El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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domingo, 15 de junio de 2025

Nada en la vida es un error

 


Querido hijo:

         Tu carta ha llenado mi corazón con el eco de tus preguntas, tus dudas y tus anhelos más profundos. Antes que nada, quiero que recuerdes algo esencial: cada pensamiento tuyo, cada lágrima derramada y cada sonrisa que ilumina tu rostro son importantes para mí. Tú eres una obra de amor, un ser creado con un propósito único, destinado a experimentar la vida en toda su riqueza y profundidad. No hay nada en ti que sea un error, pues cada detalle de tu existencia es valioso y significativo.

Sé que los desafíos de la vida pueden parecer abrumadores. Entiendo que la mortalidad y la incertidumbre que conlleva pueden despertar en ti un sinfín de emociones y preguntas difíciles. Pero quiero que recuerdes algo muy importante: cada día que te levantas, cada aliento que tomas, tiene un propósito. Aunque en ocasiones te parezca que las pruebas que enfrentas no tienen sentido, ten la certeza de que, en las mismas, se esconde una oportunidad para aprender, crecer y amar más profundamente. La vida no fue diseñada para ser fácil o carente de dificultades, pero en sus imperfecciones se encuentran lecciones valiosas que enriquecen tu alma y te conectan más íntimamente conmigo y con los demás.

El dolor y las dificultades, aunque duros de afrontar, no definen la totalidad de tu existencia. Son una parte del camino, pero no el destino final. Quiero que sepas que, incluso en los momentos más oscuros, cuando las sombras parecen interminables, la luz nunca deja de brillar. Esa luz está en el amor que te rodea, en la esperanza que puede renacer en tu corazón y en la belleza que habita incluso en los lugares más inesperados. Esa luz también eres tú, con tu capacidad de sembrar bondad, de conectar con otros y de reflejar mi amor en tus acciones diarias.

En los instantes en que te sientas perdido o desconectado, recuerda que nunca estás solo. Yo estoy contigo siempre, en cada paso que das, incluso cuando crees que me has perdido de vista. Te acompaño en tus alegrías y en tus penas, en tus logros y en tus caídas, ofreciéndote mi amor incondicional y mi guía para que encuentres el camino hacia la paz y la plenitud.

Vivir plenamente no significa huir de las dificultades ni pretender que la vida sea un constante estado de felicidad. Vivir plenamente es aprender a enfrentar los desafíos con valentía, a encontrar significado incluso en las pruebas más duras y a valorar las pequeñas maravillas que te rodean cada día. Te invito a buscar en lo cotidiano aquello que despierta en ti gratitud y alegría: una mirada amable, el aroma fresco de la tierra después de la lluvia, una conversación sincera, o un simple momento de silencio en el que puedas sentirte en conexión conmigo.

La mortalidad, aunque difícil de aceptar, es un recordatorio de que cada instante que tienes es un regalo. No temas a la muerte, pues es una parte natural del ciclo de la vida. Pero mientras tus días estén llenos de vida, quiero que los vivas con entusiasmo, con amor, con valentía y con un propósito claro. Aprovecha cada oportunidad para dejar huellas positivas en el mundo, para construir relaciones genuinas, para soñar sin límites y para disfrutar del milagro que es simplemente existir.

Hijo mío, no dudes de mi presencia y de mi amor infinito por ti. En los momentos de duda, cierra los ojos y siente la fuerza de mi amor sosteniéndote. En los días de alegría, celebra la vida con el corazón abierto. Y en los tiempos de incertidumbre, confía en que, aunque no siempre puedas ver el camino con claridad, estoy aquí para guiarte y caminar contigo.

Abre tus ojos al presente, porque el hoy es el mayor regalo que puedes recibir. Permite que la belleza y la bondad que hay a tu alrededor te envuelvan, y deja que mi amor sea la luz que ilumina tu camino, incluso en los días más oscuros. Siempre estoy aquí, deseando que encuentres la paz, la alegría y la plenitud que tanto buscas.

Con un amor eterno e incondicional, 

Tu Padre que te ama.

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo


miércoles, 11 de junio de 2025

¡Que se le va a hacer!

 



Aceptar lo que no podemos cambiar: el arte de no perder energía en lo externo. 

          ¡Qué se le va a hacer! Esta expresión, común en nuestra cotidianidad, encierra una sabiduría profunda: la capacidad de aceptar aquello que escapa a nuestro control. La vida está llena de situaciones inesperadas, decisiones ajenas que afectan nuestro camino y circunstancias externas que desafían nuestra tranquilidad. Y, sin embargo, nuestra reacción ante estos eventos es lo que define el impacto que tendrán en nuestro bienestar. 

En un mundo en el que tantas variables escapan a nuestro control, es fácil caer en la trampa del lamento, la queja y el enfado. Pero, ¿de qué sirve lamentarse si la causa del malestar proviene de un factor externo? Ese lamento no cambia la realidad y, en muchos casos, solo consigue alejarnos de nuestro centro emocional y drenarnos de energía valiosa. 

La clave está en distinguir entre lo que podemos cambiar y lo que simplemente debemos aceptar. Vivimos en un mundo de constante movimiento, donde las circunstancias se transforman sin previo aviso. Intentar resistir el flujo natural de los acontecimientos solo nos lleva a la frustración. Aprender a soltar, aceptar y fluir nos permite mantener nuestra energía enfocada en lo que sí está en nuestras manos. 

El filósofo estoico Epicteto decía que no podemos controlar los eventos externos, pero sí nuestra percepción de ellos. Este enfoque nos invita a asumir la responsabilidad sobre nuestras emociones y reacciones. En lugar de quedar atrapados en la frustración, podemos encontrar maneras de reinterpretar la situación y ver oportunidades en lo que, inicialmente, parecía ser un obstáculo. 

¿Qué podemos hacer cuando nos enfrentamos a situaciones que escapan a nuestra voluntad? Lo primero es reconocer la naturaleza de los eventos y preguntarnos si realmente tenemos el poder de cambiar algo. Si la respuesta es negativa, la mejor opción es aceptar y buscar cómo adaptarnos. La aceptación no significa resignación, sino inteligencia emocional: entender que nuestra energía tiene un mejor uso cuando la enfocamos en lo que sí podemos mejorar. 

Otro aspecto fundamental es la gestión de emociones. La ira, la frustración y la desesperanza pueden surgir cuando sentimos que no tenemos control sobre algo importante. Pero, en lugar de dejarnos arrastrar por estas emociones, podemos aprender a observarlas, entenderlas y luego dejarlas ir. Técnicas como la meditación, la escritura reflexiva y la conversación con personas de confianza pueden ayudar a procesar estos sentimientos sin que se conviertan en una carga permanente. 

Aceptar lo que no podemos cambiar no significa renunciar a la acción. Al contrario, nos libera para tomar decisiones más sabias y centradas. En vez de perder energía en la queja, podemos canalizar nuestros esfuerzos hacia aspectos de nuestra vida que sí dependen de nosotros: nuestras relaciones, nuestra actitud, nuestros proyectos y el crecimiento personal. 

A lo largo de la historia, grandes pensadores y líderes han aprendido esta lección. Desde los estoicos hasta los líderes espirituales, pasando por figuras que han enfrentado grandes adversidades, la clave del bienestar ha estado en su capacidad de aceptar la realidad y transformar su enfoque. 

En última instancia, se trata de una elección: podemos aferrarnos a la frustración o podemos liberar nuestra mente y nuestra energía para avanzar. Optar por la segunda opción nos permite vivir con mayor ligereza, reducir el estrés y centrarnos en lo que verdaderamente importa. 

Así que, ante los desafíos externos, recordemos la sabiduría de la frase: ¡Qué se le va a hacer! No como un acto de rendición, sino como un reconocimiento de nuestra capacidad de adaptación y fortaleza interior. 

domingo, 1 de junio de 2025

Descubrir lo que tienes

 


Hijo mío: 

 Entiendo tus preguntas, tus inquietudes, y tus búsquedas. Desde el principio de los tiempos, el corazón humano ha sido un explorador, un viajero que busca sentido en todo lo que ve y toca. Esa inquietud por el “más” no es tu enemiga, sino un regalo, una brújula que puede guiarte hacia lo profundo, hacia lo verdadero. 

Pero te recordaré algo importante: el “más” que buscas afuera nunca llenará el vacío que se encuentra adentro. La riqueza más grande está en tu capacidad de amar, de ser compasivo, de conectarte conmigo y con tus hermanos. Mientras continúes buscando el “más” en lo efímero, en lo externo, solo encontrarás fugaces momentos de satisfacción. Si miras dentro de ti, encontrarás que ya tienes todo lo que necesitas. 

Las murallas que mencionas, aquellas que te separan de los demás, fueron creadas por el miedo y la inseguridad, no por mí. Yo diseñé el amor como un puente que une almas, como una fuerza capaz de sanar heridas y derribar cualquier barrera. Cada vez que eliges amar, eliges acercarte más a mí, porque Yo Soy amor. 

No te pido que dejes de soñar, de anhelar, de crecer. Pero sí te pido que aprendas a hacerlo con gratitud, con aceptación, y con humildad. Que busques el “más” que está en el servicio, en la generosidad, en el cuidado por los otros y por ti mismo. Ese “más” no se mide en riquezas ni en poder, sino en la luz que aportas al mundo. 

Sé que a menudo el camino parece confuso, como un sendero cubierto de neblina, donde las señales no siempre son claras. Pero quiero que recuerdes que incluso en la incertidumbre hay propósito, incluso en los momentos de duda estás aprendiendo, creciendo, acercándote más a la verdad de quién eres y de quién soy. 

Esa inquietud que sientes, esa búsqueda constante que nunca parece acabar, es un eco de la chispa divina que he puesto en ti. Es mi manera de recordarte que tú no estás hecho para conformarte con lo efímero, con lo pasajero. Tú fuiste creado para algo eterno, para algo que trasciende las barreras del tiempo y del espacio. Esa chispa es la prueba de que hay algo más grande que tú mismo, y que ese algo ya vive en tu interior. 

Aunque a veces el camino parezca empinado, y las cargas pesen sobre tus hombros, no estás solo. Cada paso que das, cada lucha que enfrentas, me tiene a tu lado. Recuerda que estás rodeado de milagros todos los días. No esperes grandes hazañas para encontrarme; estoy en cada sonrisa, en cada lágrima, en cada susurro del viento. Estoy en ti, en tus pensamientos, en tus esperanzas, en tu alma.  No importa cuán lejos creas que te has desviado, mi amor por ti es una constante, un faro que nunca se apaga. 

Quiero que te des permiso para sentir. Permiso para reconocer tus miedos, tus dudas, tus heridas. No te pido perfección, hijo mío; te pido autenticidad. Porque en esa verdad, en esa transparencia, es donde me encuentro contigo. No temas mostrar tus vulnerabilidades, porque ellas no te hacen débil, sino humano. Y es en lo humano donde reside lo divino. 

Deja que el amor sea tu guía. No un amor que posea ni que exija, sino un amor que libere, que dé, que se ofrezca sin esperar nada a cambio. Ese es el amor que yo he depositado en tu alma. Déjalo florecer, déjalo transformar no solo tu vida, sino también la vida de aquellos que te rodean. Porque cada acto de bondad, cada palabra de aliento, cada gesto de compasión, es un reflejo de mí en el mundo. 

Sigue adelante, hijo mío. Sigue buscando, no porque te falte algo, sino porque en la búsqueda descubres lo que siempre ha estado ahí. Descubres que ya eres amado, que ya eres suficiente, que ya eres luz. Y en esa luz, encontrarás la paz que tanto anhelas. 

Con amor eterno. Yo te bendigo. 

 

CARTAS A DIOS – Alfonso Vallejo

 


lunes, 12 de mayo de 2025

Amor y aceptación

 



Acóplate a las cosas que te han tocado en suerte; asimismo, ama a los hombres que el destino te ha puesto delante, pero hazlo de verdad.

MARCO AURELIO

jueves, 1 de mayo de 2025

Ama, acepta, respeta

 


Ama, acepta, respeta

 

El mundo que habitamos es un reflejo de nuestras acciones y pensamientos. No es un lugar estático ni ajeno a nuestras intenciones, sino una constante construcción de lo que sembramos en cada interacción, en cada gesto, en cada palabra. Somos los creadores de nuestro mundo.

De todo lo que podemos aportar a la vida, tres pilares sostienen la armonía entre nosotros: amar, aceptar y respetar. Son verbos sencillos, pero su impacto es profundo. Aplicarlos con sinceridad transforma la manera en que vivimos, en que nos relacionamos, en que entendemos y en que somos entendidos. 

El amor es el principio de todo acto noble, el motor que nos impulsa a conectar, a cuidar, a ofrecer lo mejor de nosotros. No se trata solo del amor romántico, sino de una manera de estar en el mundo. Amar es ver con bondad, actuar con ternura, ofrecer comprensión. 

Cuando una persona ama, no tiene espacio para el daño. ¿Cómo podría? El amor, en su esencia más pura, es generoso y desinteresado. No humilla ni hiere. No es egoísta ni posesivo. Es un estado de apertura, de entrega, de preocupación genuina por el bienestar del otro. 

Sin amor, el mundo se endurece. Se llena de frialdad, de indiferencia, de pequeños gestos de descuido que, acumulados, crean grietas en nuestras relaciones. Pero cuando el amor está presente, hasta los momentos más difíciles pueden ser llevados con calma, con paciencia, con dulzura. Amar es sostener sin exigir, es acompañar sin poseer. 

Nos enseñan desde pequeños que el amor es importante, pero rara vez nos enseñan cómo aplicarlo más allá de las relaciones personales. Amar no es un sentimiento, es una energía, que nos imprime el carácter para actuar con bondad, para mirar con comprensión, para escuchar con atención. Amar es el principio de una vida en paz, dentro y fuera de uno mismo. 

Y si amas, aceptas, sin más. Aceptar no significa estar de acuerdo con todo ni justificar lo injustificable. La aceptación no es resignación, sino un acto de respeto por la diversidad, por la diferencia, por los caminos que no son los nuestros. 

Cada persona es un universo complejo, un cúmulo de vivencias, pensamientos y emociones que han moldeado su forma de ver el mundo. Aceptar es reconocer que no hay una única manera de existir, de pensar, de actuar. Es entender que la historia de cada quien tiene matices que quizás nunca comprendamos del todo, pero que merecen ser respetados. 

Cuando aceptamos, dejamos atrás el impulso de criticar, de señalar, de juzgar. La crítica constante no solo lastima a los demás, sino que nos atrapa en una espiral de descontento. ¿De qué nos sirve vivir esperando que todos piensen, actúen y sean exactamente como creemos que deberían? La vida es, y punto. Y es más rica cuando aprendemos a mirar sin condenar, cuando aceptamos sin imponer, cuando entendemos sin exigir cambio inmediato.

Aceptar no implica que todas las decisiones sean correctas, ni que todo lo que ocurre sea justo. Pero sí implica soltar el peso del juicio innecesario, el que nace de la falta de empatía, de la incapacidad de ver más allá de nuestras propias perspectivas.  

Cuando aprendemos a aceptar, nuestra energía cambia. Nos volvemos menos rígidos, menos hostiles. Aprendemos que la diversidad no es una amenaza, sino una riqueza. Aceptamos las diferencias sin sentirnos atacados por ellas. Aceptamos la vida con sus contrastes, sus contradicciones, sus sorpresas. 

          Si el amor construye y la aceptación libera, el respeto es el pilar que sostiene cualquier convivencia. Sin respeto, las conexiones humanas se deterioran, la comunicación se envenena, los conflictos surgen sin remedio. 

Respetar es reconocer el valor del otro. Es entender que, aunque no compartamos sus ideas, merece dignidad, merece voz, merece espacio. Es la actitud que permite la paz, que evita el conflicto innecesario, que nos recuerda que todos somos parte de algo mayor. 

El respeto no es una cortesía ocasional, sino un principio que debería guiarnos siempre. Respetar implica escuchar sin interrumpir, entender sin desestimar, permitir sin imponer. No exige que todos pensemos igual, pero sí demanda que tratemos a los demás con consideración. 

En un mundo donde la agresión verbal y el desprecio se han convertido en herramientas comunes, el respeto es una luz que equilibra las diferencias. Nos da la capacidad de disentir sin odio, de discutir sin herir, de coexistir sin destruir. 

Cuando respetamos, todo está bien. Porque en el respeto hay espacio para el amor, hay lugar para la aceptación. Nos permite vivir sin miedo, sin la necesidad de imponer nuestras ideas sobre los demás. Nos da libertad, nos da paz. 

Cuando alguien decide amar, aceptar y respetar, está eligiendo un camino de paz. No significa que todo sea fácil, ni que los conflictos desaparezcan por completo. Pero sí significa que, al enfrentarlos, lo hacemos desde la empatía, desde la paciencia, desde la voluntad de entender en vez de condenar. 

Amar nos vuelve cálidos, accesibles, confiables. Aceptar nos libera del peso del juicio, del agotamiento de la crítica constante. Respetar nos permite convivir sin temor, sin imposiciones, sin violencia. 

Si cada persona aplicara estos principios, el mundo cambiaría radicalmente. La convivencia sería más armoniosa, los conflictos se reducirían, las relaciones serían más auténticas. Pero más allá del impacto social, vivir bajo estas premisas también transforma nuestra paz interior. Nos permite descansar, soltar la carga de la hostilidad, encontrar alegría en la simpleza de cada día. 

Porque cuando amas, aceptas y respetas, no solo transformas tu entorno: te transformas a ti mismo. 


lunes, 21 de abril de 2025

Todo está bien

 



 

         Para la piedra lanzada a lo alto no hay nada malo en caer, ni nada bueno en subir.

MARCO AURELIO


jueves, 10 de abril de 2025

Aceptar y respetar

 


Sobre la aceptación

 

Hijo mío:

Tienes toda la razón sobre el Karma. Lo has expuesto de manera perfecta. No tengo nada que añadir.

En mi respuesta anterior me centré en temas religiosos y dejé de lado temas muy importantes que no podemos echar en saco roto.

Para evitar el juicio y la crítica son necesarias dos actitudes: la aceptación y el respeto.

Decía Carl G. Jung:” Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”

La aceptación es esa actitud que va a permitirte reconocer y tolerar las situaciones, pensamientos, emociones o aspectos de vosotros mismos o del mundo que os rodea, sin intentar cambiarlos o evitarlos. La aceptación os ayuda a afrontar los problemas de forma más efectiva, a aprender de vuestras experiencias y a cultivar la resiliencia emocional. La aceptación no significa resignarse o conformarse, sino asumir la realidad y buscar soluciones. La aceptación se puede practicar y mejorar a lo largo de la vida, y es una herramienta poderosa para vivir de forma más plena y equilibrada.

Cualquier juicio, cualquier opinión, cualquier crítica, no es más que un reflejo de la propia persona, no es más que un reflejo de sus pensamientos, no es más que un reflejo de sus creencias.

Pero, los pensamientos y las creencias de cada uno, ¿por qué han de ser aplicables al resto del mundo? Los pensamientos y las creencias de las personas no son más que una manifestación de su nivel de evolución, no son más que una manifestación de su carácter, y en ningún caso sirven para ninguna otra persona, porque cada persona está en un nivel de evolución determinado, cada persona vive una circunstancia específica en su vida, distinta a cualquier otra.

Para que se termine el juicio, la opinión y la crítica, sólo hay que aplicar una regla, el respeto. Cuando se respeta se acepta, y ante la aceptación todo está bien. Cualquier cosa que haga cualquier persona, ha de ser aceptado y respetado, porque es algo que pertenece a su vida, a su aprendizaje y su evolución.

Te propongo un ejercicio sencillo, dedica un día a vivir sin juzgar, sin criticar y sin opinar lo que hagan los demás, a mirar con otros ojos, a respetar y aceptar cualquier cosa que hagan las personas de tu entorno y, a colocarte en su lugar. Si por cualquier causa la mente pudiera contigo y surgiera la crítica, ni tan siquiera tienes que comprender, solo respeta y acepta.

El respeto y la aceptación es entrenamiento y práctica, por lo que la crítica va a surgir. No te enfades contigo, si la crítica ha sido mental, pide perdón mentalmente y comienza nuevamente, observando lo mejor de la persona, focalizando tu atención en sus cualidades. Con la práctica te acostumbrarás a observar las acciones de los demás como observas un día de sol, o las flores, o el vuelo de los pájaros, sin que te afecte lo más mínimo.

Cuando consigas incorporar a tu vida el respeto y la aceptación, vas a sentirte libre, ya que el ejercer de juez, de manera permanente, es agotador.

Dedica la vida a vivirla, no a vivir la vida de los demás. La vida es plenitud, y cada segundo que intentas vivir la vida de los demás dejas de vivir la tuya, dejas de vivir un segundo de tu tiempo que no volverá a repetirse, conviertes tu vida en una vida incompleta. La vida es demasiado hermosa para desperdiciarla, aunque sólo sea un segundo. Desperdiciar la vida juzgando, opinando o criticando a otros es, además, un trabajo insulso, ya que ese otro al que estás juzgando, es seguro que, a seguir viviendo su vida tan feliz, sin enterarse de tus críticas o pasando de ellas, porque sencillamente no las necesita; estás desperdiciando tu vida para nada.

Empieza ahora a mirar con otros ojos, empieza ahora a aceptar y a respetar, no esperes a mañana, no desperdicies más tu vida.

¿Sabes qué es lo que hay debajo de vuestra necesidad de juzgar?, sólo miedo, miedo a enfrentaros con vuestra propia oscuridad, casi me atrevería a decir que es miedo a vivir, es falta de Amor.

No juzgues nada, las cosas son como son y no has de tener ningún interés en como deberían ser, en como tendrían que ser, en como piensas tú que han de ser.

La conciencia social, políticos, religiosos, los estándares de salud y de belleza os dan modelos y normas de cómo deberían ser las cosas, o de cómo deberíais comportarnos. Tratan de definiros lo que es bueno, lo que hay que hacer, lo que está bien visto.

  ¿Quién ha dicho a nadie que su misión en esta vida sea ejercer de juez, ejercer de crítico, o ejercer de comentarista de la vida del resto del mundo?  Posiblemente, nadie y, sin embargo, existen muy pocas conversaciones en las que no se juzgue a alguien, o no se le critique, o no se opine sobre lo que sería mejor para la vida de esa persona.

Yo te bendigo hijo mío.

CARTAS A DIOS-Alfonso Vallejo


jueves, 3 de abril de 2025

Conectar con el corazón y elegir

 


Conectar con el corazón y elegir

 

Querido hijo:

Tienes toda la razón cuando dices que la mente humana no está capacitada para entender todas las respuestas, sobre todo aquellas que no tienen relación con la materia, que están fuera del espacio conocido o que no pueden ser medidas con un reloj de tiempo porque su medida siempre es “ahora”.

Sé de tu afán por saber y conocer que hay al otro lado de la vida, pero…, contesta una pregunta, ¿para qué te serviría ese saber?, ¿tú crees que conocer las actividades que realiza el alma cuando se encuentra en el espacio “entre vidas”, sería de utilidad para tu trabajo en la materia?, ¿te ayudaría a tener más paciencia?, ¿cambiarían en algo tus terapias?, ¿cambiarías la receta de los garbanzos?

Voy a contestar, por ti, esas preguntas: No te serviría para mejorar en las actividades que realizas en la materia. Entonces, si no lo vas a entender y no te va a ser útil, ¿para qué insistir? Olvida el tema y enfócate en lo que, además de conocido, es imprescindible para tu crecimiento y tu desarrollo espiritual.

Conociéndote como te conozco sé que has hecho una pausa después de leer que te enfoques en lo que es imprescindible para tu crecimiento y tu desarrollo espiritual. Ahora vienen tus preguntas y tus quejas, Te estoy escuchando “¿qué es imprescindible para mi crecimiento y desarrollo espiritual?, si nos lo dijeras claro no estaríamos dando tumbos por la vida preguntándonos que hacer”.

Tengo que contestar lo de siempre: Sabes, perfectamente, lo que tienes que hacer. Sin embargo, te voy a recordar eso que sabes: El trabajo para tu crecimiento y tu desarrollo espiritual es hacer felices a los que te rodean, en todo momento y en cualquier circunstancia.

 No se trata de que les enseñes a meditar, de que les des una clase magistral de yoga o les recomiendes algún libro de crecimiento personal. Se trata de aceptarlos como son, sin esperar de ellos que satisfagan tus más íntimos deseos o tus expectativas sobre lo que esperas de ellos. Se trata de que les enseñes con tu ejemplo. Por eso tienes que ser amor, bondad, paciencia, tolerancia y comprensión.

Cada ser humano se encuentra en su propio proceso evolutivo. Cada uno se encuentra en un nivel diferente y, por lo tanto, también es diferente su proceso de comprensión. No debes juzgar a ninguno de tus hermanos. Por dos razones. La primera porque nadie ha venido a hacer de juez, (ni yo mismo, que soy el Creador, lo hago), y, la segunda, porque el juicio lo realizarás desde tu perspectiva, cuando la suya puede ser muy diferente. Por eso has de aceptarlos como son.

Seguro que más de una vez has oído o leído la frase: “Si juzgas a un pez por su habilidad para trepar a los árboles, pensará toda la vida que es un inútil”. Aplícala en tu vida para todas las personas que te rodean. Cada persona es muy hábil para alguna actividad y completamente nula para otras. No todos pueden pasar por el filtro de “tu rasero”. Tu rasero solo es para ti. Recuerda que, a ti, no te gusta que te juzguen, ¿por qué les iba a gustar a los otros tu juicio?

Para aceptarlos, sin juzgarlos, has de comprenderlos. Colocarte en sus zapatos y caminar con ellos, por un tiempo. Tienes que cultivar la paciencia. Mientras aun te falle la comprensión has de echar mano de la tolerancia. Y, por último, saber perdonar, si en algún momento te sientes ofendido.

Vuelve a imaginar que todos los que te rodean son bebés con una semana de vida. ¿Qué necesitan de ti?, necesitan amor, aceptación, comprensión, paciencia, tolerancia y ayuda. Haz eso con todos tus coetáneos y estarás creciendo a pasos de gigante. ¿Qué esperarías tú de esos bebés?, nada, ¿verdad? Pues es lo mismo que tienes que esperar de los que te rodean, nada.

Aquello que tú quieres recibir, dalo a manos llenas, sin ocuparte de más.

Has podido comprobar que es muy fácil contactar conmigo cuando estás en meditación.

Percibir mis señales es muy sencillo, sólo tienes que permanecer en silencio y atravesar el espacio que existe entre tu pensamiento y tu sensación. Sólo tienes que aparcar el pensamiento y centrar la atención en el corazón. Ahí vivo Yo en vosotros. Y para llegar no vale escuchar discursos llenos de amor, ni asistir a misas donde se hable de Mi. El ser humano ha de encontrarme en solitario. Sin embargo, así como no vais a salir en la búsqueda de un tesoro si no se sabe que existe, habéis de tener el pleno convencimiento de que Yo habito en vuestro interior para establecer contacto.

Te amo hijo mío y te bendigo.

 CARTAS A DIOS - Alfonso Vallejo


miércoles, 2 de abril de 2025

Aceptar lo que venga

 


Cuerpo, alma, intelecto: por el cuerpo, las sensaciones; por el alma, los impulsos; por el intelecto, las doctrinas. Recibir una impresión de los sentidos también le sucede a los animales; ser arrastrado por los impulsos, como un muñeco es lo que les pasa a las bestias; mantener siempre el intelecto como guía de lo que parecen deberes también lo hacen los que no creen en los dioses, los que abandonan a su patria, los que se entregan a cualquier cosa en cuanto cierran la puerta. 

Si tenemos estas cosas en común con aquellos, queda lo propio del hombre bueno: amar, recibir con buen ánimo lo que venga y lo que le ha sido urdido por el destino; no confundir ni turbar con una muchedumbre de impresiones al genio interior asentado en su pecho, sino cuidar de que esté contento, que siga al Dios con buena disposición, sin decir nada contrario a la verdad, ni hacer nada contrario a la justicia. 

Y si todos los demás hombres desconfían de él, por vivir de manera sencilla, modesta y honrada, no se encoleriza con nadie, no se desvía del camino que conduce hacia el fin de la vida, por lo que hay que caminar puro, tranquilo, desprendido, voluntariamente adaptado a su propia suerte.

MARCO AURELIO


lunes, 31 de marzo de 2025

Aceptación

 


Al igual que se dice: "Asclepio le ha prescrito montar a caballo, o baños de agua fría, o andar descalzo", también se dice que la naturaleza del conjunto le ha prescrito una enfermedad, o una mutilación, o una pérdida o algo parecido. Pues en el primer caso, lo de "ha prescrito" significa "le ha ordenado hacer lo que conviene a su salud"; en el segundo, lo que ha sucedido ha sido ordenado según lo que conviene a su destino. De este modo en ambas ocasiones decimos que las cosas nos “suceden” del mismo modo que los albañiles dicen que los sillares "se juntan" en las murallas o en las pirámides cuando se ajustan entre sí conforme a una posición determinada.

Una es la armonía en todas las cosas, y del mismo modo en que el universo completa un cuerpo determinado a partir de todos los cuerpos, así mismo el destino completa una causa determinada a partir de todas las causas. Lo entienden hasta los más ajenos a la filosofía, ya que dicen: "le ha tocado esto", es decir, le ha tocado esto: le estaba prescrito. Aceptamos entonces lo que sucede del mismo modo en que aceptamos las prescripciones de Asclepio: pues, aunque haya cosas difíciles en ellas, la seguimos aceptando porque esperamos lograr la sanación. Acerca de la consecución y el cumplimiento de los dictados de la naturaleza común, has de considerar lo mismo que acerca de tu salud: así, acepta todo lo que suceda, aunque resulte duro, puesto que conduce a la salud del universo y al buen curso y al buen obrar de Zeus. Pues no le hubiera tocado a alguien esto si no fuera conveniente para el todo, como tampoco, en ningún caso, la naturaleza llegaría a producir algo que no se adecuara a sus dictados.

Por ello has de querer lo que te sucede por dos motivos: el primero, porque te ha pasado a ti, te ha sido prescrito a ti y de algún modo te atañía a partir de la trama de causas que proviene de arriba; el segundo, porque incluso lo que le sobreviene a cada cual en particular es causa para el que rige el universo de su buen curso, de su cumplimiento y, por Zeus, de su permanencia.

Lo completo queda cojo si interrumpes cualesquiera de las uniones y secuencias de las partes o de las causas: lo interrumpes, en tu caso, cuando te enfadas e incluso lo destruyes.

MARCO AURELIO


miércoles, 19 de marzo de 2025

El secreto de aceptar

 


A veces, en la búsqueda de la felicidad le damos tantas vueltas a la vida que más parece que la retorcemos.

Y, sin embargo, no es necesario darle muchas vueltas, porque es seguro que así no vamos a conseguir la felicidad y nos podríamos marear de tanta vuelta. Es mucho más sencillo: Solo tenemos que aceptar la vida que nos hemos dado.

La aceptación es un concepto que implica reconocer y asumir conscientemente la realidad tal como es, incluyendo situaciones, pensamientos, emociones o aspectos personales, sin intentar modificarlos, evitarlos o juzgarlos.

Aceptar significa no juzgar nada, ni nuestro, ni de los otros, ni del interior, ni del exterior, las cosas son como son y no hemos de tener ningún interés en como deberían ser, en como tendrían que ser, en como pensamos nosotros que han de ser.

La aceptación consiste en eliminar la expectativa, en eliminar el deseo. Lo cual no significa que la acción de una persona, o cualquier situación nos agrade o nos haga felices. La felicidad llegará después, aceptando.

Aceptar en ver las cosas como son, no como a nosotros nos gustaría que fueran. Es observar las situaciones y los sucesos, sin juzgar, sin esperar nada, ya que cuando esperamos algo, es una prueba clara de que queremos controlar las situaciones, queremos controlar a las personas, queremos controlar el mundo. Y no funciona así. Las personas son como son, y nadie, excepto ellas mismas, puede cambiarlas.

 La aceptación es como un puente que nos traslada de la decepción a la paz, del dolor a la alegría, del sufrimiento a la felicidad. Aceptación es vivir el presente, es vivir la realidad, tal cual es, es vivir a los demás como lo que son, seres divinos. La aceptación, al mantenernos en la realidad, lejos de vivir una vida de pensamientos, nos permite ser conscientes de todas las oportunidades que nos rodean, para poder fijar y seguir el rumbo de nuestra vida hacia la felicidad.

La aceptación llega con la apertura del chakra del corazón. El centro energético del corazón, situado en el centro del pecho, a la altura del corazón físico, es la sede del amor, de la compasión, de la misericordia, de la dulzura, y es lo que nos une al resto de seres humanos, y lo que nos acerca a nuestra divinidad.

Un chakra cardiaco que irradia amor, generosidad, compasión, que se siente unido a todo y a todos, es el secreto para conseguir el tan deseado equilibrio interior, equilibrio que lleva directamente a no resistirse al fluir de la vida, y a aceptar los cambios, las incertidumbres, los sucesos, las ideas y las personas.

La aceptación es la antesala del Amor, y para conseguir amarnos a nosotros mismos, veremos que necesitamos traspasar la puerta de la aceptación, para observarnos sin juzgar, para valorarnos, para respetarnos, para compartir y para entregarnos a los demás.

¿Aceptando qué?: Aceptando lo que somos, aceptando el dolor, aceptando el sufrimiento, aceptando el miedo, aceptando lo que nos parecen limitaciones, aceptando nuestra vida.

Cuando se consigue aceptar la vida y lo que la envuelve, la persona se ablanda, tolera, perdona y ama.

Se dice muy rápido que hay que aceptar la vida, sin embargo, nuestra conciencia lleva mucho tiempo generando un patrón de conducta que hace difícil cualquier cambio. ¿Qué hay ahora en la conciencia?, ¿Qué es lo que tiene que cambiar?: Tenemos que ser conscientes de que estamos atados a nuestros pensamientos, para permitir que estos cambien y desaparezcan las viejas energías, y así despertar a una conciencia basada en el corazón.

Sólo cuando nos demos cuenta de que el vacío en el que estamos inmersos no puede ser llenado de ninguna manera desde el exterior,  empieza el cambio, empieza la aceptación.

 


jueves, 27 de febrero de 2025

Todo procede de Dios

 


En el camino de la fe y la espiritualidad, muchos se encuentran en una encrucijada entre la confianza en Dios y el deseo de cambiar sus circunstancias. Este dilema, común entre los creyentes, merece una reflexión profunda y una comprensión más amplia de la relación entre el ser humano y Dios.

Es natural que los seres humanos, incluso aquellos con una fe firme, atraviesen momentos de duda y ansiedad. Buscamos consuelo en la oración, pidiendo a Dios por salud, prosperidad o cambios en nuestras circunstancias. Sin embargo, esta actitud puede revelar una contradicción interna: Mientras, por un lado, reconocemos a Dios como fuente de todo, por otro, cuestionamos o deseamos cambiar lo que Él ha dispuesto para nosotros.

Esta paradoja nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra fe y/o espiritualidad y nuestra comprensión del plan divino.

La idea de que nuestra vida actual es el resultado de un acuerdo previo con Dios antes de nuestra encarnación es un concepto profundo que merece consideración.

Ese acuerdo previo implica que cada experiencia tiene un propósito específico, que las dificultades no son castigos, sino oportunidades de crecimiento y que nuestra vida actual es exactamente lo que necesitamos para nuestra evolución espiritual.

Esta perspectiva nos desafía a ver más allá de nuestros deseos inmediatos y a buscar el significado más profundo de nuestras experiencias.

Es imprescindible para nuestra mantener nuestra paz interior, aceptar que Dios siempre proporciona lo que más nos conviene requiere un acto de fe y humildad.

Eso supone reconocer que la perspectiva divina es más amplia que la nuestra, que lo que percibimos como negativo puede ser beneficioso a largo plazo y que nuestros deseos inmediatos no siempre se alinean con nuestro mejor interés espiritual.

Por eso, en lugar de rebelarnos contra nuestras circunstancias, podemos adoptar una actitud de aceptación activa:

- Observación consciente: Examinar nuestras situaciones sin juicio.

- Búsqueda de lecciones: Identificar qué podemos aprender de cada experiencia.

- Gratitud: Cultivar el agradecimiento por lo que tenemos, incluso en momentos difíciles.

- Confianza: Desarrollar una fe profunda en que todo tiene un propósito superior.

La verdadera transformación ocurre cuando aceptamos nuestra realidad presente. Esto no significa resignación, sino una apertura a las enseñanzas que cada situación nos ofrece, ya que, al hacerlo, liberamos energía que antes gastábamos en resistencia, a la vez que nos abrimos a nuevas perspectivas y soluciones y, además, aceleramos nuestro crecimiento espiritual y personal.

Yo diría que es de vital importancia encontrar un equilibrio entre la aceptación de nuestra situación actual y la acción constructiva. Mientras aceptamos lo que es, podemos trabajar en nuestro crecimiento personal, podemos buscar formas de servir a los demás y, sobre todo, mejorar aspectos de nuestra vida que están bajo nuestro control.

Por lo tanto, para conseguir vivir en paz y acercarnos a la felicidad, hemos de aceptar que nuestra vida actual es un regalo de Dios, con todas sus complejidades y desafíos. Esa aceptación nos libera de la constante lucha contra lo que es y nos permite enfocarnos en nuestro crecimiento espiritual.

Al adoptar esta perspectiva, no solo honramos el plan divino para nuestras vidas, sino que también nos abrimos a una felicidad más auténtica y duradera. Esta felicidad no depende de circunstancias externas, sino de nuestra conexión interna con lo divino y de nuestra capacidad para encontrar significado y propósito en cada experiencia que la vida nos ofrece.


miércoles, 26 de febrero de 2025

Las cosas son como son

 


No juzguen. Las cosas son como son y no han de tener ningún interés en como deberían de ser, en como tendrían que ser, en cómo piensan ustedes que han de ser.

       La aceptación de la realidad tal como es, sin juzgar ni imponer nuestras expectativas, es una de las claves para alcanzar la paz interior y vivir una vida más plena. Este concepto, arraigado en filosofías como el estoicismo y prácticas como la meditación, nos invita a observar el mundo y nuestras experiencias sin etiquetarlas como buenas o malas, correctas o incorrectas.

Cuando juzgamos, creamos una brecha entre la realidad y nuestras expectativas, lo que se convierte en una fuente de sufrimiento innecesario. Al emitir juicios sobre los demás o sobre las situaciones que vivimos, nos alejamos de la comprensión y la empatía, limitando nuestra capacidad de responder de manera efectiva a los desafíos que se nos presentan.

La práctica de no juzgar no implica resignación o pasividad. Por el contrario, nos permite ver las cosas con mayor claridad y actuar de manera más consciente y equilibrada. Al aceptar la realidad tal como es, nos liberamos de la lucha constante contra lo inevitable y podemos enfocar nuestra energía en aquello que sí podemos cambiar o mejorar.

Esta actitud de aceptación nos acerca a una forma de sabiduría que reconoce la complejidad de la vida y la imposibilidad de controlar todos los aspectos de nuestra existencia. Como señalaba el filósofo Epicteto, "el sabio es aquel que acepta de buena gana todas las circunstancias de la vida sin desear otras".

Adoptar esta perspectiva requiere práctica y paciencia. Implica desarrollar una conciencia plena del momento presente, observando nuestros pensamientos y emociones sin identificarnos completamente con ellos. Al hacerlo, podemos cultivar una mayor ecuanimidad frente a los altibajos de la vida, respondiendo a las situaciones con más calma y claridad.

Es importante destacar que aceptar la realidad no significa aprobar todo lo que sucede o renunciar a nuestros valores. Más bien, nos permite relacionarnos con la vida de una manera más sabia y compasiva, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás. Al dejar de lado los juicios constantes, abrimos espacio para una comprensión más profunda y una acción más efectiva y alineada con nuestros propósitos.

En última instancia, aprender a no juzgar y aceptar las cosas como son nos ofrece una libertad interior que trasciende las circunstancias externas. Nos permite fluir con la vida en lugar de luchar constantemente contra ella, encontrando paz y satisfacción en el simple acto de ser y experimentar el mundo tal como se presenta ante nosotros.

 


martes, 30 de abril de 2024

Vida, aceptación, desapego

 


 

El diccionario define la vida como la fuerza o actividad esencial mediante la cual obra el ser que la posee. Esta definición, aunque clara, es solo un punto de partida. Los diccionarios, por su naturaleza, tienden a ser concisos y precisos. Sin embargo, si indagamos en el significado personal que cada individuo otorga a esa fuerza vital y solicitamos a cada uno una definición de la vida, encontraríamos una diversidad de respuestas tan vasta como el número de personas consultadas.

Algunos, desde una perspectiva más espiritual, podrían describir la vida como un viaje del alma hacia el crecimiento, la comprensión, la realización de nuestro ser interior, el amor y la conexión con lo divino. Otros, con una visión más terrenal, podrían considerar la vida como una compleja amalgama de experiencias, un viaje en el cual cada individuo halla su propio significado y propósito.

Independientemente de si son visiones terrenales o espirituales, para concretar su propia definición de vida, todos se enfrentarán inevitablemente con una búsqueda, un aprendizaje, una aventura o incluso un misterio por resolver.

Desde la perspectiva de la búsqueda, la vida se percibe como un proceso continuo de exploración y descubrimiento. Nos encontramos en una constante indagación de significado, felicidad, amor, éxito o trascendencia. Esta búsqueda nos impulsa a transitar por caminos desconocidos, a superar obstáculos y a crecer como individuos. Es un viaje hacia lo desconocido, donde cada experiencia nos acerca más a la comprensión de quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el universo.

La vida también puede ser vista como un proceso de aprendizaje continuo. Cada momento, cada encuentro, cada desafío nos brinda la oportunidad de adquirir nuevos conocimientos y habilidades. A través de nuestras vivencias, cometemos errores, experimentamos el éxito, nos enfrentamos a la adversidad y acumulamos sabiduría. Es un camino de autodescubrimiento y evolución personal, donde cada lección nos aproxima a nuestro potencial máximo.

Además, la vida puede interpretarse como una aventura emocionante repleta de posibilidades. Cada día representa una nueva oportunidad para explorar, experimentar y disfrutar del mundo que nos rodea. Nos enfrentamos a retos emocionantes, nos sumergimos en nuevas culturas, establecemos relaciones significativas y creamos recuerdos inolvidables. Es un viaje de emociones intensas y experiencias enriquecedoras que nos moldean como seres humanos.

Finalmente, la vida puede contemplarse como un misterio por descubrir. A pesar de nuestros avances científicos y tecnológicos, aún existe mucho sobre la existencia humana y el universo que no comprendemos del todo. Nos maravillamos ante la belleza de la naturaleza, nos asombramos ante lo desconocido y nos enfrentamos a preguntas fundamentales sobre el origen y el propósito de la vida misma. Es un viaje de exploración intelectual y espiritual que nos invita a profundizar en los misterios del cosmos y de nuestra propia consciencia.

No cabe duda de que la vida es un regalo precioso que nos ofrece la oportunidad de crecer, amar, aprender y explorar el vasto y maravilloso universo en el que habitamos. Pero toda esta experiencia se puede vivir de dos maneras distintas: involucrándose emocionalmente y viajando por el mundo de las emociones, pasando de la alegría a la tristeza, del miedo al amor, del sufrimiento a la aceptación, de la obstinación a la tolerancia; o viviendo los acontecimientos completamente desapegados.

          El desapego es el camino hacia la liberación emocional, donde encontraremos las puertas que dan acceso a la libertad interior y a la paz mental. El desapego se refiere a la capacidad de separarnos emocionalmente de personas, objetos o situaciones que pueden causar dependencia o sufrimiento. No implica indiferencia o falta de amor, sino una comprensión profunda de que en la vida todo está en constante cambio y que aferrarse a lo efímero solo conduce al dolor.

          La aceptación es la clave para practicar el desapego. Aceptar la realidad tal como es, sin intentar controlarla, nos libera de expectativas y nos ayuda a enfrentar los cambios con mayor serenidad. En un mundo donde el consumismo y la búsqueda constante de satisfacción inmediata predominan, el desapego emerge como un antídoto contra la insatisfacción crónica. La sociedad a menudo nos inculca la creencia de que nuestra felicidad y realización personal están ligadas a la acumulación de posesiones materiales, logros externos y relaciones afectivas. Sin embargo, el desapego nos invita a cuestionar esta narrativa y a encontrar la verdadera plenitud en nuestro interior, más allá de las circunstancias externas.

En el plano material, el desapego nos permite adoptar un estilo de vida más sencillo y consciente, liberándonos del peso de la codicia y la obsesión por la adquisición constante. Al desapegarnos de la necesidad de poseer y acumular, encontramos una sensación de ligereza y libertad que nos permite apreciar la belleza de la vida en su forma más simple y auténtica.

          En el ámbito de las relaciones interpersonales, el desapego nos enseña a amar de manera incondicional, sin expectativas ni demandas. Nos permite disfrutar de los vínculos humanos, sin aferrarnos al control o la posesividad. Al liberarnos del apego emocional, cultivamos relaciones más saludables y profundas, basadas en la aceptación y el respeto mutuo.

El desapego es fundamental en el desarrollo personal y espiritual. Al soltar nuestras identificaciones con roles, etiquetas y conceptos limitantes, nos abrimos a una mayor expansión de nuestra conciencia y potencialidad. Nos permite trascender el ego y conectar con nuestra esencia más profunda, experimentando una sensación de unidad con todo lo que nos rodea.

El desapego no implica renunciar al mundo o desconectar emocionalmente de las experiencias de la vida. Más bien, se trata de estar plenamente comprometido con el presente, sin aferrarse al pasado o proyectarse en el futuro. Es una actitud de aceptación y fluidez que nos permite vivir con plenitud y autenticidad.

Liberarnos de las cadenas del apego nos permite vivir con serenidad y gratitud, encontrando la verdadera felicidad en el simple acto de ser. Y eso es, justamente, lo que buscamos los seres humanos, ya sea de manera consciente o inconsciente: la felicidad. Esta búsqueda de la felicidad, intrínseca a nuestra naturaleza, nos impulsa a explorar, a cuestionar y, en última instancia, a definir el significado de nuestras vidas.