El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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miércoles, 19 de octubre de 2022

Cómo vivir desde el corazón (3 de 3)

         


       Como mantener una mente meditativa durante todo el día es una tarea harto difícil, mantén también la atención en todos los procesos de tu mente. Observa cómo se comporta tu mente, para dar prioridad a algunas de las energías del corazón: Intuición, desapego, compasión, ecuanimidad, amor.

La intuición es la voz del corazón. Es un murmullo constante. Sentirla es una señal clara de que la mente comienza a serenarse, ya que el ruido de la mente impide sentir cualquier otra cosa y aun menos un simple murmullo. Si llegas a sentirlo, hazle caso, no dejes que la mente analice ese murmullo, ya que sino, esta se encargará de desprestigiar a la intuición. Te va a decir que debes de seguir su lógica, ya que es la lógica lo que la sociedad espera que sigas. Sin embargo, la intuición es la voz del Yo Superior, es la voz del alma, y no hay nada más objetivo, ya que no está contaminada por las propias creencias, ni por los juicios que la sociedad está pronta a sentenciar.

Ecuanimidad es encarar la vida, con todas sus vicisitudes, en calma y con tranquilidad, sin perturbar la mente. Vivir desde el corazón es vivir la ecuanimidad, “todo está bien”. Para aprender a vivir desde el corazón se consciente de tus críticas. Desde una mente crítica es imposible vivir la ecuanimidad. Cuando entras en contacto con otras personas, has de tener muy claro que tus ideas, tus opiniones, tus creencias, no están en competencia con las ideas, opiniones y creencias de los otros, sino que todas tienen el mismo valor para Dios, se complementan, se enriquecen. En la ecuanimidad vas a entender y a respetar las creencias de los otros. Vas sencillamente a valorar, a apreciar y a respetar al otro.

Vivir desde el corazón, es vivir el desapego. El desapego no es un alejamiento frío, hostil. No es una manera robótica de ir por la vida, absortos y, totalmente, indiferentes a la gente y a los problemas. No es una actitud de inocente dicha infantil, ni un desentendimiento de lo que son nuestras verdaderas responsabilidades hacia nosotros mismos y hacia los demás, ni una ruptura en nuestras relaciones.

Desapegarse es liberarse o apartarse de una persona o de un problema con amor. Viviendo la propia vida al máximo de capacidad y luchando para discernir qué es lo que se puede cambiar y que no. Si no se puede solucionar un problema después de intentarlo, seriamente, hay que aprender a vivir con ese problema o a pesar de él. Y tratando de vivir felices, concentrándose en lo que de bueno tiene la vida hoy, y sintiendo agradecimiento por ello. Aprendiendo la mágica lección de sacarle el máximo provecho a lo que de bueno tiene la vida, ya que eso multiplica lo bueno en la vida.

El desapego implica "vivir el momento presente", vivir en el aquí y en el ahora. Permitiendo que en la vida las cosas se den por sí solas en lugar de forzarlas y tratar de controlarlas. Renunciando a los remordimientos del pasado y a los miedos por el futuro. Sacando el mayor provecho a cada día, aceptando la realidad, aceptando los hechos, aceptando y adentrándose en las experiencias. Requiere fe en uno mismo, en Dios, en otras personas, en el orden natural y en el destino de las cosas en este mundo.

Confía en que todo está bien a pesar de los conflictos. Confía en que Dios sabe más que tú. Él ha dispuesto lo que está sucediendo, y que puede hacer mucho más por resolver el problema que tú. De modo que trata de no estorbar en su camino y dejar que Él lo haga.

Las recompensas que brinda el desapego son muchas: serenidad, una profunda sensación de paz interior, la capacidad de dar y recibir amor de una manera que nos enaltece y nos llena de energía, y la libertad para encontrar soluciones reales a los problemas.

El corazón es compasión. Vivir la compasión es vivir la unidad. La alegría de otras gentes es la propia, el sufrimiento de otras gentes es el propio sufrimiento, la historia de otras gentes es la propia historia. La compasión acaba con la separación, liberando de la ilusión de la propia experiencia individual. 

Vivir la compasión es escuchar y comprender a otras personas, profundamente, lo cual ayuda a perdonar y a dejar atrás los juicios, ya que el juicio es un proceso de la mente, mientras que la comprensión lo es del corazón. Así que cuando estés con otras personas aprovecha la oportunidad para escuchar atentamente, para comprenderlas, sin juzgarlas. De esta manera te vas a convertir en el amor que buscas.

Y ama. Empieza por ti. Amaté, respétate, valórate, acéptate. Para aprender a amar utiliza la Regla de Oro: “Da a los demás lo que quieres para ti”. “No desees para los demás lo que no deseas para ti”.

Acuérdate de ser feliz.