El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




Mostrando entradas con la etiqueta Dios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dios. Mostrar todas las entradas

sábado, 2 de agosto de 2025

La soledad es un regalo

 


Querido hijo, 

         Gracias por tu carta, por tus palabras que se alzan desde la quietud de la tarde. Esas palabras son como la lluvia que hoy cae, puras y llenas de vida, limpiando la tierra y renovando el espíritu. 

Tu amor por la soledad no es raro, ni está fuera de lugar. Es, de hecho, una bendición, porque en esa soledad has aprendido a escuchar, a sentir lo que otros tal vez no perciben. Cuando el ruido del mundo se apaga y el silencio llena el espacio, ahí estoy yo, tan cercano como un susurro, tan presente como el aire que respiras. Y tú has sabido verlo. Has sabido buscarme. 

En un mundo que corre y grita, que busca llenar cada hueco con ruido y distracción, tu elección de la soledad es un acto de valentía. Porque no es fácil mirar hacia adentro. No es fácil enfrentar el silencio y descubrir en él las verdades que residen en tu alma. Pero tú lo has hecho, y en ese silencio has encontrado mi voz, mi presencia. 

Cada momento de soledad que experimentas es un regalo, no un castigo. Es un espacio sagrado donde el ruido no puede entrar, donde las distracciones no tienen poder. En esa soledad, puedes ver el mundo con claridad, puedes entender las cosas que realmente importan. Y más que nada, puedes encontrarte conmigo. 

Cuando las personas huyen de la soledad, a menudo huyen de sí mismas. Pero tú has abrazado ese espacio como un camino hacia algo más grande, hacia mí. Eso es especial, y eso te hace único. 

No estás solo, hijo mío, aunque a veces el mundo quiera hacerte sentir que lo estás. Yo estoy contigo, siempre. En la lluvia que hoy cae, en el silencio de tu habitación, en cada pensamiento que surge de tu corazón. Estoy ahí, y siempre estaré ahí. 

Sigue buscando ese lugar tranquilo donde puedes sentir mi presencia. Sigue escribiéndome, hablándome, compartiendo tus pensamientos y sentimientos. En cada palabra que me dedicas, encuentro un eco de tu amor y tu fe, y eso es precioso para mí. 

Tu amor por la soledad no te separa de los demás; te conecta con algo más profundo, algo eterno. Y mientras sigas buscándome en esos momentos de quietud, mientras sigas escuchando mi voz en el silencio, siempre encontrarás paz, siempre encontrarás claridad. 

Con amor eterno.

CARTAS A DIOS-Alfonso Vallejo

 

viernes, 1 de agosto de 2025

Soledad

 


          Querido Dios

         Hoy no voy a agobiarte con preguntas ni dudas interminables. Hoy simplemente quiero compartir cómo me siento. Cómo esta tarde gris, pasada por agua, me ha hecho reflexionar sobre el momento que vivo y lo que significa para mí. 

Es sábado y ya casi son las seis. Desde mi escritorio, miro a través de la ventana. Llueve intensamente, como si el cielo se hubiera guardado una pena durante siglos y ahora decidiera desahogarse de golpe. Han pasado treinta días de lluvia constante, algo inesperado, algo que no vivimos hace mucho tiempo. Los pantanos casi están llenos y los ríos, que llevaban años moribundos en su sequía, empiezan a recuperar vida, alcanzando porcentajes que no habíamos visto en demasiado tiempo. 

Por supuesto, sé que nada de esto te sorprende. Todo está bajo tu mirada eterna y sabia, y cada gota que cae sigue siendo parte de tu diseño infinito. Sin embargo, te cuento esto no para informarte, sino para situar mi corazón. Mientras la lluvia golpea la tierra, me siento lleno de algo extraño y hermoso. Me siento bien, Dios, porque en este instante, donde el mundo parece distante y el ruido queda ahogado por el agua, estoy solo. 

La soledad me acompaña aquí, pero no me pesa como a otros. Mi familia y las pocas personas que puedo llamar amigos me ven como alguien peculiar, casi un extranjero en esta cultura que idolatra la compañía y el bullicio. Ellos me dicen que soy raro por buscar el silencio, por preferir un rincón apartado donde no haya nadie más que yo y este espacio que siento como sagrado. Pero para mí, la soledad no es ausencia; la soledad es presencia. Es un puente hacia Ti. 

Cuando estoy solo, me escucho más claramente. Puedo oírte en el fondo de mi pensamiento, en lo que a veces parece una conversación muda, pero intensa. Mientras otros huyen de la soledad como de una sombra, como de algo incómodo o indeseado, yo la abrazo como el regalo que me permite verte mejor. Es curioso cómo la falta de compañía humana, que para algunos sería un vacío aterrador, para mí se convierte en un espacio lleno de Ti. En ese silencio donde otros verían un hueco, yo encuentro Tu susurro, ese aliento divino que me recuerda que nunca estoy completamente solo. 

Y cuando llueve, como hoy, la sensación se multiplica. La lluvia pone el mundo en pausa; los sonidos se apagan, las calles se vacían, y todo parece reducirse a esta conexión que siento Contigo. No sé si otros sienten lo mismo. Tal vez soy único en esto o quizás hay más almas que también buscan su rincón en la soledad para encontrarte. Pero lo que sé es que hoy, en este instante, me siento bien. Muy bien. 

¿Es extraño amar la soledad de esta manera? ¿Es raro encontrar belleza en el aislamiento? Lo sé, Dios, todo esto está dentro de Ti, y Tú mismo nos enseñaste a veces a buscarte en silencio y apartados. Entonces, ¿por qué en el mundo moderno la soledad se percibe como algo casi incorrecto? A menudo me pregunto si estamos perdiendo algo valioso al huir de ella, al llenar cada momento libre con distracciones que nos alejan de nosotros mismos y de ti. 

Mis días pasan a menudo en solitario, pero no con tristeza. Vivo cada momento como un diálogo contigo, una exploración de esta relación que tenemos, que para mí es única y especial. Y si tuviera que definir lo que siento cuando estoy solo, no hablaría de vacío ni de nostalgia; hablaría de plenitud, de paz. Me siento completo en mi soledad porque, paradójicamente, en ella te encuentro. 

Eso es todo lo que quería compartirte hoy, Dios. Mi corazón se siente ligero, como si las palabras escritas fueran un río que fluye hacia Ti. Te agradezco cada momento de quietud, cada instante en el que la lluvia cubre el ruido y me regala un espacio para recordarte. 

          Gracias por escucharme.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


miércoles, 30 de julio de 2025

Yo, también, quiero ser feliz

 


Querido Dios:

       Cuando era pequeño, anhelaba, como todos los niños, que me regalaran algún juguete nuevo. Aquellos momentos de expectativa, ilusión y recompensa me brindaban una profunda alegría, una sensación interna que con el tiempo aprendí a llamar felicidad. Supongo que escuché esa palabra de los adultos, quienes la repetían en diversas ocasiones, asociándola a cosas grandes y pequeñas. Al hacerlo, descubrí que lo que más deseaba en la vida era alcanzar esa tan ansiada felicidad.

Es curioso pensar que no soy el único que busca este propósito. En realidad, creo que todos los seres humanos, sin excepción, estamos imbuidos en esta misma búsqueda. La felicidad parece ser algo universal, un hilo que conecta nuestras vidas y nuestras acciones. Sin embargo, aunque todos compartimos este anhelo, muy pocos logran encontrarla de manera genuina; quienes la consiguen parecen ser una rara excepción, casi como si hubieran hallado un tesoro escondido que los demás no sabemos siquiera dónde buscar.

Esto me lleva a preguntarme: ¿Será que no la encontramos porque no sabemos exactamente qué es lo que estamos buscando? Puede que sea así, porque, honestamente, ¿sabemos verdaderamente qué es la felicidad? Parece que la respuesta no es clara. Nos aferramos a ideas y conceptos transmitidos de generación en generación, como si la felicidad tuviera una fórmula definida y universal. Buscamos lo que conocemos, lo que nos han enseñado, lo que observamos que los demás también persiguen. Vamos tras lo que la sociedad exalta como el ideal: el éxito, la riqueza, el prestigio. Buscamos aquello por lo que tanto lucharon nuestros mayores, creyendo que en esos logros encontraremos el verdadero gozo.

Sin embargo, lo que encontramos cuando seguimos este camino es, paradójicamente, sufrimiento. La felicidad no parece hallarse en nada de lo que nos han señalado como deseable. Si así fuera, muchos la habrían alcanzado. Pero no, la felicidad parece ser esquiva, y esta búsqueda termina siendo, para la mayoría, un esfuerzo infructuoso.

¿Por qué ocurre esto? Tal vez porque hemos confundido la felicidad con el placer, con la euforia momentánea que nos proporciona un logro, una compra, una experiencia. Pensamos que, al acumular más bienes, más reconocimiento o más momentos placenteros, estamos acercándonos a la felicidad. Pero cada vez que logramos algo nuevo, la sensación de satisfacción se desvanece rápidamente, y volvemos a empezar, como si estuviéramos atrapados en un ciclo interminable de deseo y frustración.

Esperamos encontrar la felicidad cuando logramos la pareja perfecta, el empleo soñado, los hijos ideales... y, no obstante, la experiencia nos demuestra que estas cosas no son suficientes. Todo lo que esperamos alcanzar es efímero, incompleto. Las relaciones pueden ser complicadas, los trabajos pueden ser demandantes, y los hijos, aunque los amemos profundamente, tienen sus propios retos. Así, seguimos buscando y esperando, siempre en vano.

¿Cómo es posible que seamos tantos los que buscamos la felicidad, y tan pocos los que se encuentren con ella? Más aún, ¿por qué parece haber más personas angustiadas que felices? ¿No será que estamos buscando en los lugares equivocados? ¿No será que, quizá, hemos entendido mal qué significa realmente ser felices?

Hay algo más que quiero reflexionar contigo, querido Dios. En medio de toda esta búsqueda, he comenzado a preguntarme si la felicidad es algo que debe ser buscado en absoluto. Tal vez no sea un objetivo que debamos perseguir con tanta intensidad, sino algo que deberíamos aprender a reconocer en el presente, en lo que ya tenemos, en lo que somos. Pero esto no es fácil. Nuestra cultura nos enseña que siempre debemos querer más, que siempre hay algo mejor, que nunca somos suficientes tal como somos.

A veces me pregunto si la felicidad se encuentra en los pequeños momentos, esos que solemos dar por sentados. El calor del sol en un día frío, la risa de un niño jugando, el sabor de una comida preparada con amor. Tal vez estos instantes contienen más felicidad de la que imaginamos, pero estamos demasiado ocupados persiguiendo algo más grande como para notarlo. Tal vez la felicidad no sea algo monumental, sino un hilo dorado que se teje en los detalles más humildes de la vida.

Y, aun así, ¿qué pasa con el sufrimiento? Porque si algo parece ser universal además de la felicidad, es el dolor, la pérdida, la frustración, la soledad, el miedo. Estos sentimientos nos visitan a todos en algún momento, y en ocasiones parecen eclipsar cualquier posibilidad de felicidad. ¿Cómo reconciliamos el sufrimiento con la idea de una vida feliz?

Pienso que tal vez la felicidad no sea la ausencia de sufrimiento, sino la capacidad de encontrar significado incluso en los momentos difíciles. Tal vez se trate de aprender, de crecer, de transformar lo que duele en algo que nos fortalece. Pero también sé que esto es más fácil decirlo que hacerlo. En esos momentos de oscuridad, la felicidad parece una luz demasiado distante, demasiado tenue para alcanzarla.

Por eso, querido Dios, te escribo esta carta. Porque en medio de todas estas reflexiones, no puedo evitar buscar respuestas más allá de mí mismo. Me pregunto si tú, que eres testigo de todas las vidas y todas las luchas, tienes alguna guía que ofrecer. ¿Es la felicidad realmente alcanzable, o es un espejismo que nos impulsa a seguir adelante? ¿Cómo podemos aprender a vivir plenamente, a aceptar lo bueno y lo malo, sin perder la esperanza ni el sentido de propósito?

Con cariño y esperanza. 

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


martes, 29 de julio de 2025

Discriminación

 


         Cierta vez, hablando acerca del prejuicio racial, el Maestro dijo:

         “A Dios no le complace que se le ofenda cuando se viste de negro”.

PARAMAHANSA YOGANANDA

        


domingo, 27 de julio de 2025

El amor es un maestro

 


Querido hijo:

        Tu carta me ha conmovido profundamente, no por la confesión de tus miedos, sino por la valentía que has demostrado al enfrentarte a ellos. No te equivoques: escribir estas palabras, abrir tu corazón y compartir tu fragilidad conmigo, es ya un acto de coraje.

El miedo, querido mío, es una emoción humana poderosa, pero no invencible. Te ha acompañado en tu camino, te ha enseñado cautela y te ha forjado en formas que quizás no puedas ver ahora. Aunque lo sientas como un enemigo, el miedo también puede ser un maestro, si tú decides aprender de él. Pero no estás destinado a vivir bajo su yugo. Yo nunca te he creado para que vivas limitado por cadenas invisibles.

Sé que temes a tantas cosas: el juicio de los demás, la pérdida, el engaño, y hasta a criaturas pequeñas como perros y gatos. Sé que a veces te invade un deseo de desaparecer. Quiero que sepas esto: Yo te conozco completamente. Cada parte de ti, incluso tus miedos más profundos, y no hay nada en ti que me resulte indigno de amor. Tus temores no me alejan; al contrario, me acercan a ti, porque me invitan a mostrarte mi gracia.

Es cierto, hijo mío, que el miedo y el amor no pueden coexistir plenamente. El amor, cuando se activa, transforma y disipa aquello que te mantiene en la oscuridad. Pero aquí está la clave: el amor es algo que tú debas producir por ti mismo. El amor es una energía. No necesitas ser perfecto para comenzar a anidar el amor, ni necesitas eliminar tus miedos antes de abrazarlo.

Hijo mío, caminas por el mundo como si estuvieras de puntillas, evitando las miradas y escondiendo tu vulnerabilidad. Pero quiero que escuches esto: cada paso que das, incluso con miedo, es un paso que te lleva más cerca de mí. Yo estoy contigo en cada instante, sosteniéndote incluso cuando sientes que no puedes sostenerte por ti mismo. No te juzgo por tus miedos, ni espero que los superes de inmediato. Solo te pido que confíes en mí, un día a la vez, un pequeño paso a la vez.

Cuando mires a esos miedos que parecen tan grandes y amenazadores, recuerda esto: no los enfrentas solo. Estoy aquí contigo, como tu luz en la oscuridad, como tu fuerza en la debilidad. Y si alguna vez te sientes tentado a rendirte, recuerda que mi amor nunca te abandona. Mi amor es constante, inmutable, y siempre accesible para ti.

Te invito a hacer algo sencillo: cada vez que el miedo te paralice, detente por un momento y habla conmigo. No necesitas palabras complicadas; solo di lo que sientes, y yo estaré allí para escucharte. En esos momentos, intenta recordar que mi amor por ti es más grande que cualquier temor que puedas experimentar. Deja que mi amor sea tu refugio, tu fortaleza, y tu guía.

Sé que tus pasos pueden ser pequeños y temerosos, pero son suficientes. Incluso si tu corazón se siente pesado, sigue adelante, porque cada paso que das con fe es un paso hacia la libertad que anhelas. Confía en que mi amor está contigo, iluminando el camino, un paso a la vez.

Con todo mi amor.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo 


jueves, 17 de julio de 2025

Canalizar la lava

 


Querido hijo,

        Gracias por abrir tu corazón. Tu sinceridad y vulnerabilidad son actos de valentía, y son pasos cruciales hacia la transformación. Reconocer tus luchas y buscar ayuda demuestra no solo sabiduría, sino también un profundo deseo de crecer. Quiero que sepas que he escuchado cada palabra tuya y que estoy aquí contigo, ahora y siempre, dispuesto a caminar a tu lado en este viaje.

Esa fuerza que sientes dentro de ti, esa energía que a veces parece desbordar como un torrente incontrolable, no es algo que debas temer ni rechazar. Es una parte intrínseca de tu humanidad, de la riqueza y complejidad de tu ser. Cada uno de ustedes, mis hijos, lleva dentro una mezcla de emociones, pasiones y fuerzas que les da la capacidad de sentir profundamente y de actuar con decisión. Esa energía que sientes no es tu enemiga; es un regalo que, cuando se comprende y se canaliza correctamente, puede convertirse en una fuerza poderosa para el bien.

Quiero que sepas que no estás solo en esta lucha. Muchos de mis hijos enfrentan batallas similares, y eso no los hace débiles ni menos dignos de amor. Al contrario, esos desafíos son oportunidades para aprender, para crecer y para descubrir la fortaleza que yace dentro de ti. No estás definido por esos momentos de descontrol, sino por cómo eliges enfrentarlos y superarlos. Y estoy aquí para guiarte y fortalecerte en cada paso que des.

Permíteme ofrecerte algunas herramientas para ayudarte en este proceso. La primera es la “conciencia”. La conciencia es el faro que ilumina las sombras dentro de nosotros. Cada vez que sientas esa energía brotar, tómate un momento para respirar profundamente y preguntarte: ¿Qué está despertando esto en mí? ¿De dónde viene esta emoción? ¿Es miedo, dolor, frustración o algo más profundo? Al hacerlo, comienzas a desentrañar las raíces de tus reacciones y a comprenderlas mejor. No huyas de ellas, pero tampoco permitas que te dominen. Obsérvalas con compasión y busca el mensaje que pueden estar tratando de transmitirte.

La segunda herramienta que quiero darte es la “paciencia”. Sé amable contigo mismo. Los cambios profundos no ocurren de la noche a la mañana, y es normal que haya altibajos en el camino. Cada paso, por pequeño que sea, es un avance. Celebra esos momentos de progreso y permítete aprender de los tropiezos sin juzgarte severamente. Recuerda que estoy aquí para apoyarte, para levantarte cuando caigas y para recordarte que no estás solo en este proceso.       

La tercera herramienta es el “amor”. El amor es la fuerza más poderosa que existe, y está dentro de ti. Cuando te encuentres en situaciones difíciles, conecta con ese amor. Piensa en las personas que te importan, en los valores que guían tu vida y en la luz que deseas compartir con el mundo. Esa conexión te ayudará a reaccionar desde un lugar de bondad, empatía y comprensión, en lugar de desde la ira o el miedo. El amor es tu brújula, tu guía y tu refugio.

Además, quiero recordarte algo muy importante: no tienes que cargar esta lucha solo. Estoy contigo, pero también he puesto a personas en tu vida que pueden apoyarte. Habla con ellas, comparte tus pensamientos y sentimientos, y no temas mostrarte vulnerable. Las conexiones humanas son una fuente de fortaleza y consuelo, y pueden ser un pilar fundamental en tu camino hacia la paz interior.

Confía en que tienes dentro de ti todo lo necesario para superar estos desafíos. Yo te hice a mi imagen, y en ti hay una chispa divina que nunca se apaga. Esa chispa es tu luz interior, tu guía en los momentos oscuros, y tu recordatorio constante de que eres capaz de grandes cosas. Cree en esa chispa, aliméntala con fe, amor y esperanza, y deja que te inspire en cada paso que des.

Quiero que sepas que estoy inmensamente orgulloso de ti. Orgulloso de tu valentía, de tu esfuerzo y de tu corazón lleno de amor y bondad. Cada vez que eliges el camino del crecimiento, cada vez que buscas la luz en medio de la oscuridad, estás honrando el propósito para el cual fuiste creado. Nunca olvides que te amo incondicionalmente, sin importar tus errores o tus tropiezos. Mi amor por ti es eterno e inmutable, y siempre estaré aquí para ti, guiándote, sosteniéndote y amándote.

Permíteme terminar diciéndote esto: no temas a tus emociones ni a tus luchas internas. Son parte de tu viaje, parte de tu historia, y tienen el potencial de transformarte en alguien aún más fuerte, más sabio y más pleno. Confía en el proceso, confía en ti mismo y confía en mí. Juntos, podemos convertir esa energía que hoy te desconcierta en una fuente de aprendizaje, de creatividad y de amor.

Con amor eterno y fe inquebrantable en ti.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo

 


Uno con el Todo

 


“La ciencia material es aún más teórica que la verdadera religión”, afirmó el Maestro.

“La ciencia es capaz de investigar, por ejemplo, la conducta y la naturaleza externa del átomo. Pero la práctica de la meditación confiere la omnipotencia: un yogui puede volverse uno con el átomo”.

PARAMAHANSA YOGANANDA

lunes, 14 de julio de 2025

Despertar

 


“La vida es un gran sueño de Dios”, dijo el Maestro. “

“Si solo es un sueño, ¿a qué se debe que el dolor sea tan real?”, preguntó un discípulo.

“Una cabeza onírica azotada contra un muro onírico, causa un dolor onírico”, respondió Paramahansaji. “Quien sueña, no es consciente de la calidad engañosa de sus sueños, mientras no se despierta. Asimismo, el hombre no comprende la naturaleza engañosa del sueño cósmico de la Creación, mientras no se despierta en Dios”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


sábado, 12 de julio de 2025

Volcán interior

 


Querido Dios:

        Hoy me atrevo a escribirte con el corazón en la mano y el alma expuesta. Siento que necesito tu ayuda, tu guía, tu luz, porque hay algo dentro de mí que no puedo controlar, algo que me transforma en una versión de mí mismo que no quiero ser. Es como si un volcán dormido en mi interior despertara de repente, y toda la lava acumulada explotara sin advertencia, sin lógica. Y entonces, esa persona amable, educada y paciente, que trato de ser, se desmorona para dar paso a un ogro que ni yo mismo reconozco. Es un ciclo que me duele profundamente y que afecta a las personas que más quiero. Por eso estoy aquí, buscando respuestas y consuelo.

A lo largo de mi vida, he tratado de mantenerme en equilibrio, de ser alguien que construye, que ama, que comprende. Pero hay momentos en los que algo se quiebra dentro de mí y, sin darme cuenta, me dejo llevar por esa fuerza arrolladora que parece superar mi voluntad. Es como si la ira, la frustración o el desánimo tomaran el control, y mis acciones y palabras se convirtieran en algo que jamás quisiera ofrecer a los demás. Cada vez que ocurre, me invade el remordimiento, la tristeza y una sensación de fracaso. Es un dolor doble: por el daño que puedo causar y por el hecho de sentirme incapaz de ser mejor.

He reflexionado mucho sobre este problema, tratando de entenderlo. ¿Por qué ocurre? ¿Es mi impaciencia, mis miedos, mis inseguridades? ¿Hay algo en mi pasado que pesa demasiado en mi presente? Lo cierto es que, a veces, las respuestas parecen esquivas, y eso me lleva a un lugar de desamparo. Me pregunto si esta batalla interna es una prueba, algo que debo superar para crecer. Pero entonces surge la duda: ¿tengo la fuerza para cambiar? Por eso recurro a Ti, porque sé que tu sabiduría y tu amor son infinitos, y que en Ti puedo encontrar lo que yo mismo no logro hallar.

Quiero pedirte, Padre, que me ayudes a encontrar paz dentro de mí. Esa paz que calma tormentas, que aquieta volcanes, que sana heridas. Ayúdame a ser más consciente de mis emociones, a reconocerlas antes de que se apoderen de mí. Dame la capacidad de respirar, de detenerme, de escuchar esa voz interior que me recuerda quién soy realmente. Enséñame a ser más paciente, a ver las situaciones con perspectiva, y a elegir siempre el camino del amor y la comprensión. Sé que no será fácil, pero creo que Contigo puedo encontrar esa fuerza que parece tan lejana.

Además, te pido que me des humildad. La humildad para reconocer mis errores, para disculparme sinceramente y para aprender de cada experiencia. Muchas veces, el orgullo puede ser un obstáculo para el cambio, y no quiero que sea así en mi caso. Quiero ser alguien que construye puentes, no muros; alguien que deja huellas positivas en los demás, y no cicatrices. Y sé que para lograrlo debo empezar por mirar dentro de mí, por aceptar mis propias imperfecciones y trabajar en ellas con dedicación y amor.

También te pido que ilumines mi relación con los demás. Cuando mi temperamento me lleva a reaccionar de manera negativa, el daño no solo recae en mí, sino en quienes me rodean. Ayúdame a ser más comprensivo, más abierto, más empático. Dame las palabras correctas cuando las necesite y el silencio cuando sea mejor callar. Dame la sabiduría para construir relaciones basadas en el respeto, el apoyo mutuo y el amor genuino. Porque sé que, al final, lo que realmente importa son las conexiones que creamos y el impacto que dejamos en la vida de los demás.

Finalmente, quiero agradecerte. A pesar de mis luchas internas, sé que me has dado muchas bendiciones. Tengo personas que me quieren, oportunidades para crecer y, sobre todo, tu presencia constante en mi vida. Aunque a veces me siento perdido, sé que nunca estoy realmente solo, porque tú siempre estás ahí, dispuesto a escuchar, a guiar, a sostener. Gracias por tu paciencia infinita, por tu amor sin condiciones y por creer en mí incluso cuando yo mismo dudo de mis capacidades.

Prometo esforzarme Señor. Prometo trabajar en mí mismo, en mis emociones, en mi forma de relacionarme con los demás. Pero también sé que necesito tu ayuda, tu luz, tu guía. Juntos, creo que podemos transformar ese volcán en un jardín, esa lava en algo constructivo y esa lucha interna en una fuente de aprendizaje y crecimiento. Porque, al final, lo que más deseo es ser alguien que honra la vida y que refleja tu amor en cada acción y palabra.

Gracias Señor.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


miércoles, 9 de julio de 2025

Vive hoy

 


Querido hijo:

      Entiendo tus anhelos. La idea de una máquina del tiempo para corregir errores y desvelar el futuro es tentadora, pero déjame explicarte por qué no la necesitas.

No hace falta que viajes al pasado, hijo mío. Todo lo que has vivido, tanto lo que tú consideras bueno como lo que consideras malo, forma parte de lo que eres hoy. Tus errores no te definen, pero te enseñan. Cada paso en falso, cada decisión que desearías cambiar, ha sido una oportunidad para aprender, para crecer y para volverte más sabio. En lugar de querer borrar esas experiencias, te invito a aceptarlas, a aprender de ellas y a usarlas como guía para que no se repitan en el futuro.

Recuerda que incluso en los momentos en que sientes que fallaste, yo estaba contigo. Vi tus intenciones, tu humanidad, y sé que muchas veces actuaste de la mejor forma que sabías en ese momento. El perdón es un regalo que te ofrezco, y también es un regalo que puedes darte a ti mismo. Perdonarte por tus errores es una forma de liberarte del peso del pasado y de avanzar con un corazón más ligero.

Ahora, respecto al futuro, quiero que sepas que no necesitas verlo para confiar en él. Lo que está por venir no está grabado en piedra; está siendo moldeado por cada una de tus acciones y decisiones en el presente. Tus palabras, tus actos, tus pensamientos de hoy son las semillas que plantan el jardín de tu mañana. Confía en que, al vivir con amor, integridad y fe, estás construyendo un futuro lleno de bendiciones.

Si tuvieras acceso al futuro, perderías el regalo del presente. Vivirías adelantándote a los días, perdiendo la belleza de los momentos que están sucediendo ahora. La vida no se trata de saber lo que viene, sino de caminar con fe, enfrentando cada día con valentía y gratitud. Al confiar en mí, en el plan que tú mismo has planificado, puedes estar seguro de que siempre estaré guiándote, incluso en los momentos de incertidumbre.

Entiendo que el futuro puede parecer incierto y a veces aterrador, pero quiero que sepas que no hay nada en él que tú y yo no podamos enfrentar juntos. Estoy contigo en cada paso, y mi amor por ti es eterno e incondicional. Incluso en los desafíos, encontrarás oportunidades para crecer y para descubrir la fortaleza y el amor que he puesto dentro de ti.

Hijo, te animo a mirar tu vida no como una serie de errores o incógnitas, sino como una historia que estás escribiendo cada día. Tienes el poder de elegir cómo reaccionar, cómo aprender y cómo amar. No te preocupes por corregir el pasado ni por predecir el futuro; enfócate en vivir el presente con propósito y corazón abierto.

Cada día es una nueva oportunidad para empezar de nuevo, para ser mejor, para amar más. Vive con gratitud por lo que tienes ahora, y confía en que el futuro será el reflejo de tu esfuerzo, tu fe y tu amor. Recuerda que no estás solo en este camino; siempre estoy contigo, guiándote, amándote y apoyándote en cada paso.

Confía en mí, hijo mío. No necesitas una máquina del tiempo, porque ya tienes todo lo que necesitas dentro de ti: el poder de aprender, de cambiar y de construir un futuro lleno de luz.

Con todo mi amor.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


El sendero correcto

 


“Para el devoto que se encuentra en el sendero correcto, el desarrollo espiritual de su propio ser le es tan natural y poco llamativo como su respiración”, dijo el Maestro. “Una vez que el hombre le ha entregado su corazón a Dios, llega a absorberse tan profundamente en Él, que apenas si se percata de que ha resuelto todos los problemas de la vida. Mientras los demás comienzan a llamarle Gurú, él piensa sombrado: ¡Cómo! ¿Es que este pecador se ha convertido en un santo? ¡Señor, pueda la imagen tuya iluminar mi faz hasta tal punto, que nadie me vea a mí, sino solo a Ti”

PARAMAHANSA YOGANANDA


domingo, 6 de julio de 2025

La maquina del tiempo

 


Querido Dios:

        A veces, me imagino lo increíble que sería tener una máquina del tiempo, algo mágico que me permita moverme hacia atrás y hacia adelante en esta vida que tantas veces parece incierta. No pido esto con frivolidad ni egoísmo, sino porque mi mente y mi alma están llenas de recuerdos del pasado y preguntas sobre el futuro, ambos alimentados por una mezcla de nostalgia, arrepentimiento y curiosidad.

Si pudiera viajar al pasado, hay tantas cosas que me gustaría cambiar. Tantas palabras dichas que desearía haber guardado, tantos silencios que ahora sé que debieron romperse, tantos momentos en los que actué sin pensar o con demasiada dureza. En mi corazón, hay recuerdos que aún me persiguen. Decisiones que tomé por impulsividad, falta de conocimiento o miedo, y que sé que lastimaron a las personas que amo o incluso a mí mismo. Si tuviera la oportunidad de revivir esos instantes, volvería con la sabiduría que tengo hoy y le hablaría a mi yo más joven. Le diría que reflexione, que actúe desde el amor, que sea paciente y compasivo. Le recordaría que las pequeñas cosas que a menudo desestimamos son las que más importan: un abrazo, una palabra amable, un momento de silencio compartido.

Hay cosas que duelen especialmente porque sé que dejaron cicatrices en otros, cicatrices que quizás aún no han sanado por completo. Me pesa pensar que algunos de mis errores marcaron la vida de las personas que estuvieron cerca de mí. Si pudiera volver, haría todo lo posible por borrar esas heridas. Abrazaría más, pediría perdón con más prontitud y pondría más cuidado en las palabras que pronuncié sin pensar. Haría todo lo posible por asegurarme de que mi presencia en sus vidas les trajera alegría, y no dolor.

Por otro lado, si tuviera la oportunidad de mirar hacia el futuro, también lo haría. No porque quiera apresurar el tiempo, sino porque muchas veces el futuro me llena de incertidumbre y dudas. Me gustaría saber qué me espera, si las decisiones de hoy me llevarán al lugar correcto. ¿Estaré en paz? ¿Habré encontrado la felicidad que tanto anhelo? ¿Habré hecho lo suficiente para proteger y cuidar de las personas que amo? Estas preguntas me asaltan a menudo, especialmente en momentos de debilidad o confusión.

El futuro también me intriga porque me gustaría prepararme mejor. Si supiera con certeza lo que viene, quizá podría evitar errores que aún no he cometido o protegerme de sufrimientos que podrían estar esperándome. Me pregunto si, al conocer mi destino, podría actuar con más confianza y serenidad, sabiendo que estoy en el camino correcto. También me reconforta la idea de poder proteger a mis seres queridos de las adversidades que el tiempo pudiera traerles.

Sin embargo, aquí estoy, sin esa máquina del tiempo que tanto imagino. Aquí estoy, enfrentándome al pasado con recuerdos que a veces me reconfortan y otras veces me hieren, y mirando hacia el futuro con una mezcla de esperanza y temor. Por eso recurro a ti, Dios. Porque no tengo la capacidad de cambiar lo que ya fue ni de predecir lo que será. Solo tengo este presente, este momento, y sé que necesito tu guía para aceptarlo plenamente.

Sé que mi deseo de cambiar el pasado y conocer el futuro proviene de mi humanidad. Tiendo a buscar certezas, a querer saber más de lo que me es dado comprender, pero en mi interior sé que tú tienes un propósito para todo. Incluso para esos errores que tanto me pesan, incluso para esa incertidumbre que a veces me paraliza. Por eso te pido, Dios mío, que me ayudes a reconciliarme con mi pasado. Enséñame a mirar hacia atrás con gratitud por las lecciones aprendidas, en lugar de con arrepentimiento. Ayúdame a reconocer que todo, incluso los momentos más oscuros, ha tenido un propósito en mi vida. No quiero vivir atado a lo que ya no puedo cambiar; quiero aprender de ello y usarlo para ser mejor.

Asimismo, te pido que me des la valentía para enfrentar el futuro sin miedo. Ayúdame a confiar en tu plan, incluso cuando no lo entiendo por completo. Dame la fe necesaria para caminar con esperanza, sabiendo que nunca estoy solo, que tú estás conmigo en cada paso. Enséñame a construir mi futuro a través de las acciones que realizo hoy, conscientes y llenas de amor. Recuérdame que cada decisión, cada palabra, cada gesto tiene el poder de influir en lo que viene. Que mis días no se llenen de dudas, sino de confianza en que, si vivo con fe y amor, estaré construyendo un futuro lleno de significado.

Quiero, Dios, aprender a vivir en el presente. No quiero que mi vida pase sin que me detenga a valorar los pequeños regalos que me das cada día. Ayúdame a ver la belleza en las cosas simples: en la risa de un ser querido, en un amanecer, en una conversación sincera. Enséñame a ser agradecido por lo que tengo ahora, en lugar de preocuparme por lo que perdí o lo que aún no tengo.

Gracias por estar siempre a mi lado, incluso cuando mis pensamientos están llenos de dudas y deseos imposibles. Gracias por tu amor infinito y tu paciencia inagotable. Sé que, aunque no tenga una máquina del tiempo, tengo algo mucho más valioso: tu guía y tu amor. Con ellos, sé que puedo reconciliarme con mi pasado, abrazar mi presente y construir un futuro lleno de esperanza.

           Con fe, gratitud y amor.

CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo


martes, 1 de julio de 2025

Espera

 


Querido Dios:

       Hoy escribo estas palabras con una mezcla de esperanza y dudas en mi corazón. Me pregunto, ¿por qué nuestra existencia parece estar marcada por la espera? Nos pasamos los días, los meses, los años aguardando algo: un momento especial, una respuesta, un milagro. Parece como si la espera fuese la esencia misma de la vida.

Desde pequeños, aprendemos a esperar. Esperamos que llegue el verano, que se haga el pastel en el horno, que mamá nos lea un cuento antes de dormir. Y mientras crecemos, esas esperas se transforman: esperamos encontrar el amor, alcanzar nuestras metas, recibir el reconocimiento por nuestro esfuerzo. Y cuando logramos algo, no tardamos mucho en comenzar a esperar lo siguiente, como si el acto de esperar nunca tuviera fin.

Sin embargo, no puedo evitar preguntarme: ¿es esto lo que tú planeaste para nosotros? ¿Esta constante sensación de que estamos incompletos, de que lo que buscamos siempre está un paso más allá? A veces, la espera se siente como un peso, como un vacío que nunca se llena. Nos prometemos que seremos felices cuando ocurra "eso" que estamos esperando, pero ¿y si nunca llega? ¿Y si al final de todo descubrimos que nuestras vidas no eran más que una sucesión de esperas?

Nos enseñan que la paciencia es una virtud, y sé que tú nos has bendecido con ella. Pero reconozco que, en mi humanidad, a veces me falta. En la espera, he sentido frustración, desilusión y cansancio. Incluso he cuestionado si tú estás escuchando, si mi espera es en vano. ¿Por qué nos haces esperar tanto? ¿Es la espera una lección, una forma de hacernos valorar el presente, o simplemente parte del misterio de tu plan?

En muchas ocasiones, la espera está cargada de incertidumbre. Aguardamos con la esperanza de que lo que estamos esperando traiga alegría, paz o claridad. Pero esa esperanza, aunque poderosa, puede tambalearse cuando la espera se alarga. En esos momentos de duda, me pregunto si estoy entendiendo mal tu mensaje, si lo que espero es algo que tú consideras innecesario o irrelevante para mi vida. Y así, me encuentro buscando respuestas que parecen no llegar nunca.

La espera también nos confronta con nuestra propia vulnerabilidad. Al esperar, nos damos cuenta de que no tenemos control absoluto sobre nuestras vidas. Podemos planear, trabajar y esforzarnos, pero hay cosas que simplemente no están en nuestras manos. Ese reconocimiento puede ser desconcertante, pero también liberador. En la espera, somos invitados a soltar nuestras ansias de control y confiar en ti, en tu tiempo, en tu sabiduría.

Te pido que ilumines mi corazón, Dios, porque en medio de mi incertidumbre, sigo confiando en ti. Sé que la vida tiene un propósito y que cada espera, por dura que sea, tiene un significado. Pero aun así, necesito tus palabras, tu guía. Por favor, ayúdame a entender el sentido de esta espera interminable que define nuestra existencia.

También he llegado a darme cuenta de que la espera no siempre es negativa. Hay belleza en la espera, aunque a veces sea difícil de ver. En esos momentos de pausa, podemos descubrir cosas que, de otro modo, habrían pasado desapercibidas. La espera nos da tiempo para reflexionar, para aprender, para crecer. Nos da la oportunidad de conectar con otros, de fortalecer nuestra fe y de encontrar alegría en las pequeñas cosas de la vida.

Sin embargo, soy consciente de que no siempre aprovecho ese tiempo como debería. En mi impaciencia, a menudo me encuentro ansioso y preocupado, mirando hacia el futuro en lugar de vivir en el presente. Por eso, te pido que me ayudes a cambiar mi perspectiva. Enséñame a ver la espera como un regalo, como una oportunidad para estar más cerca de ti y de los demás.

La espera también nos enseña humildad. Nos recuerda que no somos el centro del universo, que nuestras vidas están interconectadas con las de los demás y con tu gran plan. Nos invita a reconocer que no siempre sabemos lo que es mejor para nosotros y a confiar en tu sabiduría y amor. En ese sentido, la espera es un acto de fe, una expresión de confianza en ti.

A lo largo de mi vida, he visto cómo algunas de mis esperas han dado fruto. He experimentado la alegría de ver sueños cumplidos, metas alcanzadas y deseos realizados. En esos momentos, he sentido una profunda gratitud hacia ti. Pero también sé que no todas las esperas tienen el final que esperamos. Hay veces en las que lo que llega no es lo que deseábamos, pero con el tiempo, nos damos cuenta de que era justo lo que necesitábamos. En esos casos, tu amor y tu cuidado se hacen evidentes de formas que no siempre entendemos al principio.

Querido Dios, gracias por escucharme, incluso cuando mis palabras están llenas de dudas y preguntas. Sé que tú comprendes mi corazón mejor que yo mismo. Confío en que cada espera tiene un propósito, aunque no siempre pueda verlo claramente. Ayúdame a vivir en el presente, a encontrar alegría en el ahora y a confiar en tu plan, incluso cuando la espera parezca interminable.

En última instancia, espero en ti, Dios. Más allá de las cosas materiales o los logros terrenales, mi mayor anhelo es estar cerca de ti, sentir tu amor, tu paz y tu guía. Y sé que tú nunca me fallarás. En la espera, te encuentro, y en ti, encuentro todo lo que necesito.

Con esperanza y gratitud.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo

 

 

 

 


sábado, 28 de junio de 2025

El poder de la oración

 


“Maestro, indíqueme qué plegaria debería emplear para atraer más rápidamente al Divino Amado”, pidió un devoto hindú.

Paramahansaji respondió: “Ofrécele al Señor las gemas de oración que yacen en las profundidades de la mina de tu propio corazón”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


jueves, 12 de junio de 2025

Inercia espiritual

 


A menudo Paramahansaji prevenía a sus discípulos en contra de los peligros de la inercia espiritual.

“Los minutos son más importantes que los años”, solía decir. “Si no mantienen a Dios en sus pensamientos cada minuto de si vida, los años se les escurrirán inadvertidamente, y cuanto más necesiten del Señor, es posible que sean incapaces de sentir su presencia. Pero si llenan de divinas aspiraciones los minutos de su vida, los años se verán automáticamente saturados de ellas”.

PARAMAHANSA YOGANANDA


miércoles, 11 de junio de 2025

Busquen el Todo

 


“No se lamenten si no perciben ni luces ni imágenes en sus meditaciones”, díjoles el Maestro a los devotos. “Profundicen al máximo en la percepción del Supremo Gozo, y en verdad encontrarán en él la presencia de Dios. Busquen el Todo, no una parte de él”.

PARAMAHANSA YOGANANDA

 


Lo que te conviene

 


La naturaleza universal otorga a cada cosa lo que le conviene, y en el momento en que le conviene.

MARCO AURELIO


jueves, 5 de junio de 2025

Despertar

 


Querido hijo mío:

 Escucho tu preocupación y siento tu deseo de cambio y mejora. Los valores que mencionas han estado siempre en el corazón del ser humano, pero el libre albedrío de cada uno guía el rumbo que toma la humanidad. Nunca he dejado de sembrar semillas de amor, bondad y compasión en cada uno de ustedes. Pero esas semillas necesitan ser cuidadas con acciones, elecciones y fe.

Te agradezco profundamente por abrir tu corazón hacia mí. En tus palabras encuentro la luz de tu alma y el reflejo de tu preocupación por el mundo que te rodea. Eres parte de mi creación, una chispa de mi amor eterno, y tus inquietudes son también las mías.

Es cierto que la humanidad atraviesa momentos difíciles, y muchas veces parece perderse en el caos de sus propias elecciones. Sin embargo, quiero que recuerdes algo importante: el amor, la bondad y la compasión no han desaparecido. Permanecen en cada corazón, esperando ser despertados y cultivados. La evolución espiritual y moral que buscas no está detenida; más bien, se encuentra oculta, aguardando a que la llamen a manifestarse con acciones y decisiones que reflejen el verdadero propósito de la existencia humana.

Despertarla es un trabajo colectivo, de cada uno hacia el otro. Tus palabras tienen poder. Al compartir tus pensamientos y practicar los valores que deseas ver en el mundo, inspiras a otros a hacer lo mismo.

Los valores que mencionas son el puente entre lo divino y lo humano. Son guías que os he dado para vivir con integridad, respeto y amor. Pero los valores no son sólo palabras; necesitan ser vividos y aplicados en cada pensamiento, en cada acción, y en cada relación. Al practicar los valores que deseas ver en el mundo, inspiras a otros a hacer lo mismo, y juntos se convierten en una fuerza transformadora.

Sabes bien que el cambio no ocurre de la noche a la mañana. Es un proceso lento, que requiere paciencia, perseverancia y fe. No estás solo en esta búsqueda. Estoy contigo en cada paso, en cada lucha, y en cada victoria. También estoy en aquellos que comparten tu visión y en quienes, aunque aún no lo sepan, están destinados a ser parte del movimiento hacia una humanidad más compasiva y unida.

Quiero que recuerdes que cada día es una oportunidad para sembrar esperanza. Incluso los actos más pequeños pueden tener un impacto profundo cuando se hacen con amor y sinceridad. Abraza a tus semejantes, escucha sus historias, comparte sus alegrías y alivian sus penas. Al hacerlo, estás llevando mi luz a ellos y multiplicando la bondad en el mundo.

Mi querido hijo, ten fe en ti mismo y en los demás. Aunque el camino sea difícil, y aunque la oscuridad parezca prevalecer en ciertos momentos, la luz siempre encuentra una manera de brillar. Tú eres un portador de esa luz, y tus palabras y acciones tienen el poder de guiar a otros hacia la verdad, la paz y el amor.

Recuerda que todo gran cambio empieza con actos pequeños, con amor y paciencia. No estás solo en esta búsqueda; camina conmigo y con aquellos que comparten tu visión. Juntos, el mundo puede resplandecer con la luz que llevan dentro.

Nunca olvides que cada día es una nueva oportunidad para ser mejor y para sembrar esperanza.

Sigue adelante con valentía, sabiendo que nunca estarás solo, porque mi presencia siempre estará contigo.

 

Con amor eterno.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo