El viaje del alma
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Páginas
CARTAS A DIOS
Entradas importantes
Lecturas en línea
Libros publicados
Wikipedia
martes, 4 de marzo de 2025
miércoles, 21 de diciembre de 2022
La llamada del miedo
Capítulo XV. Parte 8. Novela "Ocurrió en Lima"
Ya en
la habitación Antay pensó que tenía ante sí una prueba de fuego. Tenía que
llamar a Indhira y no podía centrarse en lo que habían sido las únicas tres
ocasiones en que habían estado juntos, porque siete años dan para mucho, para
mucha complicidad, para mucha familiaridad, para mucho entendimiento, para
muchos secretos, para entenderse sin palabras, para conocer el estado emocional
del otro solo por el tono de la voz y Antay no tenía experiencia en esa
relación. Para él era nuevo, era el primer día, y no tenía un punto de apoyo
que le sirviera de soporte, ni con ella ni con los niños.
- Pero
tenía que hacerlo, así que presionó el botón que abría, por primera vez en el
día, la puerta del miedo. Porque tenía miedo de lo que pudiera pasar en la
conversación, aunque tenía pensado decir que se le habían borrado 7 años de su
memoria en caso de no saber que decir. –Hola amor, -escucho la voz de Indhira
al otro lado del teléfono, -¿cómo ha ido?
- Ha ido
muy bien, cariño. Pablo ha hecho un gran trabajo. Está hecho. Ya puedes decir a
tu papá que reserve la mesa para el domingo, -esperaba que sonara familiar.
- Me
alegro tanto. Por papá y por ti. Le llamaré en cuanto colguemos, -¡bien!,
parecía que la entrada había sido lo habitual.
- Pensó
que tenía que interesarse por ella y los niños- ¿Qué tal tu día?, y ¿los niños?
- Los
niños están aquí saltando como locos esperando decirte algo. Espera que te los
paso y luego seguimos porque, si no, no nos van a dejar hablar, -te paso a
Alexis.
- Hola
papi. Quiero que me traigas un coche, ¿lo harás?, di que sí.
- Si,
cariño, te llevaré un coche.
- Gracias
papi. Adiós.
- Y, casi
de inmediato escuchó a María- Papi te amo.
- Yo,
también te amo. Y tu ¿qué quieres?, ¿otro coche?
- No
papi, un coche no. Tú ya sabes. Un beso, que mami quiere el teléfono, -y se
fue.
- Cariño,
no te gastes dinero, -era la voz de Indhira- los estás malcriando.
- ¿Yo
solo?, -preguntó Antay de manera inocente.
- Bueno
los dos, -concedió Indhira- pero tú más. Otra cosa, ¿cómo está Pablo?
- ¿Por
qué lo preguntas?, -la intuición de Antay le decía que la relación entre Pablo
y Diana estaba a punto de reventar e Indhira sabía tanto o más que él.
- Ha
venido Diana a casa. Llorando, hecha polvo. Están a punto de romper. No
entiendo, como puede ser, con lo enamorados que se les veía, -a Indhira se le
notaba preocupada.
- Algo
hemos hablado. A Pablo le gustaría tener hijos, pero para eso Diana tendría que
llevar una vida más sedentaria y, para llevar una vida más sedentaria, tendría
que dejar de trabajar y parece ser que no quiere. Pablo insiste en que quiere
hacerse cargo de las oficinas de aquí, de Miami y, así desaparece de Lima, no
se separan, pero tampoco están juntos.
- Tendríamos
que hablar con ellos, -Indhira siempre tratando de ayudar. Parece ser que no
había cambiado en estos 7 años.
- Si,
cariño, lo haremos, -aunque la memoria de los últimos 7 años seguía siendo un
misterio, por el cariño que sentía por Pablo y por Diana, tenían que hacer
algo.
viernes, 11 de noviembre de 2022
Sobre la compasión
Una de tantas frases bonitas que
circulan por la red de Mahatma Ghandi dice. “Las tres cuartas partes de las
miserias y malos entendidos, en el mundo, terminarían si las personas se
pusieran en los zapatos de sus adversarios y entendieran su punto de vista”.
Compasión es la capacidad de percibir
lo que otro ser humano pueda sentir. Compasión es la capacidad de sentir
aprecio por los demás y desear la liberación de su sufrimiento. Compasión es un
sentimiento de tristeza que se produce al ver padecer a alguien y que impulsa a
aliviar, remediar o evitar su dolor. Compasión es el deseo de que los demás
estén libres de sufrimiento.
En la compasión la alegría de los
otros es tu alegría, el sufrimiento de los otros es tu sufrimiento, el éxito de
los otros es tu propio éxito y su fracaso el tuyo. En definitiva, la historia
de los otros es tu historia. Esto es Unidad, con la compasión se acaba la
separación y se vive la Unidad. Con la compasión vivimos, aceptamos y
entendemos que todos somos hermanos, que todos somos la misma cosa, que todos
somos Hijos de Dios.
La compasión nos libera de la ilusión
que nos aprisiona en nuestra propia experiencia individual, ya que se enfoca en
descubrir las necesidades y padecimientos de las personas, con una actitud de
servicio. La compasión nos lleva a escuchar y a comprender a las personas, nos
lleva a ponernos en los zapatos del otro, con lo cual entendemos cada razón,
cada causa, y eso hará que se dejen atrás los juicios, ya que juzgar y criticar
son procesos de la mente, mientras que la comprensión que deriva de la
compasión es un proceso del corazón.
La compasión hace aflorar otras
virtudes en las personas: Generosidad y servicio, ya que se ayuda sin esperar
nada a cambio, y se pone a disposición de la persona que sufre tiempo y
recursos personales. Sencillez, porque no se hace distinción entre las personas
por su condición social. Solidaridad, al sentir que los problemas del otro son
problemas propios. Comprensión, por entender las razones de los demás.
Sin embargo, la compasión no debe
crear dependencia hacia la persona que sufre, ni debe generar sufrimiento por
el sufrimiento del otro. La compasión nos debe de llevar a ayudar, a acompañar,
a servir, pero desde un sentimiento de paz, desde un sentimiento de serenidad.
Sólo así podremos ser útil al que sufre, de otra forma nos convertiríamos
nosotros mismos en objeto de compasión.
sábado, 8 de octubre de 2022
Bendecir, ayudar
Capítulo XI. Parte 2. Novela "Ocurrió en Lima"
- Nunca me has hablado de la bendición- quise aclararle, aunque supongo que no necesitaría tal aclaración.
- Para bendecir tiene que hacer lo mismo que para perdonar. Tiene que imaginar que su hermano está delante de ella. Si medita y lo hace después de la meditación es perfecto, pero si no medita puede sentarse y hacer tres o cuatro respiraciones, por la nariz, llevando la respiración al abdomen y manteniendo la atención en la respiración. Puede imaginar un rayo de luz que llega a su cabeza y baja hasta su corazón. Dejar que ese rayo salga de su corazón y llegue al corazón de su hermano mientras repite: Yo te bendigo con paz, con amor, con abundancia, con prosperidad, con felicidad, con alegría. Yo te bendigo.
>>
En la bendición la energía del chakra cardiaco, que es la sede del amor, de la
ternura, de la compasión, de la misericordia, crece, y puede hacerlo hasta
cuatro o cinco veces. Y eso le pasa tanto a la persona que bendice como a la
persona bendecida. Mientras dura esa expansión del chakra cardiaco, que no va
más allá del tiempo que dure la bendición, la persona se siente en un estado,
casi, de éxtasis. Aunque no sea consciente o no sepa que ocurre, su
inconsciente si lo sabe y sabe que procede, en este caso, de su hermana, y en
el siguiente encuentro, seguro que, la relación es más suave.
Durante
mi conversación con Ángel me había olvidado, por completo, del mundo y, en ese
mundo estaba almorzando con Diana. Fue ella la que me sacó de mi estado.
-
Antay…., Antay… ¿dónde estás?
-
¡Oh! Disculpa Diana, creo que se me fue
el santo el cielo. Estaba pensando que es lo que podrías hacer con tu hermano y
me ha llegado una especie de revelación, ¡tienes que bendecirle!
-
¿Qué? –Diana puso una cara de lo más
extraño.
Le
expliqué lo que segundos antes me había mencionado Ángel, sin decirle la
fuente. No sé por qué, pero me pareció que, todavía, no era el momento.
Como la
conversación derivó a temas más espirituales aproveché para hablarle de la
fuerza del perdón y de la posibilidad de bendecir y perdonar, si es que
guardaba en su interior algún tipo de rabia, de ira o de resentimiento hacia
Rafael, su pareja.
Después
de una larga sobremesa Diana pasó a su departamento con la firme intención de
llamar a su madre y contarle las novedades de su vida.
El
jueves, también comimos juntos, en esa ocasión, en su casa. En el encuentro me
relató la conversación que tuvo con su madre, en la que ante la fuerza y la
determinación de Diana, su madre se sintió tranquila, sin hacer leña del árbol
caído. Habían quedado en que Diana iría el viernes a comer con ellos e insistió
en que nosotros cenáramos el mismo viernes para contarme como fue el encuentro
con sus padres.
Así lo
hicimos. Diana estaba eufórica porque había conseguido pasar el mal trago de
decírselo a sus padres sin que, en ningún momento, su padre hiciera gala de su
sarcasmo ni su madre de la pena. Había conseguido relatar los hechos con total
frialdad, sin que las lágrimas afloraran a sus ojos.
Cuando volví a mi departamento
fui consciente de que volvía, no solo contento por ella sino, también,
orgulloso por cómo había llevado el tema con sus padres.
Me había convertido en tan solo
cinco días en protector de Diana.
-
No ha sido en cinco días –era la voz de
Ángel.
>>
Llevas muchas vidas protegiéndola. Lo has hecho como padre, como hermano, como
pareja y como amigo, en muchas vidas.
>>
Así como ella y su hermano, en esta vida, tienen un círculo que cerrar,
vosotros lo tenéis bien cerrado y vuestros encuentros son para ayudaros, de
manera desinteresada, y para disfrutar de vuestra mutua compañía.
Antes
de que pudiera decir nada Ángel cerró el canal de comunicación.
El sábado, bien temprano, recibí otra llamada de trabajo. La tercera. La avería resultó ser más complicada que las anteriores, sobre todo, porque tuve que llevarme la computadora para reparar y comprobar en casa.
Así que la tarde del sábado y el domingo los pasé trabajando. Aunque el domingo no lo hice solo. Diana cuando se enteró que tenía trabajo, trajo comida y, en la tarde, después de almorzar, mientras yo trabajaba reparando la computadora, ella se quedó en el sofá viendo una de las películas románticas que a mi tanto me gustaban.
Terminamos, casi al unísono, ella de ver la película y yo de reparar la computadora. Decidimos salir a dar un paseo y comer algo para volver a casa y no tener que preparar cena.
Fue un paseo agradable. Como dos amigos, como dos hermanos, sin expectativas por parte de ninguno de los dos. En el paseo Diana me comentó que el lunes volvía al trabajo y que su horario era bien demandante. Se iba de casa a las siete de la mañana y no volvía hasta las siete o las ocho de la noche. Pensé que la explotaban, porque el horario pactado era de ocho a cinco, con una hora de descanso para el almuerzo y de las dos o tres horas de más que hacía no cobraba ni un minuto extra. Todo el tiempo de más lo hacía para tener a los jefes contentos. ¡Ya podían estarlo!
Una vez solo en casa, mi pensamiento se puso por su cuenta, a hacer un balance de mi semana. Fui consciente de que no había pensado en Indhira ni un solo día. Estaba claro que fue una fiebre pasajera.
sábado, 1 de octubre de 2022
Una nueva vecina
La
nueva vecina debía ser de la puerta izquierda. El departamento estaba vacío
desde hacía más de un año. Ahora entiendo el movimiento y los ruidos de la
semana pasada.
Abrí la
puerta y me encontré con la nueva vecina. Una mujer joven, rondando la
treintena, un poco más baja que yo, media melena rubia, con unos ojos grandes,
claros, húmedos y enrojecidos, como si hubiera estado llorando, y parecía que
con algunos kilos de más.
Nada
más abrir, amplió la información que me había dado con la puerta cerrada.
-
Hola, mi nombre es Diana. Disculpa. Me
he mudado hace un par de horas y ahora iba a calentar un poco de comida en el
microondas. Supongo que debe de tener algún problema, porque nada más
enchufarlo se ha ido la luz en toda la casa y no sé dónde está el interruptor
general –todo eso lo dijo casi sin tomar aire, aunque mejor que fuera así,
porque por su aspecto daba impresión de que podría romper a llorar en cualquier
momento.
-
Hola Diana. Mi nombre es Antay.
Bienvenida al edificio. Sí, sé dónde se encuentra el cuadro general, pasa y te
enseño donde está –mientras le hablaba me aparté a un lado para que pudiera
pasar.
-
¿Te importaría acompañarme? –preguntó
con un hilillo de voz.
-
No, al contrario, será un placer.
Espera que recojo las llaves y una linterna para poder iluminar el camino.
Diana
abrió la puerta cediéndome el paso y poder llegar así a la lavandería que es
donde se encontraba el cuadro general.
Había
cajas, sin abrir, repartidas por toda la casa, excepto un par de ellas, en la
cocina, que ya estaban abiertas. En la lavandería, justo delante del cuadro de
los interruptores de la luz, habían colocado una pila de cajas. Era normal que
no lo hubiera encontrado. Moví las cajas, que no tenían un excesivo peso, y
apareció el cuadro ante nosotros con dos interruptores desconectados. Una vez
repuestos no volvieron a saltar por lo que la luz volvió a iluminar casi todo
el departamento. Tenía todas las lámparas encendidas.
-
Gracias –dijo Diana, quedándose
encogida en la lavandería, intentando retener las lágrimas que amenazaban con
salir.
-
La pobre chica lo estaba pasando mal.
Supongo que no sería porque se había ido la luz, y le pregunté –Perdona, ¿estás
bien?
Esa fue
la espoleta. Rompió a llorar de manera desconsolada. No podía ni hablar. Pasé a
la cocina donde había visto una caja de pañuelos que, seguro que ya estaba
utilizando ella, para acercársela.
Allí,
apoyada en una pared de la lavandería, no paraba de llorar. Me atreví a
agarrarla de un brazo para llevarla hasta la cocina. Le acerqué una silla para
que se sentara y, al menos, llorara con más comodidad.
-
Intentaba decir algo, pero era casi
imposible. Después de varios intentos dijo, de manera entrecortada- Perdona,
¿qué pensarás?
-
Además del disgusto que parecía tener,
aún estaba preocupada por lo que yo pudiera pensar- No pienso nada. Tranquila.
No sufras por mí.
Como
parecía que iba para rato me senté yo también, mientras la acompañaba, de
manera silenciosa, en su llanto.
Después
de casi media hora, comenzó a serenarse.
-
¿Puedo hacer algo por ti?, aunque sea
compañía.
-
Gracias –contestó. Y yo permanecí en
silencio esperando que dijera algo más, y continuó- es que me he separado y hoy
es el primer día que estoy sola.
-
Lo único que puedo decirte es que, si
tienes más necesidad de llorar, lo hagas. Alivia mucho. Si quieres hablar,
puedes hacerlo, también alivia y más conmigo que soy un desconocido. Y, si lo
necesitas, puedo hacerte compañía el tiempo que quieras. Vivo solo y, de
momento, estoy sin trabajo, así que tengo todo el tiempo del mundo.
-
Gracias –parecía que se le había
abierto el cielo, hasta esbozó una ligera sonrisa- no me vendría mal un poco de
compañía, si no te importa.
-
No me importa en absoluto. Pero ¿Qué te
parece pasar a mi casa?, aquí sería un poco incómodo. Te invito a cenar y a
tomar un té.
Cuantos
prejuicios tenemos los seres humanos. Diana necesitaba compañía, quería
tenerla, tenía abierta la posibilidad y seguía insistiendo.
-
Es que no quiero molestar.
-
Anda, vamos Diana. No me molestas. Apaga
las luces y vamos –tenía que ser categórico para que no añadiera más victimismo
a lo que parecía una triste historia.
Apagamos
las luces y pasamos a mi casa. En ese momento Diana era como un bebé que
necesita compañía, cariño y una mano que guie sus pasos. Parecía perdida en la
soledad de la vida.
jueves, 22 de septiembre de 2022
Ha llegado un ángel
Capítulo IX. Parte 4. Novela "Ocurrió en Lima"
Sentí como Ángel levantaba su mano de mi frente y, de inmediato, volvió la oscuridad.
- Puedes moverte y abrir los ojos cuando te apetezca –me dijo Ángel de manera suave.
Permanecí
en silencio, mientras se recuperaba mi cuerpo, tratando de asimilar todo lo que
había contemplado. Aunque estaba seguro de que Ángel me daría una explicación
convincente de todo, quería hacerme mi propia composición de lugar antes de
escucharle a él.
Estaba
claro que había presenciado una analogía entre una vida en soledad, generada
por el miedo, y otras vidas llenas de amor. Fue como presenciar un combate
incruento entre el amor y el miedo. No tenía ninguna duda de que en las
visiones presentadas había ganado el amor.
Después
de casi media hora, que tardé en recuperarme por completo, me senté en el sofá.
-
¿Cómo estás? –me preguntó Ángel.
-
Me molesta la espalda, pero estoy muy
bien. ¿Cómo lo has hecho? –no podía resistirme sin preguntar.
-
Yo no he hecho nada. Solo he estado
sentado a tu lado acompañándote en tu regresión. Ha sido igual que la regresión
que hiciste con Indhira –estaba claro que había hecho algo más que acompañarme.
-
Igual no ha sido, porque con Indhira
tuve sensaciones y ahora ha sido una visión perfecta. Fue como si estuviera
viendo una película. Y, además, la primera visión yo diría que fue de esta
vida. Eso no parece una regresión.
-
Eso fue una progresión –explicó Ángel-
Ten en cuenta que el tiempo está asociado a la materia y, en el estado de
relajación que has conseguido, la vibración de tu campo energético se ha
elevado tanto que has trascendido las leyes de la materia, incluido el
tiempo. En eso sí que he intervenido un
poco. Para ayudar en tu relajación he estado meditando para crear, entre los
dos, un espacio de silencio, un espacio sagrado, para elevar tu vibración algo
más que lo conseguido en la regresión que hiciste con Indhira. Gracias a esa
vibración has podido tener una visión y conseguir una progresión.
-
Si en la progresión he podido ver mi
vida dentro de cuarenta años, ¿es posible que ya la haya vivido? ¿Eso quiere decir que la vida ya ha sido vivida y esto sea
una especie de sueño o de recordatorio? –no se me ocurría otra explicación.
-
¡Uf!, es difícil de explicar, pero, aunque
consiguiera explicarlo, sería imposible de entender. Pero voy a intentar
aclarártelo un poco.
>>
¿Recuerdas que te dije que en la vida nos vamos encontrando en el camino con
diferentes encrucijadas en las que podemos elegir varios caminos?
-
Si, lo recuerdo.
>>
Tú has tenido acceso a una de esas recreaciones. Has visto una en la que, si
siguieras, exactamente, el mismo camino por el que estás transitando, en este
instante, el resultado final sería el que tú has visto. Viviendo en una
residencia para personas mayores después de una vida de soledad, atenazado por
el miedo. Pero hay muchas más recreaciones de tu vida –concluyó Ángel.
Tenía
los ojos como platos para tener más canales de entrada a la información que
Ángel me estaba regalando. Me costaba trabajo de creer. Estaba seguro de estar
escuchando una lección magistral.
-
¿Sí?, ¿eso es así?, entonces, ¿podemos
volver a hacerlo para ver las otras recreaciones de mi vida? –pensaba que eso
sería fantástico, poder verlas todas, y así poder elegir la más idónea.
-
Sí, es así –contestó Ángel con una
sonrisa- pero no puedes ver más. Has sido muy afortunado por haber podido ver
una. Te han permitido verla porque necesitabas esa información en este momento
de tu vida.
-
¿Por qué necesitaba esa información?,
¿quién eres? –otra vez me asaltaron las dudas sobre la identidad de Ángel.
-
Bien, ya es momento que lo sepas. Me
han enviado a ayudarte. Pero mi ayuda está casi terminando porque consistía en
abrirte los ojos y, por lo que veo ahora –esto lo decía sonriendo- los tienes
bien abiertos. Para nada más. Ni yo ni nadie va a decirte nunca que tienes que
hacer.
>>
En cuanto a porqué necesitabas esa información, no puedo contestarte nada
concreto. Lo importante es que la información ha llegado a ti. Tú sabrás que
hacer con ella. Recuerda que siempre recibes aquello que necesitas, no lo que
deseas.