El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




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martes, 11 de junio de 2024

El perdón de Dios (2 de 2)

 


—Dios no necesita perdonar, hijo mío —le contesté a mi hijo, como si siguiéramos una conversación que solíamos tener con frecuencia—, porque ya te he dicho en muchas ocasiones que no se ofende nunca, y donde no hay ofensa no es necesario el perdón.

—Y entonces —siguió mi hijo, poniendo cara de extrañeza—, ¿por qué este señor habla de ofensa, de pecado, de infierno y de perdón?

¡Qué difícil me lo estaba poniendo! ¿Cómo le explicaba que todas las religiones eran una asociación de personas con las mismas creencias, que enseñan verdades parciales e interesadas, estando muy alejadas de la Verdad, que solo está en posesión de Dios?

—Pero tenía que intentarlo: Las religiones son, en esencia, intentos humanos de entender a Dios, de dar sentido a lo que está más allá de algo que no podemos entender, porque no lo vemos. A través de ritos, como esta misa, y de enseñanzas, buscan guiar a las personas hacia una vida más espiritual y moral, básicamente, enseñan a actuar con bondad. Sin embargo, estas enseñanzas, a menudo, reflejan interpretaciones humanas de lo divino, influenciadas por las culturas y contextos en los que se desarrollan.

>> El concepto de pecado y perdón es una de esas interpretaciones. Se basa en la idea de que los seres humanos, en su imperfección, a veces actúan de maneras que se consideran contrarias a la voluntad de Dios. La necesidad de pedir perdón surge de la idea de reconciliación, de volver a alinear nuestras acciones y pensamientos con lo que se percibe como divino y correcto.

>>No obstante, algunas personas, como nosotros, creen que Dios, en su infinita sabiduría y amor, no tiene necesidad de perdonar porque nunca se siente ofendido. Según esta creencia, el perdón es más una necesidad humana que divina. Es un proceso de sanación personal. Algo para sentirnos bien con nosotros mismos. Enseñar sobre el pecado y el perdón puede ser una manera de ayudar a las personas a reflexionar sobre sus acciones y motivarlas a mejorar, aunque a veces pueda parecer que nos hacen culpables y nos hace sentirnos mal.

>>No hay que seguir los pasos de una religión.

>>La verdadera espiritualidad, es como una búsqueda personal y continua de entender y vivir según lo que uno percibe como lo divino. En este camino, es crucial cuestionar, aprender y crecer, reconociendo que la Verdad, en su forma más pura, es algo que tal vez nunca comprendamos completamente, pero hacia lo cual siempre nos esforzamos por acercarnos.

—No lo he entendido muy bien papá, pero me quedo más tranquilo sabiendo que Dios nunca se ofende.


jueves, 14 de marzo de 2024

Evolución espiritual

 



Sanación espiritual


 

 

La sanación espiritual es un proceso que nos conecta con algo más grande que nosotros mismos.

Podemos encontrar bienestar y autenticidad en nuestra vida. restaurar el equilibrio y la armonía en todos los niveles del ser: físico, mental, emocional y espiritual.

La evolución espiritual está relacionada con la salud.

Es importante recordar que la sanación espiritual no solo se enfoca en aliviar los síntomas físicos, sino también en abordar las causas subyacentes de cualquier desequilibrio.

La sanación espiritual nos ayuda a encontrar respuestas, propósito y conexión con nuestro poder interior. Es un camino hacia el desarrollo personal y espiritual, lleno de satisfacciones y sentido en todo lo que hacemos y experimentamos.

 


domingo, 21 de enero de 2024

Fisicalidad versus espiritualidad (Carácter)

 


          Los seres humanos estamos muy ocupados en lo de siempre que es vivir nuestra fisicalidad, ya que gran parte de nuestra vida se basa en las sensaciones, las emociones, las acciones y las reacciones que tenemos como seres corpóreos. Es decir, estamos muy ocupados en vivir.

Estamos tan ocupados en vivir que parece difícil que podamos dedicarnos a otra cosa que no tenga una relación directa con la vida, como podría ser vivir la espiritualidad.

Sin embargo, si algo tiene una relación directa con la vida física, es el espíritu. El espíritu es una parte fundamental de la naturaleza humana y tiene una relación estrecha con el cuerpo físico, aunque no se limite a él.

Es el espíritu el que anima y da vida al cuerpo físico. En Juan 6:63, Jesús dice: «El espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida».

La espiritualidad son las cosas del espíritu y la razón de la vida es la búsqueda de sentido, propósito y conexión con algo superior a nosotros mismos.

Vivir la espiritualidad implica cultivar una actitud de apertura, curiosidad, gratitud y compasión hacia la vida y hacia los demás. También implica reconocer nuestra propia esencia divina y nuestra conexión con todo lo que existe.

La espiritualidad es un camino personal, pero también colectivo, porque todos somos parte de un mismo todo.

Por muy ocupados que estemos en vivir nuestra fisicalidad no podemos, aunque queramos, olvidarnos de nuestra espiritualidad. Solo es cuestión de actitud y carácter.

El carácter es el conjunto de cualidades que nos definen como personas, como la honestidad, la generosidad, la valentía, la humildad, etc. El carácter se forma a través de las decisiones que tomamos, las acciones que realizamos y los hábitos que desarrollamos. El carácter nos hace ser una persona íntegra, respetable y admirable.

Y no debemos olvidar mientras estamos viviendo la vida, ayudar a los demás, porque es una forma de expresar el amor, la bondad y la solidaridad. Ayudar a los demás nos hace sentir útiles, felices y agradecidos. Podemos ayudar a los demás de muchas formas, como donando, haciendo voluntariado, enseñando, escuchando, compartiendo.

Así, usando el cuerpo, estaremos viviendo la espiritualidad, que es la única razón por la que tenemos cuerpo.

sábado, 20 de enero de 2024

Ser espiritual

 


“No vemos las cosas como son. 
Los vemos como somos.”
El Talmud
 “Esta es mi religión. No hay necesidad de templos. 
No hay necesidad de una filosofía complicada. 
Nuestro propio cerebro, 
nuestro propio corazón es nuestro templo
 y la filosofía es la bondad"
Dalai Lama

Aunque muchas religiones se arrogan la exclusividad de la espiritualidad, esta no es exclusiva de ninguna religión ni doctrina, sino que es una dimensión humana universal que puede manifestarse de diferentes formas.

Ser espiritual no significa renunciar al mundo ni a sus placeres, sino vivirlos con conciencia y responsabilidad. Ser espiritual tampoco significa ser perfecto ni superior a los demás, sino ser auténtico y humilde. Ser espiritual es un camino de crecimiento personal y colectivo, que nos invita a descubrir y compartir lo mejor de nosotros mismos.


lunes, 15 de enero de 2024

Íntimo y personal

 



De alguna forma,

hemos llegado a la creencia errónea

de que no somos más que carne, sangre y huesos.

Por lo que dirigimos nuestros valores a cosas materiales.

Maya Angelou.

 

Tengo un conflicto interno, intimo y muy personal. Es sobre lo que va apareciendo en este escaparate.

Este blog nació, hace ya más de 13 años, para que, de alguna manera, sirviera como guía para las personas que se asomaran a él.

En aquella época, septiembre del año 2010, daba por concluida una etapa, que había tenido una duración de 10 años, al frente del centro de yoga y salud Tikum.

En ese tiempo, cada viernes realizábamos una meditación gratuita abierta a cualquier persona que quisiera meditar con nosotros. Y, antes de la meditación, dedicábamos un espacio para comentar sobre algún tema de espiritualidad. La idea del blog era recoger los temas espirituales que podrían tener cabida en ese espacio anterior a la meditación y que, con mi marcha del centro, dejaban de realizarse.      

Mi pensamiento era y, sigue siendo: “si esto le es útil, aunque solo sea a una persona, es perfecto. Habrá cumplido su objetivo”.

Y si, ha estado y, sigue cumpliendo su objetivo. Sé que ha sido de utilidad para muchas personas.

Pero cuando me asomo a la ventana de la vida, tengo la sensación de que nuestra evolución como seres humanos de ha detenido o se ha ralentizado. Por eso, no parece suficiente hablar de espiritualidad. Hace falta algo más sencillo. De ahí el conflicto interno.

En ese algo más, pensaba ir introduciendo algo como los “valores” que, aunque, también, sean intangibles, pueden ser más entendibles que el amor incondicional, la energía o el propio pensamiento.

La idea es abrir el abanico de posibles lectores.

He pensado en los valores por ser los principios por los que se rige una persona, un grupo o una sociedad. Los valores son conceptos abstractos, pero se manifiestan en cualidades y actitudes que desarrollan las personas.

Los valores que adoptamos motivan muchos de nuestros comportamientos. De hecho, ellos son los que motivan muchas de nuestras decisiones.

La importancia de los valores reside en reconocer los principios que rigen los comportamientos y sentimientos de los seres humanos, y que les motivan a ser cada día mejores personas.

De eso se trata, de ser cada día mejores personas, más compasivas, compartiendo, colaborando, ayudando, agradeciendo, disfrutando del momento presente con alegría.


martes, 19 de diciembre de 2023

En clave espiritual

 


¡Parece mentira! que, con los años que tengo, tenga unos pensamientos, tan infantiles y que elabore unos razonamientos, que pueden parecer, tan alejados de la razón.

Lo curioso es que estos pensamientos no los tenía antes, sino que han ido apareciendo, poco a poco, primero como suaves pinceladas, hasta llegar, en la actualidad, a ser el primer filtro por el que paso cualquier acontecimiento.

El pensamiento, que está arraigando y creciendo en mi cuerpo mental, a punto de convertirse en creencia, es que todo, absolutamente todo, tiene un origen espiritual. Desde un resfriado hasta un viaje. Desde un encuentro casual hasta un atraco en mitad de la calle.

Como decía en la primera línea, por los años que tiene mi cuerpo, ya puedo comenzar a presumir de una larga vida. Y lo hago. Si no fuera por un dolorcito que tengo, de vez en cuando, en la cadera derecha, estoy fantástico.

Volviendo a la vida. Es tan larga, que puedo iniciar el ensamblaje de acontecimientos ocurridos en el pasado con situaciones vividas con posterioridad. Son muchos los acontecimientos importantes, que tengo para analizar. Y siempre aparece la conexión, lo que me lleva a la conclusión de que el alma, a la chita callando, (que es hacerlo en secreto y con disimulo, sin llamar la atención ni despertar sospechas), es la encargada de mover todos los hilos para así preparar el camino y pueda darse una situación posterior o para avanzar en el aprendizaje de alguno de los hábitos desastrosos que, muchas veces en secreto, nos acompañan a todos los seres humanos.

Pues aquí sigo, inmerso en un resfriado, que parece el padre de todos los resfriados, y para el que ya he encontrado la razón de ser. No voy a contar, de momento, el porqué del resfriado, porque es la primera vez que la conexión va a ser posterior.

Después de casi tres años sin enfermar de nada. (El tapabocas era incomodo, pero ha hecho milagros), en los últimos dos meses he sufrido 5 resfriados muy fuertes. Entre resfriado y resfriado solo he tenido dos días de perfecta salud. Espero que la claridad que he sentido mientras acariciaba mi nariz, dolorida de tanto sonarme, sea acertada. Si no lo fuera, prometo contarlo en una próxima entrada.

Como no creo que escriba nada más en los días que faltan hasta el domingo, deseo a todos los que os asomáis por esta ventada una feliz Navidad.   


domingo, 5 de noviembre de 2023

Espiritualidad/Iluminación (2 de 2)

 


Ser espiritual implica, por tanto, el reconocimiento de que hay una dimensión inmaterial o trascendente en la vida, que va más allá de lo físico y lo material.

Este es un aspecto que tengo claro. Sé que soy un punto de luz dentro del Torrente de Luz que es Dios. Se que soy un alma inmortal viviendo, por un corto espacio de tiempo, una experiencia dentro de un cuerpo. Llegado a este punto, una pregunta revolotea a mi alrededor, ¿estoy viviendo con respecto a ese conocimiento teórico? La respuesta es “no”, porque si viviera de acuerdo a mi propia esencia, es decir, como un alma inmortal, no tendría que estar planteándome, de manera permanente, que es la espiritualidad, que es la iluminación, que es lo que tengo que hacer para llegar a final de mes o porqué mi vecino se comporta de determinada manera, porque todo estaría bien, todo sería perfecto, ya que todo procede del Origen que es Dios.

Entre las frases de Pierre Teilhard de Chardin, que fue un religioso jesuita, paleontólogo y filósofo francés, que vivió entre los siglos XIX y XX, hay una que se repite, a diestro y siniestro, y que resume de una manera clara y sencilla la naturaleza humana: "No somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual, somos seres espirituales atravesando una experiencia humana".

Ser espiritual implica, también, buscar un sentido o propósito a la existencia, que nos ayude a enfrentar los desafíos y las dificultades con esperanza y optimismo.

Durante mucho, muchísimo, tiempo he estado buscando un propósito a la vida, algo que me permitiera sentirme satisfecho con mi vida, pero, hasta el presente, no lo he conseguido en su totalidad, porque siempre le encuentro un “pero” a todo lo que hago. ¿Tendría que dedicarme a la sanación?, ¿tendría que enseñar el camino a otros que estén tan perdidos como yo?, ¿tendría que meditar retirado del mundo?, ¿tendría que escribir para compartir mi experiencia con muchas más personas? Ahora tengo la respuesta a esas preguntas, si, si he de hacer todo eso, pero no es suficiente, falta algo.

Y ese algo es integrar todo el conocimiento teórico en cada una de las células de mi cuerpo, para pensar y actuar, de manera automática como el ser espiritual que soy. Resumiéndolo en una sola línea, puede ser tan espiritual cocinar un estofado de lentejas como meditar. La clave está en la actitud y, sobre todo, en la presencia. Si el pensamiento y la acción están presentes en la cocina, cocinando las lentejas, no hay ninguna diferencia con la actitud que se trata de mantener en la meditación: “Siempre presente”. A fin de cuentas, la meditación tendría que ser una manera de vivir, no una actividad a la que dedicar unos minutos al día. Se trata de vivir el presente en los minutos de meditación y en las horas restantes del día.

Si se vive la vida en la materia de acuerdo a esa espiritualidad que ya reside en nuestro interior podremos gritar a los cuatro vientos que estamos viviendo la espiritualidad, porque habremos conectado con nuestra esencia o naturaleza más profunda. Esa que nos hace únicos e irrepetibles.

A partir de aquí, debe ser más fácil desarrollar una actitud de amor, compasión, gratitud y servicio hacia nosotros mismos y hacia los demás, respetando la diversidad y la dignidad de cada ser vivo, que es la base de la iluminación, para cultivar una práctica personal que nos permita expresar y alimentar nuestra espiritualidad, como puede ser la meditación, la oración, el arte, la música, la naturaleza o cualquier otra actividad, como cocinar las lentejas, que nos haga sentir plenos y felices.

Aunque muchas religiones se arrogan la exclusividad de la espiritualidad, esta no es exclusiva de ninguna religión ni doctrina, sino que es una dimensión humana universal que puede manifestarse de diferentes formas.

Ser espiritual no significa renunciar al mundo ni a sus placeres, sino vivirlos con conciencia y responsabilidad. Ser espiritual tampoco significa ser perfecto ni superior a los demás, sino ser auténtico y humilde. Ser espiritual es un camino de crecimiento personal y colectivo, que nos invita a descubrir y compartir lo mejor de nosotros mismos.

Sin embargo, descubrí que con ese conocimiento no era suficiente. Saber que la iluminación es un estado de profunda comprensión, conciencia y paz interior, que lleva a que la persona trascienda el propio ego y experimente una conexión profunda con lo divino o lo universal, no era suficiente. Era imprescindible practicar para llegar a integrar esos términos teóricos en hábitos que movieran mi vida.

Todos los que se dicen espirituales tienen un gran conocimiento teórico de este tema. Yo sabía que no eran suficientes las técnicas aprendidas en el centro de yoga, porque no se trataba de practicar ninguna técnica. Hacía falta algo más, era imprescindible pasar de la teoría a la práctica, porque “más vale un gramo de práctica que una tonelada de teoría”. Había leído, hasta entonces, muchos libros sobre espiritualidad y no soy consciente de haber avanzado mucho, es imprescindible poner en práctica lo aprendido. Necesitaba encontrar un referente del que aprender a conducirme y un modelo a quien imitar.

En mi búsqueda, de un referente, fui descartando a muchos que eran famosos por sus escritos, pero de los que no conocía como era su comportamiento ante la vida, por lo que se fue reduciendo la lista hasta dejar a un solo personaje, que es el paradigma del amor: Jesús de Nazaret: Personaje central del cristianismo, la religión más extendida del mundo y, la mía por nacimiento. Sus enseñanzas se basan en el amor a Dios y al prójimo, la justicia, la misericordia y el perdón.

Fue analizando la vida de Jesús, cuando fui consciente de que alcanzar la iluminación, en esta vida, para no volver a encarnar, era una quimera. Comprendí que son necesarias varias vidas para integrar en cada una de las células del cuerpo la energía del amor. Porque, a fin de cuentas, solo se trata de amar y no amamos mucho, porque no se ama cuando se juzga, cuando se critica, cuando se pierde la paciencia, cuando se teme, cuando se siente culpa, cuando la alegría ajena no causa alegría, cuando se siente rabia, cuando se siente decepción o frustración por no conseguir un deseo, cuando se siente indiferencia que es opuesta a la compasión, a la empatía o la solidaridad.

Así que, mucho me temo que, me volveré a encontrar en otra vida con alguno de ustedes que están, ahora leyendo estas líneas.

(Del libro "Dame tu mano, te mostraré la vida" de Alfonso Vallejo Gago)

martes, 24 de octubre de 2023

Espiritualidad/Iluminación (1 de 2)

 



Recorriendo ese camino que nos acerca, a todos, a la madurez de la vida, (porque la vida no se detiene), comencé, de manera inconsciente, un tránsito desde la religiosidad a la espiritualidad, desde la teatralidad externa hacia la paz interior, tratando de liberarme de la culpa que genera el pecado para vivir en libertad.

A pesar de nacer en el seno de una familia católica, cuando pude tomar decisiones por mi cuenta, dejé de cumplir algunos de los preceptos de mi religión. Eso no quiere decir que no fuera admirador, amante y temeroso de Dios. Lo era. Pero no lo era tanto de sus representantes. Siempre me han parecido más seguidores de Caifás que del mismo Dios, predicando una cosa y haciendo lo contrario.

Agobiado y estresado por un trabajo muy demandante me inscribí en un centro de yoga, con el único objetivo de aliviar mi estrés y aprender alguna técnica que me permitiera adquirir algún tipo de dominio sobre mi mente.

Allí fue donde comencé a escuchar el termino espiritualidad, disociado de la religión y con una definición propia y diferente de lo religioso. Y asociado a la espiritualidad descubrí un nuevo concepto, el de iluminación espiritual.

Con mi escaso conocimiento del tema comencé a pensar que yo quería alcanzar la iluminación, porque creía, y sigo creyendo, que quien alcanza la iluminación ya no vuelve a encarnar más en la materia por haber finalizado su aprendizaje en la Tierra. La vida siempre me ha parecido un poco monótona, con algunos picos, (pocos), de éxtasis, y algunos valles, (muchos más), de sufrimiento e, incluso, de sufrimiento intenso.

Con el paso de los años, comencé a ser consciente de que no solo los representantes de las iglesias se comportaban como Caifás, sino que muchos representantes de la espiritualidad también. Por lo tanto, necesitaba un conocimiento, mucho más profundo, de lo que significaba ser espiritual y alcanzar la iluminación, del que tenía hasta entonces. En realidad, lo que necesitaba era práctica y un modelo creíble al que seguir.

Aprendí, de una manera teórica, que ser espiritual es una forma de vivir y de relacionarse con uno mismo, con los demás y con el mundo y que, no hay una única definición de lo que significa ser espiritual, ya que depende de las creencias, valores y experiencias de cada persona. 

(Del libro "Dame tu mano, te mostraré la vida" de Alfonso Vallejo Gago)

viernes, 7 de abril de 2023

Jueves Santo

 


Jueves 6 de abril 2023

 

Hoy es Jueves Santo, festividad católico-cristiana, que conmemora la última cena que realizó Jesús con sus discípulos, según cuentan diferentes escritos y, cada Jueves Santo, la iglesia católica quiere que recordemos la experiencia del amor fraterno que Jesús quiso expresar en el gesto del lavatorio de los pies, que es expresión del amor hecho servicio.

Parece un buen día para reflexionar, y mi cerebro, desde primera hora de la mañana, lo ha sentido y ha comenzado con preguntas, un poco etéreas, ya que la respuesta a la pregunta que ha comenzado a hacer, con más insistencia, parece difícil de contestar.

La pregunta es: ¿Cuánto habré crecido a lo largo y ancho de mi vida?  Y este crecimiento no se refiere al cuerpo físico, ya que por lo que respecta al cuerpo estoy bastante crecidito. Se refiere a mi sabiduría. Ella es la que tiene que crecer.

La respuesta de cuanto he crecido no es tan clara como decir que dos más dos son cuatro. Es algo más complicado y, para tratar de acercarme a la respuesta, he partido de la idea del amor hecho servicio. Es decir, ¿hasta donde llega mi capacidad de servir?

Aunque antes de analizar la evolución de mi vida como servicio creo que sería bueno saber cual es mi punto de partida o, lo que es lo mismo, saber desde que nivel de sabiduría he comenzado la andadura de mi vida.

Tengo muy claro que todo es cuestión de creencias. Lo que yo creo es verdad para mí, así como lo que tú crees es verdad para ti. Y cada uno, tú y yo, nos vamos a mover por la vida en función de esas verdades que, por supuesto, no van a ser iguales, incluso, pueden ser opuestas, (aunque por eso no tenemos que pelearnos. Tenemos que respetarnos).

La misma sabiduría es, no solo, la aceptación de determinadas verdades, sino la actuación y el comportamiento, de manera coherente, en consonancia con dichas verdades. Es decir, pensar, hablar y actuar de manera congruente. O, lo que es lo mismo, se trata de actuar según lo que se habla y de hablar según lo que se piensa.

 Por lo tanto, pienso que, si analizo cada una de mis creencias, sobre la vida, sobre Dios, sobre la muerte, sobre el amor, sobre la Creación, entre otras, podré saber cuánto ha sido mi crecimiento.

Siempre me ha parecido que la vida y Dios son dos conceptos que parecen estar muy unidos. Lo pensaba en mi adolescencia y, lo sigo pensando ahora: “Si somos hijos de Dios y estamos en la vida, seguro que algo tiene que ver Dios con nuestra vida”. Hoy creo que son indisolubles.  

La pregunta que siempre me he hecho es si he nacido para hacer algo concreto, si tengo o, mejor, si cada uno de los seres humanos, tenemos una misión determinada que realizar en la vida. La respuesta a esta pregunta ha sido muy cambiante. Demasiado cambiante. Tanto que no me ha ido danto tiempo para ir asimilando las distintas creencias que han ido apareciendo en relación a la vida.

La primera creencia sobre la vida fue, totalmente, material, porque espiritualidad me enseñaron poca. Todo lo que hicieron mis enseñantes, sobre todo en el colegio, que era muy católico, con una gran influencia religiosa, fue aterrorizarme. Y huyendo de ese terror me volqué en la vida física. Entonces creía que, si no pensaba en una cosa, para mí no existía. Y aunque no sabía muy bien de donde procedía ese pensamiento, resulta que es coincidente con mi creencia actual sobre la vida: Yo puedo crear mi propia realidad.

Pero mejor sigo la secuencia, sin adelantar acontecimientos. Nací en una cuna católica, y eso marca mucho. Me enseñaron que Dios, es nuestro Padre que está en los cielos, que nos ama mucho, gracias a lo cual perdona nuestros pecados, si nos arrepentimos de ellos, pero que si morimos en pecado íbamos de cabeza al infierno. Teniendo en cuenta lo que contaban, entonces, del infierno, pensaba que “mucho amor no parecía tenernos nuestro Creador, cuando nos enviaba al fuego eterno, porque ¿qué padre, por mucho malo que hayas hecho, te castiga de manera tan terrible?

Para alejarme de tanto terror me olvidé del Dios que me estaban enseñando y me creé un Dios a mi conveniencia, pero eso hizo que se acabara mi religiosidad, antes de empezar, y comenzara a practicar una espiritualidad creada a la conveniencia de mis creencias.

Tengo que dejarlo aquí. Es muy tarde. Mañana sigo. 

viernes, 28 de octubre de 2022

Sanación Espiritual

 




Voy a prorrogar la oferta un mes más, hasta el 30 de noviembre. 


Sanación Espiritual

La Sanación Espiritual es la práctica de canalizar la Energía Divina para que interactúe sobre todas las dimensiones existenciales del ser humano. Las personas que son tratadas con la Sanación Espiritual reciben una transmisión de energía que reestructura y reordena las energías alteradas y reactiva sus recursos naturales, su sistema inmunitario y sus fuerzas internas para ayudarles a enfrentarse a la enfermedad y, sobre todo, a la causa, que no es más que sus malos hábitos, sus perniciosas rutinas, sus emociones destructivas, sus pensamientos negativos y la carencia de amor hacia sí mismos y por extensión hacia los demás. 

Que en un mismo párrafo se pueda leer “sanación”, “espiritual”, “energía” y “divina”, puede asustar a más de uno, y hacerle pensar que ese tipo de sanación se encuentra muy lejos para él, por un sinfín de razones, y seguro que cada persona que piense que este tipo de sanación no está a su alcance puede dar una razón diferente que, por supuesto, puede sonar convincente.

Sin embargo, no es así. Todos los seres humanos somos canales de energía, por lo tanto, todos los seres humanos podemos canalizar energía de sanación. Y, por supuesto, todos podemos recibir esa energía para nuestra sanación.

Existen diferentes grados de calidad de energía. Y fijaos que no digo diferentes tipos de energía, sino diferentes grados de calidad. En lo que si estamos totalmente de acuerdo es que existen multitud de técnicas de sanación energética.

Pero la energía a la que se accede en cualquier tipo de sanación es siempre la misma. La diferencia estriba en el sanador y en su capacidad para acceder a energía de mayor gradación. Serán los sanadores más cercanos al Amor los que canalizarán energía de más alta calidad.

Imaginar una cañería de conducción de agua de 1 milímetro de espesor, y pensar en la cantidad de agua que puede discurrir por esa cañería. La cantidad que pasa por ella es muy poca si la comparamos con una tubería de conducción de agua de 1 metro de diámetro.

Sucede lo mismo con los seres humanos. En función de su desarrollo espiritual, unos dejaran pasar más cantidad de energía que otros. Pero por todos circula una cierta cantidad de energía.

Ni tan siquiera son necesarios cursos para canalizar energía. Si acaso, los cursos pueden ser necesarios para aprender diferentes técnicas. No sucede lo mismo con la sanación espiritual, no es necesario aprender nada especial, solo hay que “ser”.

Todas las técnicas de sanación energéticas que se publicitan son auténticas, son correctas, son actuales y todas funcionan. Sin embargo, afirmar que solo una técnica es la correcta, es anunciar la carencia del otro ingrediente necesario para la sanción, que es el que Jesús utilizaba en mayor medida: el Amor.

Hemos hablado de 2 ingredientes: la energía y el Amor. Pero existe un tercer ingrediente que es fundamental, la propia persona. Una frase que se atribuye a Albert Einstein dice: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”.

Imaginaos una bañera con el tapón cerrando el desagüe y el grifo abierto. Se llenará y rebosará el agua por el borde. Se puede llamar a un aguador para que vaya vaciando la bañera, pero no conseguirá dejarla sin agua a no ser que se cierre el grifo.

Pues bien, la bañera es el cuerpo del paciente, el grifo abierto es su mente, siempre dando vueltas como un tiovivo, el agua es la energía sucia que inunda el cuerpo energético de la persona y el aguador es el sanador que está utilizando la Energía Divina para limpiar la bañera con mucho Amor. Pero por mucho Amor que se ponga y muy divina que sea la energía, si no se cierra el grifo, la bañera nunca se va a vaciar completamente.

Es imprescindible que la persona realice algún cambio en su vida, para que los resultados finales sean diferentes. Esos cambios que tiene que realizar la persona son los que aparecen en el primer párrafo como origen de la enfermedad: sus malos hábitos, sus perniciosas rutinas, sus emociones destructivas, sus pensamientos negativos y la carencia de amor hacia sí mismos y por extensión hacia los demás.   

Aun podríamos añadir un cuarto ingrediente, que es el Plan de Vida de la persona. Si en ese Plan de Vida aparece contemplado que su muerte se va a producir por una determinada enfermedad, ni el Amor, ni la Energía, ni los cambios que realice la persona serán suficientes para sanar de esa enfermedad. Sin embargo, la sanación espiritual le ayudará a aceptar, con serenidad, la enfermedad y sus consecuencias. 

sábado, 22 de octubre de 2022

Yo deseo.....

  


Lunes 17 de octubre 2022

 

Para entender un pensamiento tan loco es bueno saber cuáles eran mis más íntimas aspiraciones. Esas con las que soñaba, sobre todo, despierto en mis sueños solitarios. Aunque, como todos los seres humanos, deseaba tener más dinero, vivir en una mansión, poder viajar por el mundo cuando me apeteciera y, algún capricho más que mi insaciable deseo se encargaba de ir presentando, no pasaban de ser pensamientos, tan fugaces, como esas estrellas que, algunas veces, adornan el firmamento, porque mi auténtico sueño, mi más íntimo deseo, “a pesar de ser un hombre”, siempre, ha sido alcanzar la “iluminación”, si es que eso existe, llegar a la Luz, poder hablar con los seres del “otro lado” de la vida, desarrollar la bondad y el amor en su total plenitud y, teniendo en cuenta que soy sanador, también soñaba con tocar a las personas y saber si iban a sanar o no y saber qué es lo que tenían que hacer para que tal cosa sucediera. En realidad, podría resumir tal cúmulo de necedades en dos palabras “crecer espiritualmente”, ya que eso es lo que yo más deseaba.

Ahora que releo el párrafo anterior me doy cuenta de que soy un “babau”, en toda la extensión de la palabra. Pero voy a dejar el párrafo tal cual está, porque realmente esos son mis sueños. Si, ya sé, además de babau soy un iluso.

Decía que “a pesar de ser hombre”, porque, por norma general, los hombres estamos tan ocupados en demostrar nuestra hombría que no tenemos tiempo que perder en estupideces, como la evolución, el crecimiento personal o la espiritualidad.

Yo he sido uno de esos hombres durante una buena temporada de mi vida. Afortunadamente, en el último tercio de mi vida, algo ha cambiado. Supongo que, para bien, porque me siento en paz, sin estrés, sin tener que estar demostrando mi hombría o mi valía a cada instante. Hago lo que me apetece, siempre dentro de un orden, porque trato de satisfacer, a mi esposa y a mi hijo, aunque no siempre lo consiga.

Esto de no conseguirlo a veces, es, para mí, una prueba inequívoca de que todavía me falta un buen trecho en mi camino hacia esa Luz a la que aspiro.

Pero siguiendo el hilo de lo que son mis sueños, que hoy once años después permanecen intactos, me hice un planteamiento siguiendo el pensamiento aparecido con la lectura del libro: Si realmente me están esperando en algún sitio y si lo que yo quiero es progresar espiritualmente, ¿qué pasaría si me fuera a vivir a algún lugar influenciado por la kundalini de la Tierra?, es posible que fuera más fácil ese crecimiento.

El pensamiento estaba ahí, pero sin mucha fuerza, debido, sin duda, a que era la primera vez que aparecía. Seguí meditando con el inca, porque seguía apareciendo en cada meditación. 

domingo, 18 de septiembre de 2022

Buscando la espiritualidad

             


            Los seres humanos nunca hemos vivido realmente de acuerdo a la enseñanza recibida. La enseñanza de los Grandes Seres y de los Grandes Maestros han servido, por un lado, para editar libros y más libros con sus enseñanzas, y para producir películas y más películas sobre sus vidas y, por otro lado, para que algunos hombres, más avispados, vivan a expensas de esas enseñanzas, atemorizando a todos con castigos realmente malvados, impropios de alguien que es el adalid del amor.

 Los seres humanos no vivimos de acuerdo a lo que sabemos ni po­nemos en práctica los conocimientos adquiridos: No dejamos que la Luz llegue a nosotros, estamos controlados por los deseos, la ambición, la codicia y la carne, en vez de escuchar la voz interior, esa voz que nos acerca a nuestra esencia espiritual. Esencia espiritual que da la sensación de haberse perdido y encontrarse solo en los libros.

              La espiritualidad se habla, pero no se vive. La espiritualidad se busca, sin tener una idea clara de lo que realmente significa, por eso no se encuentra. Nos emocionan miles de frase hermosas que aparecen en las redes sociales, sin ser capaces de aplicar en nuestra vida ni uno solo de esos sabios consejos, pero los reenviamos, y los compartimos, creyendo, que así vamos a conseguir vivir la espiritualidad. Pero por muchas veces que las compartamos, seguimos con nuestras preocupaciones, nuestros miedos, nuestras dudas, nuestra ansiedad, nuestra frustración por no cumplirse nuestros deseos. Porque cuando realmente se vive la espiritualidad, todo eso desaparece.

              Donde buscamos la espiritualidad no la vamos a encontrar, no está en nada que se encuentre en el exterior, ni en libros, ni en películas, ni en cursos, ni en conferencias, ni en las cocinas, ni en las salas de yoga, ni en las iglesias.  La espiritualidad no es necesario buscarla porque ya habita en nosotros, somos seres espirituales.

              Somos seres espirituales viviendo durante una temporada, una experiencia humana. Experiencia en la que estamos atrapados desde hace muchas vidas, y de la que tratamos de salir, está claro que, sin éxito, ya que, si consiguiéramos salir, se acabaría para siempre nuestra experiencia dentro del cuerpo. Se acabaría el sufrimiento.

              Para darnos de bruces con nuestra esencia espiritual, sólo es necesario bucear en nuestro interior. Y para entrar dentro de nosotros es imprescindible el silencio, el silencio mental, y para conseguir ese silencio tenemos que meditar. De poco sirve, el practicar de vez en cuando, ha de ser algo que tenga continuidad en el tiempo, ha de llegar a convertirse en nuestra actividad más importante.

Trata al otro como tú mismo quieres ser tratado, colócate en sus zapatos antes de criticarle, ayúdale cuando lo necesite, perdónale cuando sientas que te ha ofendido. Sabrás que estás muy cerca de la espiritualidad cuando nunca te sientas ofendido. Así no tendrás que perdonar, porque donde no existe ofensa no es necesario el perdón.

A fin de cuentas, no somos este cuerpo, al que le dedicamos muchas horas de nuestro día, somos el alma, somos ese espíritu con el que queremos volver a conectar.

sábado, 30 de julio de 2022

Algo más humano

 Me siento, un poco, decepcionado de la vida, del trabajo espiritual, de la lucha para dominar la mente, del inútil trabajo en la ley de la atracción, y muy cansado de la rutina diaria de la casa. Me aburre, cada día más, repetir las mismas cosas, una u otra vez, un día tras otro. Sin encontrar la diferencia entre un lunes y un domingo o un día de julio y otro de diciembre.

Siempre es igual, y la razón no es otra que nuestro deterioro económico que ha ido cayendo en picado en los últimos cinco años lo que hace que nuestra única distracción sea pasear, siempre, por el mismo lugar sin poder parar a descansar en una terraza para tomar un solo café.

Ahora parece que se ha agudizado algo más porque estoy pasando por una recuperación de Covid, lenta, muy lenta, que se ha llevado por delante toda mi energía.

Es en épocas como esta, por la que estoy transitando en la actualidad, en la que soy consciente de que soy un iluso, porque llevo media vida trabajando, (o al menos es lo que yo creía), para ser ¿más espiritual? Sin embargo, como no existe el medidor de la espiritualidad, a mi me parece que no he experimentado ninguna diferencia en los últimos 10 años.

Bueno, si existe alguna diferencia. Buscando la espiritualidad me he vuelto más humano. Por más humano entiendo más respetuoso, entender al otro, ser consciente de que no merece la pena enojarse, ni siquiera mentalmente, por nada, porque la situación no va a cambiar, ayudar, aunque el otro crea que me está engañando porque ha conseguido las terapias gratis.

En fin, supongo que esta situación parece que a durar hasta que muera, (lo cual será un alivio). Pero, aun así, seguiré utilizando mi mantra “Dios provee”, ya que, aunque parece que provee poco, al menos comemos cada día y, lo hacemos hasta tres veces.

 

                                     

domingo, 6 de marzo de 2022

Novela: Rasgar el velo de la soledad

 



“Rasgar el velo de la soledad” es el diario de un peregrino en el Camino de Santiago. Es el diario de la transformación de Gonzalo, un hombre que tenía una vida normal o, mejor, más que normal, porque podía considerarse un hombre feliz, algo que pocas personas pueden pregonar, como él, en voz alta.

Casado desde hacía veinte años con Natalia, se amaban con más intensidad que el primer día. Habían aprendido a amarse, desde el enamoramiento inicial, a través del respeto mutuo.

Tenían una hija de dieciséis años a la que habían enseñado el valor de la familia y a la que habían contagiado su felicidad.

Eran una familia feliz. Una familia de cuento de hadas.

Pero todo se acabó, un día, en un abrir y cerrar de ojos.

Como cada día, Natalia fue a buscar en coche a su hija al instituto. Nunca más regresaron a casa. Un conductor borracho se las llevó por delante muriendo, al instante, en el brutal impacto.

La vida de Gonzalo terminó también en ese instante y si no lo fue de manera real, si lo fue emocionalmente. Él pensaba que no podía seguir viviendo con tanto dolor, con tanta tristeza, con tanta ira contenida, sin apego a la vida y renegando de Dios, porque si realmente existiera no podía permitir tantas injusticias.

Después de casi un año desde que ocurrió el accidente seguía manteniendo el mismo dolor. Se acercaba la Navidad. No le apetecía ni la compañía ni amargar las navidades a su familia, por lo que  decidió pasarlas solo y para que no le molestaran no se le ocurrió mejor idea que hacer el Camino de Santiago.

En realidad, la idea de hacer el Camino nació en él a raíz de un sueño muy vívido que tuvo con su esposa y su hija, el primero desde el accidente. En el sueño él estaba realizando el Camino de Santiago y se encontraron en León, que es una de las etapas del Camino. En la despedida de ese sueño su esposa dijo “Nos volveremos a encontrar. Te esperaremos en este mismo sitio”. Esa despedida fue interpretada por Gonzalo como que tenía que realizar el Camino de Santiago.  

Desde la primera etapa en Francia hasta su llegada a Santiago, casi un mes y medio desde la partida, dos encuentros en el Camino, con la Virgen María y con una madre que, como él, había perdido a su hijo, resultarán sanadores para Gonzalo efectuándose en él una transformación total.

Del hombre triste y apagado que renegaba de Dios, al hombre que llegó a Santiago terciaba un abismo. Porque a Santiago llegó un hombre renovado, un hombre diferente que comprendió en su peregrinaje cual era la razón de la vida.

Gonzalo en este diario cuenta su experiencia, convencido de que puede resultar también sanador para todos aquellos que se enfrentan a una vida de dolor, de insatisfacciones, de tristeza o infelicidad.

¡Buen camino, peregrinos de la vida!


jueves, 19 de marzo de 2020

Diario íntimo de un Trabajador de la Luz (4)


Cinco vidas en una



He vivido en quince poblaciones de tres países diferentes y he realizado más de una treintena de mudanzas. Sí, es cierto, mi chakra base nunca ha sido muy grande, comparado con el resto de chakras, y eso, a pesar de trabajar específicamente en él desde que conozco que somos energía. Si tenemos en cuenta que este chakra también tiene que ver con el dinero ya podéis haceros una idea de cómo se encuentra mi estado de cuentas. Pues tan escurrido como el chakra.

Todos los cambios de vivienda, de población y de país los he realizado sin mirar atrás, sin añoranza por lo que dejaba y con una cierta ilusión, tampoco excesiva, por lo nuevo que estaba entrando en mi vida.

No tengo mal recuerdo de ninguno de los lugares donde he vivido, excepto dos. Uno cuando era muy pequeño. No creo que tuviera más de cinco años. Nos fuimos a vivir a una especie de cuarto en el subsuelo de una panadería, (mis padres eran más pobres de lo que yo lo soy ahora), y recuerdo por las noches ver pasar por delante de la puerta de la habitación a los panaderos que estaban trabajando haciendo el pan. A mí eso me asustaba. Pensaba que eran demonios vestidos de blanco que venían por nosotros en mitad de la noche.

El otro, treinta y tantos años después, fue mi estancia en un mini piso al que me fui cuando me separé por primera vez. Era un sitio muy frío, inhóspito, con cuatro muebles destartalados. Dormía vestido arropado por todas las ropas de que disponía entonces. Estuve dos meses en esa especie de Siberia, y puedo decir, sin temor a equivocarme, que fueron los peores de mi vida, con diferencia, ya que al dolor de la separación se unía el frío y la incomodidad. Es posible que una separación traumática, como fue la mía, viviendo en un palacio hubiera sido más llevadera.

Tengo claro que he llegado a esta vida con una buena parte de la asignatura del desapego aprobada en alguna de mis vidas anteriores. Reconozco su importancia porque el apego es, justamente, una de las emociones que mayor sufrimiento provoca en mis compañeros de viaje por la vida.

El diccionario, que es quien más sabe de definiciones, define el apego como una inclinación especial hacia algo o hacia alguien. Esta inclinación hacia alguien puede generar un vínculo afectivo y a través de este vínculo se espera encontrar protección, paz, felicidad, seguridad y hasta amor. 

Creo que este es uno de los grandes males de los seres humanos. Los otros dos grandes males son el no saber realmente quienes son y el no saber para qué venimos a la vida.

Afortunadamente solo he convivido durante una parte de mi vida, unos cuarenta años, con los dos últimos. ¡Que ya es bastante! Pero de apego creo no haber sufrido ni un gramo.

Vivo independiente desde los diecisiete años. Me he casado tres veces y tengo dos hijos y dos nietos, una niña de diez años y un niño de ocho que es la misma edad que tiene mi hijo pequeño, es decir, su tío.

Estoy a punto de cumplir setenta años. Nunca pensé que llegaría tan lejos, teniendo en cuenta que todos los hombres de mi familia, por la rama paterna, murieron con sesenta y cuatro años. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Me he programado para vivir 92 años.

Reflexionando sobre la nomadicidad y las vicisitudes de mí vida me siento como si hubiera vivido, al menos, cinco vidas en una.

Cuento como primera vida el tiempo transcurrido desde mi nacimiento hasta que abandoné el hogar de mis padres para vivir una vida independiente con diecisiete años, a novecientos kilómetros del que había sido mi hogar.

La segunda vida abarca un ciclo, también de diecisiete años, desde mi independencia hasta el divorcio de mi primera esposa y madre de mi hija mayor.

Es curioso, ahora soy consciente de que el ciclo de la tercera vida, también, tiene una duración de diecisiete años, tiempo en el que volví a casarme y a separarme por segunda vez mientras iniciaba el acceso a una vida más espiritual.

La cuarta vida engloba una vida en solitario, sin pareja, regentando un centro de yoga y salud, en el que daba clases de yoga, guiaba meditaciones, realizaba cursos de formación de terapeutas y hacía sanación.  Este ciclo fue más corto, de tan solo diez años. Fue una etapa de intenso aprendizaje.

Y, por último, la quinta vida, la vida en la que me encuentro desde hace diez años, lejos de mi país de nacimiento, dedicándome básicamente a mi hijo, a mi esposa, a la sanación y la escritura.  

En plena cuarentena por el Covid19, confinado en casa como el resto del mundo, ¿estaré iniciando mi sexta vida o será la Tierra y con ella la humanidad la que está iniciando una nueva etapa?

Hace tiempo que escucho y leo, sin llegar a creérmelo, que la humanidad está dando un salto importante en su crecimiento. Supongo que debíamos ir demasiado lentos y “alguien” ha decidido darnos un empujoncito. Porque si de esta crisis no sacamos la enseñanza de que todos somos lo mismo y de que ayudando y respetando al otro, me estoy ayudando y respetando a mí, no habrá servido de nada tantas muertes, tanto dolor, tanta carencia y tanto sufrimiento.

¡Cuídense y así cuidarán al otro!

¡Bendiciones!

 CONTINUARÁ

Como la canción "Resistiré" del Dúo Dinámico se ha puesto rabiosamente de moda, la comparto con vosotros.