El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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viernes, 31 de enero de 2014

Ciclos de vida


            Un ciclo es un espacio de vida, sin duración definida en el tiempo, en el que la persona desarrolla ciertas actividades, rodeada de un determinado grupo de personas. Así mismo, dentro de cada ciclo pueden establecerse una especie de miniciclos que son situaciones que se repiten, y se repiten, y se repiten hasta el aburrimiento en la vida de la persona, casi como si de un mal sueño se tratara. Estos miniciclos sólo son lecciones no aprendidas, y podemos tener claro que se van a repetir una y otra vez, sin ningún tipo de misericordia.  
            El mayor de los ciclos, es el tiempo que comprende una vida, y de la misma manera que no permanecemos eternamente en la vida de la materia, no hemos de intentar permanecer tampoco en ninguno de los ciclos o etapas que comprende la vida. Intentar permanecer más tiempo del necesario hace que empiecen a no funcionar las cosas, hace que perdamos la alegría y la ilusión.
            No tenemos normalmente mucha conciencia de la finalización de las etapas, salvo casos excepcionales, en los que se siente que el ciclo en el que nos encontramos ha finalizado. Tenemos, por tanto, que permanecer atentos a las señales, que pueden ser de diferentes tipos, en función del tipo de etapa finalizada. Dichas señales, como pueden ser aburrimiento, desgaste excesivo en relación con personas, trabajo o cualquier otra actividad, son los síntomas de que debemos cerrar una puerta y encararnos hacia la siguiente.
            La finalización de cada etapa lleva consigo el inicio de un nuevo ciclo, y para eso, en función del tipo de cambio, no está preparada la sociedad, ni por supuesto nosotros, que somos una parte de esa sociedad. A la sociedad le gusta vernos revolcarnos en la miseria del presente, antes de aceptar cualquier tipo de cambio. Así, mientras nos revolcamos, la sociedad puede sentirse útil culpabilizándonos, compadeciéndonos y dándonos consejos. Sin embargo, si encaramos nuestra vida y realizamos los cambios que demanda nuestro corazón, ya tienen la frase preparada: “Estás loco”.
            No aceptar la finalización del ciclo y cerrar bajo llave la puerta de la etapa anterior, supone un desgaste de energía enorme, que hace que físicamente la persona deje de vivir para empezar a vegetar. Caminar dejando puertas abiertas, “por si acaso”, impide una vida plena.
            La vida es un continuo, y aferrarse a una etapa acabada es tratar de detener la vida, y la vida no se detiene. Aferrarse a una etapa finalizada puede hacer que la propia vida se pudra y huela tan mal como el agua estancada.
            No se puede vivir añorando situaciones del pasado. Hay que soltar las amarras, hay que cerrar los círculos, hay que cerrar las puertas. Es importante deshacerse de recuerdos, cambiar de casa, de ciudad, de país si la situación lo requiere, hay que romper documentos, romper fotos y regalar libros.
Hay que tener en cuenta que negar los cambios es negar el propio crecimiento interior, porque los cambios externos pueden ser sinónimo de procesos internos de crecimiento.
Recuerda que nada ni nadie es imprescindible, y quien siente eso, solo son apegos. Deja que fluya la vida, suelta, despréndete de lo innecesario, cierra puertas, clausura, oxigénate, vive.

 

sábado, 25 de diciembre de 2010

Serenidad a un pensamiento de distancia

            Tristeza y melancolía es lo que muchas personas viven en la Navidad, en la época de la felicidad, del encuentro, del gozo, de la solidaridad, del amor. ¿Contradictorio?, ¡no!, para muchas personas es así, “la tristeza de Navidad”.
La melancolía se apodera de algunas personas cuando llega Navidad, en la mayoría de las ocasiones se debe a la ausencia de un ser querido, y mucho más si es el primer año en el que vamos a brindar sin él en Navidad,
 Es lógico encontrar a faltar a los seres queridos que ya no están con nosotros, pero ¿por qué mantener el recuerdo con tristeza?, ¿por qué no recordar con alegría los momentos vividos en su compañía, su amor, sus besos, sus caricias, su ternura, sus palabras?
Aquellos que ya no están con nosotros están mucho más cerca del Amor Divino que los que aun estamos aquí, y su felicidad aun seria mayor si ven que nosotros sentimos su ausencia con amor, con paz, con serenidad, no con dolor, no con tristeza.
Sentir la ausencia con tristeza, es una emoción, es un pensamiento que nos permitimos tener, pero un pensamiento más allá, está sentir la ausencia con serenidad, sentir la ausencia con amor. Solamente a un pensamiento de distancia.
No tienes que olvidar al ser querido, tienes que disfrutar con su recuerdo. ¡Cuántos recuerdos buenos, vividos en su compañía, tiras al cubo de la basura para lamentar su ausencia!
¿Sabes cómo hacerlo? Siente tu silencio y tu respiración, permanece unos momentos en tu interior sintiendo como el aire, que te da la vida, entra en ti, y sintiendo como sale. Trae a tu memoria un momento feliz de la relación con ese ser querido, y disfruta ese momento, deja que la energía de ese momento recubra tu cuerpo, permite que la energía de felicidad, de ternura, de amor de ese momento llene cada célula. Y ríe, y llora, y empápate de felicidad.
Debe de ser el espíritu navideño el que me hace buscar un cuento en consonancia con el texto, pero en este caso no he encontrado ninguno que me gustara, así que me he permitido colocar uno, que no se de quien es, podría ser también de Jorge Bucay, que me encanta, me emociona y refleja como ninguno que la felicidad es tan suave como una mariposa, que puede estar posada en ti y no ser consciente:
Hace ya un tiempo, un hombre castigó a su pequeña niña de 3 años por desperdiciar un rollo de papel de regalo dorado.
El dinero era escaso en esos días por lo que explotó en furia cuando vio a la niña tratando de envolver una caja para ponerla debajo del árbol de Navidad.
Pero sin embargo la niña le llevó el regalo a su padre la siguiente mañana y dijo:
"Esto es para ti, Papito".
El se sintió avergonzado de su reacción de furia, pero éste volvió a explotar cuando vio que la caja estaba vacía. Le volvió a gritar diciendo:
 "¿Qué no sabes que cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro?"
La pequeñita miró hacia arriba con lágrimas en los ojos y dijo:
 "Oh, Papito, no está vacía, yo soplé besos adentro de la caja, todos para ti, para que cuando te sientas triste la abras y los vayas cogiendo”.
 El padre se quedó mudo y empezó a llorar y la abrazó. Cada vez que el padre tenía un problema o estaba triste, abría la caja y cogía de ella un beso imaginario y  recordaba el amor que su niña había puesto ahí.