuál ha sido la respuesta?, ¿Tener más clientes?, ¿Que te suban el sueldo? , ¿Encontrar el trabajo de tu vida?,  ¿Qué tu pareja sea más cariñosa? Están bien, son buenas respuestas, pero reflexiona sobre esta otra respuesta: “Lo más importante son las personas, lo más importante es hacerlas felices”.
            ¿Te imaginas un mundo en el que lo más importante para cada persona fuera hacer felices a los que le rodean? En ese mundo no habría hambre, no habría guerras, no habría sufrimiento, no habría soledad ni tristeza ni pobreza, no habría odio ni rencores, no habría discriminación; sería un mundo lleno de respeto hacia el otro, hacia sus ideas y sus creencias, sería un mundo sin mentiras, sin juicios y sin críticas, lleno de paz, de alegría, de felicidad y de amor.
            Imagina que todos los que te rodean y todos los que se acerquen a ti, sólo tengan un deseo: Tu felicidad. Respetándote completamente, respetando tus ideas, respetando tu manera de ser, procurándote bienestar por encima de todo, satisfaciendo tus deseos.
            Seguramente crees que no puede ser, que es imposible, que es de ilusos pensar que pueda ser llevado a la práctica, porque siempre habrá alguien que se salga o no quiera entrar en la cadena, y abuse de los demás. Bueno…….., qué más da, siempre le podemos ignorar, sin hacerle daño, con amor. No se puede hacer feliz a quien disfruta con el sufrimiento.
            Podríamos tomarlo como un entretenimiento y llamarle “La cadena de la felicidad”, con un lema: “Yo quiero que seas feliz, y estoy seguro/a que tú también quieres que yo sea feliz”. Creo que si puede ser, ¿Por qué no lo intentamos?, ¿Por qué no intentamos todos lo que estamos leyendo esto, empezar a hacer felices a todos los que nos rodean, sin pedirles nada a cambio, haciéndoles felices porque sí? Somos unos cuantos, y nuestra siembra puede empezar a fructificar de inmediato. Y si alguno pone cara de extrañeza, le explicamos en qué consiste, o le remitimos al blog, para que entre en la cadena. No tengas en cuenta cuando te llamen loco o loca, y sigue con tu trabajo de hacer felices a cuantos se acerquen a ti. Ten presente que a todos aquellos que han trabajado para hacer del mundo un lugar mejor, también les tomaron por locos, pero ellos ignoraron esos juicios y siguieron los dictados de su corazón con humildad, con gratitud y con fe.
            Recuerda que para hacer feliz a una persona no es, normalmente necesario, invitarla a comer o regalarle una caja de bombones. Son muchas las personas que sólo necesitan que alguien las escuche, o les dé la mano, o un abrazo.
 Iniciemos la cadena desde este momento y comprobaremos cómo nuestro mundo cambia. Por cada gramo de felicidad que demos, recibiremos kilos de ella.
            No esperemos a mañana para hacer felices a los demás, para convertir cada desierto de tristeza con los que nos encontramos en “pequeños” oasis de alegría permanente.

viernes, 6 de mayo de 2011

No tiempo

            Queremos antes de empezar dejar claro que esta entrada no es una apología sobre la no existencia del tiempo. El tiempo, de alguna manera, existe, o al menos, nosotros si percibimos “el paso del tiempo”, que es lo único de lo que podemos ser conscientes, aunque no todos lo percibamos de la misma manera.
            Así que podemos decir que también el paso del tiempo es un estado de conciencia. Y si no, analiza estos ejemplos: Seguro que te ha sucedido alguna vez estar haciendo una faena farragosa, un algo que no te atrae en absoluto, estar con personas de trato difícil, por reiterativas o por cansinas, o encontrarte en una situación desagradable. En cualquiera de estos casos, seguro que has sido consciente del lento transcurrir del tiempo. Puedes mirar el reloj un sinfín de veces, y comprobar cómo los minutos no terminan de pasar, perece que se arrastren pesadamente.
            Sin embargo, cuando te has encontrado en la situación contraria, tratando con personas agradables, realizando un trabajo con agrado, o en alguna situación placentera; el tiempo parece volar.
            En los dos casos el correr del tiempo ha sido exactamente igual, sin embargo, la apreciación ha sido completamente diferente. Por lo tanto, podemos decir sin temor a equivocarnos, que el paso del tiempo para la persona, depende total y absolutamente de su estado de conciencia.
            A esto le queremos dedicar unas líneas, a la apreciación del tiempo, o a la conciencia del “no tiempo”.
            Llamamos “no tiempo”, al estado de conciencia en el que los sucesos ocurridos hace diez minutos, se encuentran a la misma distancia que los ocurridos la semana pasada, o el mes pasado, o el año pasado.
            Todos los acontecimientos pasados son eso, “pasados”, y clasificarlos por orden cronológico suponen: un desgaste inútil y la retención del libre fluir de la vida. ¿Cuál es el beneficio que se obtiene al ordenar el pasado, en cualquier nivel, ya sea físico, mental, emocional o espiritual?
            Llegar al estado de conciencia de “no tiempo”, es uno de nuestros activos en esta o en futuras encarnaciones. La manera más rápida de llegar a este estado es mantener la conciencia en el momento presente. Cuando se mantiene siempre la conciencia en el presente, ¿dónde queda el pasado?, no existe, ¿dónde la organización de ese pasado?, en ningún lugar, ya que al no existir pasado, no hay nada que organizar; y cuando la mente, en algún momento vuelve a cualquier evento pasado, encuentra todos los acontecimientos a la misma distancia, con independencia del tiempo transcurrido.
            El estado de conciencia del “no tiempo” es un garante de la felicidad absoluta. No hay sufrimiento pasado, no hay deseo incumplido, no hay rechazos, no hay ofensas; todo está equidistante con momentos de dicha, con deseos satisfechos, con aceptación y amor.

martes, 3 de mayo de 2011

¿Quién es el loco?

            Son las seis de la tarde y en Cusco ya ha caído la noche. No se ven las montañas que rodean la ciudad y que también rodean mi casa, ya que a través de las ventanas, mire al norte, al sur, al este o al oeste, sólo veo montañas, sólo veo los Andes. Pero ahora en la oscuridad de la noche parece que su inmensidad se ha diluido con la luz del Sol. Donde había montañas sólo hay oscuridad, y debajo de esa negrura, las luces de la ciudad, y encima de la negrura, las estrellas titilando para llamar la atención de unos pocos que nos quedamos embelesados con su brillo.
            Y yo, en mi locura, o en mi cordura, como no veo las montañas me pregunto: ¿Dónde se habrán ido las montañas?, ¿Se las llevará el sol cuando desaparece? Porque si no las veo, ¿Será que no existen?, o si existen, pero no las veo.
            ¿Crees que me he vuelto loco?, y entonces qué opinas de aquellos que no creen en el alma porque no se ve, o no creen en una vida del espíritu porque no sale en la tele, o de los que cuestionan que seamos hijos de Dios porque no han visto el libro de familia de Dios, o de los que dudan de que tengamos un cuerpo etérico y de que todos estemos conectados porque no ven los hilitos de esa conexión.
            En mi locura o en mi cordura, cuando veo brillando las estrellas, me siguen surgiendo un sinfín de preguntas: ¿Cómo se aguantarán flotando en la nada?, ¿Cómo será posible que en esa nada floten millones y millones de estrellas?, ¿Cómo será posible tanta grandeza?, ¿Quién mantendrá ese orden?
            ¿Aun crees que me he vuelto loco?, y entonces qué opinas de los que se ocupan del tiempo que va a hacer en días posteriores, o de los que se irritan porque no les ha saludado el vecino, o de los que retiran el saludo a su hermano porque no hace lo que el querría que hiciera, o de los que se preocupan porque no saben si tendrán plaza para sus vacaciones.
            Mirando la noche de Cusco a través de mi ventana, escrutando la negrura a través de la nada, me siento más energía, me siento más alma, me siento eterno, me siento más cerca de Dios, me siento, también, más cerca de los hombres, y en mi locura o en mi cordura le pido a Dios que ilumine con su Luz a los que necesitan “ver para creer”, a los que viven las miserias de sus mentes, a los que no saben que su misión no es irse lejos en unas vacaciones, sino bajar a su corazón, aunque sea en el lavabo de su casa, a los que se sienten solos y desvalidos porque se han alejado de su alma, a los que guardan rencor a su hermano, a los que………………..
            Únete a mi locura, asómate a la negrura de tu noche, en Lima, en Barcelona, en Buenos Aires, en Londres, allá donde te encuentres, asómate a tu noche y pide conmigo a Dios que nos envíe su Luz, y nos de fuerzas para aliviar tanto sufrimiento, tanta incomprensión y tanta ignorancia como hay en esta Tierra, que vista desde otras ventanas de nuestro Universo se ve tan sólo como una estrella azul.
            Gracias. Bendito seas, bendita seas, en tu locura o en tu cordura.

lunes, 2 de mayo de 2011

Vivir la vida

            Es posible vivir sin tener permanentemente ocupada la mente en pensamientos que van y que vienen, en pensamientos que se repiten una y otra vez, en pensamientos circularen que le van dando vueltas a una determinada situación con ligeros retoques, en pensamientos que vuelven al pasado para hacer sentir culpable al pensador, en pensamientos que vuelan al futuro, imaginando situaciones irrealizables. Es posible vivir manteniendo a la mente desocupada de pensamientos, pero muy ocupada en su momento presente.
            El resultado de mantener la conciencia en el momento presente es espectacular y beneficioso en varios aspectos:
·          Vivir en el momento presente, es darse cuenta a cada momento de lo que está ofreciendo la vida, ya que se es consciente de cada aspecto, sin perderse ni un instante. La vida se va perdiendo en el momento en que se menosprecia su fluir por la acción de algún pensamiento, ya que no se puede ser consciente al cien por cien de una situación si en ese momento la mente, la conciencia, está ocupada, en un cierto porcentaje, en algún proceso de pensamiento. En este caso, que es la situación habitual en la mayoría de personas, se tiene la conciencia dividida, entre la situación y el pensamiento. Ni se vive al cien por cien, ni se piensa al cien por cien.
·         Acercarse a la felicidad, ya que cada situación generadora de sufrimiento, o de dolor, pasa en un instante, pero al instante siguiente esa situación ha concluido, y si no se mantiene el recuerdo, tampoco se mantiene el sufrimiento. Darle vueltas a una situación, volver una y otra vez al recuerdo del momento doloroso, es mantener el dolor inútilmente. La mente no distingue entre lo que está sucediendo realmente o lo que está pensando. Por eso la cita maravillosa “La felicidad está a un sólo pensamiento de distancia”.
·         Ser consciente de cada encuentro. Cada persona que aparece en nuestra vida, lo hace por alguna razón, trayendo bajo el brazo el libro con la lección que hemos de aprender en ese momento, o la lección que hemos de enseñar. No aprovechar ese momento, significa que estamos posponiendo el aprendizaje para otra ocasión. ¿No has sido consciente alguna vez de la cantidad de situaciones repetidas que se dan en tu vida? Eso sólo es debido a que la primera, o segunda, o tercera vez que se te presentó la ocasión de aprender una determinada lección no la aprovechaste, y al posponerla, la situación ha de volver a ti, hasta que la aprendas, ya que el curso de cada vida se compone de ciertos aprendizajes que obligatoriamente se han de asumir. Vivir las situaciones sin ser conscientes de ellas conlleva una repetición, y otra, y las que sean necesarias hasta que la conciencia asimile el aprendizaje que la situación lleva aparejado.
·         Empezar a traspasar el umbral de la cuarta dimensión. Vivir con la mente atenta a la vida, es vivir en la cuarta dimensión. La cuarta dimensión, no es un lugar, es un estado de conciencia. Y el estado de conciencia de atención permanente es vivir en esa dimensión. En ella, nada es vital, pero todo es importante. Todo está bien en la cuarta dimensión, todo lo que sucede tiene una razón, y somos conscientes de esa razón. Hasta la conciencia del paso del tiempo varía en la cuarta dimensión, ya que en ella el tiempo no pasa de manera lineal, sino que se sucede en forma espiral, con lo que el trabajo que se hace en un determinado tiempo en nuestra tercera dimensión, se hace en muchísimo menos tiempo en la cuarta. Parece difícil de entender, pero seguro que lo has experimentado: ¿No te ha sucedido nunca que has realizado una tarea totalmente absorto en ella, y cuando al finalizar miras el reloj compruebas que ha pasado mucho menos tiempo del que en un principio parecía? Cada vez que eso ocurre, vives en la cuarta dimensión.
·         Vivir conscientemente las sincronicidades, dándote cuenta de la grandeza de la vida. Cuando haces lo que tienes que hacer y eres consciente de ello, es como si el Universo pusiera bajo tus pies una alfombra que te va llevando de manera rápida y consciente a vivir las situaciones necesarias para que todo en tu vida fluya sin obstáculos, siendo consciente de la concatenación de situaciones. Muchas veces lo llamamos casualidades o suerte. No, es la sincronicidad.
·         No ser necesario el perdón, porque vivir conscientemente supone no acumular ofensas, y quien no se ofende no necesita perdonar. Lo que podemos considerar una ofensa, se produce en un momento preciso, pero al no revivir ese momento nunca más, no se mantiene en la mente ningún tipo de rencor. Sólo ha sido un episodio más de la vida, posiblemente muy desafortunado para el hipotético ofensor, pero intrascendente para quién lo recibió.
Vivir sin mantener la mente ocupada es posible. Sólo tienes que tener la voluntad de conseguirlo, sólo tienes que ser consciente de los pensamientos que van apareciendo en tu mente, y dejarlos pasar, sin quedarte enganchados en ellos, sin darles energía. Al principio, es posible que necesites ocupar la mente en procesos que tú decidas, como ir contando las matrículas de los coches, o contar tus respiraciones, o leer los letreros de las calles; lo importante es que la mente no campe a sus anchas. Poco tiempo después, ya te será más fácil atender a la vida, sin procesos conscientes o inconscientes.
Recuerda, sólo necesitas voluntad.

domingo, 1 de mayo de 2011

Igualdad

            Si te sientas con tranquilidad y analizas la vida que llevas, es muy posible que llegues a la misma conclusión que vamos llegando, paulatinamente, unos cuantos, aunque cada vez somos más, de que la vida tal como la estamos viviendo en la actualidad no parece tener ningún sentido.
            Y si no, analízala. Nacemos con dolor, no sólo para la madre, sino también para el bebé, y durante los primeros años de vida, somos unos seres totalmente indefensos, que para subsistir, dependemos total y absolutamente de los demás. Durante esta etapa de la vida vamos aprendiendo, siempre por imitación. Aprendemos aquello que vamos observando. Y ya empiezan a prender en nosotros ciertas creencias, que suelen ser las creencias de nuestros educadores.
            Si nos detenemos en nuestro análisis un momento, llegaremos a otras conclusiones, entre ellas seguro que adviertes la desigualdad, la tremenda desigualdad que existe entre unos nacimientos y otros, entre unas vidas y otras. Mientras unos nacen con todas las comodidades a su disposición, otros nacen en la mayor de las miserias. Mientras unos llegan al mundo siendo deseados y queridos, otros llegan a un mundo de caos, de rabia, de discusiones, no siendo queridos en absoluto. Mientras unos reciben amor, otros reciben indiferencia, otros severidad, otros malos tratos, otros, incluso abusos de sus educadores. ¡Cuántas diferencias!
            Esas desigualdades, como norma, se van a mantener a lo largo y ancho de la vida de la persona. Se van a mantener si la persona acepta que es distinto; pero desaparecerán en cuanto la persona acepte la igualdad como norma de vida.
            Si seguimos con el análisis de la vida, llega la etapa escolar, la universidad o el trabajo. Este siempre llega, antes o después. Después de una etapa, más o menos larga de trabajo, llega la jubilación, y un tiempo después, la muerte. Durante todo este tiempo, es posible que las personas se enamoren y se casen, una o varias veces, que tengan hijos y hasta nietos. Habrán realizado muchas vacaciones y visitado otros lugares distintos al de su nacimiento, habrán disfrutado o sufrido, habrán sido felices o desdichados, habrán tenido mucho dinero o poco; pero el final, para todos, siempre es el mismo: la desaparición.
            Y todo esto ¿Para qué?
            Si crees que la vida existe una vez, y que al morir ya no hay más, es posible que si tu vida está siendo una vida feliz, esperes la muerte con satisfacción, ¿o no?.
            Pero, lo creas o no, el nacimiento no es el principio de la vida, ni la muerte es el final. Y la vida, cada una de ellas, si que tiene un objetivo: LA IGUALDAD y el amor que esa igualdad genera.
             Las desigualdades que existen no son tal, sólo son creaciones de nuestras propias creencias, y permanecerán mientras creamos que somos distintos. Estamos aquí para sentirnos iguales y amarnos en esa igualdad. Mientras te sientas superior o inferior a otro, manifestarás completamente esa creencia en tu vida, viviendo la desigualdad. Y te sientes desigual cuando tratas de dominar, cuando tratas de imponer tus credos, cuando juzgas, cuando tienes miedo, cuando no respetas.
            Cuando te sientas igual, será fácil para ti compartir si tienes más, y pedir ayuda si tienes menos. Cuando te sientas igual será fácil para ti aceptar la desigualdad de los otros, porque tu creencia de igualdad te va a llevar a respetar las desigualdades de los demás. Cuando te sientas igual ya no te verás como víctima ni culpabilizarás a los otros de lo que pase en tu vida, sabrás que es tu propia creación. Cuando te sientas igual no tendrás necesidad de acaparar y repartirás todo con todos los que son tus iguales.
            Fuimos creados iguales, a imagen y semejanza de Dios. Han sido nuestras mentes las que han aceptado las diferencias. Estamos aquí, tratando de recordar cuál es el camino de vuelta a casa, pero ese retorno no va a ser hasta que no seamos conscientes de nuestra divinidad y de que todos los que nos rodean son nuestros hermanos.
            Mientas mantengas tu costumbre, ya de muchas vidas, de vivir creyéndote distinto a los demás y tratando de proteger lo que dices que es tuyo, volverás una y otra vez a vivir una vida como la que estás viviendo, feliz o no, pero seguro que no completa. Si quieres vivir una vida completa, empieza a desvincularte del “yo” y el “tú”, de lo “mío” y de lo “tuyo”, empieza a desidentificarte de tu cuerpo. Empieza a sentir que eres un ser divino igual a todos los seres divinos que comparten contigo esta encarnación, empieza a sentir que eres digno de todo.