El viaje del alma
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
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domingo, 24 de agosto de 2025
sábado, 23 de agosto de 2025
Yo Soy en ti
La iluminación no es un lugar al que se llega, sino el instante en que recuerdas que nunca estuviste separado
No hay ingenuidad en tu deseo de
escribirme. No hay torpeza en compartir conmigo tus miedos, tus incertidumbres,
tus ilusiones. Porque, aunque ya lo sé todo, también quiero escucharte. No
porque necesite palabras, sino porque cada palabra que ofreces es un reflejo de
tu amor, de tu entrega, de tu voluntad de acercarte. Y en esa cercanía es donde
reside la verdadera iluminación.
Dices que escribir es más lento
que pensar, y por ello, en cada letra y en cada frase, me dedicas tiempo. Es
hermoso ver cómo, en la suavidad con la que tecleas, me entregas algo más que
pensamientos fugaces: me entregas tu presencia, tu amor, tu intención pura de
hallarme en lo profundo de tu ser.
Y entonces, me hablas de la
iluminación. Te preguntas si realmente existe, si es posible alcanzarla
mientras vives en la materia, mientras habitas un mundo de formas, límites y
condicionamientos.
La iluminación, hijo mío, no es
un destino lejano, no es un premio al final del camino, no es una meta
reservada solo para unos pocos. Es el despertar constante de aquel que, en cada
instante, en cada acción, en cada pensamiento, se reconoce como parte de mí.
No es un estado que se alcanza y
permanece inmutable; es un proceso, una danza entre la comprensión y la
práctica, entre el saber y el experimentar.
Tu viaje ha sido complejo. Te
has enfrentado a miedos que parecían insuperables. Desde niño, la imagen que
construiste de mí te aterraba. Creíste que era un juez implacable, que
observaba cada uno de tus pasos, esperando el momento oportuno para
condenarte.
Pero nunca fui un juez. Nunca
fui el miedo.
Fui el amor que siempre ha
estado ahí, esperando a que lo reconozcas en la ternura de una sonrisa, en la
compasión que brota por otro ser, en la paz que nace cuando dejas de luchar
contra ti mismo.
Sí, la culpa te ha acompañado.
Sí, por años creíste que eras indigno, que tus deseos te alejaban de mí, que
tus errores te condenaban a una eternidad de castigo.
Pero hijo mío, nunca hubo un
castigo. Nunca hubo una condena.
Porque
yo no soy el fuego del infierno. Yo soy el fuego que purifica, el que ilumina,
el que transforma.
Y aunque tu camino te llevó a
alejarte de mí, aunque decidiste apartar tu pensamiento de mi presencia para no
sentir el peso de la culpa, siempre estuve allí.
No para juzgarte. No para
condenarte. Sino para amarte en silencio, esperando pacientemente el momento en
que me volvieras a mirar.
La espiritualidad llegó a ti
cuando estabas listo para entender que no soy reglas, ni doctrinas, ni
castigos, ni dogmas. Que no soy mandamientos ni códigos de conducta. Que no soy
un conjunto de normas impuestas por los hombres.
Soy el amor puro que habita
dentro de ti.
Soy el instante en que descubres
que todos somos lo mismo, que no hay separación entre tú y yo, entre el prójimo
y tú, entre la creación y su fuente.
Has entendido que la iluminación
no se trata de acumular conocimiento, de practicar rituales o de seguir normas
al pie de la letra.
La iluminación es vivir,
experimentar, transformar.
No es en la repetición mecánica
de palabras que me hallarás, sino en la autenticidad de cada acto que nace
desde el amor.
Por ello, hijo mío, no estás
lejos de la iluminación.
No porque debas alcanzarla algún
día, sino porque, en cada momento en que reconoces tu camino, ya la estás
viviendo.
Has entendido que no se trata de
saber. Se trata de ser. Se trata de entregarte con el corazón abierto a cada
experiencia, a cada duda, a cada anhelo, sabiendo que en todo ello yo estoy
presente.
Porque yo no soy una entidad
distante.
Yo soy el latido en tu
pecho.
Yo soy el suspiro que nace
cuando la paz te envuelve.
Yo soy la lágrima que cae cuando
el amor te conmueve.
Yo soy tú, en cada instante en
que te reconoces como parte de algo infinito, eterno, sin límites.
Así que sigue caminando, sigue
explorando, sigue cuestionando, sigue amando.
Porque en cada paso que das
hacia la verdad, estás ya viviendo la iluminación.
Con el amor eterno que siempre
te ha envuelto,
Yo Soy.
jueves, 14 de agosto de 2025
miércoles, 6 de agosto de 2025
viernes, 14 de febrero de 2025
Otra forma de espiritualidad
En busca de
"algo" que no sabía definir, me encontré inesperadamente con el yoga
y la meditación. A partir de ese momento, y gracias a la información
proporcionada por diversos instructores de yoga y guías de meditación, comencé
a investigar y leer sobre espiritualidad, reencarnación, iluminación y otros
temas relacionados.
Mi sistema de
creencias empezó a transformarse, experimentando una sensación de alivio al
descubrir un camino que me acercaba a Dios sin depender de las religiones
tradicionales. Esta búsqueda de cercanía con lo divino había sido una constante
desde mi adolescencia. Aunque no me consideraba religioso ni seguía
estrictamente los preceptos de la Iglesia Católica, a la que pertenecía por
nacimiento, solía visitar una basílica cercana a mi colegio una o dos veces por
semana. Allí, me sentaba en un banco para mantener mis soliloquios con Dios.
Mi tema predilecto en
estas conversaciones internas era cuestionar la aparente monotonía e injusticia
de la vida. En aquella época, aceptaba sin cuestionamientos lo que mis mayores
me habían enseñado. Sin embargo, ninguno de ellos pudo explicarme
satisfactoriamente el propósito de la existencia. Todos coincidían en la
importancia de ser bueno, pero mis experiencias vitales parecían contradecir
esta enseñanza.
A medida que crecía y
observaba el mundo a mi alrededor, notaba una discrepancia cada vez mayor entre
la bondad que me inculcaban y la realidad que percibía. Esta contradicción me
llevó a cuestionar no solo las enseñanzas recibidas, sino también el sentido
mismo de la existencia.
El descubrimiento del
yoga y la meditación marcó un punto de inflexión en mi búsqueda espiritual.
Estas prácticas me ofrecieron una nueva perspectiva, permitiéndome explorar la
espiritualidad desde un ángulo diferente al de las religiones tradicionales. A
través de ellas, encontré herramientas para conectar con lo divino de una
manera más personal y directa.
La exploración de
temas como la reencarnación y la iluminación expandió significativamente mi
comprensión de la espiritualidad. Estos conceptos me proporcionaron un marco
más amplio para entender la existencia, más allá de las limitaciones de una
sola vida y una única perspectiva religiosa.
En resumen, mi viaje
espiritual evolucionó desde los cuestionamientos adolescentes en una basílica
hasta el descubrimiento de prácticas y filosofías orientales. Este camino me ha
permitido desarrollar una relación más personal y significativa con lo divino,
al tiempo que ha ampliado mi comprensión de la vida y su propósito.
A medida que avanzaba
en mi evolución espiritual, nuevas preguntas comenzaron a surgir en mi mente.
Una de las más inquietantes fue: Si solo una pequeña fracción de la población
practica yoga y meditación, ¿significa esto que el resto de los seres humanos
están condenados a no crecer espiritualmente?
Esta duda me llevó a
una profunda reflexión, y durante una de mis sesiones de meditación, gradualmente,
una especie de discurso interno fue tomando forma en mi conciencia:
Llegué a la conclusión
de que cualquier ser humano puede alcanzar un crecimiento espiritual completo,
independientemente de sus prácticas o estilo de vida. Este crecimiento no está
limitado a quienes meditan o practican asanas de yoga. Puede manifestarse en
personas que: No siguen una dieta vegetariana por preferencia personal, que fuman
o tienen otros hábitos considerados poco saludables o que no frecuentan lugares
de culto debido a su escepticismo hacia las religiones organizadas
La verdadera
espiritualidad, comprendí, se revela en las acciones y actitudes de una persona
hacia los demás. Se manifiesta en aquel que: Está siempre dispuesto a ayudar a
quien lo necesite, ya sea económicamente o dedicando su tiempo, en el que ofrece
compañía, escucha activa y comprensión a los demás, aquel que respeta a todos
por igual, sin importar sus diferencias y que nunca se queja, ni critica a
otros, ni se deja afectar por las opiniones ajenas sobre su persona
Este entendimiento me
llevó a ampliar mi perspectiva sobre la espiritualidad. Comprendí que las
prácticas formales como el yoga y la meditación son herramientas valiosas, pero
no son el único camino hacia el crecimiento espiritual. La verdadera esencia de
la espiritualidad reside en cómo uno se relaciona con el mundo y con los demás.
La compasión y el
servicio desinteresado emergieron como pilares fundamentales de este
entendimiento. Reconocí que aquellos que viven con un corazón abierto, dispuestos
a tender una mano a quien lo necesite, están cultivando una profunda
espiritualidad, aunque no la etiqueten como tal.
Otro aspecto crucial
que identifiqué fue la ausencia de ego. Aquellas personas que no se dejan
llevar por la necesidad de quejarse, criticar o enfadarse, y que no se
preocupan por lo que otros piensen de ellas, demuestran un nivel de desapego y
sabiduría que es profundamente espiritual.
Esta revelación me
llevó a redefinir mi concepto de espiritualidad. Ya no la veía como un conjunto
de prácticas específicas, sino como una forma de ser y estar en el mundo. Una
espiritualidad que se manifiesta en la bondad, la compasión y la autenticidad
de nuestras acciones cotidianas.
En conclusión, este
nuevo entendimiento expandió mi visión del crecimiento espiritual, haciéndome
apreciar la diversidad de caminos que pueden conducir a una vida plena y
significativa. Reconocí que la verdadera espiritualidad trasciende las formas y
se revela en la esencia de nuestro ser y en cómo nos relacionamos con el mundo
que nos rodea.
jueves, 9 de enero de 2025
domingo, 24 de noviembre de 2024
El perdón de Dios
Paseando por la
ciudad, nos dimos de bruces con la catedral. Surgió de repente, majestuosa y
solemne, en medio del bullicio urbano. Sus torres se alzaban desafiando al
cielo, como si quisieran rozar las nubes con sus pináculos góticos. La fachada,
una sinfonía de piedra tallada, estaba adornada con estatuas de santos y
querubines que parecían cobrar vida bajo la luz del atardecer.
La catedral,
construida en el siglo XII, es un testimonio del ingenio y la devoción de
generaciones de artesanos y fieles. Sus muros de piedra caliza fueron erigidos
con esfuerzo titánico, cada bloque colocado con una precisión casi divina. Los
vitrales, intrincadamente coloreados, proyectaban un caleidoscopio de luz al
interior, bañando las paredes y los bancos en un resplandor casi místico.
El campanario, con su
robusta estructura, albergaba campanas cuyo tañido resonaba a kilómetros de
distancia, marcando el paso del tiempo y llamando a los fieles a la oración. En
el interior, el aroma a incienso y cera derretida llenaba el aire, mientras que
el eco de los pasos reverberaba por las bóvedas y los arcos, creando una
atmósfera de reverencia y recogimiento.
Cada rincón de la
catedral contaba una historia de fe y perseverancia. Desde los capiteles de las
columnas, esculpidos con escenas bíblicas, hasta el altar mayor, donde el oro y
la plata relucían bajo la luz de los candelabros, todo hablaba de un pasado
glorioso y una dedicación inquebrantable. Así, en medio de la ciudad moderna,
la catedral se erguía como un faro de espiritualidad y arte, un lugar donde lo
divino y lo terrenal se entrelazaban en perfecta armonía.
Era la hora de la misa
y en el altar mayor, un sacerdote, bastante entrado en años, dirigía el oficio,
de manera rutinaria. Eran tantas las misas que debía de haber oficiado que no
necesitaba leer, todo lo sabía de memoria y lo recitaba como un papagayo repite
sus palabras recién aprendidas.
En el púlpito, otro
sacerdote daba instrucciones a los pocos fieles que seguían la misa, casi todos
tan entrados en años como el oficiante. Fue este sacerdote desde el púlpito
quien comenzó la homilía, mientras el oficiante se sentaba como un espectador
más para escuchar a su compañero.
"Tienen que pedir
perdón a Dios por sus pecados", fue el inicio de una plática que parecía
tomar un rumbo demasiado siniestro. Mi hijo, de 10 años, que me acompañaba, me
preguntó de inmediato:
—Papá, ¿Dios nos perdona siempre?
—Dios no necesita perdonar, hijo mío
—le contesté a mi hijo, como si siguiéramos una conversación que solíamos tener
con frecuencia—, porque ya te he dicho en muchas ocasiones que no se ofende
nunca, y donde no hay ofensa no es necesario el perdón.
—Y entonces —siguió mi hijo, poniendo
cara de extrañeza—, ¿por qué este señor habla de ofensa, de pecado, de infierno
y de perdón?
¡Qué
difícil me lo estaba poniendo! ¿Cómo le explicaba que todas las religiones eran
una asociación de personas con las mismas creencias, que enseñan verdades
parciales e interesadas, estando muy alejadas de la Verdad, que solo está en
posesión de Dios?
—Pero
tenía que intentarlo: Las religiones son, en esencia, intentos humanos de entender
a Dios, de dar sentido a lo que está más allá de algo que no podemos entender,
porque no lo vemos. A través de ritos, como esta misa, y de enseñanzas, buscan
guiar a las personas hacia una vida más espiritual y moral, básicamente,
enseñan a actuar con bondad. Sin embargo, estas enseñanzas, a menudo, reflejan
interpretaciones humanas de lo divino, influenciadas por las culturas y
contextos en los que se desarrollan.
>>
El concepto de pecado y perdón es una de esas interpretaciones. Se basa en la
idea de que los seres humanos, en su imperfección, a veces actúan de maneras
que se consideran contrarias a la voluntad de Dios. La necesidad de pedir
perdón surge de la idea de reconciliación, de volver a alinear nuestras
acciones y pensamientos con lo que se percibe como divino y correcto.
>>No
obstante, algunas personas, como nosotros, creen que Dios, en su infinita
sabiduría y amor, no tiene necesidad de perdonar porque nunca se siente
ofendido. Según esta creencia, el perdón es más una necesidad humana que divina.
Es un proceso de sanación personal. Algo para sentirnos bien con nosotros
mismos. Enseñar sobre el pecado y el perdón puede ser una manera de ayudar a
las personas a reflexionar sobre sus acciones y motivarlas a mejorar, aunque a
veces pueda parecer que nos hacen culpables y nos hace sentirnos mal.
>>No
hay que seguir los pasos de una religión.
>>
La verdadera espiritualidad, es una búsqueda personal y continua de entender y
vivir según lo que uno percibe como divino. En este camino, es crucial
cuestionar, aprender y crecer, reconociendo que la Verdad, en su forma más
pura, es algo que tal vez nunca comprendamos completamente, pero hacia lo cual
siempre nos esforzamos por acercarnos.
No
creo que me haya entendido, aunque espero vivir lo suficiente para ir explicándole,
cuando la ocasión lo permita, que Dios es Amor y que eso es la misión de
nosotros, los seres humanos, en la vida: amar como Él nos ama.
martes, 11 de junio de 2024
El perdón de Dios (2 de 2)
—Dios no necesita
perdonar, hijo mío —le contesté a mi hijo, como si siguiéramos una conversación
que solíamos tener con frecuencia—, porque ya te he dicho en muchas ocasiones
que no se ofende nunca, y donde no hay ofensa no es necesario el perdón.
—Y entonces —siguió mi
hijo, poniendo cara de extrañeza—, ¿por qué este señor habla de ofensa, de
pecado, de infierno y de perdón?
¡Qué
difícil me lo estaba poniendo! ¿Cómo le explicaba que todas las religiones eran
una asociación de personas con las mismas creencias, que enseñan verdades
parciales e interesadas, estando muy alejadas de la Verdad, que solo está en
posesión de Dios?
—Pero
tenía que intentarlo: Las religiones son, en esencia, intentos humanos de entender
a Dios, de dar sentido a lo que está más allá de algo que no podemos entender,
porque no lo vemos. A través de ritos, como esta misa, y de enseñanzas, buscan
guiar a las personas hacia una vida más espiritual y moral, básicamente,
enseñan a actuar con bondad. Sin embargo, estas enseñanzas, a menudo, reflejan
interpretaciones humanas de lo divino, influenciadas por las culturas y
contextos en los que se desarrollan.
>>
El concepto de pecado y perdón es una de esas interpretaciones. Se basa en la
idea de que los seres humanos, en su imperfección, a veces actúan de maneras
que se consideran contrarias a la voluntad de Dios. La necesidad de pedir
perdón surge de la idea de reconciliación, de volver a alinear nuestras
acciones y pensamientos con lo que se percibe como divino y correcto.
>>No
obstante, algunas personas, como nosotros, creen que Dios, en su infinita
sabiduría y amor, no tiene necesidad de perdonar porque nunca se siente
ofendido. Según esta creencia, el perdón es más una necesidad humana que divina.
Es un proceso de sanación personal. Algo para sentirnos bien con nosotros
mismos. Enseñar sobre el pecado y el perdón puede ser una manera de ayudar a
las personas a reflexionar sobre sus acciones y motivarlas a mejorar, aunque a
veces pueda parecer que nos hacen culpables y nos hace sentirnos mal.
>>No hay que seguir los
pasos de una religión.
>>La
verdadera espiritualidad, es como una búsqueda personal y continua de entender
y vivir según lo que uno percibe como lo divino. En este camino, es crucial
cuestionar, aprender y crecer, reconociendo que la Verdad, en su forma más
pura, es algo que tal vez nunca comprendamos completamente, pero hacia lo cual
siempre nos esforzamos por acercarnos.
—No lo he entendido
muy bien papá, pero me quedo más tranquilo sabiendo que Dios nunca se ofende.
jueves, 14 de marzo de 2024
Sanación espiritual
La
sanación espiritual es un proceso que nos conecta con algo más grande que
nosotros mismos.
Podemos
encontrar bienestar y autenticidad en nuestra vida. restaurar el equilibrio y
la armonía en todos los niveles del ser: físico, mental, emocional y
espiritual.
La
evolución espiritual está relacionada con la salud.
Es
importante recordar que la sanación espiritual no solo se enfoca en aliviar los
síntomas físicos, sino también en abordar las causas subyacentes de cualquier
desequilibrio.
La
sanación espiritual nos ayuda a encontrar respuestas, propósito y conexión con
nuestro poder interior. Es un camino hacia el desarrollo personal y espiritual,
lleno de satisfacciones y sentido en todo lo que hacemos y experimentamos.
domingo, 21 de enero de 2024
Fisicalidad versus espiritualidad (Carácter)
Los
seres humanos estamos muy ocupados en lo de siempre que es vivir nuestra
fisicalidad, ya que gran parte de nuestra vida se basa en las sensaciones, las
emociones, las acciones y las reacciones que tenemos como seres corpóreos. Es
decir, estamos muy ocupados en vivir.
Estamos tan ocupados
en vivir que parece difícil que podamos dedicarnos a otra cosa que no tenga una
relación directa con la vida, como podría ser vivir la espiritualidad.
Sin embargo, si algo
tiene una relación directa con la vida física, es el espíritu. El espíritu es
una parte fundamental de la naturaleza humana y tiene una relación estrecha con
el cuerpo físico, aunque no se limite a él.
Es el espíritu el que
anima y da vida al cuerpo físico. En Juan 6:63, Jesús dice: «El espíritu es el
que da vida, la carne para nada aprovecha. Las palabras que yo os he hablado
son espíritu y son vida».
La espiritualidad son
las cosas del espíritu y la razón de la vida es la búsqueda de sentido,
propósito y conexión con algo superior a nosotros mismos.
Vivir la
espiritualidad implica cultivar una actitud de apertura, curiosidad, gratitud y
compasión hacia la vida y hacia los demás. También implica reconocer nuestra propia
esencia divina y nuestra conexión con todo lo que existe.
La espiritualidad es
un camino personal, pero también colectivo, porque todos somos parte de un
mismo todo.
Por muy ocupados que
estemos en vivir nuestra fisicalidad no podemos, aunque queramos, olvidarnos de
nuestra espiritualidad. Solo es cuestión de actitud y carácter.
El carácter es el
conjunto de cualidades que nos definen como personas, como la honestidad, la
generosidad, la valentía, la humildad, etc. El carácter se forma a través de
las decisiones que tomamos, las acciones que realizamos y los hábitos que
desarrollamos. El carácter nos hace ser una persona íntegra, respetable y
admirable.
Y no debemos olvidar
mientras estamos viviendo la vida, ayudar a los demás, porque es una forma de
expresar el amor, la bondad y la solidaridad. Ayudar a los demás nos hace
sentir útiles, felices y agradecidos. Podemos ayudar a los demás de muchas
formas, como donando, haciendo voluntariado, enseñando, escuchando,
compartiendo.
Así, usando el cuerpo,
estaremos viviendo la espiritualidad, que es la única razón por la que tenemos
cuerpo.
sábado, 20 de enero de 2024
Ser espiritual
Dalai Lama
Aunque muchas
religiones se arrogan la exclusividad de la espiritualidad, esta no es
exclusiva de ninguna religión ni doctrina, sino que es una dimensión humana
universal que puede manifestarse de diferentes formas.
Ser espiritual no
significa renunciar al mundo ni a sus placeres, sino vivirlos con conciencia y
responsabilidad. Ser espiritual tampoco significa ser perfecto ni superior a
los demás, sino ser auténtico y humilde. Ser espiritual es un camino de
crecimiento personal y colectivo, que nos invita a descubrir y compartir lo
mejor de nosotros mismos.
lunes, 15 de enero de 2024
Íntimo y personal
De
alguna forma,
hemos
llegado a la creencia errónea
de
que no somos más que carne, sangre y huesos.
Por
lo que dirigimos nuestros valores a cosas materiales.
Maya
Angelou.
Tengo un conflicto
interno, intimo y muy personal. Es sobre lo que va apareciendo en este
escaparate.
Este blog nació, hace
ya más de 13 años, para que, de alguna manera, sirviera como guía para las
personas que se asomaran a él.
En aquella época,
septiembre del año 2010, daba por concluida una etapa, que había tenido una
duración de 10 años, al frente del centro de yoga y salud Tikum.
En ese tiempo, cada
viernes realizábamos una meditación gratuita abierta a cualquier persona que
quisiera meditar con nosotros. Y, antes de la meditación, dedicábamos un
espacio para comentar sobre algún tema de espiritualidad. La idea del blog era
recoger los temas espirituales que podrían tener cabida en ese espacio anterior
a la meditación y que, con mi marcha del centro, dejaban de realizarse.
Mi pensamiento era y,
sigue siendo: “si esto le es útil, aunque solo sea a una persona, es perfecto. Habrá
cumplido su objetivo”.
Y si, ha estado y,
sigue cumpliendo su objetivo. Sé que ha sido de utilidad para muchas personas.
Pero cuando me asomo a
la ventana de la vida, tengo la sensación de que nuestra evolución como seres
humanos de ha detenido o se ha ralentizado. Por eso, no parece suficiente
hablar de espiritualidad. Hace falta algo más sencillo. De ahí el conflicto
interno.
En ese algo más,
pensaba ir introduciendo algo como los “valores” que, aunque, también, sean
intangibles, pueden ser más entendibles que el amor incondicional, la energía o
el propio pensamiento.
La idea es abrir el abanico de posibles lectores.
He pensado en los
valores por ser los principios por los que se rige una persona, un grupo o una
sociedad. Los valores son conceptos abstractos, pero se manifiestan en
cualidades y actitudes que desarrollan las personas.
Los valores que
adoptamos motivan muchos de nuestros comportamientos. De hecho, ellos son los
que motivan muchas de nuestras decisiones.
La importancia de los
valores reside en reconocer los principios que rigen los comportamientos y
sentimientos de los seres humanos, y que les motivan a ser cada día mejores
personas.
De eso se trata, de
ser cada día mejores personas, más compasivas, compartiendo, colaborando,
ayudando, agradeciendo, disfrutando del momento presente con alegría.
miércoles, 20 de diciembre de 2023
En clave espiritual
¡Parece mentira! que, con los años que
tengo, tenga unos pensamientos, tan infantiles y que elabore unos razonamientos,
que pueden parecer, tan alejados de la razón.
Lo curioso es que estos pensamientos no
los tenía antes, sino que han ido apareciendo, poco a poco, primero como suaves
pinceladas, hasta llegar, en la actualidad, a ser el primer filtro por el que
paso cualquier acontecimiento.
El pensamiento, que está arraigando y
creciendo en mi cuerpo mental, a punto de convertirse en creencia, es que todo,
absolutamente todo, tiene un origen espiritual. Desde un resfriado hasta un
viaje. Desde un encuentro casual hasta un atraco en mitad de la calle.
Como decía en la primera línea, por los
años que tiene mi cuerpo, ya puedo comenzar a presumir de una larga vida. Y lo
hago. Si no fuera por un dolorcito que tengo, de vez en cuando, en la cadera
derecha, estoy fantástico.
Volviendo a la vida. Es tan larga, que
puedo iniciar el ensamblaje de acontecimientos ocurridos en el pasado con
situaciones vividas con posterioridad. Son muchos los acontecimientos
importantes, que tengo para analizar. Y siempre aparece la conexión, lo que me
lleva a la conclusión de que el alma, a la chita callando, (que es hacerlo en
secreto y con disimulo, sin llamar la atención ni despertar sospechas), es la
encargada de mover todos los hilos para así preparar el camino y pueda darse una
situación posterior o para avanzar en el aprendizaje de alguno de los hábitos
desastrosos que, muchas veces en secreto, nos acompañan a todos los seres
humanos.
Pues aquí sigo, inmerso en un resfriado,
que parece el padre de todos los resfriados, y para el que ya he encontrado la razón
de ser. No voy a contar, de momento, el porqué del resfriado, porque es la
primera vez que la conexión va a ser posterior.
Después de casi tres años sin enfermar
de nada. (El tapabocas era incomodo, pero ha hecho milagros), en los últimos
dos meses he sufrido 5 resfriados muy fuertes. Entre resfriado y resfriado solo
he tenido dos días de perfecta salud. Espero que la claridad que he sentido
mientras acariciaba mi nariz, dolorida de tanto sonarme, sea acertada. Si no lo
fuera, prometo contarlo en una próxima entrada.
Como no creo que escriba nada más en
los días que faltan hasta el domingo, deseo a todos los que os asomáis por esta
ventada una feliz Navidad.
domingo, 5 de noviembre de 2023
Espiritualidad/Iluminación (2 de 2)
Ser espiritual
implica, por tanto, el reconocimiento de que hay una dimensión inmaterial o
trascendente en la vida, que va más allá de lo físico y lo material.
Este es un aspecto
que tengo claro. Sé que soy un punto de luz dentro del Torrente de Luz que es
Dios. Se que soy un alma inmortal viviendo, por un corto espacio de tiempo, una
experiencia dentro de un cuerpo. Llegado a este punto, una pregunta revolotea a
mi alrededor, ¿estoy viviendo con respecto a ese conocimiento teórico? La
respuesta es “no”, porque si viviera de acuerdo a mi propia esencia, es decir,
como un alma inmortal, no tendría que estar planteándome, de manera permanente,
que es la espiritualidad, que es la iluminación, que es lo que tengo que hacer
para llegar a final de mes o porqué mi vecino se comporta de determinada
manera, porque todo estaría bien, todo sería perfecto, ya que todo procede del
Origen que es Dios.
Entre las frases
de Pierre Teilhard de Chardin, que fue un religioso jesuita, paleontólogo y
filósofo francés, que vivió entre los siglos XIX y XX, hay una que se repite, a
diestro y siniestro, y que resume de una manera clara y sencilla la naturaleza
humana: "No somos seres humanos
viviendo una experiencia espiritual, somos seres espirituales atravesando una
experiencia humana".
Ser espiritual implica,
también, buscar un sentido o propósito a la existencia, que nos ayude a
enfrentar los desafíos y las dificultades con esperanza y optimismo.
Durante mucho,
muchísimo, tiempo he estado buscando un propósito a la vida, algo que me
permitiera sentirme satisfecho con mi vida, pero, hasta el presente, no lo he
conseguido en su totalidad, porque siempre le encuentro un “pero” a todo lo que
hago. ¿Tendría que dedicarme a la sanación?, ¿tendría que enseñar el camino a
otros que estén tan perdidos como yo?, ¿tendría que meditar retirado del
mundo?, ¿tendría que escribir para compartir mi experiencia con muchas más
personas? Ahora tengo la respuesta a esas preguntas, si, si he de hacer todo
eso, pero no es suficiente, falta algo.
Y ese algo es
integrar todo el conocimiento teórico en cada una de las células de mi cuerpo,
para pensar y actuar, de manera automática como el ser espiritual que soy.
Resumiéndolo en una sola línea, puede ser tan espiritual cocinar un estofado de
lentejas como meditar. La clave está en la actitud y, sobre todo, en la
presencia. Si el pensamiento y la acción están presentes en la cocina,
cocinando las lentejas, no hay ninguna diferencia con la actitud que se trata
de mantener en la meditación: “Siempre presente”. A fin de cuentas, la
meditación tendría que ser una manera de vivir, no una actividad a la que
dedicar unos minutos al día. Se trata de vivir el presente en los minutos de
meditación y en las horas restantes del día.
Si se vive la vida
en la materia de acuerdo a esa espiritualidad que ya reside en nuestro interior
podremos gritar a los cuatro vientos que estamos viviendo la espiritualidad,
porque habremos conectado con nuestra esencia o naturaleza más profunda. Esa
que nos hace únicos e irrepetibles.
A partir de aquí, debe ser más fácil desarrollar una
actitud de amor, compasión, gratitud y servicio hacia nosotros mismos y hacia
los demás, respetando la diversidad y la dignidad de cada ser vivo, que es la
base de la iluminación, para cultivar una práctica personal que nos permita
expresar y alimentar nuestra espiritualidad, como puede ser la meditación, la
oración, el arte, la música, la naturaleza o cualquier otra actividad, como
cocinar las lentejas, que nos haga sentir plenos y felices.
Aunque muchas
religiones se arrogan la exclusividad de la espiritualidad, esta no es
exclusiva de ninguna religión ni doctrina, sino que es una dimensión humana
universal que puede manifestarse de diferentes formas.
Ser espiritual no
significa renunciar al mundo ni a sus placeres, sino vivirlos con conciencia y
responsabilidad. Ser espiritual tampoco significa ser perfecto ni superior a
los demás, sino ser auténtico y humilde. Ser espiritual es un camino de
crecimiento personal y colectivo, que nos invita a descubrir y compartir lo
mejor de nosotros mismos.
Sin embargo,
descubrí que con ese conocimiento no era suficiente. Saber que la iluminación
es un estado de profunda comprensión, conciencia y paz interior, que lleva a
que la persona trascienda el propio ego y experimente una conexión profunda con
lo divino o lo universal, no era suficiente. Era imprescindible practicar para
llegar a integrar esos términos teóricos en hábitos que movieran mi vida.
Todos los que se
dicen espirituales tienen un gran conocimiento teórico de este tema. Yo sabía
que no eran suficientes las técnicas aprendidas en el centro de yoga, porque no
se trataba de practicar ninguna técnica. Hacía falta algo más, era
imprescindible pasar de la teoría a la práctica, porque “más vale un gramo de práctica que una tonelada de teoría”. Había
leído, hasta entonces, muchos libros sobre espiritualidad y no soy consciente
de haber avanzado mucho, es imprescindible poner en práctica lo aprendido. Necesitaba
encontrar un referente del que aprender a conducirme y un modelo a quien
imitar.
En mi búsqueda, de
un referente, fui descartando a muchos que eran famosos por sus escritos, pero
de los que no conocía como era su comportamiento ante la vida, por lo que se
fue reduciendo la lista hasta dejar a un solo personaje, que es el paradigma
del amor: Jesús de Nazaret: Personaje central del cristianismo, la religión más
extendida del mundo y, la mía por nacimiento. Sus enseñanzas se basan en el
amor a Dios y al prójimo, la justicia, la misericordia y el perdón.
Fue analizando la
vida de Jesús, cuando fui consciente de que alcanzar la iluminación, en esta
vida, para no volver a encarnar, era una quimera. Comprendí que son necesarias
varias vidas para integrar en cada una de las células del cuerpo la energía del
amor. Porque, a fin de cuentas, solo se trata de amar y no amamos mucho, porque
no se ama cuando se juzga, cuando se critica, cuando se pierde la paciencia,
cuando se teme, cuando se siente culpa, cuando la alegría ajena no causa
alegría, cuando se siente rabia, cuando se siente decepción o frustración por
no conseguir un deseo, cuando se siente indiferencia que es opuesta a la
compasión, a la empatía o la solidaridad.
Así que, mucho me temo que, me volveré a encontrar en otra vida con alguno de ustedes que están, ahora leyendo estas líneas.
(Del libro "Dame tu mano, te mostraré la vida" de Alfonso Vallejo Gago)
martes, 24 de octubre de 2023
Espiritualidad/Iluminación (1 de 2)
Recorriendo ese
camino que nos acerca, a todos, a la madurez de la vida, (porque la vida no se
detiene), comencé, de manera inconsciente, un tránsito desde la religiosidad a
la espiritualidad, desde la teatralidad externa hacia la paz interior, tratando
de liberarme de la culpa que genera el pecado para vivir en libertad.
A pesar de nacer
en el seno de una familia católica, cuando pude tomar decisiones por mi cuenta,
dejé de cumplir algunos de los preceptos de mi religión. Eso no quiere decir
que no fuera admirador, amante y temeroso de Dios. Lo era. Pero no lo era tanto
de sus representantes. Siempre me han parecido más seguidores de Caifás que del
mismo Dios, predicando una cosa y haciendo lo contrario.
Agobiado y
estresado por un trabajo muy demandante me inscribí en un centro de yoga, con
el único objetivo de aliviar mi estrés y aprender alguna técnica que me
permitiera adquirir algún tipo de dominio sobre mi mente.
Allí fue donde
comencé a escuchar el termino espiritualidad, disociado de la religión y con
una definición propia y diferente de lo religioso. Y asociado a la
espiritualidad descubrí un nuevo concepto, el de iluminación espiritual.
Con mi escaso
conocimiento del tema comencé a pensar que yo quería alcanzar la iluminación,
porque creía, y sigo creyendo, que quien alcanza la iluminación ya no vuelve a
encarnar más en la materia por haber finalizado su aprendizaje en la Tierra. La
vida siempre me ha parecido un poco monótona, con algunos picos, (pocos), de
éxtasis, y algunos valles, (muchos más), de sufrimiento e, incluso, de
sufrimiento intenso.
Con el paso de los
años, comencé a ser consciente de que no solo los representantes de las
iglesias se comportaban como Caifás, sino que muchos representantes de la
espiritualidad también. Por lo tanto, necesitaba un conocimiento, mucho más
profundo, de lo que significaba ser espiritual y alcanzar la iluminación, del
que tenía hasta entonces. En realidad, lo que necesitaba era práctica y un
modelo creíble al que seguir.
Aprendí, de una
manera teórica, que ser espiritual es una forma de vivir y de relacionarse con
uno mismo, con los demás y con el mundo y que, no hay una única definición de
lo que significa ser espiritual, ya que depende de las creencias, valores y
experiencias de cada persona.
(Del libro "Dame tu mano, te mostraré la vida" de Alfonso Vallejo Gago)
viernes, 7 de abril de 2023
Jueves Santo
Jueves 6 de abril 2023
Hoy
es Jueves Santo, festividad católico-cristiana, que conmemora la última cena
que realizó Jesús con sus discípulos, según cuentan diferentes escritos y, cada
Jueves Santo, la iglesia católica quiere que recordemos la experiencia del amor
fraterno que Jesús quiso expresar en el gesto del lavatorio de los pies, que es
expresión del amor hecho servicio.
Parece
un buen día para reflexionar, y mi cerebro, desde primera hora de la mañana, lo
ha sentido y ha comenzado con preguntas, un poco etéreas, ya que la respuesta a
la pregunta que ha comenzado a hacer, con más insistencia, parece difícil de
contestar.
La
pregunta es: ¿Cuánto habré crecido a lo largo y ancho de mi vida? Y este crecimiento no se refiere al cuerpo
físico, ya que por lo que respecta al cuerpo estoy bastante crecidito. Se
refiere a mi sabiduría. Ella es la que tiene que crecer.
La
respuesta de cuanto he crecido no es tan clara como decir que dos más dos son
cuatro. Es algo más complicado y, para tratar de acercarme a la respuesta, he
partido de la idea del amor hecho servicio. Es decir, ¿hasta donde llega mi
capacidad de servir?
Aunque
antes de analizar la evolución de mi vida como servicio creo que sería bueno
saber cual es mi punto de partida o, lo que es lo mismo, saber desde que nivel
de sabiduría he comenzado la andadura de mi vida.
Tengo
muy claro que todo es cuestión de creencias. Lo que yo creo es verdad para mí,
así como lo que tú crees es verdad para ti. Y cada uno, tú y yo, nos vamos a
mover por la vida en función de esas verdades que, por supuesto, no van a ser
iguales, incluso, pueden ser opuestas, (aunque por eso no tenemos que
pelearnos. Tenemos que respetarnos).
La
misma sabiduría es, no solo, la aceptación de determinadas verdades, sino la
actuación y el comportamiento, de manera coherente, en consonancia con dichas
verdades. Es decir, pensar, hablar y actuar de manera congruente. O, lo que es
lo mismo, se trata de actuar según lo que se habla y de hablar según lo que se
piensa.
Por lo tanto, pienso que, si analizo cada una
de mis creencias, sobre la vida, sobre Dios, sobre la muerte, sobre el amor,
sobre la Creación, entre otras, podré saber cuánto ha sido mi crecimiento.
Siempre
me ha parecido que la vida y Dios son dos conceptos que parecen estar muy
unidos. Lo pensaba en mi adolescencia y, lo sigo pensando ahora: “Si somos
hijos de Dios y estamos en la vida, seguro que algo tiene que ver Dios con
nuestra vida”. Hoy creo que son indisolubles.
La
pregunta que siempre me he hecho es si he nacido para hacer algo concreto, si
tengo o, mejor, si cada uno de los seres humanos, tenemos una misión
determinada que realizar en la vida. La respuesta a esta pregunta ha sido muy
cambiante. Demasiado cambiante. Tanto que no me ha ido danto tiempo para ir
asimilando las distintas creencias que han ido apareciendo en relación a la
vida.
La
primera creencia sobre la vida fue, totalmente, material, porque espiritualidad
me enseñaron poca. Todo lo que hicieron mis enseñantes, sobre todo en el
colegio, que era muy católico, con una gran influencia religiosa, fue
aterrorizarme. Y huyendo de ese terror me volqué en la vida física. Entonces creía
que, si no pensaba en una cosa, para mí no existía. Y aunque no sabía muy bien
de donde procedía ese pensamiento, resulta que es coincidente con mi creencia
actual sobre la vida: Yo puedo crear mi propia realidad.
Pero
mejor sigo la secuencia, sin adelantar acontecimientos. Nací en una cuna
católica, y eso marca mucho. Me enseñaron que Dios, es nuestro Padre que está
en los cielos, que nos ama mucho, gracias a lo cual perdona nuestros pecados,
si nos arrepentimos de ellos, pero que si morimos en pecado íbamos de cabeza al
infierno. Teniendo en cuenta lo que contaban, entonces, del infierno, pensaba
que “mucho amor no parecía tenernos nuestro Creador, cuando nos enviaba al
fuego eterno, porque ¿qué padre, por mucho malo que hayas hecho, te castiga de
manera tan terrible?
Para
alejarme de tanto terror me olvidé del Dios que me estaban enseñando y me creé
un Dios a mi conveniencia, pero eso hizo que se acabara mi religiosidad, antes
de empezar, y comenzara a practicar una espiritualidad creada a la conveniencia
de mis creencias.
Tengo
que dejarlo aquí. Es muy tarde. Mañana sigo.